8 de mayo de 2024

MEMORABILIA GGM 939

Publicamos algunos de los comentarios que se hicieron hasta hoy, de la novela

En agosto nos vemos. (VII)

 

EL ESPECTADOR

Bogotá – Colombia

17 de marzo de 2024

 

El Magazín Cultural

 

Sobre “En agosto nos vemos”:

en el pantano del olvido

 En Cien años de soledad, una niña llamada Rebeca llega a la casa de los Buendía en Macondo arrastrando una bolsa con los huesos de sus padres: “Todo el equipaje estaba compuesto por el baulito de la ropa, un pequeño mecedor de madera con florecitas de colores pintadas a mano y un talego de lona que hacía un permanente ruido de cloc cloc cloc, (…).” La tragedia no era que arrastrara huesos, sino que traía con ella la terrible peste del insomnio que se convertiría rápidamente en la del olvido, “hundiendo a todo el pueblo sin remedio en el tremedal del olvido”.

Por Iliana Restrepo Hernández* 

 “Muchos años después, frente [a su manuscrito, Gabo] habría de recordar” este pasaje y decide finalizar En agosto nos vemos con esa misma imagen cuando la protagonista, Ana Magdalena Bach, llega a su casa arrastrando una bolsa con los huesos de su madre, pero esta vez no venían acompañados por la peste del olvido pues esta ya se había instalado en la mente del escritor.

Desde el punto de vista literario, me parece una obra menor. Muchos de los personajes están apenas dibujados, los diálogos son bastante flojos y en ciertos casos cargados de una cursilería que me hacían sonrojar, de pena ajena. Para ser una novela, a esta suite de relatos, les falta mucha “carne”. Le sobran ganas, pero le falta la arquitectura necesaria para llamarse novela. Se queda en una narración bien hilvanada y terminada, pero un tanto vacía. Pudo ser una gran novela, si hubiese seguido el curso y el tono del primer capítulo que Gabo escribió a finales de los años noventa, cuando aún no lo había visitado la peste del olvido.

Es el libro que escribe un gigante de la literatura casi vencido por su penosa enfermedad, que lo fue disminuyendo hasta un punto en el que no logró seguir escribiendo como siempre. Él mismo, en uno de sus momentos de lucidez, vio que la obra no era publicable y sin embargo, creo que es ahí donde radica gran parte del valor del libro, nos acerca a la dimensión humana del García Márquez, anciano y enfermo, que quiere a toda costa hacer su último esfuerzo. 

Esta lectura fue para mí una tormenta interior, ya que cuidé y viví con mi abuela materna y con mi madre, quienes murieron con Alzheimer y por eso conozco la enfermedad de primera mano. He leído y me he documentado bien sobre ella, tratando de entender el proceso que se da en el cerebro y en el comportamiento humano a medida que evoluciona. Como dice Dasha Kiper en su libro Viaje a tierras inimaginables, “Cuando pensamos en el Alzhéimer solemos imaginar que es una enfermedad que borra literalmente el yo. Pero lo que ocurre en la mayoría de los casos es que ese yo se fragmenta en diferentes yoes, algunos de los cuales reconocemos y otros no. Al igual que ocurre con la memoria, el yo no es —en palabras de la filósofa Patricia Churchland— «una cuestión de todo o nada».” Mientras leía sentía ese esfuerzo descomunal de Gabo por seguir siendo él y por escribir como lo había hecho siempre, sin conseguirlo del todo.

Sin embargo, esa tormenta, como todas las tormentas, estaba llena de relámpagos de luz, destellos de sus frases siempre iluminadas, sentenciosas y lapidarias, aunque casi ahogadas En la laguna más profunda, como tituló el escritor Óscar Collazos su novela sobre el Alzheimer.

Qué tal si dejamos atrás el duro análisis literario y leemos En agosto nos vemos desde la solidaridad, entendiendo que fue escrito por un hombre con un cerebro enmarañado, lleno de olvidos y confundido. Quizás así podamos ver que la obra es un portento. Hizo todo lo posible por terminarla y lo logró, simplemente se debe entender que no lo pudo hacer mejor. Disfrutémosla como el último esfuerzo de un gigante por mantenerse vivo, activo y productivo literariamente. Tal vez así, seamos menos implacables.

A pesar de todo, su lectura vale la pena y a mí además me ha estimulado el deseo de volver a sus grandes obras, para releer a ese gran maestro de todos los tiempos, que me ha dado tantos momentos de felicidad, aunque debo confesar que terminé el libro con una tristeza profunda instalada en el alma.

Por párrafos como estos, vale la pena dedicarle un tiempo a leer En agosto nos vemos: 

“El silencio que quedó después del grito permaneció vitrificado por varios días en el aire de la casa. Ana Magdalena lloró sin consuelo encerrada en el cuarto, más por vergüenza de sus ímpetus que por rencor contra la hija. El marido se comportó como si no existiera mientras la esposa lloraba, pues entonces sabía que los motivos de sus lágrimas solo estaban dentro de ella, aunque ignoraba cuáles.”

“Entonces se acomodó en la cama, sin cambiarse de ropa ni apagar la luz, y volvió a dormirse llorando de rabia contra ella misma por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres.”

«A las seis, cuando el marido la vio entrar en la casa arrastrando sin misterios el saco de huesos, no pudo resistir su sorpresa. “Es lo que queda de mi madre”, le dijo ella, y se anticipó a su espanto.»

Gracias a sus hijos Rodrigo y Gonzalo, quienes manifestaron que finalmente tomaron la decisión de publicarla pensando en todos nosotros, sus lectores. Imagino que no debió de ser una decisión fácil. Aunque nada de lo que se diga o haga con la obra de Gabo demeritará su grandeza. Se los dice esta gabólatra irredenta.


***

 NOTA. La enfermedad de Alzheimer ha sido denominada la epidemia, o el mal del siglo XXI. Nos dice Dasha Kiper en su libro Viaje a tierras inimaginables: «Más de cincuenta y cinco millones de personas en todo el mundo viven con una demencia, y se espera que para 2050 la cifra casi se triplique. La enfermedad de alzhéimer es el tipo de demencia más común, y en Estados Unidos, por ejemplo, alrededor de 6,5 millones de personas presentan síntomas que van desde un deterioro cognitivo leve hasta un alzhéimer severo.»

 

*Iliana Restrepo Hernández:

Profesional, Summa Cum laude,

en estudios literarios de la UNAB.

Magíster en escritura creativa,

de la Universidad de Salamanca, España.

 


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EL PAIS

Cali - Colombia

8 de mayo de 2024

 

Columnistas

En agosto nos vemos

En la última obra de Gabo, En agosto nos vemos, recién editada bajo la dirección de sus hijos, uno encuentra al mismo autor de La Hojarasca o los Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, para no citar sino esos tres...

Por Armando Barona Mesa 

Es gratificante leer a Gabriel García Márquez. Sus vericuetos idiomáticos y el uso de adjetivaciones sublimes, pero diluidas en una poesía castigada, dejan la sensación de que se está encontrando una belleza que solo reclama su espacio, sin que se note.

Más cuando un premio Nobel como Hemingway dijo que el estilo del novelista debía ser escueto, simplemente narrativo, directo y sin adjetivaciones ni dudas, Gabo, que leía y asimilaba todo ese mundo intangible de la literatura, a pesar de la admiración que le tenía al autor del Viejo y el mar, dejó a un lado aquella preceptiva y utilizó, como las aguas de un río, ese estilo poético que diversificaba el estado de ánimo del lector hacia una especie de sublimidad, solamente por ese lenguaje combinado que bajaba y subía sin que el lector pudiera establecer una opinión diferente.

Thornton Wilder, el brillante escritor americano de El puente de San Luis rey y de los Idus de marzo, entre otras, fue un maestro de la pluma alada que llegó tan hondo a García Márquez, que este decía que a donde fuere siempre llevaba alguna obra de aquel, que ponía en el nochero para releer por partes cualquier pedazo cuando tuviere unos minutos. Y Thornton tenía el lenguaje abierto, con una riqueza adjetiva que resaltaba los hechos, que los hacía sensibles y barruntaba su fondo con la gran propiedad del conocimiento del hombre, sus defectos, virtudes y debilidades.

En la última obra de Gabo, En agosto nos vemos, recién editada bajo la dirección de sus hijos, uno encuentra al mismo autor de La Hojarasca o los Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, para no citar sino esos tres, bajo su misma indumentaria de minucioso artista, profundizando en las diarias ocurrencias que a los demás pasaban desapercibidas. Es bello leer:

“Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias... El chofer la recibió con un saludo de amigos y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules”. ¿Pregunto, alguien podría negar que allí hay una prosa cautivante, mágica se diría, que va preparando el futuro inmediato hacia aquella aventura embriagante de cama y sexo estrafalario, que buscaba reparar años de privación erótica de aquella dama de pantalones vaqueros?

Eso va a suceder con la misma intensidad y de modo sucesivo durante tres años, en los que gobernó ese sexo endemoniado. Ahora bien, el conjunto nos gusta a todos, con mayor razón cuando es Gabo, el forjador de la narrativa. No obstante, es preciso observar que nunca quiso este publicar esa novela corta, como sí lo hizo con las Memorias de mis putas tristes. Y fue él quien dijo ya en los albores de la muerte que hicieran con el escrito lo que quisieran 

La pregunta es, ¿por qué cuando se le está apagando la luz, el escritor se niega a publicar? Bueno, el tema es complejo. A mi modo de ver nunca quiso admitir como un triunfo permanente el aire que penetraba a la dama al lado del amor de catre, en cama distinta al lecho con el esposo. 

La dificultad del drama, pues, radicaba para Gabo en volver una puta de verdad a la casquivana, o resaltar al marido brincón con hembrillas de alfandoque. En fin, difícil es penetrar en el asunto. Pero ¿cómo evadir los malos tiempos y sucesos y tornarlos buenos? La putería siempre ha sido buena para unos, mala para los demás. Depende. 

 

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PROCLAMA

Popayán - Colombia

17 de marzo de 2024

 

A mí sí me gustó: «En agosto nos vemos» 

Por Manuel Tiberio Bermúdez 

Muchos gabólogos andan dando sablazos, contra la novela póstuma de García Márquez, perdón, de don Gabriel José de la Concordia García Márquez, «En agosto nos vemos» que de chiripa descubrió el gabólogo mayor, señor Gustavo Arango, periodista que azuzó duro para que la novela fuera publicada. 

Que no está a la altura del escritor; que es floja y sin fuerza; que metieron mano en el texto, o mejor computador, para enderezar lo que algunos consideraron torcido en el trabajo realizado por, Gabito –Yo también entro al club de los confianzudos. ¿Por qué no?

Que es una obra menor, aseguran otros, y que fue “el ansia de billete” lo que aceleró la publicación del libro, sin atender la petición del autor de no publicar el texto. Hay que recordar que antes de que fuera entregada al público, el escritor Salman Rushdie dijo que publicar la novela seria «una traición a Gabo».

Pero como bien se sabe, la trayectoria de un escritor se construye de subidas y bajadas; un escritor no se mantiene en una línea perfecta de producción, sino que está llena de altibajos; tanto que a veces lo agarra la maldición de esa cosa invisible que llaman el «temor a la página en blanco». 

«Antes es mucha gracia», dijo mi abuelita, que El Gabo haya podido sacar de su magnífico cacumen una historia de amor cuando andaba ya atacado por la enfermedad del olvido y que, por lo mismo, han dicho, la revisó y revisó, hasta que dijo que mejor no la publiquen. 

Creo que también la morbosidad de saber cómo había escrito Gabo ya atacado por la demencia, hizo que fuera estridente el coro de quienes pidieron la publicación de la novela. 

Lo cierto es que el pasado 6 de marzo de 2024, cuando se cumplía los 97 años del nacimiento del aracateño, el mundo recibió la noticia del lanzamiento de la novela «En agosto nos vemos». El universo literario amplificó por todos los medios el suceso; los gabologos brincaban de alegría en una pata; y el libro se echó a andar el mundo en las manos de los miles de lectores que no querían perderse la lectura de la novela.

Y claro, llegaron los expertos a criticar. Qué no han dicho tantos que a lo sumo solo habrán escrito la perorata contra la novela del escritor. 

En el lanzamiento nadie habló de las excelsas virtudes del escritor, ya en el declive de su vida. Por el contario advirtió su hijo «No está totalmente terminado por Gabo ni tan pulido como sus más grandes libros, pero definitivamente tiene muchas de sus características: prosa preciosa, el conocimiento del ser humano, el poder de descripción, la creación de un personaje. Y además nos gustaba mucho que fuera este personaje femenino, una historia tan feminista». 

A muchos nos gusta la novela porque no somos expertos en libros; si acaso somos ocasionales lectores para disfrutar un buen texto. No leemos con diccionarios a la mano y buscando con lupa que esconde una palabra escrita. No; nos deslizamos por los reglones y reímos o lloramos o reflexionamos, según nos conmueva la lectura. 

Yo aprecio lo leído en la novela «En agosto nos vemos» pues sé que es producto del oficio de un hombre que nos asombró con otros trabajos y que no paró de escribir aun con su magín atacado por esa nebulosa de horror que debe ser la enfermedad del olvido. 

 

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EL ESPECTADOR

Bogotá – Colombia

11 de marzo de 2024

 

Opinión

No la pienso leer 

Por Aura Lucía Mera 

Sí, voy en contravía. No me arrepiento. No pienso leer En agosto nos vemos, la “póstuma obra de Gabriel García Márquez”, que no creo que él la hubiera permitido publicar. No acuso a nadie ni voy a juzgar. 

¿Por qué no la leo? Porque me parece una falta de ética de sus hijos publicarla. Porque me parece una falta de ética de los editores editarla. Porque me parece una falta de ética toda la propaganda que se le está haciendo. Todos los artículos, entrevistas, bombos y platillos con los que se está promocionando. En fin. Me parece una falta de respeto con este gigante de la literatura universal. 

No “compro” las explicaciones que nos quieren vender. No considero que este librito sea el homenaje póstumo a GGM. Ya con La despedida, libro sobrio y respetuoso escrito por uno de sus hijos, estaba dicho todo.

Tuve la fortuna de organizar y acompañarlo a Estocolmo. Como directora del Instituto Colombiano de Cultura, guiada por la sabiduría y el profesionalismo de Gloria Triana, el apoyo de Álvaro Cala, como presidente de Avianca, quien nos prestó un jumbo para llevarnos y traernos, cargado de los más importantes grupos folclóricos de Colombia, piezas del Museo del Oro, obras de los pintores más representativos como Botero, Obregón y Grau, la ayuda de Pedro Felipe Valencia, presidente de la Asociación de Cafeteros, Artesanías de Colombia, por nombrar algunos quijotes que hicieron realidad este sueño, y la venia del presidente Belisario Betancur.

Todavía retumban en mi cabeza los aplausos eternos de los 1000 invitados al banquete real, la emoción de la reina y ese calor tropical que inundó el salón, mientras afuera el termómetro marcaba veintidós grados bajo cero.

La oportunidad de estar cerca de él, y observar su personalidad austera, casi podría decir que tímida ante el boato y admirar ese cerebro privilegiado que jamás cometió un error de sintaxis y tenía la historia de Colombia en su cabeza. La dignidad también austera y sabia de Mercedes. 

No quiero leer este retazo, esas palabras hilvanadas ya cuando su memoria se esfumaba. Él jamás lo hubiera permitido. Su integridad se lo hubiera prohibido. 

Pero el afán comercial en este planeta maldito por la ambición del dinero lo compra todo. Y por más esfuerzos que hagan sus promotores, saben en el fondo de sus conciencias que lo están traicionando. Si es que les queda un átomo de conciencia. 

Me duele el alma. Tengo la garganta apretada y mucha, mucha rabia, no lo niego. Pienso en La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba. En Isabel viendo llover en Macondo, en El general en su laberinto, en esos Cien años de soledad pidiendo una segunda oportunidad sobre la tierra, y me dan ganas de llorar. 

Gabriel García Márquez, para mí, seguirá rodeado de mariposas amarillas. Recordaré siempre a Úrsula cuando empezaba a escribir papelitos para recordar las cosas (tal vez un fatal presentimiento), a Remedios volando.

No, no voy a leerlo. No me quiero contaminar. 

 

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EL ESPECTADOR

Bogotá – Colombia

11 de marzo de 2024

 

Macrolingotes

 

La Bach de agosto 

Por Oscar Alarcón Nuñez 

La última y póstuma novela de García Márquez ha puesto de moda a uno de los más grandes compositores del mundo. Durante muchos años, a las siete de la noche, el padre García Herreros nos repetía la tocata y fuga de Bach como cortina musical del Minuto de Dios, antes del día que ya pasó y la noche que llega. Ahora, acortaron la presentación.

A este gran compositor, nuestro Nobel le ha hecho el homenaje no solo llamando Ana Magdalena Bach a la protagonista de la obra –como se llamaba la segunda mujer--, sino recordando varias de sus obras. En otros de sus textos lo menciona reiteradamente, y escribió, en una ocasión, que sí pudiera llevarse un disco a una isla desierta, no lo dudaría: la suite para chelo solo, interpretado por Casals.

Juan Sebastian Bach pasó casi inadvertido en su tiempo. Era conocido como un simple maestro de órgano de una capilla a la que iba a interpretar su música en los oficios religiosos. Tocó el órgano y el clavecín y no tuvo la fortuna de conocer el piano en esos años de comienzos de 1700, cuando el barroco comenzaba a ser olvidado.

En agosto nos vemos, así como la otra novela que lo antecedió, Memorias de mis putas tristes, no son sus grandes obras, pero sí recuentos de erudición melómana de la que Gabo no había hecho gala en sus trabajos anteriores. Algo en el Otoño del patriarca, cuando el homenaje fue para Bela Bartok, sin mencionarlo.

En esta obra póstuma está el manejo del idioma al que nos tenía acostumbrado, pero la perfección con que le daba el visto bueno final a sus obras fue lo que puso a dudar de su publicación. De haberse guardado en Austin para lectura solo de privilegiados, el mundo lo estaría lamentando.

Así como Schubert nos dejó su Sinfonía inconclusa, que se oye, Gabo hizo lo propio con esta hermosa novela que seguirán leyendo millones de sus lectores. 

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