Madrid -
España
7 de marzo de 2024
Novedad
Editorial
Crítica de 'En agosto nos
vemos',
la novela póstuma de
Gabriel García Márquez:
la fuerza de la repetición
Este libro vuelve a demostrar hasta qué punto el Nobel,
pese al temor de ya no ser el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando
el arte de contar historias en la recta final de su vida
Gabriel García Márquez, autor de 'En agosto nos vemos' / ILUSTRACIÓN DE PABLO GARCÍA
Por Ricardo
Baixeras
La decisión de sacar a la luz un libro que el autor no publicó en vida es siempre controvertida. Si ese autor se llama Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927- Ciudad de México, 2014) y confiesa además que ese libro no servía –"hay que destruirlo" (como si con semejante sentencia quisiera emular aquellas legendarias intenciones de Virgilio y de Franz Kafka con sus propios manuscritos)–, entonces la cuestión, si cabe, se convierte en todavía más compleja. En el prólogo de En agosto nos vemos, que aparece cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento, sus hijos Rodrigo y Gonzalo indican que en sus últimos años el autor de El coronel no tiene quien le escriba sufrió especialmente "la pérdida de memoria", que era, según les contaba, "a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada".
Y lo cierto es que esta novela corta o cuento largo que narra las vidas de Ana Magdalena Bach, "las tantas y tantas horas de incertidumbres que quedaban de ella misma dispersas en la isla" y cómo cada mes de agosto va donde su madre está enterrada para depositar gladiolos, quizá no tiene la fuerza irrepetible de sus grandes textos. Sin embargo, es una ficción que vuelve a mostrar hasta qué punto García Márquez, a pesar del temor de no ser ya el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias como centro neurálgico de una escritura que no hizo de la técnica un general en su laberinto en el que perderse, pero sí el armazón de una literatura cuyos motivos (la muerte, el doble, la soledad) y técnicas (las recurrencias, las repeticiones, las espirales y las imágenes obsesivas) vuelven a aparecer aquí como si fuera la primera vez.
Importancia
del tiempo
Porque está la insistencia en mostrar, desde el mismo título, la importancia del tiempo como ya indicaban sus paradigmáticos Cien años de soledad, Un día después del sábado, El otoño del patriarca y La siesta del martes. Esa importancia aquí queda fijada en el mes de agosto, con sus fuera de toda duda calores caribeños. Está, como en Crónica de una muerte anunciada, la minuciosa obsesión temporal de quien vuelve «a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde», como volvía el obispo en su buque, y la minuciosidad de los nombres: de María Alejandrina Cervantes a Ana Magdalena Bach, de la literatura cervantina a la música sacra.
Está la temporalidad recurrente que vuelve sobre sí misma como un círculo que lo anuda todo, tal y como trata de anudar su vida Ana Magdalena Bach con el retorno cada agosto sin saber, en realidad, que está repitiendo muchos años después el mismo gesto de su madre. Están los movimientos de ida y vuelta constantes, cómo va y vuelve la protagonista sin percatarse de que, en realidad, se está juzgando «sin piedad». Está, como en los Buendía, la sensación de que a menudo las acciones pueden llegar a ser fútiles, de que hacer algo lleva incorporado a menudo la desaparición del acto. De que hacer implica deshacer, o no contar, o mentir.
Está, cómo no, la literatura, ya que aquí la protagonista en cada regreso a la isla siempre lleva un libro encima: Drácula, de Bram Stoker; Antología de la literatura fantástica, de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo; El día de los trífidos, de John Wyndham; Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; El ministerio del miedo, de Graham Greene, y Diario del año de la peste, de Daniel Defoe.
Está una atmósfera inconfundible ("faltaban seis para las cuatro, pero se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el sopor ardiente de la laguna"), está la sensación de haber asistido a un mundo conjetural y conocido a la vez ("admiró las playas de harina dorada al borde mismo de la selva virgen, la algarabía de los pájaros y el vuelo fantasmal de las garzas en el remanso de la laguna interior"), y de haber probado otra vez el lector el apetito pantagruélico de un autor por querer mostrar de qué manera los espacios exteriores son la medida exacta de una conciencia interior anafórica.
Encuentro
inolvidable
Está el amor, el tema que recoge motivos y técnicas en la obra de García Márquez. Un amor que aquí no aparece en los tiempos del cólera, sino en el tiempo en que una vida ya nunca más va a ser la misma tras un encuentro amoroso inolvidable que se convierte en la ceremonia de la confusión por "veinte euros", a pesar de que la protagonista después de aquel encuentro ya nunca "más volvería a ser la misma. Lo había vislumbrado en el transbordador de regreso, entre las hordas de turistas que siempre le habían sido ajenas y que de pronto y sin motivos claros se le volvieron abominables".
Está la vida imaginada de Ana Magdalena Bach tratando de acortar y comprender las distancias entre la realidad falseada y la ficción verídica porque la suya es una vida a la espera, una vida lanzada hacia el futuro de cada agosto por venir, pero condicionada por los recuerdos, por la esperanza de volver a vivir lo ya vivido y la desesperanza de que todo aquello fue una serie de acontecimientos, que como la música que también suena en este libro, es meditativa: seis movimientos que nacen de la misma nota, del mismo impulso. Y está la firmeza de un escritor por volver a contar una historia construida bajo el velo del lenguaje
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LA VANGUARDIA
Barcelona – España
6 de marzo de 2024
EL ACONTECIMIENTO EDITORIAL DEL AÑO
Gonzalo, hijo de Gabo:
“Si los lectores no dan ese voto
de aprobación a la novela,
no se reeditará”
El primogénito del escritor presenta a nivel mundial
'En agosto nos vemos', la última obra que escribió su padre y que le pidió que
quemara.
Gonzalo, hijo de García Márquez, junto al periodista Xavi Ayén y el escritor Héctor Abad Miquel González / Shooting
Por Lara Gómez Ruiz
Barcelona hoy no ha dejado de mirar el reloj, esperando pacientemente que llegaran las 18:30. A esa hora, el libro póstumo de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos (Random House), se presentaba al mundo en la biblioteca barcelonesa que lleva su misma nombre y que está reconocida como la mejor del mundo. La expectación era máxima. Ni siquiera unos activistas, que justo antes de empezar el encuentro mediático aprovecharon la presencia del alcalde Collboni para denunciar la falta de previsión ante la situación de emergencia por sequía, lograron que la joya literaria quedara relegada.
Que la capital catalana sea la ciudad escogida para dicha presentación, no es baladí. Barcelona fue un lugar de metamorfosis para Gabriel García Márquez. Fue aquí donde creció literariamente y logró mutar de autor minoritario a novelista reconocido a nivel mundial. Un paso de gigante que solo unos pocos escritores alcanzan en su carrera y que explica el revuelo armado para poder acudir a este acontecimiento, donde era necesario hacer reserva previa.
Eso no evitó que fueran decenas los que atendieran de pie al hijo del autor, Gonzalo García Barcha –que vivió parte de su infancia aquí–; al escritor Héctor Abad Faciolince; al periodista Xavi Ayén, experto en el boom latinoamericano; y a la actriz Bárbara Lennie, que leyó fragmentos de esta inédita obra, acompañada de la música del conjunto Ana Magdalena Ensemble. “Este libro está repleto de música”, avanzó la editora Pilar Reyes.
“Cuando Gabo nos dejó, fue bastante claro, pues dijo que esto había que destruirlo. Pero esa declaración iba totalmente en contra de todo lo que nos inculcaron nuestros padres, que nos educaron para promover, respetar y conservar cualquier obra de creación”, empezó la presentación García Barcha. Su primogénito, no obstante, reconocía a los pocos minutos que su padre llegó a pagar a su madre “una cantidad reducida de dinero” por las cartas de amor que le envió, y una vez las tuvo, las quemó.
Gonzalo García Barcha, hijo de Gabo, esta semana en Madrid Dani Duch / Propias
“Siempre tuvo un instinto muy particular de la posteridad y una facultad algo profética, adelantándose a cosas de que luego han sucedido”. Una de ellas fue recién casado, cuando a su suegro, triste por separarse de Mercedes, le dijo que no se preocupara, que en diez años se convertiría en alguien rico y famoso. “Imagínense la desfachatez”, reconoce su hijo.
García Barcha contó que el libro lo leyeron todavía
con Gabo en vida. “Pudimos leerlo, pero estaba menos terminada que otras de sus
obras que dejaba leer antes de publicar. Él siguió escribiendo y, dos años
después, soltó su frase lapidaria”. En el verano de hace dos años, algo cambió.
“Yo estaba en el Empordà y tuve esa conversación pendiente con mi hermano
Rodrigo. Me preguntó qué íbamos a hacer y sugerí dársela a un editor para ver
si era publicable. Cristóbal, editor de sus últimas obras, la había leído mucho
más profundamente que nosotros y no parecía tener ninguna duda”.
Los hijos aceptaron. No obstante, Gonzalo ha advertido hoy a la audiencia multitudinaria: “Si los lectores no dan ese voto de aprobación a la novela, no se reeditará y no tendrá revisiones”. También ha reconocido de que “me incomodaba la idea de que esta se convirtiera en la novela escondida o perdida de cierto autor. Nosotros sabíamos que la novela tarde o temprano iba a acabar saliendo, y es posible que la edición pueda tener una evolución siempre que el texto sea del agrado de los lectores”.
La obra permaneció durante mucho tiempo en el archivo del autor en la universidad de Austin. Allí, “cualquiera que lo deseara y pidiera permiso, podía leerla”, ha recordado Gonzalo mientras aplaudía el impulso de la periodista colombiana Patricia Lara, que fue la primera en hacerlo y que “ya avanzó en su momento que le causó una buena impresión”.
A él mismo también se la causó, a la vez que le enterneció “ver como en las correcciones había un punto que dudaba en cada palabra y la tachaba, hasta hallar la más conveniente. Eso es algo bonito y refleja muy bien cómo describió en su día el oficio de escritor: un pobre hombre sentado seis horas diarias frente a una máquina de escribir con el compromiso de contar una historia que sea a la vez convincente y bella. Y esta novela tiene esas dos virtudes”. Unas cualidades que también, asegura, tiene la portada del libro, ilustrada por David de las Heras, al que tanto el primogénito como el público han aplaudido.
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REFORMA
Ciudad de México
3 de marzo de 2024
CULTURA
García Márquez se reencuentra
con sus lectores
La portada del nuevo libro fue diseñada por el ilustrador David de las Heras. Crédito: X Fundación Gabo. García Márquez en una fotografía de 2010, mientras lee, en su casa, "Yo no vengo a decir un discurso". Seis años antes había publicado su última novela: "Memoria de mis putas tristes". Crédito: AP
A 20 años de la publicación de su última novela, Gabriel García Márquez (1927-2014) se reencuentra este miércoles con sus lectores de todo el mundo con el lanzamiento póstumo de En agosto nos vemos (Planeta).
"Realmente parecía algo ya imposible. Pensábamos que lo que se publicó en vida de García Márquez era su obra entera, puesto que él había tomado las decisiones editoriales", apunta en entrevista el escritor, traductor y crítico literario Geney Beltrán, para quien la aparición de esta obra ratifica el estatuto de autor clásico y universal del Premio Nobel de Literatura colombiano.
"Esa condición de clásico vuelve importante cualquier escrito suyo que no se haya publicado en vida. No es sólo un interés documental o histórico, sino que es un interés literario", agrega el coordinador ejecutivo de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, proyecto dependiente de la Fundación para las Letras Mexicanas.
La undécima novela del autor de obras como Cien años de soledad y El coronel no tiene quién le escriba narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer casada que cada 16 de agosto visita la tumba de su madre en una isla del Caribe, y durante esos viajes mantiene varios encuentros eróticos con distintos amantes.
Su publicación se enmarca en el aniversario 97 del natalicio de García Márquez, y a un mes de cumplirse 10 años de su muerte, con cerca de 40 editoriales internacionales realizando un lanzamiento global en todos los mercados, algo igualmente inédito para una obra póstuma, considera Jaime Abello, director y cofundador de Fundación Gabo.
"Está destinado a ser un bestseller, y esto confirma la condición de clásico que ya tiene García Márquez. Entonces, se recibe con interés la obra, más allá de que al final a uno le guste más o menos, pues es la obra de un clásico de la literatura mundial", dice Abello a REFORMA.
"Es, obviamente, un libro de Gabo, pero que ha sido autorizado por sus causahabientes, por sus herederos (sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha), y no por él", continúa. "Es una decisión que se tomó muy cuidadosamente y se desarrolló editorialmente con mucho cuidado".
Los hijos del Nobel colombiano, quienes prologan la novela inédita, eligieron al editor Cristóbal Pera, que ya había trabajado antes con el autor, para concretar la publicación de la obra en la que García Márquez trabajó desde 1999 y de la que publicó algunos capítulos en revistas, cuyos manuscritos permanecían en los archivos vendidos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas.
"Básicamente, partió del último manuscrito que había en el Ransom, más las notas, más las correcciones adicionales que hizo (el autor) y que conservó en el computador la asistente de Gabo. Y a partir de allí compuso un texto que es de García Márquez, que lo único que ha tenido es un proceso editorial como el de cualquier otro libro de cualquier otro autor", refiere Abello.
"Yo pude reconocer en el manuscrito que ya esa obra estaba en un punto en el que sólo le faltaba un pulimiento por parte de un editor", resalta vía telefónica Gustavo Arango, autor, periodista y académico colombiano de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta, autodenominado "abogado defensor" a favor de la publicación de este libro.
En realidad, Arango estima haber tenido una influencia definitiva en el hecho de que finalmente pudiera ver la luz esta novela inédita que parecía condenada por una lectura de la agencia literaria Carmen Balcells, representante de García Márquez por más medio siglo, cuyo dictamen también se podía consultar en el archivo en Texas.
"Realmente la demeritaba un poco, y yo tengo la impresión de que esa fue la única opinión en la que se basó su familia para decidir que no la iban a publicar", comparte Arango, estudioso de la vida y obra del Nobel, sobre aquel dictamen que consideraba a En agosto nos vemos como un cuento repetitivo y alargado.
"Y yo lo que pensaba era: 'Pero, por Dios, repetitivo Cien años de soledad; repetitivo es El otoño del patriarca'. Ése es casi que el sello de García Márquez en muchas de sus obras, y es porque maneja una temporalidad muy caribeña, muy cíclica que a veces cuesta entender".
A decir suyo, un artículo que publicó en 2022 destacando el valor de esta historia y la importancia de publicarla habría sido el punto de partida para que la propia familia de García Márquez así lo reconsiderara; "no voy a salir ahora a decir: 'Yo logré que se publicara', pero digamos que algo influí, y eso me llena de mucha satisfacción", destaca.
"Y, bueno, incluso no siendo su mejor novela, es un buen cierre para su conjunto. Pero, además, una novela mediana de García Márquez sigue siendo una novela muy superior en el ámbito de la literatura latinoamericana", argumenta Arango, elogiando el estilo transparente y depurado de esta nueva obra.
"Es una novela que no va a decepcionar", asegura quien la devorara en una tarde y ya tiene preordenadas las ediciones en español e inglés. "Es una novela donde está García Márquez en ese nivel de una persona de una gran maestría, a pesar de las dificultades que todos sabemos que estaba viviendo para escribir (en sus últimos años)".
Sobre todo, Arango remarca la importancia de cerrar la obra del autor originario de Aracataca con esta historia luego de la recepción y crítica tan severa en contra de Memoria de mis putas tristes (2004), su última entrega de ficción.
"Ahí la literatura un poco se pierde porque es un tema demasiado complicado: un hombre de 90 años que se compra una noche con una niña. Eso es difícil de aceptar, y eso no es García Márquez en general. Cerrar una obra como la de él con ese episodio un poco sórdido me parece que no era un buen cierre", opina Arango.
"Mientras que aquí (en En agosto nos vemos) hay una dignificación de la mujer que yo creo que es más él porque siempre fue un hombre, un autor, una persona muy respetuosa, y siempre puso en una situación muy digna a la mujer. Y es un poco frustrante ver que muchos lo estaban descalificando simplemente como un machista perverso. Por eso es que me parece que esta novela representa un cierre mucho más digno".
'Más allá del bien y del mal'
Si bien destinada a ser un superventas, la novela
inédita de García Márquez también parece sentenciada a la guillotina de una
crítica feroz bajo el actual signo de los tiempos.
Arango, quien considera a En agosto nos vemos como una obra con un desdoblamiento femenino del autor y un diálogo con su madre muerta, augura, por ejemplo, señalamientos "patriarcales" al intento por parte de un hombre de construir un personaje femenino.
"Me parece equivocado juzgar a un autor por lo que hacen sus personajes; también me parece que es un poco estrecho decir que un hombre no puede crear personajes femeninos, o que una mujer no puede crear personajes masculinos. Entonces, obviamente, la incomprensión está garantizada", sostiene Arango.
"Realmente, el autor se expone a la crítica, y cuando se trata de un autor tan difundido como García Márquez, también se expone a críticas poco fundamentadas, un poco viscerales, poco informadas. Entonces, bueno, García Márquez está más allá del bien y del mal en este momento", prosigue el académico.
¿Es justo publicar una novela que será tan criticada cuando ya no está su autor para poder defenderla?
He llegado un poco a la conclusión de que toda literatura es póstuma, que el autor no está para defender su obra; la obra es el producto de muchas cosas: de un espíritu creador, de una época, de un contexto cultural, y está para ser apreciada y para suscitar reacciones. Pero realmente la obra no hay que defenderla, la obra es póstuma (...) y la obra se tiene que defender por sí sola.
Para Beltrán, por su parte, la obra literaria no es reductible a una sola consideración, "y menos si se busca una identificación con una forma, más que de pensamiento, de opinión", expresa el escritor.
"Y, ciertamente, la ausencia física del autor ya es irrelevante. Lo que se puede cuestionar es la obra; hay aspectos de maestría técnica y de retórica que por sí solos son dignos de consideración y que pueden ser verdaderamente maravillosos", añade Beltrán, enfático además en cuanto a que no importa si un autor es hombre o mujer, sino la manifestación de una "sensibilidad andrógina".
"Es esa sensibilidad andrógina una despersonalización que te lleva más allá de lo que es tu cuerpo, de lo que es tu historia personal por crecer con un cuerpo en un género determinado, lo que se manifiesta en la escritura en esos momentos privilegiados en los cuales la imaginación y la sensibilidad expresan lo que nosotros ni siquiera sabemos qué traemos dentro".
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