LA VANGUARDIA
Barcelona –
España
11 de junio de
2023
Las cartas privadas
del boom
Un documento excepcional
El epistolario entre Gabo, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar
revela miedos, proyectos y pasiones
Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, en Lima, en 1967 Archivo
Por Xavi Ayén
Ver a algunos de los mayores autores del siglo XX hablándose en confianza, sin pensar que nadie va a enterarse de lo que dicen, convierte al lector de su correspondencia en un espía de la historia de la literatura. Así se siente uno ante el volumen Las cartas del boom que sale a la venta el próximo día 15 y a cuyo contenido ha accedido este diario: un total de 207 misivas desde 1955 hasta 2012, varias de ellas inéditas.
El más cuidadoso fue el mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) –que conservaba las que enviaba y las que recibía–, seguido del peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), que siempre ha guardado las que recibe, mientras que el argentino Julio Cortázar (1914-1984) y el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) no dieron nunca importancia a ello, e incluso decidieron destruir algunas.
El material procede de los archivos de las universidades de Princeton, de Texas, de Poitiers y de colecciones familiares. La edición corre a cargo de los peruanos Carlos Aguirre y Augusto Wong Campos, el mexicano Javier Munguía y el británico Gerald Martin, que ultima la biografía de Vargas Llosa tras haber escrito la de García Márquez.
Portada
La obra se acompaña de apéndices como los artículos que unos escribieron sobre otros y los manifiestos que firmaron. Aunque el boom latinoamericano lo formaron más autores (como mínimo, habría que añadir al chileno José Donoso), los editores consideran que se trata de los cuatro autores más representativos del movimiento. “El único precedente de una amistad de ese calibre en la literatura hispana es el de la generación del 27”, afirman.
Carlos Fuentes, por ejemplo, hace de mediador con Luis Buñuel para que este adapte al cine las obras de sus amigos: el cuento Las Ménades de Cortázar, según le cuenta a este en una carta el 2 de octubre de 1962, donde añade que le ha entregado al cineasta un ejemplar de Final del juego, el libro del argentino que contiene ese relato. Cortázar le responde desde París, el 29 de octubre de 1962: “Lo que me cuentas de Buñuel me parece casi increíble, y sobre todo la posibilidad de que un cuento mío y otro tuyo –nada menos que Aura – entren juntos en la terrible y fabulosa máquina surrealista de Buñuel (Y con Gradiva, que es un relato extraordinario). Justamente hace un par de meses, vi en París El ángel exterminador, que me dejó enfermo una semana. Hacía mucho que no tenía un choque tan tremendo”. El proyecto, finalmente, no se llevó a cabo aunque Buñuel y Cortázar entablaron negociaciones: el argentino le pidió 4.000 dólares y finalmente el director se decantó por adaptar Tristana de Benito Pérez Galdós. Asimismo, el 25 de julio de 1964, el mexicano le dice a Vargas Llosa que “Buñuel está enloquecido con La ciudad y los perros aunque el cineasta cree que la censura no permitiría filmarla en ningún país.
El 29 de febrero de 1964, Fuentes toma conciencia de la importancia del boom latinoamericano y le escribe a Vargas Llosa desde México: “Ahora, al leer una detrás de la otra El siglo de las luces, Rayuela, El coronel no tiene quien le escriba y La ciudad y los perros, me siento confirmado en este optimismo: creo que no hubo el año pasado otra comunidad cultural que produjera cuatro novelas de ese rango”. En su respuesta, el 7 de abril, Vargas Llosa, desde París, carga contra el nouveau roman: “Yo también creo que el foco neurálgico de la narración está hoy en América Latina y que ahí tienen que nacer la energía, los mitos, los procedimientos capaces de salvar el género, que aquí en Europa todos parecen decididos a liquidar de un modo o de otro. De veras consterna leer las novelas francesas contemporáneas: son de una frivolidad irritante y uno sale de ellas medio asfixiado de aburrimiento”. Critica a Robbe-Grillet y concluye: “Decididamente no, de ninguna manera podemos admitir que estos babosos hagan con la novela lo que hicieron con la pintura”.
Mientras Gabriel García Márquez ultima Cien años de soledad, duda en si ofrecérsela a la editorial Sudamericana, con sede en Buenos Aires, o intentarlo con la barcelonesa Seix Barral. Su amigo Fuentes le aconseja, desde Roma, el 19 de noviembre de 1965: “Sudamericana te localiza excesivamente, te pone a circular solo en el mundo latinoamericano, te resta la riqueza de proyección y contactos que Carlos Barral ofrece. Creo que con Sudamericana te quedas en Sudamericana, mientras que con Barral tienes ya ganado el camino a las traducciones y a la presencia en Europa y los Estados Unidos.
Pero en cualquier caso con Barral, lee la letra menuda del contrato, pues (muy entre nous) a Mario Vargas acaban de hacerle la chingadera de meterle una cláusula quitándole el 60% de los derechos extranjeros que reciba a través de Barral –y Barral le maneja todos los derechos extranjeros. Salva ese obstáculo y sigue con Barral”. Fuentes no tuvo razón, pues Gabo publicó con Sudamericana y su novela se convirtió en la obra de autor vivo más traducida en español del mundo. Antes de que eso se produjera, Gabo se lamenta a menudo de sus problemas económicos. Tanto, que el 26 de agosto de 1966, Fuentes, desde París, llega a ofrecerle trabajo: asistente de dirección de la revista literaria Mundo Nuevo, con sede en la capital francesa, tras la marcha de Tomás Segovia: “El horario es de diez a doce y de dos a cinco. El trabajo, poco e interesante –algunas notas críticas e informativas, correspondencia con escritores, pruebas–”. Pero Gabo rechaza esa oferta, el 30 de septiembre desde México, lo que le habría convertido en una autoridad en la revista que lanzó el boom al mundo.
La razón que da es que los financiadores de la publicación tienen lazos estrechos con la CIA: “Un día, que ojalá esté lejano, tú y yo y toda la mafia internacional [así llamaban al boom] tendremos que firmar una carta contra la revista, y ese es el momento en que yo no quiero estar dentro”, por lo que, dice, se limitará a colaborar esporádicamente dada la alta calidad de la publicación.
Tras el éxito de Cien años... todo cambió. El 2 de diciembre de 1967, ya desde Barcelona (en la calle República Argentina, número 168), García Márquez le confirma a Fuentes que, a los pocos meses de su salida, la novela “sigue vendiéndose como salchichas y ya sale la cuarta edición (...) Para mí, que el famoso Boom no es tanto un boom de escritores como un boom de lectores”. Su visión de la Barcelona franquista –a la que llama “extraño planeta”–, en la que calcula quedarse uno o dos años –al final fueron ocho– resulta muy lejana de la mitificación a la que hoy someten algunos aquella época: “Lo único que me inquieta es la terrible falta de información en la que se vive aquí. Peor que en Kafkahuamilpa. Acabo de tomar una suscripción a Le Nouvel Observateur, que es el único modo de recibirlo. Me parece absurdo vivir en Europa como si fuera en Toluca: a estas alturas, todavía no he podido saber a las derechas qué fue lo que dijo De Gaulle”, en un viaje que realizó en aquellos días el mandatario a Canadá.
El 30 de julio de 1966, desde México, el colombiano lamenta ante Fuentes las críticas negativas que está recibiendo La casa verde de Vargas Llosa: “Lo acusan de confuso, difícil, costumbrista, vacío y mil idioteces más, y es porque este libro carece de la espectacularidad del otro [La ciudad y los perros], pero es más denso y amplio, y mucho más maduro. A mí me gustaría que los cabrones gacetilleros se sentaran a escribir un libro para que sepan cómo es la cosa y no hablen tan a la ligera”.
El 20 de marzo de 1967, desde México, García Márquez le da a Vargas Llosa las razones por las que ha decidido trasladarse a vivir a Barcelona. No son demasiado románticas: “La definición por Barcelona no se debe, como todo el mundo lo cree, a que allí será más fácil sacarle el dinero a Carmen Balcells, sino porque parece ser la última ciudad de Europa donde mi mujer podrá tener una Bonifacia –que es el nombre que ella le da a todas las criadas desde que leyó La casa verde” (ello era así por la baja cotización de la peseta respecto a los dólares en que cobraban los autores). El 11 de abril de ese mismo año, Gabo le revela a Vargas que, tras recibir “no menos de cincuenta llamadas” que preguntaban por ello, “estalló aquí la noticia de que te habías pegado un tiro. Aunque el rumor parecía completamente loco, tuve unas horas de dudas, porque yo, que soy el antisuicida por excelencia, entiendo que uno se vuele la tapa de los sesos, de pura rabia, en uno de esos horribles atrancones que se encuentran en mitad de una novela”.
En confianza, los amigos –además de elogiarse mutuamente– se cuentan lo que les han parecido otros libros. Así, Cortázar le dice a Fuentes desde Saignon, el 2 de junio de 1967, que Tres tristes tigres, del cubano Guillermo Cabrera Infante, es un “curioso libro, lleno de cosas magníficas, pero totalmente fracasado como estructura novelesca, como libro. El ingenio es el peor enemigo del talento a veces, y en este caso Cabrera Infante no ha podido resistir al casi infernal ingenio que lo habita”.
Un mes después, el 3 de julio, desde el mismo lugar, Cortázar le explica a Vargas Llosa lo que ha sentido al ver Blow-Up, la película de Antonioni basada en una obra suya, el relato Las babas del diablo “Te diré que solo me reconocí en un brevísimo instante, que me conmovió mucho: cuando el fotógrafo vuelve al parque y descubre que el cadáver ha desaparecido, la cámara enfoca el cielo y las ramas de un árbol que el viento agita. Ahí, en esa toma que dura apenas dos segundos, sentí que había algo mío. El resto, quizá por suerte, es íntegramente de Antonioni”.
Cuba divide políticamente a los escritores, pero ellos no permiten que eso interfiera en su amistad. Cuando Vargas Llosa promueve un manifiesto crítico con Fidel Castro, Gabo, el 12 de noviembre de 1968, le da razón en lo que dice (habla de un “texto excelente”) pero le advierte de que “no servirá de nada. Fidel contestará, con la mayor fineza que le sea posible, que lo que él haga con sus escritores y artistas es asunto suyo, y que por tanto podemos irnos a la mierda”.
El 20 de enero de 1969, Vargas Llosa –todavía muy de izquierdas– escribe a Fuentes desde Pullman (EE.UU.) y le dice: “Estoy sumamente inquieto, apenado y asustado con lo que ocurre en Cuba”. Le cuenta que ha aceptado una oferta para impartir clases en Puerto Rico, “lo que es como meter la cabeza en la boca del lobo, porque en la isla pululan los gusanos cubanos (hay, también me dicen, cuarenta mil poetisas)”.
Cuando estalla el caso Padilla, en 1971 (el escritor encarcelado en La Habana y obligado a pronunciar una autocrítica pública), Cortázar justifica así ante Fuentes, el 23 de mayo, no firmar ningún manifiesto de protesta: “Me pareció que era una pura pérdida de contacto con una realidad harto más compleja de lo que puede parecer a vista de europeos” y se queda con “el hecho de que la Revolución cubana sigue siendo algo que en esencia difiere de lo que pasa en nuestros múltiples gorilatos” y eso “me obliga a estar con ellos, sin callar mi punto de vista”.
Desde Barcelona, Gabo va contando a sus amigos el proceso de escritura de El otoño del patriarca. Así, el 17 de marzo de 1969, le explica a Fuentes que “ahora he descubierto que Cristóbal Colón, como mi dictador, no tenía líneas en la palma de la mano, y por eso no se sabe en cuál de sus tres tumbas están sus huesos (...) Ahora estoy escribiendo el capítulo de un conquistador que nunca logró salirse de la armadura oxidada, y se murió dentro de ella después de vivir muchos años como un fantasma en el palacio del dictador, desesperado por el amor de una monja con quien no pudo acostarse a causa de su terrible cinturón de castidad de cuerpo entero. Lo malo es que ahora la novela me va arrastrando, que ya no sé para dónde carajo me lleva ni cuántos tomos va a tener, ni si será buena o mala. Lo único que sé es que estoy haciendo lo que quería, es decir, lo que me saliera de los cojones”. El 15 de julio de ese año, le cuenta que se ha ido a la isla italiana de Pantelaria porque padecía, en su casa de Barcelona, las molestas visitas de amigos latinoamericanos que lo desconcentraban: “Aparecían cada dos horas especies extrañas de saurios americanos, y la casa que estaba destinada a ser un rincón de paz se había convertido en un burdel donde apenas si alcanzaba el tiempo para sacar botellas vacías”. Y prosigue: “La idea que ahora me acompaña es que nunca he sabido escribir, que es imposible hacerlo, que todo fue una invención de ustedes, pero pienso serenamente que esto se debe a la funesta influencia de Pepe Donoso, a quien dejé encaramado en una casa de Vallvidrera, inventándose extrañas enfermedades nocturnas y tratando de demostrarle a todo el mundo que es el único escritor de la tierra a quien le cuesta trabajo escribir”.
Mario Vargas
Llosa, Patricia Llosa, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, Emir Rodríguez
Monegal y Pablo Neruda FUNDACIÓN PABLO NERUDA
Al año siguiente, el 15 de mayo de 1970, desde Barcelona, García Márquez le confiesa a Vargas Llosa que ya no bebe alcohol “porque un médico fúnebre (...) me encontró el hígado más grande que el corazón, y sin el menor asomo de piedad me suprimió las bebidas dramáticas por el resto de mi larga vida. Luego supe, por mis borrachos de Colombia, que todo el mundo en el trópico tiene el hígado más grande –cosa que ignoran los cartesianos europeos–, pero ya empezaba a sentirme tan bien sin mi media botella de whisky diaria, que preferí abandonarla para siempre”.
Entre las muchas anécdotas, el 12 de diciembre de 1970, desde México, Fuentes le propone a Cortázar implicarse juntos en un musical que proyecta Jorge Lavelli: “La idea es hacer una comedia musical latinoamericana, de intención crítica y política, con la colaboración, para los sketches y las ideas musicales, de Julio Cortázar más Gabo, Mario, Alejo, Donoso y yo. El hilo conductor sería muy simple: el destino de un puñal, fraguado en España en el siglo XVI, a través del tiempo y el espacio de América Latina: un puñal que sirve para el trabajo, la explotación, el crimen, el amor, la fiesta y la rebelión. Se trataría de que cada uno escribiese una media docena de escenas (tú de la Argentina, yo de México, etc) integrando la música y la anécdota”. Lo que hubiera podido ser el musical del boom (¿se imaginan?) es rechazado, a los pocos días, el 19 de diciembre, por Cortázar: “La idea de Lavelli me entusiasma poco”. El otro proyecto truncado –este avanzó un poco más– es El libro de los dictadores, en el que cada uno hubiera escrito un relato sobre un dictador de sus respectivos países. Incluso se coló el español Juan Goytisolo (1931-2017), que quería realizar “una visión paralela de El Escorial y el Valle de los Caídos”, según le cuenta Fuentes a Vargas Llosa el 5 de julio de 1967. La lectura de Las cartas del boom deja claro que fueron, además de grandes escritores, un grupo de amigos con proyectos comunes y que se querían y ayudaban cuando era necesario.
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El Periódico de España
Madrid –
España
08 de junio
del 2023
Cultura
Esplendor y sombra de
las leyendas del 'boom'
Esplendor y sombra de las leyendas del 'boom'
Un libro gozoso, 'Las cartas del Boom', recoge las correspondencias de
García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Cortázar
Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, en una cena
con más amigos en 1970 / EPE
Por Juan Cruz
El Boom de la literatura latinoamericana, que tuvo al menos cuatro santos, rompió la naturaleza rabiosamente humana de su iglesia cuando se enemistaron para siempre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, que habían sido hasta 1976 pilares sólidos de la hazaña que puso sus escrituras al nivel en el que siguieron tras su ruptura como pareja que parecía hecha para siempre, aunque sus relaciones ya nunca pudieron rearmarse.
Se suele citar ese momento, que salpicó también a Carlos Fuentes, fiel a ambos en los principios de este fenómeno literario y luego el mejor amigo de Gabo, como la fecha en la que el Boom hizo ¡¡¡boom!!! Sin embargo, cinco años antes, en la oscuridad burocrática de la Unión de Escritores Cubanos, tuvo efecto una misa negra que acabó con el prestigio internacional de la Revolución y que puso dinamita en las hasta entonces relaciones amistosas, fraternales, de todos ellos. El caso Padilla los dividió, aún sin estruendo, pero poco a poco la luz que los juntaba se volvió mortecina, casi inexistente.
Fue como si una bomba fétida cayera sobre las antiguas amistades, obligadas a salir malheridas de aquel agujero abierto por Fidel Castro. Siguiendo aquel dicterio (“Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”), el comandante deshizo la idea de que su país era un paraíso para los escritores y rozó de muerte aquel fenómeno literario que se basó en la calidad de sus componentes, pero sobre todo en la persistencia de la amistad.
Así pues, mucho más que el puñetazo que constituyó lo más visible de aquella ruptura entre Vargas y Gabo, el Caso Padilla ya había socavado la esencia más visible de la amistad de aquellos escritores que formaron parte del cuarteto que había hecho grande la casa común del Boom. Heberto Padilla volvió del extranjero, de distintos empleos proporcionados por la Revolución. Él consideró que era momento de darle a ésta una reprimenda, la autoridad de Fidel Castro se sintió herida por las denuncias de su paisano y lo siguiente fue el apresamiento del poeta, cuyo libro Fuera del juego sería la piedra de toque de la indignación castrista.
Escándalo
El escándalo que siguió al caso Padilla deslució dramáticamente la pervivencia del prestigio que la Revolución se había ganado, en sus inicios, entre los intelectuales internacionales de la época. Hasta Jean Paul Sartre salió a denunciar la abyección a la que se había llegado con aquella insoportable autocrítica. El Boom también salió herido de muerte al menos en el ámbito de la amistad que hasta entonces constituía la esencia de sus cimientos. El Boom era inconmovible, pues ya tenía hecho lo mejor de su historia, pero el entusiasmo con que aquellos escritores se juntaron ya empezó a ser parte de un silencio a veces roto, pero siempre amargo.
Obligado a desdecirse de ese libro y de todo lo que hubiera dicho que pudiera ser materia contrarrevolucionaria, Heberto Padilla compareció ante sus compañeros para hacer autocrítica tal como mandaban los cánones estalinistas. Y, en aquel lugar siniestro en que se convirtió la sala de sesiones, el poeta no dejó títere con cabeza, empezando por su propia figura, contra la que arrojó toda la porquería que, por lo que se dijo, le habían amontonado sus carceleros de la Seguridad del Estado.
Padilla concitó el estupor internacional, la Revolución empezó a escribirse en minúsculas, y todos los escritores cubanos, los que seguían en La Habana y los que ya se habían ido, como Guillermo Cabrera Infante, recibieron la misma ración de amenazas que ya fueron comunes en la relación del castrismo con los intelectuales. En el seno del Boom, de aquella relación amistosa, empezó a desarrollarse una pústula que se convirtió en una enfermedad que duraría ya para siempre.
Vargas Llosa, Juan Goytisolo, Jorge Edwards (el autor de Persona non grata, el documento más duro contra la hipocresía revolucionaria) y otros intelectuales de la época, que no se habían sentido aún indispuestos con el castrismo, decidieron reunir firmas contra la persecución a la que había sido sometido Padilla, quien, en su autocrítica netamente estalinista, había herido prácticamente a todos sus colegas, y en primer término a Cabrera Infante. Éste no había sido incluido entre los héroes del Boom, ya vivía exiliado en Londres y era perseguido hasta allí por los carceleros de Padilla. Guillermito, lo llamaba éste en la diatriba contra sí mismo.
Revolución
Aquella penosa comparecencia, tal como se ve ahora en la película en la que aparece entera la deposición de Padilla, dinamitó la confianza amistosa, y literaria, que juntó a los señalados por Luis Harss en el libro Los nuestros como los privilegiados habitantes de la nueva casa grande de la literatura latinoamericana. En ese libro aparecen otros grandes de la época, como Juan Carlos Onetti o Juan Rulfo, pero los descollantes, los jóvenes (los nuestros) que vinieron a revolucionar la narrativa en español de América Latina, eran Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Ellos son, por otra parte, los héroes vibrantes de un libro que ahora los honra como amigos y como genios.
Los juntó la literatura, los hizo amigos el entusiasmo común por la literatura de cada uno de los otros, y ahora son protagonistas de Las cartas del Boom (Alfaguara), mucho más que un libro. Como si en ese libro se detuviera el tiempo de aquella amistad, para congelar la vibrante relación que tuvieron los cuatro, sus cartas cruzadas son ahora como la luz que hubo y que persiste, pues su lectura genera la alegría de saberlos amigos, compartiendo sin envidia, o sin aparente envidia, lo que hacían unos y otros.
Marcados por la actividad frenética de Fuentes, que no paraba de viajar por el mundo, y por la generosidad literaria de todos ellos, las obras respectivas de los cuatro empezaron a circular por las editoriales y las agencias de sus respectivos países y, en seguida, de España y del extranjero, donde los manuscritos de cada uno de ellos empezaron a ser editados como si fueran consecuencia de una actividad colectiva. Felices de estar juntos, eran jóvenes por dentro, por fuera y en sus libros. Y en sus cartas.
Tiempo feliz
Julio Cortázar aún no había publicado Rayuela, que fue celebrada por todos ellos en cartas que no tardaron en ser parte de un elogio multitudinario, común; La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa recibió de ellos, también, el espaldarazo que se merecía la potente escritura del peruano; Cien años de soledad generó entusiasmo general por Gabriel García Márquez, y además la inmediata escritura de Historia de un deicidio por parte de Vargas Llosa, un abrazo impar a su amigo… Carlos Fuentes, además, acertaba con sus libros, y todos, cada uno de los cuatro, disfrutó de los parabienes comunes que mantuvieron el Boom con la buena salud con la que había nacido. Era tiempo feliz para la voluntad hispanoamericana de escribir.
Esa correspondencia, a la que siguen textos de cada uno de ellos sobre los demás, se puede considerar como el mejor testimonio que ha dejado el Boom, además de un espejo ilustrado de la enorme contribución literaria que cada uno de los cuatro dejó con sus respectivos nombres propios. La obra ha sido compilada, con paciencia e inteligencia, por Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos. A todos ellos se les debe este ejercicio de paciencia y de admiración, pues en cierto modo, en épocas en que ya palabras como amistad no se conjugan tanto con literatura, leer ahora estas correspondencias cruzadas constituye un espléndido haz de luz y de camaradería. Un libro luminoso, imperecedero como la historia que representa.
Una luz, también, de melancolía, porque los hechos que se produjeron después del primer resplandor los dejó a todos amistosamente malheridos. El caso Padilla y luego el famoso puñetazo introdujeron hielo en la mochila de los muchachos del Boom. Ni Vargas Llosa ni Fuentes recondujeron de veras sus relaciones como los antiguos camaradas de influencias mutuas que habían sido, ni las relaciones con los otros habitantes de la casa del Boom fueron ya el experimento de lecturas mutuas que los habían hecho los escritores que fueron, y sobre todo los amigos que habían sobresaltado a la literatura del mundo con la alegría de sus libros.
Este libro contribuye a sentir que aquello no se perdió, pues está escrito, pero es inevitable ahora mirar a Cuba y a aquel episodio que protagonizó Padilla para hallar la esencia de la que parte esta nostalgia, de la que Las cartas del Boom resarce a los que aún ven en aquel episodio literario la alegría con la que nació para el siglo XX el fenómeno más potente de la creación literaria en nuestra lengua.
Ni la sombra de Padilla, marcada por el estalinismo que ya no abandonó Cuba, ni aquel puñetazo en México, borrarán las palabras que se dijeron los cuatro mientras se descubrían las esencias ya imborrables de sus respetivas literaturas.
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Contexto
Barranquilla -
Colombia
17 de mayo de
2023
El periodista
y escritor peruano Jaime Bayly regresa a librerías con una novela sobre Gabo,
Mario Vargas Llosa y el “boom” latinoamericano. Foto: Juan Carlos Sierra –
Revista Semana.
No fue capaz de darle un abrazo
cuando se estaba muriendo”:
Jaime Bayly
Por Juan
Camilo Rincón
En “Los genios”, su nueva novela, el escritor y periodista peruano toma el puño propinado por el Nobel peruano al colombiano –un episodio que terminó con la amistad entre dos genios de la literatura– como pretexto para narrar el fenómeno del “boom” latinoamericano. Entrevista.
En una especie de interesante bucle narrativo, Jaime Bayly ha creado una novela sobre los hilos que tejieron dos de los grandes autores del boom latinoamericano. En su libro Los genios (Galaxia, 2023) el periodista peruano parte del puñetazo que Mario Vargas Llosa le propinó a Gabriel García Márquez en un teatro mexicano en 1976.
Desde allí va creando una historia de historias sobre la marejada literaria que representó el boom, las amistades que se forjaron y se desmigajaron, y las obras maestras a las que dio luz este estallido, desde Cien años de soledad hasta La ciudad y los perros. Con esta novela Bayly demuestra el buen sabor de ficcionar a los ficcionadores.
Es interesante ver en Los genios su versión de Carmen Balcells, esa mujer esencial para el boom. ¿Cómo la construyó?
Te voy a decir algo que no digo a menudo, es la persona
más inteligente que he conocido… y mira que he conocido a mucha gente. A Carmen
yo la conocí al año siguiente de publicar No se lo digas a nadie en 1995. Esa
novela se vendió mucho en España, entonces ella me buscó y me dijo que quería
ser mi agente. Fui a su oficina en la avenida Diagonal en Barcelona. Ella era
dueña de todo un edificio. Ciertas plantas del edificio eran oficinas, había un
piso que era el “puticlub” y luego había un piso donde ella vivía. En el
puticlub ella recibía a sus autores y hay que ver cómo nos agasajaba. Cuando
ella me invitaba a su oficina, no te creas que estábamos sentados alrededor de
una mesa, no. ¡Era un banquete pantagruélico! Venían platos y platos, sopas,
postres sin fin. Era una cosa formidable porque ella era una mujer desmesurada,
de una grandeza descomunal. Yo creo que el gran genio de la novela es ella,
porque inventó a los genios. Ella hizo que los genios fueran famosos, ricos,
leídos.
También aparecen Patricia Llosa, su hermana, Carmen, Mercedes Barcha. ¿Cómo ve hoy a esas mujeres que también hicieron parte del boom?
Tanto Carmen Balcells como Patricia Llosa fueron
feministas adelantadas, visionarias. Ciertamente Carmen vivió medio siglo antes
de su tiempo; fue una mujer independiente que negociaba con editores y autores,
casi todos hombres. Más adelante en los ochenta le aparece Isabel Allende. Pero
en los sesenta, donde comienza esta novela, eran todos hombres y estas mujeres,
Carmen y Patricia, tenían un carácter, un poder, una confianza ilimitada en sí
mismas. Tenían también una inteligencia emocional que a menudo los grandes
genios artísticos no tienen. Por ejemplo, Patricia. Ella es capaz de comprender
y perdonar a Mario. Mario la deja, se va con otra mujer, luego se arrepiente,
regresa, pide perdón. Patricia es capaz de perdonarlo; Mario no fue capaz de
perdonar a Gabo. ¡No fue capaz! Le pegó y nunca más hizo nada para verlo, a
pesar de Carmen, a pesar de Gabo. Gabo ya no tenía memoria, estaba viejito, se
estaba muriendo y Mario no fue capaz de ir a darle un abrazo… una falta de
inteligencia emocional, de empatía. Por eso digo que sin Carmen y Patricia
Llosa −sin ser criaturas geniales de exhibición pública, de obra artística,
porque están en la sombra− aquellos genios no hubieran sido posibles.
¿Qué características les puso usted a los dos escritores como personajes de ficción?
Tengo la suerte de haberlos conocido. Primero, creo que
Gabo nace genio y Mario se hace genio. Luego creo que la música y el humor
definen a Gabo, y la disciplina y el rigor intelectual definen a Mario. Uno es
un jodedor, el otro es un cadete de la literatura. Gabo no se toma a sí mismo
tan en serio, se ríe de sí mismo, no le gusta la vida pública… A mí nunca me
dio una entrevista. No le gusta dar entrevistas, no le gusta dar conferencias,
no le gusta recibir premios; se esconde de todo eso. Vargas Llosa es lo
contrario. Él necesita que le den premios, doctorados, galardones y exhibirse,
predicar, pontificar y dar conferencias. Gabo no necesitaba tener la razón,
Mario sí. Mario te dice: yo poseo la razón, escúchame, te voy a educar.
Portada
¿Cómo es su Gabo ficcionalizado?
Bueno, hay dos cositas que me sorprendieron. Las chicas
Balcells me contaron que Carmen le daba marihuana a Gabo. La conseguía a través
del cónsul colombiano en Barcelona, quien la recibía por valija diplomática.
Quizá Gabo no la fumaba tanto, pero a mí me encantó la idea de que en su piso
en la calle de Caponata número 6, después de escribir, y él escribía con
mamelucos, se fumara un porrito con Mercedes, y que pusieran música y bailaran.
Esa es una proyección mía porque yo en mi juventud cultivé ese noble vicio del
cannabis. Eso lo he proyectado quizá un poquito en Gabo; quizá él no la fumaba
tanto como yo he querido.
¿Qué puedo haber proyectado en Vargas Llosa que tal vez no se corresponde tanto con la realidad?
Hay dos momentos en la novela que son un poco
real-maravillosos pero que no se van a entender si uno no ha leído dos libros
de su autoría. En los ochenta Mario escribió dos novelas eróticas que en mi
opinión son fallidas porque en mí no ocurrió la turbación que se supone debían
generar. Son novelas eróticas intelectuales: El elogio de la madrastra y Los
cuadernos de don Rigoberto. En ellas yo descubrí que Vargas Llosa tiene una
fascinación con el tema depilatorio en sí mismo, porque dedica no poco tiempo a
depilarse de cuerpo entero, si tal cosa es posible, y con el tema depilatorio
respecto a las mujeres. Por otra parte, en uno de sus primeros cuentos hay un
personaje llamado Pichulita Cuellar. Es un niño en un colegio a quien un perro
le muerde los testículos; el resto de su vida es un trauma, una desgracia.
Entonces yo he querido que Alvarito, al hijo mayor de Mario, le pase un poco lo
que le ocurre en la ficción a Pichulita Cuellar. La gente me pregunta: ¿el
perro mordió a Alvarito? Yo les digo: no sé, pero lee Pichula Cuellar.
¿Por qué escogió la novela y no, por ejemplo, la crónica para contar esta historia?
Si hubiera sido crónica, ensayo o texto histórico yo no
hubiera podido explicar mi versión del puñetazo, que fue un hecho público.
Ocurrió en un teatro y hubo testigos; uno de ellos fue Paco Igartua, dueño y
director de la revista peruana Oiga, en la que yo trabajé. Paco estuvo ahí,
cenó con Mario y Patricia esa noche en el Hotel Ginebra. Esa fue mi primera
versión. Para tratar de entender el puñetazo tienes que penetrar en la
intimidad, en qué cosas están pensando, imaginar las motivaciones, pensar qué
cosas están tramando, qué cantan cuando van al aeropuerto del Prat y por qué
Gabo se despista y se extravía, cómo terminan en un hotel y qué ocurre allí. Si
hubiera sido una crónica yo habría tenido que decir: llegan al hotel, se
registran y entran en la habitación… después no tengo más. Yo le pedí a
Patricia que me contara qué pasó, pero ella no quiso. Gabo ya está muerto.
Entonces, ¿cómo reconstruyo lo que pasó desde el punto de vista histórico o
periodístico, ceñido a los hechos reales? La ficción era necesaria para contar
el origen.
¿Cómo se imagina el boom hoy? ¿La fiebre por la literatura latinoamericana habría podido llegar hasta este día?
No. Tuvieron suerte; hoy todo es distinto. Ellos se
hicieron ricos en España y quizá no está suficientemente visto, pero para mí el
boom ahora es que las mujeres son las grandes autoras, las grandes ganadoras de
los premios, las que ganan el Planeta y a menudo el Alfaguara, los premios de
la crítica, premios en narrativa e incluso en poesía. Ellas son las que venden.
Hay una cantidad de poetas jóvenes, españolas, muchas de ellas lesbianas, que
son fantásticas y venden muchísimo. En España y en América las mujeres mandan;
ese es el boom. Mario y Gabo tuvieron suerte porque una mujer montó el circo y
los puso ahí a actuar.
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EL TIEMPO
Bogotá -
Colombia
7 de junio de
2023
Cultura
‘Crónica de una muerte anunciada’
Nadia Celis revela nuevos secretos en ‘Crónica de un amor terrible’,
que
está poniendo en librerías.
'Crónica de una muerte anunciada' FOTO: archivo particular
Por Carlos Restrepo
Desde hace una década, aproximadamente, la escritora y profesora cartagenera Nadia Celis venía investigando sobre la relación entre amor, violencia y poder en el universo literario Gabriel García Márquez, uno de los autores que más ha estudiado.
Por eso, cuando se abrió al público el archivo personal del nobel cataquero en el Harry Ransom Center, en Estados Unidos, para Celis, especialista en Estudios de Mujer y Género, se convirtió en el mejor de los regalos. Allí nació ‘Crónica de amor terrible’, su nuevo libro que está poniendo en las librerías colombianas.
Celis, radicada desde hace varios años en ese país, es
profesora en Bowdoin College, ubicado en el estado de Maine. Luego de formarse
en Lingüística y Literatura en su natal Cartagena, se doctoró en Letras en
Rugers, The State University of New Jersey.
De allí, que aprovechó para pedir una beca con el fin de darse tiempo en el “soñado templo” donde reposan los libros y documentos personales del autor de ‘Cien años de soledad’. “Me fui por dos veranos con mi familia a Austin para sumergirme en ellos en el Harry Ransom Center. Fue una experiencia fascinante. De hecho, lo primero que escribí sobre esa visita fue una crónica sobre el nuevo hogar del legado de Gabo titulada ‘Macondo en Austin’, cuenta.
Describe ese lugar como un lugar casi sagrado, donde “se respira un respeto solemne por el poder de la palabra y la cultura. Tanto por quienes trabajan en el lugar, que tiene un equipo increíble de curadores, bibliotecarios y restauradores, como por los investigadores que lo visitan, cuyo rigor y devoción por sus autores es notable”.
Fue en esos días de investigación donde Celis, sin proponérselo, dio con uno de los borradores previos de ‘Crónica de una muerte anunciada’, que al final incluía un epílogo que Gabo le había puesto y que para la edición final fue retirado.
El libro de Celis es de Editorial Lumen.
Foto: archivo particular
“Allí afirmaba el narrador, claramente identificado con García Márquez, que la historia de la reconciliación de los esposos en ‘Crónica de una muerte anunciada’ tenía una base real. Aunque me resultaba increíble, no pude resistir la tentación de seguir esa pista e ir en busca de los sucesos detrás de la historia de amor en la novela”.
Celis explica que el epílogo no era del todo secreto porque fue publicado como un artículo suelto meses después del lanzamiento de la novela, bajo el título ‘El cuento del cuento’. “Quizás por ese título nadie se lo había tomado en serio. Lo ‘secreto’, o al menos desconocido para el público, era la historia real de los esposos que, a diferencia de la víctima obvia del suceso original, seguían vivos cuando salió la novela”, explica.
Los hallazgos
Entre las primeras cosas que Celis encontró fue una entrevista a la novia devuelta. “Se llamaba Margarita Chica Salas y desde que leí su testimonio supe que no iba a poder descansar hasta que contara su historia”, comenta.
Si bien, su interés investigativo era, ante todo, de corte de crítica literaria, la anécdota de color sobre Margarita Chica, fue madurando en la mente de la profesora hasta el punto, como anota, de “reinventarla como escritora”.
“Al final, me tocó hacer lo mismo que a García Márquez en su ‘muerte anunciada’. Tuve que meterme en el libro en primera persona para guiar a mis lectores por lo que se me fue convirtiendo en una madeja de hechos y voces de otro modo inmanejable. Así terminé volviéndome personaje de ‘Crónica de un amor terrible’, que algunos han llamado una “novela”, aunque se trata de un texto de no ficción, a diferencia del de García Márquez”, explica.
Precisamente, el título de su libro le ofrece al lector las primeras pistas de lo que se encontrará a medida que avance en la lectura de sus páginas.
“Decía el narrador del epílogo en cuestión que, al escuchar el rumor del retorno de la pareja, se había dado cuenta de que la novela que él estaba por escribir no era ‘la historia de un crimen atroz’ que le quitó la vida a su amigo, como él se la había imaginado, sino ‘la historia secreta de un amor terrible’”, comenta Celis.
Como investigadora, ella se inclina por creer que el interés de Gabo al definir la trama de la novela fue decidirse más por la primera hipótesis, es decir, contar el cuento del ‘crimen atroz’. “La mía es, en cambio, la historia del amor terrible”, dice la autora, quien hace su propia lectura de los hechos.
“Desde el punto de vista del autor, lo terrible de este amor es el hecho de que surge del asesinato de su amigo detonado por la devolución de la novia. Para mí lo terrible está en que tanto el hombre que la desflora como el esposo que la devuelve, como los hermanos que matan y hasta el autor que le inventa un final feliz actúan de manera abusiva sobre el personaje, y sobre la mujer real que dio lugar a esta historia. Todo en nombre del amor”, comenta. Y ese es, justamente, el interés de Celis al escribir este nuevo libro: indagar en esa historia de amor para cuestionar, en últimas, la educación sentimental.
“Me interesan sobre todo las formas de violencia que se esconden tras la idealización del amor romántico, la manera en que las mujeres de hoy seguimos renunciando a deseos y ambiciones propias para adecuarnos a ese ideal y cómo seguimos sufriendo sus terribles efectos en formas a veces sutiles, y a veces tan gráficas y contundentes como los feminicidios que nos acechan a diario en Colombia y Latinoamérica”, reflexiona la investigadora.
Celis anota que en el mismo manuscrito tardío donde está el epílogo se puede aún leer a contraluz algunas de las supresiones finales que dieron lugar a los más sonados “misterios” que esconde la novela.
“Entre esas supresiones está un pasaje en el que el futuro esposo confronta a la novia antes de casarse porque se ha enterado del rumor de que no es virgen. Ese rumor corría en el pueblo de la novela hasta poco antes de la última versión, y en el real, Sucre-Sucre, donde el noviazgo anterior de Margarita Chica con Cayetano, el asesinado, era un hecho públicamente conocido. Es además un dato muy importante porque la afirmación de que no era posible que Ángela Vicario y Santiago Nasar hubieran podido jamás estar juntos, se usa para convencer a los lectores de la inocencia del muerto y la mentira de la acusadora”, explica.
Otro descubrimiento fascinante que hizo la escritora fue el de unos libros de recortes que documentan el ascenso de la figura de García Márquez a nivel global.
“Allí me encontré con el tremendo acontecimiento editorial que fue la publicación de ‘Crónica…’. Un millón ciento cincuenta mil ejemplares fueron lanzados al mismo tiempo en cuatro ciudades, de los cuales se vendieron 34 mil el primer día solo en Madrid. Tanto ese éxito muy “anunciado” como el cubrimiento de prensa de los hechos tras la novela, juegan también un papel en la vida de la novia devuelta después de la publicación de su historia”, dice la autora.
De hecho, ella dedica un capítulo a lo que fue la campaña de expectativa de publicación de este libro de Gabo, que ella califica como “un fenómeno descomunal de masas”. “Sus reverberaciones se siguen sintiendo en los millones de lectores a nivel mundial que continúan leyendo la novela. La magnitud de ese fenómeno hizo aún más desproporcionada la relación entre la palabra de García Márquez y la de la mujer cuya historia él había recreado”.
Celis es es profesora en Bowdoin College, ubicado en el estado de Maine. Tiene un doctorado en Letras en Rugers, The State University of New Jersey. Foto: cortesía de la autora
En el Macondo Gabo
Fue tal la fascinación de este proceso investigativo, que Celis viajó hasta la propia población de Sucre-Sucre, donde se inspira ‘Crónica de una muerte anunciada’, para comprobar si el fantasma de la historia sigue rondando sus calles. Además, se entrevistó para este libro con hermanos y familiares de Gabo.
La autora anota que el “fantasma” no solo sigue flotando en el aire del lugar, sino que la distancia de los años ha logrado esa magia que solo consigue la literatura.
“Sigue el fantasma de lo contado por García Márquez, cuya versión de la ‘muerte anunciada’ es ya indistinguible de lo real en lo que la gente recuerda. La de Sucre-Sucre es además una parada indispensable para los ‘gabólogos’, pues de allí surgen las historias de las primeras novelas de García Márquez, entre ellas, ‘La mala hora’, basada en otro crimen por honor ocurrido en ese pueblo, y ‘El Coronel no tiene quien le escriba’”, explica Celis.
Incluso, para ella el primer “Macondo”, que aparece en cuentos como ‘Los funerales de la mama grande’ surge también de la experiencia de Sucre-Sucre, aunque García Márquez solo admite su tremenda influencia en 'Vivir para contarla'. “Más allá de la ficción, -anota- la región de La Mojana es geográfica y culturalmente extraordinaria”.
La investigadora aprovecha para analizar cómo ‘Crónica de una muerte anunciada’ les cambió la vida “por segunda vez” a las verdaderas personas que inspiraron los personajes del libro de Gabo.
“No solo por las licencias que se tomó el escritor en la recreación de la tragedia original sino por el cubrimiento periodístico que la sucedió, en el cual García Márquez también estuvo involucrado. Para el caso específico de Margarita Chica, su identificación como la ‘novia devuelta’ significó el desdibujamiento de la verdadera vida de una mujer que, tras treinta años de haber sido humillada públicamente, se había hecho una vida como modista y bordadora. Tras la publicación de la novela, Margarita tuvo que enfrentarse de nuevo al patíbulo de una opinión pública que, con base en la versión contada por García Márquez, la consideró desde entonces como una mentirosa”, comenta Celis.
A lo largo de la recolección de información para su libro, Celis tuvo la oportunidad de conocer a Jaime García Márquez, entre otros parientes del famoso escritor cataquero. Para ella, tanto Jaime como Eligio García Márquez fueron grandes amigos y cómplices en el proceso creativo de su hermano.
“No obstante, para el caso de esta novela, ellos no fueron los más decisivos, pues eran apenas unos niños cuando el crimen ocurrió. Luis Enrique, el segundo de los hermanos, estaba mucho mejor enterado de los eventos originales”, explica.
Sin embargo, la sorpresa más grata para Celis en esta investigación es que la mayor influencia para este libro de Gabo, fue el de sus hermanas, “de cuya participación en la obra de su hermano se ha dicho muy poco”.
“A Ligia, por ejemplo, la recuerdan como ‘la historiadora de la familia’, fuente de datos clave para ‘Gabito’ y para sus biógrafos. Margot, Aida y Rita, por su parte, fueron la fuente más directa de la historia de la ‘novia devuelta’ pues eran amigas de Margarita Chica, y continuaron siéndolo después del crimen, hasta que la novela publicada por el hermano les enfrió la relación”, revela la investigadora.
Sin duda, ‘Crónica de un amor terrible’ ha sido uno de los viajes más fascinantes que ha hecho la cartagenera Nadia Celis, desde cuando ‘Crónica de una muerte anunciada’ cayó en sus manos cuando era apenas una niña, mucho antes de que, luego, en el colegio se lo mandaron a leer de tarea.
Aunque no es su libro preferido de Gabo. “Es difícil decidir. El más directamente influyente ha sido ‘El amor en los tiempos del cólera’, pero llevo años enseñando y escribiendo sobre ‘Cien años de soledad’, y no tengo duda de que es su mayor aporte a la literatura mundial”, dice.
Por eso, si tuviera la oportunidad de sentarse a tomar un café con alguno de los personajes de García Márquez, Celis no duda en responder que la elegida sería Úrsula Buendía.
“A lo largo de ese más de un siglo de sacrificio y soledad se tragó demasiadas palabras. Estoy convencida de que solo ella podría darnos las claves para superar las taras que destruyeron a su estirpe y aprovechar mejor la única oportunidad que los habitantes del Macondo colombiano de todos los días tenemos en esta tierra”, anota.
Finalmente, como profunda investigadora y conocedora de la obra de nuestro nobel de literatura, Celis no encuentra muy razonable el reciente anuncio que se hizo de publicar el próximo año su novela inédita ‘En agosto nos vemos’.
“Leí los varios manuscritos de esta novela y me pareció muy prudente no haberla publicado, principalmente porque no había novela sino una serie de manuscritos incompletos. No sé exactamente cómo han subsanado ese impase para hacerla publicable ni puedo juzgar las motivaciones. En todo caso, tengo la impresión de que el hecho de sacarla a la luz vendrá más a satisfacer una curiosidad de sus lectores que a hacer un aporte significativo a su legado literario”, concluye.
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MEMORABILIA GGM
Cali – Colombia
25 de junio de
2023
Portada
Esta nota tiene por fin ilustrar al lector de qué se trata este libro, por instrucciones muy claras que recibí de Gabo cuando me manifestó su sorpresa al abrir un ejemplar de su libro Notas de prensa y encontrar que le hacía falta una nota introductoria que guiara al lector hacia los textos que encontraría en su lectura.
– “Imagínate que un pasajero de avión compra en la librería del aeropuerto un libro para tener lectura de distracción durante el vuelo”, me dijo, “a los cinco minutos de lectura se va a estar preguntando qué significa esta vaina. Las editoriales no son cuidadosas cuando están obligados a guiar al lector al origen y al significado de los textos incluidos en un libro, y con más razón si ese lector lo ha comprado porque vio mi nombre en la portada”, concluyó.
Entonces quiero poner de presente que esta colección de prólogos fue tomada de los libros a los cuales Gabo se los escribió. También, para conservar el archivo histórico, incluí aquellos que escribió para los libros propios.
Fernando Jaramillo
Abril de 2023
1 comentario:
Por fin, un nuevo libro de Gabo
Julio César Londoño
El Espectador, 27 y 28 de octubre de 2023
Se produjo el milagro: tenemos un libro nuevo de Gabo. En una esmerada edición pirata, Fernando Jaramillo ha compilado por primera vez sus Prólogos.
...
Prólogos cumple misiones cruciales. Derriba el mito de que, en términos intelectuales y de crítica literaria, Gabo era el niño bobo del boom, el que nunca pudo hacer ensayos tan luminosos como los de Paz o Cortázar, y demuestra que las grandes hazañas editoriales no requieren del concurso de una superagente literaria, ni de una gran editorial, ni de un mecenas espléndido. Puede bastar la aplicación de ese cisne olvidado y esencial: un lector fervoroso.
Pero sobre todo sirve para que nosotros, los huérfanos de Gabo, tengamos el gozo de leer un nuevo libro suyo.
En https://ntc-narrativa.blogspot.com/2023_10_29_archive.html b
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“Navigare necesse est, vivere non necesse", FLUCTUAT NEC MERGITUR
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