7 de abril de 2022

MEMORABILIA GGM 922

MEMORABILIA GGM
Cali - Colombia

20 de enero de 2022

                                    La hija de Gabo

Por Fernando Jaramillo

 

Indira en brazos de Gabo. Foto archivo particular.

 

El 23 de noviembre de 2016, en una columna que tituló ‘Tres instantes’, Medardo Arias, columnista de El País de Cali escribió, por primera vez, acerca de un suceso que pasó desapercibido, cuál fue la existencia de una hija secreta del Nobel de Literatura colombiano.

Cuando leí esto no podía salir de mi desconcierto. Durante 40 años he tenido conversaciones con los más ilustres conocedores sobre la vida y la obra de Gabo y a ninguno de ellos se le había filtrado semejante noticia de orden mundial.

Mi primera reacción fue llamar a Jaime Abello que fiel a la cofradía de “no molestar”, me confirmó que la noticia era cierta y me pidió que la guardara por respeto a Mercedes, que en esa época aun vivía. Mandó la foto, pero no dijo el nombre de la ahora señora Cato. Si lo hubiera dicho hubiera concluido yo que Susana Cato era su madre. Susana tiene publicadas por lo menos cuatro entrevistas a García Márquez.

Yo, obediente, conservé la chiva en el congelador hasta que hace unos cuatro meses lancé al aire a los suscriptores del blog MEMORABILIA GGM la pregunta: ¿Para cuándo van a dejar los periodistas del mundo la noticia de la existencia de la hija de Gabo? Porque se va a saber mañana o dentro de 50 años. De eso no tengo la menor duda.

De todo lo malo que se escribió sobre ese hecho en contra de Gabo, a mí me queda la duda de saber qué dice el Registro Civil de Nacimiento de Indira

De manera coincidencial Gustavo Tatis Guerra de El Universal de Cartagena, que ya sabía sobre la existencia de Indira, develó la noticia y publicó esta nota:


EL UNIVERSAL

Cartagena de Indias

16 de enero de 2022

 

Una hija, el secreto mejor guardado de 

Gabriel García Márquez

De Gabriel García Márquez se conoce su prodigiosa obra literaria y la historia de su vida, pero solo hasta hoy se revela al mundo la noticia de su hija.

 

Por Gustavo Tatis Guerra

 @ElUniversalCtg

En aquel amanecer de octubre de 1982, el teléfono de la casa de Gabriel García Márquez, en México, los despertó con la noticia del Premio Nobel de Literatura. Entre las llamadas de todo el mundo que le sorprendieron aquel día a Gabo, estaba la voz de Indira Gandhi, la primera jefa de Estado en felicitar al escritor por su premio. Indira acababa de leer la novela ‘Cien años de soledad’, y le contaba fascinada a García Márquez que no sabía si ella era la loca o la locura estaba en los personajes del novelista colombiano. Este episodio me lo acaba de contar el biógrafo de García Márquez, Dasso Saldívar.

Desde aquel instante del anuncio del Premio Nobel, Indira Gandhi le dijo a Gabo que deseaba encontrarse con él. Ocurrió al año siguiente, en 1983, en Nueva Delhi, en la VII Cumbre de los Países No Alineados, movimiento que impulsó Nehru, el padre de Indira, bandera que ella lideró como Primera Ministra. Fidel Castro era invitado a esa cumbre, y antes de alistar maletas buscó a García Márquez que estaba en París, para que lo acompañara en la delegación cubana. García Márquez aceptó, pero al aterrizar en Nueva Dehli, prefirió quedarse dentro del avión viendo desde la ventanilla la ceremonia de recibimiento de la delegación oficial de Cuba. De repente, irrumpió en el avión la misma Indira Gandhi preguntando en francés dónde estaba García Márquez. El aura de Indira hechizó al escritor, quien, al bajarse del avión junto a Indira, y compartir con ella durante tres días, tuvo el pálpito tremendo de que aquella mujer se parecía a las mujeres de Aracataca, y se lo dijo en una entrevista al novelista Santiago Gamboa, instante prodigioso que en 2009 contaría de manera magistral Jordi Joan Baños en La Vanguardia de Barcelona. Indira invitó a García Márquez a conocer la India luego de este encuentro, pero, en aquella mañana fatal del 31 de octubre de 1984, a las 9:29 de la mañana, en su residencia en Safdarjung Road en Nueva Delhi, Indira fue asesinada por dos de sus guardaespaldas. García Márquez quedó desconsolado con aquella noticia, pero el nombre de Indira prevaleció en su memoria, como un nombre lleno de luz y coraje. Y lo tuvo siempre presente como un milagro que había de ocurrir pronto.

El secreto

El secreto más guardado de García Márquez empezó a llegar como un rumor hace más de ocho años, dice Dasso Saldívar, poco después de su muerte en 2014, pero la ética de un investigador y un biógrafo -en su caso- era confirmarlo. Y cerca de ocho años “un colega de toda solvencia me confirmó la existencia de Indira, hija de García Márquez”, precisa Dasso, quien tuvo el privilegio de conocer por primera vez la fotografía conmovedora de la niña sentada en las piernas de Gabo.

¿Quién es esa niña que mira el brillo de los ojos de ese hombre otoñal?, se preguntaba. Es la imagen de un padre amoroso y dulce ante su pequeña niña. La pequeña niña mexicana de nombre Indira, hija de Susana Cato, es la hija desconocida hasta hoy del Premio Nobel de Literatura de Colombia, y ha sido el secreto más delicado y guardado en la vida del escritor. La foto es preciosa. “La sonrisa de felicidad que tiene Gabo con su niña en las piernas ¡no la olvidaré mientras viva!”, me dice Dasso Saldívar, quien, al conversar con Gerald Martin, se preguntó quién debía contar semejante noticia.

Casi al tiempo, la noticia llegó a Cartagena con el mismo impacto de un rumor en plenos funerales de García Márquez. Un día nos llamó desde Madrid Dasso Saldívar para decirnos: “Es una noticia demasiado grande como para darla desde un despacho”. Temía que el secreto se revelara como un escándalo entre la jauría de periodistas del mundo. Pero pactamos que había que asimilarla y “contarla bien, con mucho respeto desde el principio”. El secreto cayó sobre mis hombros, mientras los dos biógrafos de García Márquez se preguntaban quién la iba a contar. Y los dedos me señalaron con discreción.

La noticia la confirmé con algunos familiares de García Márquez, con el mismo Dasso Saldívar y con Guillermo Angulo, quienes han mantenido el secreto durante años, y muchos de ellos, por respeto a Mercedes Barcha y lealtad a Gabo, no se atrevían a mencionar el secreto, y mucho menos sus propios hijos.

García Márquez, el genio literario más grande de Colombia ante el mundo, está ya por encima del bien y del mal, y todo lo que hoy pueda revelarse de él solo reconfirma su espléndida humanidad y su infinita grandeza que se agiganta cada vez en el universo, más allá de su muerte. Lo secreto no puede perder el sentido profundo de lo humano. El corazón de un hombre y el corazón de una mujer. La delicada intimidad de un genio como García Márquez.

El sueño premonitorio

En 1985, el 13 de mayo, la periodista María Elvira Samper (de la revista Semana) le preguntó a García Márquez: “Si tuviera una segunda oportunidad sobre la tierra, ¿volvería a ser García Márquez?”.

Volvería a hacer todo exactamente igual, menos dos cosas: no me iría nunca de Colombia y tendría una hija”, dijo Gabo.

¿Qué nombre le pondrías a una hija tuya?, le pregunté a García Márquez en un almuerzo, junto a Mercedes Barcha, en los años noventa del siglo XX, en la casa de Jaime Gazabón y Ángela Schiappa en Cartagena de Indias. García Márquez tenía la respuesta a flor de labios, me miró a los ojos y a Mercedes, y dijo: “Virginia”. Le pregunté por qué. Y solo dijo: “Por Virginia Woolf”. Pero es muy probable que en ese instante en que yo formulaba la pregunta Indira fuese un sueño de los dioses. Ya entonces García Márquez y Susana Cato se conocían y habían escrito juntos guiones para un largometraje y un cortometraje, y habían compartido complicidades creativas.

El amor secreto

Susana Cato, nacida en mayo de 1960 en el Distrito Federal de México, escribió junto a García Márquez y Eliseo Alberto Diego en 1991 el guion de la película ‘Con el amor no se juega’ (1991), dirigida por Carlos García Agraz, José Luis García Agraz y Tomás Gutiérrez Alea. Y también escribió con García Márquez el guion del cortometraje ‘El espejo de dos lunas’, dirigido por Carlos García Agraz. La periodista y escritora Susana Cato ha escrito programas para la radio indígena, cuentos y teatro para la televisión y multimedia.

Entrevistó a García Márquez en 1996 para la revista Cambio. Tituló su reportaje: “En Colombia, el escritor no tiene más remedio que cambiar de oficio”. De 1979 a 1980 trabajó como reportera y crítica de cine en la revista Proceso. Creó y dirigió el Teatro Blanquita que recorría calles de México, como el teatro ambulante e idílico de Lorca. En el año 2000 fue directora de cultura de la Delegación de Coyoacán. De sus obras teatrales se destaca ‘El manicomio de afuera’ (2016), dirigida por Noé Lynn.

Entre 2019 y 2020, Susana Cato publicó dos libros que están en Amazon.com: ‘Ellas. Las mujeres del 68’, Ediciones Proceso, se trata una serie de entrevistas a mujeres que vivieron este momento histórico. Es un libro de 278 páginas, prologado por Elena Poniatowska. También es autora de ‘Issir. Retrato hablado de un migrante iraquí’ (2019), Ediciones Proceso, 318 páginas.

Señales de Indira

Indira Cato es una joven productora de cine con pasión y rigor profesional que concibe el cine como una creación proyectada hacia las comunidades. Tiene una profunda y coherente visión social, ética y estética del cine. En 2020 ganó más de quince premios con la producción de su primer documental: ‘Llévate mis amores’ (2014), dirigido por Arturo González Villaseñor, con guion de Indira Cato y Arturo González Villaseñor. Fue la directora del cortometraje ‘¡Qué grande eres, magazo!’ (2019), sobre el ilusionista y mago Julio Ulises Hijuelos Cervera, conocido como el Mago Chen Kai, quien falleció a sus 73 años. Indira estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. Ha publicado críticas de cine en la página web Butaca Ancha. Participó en el libro ‘Cine político en México’ (1968-2017), de la editorial Peter Lang. Escribe la columna de teatro ‘Puro drama’ en la web de la revista Proceso. Ganó la Beca Mickey. Participó con éxito en la segunda edición de la Muestra Estatal de Cine Coahuila, 2020. Trabaja en el documental ‘Las hijas del maíz’, sobre un grupo de parteras de Chiapas.

Indira decidió llevar el apellido de su madre, con la dignidad de quien forja su destino a pulso.

El privilegio de la verdad

Nombrar a Indira era como navegar en aguas clandestinas, de una intimidad y una privacidad blindadas en el tiempo. Es el ámbito de la vida secreta del escritor. Nadie quería que ella se sintiera vulnerada por nada. Ni Mercedes ni Susana. Ni la madre de la niña. Ni la niña que ya no es una niña, sino una joven consagrada al cine como su madre.

El nombre de Indira ha estado con nosotros todos estos años, como el más sagrado e íntimo secreto de García Márquez. Y esperábamos que los años maduraran las palabras precisas para contarlo. ¿Cuándo será?, era la pregunta de los desvelos al amanecer. Buscamos los caminos para llegar a Indira y Susana, su madre, y a través de emisarios comunes, amigos de la familia de García Márquez, de sus hijos, y de Susana Cato, les dijimos que la noticia se revelaría desde Cartagena. Rodrigo García Barcha, hijo mayor de Gabo, dio un guiño en su libro ‘Gabo y Mercedes, una despedida’, al aludir sutilmente la vida privada de su padre en los funerales en el Palacio de las Bellas Artes. También él está enterado de que el secreto será revelado con mucho respeto a las dos familias, mucho antes de que él y su hermano Gonzalo traigan las cenizas de Mercedes Barcha a Cartagena de Indias, al Claustro de la Merced, en marzo, en donde reposarán junto a García Márquez.

“Indira Cato debe tener entre 30 o 32 años”, me dice Guillermo Angulo (Anorí, 1928), uno de los amigos de toda la vida de García Márquez, lo fueron desde que eran unos muchachos en los años cincuenta del siglo XX. Es muy probable que Mercedes intuyera lo que había ocurrido entre Susana y García Márquez, pero hasta el final de su vida mantuvo discreción y silencio. Sin embargo, la revelación de la existencia de Indira fue un cataclismo familiar del que solo se habla a través del tenso y complejo reino de las leyes y de los abogados.

Por su parte, Indira decidió llevar el apellido de su madre, con la dignidad de quien forja su destino a pulso, jamás ha reclamado el apellido de García Márquez, a quien la vida no le alcanzó para reconocerla y darle su apellido. Tampoco él pudo escapar a los hados del destino y de sus ancestros de estirpe paterna, en el que su padre y su abuelo adoptaron el apellido materno al no ser reconocidos por sus padres. En el caso de García Márquez, siempre estuvo pendiente de su hija hasta el final. “Le dio una casa en una zona muy bonita y un coche. En México saben que ella es hija de Gabo, pero todos allá son respetuosos de la vida privada”, dice Angulo, el muy querido y entrañable “Anguleto”, llamado así por Gabo, quien ha contado algunos secretos de su larga amistad con el Premio Nobel de Literatura en su libro ‘Gabo + Ocho’ (Planeta, 2021), y a quien le debemos la mejor fotografía de Gabo cuando escribía ‘Cien años de soledad’ e innumerables e inolvidables encuentros perpetuados a través de su lente en su estudio y en su casa.

“Quienes somos sus amigos íntimos sabemos que el secreto de su vida radica en su buena índole y en la inteligencia de su corazón”, escribió García Márquez sobre su amigo Angulo en mayo de 1960.

Epílogo

“Es muy probable que García Márquez haya pensado en Indira Gandhi a la hora de elegir un nombre para su hija”, me dice Dasso, al otro lado de la línea. Indira heredó las cejas negrísimas de su padre, y la mirada profunda de quien atraviesa las cosas con solo mirarlas. Desea venir a Cartagena de Indias, tal como se lo ha contado a uno de sus primos. Ella, como la estirpe de los García Márquez, ha venido a este mundo a contar historias. 


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CRONICON

CDMX

21 de enero de 2022

 

Treinta años de soledad para Indira y de 

indignidad eterna para García Márquez

El escritor escondió a una hija nacida fuera del matrimonio.

 

Por Olga Gayón

Indira Cata hubo de permanecer oculta ante los ojos del mundo porque tuvo la desgracia de que su padre, el prestigioso escritor Gabriel García Márquez, no alcanzó a sentir el suficiente amor hacia ella como para darle su apellido, así como tampoco, para que públicamente se supiera de su existencia.

 

Imagino que, desde su más tierna infancia, cuando a Indira le preguntaban por su padre, sentía allá en su corazón, lo que él le manifestó durante 23 años, hasta el día en que murió: que no era digna de ser reconocida por tan brillante y ejemplar hombre de letras felizmente casado y orgulloso padre de dos hijos nacidos bajo la sacrosanta bendición del matrimonio.


Indira Cato, hija de Gabriel García Márquez.

Como cualquier hombre infame de sus novelas o cuentos, el gran Premio Nobel de Literatura le robó la identidad a una hija que, según dicen los informes periodísticos, fue producto de un gran amor entre él y la joven guionista y productora de cine mexicana, Susana Cato, 33 años menor que él. En 1991, cuando el escritor tenía 63 años fue padre por tercera vez, y desde entonces hasta su muerte en 2014, repudió a la niña que salió de tan acalorado romance que surgió en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños de Cuba -creada por él-, mientras profesor y alumna escribían a cuatro manos un guion cinematográfico, paradójicamente titulado “Con el amor no se juega”. Al parecer, la relación profesional y afectiva la mantuvieron durante muchos años, a espaldas del gran mundo célebre del escritor.

El acto que se perpetra contra un hijo al negarle el apellido no es otra cosa que un acto de desaparición filial, afectiva y social. El gran literato desapareció a su hija del mundo conocido. Esto es una verdadera monstruosidad contra un niño cada día de su vida, pero el daño causado jamás será medible. García Márquez le arrancó a Indira Cato un enorme pedazo de su existencia que, posiblemente la arrinconó frente a los demás niños y la hizo callar el dolor y la rabia por no poder decir quién era su padre, mientras que él, era homenajeado en los más altos espacios públicos del mundo, con la presencia de sus orgullosos hijos reconocidos -sus hermanos-, y de su querida y respetada esposa.

García Márquez, como millones de hombres en Latinoamérica, vio la paternidad como un hecho de su voluntad y no como un acto de responsabilidad y respeto, en este caso, hacia una indefensa niña. En este trozo del mundo desde hace decenas de años, no reconocer a un hijo se tolera socialmente como si fuese lo más natural del mundo: millones de madres solteras allí, han tenido que empeñar sus vidas hasta la esclavitud, por intentar criar a sus hijos solas sin que ni siquiera el Estado les eche una mano. Y para el irresponsable padre ni siquiera un afeamiento social que condene su ruindad. En Colombia especialmente, es tan común que el padre salga corriendo cuando tiene un hijo no deseado, que en los jóvenes sicarios de la Medellín de Pablo Escobar, algunos de esos hijos repudiados que se convirtieron en matones a sueldo del narcotráfico incluso desde antes de cumplir los 18 años, era muy popular este dicho, que para ellos era muy descriptivo y sino de su falta de identidad paternal: “madre no hay sino una, en cambio, padre puede ser cualquier hijueputa”. Así manifestaban el dolor y la indignación por haber sido abandonados por sus padres.

El gran escritor y periodista es un perfecto producto de la sociedad en la que creció. ¿Cómo es posible que haya tantos millones de hijos sin padre y a nadie le sorprenda? Pero, y la madre de la hija repudiada de García Márquez, ¿Cómo pudo aceptar que su hija no tuviese un padre? Sorprende la aparente comprensión de ella. Sin llegar a señalarla porque ella también es hija de esa sociedad que convierte a las mujeres en ciudadanas de segunda y las juzga, condena y atemoriza al tiempo que salva a los hombres irresponsables, me pregunto: ¿Cómo fue capaz de permitir el expolio espiritual contra su hija? ¿Era menos importante la identidad de su hija que la aparente protección de la imagen de su padre y de la familia del matrimonio de él?



Según lo publicado en la prensa, García Márquez “respondió por la hija y era muy feliz cuando estaba con ella”. Yo quiero decir que nunca respondió por la hija; no, así haya aportado dinero. La abandonó al negarle el reconocimiento al que todo niño en el mundo tiene derecho. La hija, con seguridad, fue muy infeliz por ser tratada en pleno siglo XXI como una hija bastarda de un alto noble del siglo XIX. ¿Cómo puede ser que un hombre que pregonó los valores sociales, el respeto y la admiración hacia las mujeres, en una época cuando los hijos habidos fuera del matrimonio son reconocidos y tratados con igualdad frente a los nacidos dentro de él, haya humillado, vejado y maltratado de tal manera tanto a la madre como a su hija?

Dicen quienes publicaron la noticia que la existencia de Indira Cata era conocida por todos los familiares del célebre escritor, por sus otros hijos reconocidos, Rodrigo y Gonzalo, y por su esposa Mercedes Barcha, pero que el secreto se guardó para proteger a Mercedes. ¿Protegerla de qué? Si acaso, de la aparente imagen de hogar sólido, amoroso y firme que, evidentemente, no era tal. Mientras que “por respeto” protegían a la familia del chismorreo mundial, a Indira la desampararon y denigraron con ese silencio bien guardado que, al parecer, hasta a ella misma la ha convencido de no ser merecedora ni de llevar el apellido de su padre ni de ser reconocida socialmente como su hija.

García Márquez, entre 1991 y 2014, mientras publicaba con todos los honores, Del amor y otros demonios, Noticias de un secuestro, Doce cuentos peregrinos, Diatriba de amor contra un hombre sentado, y su autobiografía ‘Vivir para contarla’, en la que, por supuesto, no contó que Indira vivía como hija de su sangre, escondía ante el mundo, para vergüenza de él y no de Indira, a la hija a la que le negó todo, en especial, que ella pudiera llevar en su corazón no solo el apellido al que tiene derecho, sino su verdadera identidad.

En Colombia, territorio de hijos abandonados, ya están salvando a este indigno padre y le están blanqueando este acto abyecto de su vida. Han llegado incluso a decir que él sí quiso reconocer a la niña, pero que Susana Cato, la madre, se lo impidió. ¿De verdad alguien puede creer que un padre, con la personalidad arrogante, soberbia y ególatra de García Márquez, podría permitir que no le dejaran ser padre legal y social de una hija? Dicen allí que todo ser humano puede tener defectos, pero que García Márquez al ocultar la existencia de su hija, no deja de ser el hombre generoso y grande que todos conocen. ¿Y cómo más podían responder en un país donde abandonar a los hijos es pan de cada día, incluso los habidos dentro del matrimonio?

También me pregunto ¿cómo, Mercedes Barcha, la esposa, pudo consentir que una niña, hija de su esposo, no fuese reconocida? De ella dicen que era una mujer ejemplar. Pues para una mujer así, primero deberían estar los derechos de los niños antes que su propio dolor. Y los hijos ‘legales’ del matrimonio, los hermanos de Indira, uno gran director de cine y el otro artista gráfico de 61 y 58 años, también se han quedado silenciosos ante la infamia de tener una hermana desparecida de los afectos, de la sociedad, y por qué no decirlo, de la herencia.

Susana Cato, madre de Indira.

La historia de esta hija repudiada por uno de los más grandes escritores de habla hispana de todos los tiempos salió a la luz siete años después de la muerte del genio de las letras y dos, tras el fallecimiento de su esposa. ¿De verdad es tan grande la mancha de una hija nacida fuera del matrimonio como para que una familia prestigiosa y respetada lo mantenga durante 31 años bajo candado? La explicación la encuentro en la soledad descrita por García Márquez no solo en su novela insigne sino en toda su obra, que ha mantenido a América Latina siempre en el fango: la falta de respeto de quienes han tenido el poder hacia sus ciudadanos y la impunidad de la que siempre han gozado. García Márquez se comportó con su hija tal como lo hicieron todos los dictadores con sus pueblos en sus diferentes historias: arrebatándole todos los derechos, la identidad y la dignidad, para así poder negar su existencia y abusar de su desamparo. Ahora, tras conocerse este acto despreciable de uno de los hombres más insignes de Colombia, ¿una gran parte de la sociedad colombiana le concederá el beneficio de la impunidad, manteniendo su nombre y su recuerdo sin tacha alguna?

Indira Cato, que en realidad es Indira García, ha tenido que soportar 31 años de desprecio y de soledad. Su padre prefirió mantenerla allá en Macondo bajo cerrojo, en lugar de haberle proporcionado esa dignidad que tanto reclamó en su obra y en sus discursos para todos los pueblos de América Latina.

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