4 de mayo de 2020

MEMORABILIA GGM 907

En una charla virtual de Rodrigo García Barcha y Alberto García Ferrer, hicieron declaraciones interesantes sobre Gabo y el cine. A continuación tres de las notas periodísticas más representativas de ese hecho. La charla completa esta en este enlace (N. del E.):



EL PAIS
Cali – Colombia
27 de abril de 2020

¿En qué va la adaptación
de Cien Años de Soledad, de Netflix?:
Lo que dice el hijo de Gabo

 Por Érika Mantilla Sánchez

 Rodrigo García Barcha, hijo mayor del nobel colombiano, hace parte del equipo creativo que adaptará 'Cien Años de Soledad', para convertirla en una serie de Netflix.
Foto: Agencia AFP

"Gabo (..) dijo alguna vez que si 'Cien Años de Soledad' no hubiera sido novela, hubiera hecho muchas películas en lugar de escribir el libro. Por suerte, fracasó en eso”, cuenta su hijo mayor, el realizador Rodrigo García Barcha, hablando sobre lo que pensaría el nobel de la adaptación que prepara Netflix.

En una charla virtual con el escritor Alberto García Ferrer, organizada por la Fundación Gabo, Rodrigo aseguró que el guion del primer capítulo está listo y contó en qué va el proceso para llevar a las pantallas la obra más importante de su padre.

“Lo que ha hecho Netflix, y creo que con mucha astucia, es contratar al guionista José Rivera, un dramaturgo puertorriqueño muy bueno. Él es quien asesora cómo rebanar la historia, cuántas horas”.
La industria cinematográfica en el mundo siente el efecto de la pandemia y Netflix no es la excepción. Recientemente la compañía anunció que duplicó sus beneficios en el primer trimestre de 2020, tras el aumento de suscriptores. El gigante del streaming registró ganancias por 709 millones de dólares, pero el confinamiento también hizo que la demanda de contenidos fuera mayor aunque las grabaciones de muchas producciones siguen suspendidas por el aislamiento obligatorio decretado para contener el coronavirus.

Rodrigo aseguró que hasta ahora no había acuerdo sobre una fecha exacta para las filmaciones ni el estreno, pero estima que “con un poco de suerte, empiezan (a grabar) en algún momento del año siguiente”.

Y precisó que “todo está en proceso, no hay nada definitivo, pero calculan entre 16 y 20 horas, no sé cuántas temporadas. Están muy motivados para hacerlo y para hacerlo pronto”.

Advirtiendo que no puede decir mucho, aseguró que “ya han tomado una decisión estructural diferente al libro, pero muy efectiva” en lo que sería el capítulo inicial.

Él y su hermano Gonzalo hacen parte del proceso creativo, por lo que tuvo acceso al guion. “Leí la primera parte de la adaptación que hizo José y realmente es muy buena, hizo un muy buen trabajo”. Consideró “que van por buen camino y les deseo la mejor suerte”.

El realizador de 60 años ha sido director y guionista en series tan exitosas como ‘The Soprano’, ‘Carnivale’ y ‘Six Feet Under’. Entre sus películas están ‘Nueve vidas’ y ‘Albert Nobs’, protagonizada por la actriz Glenn Close, nominada al premio Óscar como Mejor Actriz por esa interpretación.

A pesar de su enorme experiencia en la industria, explicó por qué solo participa como creativo en el proyecto de ‘Cien Años de Soledad’. “Estoy involucrado como asesor. Mi hermano y yo ofrecemos nuestra opinión, pero no queremos ser productores tan involucrados que sea imposible para directores y guionistas querer trabajar. Sería muy pesado para ellos hacerlo si uno de los productores que está encima de ti es director, guionista, y el hijo de Gabo”.

Resalta que es muy importante “dar un espacio para que la gente aporte su propia visión y sea creativa”.
La voluntad de Gabo
Sobre los motivos por los que se vendieron los derechos de la novela y la polémica que suscitó la noticia, Rodrigo dijo que para su padre era fundamental que se filmara en Colombia y en español.

“Hubo mucho debate sobre lo que hubiera dicho Gabo. Sus obstáculos eran varios y cambiaban con el tiempo. Uno muy fuerte siempre fue: me gusta que el libro exista en la imaginación del lector”, explicó y agregó que para su padre también hubo consideraciones prácticas imprescindibles. Por ejemplo, “sabía que el libro no cabe en dos ni cuatro horas”, y resalta que esa cuestión se resolvió con la aparición de formatos sin cortes, como los que ahora hay en Netflix o HBO.

Aseguró que otra exigencia de Gabo era grabar en español. “Siempre dijo, no quiero que se haga en inglés con actores famosos. Ahora eso ya no es necesario porque las series se hacen en idioma original”.

También bromeó sobre cumplir la voluntad de su padre. Entre risas contó que “Gabo decía: cuando esté muerto, hagan lo que quieran. Siempre tuvimos en cuenta sus objeciones, entonces lo hemos obedecido. Fíjate, hasta en hacer lo que querramos”.
"Hay que ser atrevido"
Entre las preguntas de los espectadores hubo varias que estaban relacionadas con el poco éxito en taquilla de adaptaciones de otras obras del nobel de literatura colombiano. Rodrigo no se refirió a ninguna en particular, pero acertó al decir que para traducir las historias de los libros de su padre al cine o la televisión es fundamental la libertad creativa.

“Considero que las más acertadas son aquellas en las que el director adaptó a su propio mundo y sensibilidad, algo del aroma ‘gabiano’ de la historia. Las que menos funcionan, a mi gusto, son las que tratan de respetar demasiado el texto o de hacer una traducción literal del realismo mágico”.

En ese sentido dio a entender que en la producción tampoco se utilizarán los diálogos de los libros. “Él no tiene muchos y siempre son poéticos, lapidarios casi. Cuando sus personajes hablan hay una cosa muy literaria, usar eso no en el cine no sale tan bien. La normalización del diálogo va a ser una de las cosas que permitirá que las adaptaciones de Gabo mejoren mucho”.

Rodrigo García Barcha

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DIARIO DE LANZAROTE
Lanzarote – España
30 de abril de 2020

“Cuando yo esté muerto,
hagan lo que quieran”
  G.G.M.
Por Alex Salebe

Las respuestas llegaron mucho más rápido de lo esperado. Apenas hace una semana finalizaba mi columna de opinión que entretejía la realidad actual por el nuevo coronavirus con episodios de Cien Años de Soledad mencionando la oportunidad excepcional que teníamos seguidores y no seguidores de la creación literaria de García Márquez de ver por fin en la tele la gran historia del Nobel colombiano gracias al acuerdo alcanzado entre su familia y la plataforma Netflix.

Este sábado 25 de abril me enteré in extremis de una charla virtual de la Fundación Gabo dentro de las actividades gratuitas que durante la cuarentena lleva a cabo esta organización dirigida a periodistas de Iberoamérica. El coloquio ‘Gabo y el cine’, francamente ameno e interesante, estuvo participado desde Los Ángeles por Rodrigo García Barcha, director de cine e hijo de Gabo, y desde Madrid por Alberto García Ferrer, profesional vinculado a la creación de contenidos audiovisuales quien ocupara la dirección de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba.

Rodrigo García Barcha y su hermano Gonzalo son los productores ejecutivos de la serie Cien Años de Soledad que veremos en Netflix, aunque ya no este año como estaba anunciada. Primera respuesta y quizás la más anecdótica. Además de confirmar el retraso atribuido al covid-19, García Barcha desveló de forma distendida algunas interioridades relacionadas con el proyecto. Las reticencias de Gabo a adaptar Cien Años de Soledad al cine o la televisión son más que conocidas, sin embargo, en palabras de su hijo en la charla virtual, “Gabo dijo: ‘cuando yo esté muerto, hagan lo que quieran’. Y le hemos obedecido”.

La familia de Gabo no es que  se haya tomado literalmente sus palabras desechando sus objeciones. El hecho de que la serie sea rodada en español y que considere emulando a Macondo localizaciones de Aracataca, el pueblo natal del padre del realismo mágico, eran dos condiciones innegociables del escritor si algún día se concretaba la producción de un film sobre Cien Años de Soledad.

La serie tendrá entre 16 y 20 horas, otra de las revelaciones de Rodrigo García Barcha. Él y su hermano Gonzalo desempeñan más el papel de asesores que el de productores ejecutivos involucrados “porque no queremos que los hijos de Gabo sean una presión. Creemos que es importante darle espacio y libertad a los creadores de la serie. Ya es un reto producir Cien Años de Soledad para que encima los hijos de Gabo estén jodiendo”.

Para Rodrigo el principal hándicap que han tenido adaptaciones de obras de su padre al cine ha sido el intento de guionistas y directores de hacer como una transcripción literal de las historias a la pantalla con la dificultad que plantea, por ejemplo, que las obras de Gabo no suelen tener muchos diálogos, y evidentemente en el cine los diálogos son un recurso narrativo casi imprescindible.

Está tan convencido de que hay que ser atrevidos y audaces en este aspecto que sin atenuantes es partidario de “destrozar” la estructura de una obra literaria para llevarla con éxito al cine. Es más, hizo otra confidencia sobre la estructura narrativa  del primer capítulo de la serie, el único que de momento conoce: “hay una ruptura estructural con respecto a la novela, pero esa ruptura es muy efectiva”.  Gabo estaba convencidísimo de que Cien Años de Soledad no se podía condensar en solo dos o tres horas de cine, “pero ahora el formato de serie nos permite contar mejor la historia, como quería el escritor”.

Por supuesto, la charla virtual de casi hora y media de duración, no solo versó sobre el proyecto de Cien Años de Soledad para Netflix. García Barcha y Alberto García Ferrer trataron la influencia del cine en la obra de García Márquez, de su decidido apoyo a la industria cinematográfica de Latinoamérica, de su trabajo profesional como guionista, de sus estudios de cine en el Centro Experimental de Roma, de lo que disfrutaba viendo películas del director japonés Akira Kurosawa, uno de sus favoritos, o de lo mucho que se divirtió con Parque Jurásico de Spielberg, con una declaración casi infantil: “me permitió conocer a los dinosaurios”.

Gabo alguna vez en un encuentro, en los jardines del hotel Caribe de Cartagena de Indias, nos contaba a los miembros de Grupo Taller Cine, que producíamos programas televisivos para el canal Telecaribe sobre personajes y pelis del Festival Internacional de Cine de esa ciudad, de la alta influencia que tuvo en su obra literaria  el neorrealismo italiano y películas como Ladrón de Bicicletas (1949) de Vittorio De Sica.

García Márquez prefería buscar en el cine historias para llevar a los libros y no al revés. El autor era un enamorado del cine y apasionado del arte de montar (editar). La alta producción que había en México por los años sesenta y la idea de abrirse paso en el séptimo arte, subraya su hijo, fue uno de los motivos para establecerse allí. “Su frustración en el cine lo llevó a escribir literatura. Si te das cuenta sus libros son muy visuales. Uno se imagina las imágenes”.

Rodrigo García Barcha también se explayó en otras facetas de su padre como la admiración que sentía por la interpretación de Rocío Jurado o los sanos celos que le producían Silvio Rodríguez, Serrat o Sabina por su increíble capacidad de contar “cosas poéticas y compactas”. Siempre resulta gratificante conocer más sobre uno de los mejores escritores de la historia.

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EL HERALDO
Barranquilla - Colombia
27 de Abril de 2020 -


El cine y la literatura en Gabo:
 “dos caras de una moneda”

 
El escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura (1982).
 Fundación Gabo


En el marco del Festival Gabo, el cineasta Rodrigo García Barcha, hijo del Nobel colombiano, habló de la relación de su padre con el cine y los libros.

Una imagen que Rodrigo García Barcha recuerda mucho de su infancia es la de su padre en la Calle Fuegos de Ciudad de México trabajando en guiones cinematográficos en compañía de amigos cineastas en los años 60. 

Su padre, el escritor Gabriel García Márquez, escribió crítica de cine para la prensa entre los 21 y 24 años, asistió en los años 50 al Centro Experimental de Roma, y por la misma época hizo un plan presupuestal para una escuela de cine en Barranquilla. Ese amor por el cine fue una de las motivaciones que lo llevó a vivir a México, “donde había una industria cinematográfica muy activa en los 60’s”, como dijo García Barcha en la charla “Gabo y el Cine” moderada por el cineasta Alberto García Ferrer y organizada por la Fundación Gabo en el marco del Festival Gabo 2020.

Con su participación en películas, el Nobel buscó la manera de hacer lo que, más allá de los formatos, era lo que más le apasionaba: contar historias. “El cine y la literatura en Gabo son dos caras de una misma moneda. Es difícil saber dónde empieza su amor por el cine y la literatura, dónde empieza uno y acaba el otro, pues para él finalmente lo importante era contar un cuento.”

En la charla, el cineasta nacido en México hace 60 años, dijo que su padre era “muy poco snob” y no tenía prejuicios al momento de acercarse a una historia o composición que le llamaba la atención. “Era fan del Ulises de Joyce, pero también de las canciones que cantaba Rocío Jurado escritas por Manuel Alejandro, el compositor español. Inclusive me dijo que tenía muchos celos de algunos cantautores, Serrat, Sabina, Pablo Milanés, Silvio [Rodríguez], porque lograban contar cosas compactas con tanta poesía. Todo lo de Gabo fluye y confluye. En cuanto a las historias nada humano era ajeno a él, como dicen”.

Alberto García Ferrer, cineasta y Rodrigo García, director.

En la conversación en línea también se habló de que cómo la frustración del escritor con el cine lo llevó en parte a escribir libros que él pensaba que pudieron haber sido buenas películas. “Sus libros tienen cosas muy visuales, tienen imágenes y no solo mundos interiores. Cien años de soledad es quizá la novela de un director frustrado”, dijo García Barcha, director de películas como El secreto de Albert Nobbs (2011) o Los últimos días en el desierto (2015). 

En México, García Márquez, entre sus múltiples proyectos, se dedicó a escribir para cine. Uno de ellos fue la película El año de la peste, de Felipe Cazals, en la que el escritor colaboró en el guión. La cinta está basada en uno de las influencias periodísticas más importantes para García Márquez: Diario del año de la peste, de Daniel Dafoe.

Al respecto, Rodrigo contó que su padre quería “contar una historia sobre una gran plaga en una ciudad moderna”. En la película, “la relación del poder, el gobierno y las autoridades y la negación de la realidad sigue siendo tristemente vigente”, añadió en referencia a la actual pandemia.

García Márquez tenía el deseo y la convicción de que había que formarse para hacer cine. De ese propósito, “y del germen que está en esa escuela de Barranquilla”, según contó Alberto García Ferrer, surgieron, además de la Fundación para el Nuevo Periodismo (actual Fundación Gabo) y la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, la Escuela San Antonio de los baños en Cuba, en los 80.

Uno de los directores que García Márquez más admiraba por su filmografía completa fue el japonés Akira Kurosawa, especialmente su cinta Barbarroja (1965), “una obra maestra”. Entre las latinoamericanas están largos como Los inundados (1961) y Dios y el diablo en la tierra del sol (1964), “películas fundamentales porque reflejan nuestro mundo y no el de Hollywood”. En cuanto al cine italiano, tenía “admiración enorme” por los neorrealistas, y trabajó en conjunto con Francesco Rosi, quien adaptaría Crónica de una muerte anunciada en 1987.

Otra época importante fue la de los años que GGM vivió en Barcelona, cuando Rodrigo tenía entre 9 y 14 años. Allí se hizo admirador de Saura y amigo de Buñuel, y confluyeron, además de españoles, ciudadanos mexicanos y colombianos, actores y directores de cine. “Había la conciencia de vivir en la España franquista. Muchos cineastas no podían hacer películas que querían, o se tenían que reeditar y masajear para pasar la censura”, dijo el invitado.

En la charla también hubo espacio para reflexiones sobre la manera de contar historias tanto en cine como en literatura. Alberto Ferrer recordó que una profesora de montaje consideró a García Márquez su mejor alumno.

Al respecto, García Barcha dijo: “Como todos los grandes contadores de historias, Gabo era consciente de que no hay nada más difícil y delicado que la estructura. Ahí es donde viene la edición. No solo la microedición, que es cortar de un plano a otro. Es una cosa muy particular del cine y una fuerza increíble. El choque de dos imágenes tiene una fuerza que es muy particular al cine. Supongo que también existe en poesía. Pero en el cine tiene otro impacto. La macroedición de una historia, en qué orden contar las cosas, cómo revelar información, cómo crear secretos y revelarlos, cómo abrir puertas… No me extraña que la edición fuera su pasión temprana, porque como todo contador de historias sabe que la estructura es absolutamente vital. No hay una buena historia que sobreviva a una mala estructura”.

A García Márquez también le llamaban la atención los efectos especiales, según contó Rodrigo. “Gabo fue muy fan de Parque Jurásico (1993). Él me decía “me encanta esa película porque me permitió ver a los dinosaurios”. Es una explicación casi infantil, pero no en el mal sentido, sino que habla de la curiosidad fresca de Gabo, que a sus setenta y pico todavía decía me encantó ver a los dinosaurios”.

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El Espectador
Bogotá – Colombia
18 de abril de 2020

Cultura

La familia Daconte en la obra
de García Márquez
Crónica de un encuentro memorable entre los escritores
Gabriel García Márquez y Eduardo Márceles Daconte.

Elena (La Nena) Daconte con uno de sus hijos, protagonistas del famoso cuento garciamarquiano “El rastro de tu sangre en la nieve”. Foto: Cortesía de Eduardo Márceles Daconte

Por Eduardo Márceles Daconte 
Nunca imaginé hasta dónde llegó la amistad y cercanía que Gabo sostuvo con miembros de mi familia Daconte hasta la mañana que lo conocí cuando coincidimos en el Encuentro de intelectuales y artistas de América Latina que se realizó en La Habana en septiembre de 1981. Su primera reacción cuando escuchó mis apellidos fue preguntarme, “¿tú eres de los Daconte de Aracataca?”, y cuando contesté que sí, me sorprendió con un grito que asustó a los presentes en el vestíbulo del Hotel Havana Riviera: “ahora sí se jodió esta vaina, dos cataqueros en La Habana”. Entonces me sujetó por un brazo señalándome un sofá para conversar. “Fíjate –dijo–, yo siempre tuve una sincera admiración y respeto por el inmigrante italiano don Antonio Daconte”.

Mi abuelo arribó a esta orilla del mar Caribe en Puerto Colombia desde su tierra natal de Scalea, Calabria, sobre la costa del mar Tirreno, a finales del siglo XIX, y se radicó en la apacible región bananera de Aracataca. Por su buen olfato de comerciante, fundó la tienda El Vesubio, frente a la plaza principal, recordando el volcán que acabó con Pompeya. Tiempo después abrió una tienda más grande en el sector de Las cuatro esquinas e hizo suficiente fortuna para comprar La Somalia, una finca bananera, y una docena de casas en aquel pueblo ignorado por la geografía nacional hasta época reciente.

“De hecho –comentó–, cuando estaba escribiendo Cien años de soledad en México, en un momento que necesité un personaje quise hacerle un homenaje a don Antonio, entonces incluí el nombre de un italiano que llega a Macondo, pero el personaje se me fue volviendo marica, entonces pensé qué iría a decir tu tío Galileo, mi buen amigo de infancia en el Colegio Montessori, cuando leyera la novela y se enterara que el nombre de su padre correspondía a un afeminado que tocaba la pianola, sin duda me daría un puñetazo, me devolví y donde estaba su nombre lo remplacé por Pietro Crespi quien fue en realidad un italiano afinador de pianos que mi mamá conoció en Barranquilla.

“Yo siempre sentí una inmensa gratitud por tu abuelo porque fue muy generoso con nosotros, un aliado incondicional de mi abuelo Nicolás, por invitación suya entrabamos gratis al cine Olympia que inauguró don Antonio en el patio de su casa en Las cuatro esquinas. Fue allí en esas bancas rústicas de madera donde comenzó realmente mi vocación por el cine”, comenta y reitera en su autobiografía Vivir para contarla (2002): “Cuando Papalelo (su abuelo materno) me llevaba al flamante cine Olympia de don Antonio Daconte yo notaba que las estaciones de las películas de vaqueros se parecían a las de nuestro tren” (pag. 26). De hecho, eran tan amigos que el coronel Nicolás Márquez fue el padrino de María, la hija mayor de los hermanos Daconte Calle.

Avanzando en su relato recuerda que “cada vez que la película le parecía apropiada, don Antonio Daconte nos invitaba a la función tempranera de su salón Olympia, para alarma de la abuela, que lo tenía como un libertinaje impropio para un nieto inocente. Pero Papalelo persistió, y al día siguiente me hacía contar la película en la mesa, me corregía los olvidos y errores y me ayudaba a reconstruir los episodios difíciles” (pag. 109). Para complementar sus reminiscencias del cine en Aracataca, comenta en su columna La Jirafa de El Heraldo: “Mi héroe, en medio de tantos, fue Dick Tracy. Y además, cómo no, recuperé el culto del cine que me inculcó el abuelo y me alimentó don Antonio Daconte en Aracataca, y que Álvaro Cepeda convirtió en una pasión evangélica para un país donde las mejores películas se conocían por relatos de peregrinos” (página 448).

Un día de 1983 recibí la invitación del poeta Jorge Marel, su organizador, para participar en el 3er Encuentro de escritores costeños en Sincelejo. El poeta Marel me solicitó el favor de extender una invitación especial a Gabo para un homenaje en el seno del encuentro. Gabo estaba por aquella época en Cartagena encerrado en un apartamento de Bocagrande escribiendo su novela El amor en los tiempos del cólera. Cuando lo llamé para comentarle sobre el encuentro me dijo que más bien lo visitara en camino a Sincelejo para almorzar. Fue un reencuentro cálido, como siempre cuando nos encontrábamos, su primera pregunta después de los saludos fue “ajá Eduardo, cuéntame, y qué hay por Cataca”. Yo le respondí que todo estaba bien aunque sufriendo la violencia de guerrillas y narcotráfico en la Sierra Nevada de Santa Marta. De pronto recordé que por esos días había muerto mi tío Galileo, cuando se lo comenté, su rostro se ensombreció por la triste noticia “cómo va a ser, murió mi mejor amigo de infancia, cuánto lo lamento.”

Después conversamos de otros temas hasta que volví a recordarle la cita con los escritores en Sincelejo, pero me recordó que él nunca iba a encuentros ni conferencias, me dijo que sufría de pánico escénico, pero que iba a enviar un mensaje para excusarse. Entonces escribió una nota que Marel leyó en la inauguración del encuentro: “Estoy emocionado y más que agradecido con el homenaje que ustedes me rinden en el Tercer encuentro de escritores costeños, y estoy furioso con esta vida enredada que no me ha dado una tregua para estar hoy con ustedes... Creo que lo que más vale de mi está de todos modos con ustedes, que son los afectos de la tierra, la identificación con tantas cosas bellas –inclusive las más inútiles– y la solidaridad en el propósito de que algún día sean felices todos los seres capaces de respirar, por obra y gracia de la poesía”.

Tiempo más tarde, cuando leí la historia de amores contrariados entre Florentino Ariza y Fermina Daza en 1985, encontré para mi sorpresa que homenajeaba a Galileo Daconte, su amigo de infancia, como uno de sus personajes, imagino que decidió incluir su nombre cuando le di la infausta noticia de su fallecimiento. Para tal fin, fusiona la actividad de Antonio con la de su hijo: “Más tarde, cuando don Galileo Daconte abrió el primer patio de cine, Jeremiah de Saint-Amour fue uno de sus clientes más puntuales, y las partidas de ajedrez quedaron reducidas a las noches que sobraban de las películas de estreno…” (pag. 20).

Luego comenta en otro pasaje: “La noche anterior habían ido al cine, cada uno por su cuenta y en asientos separados, como iban por lo menos dos veces al mes desde que el inmigrante italiano don Galileo Daconte instaló un salón a cielo abierto en las ruinas de un convento del siglo XVII. Vieron una película basada en un libro que había estado de moda el año anterior, y que el doctor Urbino había leído con el corazón desolado por la barbarie de la guerra: Sin novedad en el frente” (de Erich María Remarque, 1930, pag. 24).

Hacia el final de la novela, vuelve a mencionar el personaje cuando recuerda que “Florentino Ariza no se había dejado impresionar de un modo especial por el invento del cine, pero Leona Cassiani lo llevó sin resistencia al estreno espectacular de Cabiria (película italiana, 1914), cuya publicidad se fundaba en los diálogos escritos por el poeta Gabriele D´Annunzio. El gran patio a cielo abierto de don Galileo Daconte, donde algunas noches se disfrutaba más del esplendor de las estrellas que de los amores mudos de la pantalla, había sido desbordado por una clientela selecta…” (pag. 348).

Pero mi sorpresa fue mayor cuando leí Doce cuentos peregrinos (1992). Allí encontré que mi tía Elena Daconte (una de las tres hermanas de mi madre) figura como protagonista de El rastro de tu sangre en la nieve que, según algunos críticos literarios, es uno de sus mejores cuentos. El argumento gira alrededor de una acaudalada pareja de jóvenes cartageneros recién casados que disfrutan su luna de miel en Europa. Nena Daconte es descrita como políglota, saxofonista y de un carácter dulce pero decidido “casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba la resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de enero…”

Un día, durante una visita a su casa de Cartagena, le pregunté la razón por la que había utilizado mi apellido para sus historias y me respondió en son de broma con una risotada, “¡Y qué, ahora me vas a demandar por 20 millones de dólares!”, a lo cual le contesté que mi familia estaba feliz y agradecida por tenerla en cuenta para sus historias. Fue entonces que me contó el origen del nombre de su relato. “Yo escribí ese cuento en Barcelona en 1976 y cuando necesité un nombre apropiado para la protagonista, el nombre de tu tía Elena me llegó como un relámpago, quise homenajearla porque la recordaba desde mi niñez cuando asistía al colegio Montessori de Aracataca, yo veía a esa niña de piel dorada y rizos rubios correr riéndose por aquellos pasillos, nunca la olvidé”.

A raíz de la admiración que despertó en ella la protagonista del cuento, la cantautora española Mai Meneses bautizó su grupo de pop rock Nena Daconte con cuyas canciones He perdido los zapatos (2006), Retales de Carnaval (2008), Una mosca en el cristal (2010) y Solo muerdo por ti (2013), ha alcanzado excepcionales éxitos con nominaciones y galardones como el ATV European Music Awards, hasta posicionarse como uno de los grupos musicales que más discos y conciertos ha vendido en España.

Sin embargo, donde más recuerda Gabo a don Antonio Daconte es en una columna publicada en El Espectador el 18 de diciembre de 1983 y seleccionada para diferentes antologías de sus artículos de prensa. En ella, con el título Vuelta a la semilla, evoca su infancia en Aracataca y en especial su experiencia con los animes. “Para mí hay más poesía en la historia de los animes que en toda la que he tratado de dejar en mis libros. La misma palabra –animes– es un misterio que me persigue desde aquellos tiempos”. Después de indagar su significado en diferentes diccionarios, se muestra en desacuerdo con esas definiciones. “Los animes de Aracataca eran otra cosa: unos seres minúsculos, de no más de una pulgada, que vivían en el fondo de las tinajas. A veces se les confundía con los gusarapos, que algunos llamaban sarapicos, y que eran en realidad las larvas de los mosquitos jugueteando en el fondo del agua de beber… Los animes tenían la facultad de escapar de su refugio natural, aun si la tinaja se tapaba con buen seguro, y se divertían haciendo toda clase de travesuras en la casa… No eran más que eso: espíritus traviesos, pero benévolos, que cortaban la leche, cambiaban el color de los ojos de los niños, oxidaban las cerraduras o causaban sueños enrevesados”.

“Sin embargo, había épocas en que se les trastornaba el humor, por razones que nunca fueron comprensibles, y les daba por apedrear la casa donde vivían. Yo los conocí en casa de don Antonio Daconte, un emigrado italiano que llevó grandes novedades a Aracataca: el cine mudo, el salón de billar, las bicicletas alquiladas, los gramófonos, los primeros receptores de radio. Una noche corrió la voz por todo el pueblo de que los animes estaban apedreando la casa de don Antonio Daconte, y todo el pueblo fue a verlo. Al contrario de lo que pudiera parecer, no era un espectáculo de horror, sino una fiesta jubilosa que de todos modos no dejó un vidrio intacto… Mucho tiempo después de aquella noche encantada, los niños seguíamos con la costumbre de meternos en la casa de don Antonio Daconte para destapar la tinaja del comedor y ver los animes –quietos y casi transparentes– aburriéndose en el fondo del agua”.

Por supuesto, esta relación de amistad, gratitud y cariño con el dueño del cine de Aracataca y su familia ha sido reseñada en todas las biografías de Gabo. Entre ellas, quizás la más detallada se encuentra en García Márquez: El viaje a la semilla (1997), el excelente trabajo de Dasso Saldívar quien narra de manera poética y perceptiva la trayectoria vital de nuestro premio Nobel. También la encontramos, aunque más prosaica, en la monumental biografía García Márquez: Una vida del escritor inglés Gerald Martin quien describe en forma minuciosa hasta el detalle más insignificante en la existencia del escritor, sin escatimar los sucesos y anécdotas más relevantes de su etapa juvenil en Aracataca.

Bibliografía: Vivir para contarla, Editorial Norma, 2002; El amor en los tiempos del cólera, Editorial La Oveja Negra; 1985; Doce cuentos peregrinos, Editorial Suramericana; 1992; El Espectador, 18 de diciembre de 1983.

*Escritor y periodista cultural, es autor de libros de narrativa, artes visuales, biografías, crónicas y antologías, vive y trabaja en Puerto Colombia, Atlántico.

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