9 de marzo de 2020

MEMORABILIA GGM 905

Al Navío
Madrid – España
1 de abril de 2019

Noticias

El misterioso escrito de
Gabriel García Márquez
sobre el rey Juan Carlos

Por Daniel Gómez

 “No se entregó”, se lee en uno de los 27.500 documentos del archivo personal de Gabo. Un archivo que compró la Universidad de Texas en 2014 e hizo público en diciembre de 2017. Lo que no llegó a entregarse es un texto que el escritor colombiano dedicó a Juan Carlos I con motivo de sus 30 años de reinado. El texto lo tuvo García Márquez en su biblioteca junto a otros 34 documentos. En ellos hay desde un manuscrito original de la inédita nota, hasta una foto de Gabo con el monarca.

 'Sus modos no me parecieron los mejores para el Rey de un país con el peso histórico de España' / Foto: M. Zapata

Gabriel García Márquez, quien se definía como republicano, cayó rendido ante la Casa Real española. En concreto, ante Juan Carlos I de Borbón, Rey de España durante 38 años y ahora monarca emérito.

Se conocieron hace más de seis décadas en Cartagena de Indias, Colombia. El Rey, entonces Príncipe, tenía 12 años y ya exhibía ese desparpajo que le valió el apelativo de campechano. Sus maneras contrariaron a García Márquez. Le parecieron impropias de un muchacho con aspiraciones a reinar, pero al final terminaron seduciéndole.

La complicidad entre Juan Carlos I y el escritor colombiano era conocida. Han pasado horas conversando juntos, poseen una anécdota histórica y otras menos conocidas que Gabo reveló en una entrevista para Televisión Española (TVE) en 1995.

No había constancia, sin embargo, del texto que dedicó al Rey y que confirma aquella primera impresión que García Márquez tuvo del monarca.

“Conocí al Príncipe Juan Carlos hace más de cuarenta años en Cartagena de Indias, y desde su primer abrazo en plena calle fue tan informal y espontáneo con quienes se acercaban a darle la mano y tan entusiasta con quienes lo saludaban desde las ventanas y los balcones que sus modos no me parecieron los mejores para el Rey de un país con el peso histórico de España.

Desde mi primer saludo me invitó a perdernos por los vericuetos de las calles empedradas, por los laberintos de sus ruinas históricas. Era tal su desenfado que no parecía posible que aún alcanzara a recorrer el camino que le faltaba para llegar al trono.

Sin embargo, cuando volví a encontrarle años después en Madrid me sentí tan intimidado por su reciente condición de rey coronado que no tuve la audacia de tratarlo con la misma naturalidad con que él me había autorizado desde la primera vez. Pero me lo impuso sin su orden de rey y sin contrariar un átimo sus maneras de cuarenta años antes en Cartagena de Indias”.

 El manuscrito original arranca llamado al monarca por su nombre y diciendo que tenía 12 años / Foto: HRC

Este texto, que nunca se llegó a publicar, forma parte del archivo personal de García Márquez. Un archivo que la Universidad de Texas compró a la familia del difunto escritor por 2,2 millones de dólares en noviembre de 2014 y que desde el pasado diciembre se puede consultar en el Harry Ransom Center, que es el registro digital y público de la institución texana.

El archivo, cuyo inventario posee 27.500 documentos, cuenta con auténticas piezas de coleccionista. Hay correcciones a bolígrafo en una edición de Cien años de soledad hechas por el propio escritor, reportajes como el del cura que sobrevivió a la bomba nuclear en Hiroshima y el carnaval de Barranquilla.

También perfiles que elaboró del fallecido presidente de Venezuela Hugo Chávez, el exmandatario estadounidense Bill Clinton y el difunto líder cubano Fidel Castro, este último, lleno de tachones.

Gabo editó tres veces el texto del Rey

Entre esos papeles digitalizados, 35 tienen que ver con el Rey de España. Uno de ellos es una foto. Los otros son impresos de noticias, así como las distintas ediciones que hizo de la nota que dedicó al monarca.

De esos 35 documentos, el más simbólico es el primero. Se trata de la diapositiva 171 del apartado ‘Cuentos/textos’, donde aguarda el escrito original, del puño y letra del que fue Premio Nobel de Literatura en 1982. “Conocí a Juan Carlos a sus doce años”, arrancaba el manuscrito redactado en tinta negra.

Entonces Gabo no etiquetó al monarca como Príncipe y sí especificó su edad. Lo de la edad, que luego se convirtió en una recapitulación temporal (“hace más de cuarenta años”), es fruto de un ejercicio de precisión. Como tantos que se advierten a lo largo de todo el archivo, y en concreto, en las tres ediciones que dieron lugar a ese escueto texto de 178 palabras.

Ejemplo de la pulcritud literaria de García Márquez es la evolución de esta frase: “Desde mi primer saludo me invitó a perdernos por los vericuetos de las calles empedradas, por los laberintos de sus ruinas históricas. Era tal (…)”, dice el texto original.

Tanto el manuscrito como las ediciones posteriores narraban ese episodio de manera diferente. “Desde el primer saludo me invitó a perdernos por los vericuetos coloniales de las calles empedradas de Cartagena de Indias, en sus bares taciturnos, con sus ruinas históricas, etc. Era tal (…)”

Gabo rehízo la frase, enlazó elementos y suprimió otros. Ejercicios mentales que pasó al papel con tachones y correcciones a lápiz. Otro detalle es que el escritor al principio redacta “el primer saludo” y en el texto final incorpora el matiz “mi primer saludo”. Es preciso. No deja lugar a la imaginación. Fue García Márquez el que saludó al Rey y no al contrario.

Luego está la corrección de protocolo. En la primera frase del manuscrito mencionó al rey emérito Juan Carlos sin ningún cargo noble. Luego precisó lo de Príncipe para adecuarse con las normas de la Casa Real, pues todo apunta a que García Márquez iba a colaborar con alguno de los especiales que dedicó la prensa española a Juan Carlos I en 2005, fecha en la que se celebró sus 30 años de reinado.

¿Por qué la nota nunca se publicó?

El escrito se lo solicitó la entonces embajadora de España en México, Cristina Barrios. Sin embargo, nunca llegó a manos de la diplomacia española. “No se entregó. No se publicó”, se lee en el índice del archivo, añadido a bolígrafo azul y con una letra que no es la de Gabo.

Acompañando al manuscrito y también a las ediciones posteriores, todos los documentos presentes entre las imágenes 179 y 197 son impresos de prensa española.

Hay una extensa nota del reportaje que emitió La Primera de TVE con motivo del 30 aniversario del reinado de Juan Carlos I. También la ficha técnica de ese reportaje. Además, varias entrevistas de la agencia EFE a líderes internacionales hablando sobre la importancia del monarca en la consolidación de la democracia en España.

El 23 de febrero de 1981, fecha que pasó a la historia como 23-F, el Rey tuvo un papel fundamental para garantizar la democracia en España. El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, pasadas las seis y media de la tarde, irrumpió en el debate de investidura del candidato a la Presidencia Leopoldo Calvo-Sotelo con pistola en mano. Entonces se temió una vuelta a la dictadura militar.

Tras una tarde y noche frenéticas, con un teléfono que no paraba de sonar en La Zarzuela –la residencia de los monarcas-, en la madrugada del 24, a las 1:14 horas, el Rey, vestido de capitán general de las Fuerzas Armadas, lanzó un mensaje televisivo con tono grave para frenar la insurrección. El golpe se detuvo y más tarde España culminó el tránsito a la democracia con la elección de Felipe González como presidente a finales de 1982.

González, cercano al Rey y amigo íntimo de García Márquez, intervino en el documental de TVE. Dijo que “una de las grandes aportaciones a la transición es que el Rey nunca ejerció como monarca absoluto”. Y es que, tras el 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del dictador Francisco Franco, las Cortes franquistas dispusieron en Juan Carlos I todos los poderes del Estado. Poderes de los que se deshizo, como cuenta González, para iniciar la transición democrática.

En ese documental, además de González, también intervinieron los exmandatarios españoles José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero y otras figuras del panorama nacional. Véase el hispanista Paul Preston y el expresidente de la patronal de empresarios José Antonio Cuevas.

Gabo, quien estaba en Ciudad de México, difícilmente hubiera podido participar en ese documental, estrenado el 19 de febrero de 2005. El problema no era una cuestión de fechas sino de formato. Las personalidades que intervinieron en el programa Informe Semanal lo hicieron a modo de entrevista grabada. García Márquez había redactado un texto.

Donde sí que pudo haber tenido un hueco fue en el serial que publicó EFE con motivo del 30 aniversario de su reinado. Para ello la agencia entrevistó a personalidades del mundo hispano como Leonel Fernández, expresidente de República Dominicana, la guatemalteca Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz en 1992 y el escritor colombiano Álvaro Mutis.

Aquí García Márquez pudo figurar. Pero debió ser un problema de fechas lo que impidió que el relato de Gabo fuese enviado a la embajada española. Los teletipos de la agencia que el escritor guardó en su archivo tienen como fecha el 18 de noviembre de 2005. A la embajadora española en México le llegó la carta para Gabo el 14 de noviembre.

Esa epístola hablaba del especial que preparaban la prensa española y venía acompañado de tres preguntas. “Contribución del Rey a la imagen de prestigio exterior de España”, decía la primera. La segunda: “Papel jugado por D. Juan Carlos en la consolidación de la democracia en España e incluso en la normalización cultural”. Y la tercera: “Su relación personal con D. Juan Carlos y, si corresponde, alguna anécdota relacionada con esa relación personal”.

Son justo esos tres interrogantes los que se incluyen en el texto que García Márquez escribió para el Rey, pero que éste nunca llegó a leer. No obstante, quién sabe si llegó a decírselo en persona alguna de las veces que se reunieron.

La amistad entre Gabo y el Rey

Después de ese primer encuentro en Cartagena de Indias “hace unos tantos años”, como dice la primera edición mecanografiada del manuscrito, Gabo se encontró con el Rey en Madrid. Tal vez sea el momento que rememora el escritor en la entrevista con TVE en 1995.

Narró García Márquez que llegó solo a La Zarzuela. Allí le esperaban Juan Carlos I y la reina Sofía de Grecia y Dinamarca.

“La aproximación a cada uno de ellos es totalmente distinta. La Reina estaba muy interesada en los temas literarios. Quería hablar de ellos, hablé de ellos. Y el Rey es bastante más suelto. Inclusive hubo un momento que dijo ‘aquí la que lee novelas es la reina, yo ando en otros problemas’”, contó el escritor para el programa La vida según… señalando con la mano al horizonte, como si quisiera imitar el mismo gesto que hizo el Rey en aquel instante.

 Gabo guardó esta foto en su archivo. Se hizo en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española / Foto: HRC

Esta anécdota ya desvela esas maneras que cautivaron a García Márquez y que cuenta en su inédito relato. Pero hay otra que descubre en ese mismo programa y que define aún mejor la “espontaneidad” y “soltura” del Rey.

“Un determinado momento el Príncipe de Asturias (el hoy rey Felipe VI), abrió de pronto la puerta sudando, venía de jugar fútbol o algo así, y entonces la reina, en inglés, dijo ‘Te he dicho que no entres sin tocar’. Y el Rey, muy de amigote ‘Oh no, pero si yo he autorizado a que entre así’. ‘No, no debe entrar sin tocar. Sal, toca’ (contestó la Reina). Y entonces el niño salió, tocó y volvió a entrar”.

Esa experiencia, que a Gabo le interesó mucho, aseguró que refleja dos cosas. La primera es la exactitud en la definición que brindó del Rey en el inédito texto. La humanización, más aún si cabe, del campechano monarca que prendó al escritor.

El segundo motivo tiene que ver con la obra de García Márquez. Ésta estuvo marcada por la soledad y el poder. Y Juan Carlos I representa estos dos elementos.

Soledad y poder

El Rey emérito, al igual que Gabo, fue un niño solitario. Pasó la infancia internado y cercado por la dictadura de Franco. Además, por su estancia en la realeza, el monarca acumula sobre sí grandes cotas de responsabilidad, de poder.

García Márquez retrató y se interesó por los poderosos, y también por aquello que causa poder. Sólo hay que echar un vistazo a algunas de sus obras. El poder del amor en El amor en los tiempos del cólera. El poder de gobernantes y dictadores en el Otoño del patriarca. Y el poder del hombre que a pesar de sus maneras reinaría España con sus singulares maneras

A García Márquez le absorbió Juan Carlos I. Y pertinente es la anécdota que Gabo protagonizó sobre el monarca hace poco más de una década. Aquel famoso: “Sí, pero yo a quien quiero ver es al Rey”.

En 2006, el entonces director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, actual responsable del Instituto Cervantes de España, visitó a Gabo en Barcelona, ciudad a la que nunca dejó de acudir desde que vivió en ella entre 1967 y 1975.

El motivo de la visita de García de la Concha era explicarle la intención de publicar la edición conmemorativa de Cien años de soledad. En ese encuentro, García Márquez, casi que ignorando lo que le decía el académico, no hacía nada más que decirle: “Sí, pero yo a quien quiero ver es al Rey”.

Ante la insistencia de Gabo, García de la Concha llamó al jefe de la Casa Real y organizó una visita de García Márquez que semanas después tuvo lugar.

La anécdota la contó García de la Concha en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en Cartagena de Indias y que reseñó la agencia EFE. Allí estaban el propio Gabo y el entonces Rey de España. De aquel regreso a Cartagena es la foto que el escritor guardó en su archivo junto a Don Juan Carlos.

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CLARÍN
Buenos Aires – Argentina
30 de enero de 2020

Yo estuve ahí
Qué hacer si un Premio Nobel
te pide que comas gusanos
La particular sobremesa de un periodista de Clarín tras un
almuerzo en México para despedirse de Gabriel García Márquez.

 
Gusanos de maguey, un plato especial de la gastronomía mexicana.

 Por Hector  Gambini

Que sea lo que Dios quiera, pensé, pero ya estaba decidido. No iba a comer gusanos.
Una decisión tomada es una decisión tomada. Ahora, ¿cómo se le dice que no a un Nobel? Tenía frente a mí un bol con gusanos de maguey y al mismísimo Gabriel García Márquez a mi lado, diciéndome, entre paternal y desafiante: “Anda, argentino, ya pruébalos”.

Lo peor de los gusanos -para casi todos en la mesa, crocantes y deliciosos- es que tienen aspecto de gusanos.

Quiero decir: uno no ve a una vaca cuando come un bife, ni a un cerdo cuando come una morcilla ni a un calamar cuando come rabas. Pero lo que ve cuando va a comerse un gusano es... un gusano.

Me asaltó entonces un pensamiento determinante y feroz con el que ahora -casi 22 años después de lo sucedido- no estoy de acuerdo. Aún así, debo contarlo en virtud de la sinceridad descarnada del relato: fue una asociación automática de los gusanos con la podredumbre y, en su versión más espantosa, con los predadores naturales de los humanos cuando la vida nos abandona.

No es natural que nosotros los comamos a ellos, pensé. Definitivamente.

Había llegado a esa encrucijada maldita y lúgubre después de tres días de fiesta donde el Nobel de Literatura nos había dado un Taller de Narración.

Que te dé un curso de narración García Márquez es como que te enseñe a tocar el piano Martha Argerich, o que Roger Federer te dé una clase de voleas.

El Museo de las Intervenciones de la Ciudad de México fue un refugio de 12 horas -tres encuentros de 4 horas cada vez- donde desmenuzar la esencia del periodismo narrativo. Una pretensión utópica para buscar asomarnos a la musicalidad de las palabras, a la construcción de una manera de contar que se basaba en una idea magnífica y ansiada, pero con la imagen cinematográfica de un policial clase B.

Toma al lector por las solapas y no lo sueltes hasta que no termine el último párrafo.

Sí, es fácil decirlo.

Cada jornada de aquel abril de 1998 fue un nuevo intento festivo y extenuante por entender que deben aflorar los detalles, que el ojo se azuza en la profundidad de la mirada, que la nariz se entrena para detectar cuándo el entrevistado titubea (o se molesta, o trata de que no repares en lo que acaba de decir porque no quería decirlo), y que el oído se afina para escuchar entre líneas.
Cada tecla es una letra, de las letras a las palabras, de las palabras a la oración, de las oraciones a los párrafos, y así. Si lo miramos de este modo -de este modo lo miraba el Nobel colombiano- la narración es tarea de orfebres.

Tratar de entender un árbol desmenuzándolo en raíz, tronco, ramas, hojas. Y salir a construir bosques.

Entonces no es lo mismo decir "cien elefantes cruzan la selva" que "99 elefantes adultos y un elefantito bebé cruzan la selva". Y entonces buscá, porque siempre hay alguien que sabe lo qué pasó y tu trabajo es encontrarlo.

Y cuando lo encontrás, y creés que ya llegaste, apenas estás comenzando: después lo tenés que contar.

Era recorrer esos laberintos de la narración con el tipo que había elegido aquel manojo de palabras perfectas:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Y que ahora te decía que sí, que está bien, que una obra terminada siempre es mejorable, que a Cien años de soledad le hubiesen faltado un par de generaciones más de Buendía para quedar como él hubiese querido, pero que a ese comienzo no le tocaría ni una coma.

Hablábamos cuando la novela había cumplido 30 años, había sido traducida a más de 40 idiomas y había transformado a García Márquez en una celebridad mundial y en el autor más robado en las librerías de Nueva York, un dato que enorgullecía a nuestro profesor: Miren lo que ha logrado el hijo del telegrafista de Aracataca...

Pero ahora todo había terminado y estábamos en el almuerzo final, en un restorán a las afueras de Ciudad de México, en unas mesas dispuestas sobre un parque, bajo sombrillas verdes y con pavorreales caminando entre nosotros.

Realismo mágico, también para el final.

Tres de los periodistas que hicimos el taller habíamos llegado hasta la Antigua Hacienda de Tlalpan -una construcción de 1837 rodeada de un extenso parque arbolado y lleno de fuentes coloniales- en un Nissan blanco conducido por él mismo. Supe entonces que García Márquez era un hombre precavido: en la luneta trasera de su auto -y en una época donde en México no llueve durante semanas- había un paraguas negro.

En el bello restaurante de la hacienda se pueden saborear chiles (pimientos) rellenos de queso o carne picada, piernas de pato hembra al pepián (les juro que el plato se llama así, y jamás sabré la diferencia con las "piernas" de pato macho) , filete chemita (un trozo de carne de vaca que un cliente a quien todos llamaban Señor Chemita pedía siempre con queso derretido y salsa oscura... y quedó), abulón rasurado (un molusco de carne dura que sólo se pesca buceando peligrosamente entre rocas afiladas y con cinturones de pesas)... o (maldita sugerencia del chef) gusanos de maguey.

Gusanos de maguey, el plato en cuestión.

Y entonces, a poco de acomodarnos en una larga mesa del jardín, García Márquez se puso unos anteojos de marco negro, abrió la carta y preguntó quién querría compartir un manjar de reyes.
Adivinen quién levantó la mano.

Cuando trajeron los gusanos, el maestro vio mi cara -nos había estado enseñando justamente a mirar- y empezó a azuzarme para que los comiera.

Divertido con la situación, se concentró en asegurarse personalmente que yo probara lo que todos llamaban allí, para mi desconcertada ignorancia, el manjar de reyes: Anda, argentino, no le des más vueltas, hombre...

Tampoco lo sabía entonces, pero los gusanos de maguey son larvas blancas o rojas de una mariposa que vive en las hojas más bajas del maguey (esas hojas carnosas, triangulares y con espinas como las de nuestro conocido aloe vera), que se recolectan sólo en épocas de lluvia (de julio a septiembre) y que son carísimos por dos características verdaderamente extraordinarias: sólo hay tres o cuatro por planta y, además, la planta muere cuando se los sacan.

Son un alimento riquísimo en proteínas que degustaban los aztecas antes de la llegada de Hernán Cortés, y que estaba reservado a las clases altas. Por eso conservan hasta hoy aquel nombre de manjar de reyes que, cuando levanté la mano que me hundió en la ciénaga moral donde estaba ahora, me hizo pensar en cualquier cosa menos en larvas.

Arrinconado por las circunstancias y el orgullo, pinché una tríada de gusanos con el tenedor y apoyé el codo en la mesa, en posición de descanso. Aunque elegí los rojos -por alguna razón me parecían "menos" gusanos que los espeluznantes especímenes blancuzcos- sabía que la única oportunidad que tenía de llevarlos a la boca era no mirarlos.

Que sea lo que Dios quiera.

Respiré hondo. Sentí la risa de Gabo y su palmada en mi espalda. Nos daba el Sol de frente, de modo que achinar los ojos me daba un alivio natural. Apenas necesitaba el impulso final del coraje cuando oí un murmullo en nuestra larga mesa, la música de una ranchera suave de fondo y voces más fuertes que se acercaban.

Entonces me hice una visera con la mano libre y vi la Providencia. El Nobel había sido sorprendido por el otro flanco por una sobria pero entusiasta fila de mozos y ayudantes de cocina que le alcanzaban libros para firmar.

García Márquez había girado a su derecha y ahora, justo ahora, me daba la espalda.

De modo que el instinto de supervivencia desarrollado durante mi niñez en Ciudadela afloró con la fuerza de un volcán y se me hizo grito interior: ahora o nunca, muchacho.

Entonces mi codo derecho se deslizó suave hacia mi regazo, bajó la mano con el tenedor y la tríada de gusanos ensartados hacia la servilleta sobre la falda, los depositó allí suavemente (dos dedos de la mano izquierda ayudaron a liberarlos de los pinches) y ambas manos hicieron un rollito a la velocidad de un rayo y lo subieron hasta el borde de la mesa.

El "panqueque" de tela relleno de gusanos invisibles desde el exterior descansó allí tres segundos y luego se deslizó hacia la izquierda hasta quedar oculto por el borde del plato en el lado opuesto al que alcanzarían los ojos del Nobel, distraído ahora en las dedicatorias de los libros para autografiar que ya le alcanzaban también mis compañeros de mesa.

Para culminar el movimiento, los dedos de mi mano izquierda quedaron tamborileando la ranchera sobre el mantel, al lado del escondite, fingiendo despreocupación.

Allí seguía mi extraño panqueque de tela cuando, 20 minutos después, García Márquez se paró de golpe, dijo "no me gustan las despedidas, así que gracias a todos por estos días compartidos" y caminó rápido hacia las escalinatas que llevaban a la calle. Y a la nostalgia infinita.

"El sueño terminó", pensé, y creo que también lo dije. Me avergonzó sentir que también disfrutaba de mi sencilla victoria personal cuando uno de los mozos recogió todo lo que había sobre la mesa antes de ofrecer café. Y se llevó en una bandeja brillante, sin abrir y sin preguntas, mi diminuto secreto de servilleta.



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CDMX
24 de febrero de 2020

Crónica

¿Cómo se convirtió Gabo
en éxito mundial?
Objetos del archivo personal de García Márquez, que adquirió el Ransom Center de la Universidad de Austin, conforman una exposición que da cuenta de la trayectoria del Nobel. En noviembre llega a México esa muestra

Por Yanet Aguilar Sosa, enviada

 Gabriel García Márquez. Foto de Rodrigo García Barcha

En la exposición Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global que hace unos días se inauguró en el Harry Ransom Center de la Universidad de Austin, Texas, y que llegará a México en noviembre para exhibirse en el Museo de Arte Moderno, hay una mirada muy amplia al Gabriel García Márquez público, al hombre político, gestor cultural e impulsor de empresas culturales, pero también hay una mirada a su vida íntima, al padre de familia y gran amante de Colombia y México.

Hay fotografías conocidas de García Márquez con Bill Clinton, el subcomandante Marcos, Fidel Castro y Shakira que lo muestran en su vida pública, pero también cartas muy personales con escritores como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Guillermo Ángulo y Plinio Apuleyo Mendoza, documentos que se hacen públicos por vez primera pues no forman parte de las 27 mil imágenes en línea que forman parte de la Colección de Gabriel García Márquez que adquirió el Harry Ransom Center en 2014.

Hay por ejemplo una carta muy bella de Gabo al también colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, de 1961, donde le habla de lo contento que está en México, que se siente con mucha energía y que le resultan fascinantes las “cosas fantásticas" ocurren en el día a día, le habla de una feria que visitó en Michoacán en donde vio a indígenas de la zona vestir a muñequitos de paja con forma de ángel y vestidos con ropa, y que eso lo ha inspirado para crear el cuento de "Blacamán el bueno, vendedor de milagros".

“En esa misma carta también le dice a Plinio Apuleyo que está tratando de volver a un viejo proyecto de libro de cuentos fantásticos en el que, entre otras cosas, sucede que las alfombras vuelan; este viejo proyecto de libro es nada más y nada menos que lo que cinco o seis años más tarde se va a convertir en Cien años de soledad, eso por ejemplo, sólo se puede ver en la exposición", asegura a EL UNIVERSAL Álvaro Santana-Acuña, curador de la exposición Gabriel García Márquez, la creación de un escritor global, que exhibe más de 250 objetos.

 Gabo y Mercedes . Fotógrafo desconocido

Pero no es el único documento inédito que se puede ver en esta exposición bilingüe que pretende dar cuenta de cómo el escritor colombiano que ganó el premio Nobel de literatura en 1982 se convirtió en un éxito mundial. También se reproduce una carta a Vargas Llosa donde le habla de cómo escribió Cien años de soledad, otra carta a Apuleyo Mendoza donde le cuenta cómo escribió el comienzo de esa novela; también hay cartas con su agente literaria, Carmen Balcells, e incluso hay hallazgos como la primera entrevista de la que se tiene registro donde se escucha a un Gabo de 27 años, y la carta astral de García Márquez.

"Se creía que García Márquez había nacido en el año 1928 pero nació en el 27, y como buen hombre supersticioso también era supersticiosa su agente literaria, cuando Carmen se enteró de que García Márquez había nacido en el año 27, encargó una nueva carta astrológica para ver si su cliente iba a seguir siendo exitoso; y bueno esta carta astral está al comienzo de la exposición, un poco para decir: ‘estaba el éxito de Gabo escrito en las estrellas", relata Santana-Acuña en entrevista desde París.

El curador y autor del libro Ascent to Glory que documenta como Cien años de soledad se escribió y se convirtió en un clásico global, dice que la exposición gira en torno a esta obra clave de Gabriel García Márquez "No es una exposición sólo sobre Cien años de soledad sino sobre el autor; es una exposición que trata de mostrar que gran parte del prestigio y la fama internacional es que él no fue solamente un escritor, fue un político, un gestor cultural, una persona preocupada por el periodismo de vanguardia, ético y de calidad, una persona interesada por el cine y también un hombre de familia, un gran literato y un amante de Colombia y México", afirma Santana-Acuña.

Una muestra única

Aun cuando esta exposición es una selección de entre miles de documentos, más de 2 mil cartas, borradores de su discurso de aceptación del Premio Nobel de 1982, más de 40 álbumes de fotografías documentando diversos momentos de la vida de Gabo durante nueve décadas, la muestra es única no sólo porque revela su vida íntima y creativa, sino también porque incluye materiales únicos de otros escritores que posee el Ransom Center.

Así, está un manuscrito de Jorge Luis Borges; el manuscrito del cuento 'Kew gardens" de Virginia Woolf; las pruebas de imprenta del Ulises de James Joyce; el manuscrito de As I Lay Dying, de William Faulkner; el manuscrito de Rayuela, de Julio Cortázar, y materiales de Ernest Hemingway, entre otras.

“Yo pedí expresamente que sacaran una parte de las pruebas de imprenta de Joyce de la cámara acorazada del Ransom Center para mostrárselas a los miles de visitantes que están viniendo a ver la exposición; me lo concedieron aun cuando realmente este es un documento que incluso cuesta trabajo que se le muestren a los investigadores que trabajan a James Joyce, así que es un lujo’, afirma Santana-Acuña.

El investigador dice que para él fue muy importante que esta exposición biográfica de García Márquez dialogara con escritores que lo influenciaron de manera determinante. Asegura que a México llegará la exposición con todos los materiales de García Márquez, pero no así los originales de los manuscritos de los otros escritores. "Los manuscritos de Gabo definitivamente sí van a ir, pero a lo mejor vamos a seleccionar otras páginas para que el papel no sufra mucho estando muchos meses expuesto a la luz; definitivamente la exposición de México va a tener también grandes sorpresas y va a impactar muchísimo a todos los visitantes, pero tenemos que resolver cuestiones relacionadas precisamente con mostrar algunos de estos documentos durante tantos meses".

Gabo vuelve a México

La exposición que llegará a México y que se exhibirá de noviembre de 2020 a enero de 2021 en el Museo de Arte Moderno, mantendrá su línea general, las siete galerías en las que se divide la muestra en Texas van a quedar iguales y va a contar la misma historia que cuenta aquí en Austin: la creación de un escritor global, y darán cuenta de cómo hay un antes y un después de Cien años de soledad.

Lo que es un hecho es que en México se añadirán elementos nuevos a la exposición, a lo mejor más relacionados con México que fue fundamental para Gabo. "La selección no está cerrada, pero definitivamente hay archivos de fotógrafos y archivos de escritores con los que García Márquez estuvo en contacto que están disponibles en Ciudad de México, y que sería muy importante tenerlos allí; aunque de Manuel Álvarez Bravo ya incluimos una fotografía en la exposición de Estados Unidos, pues para mí era importante que estuviese presente", afirma Alvaro Santana-Acuña.
 
Gabito niño. Foto álbum familiar.

El doctor por Harvard y profesor del Whitman College reconoce que Cien años de soledad es el corazón de Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global. "La exposición tiene siete salas y Cien años de soledad es la sala cuatro, por lo tanto es la bisagra; la vida de García Márquez cambió después del éxito de esta obra, su vida está dividida en dos mitades y esa división en su vida también la trata de captar la exposición".

Es así que las tres primeras salas tienen una visión más biográfica, están sus orígenes culturales y familiares en Aracataca; luego está Colombia, Europa y Venezuela; y en la tercera está su salto a México; en la sala cuatro todo lo referente a Cien años de soledad, y en las últimas tres está todo el éxito de la novela que significó la internacionalización total de Gabriel García Márquez, el escritor que en 1982 ganó el Nobel de Literatura.

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EL UNIVERSAL
CDMX
19 de febrero de 2020 

Crearán la Casa-Estudio
Gabriel García Márquez
Donan a la Fundación para las Letras Mexicanas la residencia de La Loma,
en San Ángel Inn, donde Gabo escribió Cien años de soledad.

Por Yanet Agui1ar Sosa


La mítica casa donde Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, enclavada en el número 19 de la calle La Loma, en San Ángel Inn, tendrá a partir de la segunda quincena de abril una vocación estrictamente literaria. Bajo el resguardo de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM) y con la conducción de los escritores Juan Villoro y Geney Beltrán Félix, este inmueble que habitaron Gabo y su familia entre 1965 y 1967 se convertirá en la Casa-Estudio Gabriel García Márquez, un nuevo espacio cultural que dará impulso a la creación, a la reflexión y el diálogo de la literatura.

En 2005, casi 40 años después de que García Márquez abandonó la casa que le rentaba Luis Coudurier, el escritor se volvió a encontrar con don Luis y éste le dijo que por haber sido la cuna de Cien años de soledad, la casa se habría de dedicar a la literatura; ese mismo año murió don Luis, y Laura, su hija, la heredó; hace unos meses ella decidió cumplir el deseo de su padre y pensó en la Fundación para las Letras Mexicanas El convenio de donación del inmueble se concretó ayer con la premisa de que sea destinado a un programa de apoyo a la literatura.

La casa de 280 metros cuadrados ofrecerá un programa literario en dos líneas básicas: en la planta alta, donde fueron las habitaciones de la familia García Barcha, se dedicarán al programa de residencias de escritores, y podría albergar a cuatro escritores en el mismo período que contarían con un apoyo de la Fundación; y en la planta baja habrá un programa de actividades literarias y aunque podrá atender a unos 20 asistentes, la idea es transmitir vía streamíng las actividades, de manera gratuita, en todo el mundo.

"No están las condiciones ni para que sea una casa-museo ni un centro de estudios literarios, el enfoque es la creación literaria a través del programa de residencias, y la divulgación y discusión literarias a través del programa de actividades*, aseguró a EL UNIVERSAL el escritor y crítico literario Geney Mitran Félix, quien será el coordinador operativo de la casa Estudio Gabriel García Márquez.

Luego de la firma del convenio de donación entre Laura Coudurier y el presidente de la FLM, Miguel Limón Rojas, que fue atestiguado por tres integrantes del Patronato: Alberto Baillêres, Fernando Senderos y Alfonso Romo, así como varios representantes del gremio literario, entre ellos Gonzalo Celorio, Juan Villoro —quien va a ser el consejero titular del programa de la Casa-Estudio—. Vicente Quirarte, José Sarukhán y Natalia Toledo, Geney Beltrán dijo que aunque Laura Coudurier conservaría el usufructo de la casa hasta su fallecimiento, a partir de ayer el inmueble ya forma parte del patrimonio de la Fundación-.

La Casa-Estudio no estaría delimitada ni a un género literario ni a una geografía particular; aún falta delinear los detalles, pero queremos que sea un centro donde escritores de otras latitudes que vengan a radicar un tiempo en México encuentren un espacio de creación... sería como un nuevo piso para los programas de formación literaria de la Fundación, tanto para escritores jóvenes como de trayectoria”, explicó Beltrán Félix.

Aunque no precisó el presupuesto, Beltrán Félix indicó que el patronato de la Fundación para las Letras Mexicanas estimó importante destinar nuevos recursos para su operación y los recursos para su trabajo ya están garantizados. También aseguró que aunque la Casa-Estudio está en buenas condiciones, está en un proceso de habilitación.

A poco más de 50 años de publicada Cien años de soledad y a casi 40 de que en 1982 Gabo recibió el Premio Nobel de Literatura, abrirán esta Casa-Estudio que podría ser el homenaje más mexicano a García Márquez. Para Beltrán Félix es la confirmación de los vínculos que unen a García Márquez con México desde que llegó en el 61 y que decidió quedarse a vivir en este país. Por eso la noticia ha sido muy bien recibida por la viuda del escritor, Mercedes Barcha, y por sus hijos, Gonzalo y Rodrigo.

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