Madrid – España
1 de abril de 2019
Noticias
El misterioso escrito de
Gabriel García Márquez
sobre el rey Juan Carlos
Por Daniel Gómez
“No se entregó”, se
lee en uno de los 27.500 documentos del archivo personal de Gabo. Un archivo
que compró la Universidad de Texas en 2014 e hizo público en diciembre de 2017.
Lo que no llegó a entregarse es un texto que el escritor colombiano dedicó a Juan
Carlos I con motivo de sus 30 años de reinado. El texto lo tuvo García Márquez
en su biblioteca junto a otros 34 documentos. En ellos hay desde un manuscrito
original de la inédita nota, hasta una foto de Gabo con el monarca.
Gabriel García Márquez, quien se definía como republicano,
cayó rendido ante la Casa Real española. En concreto, ante Juan Carlos I de
Borbón, Rey de España durante 38 años y ahora monarca emérito.
Se conocieron hace más de seis décadas en Cartagena de
Indias, Colombia. El Rey, entonces Príncipe, tenía 12 años y ya exhibía ese
desparpajo que le valió el apelativo de campechano. Sus maneras contrariaron a
García Márquez. Le parecieron impropias de un muchacho con aspiraciones a
reinar, pero al final terminaron seduciéndole.
La complicidad entre Juan Carlos I y el escritor colombiano
era conocida. Han pasado horas conversando juntos, poseen una anécdota
histórica y otras menos conocidas que Gabo reveló en una entrevista para
Televisión Española (TVE) en 1995.
No había constancia, sin embargo, del texto que dedicó al
Rey y que confirma aquella primera impresión que García Márquez tuvo del
monarca.
“Conocí al Príncipe Juan Carlos
hace más de cuarenta años en Cartagena de Indias, y desde su primer abrazo en
plena calle fue tan informal y espontáneo con quienes se acercaban a darle la
mano y tan entusiasta con quienes lo saludaban desde las ventanas y los
balcones que sus modos no me parecieron los mejores para el Rey de un país con
el peso histórico de España.
Desde mi primer saludo me invitó a
perdernos por los vericuetos de las calles empedradas, por los laberintos de
sus ruinas históricas. Era tal su desenfado que no parecía posible que aún
alcanzara a recorrer el camino que le faltaba para llegar al trono.
Sin embargo, cuando volví a
encontrarle años después en Madrid me sentí tan intimidado por su reciente
condición de rey coronado que no tuve la audacia de tratarlo con la misma
naturalidad con que él me había autorizado desde la primera vez. Pero me lo
impuso sin su orden de rey y sin contrariar un átimo sus maneras de cuarenta
años antes en Cartagena de Indias”.
Este texto, que nunca se llegó a publicar, forma parte del
archivo personal de García Márquez. Un archivo que la Universidad de Texas
compró a la familia del difunto escritor por 2,2 millones de dólares en
noviembre de 2014 y que desde el pasado diciembre se puede consultar en el
Harry Ransom Center, que es el registro digital y público de la institución
texana.
El archivo, cuyo inventario posee 27.500 documentos, cuenta
con auténticas piezas de coleccionista. Hay correcciones a bolígrafo en una
edición de Cien años de soledad hechas por el propio escritor, reportajes como
el del cura que sobrevivió a la bomba nuclear en Hiroshima y el carnaval de
Barranquilla.
También perfiles que elaboró del fallecido presidente de
Venezuela Hugo Chávez, el exmandatario estadounidense Bill Clinton y el difunto
líder cubano Fidel Castro, este último, lleno de tachones.
Gabo editó tres veces
el texto del Rey
Entre esos papeles digitalizados, 35 tienen que ver con el
Rey de España. Uno de ellos es una foto. Los otros son impresos de noticias,
así como las distintas ediciones que hizo de la nota que dedicó al monarca.
De esos 35 documentos, el más simbólico es el primero. Se
trata de la diapositiva 171 del apartado ‘Cuentos/textos’, donde aguarda el
escrito original, del puño y letra del que fue Premio Nobel de Literatura en
1982. “Conocí a Juan Carlos a sus doce años”, arrancaba el manuscrito redactado
en tinta negra.
Entonces Gabo no etiquetó al monarca como Príncipe y sí
especificó su edad. Lo de la edad, que luego se convirtió en una recapitulación
temporal (“hace más de cuarenta años”), es fruto de un ejercicio de precisión.
Como tantos que se advierten a lo largo de todo el archivo, y en concreto, en
las tres ediciones que dieron lugar a ese escueto texto de 178 palabras.
Ejemplo de la pulcritud literaria de García Márquez es la
evolución de esta frase: “Desde mi primer saludo me invitó a perdernos por los
vericuetos de las calles empedradas, por los laberintos de sus ruinas
históricas. Era tal (…)”, dice el texto original.
Tanto el manuscrito como las ediciones posteriores narraban
ese episodio de manera diferente. “Desde el primer saludo me invitó a perdernos
por los vericuetos coloniales de las calles empedradas de Cartagena de Indias,
en sus bares taciturnos, con sus ruinas históricas, etc. Era tal (…)”
Gabo rehízo la frase, enlazó elementos y suprimió otros.
Ejercicios mentales que pasó al papel con tachones y correcciones a lápiz. Otro
detalle es que el escritor al principio redacta “el primer saludo” y en el
texto final incorpora el matiz “mi primer saludo”. Es preciso. No deja lugar a
la imaginación. Fue García Márquez el que saludó al Rey y no al contrario.
Luego está la corrección de protocolo. En la primera frase
del manuscrito mencionó al rey emérito Juan Carlos sin ningún cargo noble.
Luego precisó lo de Príncipe para adecuarse con las normas de la Casa Real,
pues todo apunta a que García Márquez iba a colaborar con alguno de los
especiales que dedicó la prensa española a Juan Carlos I en 2005, fecha en la
que se celebró sus 30 años de reinado.
¿Por qué la nota
nunca se publicó?
El escrito se lo solicitó la entonces embajadora de España
en México, Cristina Barrios. Sin embargo, nunca llegó a manos de la diplomacia
española. “No se entregó. No se publicó”, se lee en el índice del archivo,
añadido a bolígrafo azul y con una letra que no es la de Gabo.
Acompañando al manuscrito y también a las ediciones
posteriores, todos los documentos presentes entre las imágenes 179 y 197 son
impresos de prensa española.
Hay una extensa nota del reportaje que emitió La Primera de
TVE con motivo del 30 aniversario del reinado de Juan Carlos I. También la
ficha técnica de ese reportaje. Además, varias entrevistas de la agencia EFE a
líderes internacionales hablando sobre la importancia del monarca en la
consolidación de la democracia en España.
El 23 de febrero de 1981, fecha que pasó a la historia como
23-F, el Rey tuvo un papel fundamental para garantizar la democracia en España.
El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, pasadas las seis y
media de la tarde, irrumpió en el debate de investidura del candidato a la
Presidencia Leopoldo Calvo-Sotelo con pistola en mano. Entonces se temió una
vuelta a la dictadura militar.
Tras una tarde y noche frenéticas, con un teléfono que no
paraba de sonar en La Zarzuela –la residencia de los monarcas-, en la madrugada
del 24, a las 1:14 horas, el Rey, vestido de capitán general de las Fuerzas Armadas,
lanzó un mensaje televisivo con tono grave para frenar la insurrección. El
golpe se detuvo y más tarde España culminó el tránsito a la democracia con la
elección de Felipe González como presidente a finales de 1982.
González, cercano al Rey y amigo íntimo de García Márquez,
intervino en el documental de TVE. Dijo que “una de las grandes aportaciones a
la transición es que el Rey nunca ejerció como monarca absoluto”. Y es que,
tras el 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del dictador
Francisco Franco, las Cortes franquistas dispusieron en Juan Carlos I todos los
poderes del Estado. Poderes de los que se deshizo, como cuenta González, para
iniciar la transición democrática.
En ese documental, además de González, también intervinieron
los exmandatarios españoles José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero y
otras figuras del panorama nacional. Véase el hispanista Paul Preston y el
expresidente de la patronal de empresarios José Antonio Cuevas.
Gabo, quien estaba en Ciudad de México, difícilmente hubiera
podido participar en ese documental, estrenado el 19 de febrero de 2005. El
problema no era una cuestión de fechas sino de formato. Las personalidades que
intervinieron en el programa Informe
Semanal lo hicieron a modo de entrevista grabada. García Márquez había
redactado un texto.
Donde sí que pudo haber tenido un hueco fue en el serial que
publicó EFE con motivo del 30 aniversario de su reinado. Para ello la agencia
entrevistó a personalidades del mundo hispano como Leonel Fernández,
expresidente de República Dominicana, la guatemalteca Rigoberta Menchú, Premio
Nobel de la Paz en 1992 y el escritor colombiano Álvaro Mutis.
Aquí García Márquez pudo figurar. Pero debió ser un problema
de fechas lo que impidió que el relato de Gabo fuese enviado a la embajada
española. Los teletipos de la agencia que el escritor guardó en su archivo
tienen como fecha el 18 de noviembre de 2005. A la embajadora española en
México le llegó la carta para Gabo el 14 de noviembre.
Esa epístola hablaba del especial que preparaban la prensa
española y venía acompañado de tres preguntas. “Contribución del Rey a la
imagen de prestigio exterior de España”, decía la primera. La segunda: “Papel
jugado por D. Juan Carlos en la consolidación de la democracia en España e
incluso en la normalización cultural”. Y la tercera: “Su relación personal con
D. Juan Carlos y, si corresponde, alguna anécdota relacionada con esa relación
personal”.
Son justo esos tres interrogantes los que se incluyen en el
texto que García Márquez escribió para el Rey, pero que éste nunca llegó a
leer. No obstante, quién sabe si llegó a decírselo en persona alguna de las
veces que se reunieron.
La amistad entre Gabo
y el Rey
Después de ese primer encuentro en Cartagena de Indias “hace
unos tantos años”, como dice la primera edición mecanografiada del manuscrito,
Gabo se encontró con el Rey en Madrid. Tal vez sea el momento que rememora el
escritor en la entrevista con TVE en 1995.
Narró García Márquez que llegó solo a La Zarzuela. Allí le
esperaban Juan Carlos I y la reina Sofía de Grecia y Dinamarca.
“La aproximación a cada uno de ellos es totalmente distinta.
La Reina estaba muy interesada en los temas literarios. Quería hablar de ellos,
hablé de ellos. Y el Rey es bastante más suelto. Inclusive hubo un momento que
dijo ‘aquí la que lee novelas es la reina, yo ando en otros problemas’”, contó
el escritor para el programa La vida según… señalando con la mano al horizonte,
como si quisiera imitar el mismo gesto que hizo el Rey en aquel instante.
Esta anécdota ya desvela esas maneras que cautivaron a
García Márquez y que cuenta en su inédito relato. Pero hay otra que descubre en
ese mismo programa y que define aún mejor la “espontaneidad” y “soltura” del
Rey.
“Un determinado momento el Príncipe de Asturias (el hoy rey
Felipe VI), abrió de pronto la puerta sudando, venía de jugar fútbol o algo
así, y entonces la reina, en inglés, dijo ‘Te he dicho que no entres sin
tocar’. Y el Rey, muy de amigote ‘Oh no, pero si yo he autorizado a que entre
así’. ‘No, no debe entrar sin tocar. Sal, toca’ (contestó la Reina). Y entonces
el niño salió, tocó y volvió a entrar”.
Esa experiencia, que a Gabo le interesó mucho, aseguró que
refleja dos cosas. La primera es la exactitud en la definición que brindó del
Rey en el inédito texto. La humanización, más aún si cabe, del campechano monarca
que prendó al escritor.
El segundo motivo tiene que ver con la obra de García
Márquez. Ésta estuvo marcada por la soledad y el poder. Y Juan Carlos I
representa estos dos elementos.
Soledad y poder
El Rey emérito, al igual que Gabo, fue un niño solitario.
Pasó la infancia internado y cercado por la dictadura de Franco. Además, por su
estancia en la realeza, el monarca acumula sobre sí grandes cotas de
responsabilidad, de poder.
García Márquez retrató y se interesó por los poderosos, y
también por aquello que causa poder. Sólo hay que echar un vistazo a algunas de
sus obras. El poder del amor en El amor
en los tiempos del cólera. El poder de gobernantes y dictadores en el Otoño del patriarca. Y el poder del
hombre que a pesar de sus maneras reinaría España con sus singulares maneras
A García Márquez le absorbió Juan Carlos I. Y pertinente es
la anécdota que Gabo protagonizó sobre el monarca hace poco más de una década.
Aquel famoso: “Sí, pero yo a quien quiero ver es al Rey”.
En 2006, el entonces director de la Real Academia Española,
Víctor García de la Concha, actual responsable del Instituto Cervantes de
España, visitó a Gabo en Barcelona, ciudad a la que nunca dejó de acudir desde
que vivió en ella entre 1967 y 1975.
El motivo de la visita de García de la Concha era explicarle
la intención de publicar la edición conmemorativa de Cien años de soledad. En
ese encuentro, García Márquez, casi que ignorando lo que le decía el académico,
no hacía nada más que decirle: “Sí, pero yo a quien quiero ver es al Rey”.
Ante la insistencia de Gabo, García de la Concha llamó al
jefe de la Casa Real y organizó una visita de García Márquez que semanas
después tuvo lugar.
La anécdota la contó García de la Concha en el IV Congreso
Internacional de la Lengua Española que se celebró en Cartagena de Indias y que
reseñó la agencia EFE. Allí estaban el propio Gabo y el entonces Rey de España.
De aquel regreso a Cartagena es la foto que el escritor guardó en su archivo
junto a Don Juan Carlos.
** ** **
CLARÍN
Buenos Aires –
Argentina
30 de enero de 2020
Yo estuve ahí
Qué hacer si un Premio Nobel
te pide que comas gusanos
La particular sobremesa de un periodista de Clarín tras un
almuerzo en México para despedirse de Gabriel García Márquez.
Gusanos de maguey, un plato especial de la gastronomía mexicana.
Que sea lo que Dios quiera, pensé, pero ya estaba decidido.
No iba a comer gusanos.
Una decisión tomada es una decisión tomada. Ahora, ¿cómo se
le dice que no a un Nobel? Tenía frente a mí un bol con gusanos de maguey y al
mismísimo Gabriel García Márquez a mi lado, diciéndome, entre paternal y
desafiante: “Anda, argentino, ya pruébalos”.
Lo peor de los gusanos -para casi todos en la mesa,
crocantes y deliciosos- es que tienen aspecto de gusanos.
Quiero decir: uno no ve a una vaca cuando come un bife, ni a
un cerdo cuando come una morcilla ni a un calamar cuando come rabas. Pero lo
que ve cuando va a comerse un gusano es... un gusano.
Me asaltó entonces un pensamiento determinante y feroz con
el que ahora -casi 22 años después de lo sucedido- no estoy de acuerdo. Aún
así, debo contarlo en virtud de la sinceridad descarnada del relato: fue una
asociación automática de los gusanos con la podredumbre y, en su versión más
espantosa, con los predadores naturales de los humanos cuando la vida nos
abandona.
No es natural que nosotros los comamos a ellos, pensé.
Definitivamente.
Había llegado a esa encrucijada maldita y lúgubre después de
tres días de fiesta donde el Nobel de Literatura nos había dado un Taller de
Narración.
Que te dé un curso de narración García Márquez es como que
te enseñe a tocar el piano Martha Argerich, o que Roger Federer te dé una clase
de voleas.
El Museo de las Intervenciones de la Ciudad de México fue un
refugio de 12 horas -tres encuentros de 4 horas cada vez- donde desmenuzar la
esencia del periodismo narrativo. Una pretensión utópica para buscar asomarnos
a la musicalidad de las palabras, a la construcción de una manera de contar que
se basaba en una idea magnífica y ansiada, pero con la imagen cinematográfica
de un policial clase B.
Toma al lector por las solapas y no lo sueltes hasta que no
termine el último párrafo.
Sí, es fácil decirlo.
Cada jornada de aquel abril de 1998 fue un nuevo intento
festivo y extenuante por entender que deben aflorar los detalles, que el ojo se
azuza en la profundidad de la mirada, que la nariz se entrena para detectar
cuándo el entrevistado titubea (o se molesta, o trata de que no repares en lo
que acaba de decir porque no quería decirlo), y que el oído se afina para
escuchar entre líneas.
Cada tecla es una letra, de las letras a las palabras, de
las palabras a la oración, de las oraciones a los párrafos, y así. Si lo
miramos de este modo -de este modo lo miraba el Nobel colombiano- la narración
es tarea de orfebres.
Tratar de entender un árbol desmenuzándolo en raíz, tronco,
ramas, hojas. Y salir a construir bosques.
Entonces no es lo mismo decir "cien elefantes cruzan la
selva" que "99 elefantes adultos y un elefantito bebé cruzan la
selva". Y entonces buscá, porque siempre hay alguien que sabe lo qué pasó
y tu trabajo es encontrarlo.
Y cuando lo encontrás, y creés que ya llegaste, apenas estás
comenzando: después lo tenés que contar.
Era recorrer esos laberintos de la narración con el tipo que
había elegido aquel manojo de palabras perfectas:
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo.
Y que ahora te decía que sí, que está bien, que una obra
terminada siempre es mejorable, que a Cien años de soledad le hubiesen faltado
un par de generaciones más de Buendía para quedar como él hubiese querido, pero
que a ese comienzo no le tocaría ni una coma.
Hablábamos cuando la novela había cumplido 30 años, había
sido traducida a más de 40 idiomas y había transformado a García Márquez en una
celebridad mundial y en el autor más robado en las librerías de Nueva York, un
dato que enorgullecía a nuestro profesor: Miren lo que ha logrado el hijo del
telegrafista de Aracataca...
Pero ahora todo había terminado y estábamos en el almuerzo
final, en un restorán a las afueras de Ciudad de México, en unas mesas
dispuestas sobre un parque, bajo sombrillas verdes y con pavorreales caminando
entre nosotros.
Realismo mágico,
también para el final.
Tres de los periodistas que hicimos el taller habíamos
llegado hasta la Antigua Hacienda de Tlalpan -una construcción de 1837 rodeada
de un extenso parque arbolado y lleno de fuentes coloniales- en un Nissan
blanco conducido por él mismo. Supe entonces que García Márquez era un hombre
precavido: en la luneta trasera de su auto -y en una época donde en México no
llueve durante semanas- había un paraguas negro.
En el bello restaurante de la hacienda se pueden saborear
chiles (pimientos) rellenos de queso o carne picada, piernas de pato hembra al
pepián (les juro que el plato se llama así, y jamás sabré la diferencia con las
"piernas" de pato macho) , filete chemita (un trozo de carne de vaca
que un cliente a quien todos llamaban Señor Chemita pedía siempre con queso
derretido y salsa oscura... y quedó), abulón rasurado (un molusco de carne dura
que sólo se pesca buceando peligrosamente entre rocas afiladas y con cinturones
de pesas)... o (maldita sugerencia del chef) gusanos de maguey.
Gusanos de maguey, el
plato en cuestión.
Y entonces, a poco de acomodarnos en una larga mesa del
jardín, García Márquez se puso unos anteojos de marco negro, abrió la carta y
preguntó quién querría compartir un manjar de reyes.
Adivinen quién levantó la mano.
Cuando trajeron los gusanos, el maestro vio mi cara -nos
había estado enseñando justamente a mirar- y empezó a azuzarme para que los
comiera.
Divertido con la situación, se concentró en asegurarse personalmente
que yo probara lo que todos llamaban allí, para mi desconcertada ignorancia, el
manjar de reyes: Anda, argentino, no le des más vueltas, hombre...
Tampoco lo sabía entonces, pero los gusanos de maguey son
larvas blancas o rojas de una mariposa que vive en las hojas más bajas del
maguey (esas hojas carnosas, triangulares y con espinas como las de nuestro
conocido aloe vera), que se recolectan sólo en épocas de lluvia (de julio a
septiembre) y que son carísimos por dos características verdaderamente
extraordinarias: sólo hay tres o cuatro por planta y, además, la planta muere
cuando se los sacan.
Son un alimento riquísimo en proteínas que degustaban los
aztecas antes de la llegada de Hernán Cortés, y que estaba reservado a las
clases altas. Por eso conservan hasta hoy aquel nombre de manjar de reyes que,
cuando levanté la mano que me hundió en la ciénaga moral donde estaba ahora, me
hizo pensar en cualquier cosa menos en larvas.
Arrinconado por las circunstancias y el orgullo, pinché una
tríada de gusanos con el tenedor y apoyé el codo en la mesa, en posición de
descanso. Aunque elegí los rojos -por alguna razón me parecían
"menos" gusanos que los espeluznantes especímenes blancuzcos- sabía
que la única oportunidad que tenía de llevarlos a la boca era no mirarlos.
Que sea lo que Dios
quiera.
Respiré hondo. Sentí la risa de Gabo y su palmada en mi
espalda. Nos daba el Sol de frente, de modo que achinar los ojos me daba un
alivio natural. Apenas necesitaba el impulso final del coraje cuando oí un murmullo
en nuestra larga mesa, la música de una ranchera suave de fondo y voces más
fuertes que se acercaban.
Entonces me hice una visera con la mano libre y vi la
Providencia. El Nobel había sido sorprendido por el otro flanco por una sobria
pero entusiasta fila de mozos y ayudantes de cocina que le alcanzaban libros
para firmar.
García Márquez había girado a su derecha y ahora, justo
ahora, me daba la espalda.
De modo que el instinto de supervivencia desarrollado
durante mi niñez en Ciudadela afloró con la fuerza de un volcán y se me hizo
grito interior: ahora o nunca, muchacho.
Entonces mi codo derecho se deslizó suave hacia mi regazo,
bajó la mano con el tenedor y la tríada de gusanos ensartados hacia la
servilleta sobre la falda, los depositó allí suavemente (dos dedos de la mano
izquierda ayudaron a liberarlos de los pinches) y ambas manos hicieron un
rollito a la velocidad de un rayo y lo subieron hasta el borde de la mesa.
El "panqueque" de tela relleno de gusanos
invisibles desde el exterior descansó allí tres segundos y luego se deslizó
hacia la izquierda hasta quedar oculto por el borde del plato en el lado
opuesto al que alcanzarían los ojos del Nobel, distraído ahora en las
dedicatorias de los libros para autografiar que ya le alcanzaban también mis
compañeros de mesa.
Para culminar el movimiento, los dedos de mi mano izquierda
quedaron tamborileando la ranchera sobre el mantel, al lado del escondite,
fingiendo despreocupación.
Allí seguía mi extraño panqueque de tela cuando, 20 minutos
después, García Márquez se paró de golpe, dijo "no me gustan las
despedidas, así que gracias a todos por estos días compartidos" y caminó
rápido hacia las escalinatas que llevaban a la calle. Y a la nostalgia
infinita.
"El sueño terminó", pensé, y creo que también lo
dije. Me avergonzó sentir que también disfrutaba de mi sencilla victoria
personal cuando uno de los mozos recogió todo lo que había sobre la mesa antes
de ofrecer café. Y se llevó en una bandeja brillante, sin abrir y sin
preguntas, mi diminuto secreto de servilleta.
** ** **
CDMX
24 de febrero
de 2020
Crónica
¿Cómo se convirtió Gabo
en éxito mundial?
Objetos del archivo personal de García Márquez,
que adquirió el Ransom Center de la Universidad de Austin, conforman una
exposición que da cuenta de la trayectoria del Nobel. En noviembre llega a
México esa muestra
Por Yanet
Aguilar Sosa, enviada
En la exposición Gabriel García Márquez:
la creación de un escritor global que hace unos días se inauguró en el Harry
Ransom Center de la Universidad de Austin, Texas, y que llegará a México en
noviembre para exhibirse en el Museo de Arte Moderno, hay una mirada muy amplia
al Gabriel García Márquez público, al hombre político, gestor cultural e
impulsor de empresas culturales, pero también hay una mirada a su vida íntima,
al padre de familia y gran amante de Colombia y México.
Hay fotografías conocidas de García
Márquez con Bill Clinton, el subcomandante Marcos, Fidel Castro y Shakira que
lo muestran en su vida pública, pero también cartas muy personales con
escritores como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Guillermo Ángulo y Plinio
Apuleyo Mendoza, documentos que se hacen públicos por vez primera pues no
forman parte de las 27 mil imágenes en línea que forman parte de la Colección
de Gabriel García Márquez que adquirió el Harry Ransom Center en 2014.
Hay por ejemplo una carta muy bella de
Gabo al también colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, de 1961, donde le habla de
lo contento que está en México, que se siente con mucha energía y que le
resultan fascinantes las “cosas fantásticas" ocurren en el día a día, le
habla de una feria que visitó en Michoacán en donde vio a indígenas de la zona
vestir a muñequitos de paja con forma de ángel y vestidos con ropa, y que eso
lo ha inspirado para crear el cuento de "Blacamán el bueno, vendedor de
milagros".
“En esa misma carta también le dice a
Plinio Apuleyo que está tratando de volver a un viejo proyecto de libro de
cuentos fantásticos en el que, entre otras cosas, sucede que las alfombras
vuelan; este viejo proyecto de libro es nada más y nada menos que lo que cinco
o seis años más tarde se va a convertir en Cien años de soledad, eso por
ejemplo, sólo se puede ver en la exposición", asegura a EL UNIVERSAL
Álvaro Santana-Acuña, curador de la exposición Gabriel García Márquez, la
creación de un escritor global, que exhibe más de 250 objetos.
Pero no es el único documento inédito que
se puede ver en esta exposición bilingüe que pretende dar cuenta de cómo el
escritor colombiano que ganó el premio Nobel de literatura en 1982 se convirtió
en un éxito mundial. También se reproduce una carta a Vargas Llosa donde
le habla de cómo escribió Cien años de soledad, otra carta a Apuleyo
Mendoza donde le cuenta cómo escribió el comienzo de esa novela; también hay
cartas con su agente literaria, Carmen Balcells, e incluso hay hallazgos como
la primera entrevista de la que se tiene registro donde se escucha a un Gabo de
27 años, y la carta astral de García Márquez.
"Se creía que García Márquez había
nacido en el año 1928 pero nació en el 27, y como buen hombre supersticioso
también era supersticiosa su agente literaria, cuando Carmen se enteró de que García
Márquez había nacido en el año 27, encargó una nueva carta astrológica para
ver si su cliente iba a seguir siendo exitoso; y bueno esta carta astral está
al comienzo de la exposición, un poco para decir: ‘estaba el éxito de Gabo
escrito en las estrellas", relata Santana-Acuña en entrevista desde París.
El curador y autor del libro Ascent to
Glory que documenta como Cien años de
soledad se escribió y se convirtió en un clásico global, dice que la
exposición gira en torno a esta obra clave de Gabriel García Márquez "No
es una exposición sólo sobre Cien años de soledad sino sobre el autor; es una
exposición que trata de mostrar que gran parte del prestigio y la fama
internacional es que él no fue solamente un escritor, fue un político, un
gestor cultural, una persona preocupada por el periodismo de vanguardia, ético
y de calidad, una persona interesada por el cine y también un hombre de familia,
un gran literato y un amante de Colombia y México", afirma Santana-Acuña.
Una
muestra única
Aun cuando esta exposición es una
selección de entre miles de documentos, más de 2 mil cartas, borradores de su
discurso de aceptación del Premio Nobel de 1982, más de 40 álbumes de
fotografías documentando diversos momentos de la vida de Gabo durante nueve
décadas, la muestra es única no sólo porque revela su vida íntima y creativa,
sino también porque incluye materiales únicos de otros escritores que posee el
Ransom Center.
Así, está un manuscrito de Jorge Luis
Borges; el manuscrito del cuento 'Kew gardens" de Virginia Woolf; las
pruebas de imprenta del Ulises de James Joyce; el manuscrito de As I Lay Dying,
de William Faulkner; el manuscrito de Rayuela, de Julio Cortázar, y materiales
de Ernest Hemingway, entre otras.
“Yo pedí expresamente que sacaran una
parte de las pruebas de imprenta de Joyce de la cámara acorazada del Ransom
Center para mostrárselas a los miles de visitantes que están viniendo a ver la
exposición; me lo concedieron aun cuando realmente este es un documento que
incluso cuesta trabajo que se le muestren a los investigadores que trabajan a
James Joyce, así que es un lujo’, afirma Santana-Acuña.
El investigador dice que para él fue muy importante que esta
exposición biográfica de García Márquez dialogara con escritores que lo
influenciaron de manera determinante. Asegura que a México llegará la
exposición con todos los materiales de García Márquez, pero no así los
originales de los manuscritos de los otros escritores. "Los manuscritos de
Gabo definitivamente sí van a ir, pero a lo mejor vamos a seleccionar otras
páginas para que el papel no sufra mucho estando muchos meses expuesto a la luz;
definitivamente la exposición de México va a tener también grandes sorpresas y
va a impactar muchísimo a todos los visitantes, pero tenemos que resolver
cuestiones relacionadas precisamente con mostrar algunos de estos documentos
durante tantos meses".
Gabo vuelve a México
La exposición que llegará a México y que se exhibirá de
noviembre de 2020 a enero de 2021 en el Museo de Arte Moderno, mantendrá su
línea general, las siete galerías en las que se divide la muestra en Texas van
a quedar iguales y va a contar la misma historia que cuenta aquí en Austin: la
creación de un escritor global, y darán cuenta de cómo hay un antes y un
después de Cien años de soledad.
Lo que es un hecho es que en México se
añadirán elementos nuevos a la exposición, a lo mejor más relacionados con
México que fue fundamental para Gabo. "La selección no está cerrada, pero
definitivamente hay archivos de fotógrafos y archivos de escritores con los que
García Márquez estuvo en contacto que están disponibles en Ciudad de México, y
que sería muy importante tenerlos allí; aunque de Manuel Álvarez Bravo ya
incluimos una fotografía en la exposición de Estados Unidos, pues para mí era
importante que estuviese presente", afirma Alvaro Santana-Acuña.
Gabito niño. Foto álbum familiar.
El doctor por Harvard y profesor del
Whitman College reconoce que Cien años de
soledad es el corazón de Gabriel García Márquez: la creación de un escritor
global. "La exposición tiene siete salas y Cien años de soledad es la sala cuatro, por lo tanto es la bisagra;
la vida de García Márquez cambió después del éxito de esta obra, su vida está
dividida en dos mitades y esa división en su vida también la trata de captar la
exposición".
Es así que las tres primeras salas tienen
una visión más biográfica, están sus orígenes culturales y familiares en
Aracataca; luego está Colombia, Europa y Venezuela; y en la tercera está su
salto a México; en la sala cuatro todo lo referente a Cien años de soledad, y en las últimas tres está todo el éxito de
la novela que significó la internacionalización total de Gabriel García
Márquez, el escritor que en 1982 ganó el Nobel de Literatura.
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EL UNIVERSAL
CDMX
19 de febrero de 2020
Crearán la Casa-Estudio
Gabriel García Márquez
Donan a la Fundación para las Letras Mexicanas la residencia de La
Loma,
en San Ángel Inn, donde Gabo escribió Cien años de soledad.
Por Yanet Agui1ar Sosa
La mítica casa donde Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, enclavada en el
número 19 de la calle La Loma, en San Ángel Inn, tendrá a partir de la segunda
quincena de abril una vocación estrictamente literaria. Bajo el resguardo de la
Fundación para las Letras Mexicanas (FLM) y con la conducción de los escritores
Juan Villoro y Geney Beltrán Félix, este inmueble que habitaron Gabo y su
familia entre 1965 y 1967 se convertirá en la Casa-Estudio Gabriel García
Márquez, un nuevo espacio cultural que dará impulso a la creación, a la
reflexión y el diálogo de la literatura.
En 2005, casi 40 años después de que García Márquez abandonó
la casa que le rentaba Luis Coudurier, el escritor se volvió a encontrar con
don Luis y éste le dijo que por haber sido la cuna de Cien años de soledad, la
casa se habría de dedicar a la literatura; ese mismo año murió don Luis, y
Laura, su hija, la heredó; hace unos meses ella decidió cumplir el deseo de su
padre y pensó en la Fundación para las Letras Mexicanas El convenio de donación
del inmueble se concretó ayer con la premisa de que sea destinado a un programa
de apoyo a la literatura.
La casa de 280 metros cuadrados ofrecerá un programa
literario en dos líneas básicas: en la planta alta, donde fueron las
habitaciones de la familia García Barcha, se dedicarán al programa de
residencias de escritores, y podría albergar a cuatro escritores en el mismo
período que contarían con un apoyo de la Fundación; y en la planta baja habrá
un programa de actividades literarias y aunque podrá atender a unos 20
asistentes, la idea es transmitir vía streamíng las actividades, de manera
gratuita, en todo el mundo.
"No están las condiciones ni para que sea una
casa-museo ni un centro de estudios literarios, el enfoque es la creación
literaria a través del programa de residencias, y la divulgación y discusión
literarias a través del programa de actividades*, aseguró a EL UNIVERSAL el
escritor y crítico literario Geney Mitran Félix, quien será el coordinador
operativo de la casa Estudio Gabriel García Márquez.
Luego de la firma del convenio de donación entre Laura
Coudurier y el presidente de la FLM, Miguel Limón Rojas, que fue atestiguado
por tres integrantes del Patronato: Alberto Baillêres, Fernando Senderos y
Alfonso Romo, así como varios representantes del gremio literario, entre ellos
Gonzalo Celorio, Juan Villoro —quien va a ser el consejero titular del programa
de la Casa-Estudio—. Vicente Quirarte, José Sarukhán y Natalia Toledo, Geney
Beltrán dijo que aunque Laura Coudurier conservaría el usufructo de la casa
hasta su fallecimiento, a partir de ayer el inmueble ya forma parte del
patrimonio de la Fundación-.
La Casa-Estudio no estaría delimitada ni a un género
literario ni a una geografía particular; aún falta
delinear los detalles, pero queremos que sea un centro donde escritores de
otras latitudes que vengan a radicar un tiempo en México encuentren un espacio
de creación... sería como un nuevo piso para los programas de formación
literaria de la Fundación, tanto para escritores jóvenes como de trayectoria”,
explicó Beltrán Félix.
Aunque no precisó el presupuesto, Beltrán Félix indicó
que el patronato de la Fundación para las Letras Mexicanas estimó importante
destinar nuevos recursos para su operación y los recursos para su trabajo ya
están garantizados. También aseguró que aunque la Casa-Estudio está en buenas
condiciones, está en un proceso de habilitación.
A poco más de 50 años de publicada Cien años de
soledad y a casi 40 de que en 1982 Gabo recibió el Premio Nobel de Literatura,
abrirán esta Casa-Estudio que podría ser el homenaje más mexicano a García
Márquez. Para Beltrán Félix es la confirmación de los vínculos que unen a
García Márquez con México desde que llegó en el 61 y que decidió quedarse a
vivir en este país. Por eso la noticia ha sido muy bien recibida por la viuda
del escritor, Mercedes Barcha, y por sus hijos, Gonzalo y Rodrigo.
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