ALNAVIO
Madrid - España
11 de Febrero de 2020
Descubrimos la entrevista que a Gabriel
García Márquez le hizo un Presidente de Venezuela
Por Juan Carlos Zapata
El presidente Rafael Caldera entrevistó a Gabriel García
Márquez en Caracas. Toda una curiosidad oculta por casi medio siglo. Fue
publicada a mediados de 1972 en el diario ‘El Nacional’ de Caracas, y ahora la
rescatamos y reproducimos en la nueva edición, ampliada y corregida, del libro
‘Gabo nació en Caracas no en Aracataca’. La entrevista con Caldera es
significativa en el cronograma de las relaciones de Gabo con el poder. Gabo
había ganado la segunda edición del Premio Rómulo Gallegos. El encuentro se
produjo en el Palacio de Miraflores. Días antes había declarado: «Creo que en
Venezuela es muy difícil una revolución porque es en este país donde el
imperialismo tiene más que perder, por ser una nación que vive del petróleo».
En la segunda edición del Premio Rómulo Gallegos las cuentas
estaban claras. Se había superado el número de participantes de la primera vez
con 165 novelas. Rafael Pineda, coordinador del Premio, enumeró que Argentina,
con 37, España con 34 y Venezuela con 19, ocuparon los primeros lugares en la
competencia. Cuba envió apenas una novela. La prensa no recogió el número de
concursantes en representación de Colombia. Ni tampoco se destacó la presencia
del embajador en los actos. Con Gabo bastaba. Había ganado en buena lid con
Cien años de Soledad. Antes, 1967, lo había hecho Mario Vargas Llosa con La
casa verde. Los finalistas en esta ocasión, 1972, fueron Miguel Otero Silva y
Guillermo Cabrera Infante. Cuando Alfredo Tarre Murzi le hizo entrega del
cheque de 100 mil bolívares, lo tomó con ambas manos como si quisiera estirarlo
y luego lo besó, gesto que levantó una salva de aplausos y risas. Mientras se
desarrollaba el evento, no dejó de moverse en la silla, de acodarse en la mesa,
de llevarse una mano a los ojos, otra al mostacho, se lo mesaba, luego la mano
bajaba a la mesa para volver a subir a la quijada, en esa pose del sujeto
pensativo. Por último, leyó la página que llevaba escrita, siendo ovacionado de
pie. Una foto recoge el abrazo con Tarre Murzi. La hoja del discurso destaca en
la espalda ancha del funcionario. Al día siguiente, el periodista Emilio
Santana le preguntaba a José Vicente Rangel –primer candidato presidencial del
Movimiento Al Socialismo, MAS, fundado por Teodoro Petkoff– sobre la donación
de los 100 mil bolívares -25.000 dólares- para el partido, y su respuesta
superó toda expectativa:
Gabo le había adelantado a El Nacional –5 de agosto– que
almorzaría con el presidente Rafael Caldera, «quien tuvo la cortesía de
invitarme a pesar de conocer mis ideas políticas». Su posición política era
transparente con la entrega del dinero al MAS. «Es un acto político», señaló.
En un país donde la lucha armada estaba derrotada, era consecuente con el
momento donar el dinero con el objeto de adquirir una imprenta y no armas para
hacer la revolución. «Creo que en Venezuela es muy difícil una revolución
porque es en este país donde el imperialismo tiene más que perder, por ser una
nación que vive del petróleo». En estas aguas nadaba con cierta comodidad, o
sutileza. Se identificaba con el proceso político que vivía el país. Un año
antes en entrevista con el periodista Arístides Bastidas, también para El
Nacional, había puntualizado la importancia del hecho electoral, de solucionar
los problemas vía elecciones, la toma de conciencia de elegir presidentes en
vez de estar sometidos a los designios de los caudillos, tal como ocurrió una
vez conquistada la independencia. Encontró una imagen feliz para explicar el
giro histórico que en cierto modo determinaba el presente:
–Venezuela tuvo su Guerra de Federación –se refiere a la
Guerra Federal, larga y genocida de la segunda mitad del siglo XIX que enfrentó
y acabó caudillos–. Yo diría que ustedes ganaron las 32 revoluciones que en
Colombia perdió Aureliano Buendía.
La frase en cursivas mereció el llamado en primera página
del diario El Nacional del lunes 12 de abril de 1971.
En un país donde la lucha armada estaba derrotada, era
consecuente con el momento donar el dinero con el objeto de adquirir una
imprenta y no armas para hacer la revolución
Rafael Caldera no le era desconocido. A la caída de Marcos
Pérez Jiménez si no lo conoció en la intimidad, debió abordarlo y tenerlo cerca
cuando ejercía de reportero en esos días de turbulencia decisiva. Además, en el
reportaje La generación de los perseguidos, Caldera es uno de los cuatro
protagonistas. En las elecciones de 1958, las primeras de la democracia, las
ganadas por Rómulo Betancourt, Caldera también era candidato y Gabo secretario
de Redacción de Venezuela Gráfica. De modo que le correspondió estar al frente
de una edición histórica, y en sentido alguno habría que descartar que durante
ese proceso electoral no se hayan producido contactos de diversa naturaleza en
los mítines, en las conferencias de prensa, en los encuentros informales que
suelen darse entre fuente y periodista.
En el reportaje La generación de los perseguidos, define a
Caldera como el «benjamín» de los cuatro dirigentes que han hecho posible el
retorno de la democracia. Hizo un inventario de la carrera política de
Betancourt, Gustavo Machado, Jóvito Villalba y, por supuesto, de Caldera. El
texto han debido leerlo ellos. Y habrían preguntado, ¿quién es ese García
Márquez? De Betancourt, se recuerda que exiliado en Barranquilla, «los domingos
organizaba manifestaciones contra Juan Vicente Gómez. Su clientela más
entusiasta eran los choferes de taxis, ociosos, del Paseo Bolívar». En
Barranquilla, Betancourt va a producir algunos de los documentos fundacionales
del partido Acción Democrática. Gabo termina el reportaje señalando que el 23
de enero de 1958 los cuatro declararon la tregua partidista, sellada con «el abrazo
de mutua felicitación», el cual era a su vez, «el abrazo del pueblo venezolano…
Ahora están reincorporados de nuevo a su patria, a sus partidos, a sus hogares,
unidos en el mismo ideal. De esa unidad depende la consolidación de la
democracia en Venezuela. Esta vez, después de tantas azarosas experiencias, el
retorno de los cuatro líderes puede ser definitivo». Y fue definitivo.
El proceso político iniciado en 1958 estuvo vigente hasta
1998 con la llegada de Hugo Chávez al poder. Los cuatro murieron en su tierra.
Caldera, que era el benjamín, murió el 24 de diciembre de 2009; había nacido en
1916. Gobernó en dos oportunidades. Antes de ganar la presidencia en 1968,
había sido candidato por el partido Copei en 1947 contra Rómulo Gallegos; en
1959 contra Betancourt, en 1962 contra Raúl Leoni y en 1968 contra Gonzalo
Barrios, a quien finalmente derrotó por apenas 30 mil votos. Repitió en 1998,
aprovechando la ola populista abierta por el intento de golpe de Hugo Chávez –4
de febrero de 1992– contra Carlos Andrés Pérez, y sin escatimar cálculos a la
hora de sacrificar a su propio partido y al sistema que ayudó a fundar. Es en
esta ocasión en la que Petkoff y el MAS, apoyando a Caldera, alcanzaron el
poder.
La entrevista con Caldera es significativa en el cronograma
de las relaciones de Gabo con el poder. Siguiendo la biografía escrita por
Gerard Martin se puede afirmar que su primer encuentro con un presidente se
remonta a los tiempos de bachillerato en Zipaquirá cuando junto a dos
condiscípulos y el rector del colegio, asistió, con el fin de «solicitar
recursos», a una audiencia concedida por el presidente Alberto Lleras Camargo,
quien después estuvo en el acto de graduación del que Gabo era el encargado de
pronunciar las palabras. «De lo que no cabe duda es que dieciocho años –señala
Martin– fue una edad prematura para mantener audiencia con un presidente y
acceder por primera vez a la sede del gobierno». La segunda vez puede ubicarse
en enero de 1958, en Caracas. La caída de la dictadura. Los cuatro líderes. Los
jefes militares. El Palacio de Miraflores. Wolfgang Larrazábal como jefe de la
asonada. La inspiración por el poder. La tercera vez, Rómulo Betancourt,
victorioso en las elecciones de 1959, cuya imagen ilustró la portada de la
Venezuela Gráfica de la que Gabo era jefe. La quinta vez, el encuentro fugaz
con el líder de la revolución cubana, Fidel Castro en el aeropuerto de Camagüey
en diciembre de 1960. Como Gabo trabajaba en Prensa Latina, había viajado a
Cuba (su destino final era La Habana), pero el mal tiempo lo retuvo en Camagüey
cuando de pronto apareció Castro, causando un revuelo instantáneo. Narra
Martin: «García Márquez se acercó a Celia Sánchez y le explicó quién era y lo
que estaba haciendo en Cuba. Castro volvió, saludó a García Márquez y después
siguió departiendo» y metido en lo suyo. La sexta vez, sería con Caldera. La
séptima vez, Carlos Andrés Pérez. Cierto que Pérez no era aún presidente aunque
estaba a punto de serlo. Y el encuentro ocurrió en la semana en la que recogió
el Premio en Caracas. La octava vez, el primer ministro de Portugal, Vasco
Goncalvez en junio de 1975, con El otoño del Patriarca en vitrina. La novena
vez con Omar Torrijos, también en 1975, a quien entrevistó en Panamá, y quien,
según Martin, le comentó que este «es tu mejor libro. Somos así como tú dices».
La décima vez, Castro de verdad. Luego de varias diligencias se concretó el
encuentro en marzo de 1976. Ya se sabe lo que ocurrió después: nació una
relación que solo la muerte pudo separar. Es también, por esa época, que,
siguiendo la pista de Martin, Gabo conoce a Felipe González y a otros líderes
de la Internacional Socialista. En 1977 se firman los tratados del Canal entre
Panamá y Estados Unidos, en cuyo logro, Carlos Andrés Pérez era pieza
fundamental. En el acto de los acuerdos, Gabo acompañaba a la delegación
panameña. Luego, en 1978, gana Luis Herrera Campins las elecciones en
Venezuela, a quien Gabo ya conocía desde 1957. En Colombia, Alfonso López
Michelsen le ponía punto final al período presidencial, 1974-1978. Y en 1993,
Ramón J. Velásquez –quien leyó los originales de El Coronel no tiene quien le
escriba– asume la Presidencia para terminar el período del defenestrado Carlos
Andrés Pérez.
La entrevista con Caldera habría de ser reproducida en la
columna MiniForo, del periodista Emilio Santana en El Nacional. Por lo que
revela Santana se concluye que la iniciativa partió del jefe del Inciba (Instituto
Nacional de Cultura y Bellas Artes), Alfredo Tarre Murzi, a quien el reportero
identifica como Sanín, que era el seudónimo que usaba en sus artículos. Era un
polemista de primera línea. A Carlos Andrés Pérez no le daría tregua en el
período siguiente. Además de los artículos de prensa, escribió varios libros
contra Pérez, entre otros, Venezuela saudita y Gracias a ti. Es autor también
de una biografía sobre Rómulo Betancourt. Hay que imaginarse que Caldera habría
comprado de inmediato la idea de Sanín. Visto como un hombre de derecha,
reunirse con Gabo lo mostraría amplio y tolerante. De hecho, venía de ponerle
punto final al proceso de pacificación -el fin de la guerrilla- del que surgió
el MAS. Y también de arremeter contra la dirigencia del partido en respuesta al
que quizá fue el primer afiche, marzo de 1971, que distribuyó el MAS en todo el
país, cuya imagen mostraba a Caldera con la bandera de los Estados Unidos
detrás y un globo que encerraba el blablablaba de los habladores. «No le
creas», rezaba la propaganda. El Gobierno consideró ofensivo el cartel, más por
la conexión que se intentaba establecer entre el presidente y los intereses de
los Estados Unidos.
En la conversación ambos personajes despliegan humor, amplio
y preciso. Es Caldera quien introduce a Pedro Tinoco, su ministro de Hacienda,
banquero, hijo de quien fuera uno de los ministros más poderosos de Juan
Vicente Gómez. Tinoco estaba a punto de romper con Caldera. Este nunca le
perdonaría su acercamiento progresivo a Carlos Andrés Pérez que entonces era el
jefe de la Fracción Parlamentaria de Acción Democrática, el principal partido
de oposición. Tinoco era líder de un movimiento, el Desarrollista, que
pregonaba el estado eficaz; el antecedente más lejano del neoliberalismo en
Venezuela. Era el abogado de las petroleras y de la familia Rockefeller, lo que
no le impedirá ser uno de los artífices de la nacionalización del petróleo en
1975. Era también asesor, socio, y mentor del Grupo Cisneros y Gustavo
Cisneros. Resultaría ser el banquero de mayor poder e influencia en más de
medio siglo, hasta que Caldera, en su segunda presidencia, en 1994, haga lo
posible por borrar del mapa su legado y el de Pérez, sentenciando el derrumbe
definitivo del Banco Latino. Curiosamente, su esposa, Carmen Montilla, artista
plástico, se acerca a Cuba y a Fidel Castro –con quien mantiene un romance–,
instalándose por temporadas con casa y taller en La Habana.
En la entrevista hace referencia a La casa verde de Vargas
Llosa porque su partido, Copei, se identifica con el color verde mientras los
adecos con el blanco y el MAS con el naranja. Gabo no se queda atrás al
conectar con el distribuidor «Ciempiés», un tramo de autopista inaugurado por
Caldera, y las «cien mil casas», el número que el gobierno se había comprometido
a construir cada año.
La evocación de Carlos Gardel no es gratuita, en tanto que
en Caldera destacaba el estilo estricto en el vestir y el peinado con gomina. A
lo mejor también pensó, y no lo dijo, en el presidente Mariano Ospina Pérez, de
quien escribió, a partir de una fotografía, en su columna diaria, La Jirafa,
1950, que era un hombre bien vestido, bien peinado, bien afeitado; en fin, un
mandatario con tiempo para acudir todos los días al barbero. Por supuesto, el
tema electoral no podía faltar. El Lorenzo que mencionan los dos es Lorenzo
Fernández, ministro de Interior del gobierno de Caldera, y ya para entonces,
candidato presidencial. Lorenzo perdería ante Pérez las elecciones de 1973, y
de esa derrota no se recuperaría jamás: una depresión lo llevó a la tumba. Sin
más preámbulo, leamos a Santana. Leamos a Caldera y a Gabo. Un documento que
los biógrafos de Gabo no han tomado en cuenta.
«El autor de Cien años de soledad estuvo en Miraflores. Fue
un encuentro interesante entre el novelista que acababa de donar el monto del
premio Rómulo Gallegos al MAS y el Presidente de los venezolanos. Los dos
hablaron en forma amplia y cordial. Fue un éxito de la coexistencia pacífica y
según apuntan los especialistas en la paz y la guerra, se ha anotado nuevos
puntos la política de la pacificación. Antes de compartir su mesa con el
escritor galardonado y otros distinguidos intelectuales, el Presidente lo
invitó a un salón donde conversaron solo en presencia de Sanín, Tarre Murzi. Se
trataba de una conversación intima. Sanín me entregó un resumen del diálogo con
la condición que no lo publicara.
PRESIDENTE: Bueno, García Márquez, me parece que tu
presencia en Miraflores demuestra que yo soy un gobernante amplio.
GARCÍA MÁRQUEZ: Por cierto que también demuestra que yo soy
un escritor amplio.
PRESIDENTE: Definitivamente, no estamos en la misma tienda.
Pero siempre he aceptado de buen agrado ese refrán que expresa que «Lo cortés
no quita lo valiente».
GARCÍA MÁRQUEZ: Por eso precisamente preferí hacer mi donativo
al MAS antes de esta entrevista. Actuar de otra manera hubiera sido inelegante.
PRESIDENTE: Después de todo esa plata era tuya y tenías
derecho a invertirla en cualquier cosa.
GARCÍA MÁRQUEZ: Muchas gracias, Presidente. Mucha gente me
dijo que usted podría sentirse desairado.
PRESIDENTE: Lo he tomado en una forma deportiva. El que se
ha disgustado un poco es Pedro Tinoco.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿El desarrollista?
PRESIDENTE: Sí, no le gustó que le dieras esa plata a los
del MAS.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Y eso por qué?
PRESIDENTE: Tinoco considera que has debido entregársela a
los desarrollistas. Parece ser que ese movimiento está más necesitado.
GARCÍA MÁRQUEZ: Lo tomaré en cuenta para el próximo premio.
PRESIDENTE: Perdona que insista en el tema, pero, ¿te has
puesto a pensar lo que significan cien mil bolívares en pesos colombianos?
GARCÍA MÁRQUEZ: En ningún momento saqué cuentas en pesos. Si
lo hago, seguro que desisto de la idea de la donación.
PRESIDENTE: ¿Y de dónde salieron todos esos comentarios en
el sentido de que ibas a comprar un barco?
GARCÍA MÁRQUEZ: Se presentó la confusión porque yo dije que
pensaba «embarcar» a unos cuantos con el premio.
PRESIDENTE: Entonces, desde un primer momento habías
decidido entregárselo al MAS.
GARCÍA MÁRQUEZ: Por supuesto. Es mi partido.
PRESIDENTE: ¿Se te olvidó el peine?
GARCÍA MÁRQUEZ: Ahora no se usa el peine tanto como antes.
Yo estoy a la moda con mi pelo alborotado. En cambio, usted con ese pelo súper
peinado me recuerda a Rodolfo Valentino o a Carlos Gardel.
PRESIDENTE: ¿Por qué no llevas corbata?
GARCÍA MÁRQUEZ: Porque la corbata no hace al monje.
PRESIDENTE: ¿Es cierto que pensabas inscribirte en el MAS?
GARCÍA MÁRQUEZ: Traté de hacerlo. Pero no me lo permiten
porque soy un indocumentado.
PRESIDENTE: ¿Qué opinó Vargas Llosa sobre el destino de los
cien mil bolívares?
GARCIA MÁRQUEZ: Primero se sintió preocupado. Pensó que la
gente iba a comparar la actitud de él con la mía. Ahora está más tranquilo.
PRESIDENTE: Después de todo, cuando Vargas Llosa se ganó el
Premio, todavía no habían fundado al MAS.
GARCIA MÁRQUEZ: En todo caso poco importa el destino que el
ganador le dé a su plata. Cada quien hace de su camisa un saco.
PRESIDENTE: A mí me gustaría mucho que el próximo Concurso
lo ganara un venezolano, preferiblemente un copeyano.
GARCÍA MÁRQUEZ: Quién sabe, a lo mejor lo gana un adeco.
PRESIDENTE: A los adecos les resulta un poco difícil ganar
concursos de novela. Se especializan en el cuento.
GARCÍA MÁRQUEZ: Hasta ahora no he conocido a ningún escritor
que viva de los cuentos. Los únicos que viven del cuento son los políticos. Y
ahí no veo muchas diferencias de colores.
PRESIDENTE: ¿Te gustaría ser presidente de la República?
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿De cuál República?
PRESIDENTE: De Colombia.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Y a usted le gustaría ser ganador del
premio Rómulo Gallegos?
PRESIDENTE: No es mala idea. Sin embargo, Vargas Llosa se
ganó el premio con La casa verde.
GARCÍA MÁRQUEZ: Usted puede aprovechar el boom de los
«Cien». A lo mejor le sale un buen libro titulado «Cien pies Años de Soledad» o
«Las Cien Mil Casas Verdes por Año».
PRESIDENTE: Según las normas creo que tú formarías parte del
jurado en el próximo Concurso. ¿Votarías por mí?
GARCÍA MÁRQUEZ: Puede contar con mi voto. Y ahora dígame
algo Presidente, ¿qué destino le daría a los cien mil bolívares en caso de que
gane el Premio?
PRESIDENTE: Creo que también lo donaré.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿No me diga? ¿Lo donaría al MAS?
PRESIDENTE: Pienso que es «más mejor» donarlo a la campaña
de Lorenzo.
GARCÍA MÁRQUEZ: Pero en esa época Lorenzo ya será
presidente, si es que gana Copei, como ustedes dicen.
PRESIDENTE: No se me había ocurrido. Entonces, ¿si Lorenzo
será el Presidente quién seré yo?
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Usted? Imagino que será el expresidente.
PRESIDENTE: Yo como que no compito en ese concurso. Las
malas lenguas dicen que solo son premiados los extremistas.
GARCÍA MÁRQUEZ: De todas maneras le queda la posibilidad de
participar en un Concurso Nacional de Nutrición.
PRESIDENTE: No te voy a negar que he engordado unos pocos
kilos desde que estoy en el poder, pero francamente no tengo ninguna
posibilidad de ganarle ese concurso a Lossada Rondón. (Este era el periodista
de El Nacional que cubría la fuente de Palacio, y era gordo, enorme).
GARCÍA MÁRQUEZ: Y ya que hablamos de comida, ¿cómo está el
menú para hoy?
PRESIDENTE: Todavía no sé muy bien lo que vamos a comer.
Parece que no podremos comer carne porque subieron los precios.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Subieron?
PRESIDENTE: Mejor cambiemos de tema.
GARCÍA MÁRQUEZ: Y yo que tenía la esperanza de comerme un
bistecito…
PRESIDENTE: Si los precios de la carne han bajado para
cuando visites de nuevo a Venezuela, a lo mejor te hago servir un churrasco. ¿Y
por qué has puesto esa cara de tristeza?
GARCÍA MÁRQUEZ: Es que tengo ganas de llorar.
PRESIDENTE: ¿Y por qué no lo haces?
GARCÍA MÁRQUEZ: Es que «cuando quiero llorar no lloro»
PRESIDENTE: ¿Qué quieres decir con eso?
GARCÍA MÁRQUEZ: Que Miguel Otero me invitó hoy a comer un
lomito en su casa y yo no acepté porque me dijeron que la comida en Miraflores
era mejor. Mi única satisfacción es que tanto Miguel como María Teresa (su
esposa) me acompañarán ahora en esta «huelga de hambre».
PRESIDENTE: Vamos, Gabriel, no se ponga triste, en estas comiditas
nosotros siempre tenemos nuestros platicos especiales para la gente del
partido.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¡Viva Lorenzo!
PRESIDENTE: ¿Lorenzo Fernández?
GARCÍA MÁRQUEZ: No, Lorenzo Parachoques…».
El día que salió publicada la transcripción de la entrevista
ya estaba en Barranquilla y allí ofreció unas declaraciones en las que definía
a Caldera como un «hombre impecable», según reseñó la agencia española EFE. En
Caracas, la ciudad que lo vio madurar como reportero, los periodistas le
volvieron a preguntar sobre el dinero donado al MAS. Dijo que «todo lo que hice
fue devolver ese dinero a sus dueños legítimos, los venezolanos, a través de
una gente que merece toda la confianza como es la del MAS». Menos mal, porque
el comentario que la Cadena Capriles –en la que había trabajado en 1958– sumó a
la reproducción en el diario El Mundo de uno de sus reportajes de 1958, Nivel
de vida: Cero, lo señalaba de haberle entregado el dinero a «la extrema
izquierda venezolana».
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A24.com
Buenos Aires –
Argentina
12 de febrero de 2020
Entrevista
Jaime Abello Banfi, director de la
Fundación Gabo, a 25 años de su creación: "El poder de turno preferiría
que no exista más el periodismo"
Jaime Abello Banfi tiene la misión de guardar y promover el
legado que le encargó personalmente Gabriel García Márquez. La Fundación Gabo,
conocida como FNPI, Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, fue
creada por Gabo en 1995. En su sede central, en Cartagena de Indias, Colombia,
fue recibido un periodista de A24.com para una entrevista con su director, en
donde se recorre la obra del genial Premio Nobel; sus deseos, mirada y un
análisis del periodismo actual y de lo que pasa en Argentina.
¿Cuál fue el verdadero
motivo que llevó a García Márquez a irse de Colombia?
"Siempre se hace la pregunta sobre si Gabo decidió
alejarse de Colombia o se exilió. Yo creo que hay que contextualizar el momento
en que se va. Estamos hablando de los años 60 en que García Márquez, después de
regresar de Europa y trabajar un tiempo en Venezuela y casarse, está siendo
influido por el huracán que sopló en el continente en ese momento con la
Revolución Cubana, un hecho que tomó una fuerza extraordinaria desde el 1 de
enero del 1959".
"A raíz de esto, Gabo y algunos amigos periodistas se
van a Cuba. Allí, como tantas personas, Gabo se hace parte de la Revolución
(como un factor de esperanza). Y cuando Lino (Plinio, N del E.) Mendoza junto con el periodista argentino Jorge
Ricardo Masetti, le pide que abra la oficina de la nueva agencia Prensa Latina
en Colombia, piensa inmediatamente en Gabo y le pide que vaya de Caracas a
Bogotá".
"Ahí se transforma corresponsal en una época en que el
enfrentamiento con los EEUU de la comunidad cubana se agudiza. García Márquez –que
ya era un periodista excelente–, estaban metidos en Prensa Latina como García
Luppo, Masetti (que ya sabemos todos que después de su salida de Prensa Latina
decidió irse a la guerrilla y forma la primera guerrilla argentina allá en el
norte, en Tucumán)".
"Entonces Gabo se va de corresponsal a Nueva York, allí
dura poco y termina abruptamente. Primero que estaba siendo utilizado por todos
los anticastristas y segundo porque el contexto interno se complica, porque
sacan a Masetti, entra en una ola política mucho más radical, y ese grupo de
periodistas internacionalistas terminan retirándose. Ahí Gabo tiene que decidir
qué hacer".
"Está en Nueva York con su esposa Mercedes, su hijo
Rodrigo de pocos meses de edad que había nacido en Bogotá; entonces la pregunta
es volver a Colombia, con el estigma de haber trabajado en Prensa Latina.
Colombia estaba ya rompiendo relaciones con Cuba. Gabo tenía un excelente
amigo, el escritor Alvaro Montes (Mutis, N
del E) en México que le dice “aquí vas a poder realizar tu sueño de trabajar en
el cine” Gabo quería ser guionista, director, y entonces se va para México a
trabajar en el cine. Desde Nueva York, cruzando toda la frontera, llega a
Ciudad de México y allí es acogido magníficamente por los escritores y todo el
mundo intelectual".
"Le empiezan a salir proyectos, escribe guiones: hizo
por ejemplo la adaptación del cuento de Juan Ruffo “El Gallo de Oro”, un guion
original de “En este pueblo no hay ladrones”, llevado al cine por Alberto Sac.
(Isaac, N del E). Ser guionista en un
trabajo que solo en Hollywood sirve para que uno viva todo el año, entonces él
al mismo tiempo hacia otras cosas como por ejemplo, trabajó en publicidad, pero
todo esto se ve modificado por el hecho que decide volver sobre un viejo proyecto
que antiguamente se llamaba “La Casa”: proyecto de novela, y resulta que la
cosa empieza a fluir a borbotones con las ventas y por eso Gabo decide cortar
con todos los compromisos y concentrarse con la novela que estaba
escribiendo".
¿Cómo surge Cien Años
de Soledad, la novela lo que llevó al Premio Nobel?
"La novela que se llamó “Cien años de soledad” corresponde a una búsqueda que él tenía de un
mundo literario, (de una voz), que se empieza a visualizar en su primera novela
“La hojarasca” y luego en los cuentos
de “Los funerales de la mama grande”,
“La mala hora” y es todo el mundo de
Macondo. Gabo está en México de los 60, es un hombre maduro, desarrollado
periodística y literariamente, tiene esa gran eclosión, da a luz ese parto que
es la novela Cien años de soledad que
se publica en Buenos Aires. Con toda esa historia con la editorial Sudamericana
que dio para varios comentarios…".
Parte del archivo de la Fundación Gabo
Que lo fue enviando
por partes…
"Claro, bueno Cien
años de soledad incluso la anterior la novela La hojarasca fue rechazada por el cuñado de Borges que era el
director de la editorial Losada. Entonces Gabo encontró en México desde ese
momento, ya con su hijo Gonzalo nacido en México se estableció allí. Después
volvió a Colombia, empezó a viajar, pero en México hizo su residencia. Estuvo
un tiempo en Barcelona, España volvió a Colombia, se volvió a ir a México y al
final de la vida tenia casa principal en ciudad de México; la segunda casa era
Colombia entre Bogotá y Cartagena, dos departamentos unidos en Bogotá y una
casa grande aquí en Cartagena. Pero él solía viajar, tenía una casa en La
Habana, otra en Barcelona y también en Los Angeles, California".
¿Y el exilio?
"Yo te diría que el único momento en que Gabo se va a
una situación de exilio fue en el año 81 con el gobierno de Julio Cesar Turbay,
que luego se transformó en un personaje del libro de no ficción de Gabo
Noticias de un secuestro porque su hija Diana Turbay fue secuestrada y fue uno
de los personajes principales. Entonces Gabo se ve forzado a salir del país con
protección de la embajada de México, porque en ese momento había un estatuto de
seguridad en Colombia con un gobierno complicado, de corte represivo".
"Y por eso se exilia, pero duró un año y pico porque
después vino el gobierno de Belisario Betancur y el regresa en el 83. Y salvo
el 82, creo que desde el ’66 en adelante no hubo ningún año en que Gabo no
volviera a Colombia. Además Gabo nunca cambió su ciudadanía, jamás adquirió
ciudadanía mexicana, tanto Mercedes como él han sido ciudadanos colombianos y
siempre tuvieron apartamento en Cartagena. Luego tuvieron la casa de Bogotá y
se mantuvieron en contacto con toda la gente, además Gabo era un hombre extremadamente
amado. Y así como tenía algunos detractores también mucha gente lo admiró desde
muy joven; porque era un hombre muy notable como periodista y escritor".
Pese a su amistad con
Fidel Castro, ¿Hubo en algún momento una mirada crítica de Gabo a la Revolución
Cubana?
"A ver, contextualicemos su relación con la revolución
cubana. Gabo entra a La Habana en enero del 59 como periodista, cubre los
juicios políticos que condujeron a algunos fusilamientos y establece más
adelante esa relación hasta el año 61. Pero Gabo deja de ir a Cuba desde el 61
hasta bien entrados los años 70. En los años 60, cuando todos los escritores
latinoamericanos iban a La Casa de las Américas, y La Habana era el centro
político y cultural del continente, García Márquez nunca iba a La Habana".
"Estaba un poco distanciado, pero todo esto cambia en
el año 71 con el famoso caso Padilla, que es la decisión de una serie de
intelectuales y de escritores, de pedirle a Fidel Castro libertad de expresión
para los escritores cubanos a partir de ese caso. Y Gabo es uno de los que, a
pesar de una primera versión que se pensaba que lo había firmado Gabo pero
nunca lo firmó, yo diría que a partir de ahí hubo un acercamiento de Cuba hacia
Gabo, en donde el acepta una invitación y llega a conocer y a establecer una
relación con Fidel, eran los años 70".
"Luego todo eso se fortalece alrededor del cine, del
Festival de La Habana, de la propuesta de crear la Escuela de Cine; y aparte la
decisión de Gabo de contra viento y marea, expresar su solidaridad con una
revolución cuestionada. Naturalmente, un hombre con el espíritu crítico, como
era Gabo no huye a estos momentos, aunque sean algunas cosas privadas, pero yo
diría no tengo que entrar en ningún detalle, porque uno se da cuenta que un
hombre de esa lucidez distinguía perfectamente qué funcionaba y qué no
funcionaba".
"El lo que hizo es que aprovechó la relación con Fidel,
de todas maneras una relación complicada, pero no solo por su interés en la
figura política de Fidel, en el hecho que Fidel es el gran resistente contra
los EE.UU. en América Latina, sino que logró establecer una relación tal que
permitía que él intercediera o por presos o por personas que querían salir de
Cuba en esos momentos. O por personas que eran disidentes. Por eso durante
muchos años ayudó a toda la gente que pudo. Gabo era un hombre profundamente
independiente internamente, y yo creo que no era incondicional de nada".
"Pero era al mismo tiempo una persona que seguía su
instinto y como es la amistad, y él sintió y vivió una relación de amistad con
Fidel Castro y fue leal hasta el final. Pero también fue amigo de Bill Clinton
y fue amigo de César Gaviria Trujillo y de Felipe González, porque Gabriel
García Márquez era una persona que suscita el interés. Los políticos buscaban a
Gabo, porque construye mundos a partir de la literatura, un hombre de una
curiosidad insaciable. Yo creo que tenía mucha curiosidad por la política y
además nunca recibió prebendas, ni fue embajador, ni acepto candidaturas: sí
usó –no solo– en el caso de Cuba y en otros casos, la cercanía al poder para
ayudar a las personas".
"En Colombia es bien conocido el esfuerzo de Gabriel
García Márquez por ayudar al acercamiento de las conversaciones y negociaciones
en distintos procesos de paz; una paz con los ojos abiertos. Nosotros acabamos
de publicar un libro, que se llama La paz
con los ojos abiertos que habla justamente del compromiso de la Fundación
Gabo, que es el nombre actual, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
que es como nos conocemos en la Argentina, con los temas de periodismo y paz;
pero haciendo una historia de la propia relación de García Márquez con las
frases de él".
"En el año 83 Gabo el dibuja con una brocha, con sus
manos, en la plaza Bolívar de Bogotá –en ocasión de las expectativas que había
suscitado el proceso de paz en el gobierno de Betancur–, una pintada en el
suelo que decía “viva la paz con los ojos abiertos”. Gabo era un hombre de paz,
independiente, humanista. Así como tenía un criterio propio, también era un
amante de la libertad, de la libertad de expresión, un hombre profundamente
demócrata, independientemente de esas contradicciones políticas aparentes, como
la relación que tenía con Fidel".
¿Qué aspecto te
impresionó más de Gabo: su inteligencia, su creatividad, su oficio, su
estrategia, su intuición?
"Todo eso tenía: inteligencia, estrategia, intuición,
capacidad de visualizar, un hombre de una lucidez e imaginación que lo hacían
un clarividente. Él sabía cómo llegaba el agua al molino y cómo iba a ocurrir,
hacia dónde iban las cosas. Lo otro que tenía era que era un hombre
absolutamente disciplinado no solo en hábitos de trabajo sino en su decisión en
periodismo, en literatura de investigar, se documentaba muy bien, averiguaba
todo, sabía todo porque todo lo verificaba".
¿Era obsesivo?
"No, obsesivo no era. Al mismo tiempo era un hombre con
un sentido del humor, todo el mundo sabe era simpático. Pero digamos,
simplemente cuidadoso. No es tan aparente pero es así. De hecho la propia
historia de nuestra Fundación, nunca se me olvida el hecho que le dedicamos un
año completo de las reuniones de trabajo, de la planeación y diseño de lo que
iba a pasar un año después. Y García Márquez pagó de su bolsillo un estudio de
factibilidad. E hicimos talleres con Tomas Eloy Martínez y otros amigos para
ver cómo se iba a regularizar todo eso. Es decir, no salimos de la noche a la
mañana con la idea que ha sido una de las fortalezas que hemos tenido, que en
el 2020 lleguemos a los 25 años de operaciones. Eso ha sido la claridad técnica
que Gabo nos ha dejado".
¿Cómo era trabajar con
Gabo?
"Gabo era un hombre creativo, siempre un apasionado del
periodismo que le encantaba hacer talleres de manera innovadora. Por ejemplo
eso se notaba en los talleres, en su interés de resaltar la necesidad de que
los periodistas fueran observadores conseguía con una llamada que la policía
mandara un experto en retrato hablado y luego hacia que los periodistas del
taller compararan un rostro con lo que hacía luego el experto en retrato
hablado, eran maneras muy ingeniosas y creativas de hacer talleres de
periodismo. Era un apasionado de la crónica y del reportaje".
"Y en el aspecto personal, un hombre amable, que sabía
vivir, gozar la vida, que al mismo tiempo compartimentada mucho sus cosas, era
muy cuidadoso y sabía que todo el tiempo había alguien espiándole y grabándolo,
o un periodista detrás tratando de sacarle algo. Y en lo institucional era muy
divertido porque él realmente era la visión clave de las cosas, pero al mismo
tiempo era pragmático. Él fue un hombre que planificó mucho, no se dejaba
confundir por grandes teoría".
"La anécdota muy simpática fue cuando con el presidente
de la junta directiva tuvimos un trabajo de consultoría por parte de la
Universidad Los Andes relacionado con la planeación estratégica de la
Fundación, Recuerdo que después de haber pasado algunos meses en reuniones,
consultas, encuestas, talleres, planeación con otros miembros y nos dicen esto
lo tiene que validar el propio Gabo, convocamos a una reunión de junta
directiva con esa finalidad, y los consultores le presentaron a GM las
recomendaciones y terminaron concluyendo, diciéndole: Gabo, tú tienes que
decidir cuál es el camino, si es por aquí o por allá".
"Entonces Gabo no contestaba, y estos seguían por aquí
y por allá de sacarle algo, hasta que Gabo se decide a hablar y le dice, tal
vez un poco ya saturado por toda la jerga, y por los gráficos: “miren, yo en
estas cosas soy muy práctico, yo creo que lo que se puede, se puede, y lo que
no se puede, no se puede”. Justamente su idea era propiamente contraria a la de
estrategia “¡hagamos lo que se puede y lo que no se puede no lo hagamos!”. Así
era Gabo, al mismo tiempo siempre con humor, siempre con socarronería".
¿Tenía preferencia por
vestirse de blanco?
"Bueno, se vestía de muchas maneras, de hecho quienes
quieren aprender cómo se vestía García Márquez, la Fundación Gabo los invita a
vestir a Gabo".
¿Cómo es eso?
"Tenemos un sitio web que se llama Centro Gabo y dentro
de eso hay un especial multimedia que se llama el legado de Gabo, que acabamos
de lanzar en el mes de diciembre, y que tiene distintos recursos y distintas
maneras de conocerlo, un programa interactivo para que le pongas a Gabo los
vestidos. Y no solo se puede vestir de blanco, se vestía de camisas de colores,
de sacos de cuadros, de saco y corbata, Gabo era un hombre de mundo
realmente".
¿Gabo tenía presente a
la Argentina?
"Sí, sabía perfectamente que el día que regresara a la
Argentina, el amor que sienten por el los argentinos, lo iba a asfixiar y ese
iba a ser el final de su vida y decidió no volver a Buenos Aires, que es una
ciudad que él siempre recordó porque le encantaba. Los argentinos que
estuvieron en sus talleres, en los que Gabo participó, los disfrutaba".
"Le gustaba sentarse con los argentinos, preguntarles y
oírles cuentos, tenía buenos amigos argentinos como Tomas Eloy Martínez,
Horacio Verbitsky, Rogelio García Luppo, y otros más. Estaba muy pendiente de
la Argentina. Pero nunca más volvió y Tomas Eloy dio la explicación que es que
no quería terminar con el embrujo de haber entrado a la fama en Buenos
Aires".
Con 25 años de la
Fundación que te toca dirigir, ¿Cuáles son los desafíos del periodismo, en el
marco de las redes sociales y de los nuevos periodistas?
"Yo creo que el desafío es volverse indispensable para
las audiencias; un periodismo que no es indispensable para el público no va a
sobrevivir, tal vez no merece sobrevivir. Porque la información hoy está en
todos lados, hay mucha información. Entonces ¿qué ofrece el periodismo?: tiene
que ofrecer un valor agregado, que es permitirte entender una realidad
compleja, permitirte entender una situación de crisis, permitir esclarecer los
casos complicados, permitir gozar o entender mejor la vida a través de las crónicas,
pero todo eso hay que hacerlo desde una posición de independencia con mucha
investigación, algo muy bien contado, en el medio que se use".
"Es un reto porque ya no hay espacio para la
mediocridad, el único periodismo que va a sobrevivir es el que ofrezca calidad,
el que valga la pena. Yo diría que ese es un reto existencial, tendremos que
adaptarnos, mantener el valor social del periodismo. Hay gente que preferiría
que no exista el periodismo. Muchos poderes sustituyen en el discurso público
al periodismo con estructuras potentes de comunicación estratégica, inclusive
con mucha narrativa periodística, adoptada por comunicadores, medios
aparentemente independientes que de alguna u otra manera están cooptados por
poderes".
"El otro papel del periodismo, es seguir siendo un
contrapoder. Luego le agregaría que lo bueno de una fundación como ésta es
poder adaptarnos a esa realidad, seguir contribuyendo y seguir siendo
relevantes. Y creo que eso lo hemos logrado, tenemos maestros magníficos, miles
de periodistas de todo el continente que participan que nos siguen. Y la
disposición como organización de adaptarnos a las nuevas realidades y de no
quedarnos en la lamentación de lo que ya se perdió. Todo es más difícil pero al
mismo tiempo, hay posibilidades como nunca y hay narrativas periodísticas
disponibles en mil maneras en todas partes, en las redes sociales, en las
plataformas digitales".
"Por eso sabemos que hay desafíos enormes en materia de
economía en los medios, de sostenibilidad de los proyectos periodísticos. Pero
tendremos que ir encontrando las soluciones como muchos la proponen. Yo pienso
ahora en los ganadores del Premio Gabo en distintas categorías por ejemplo: en
excelencia periodística, gente que ha construido proyectos disponibles del periodismo
que hoy no solo dependen de publicidad, sino de otras fuentes de ingreso como
en cuotas, en membresías, etc."
"También por suscripción o apoyo, hay nuevas alianzas
que se hacen del periodismo (lo que antes era un mero patrocinio), hoy es un
tipo de alianza. Siempre lo importante en todo esto es mantenerse independiente
y coherente y consistente para lo que una audiencia determinada espera y
mantener la función del periodismo que es trabajar por la sociedad y de manera
encubierta, para hacer proselitismo".
Entrevista a Jaime
Abello Banfi, director de la Fundación Gabo, a 25 años de su creación
¿Qué significan para
la región los reclamos sociales en Chile, Bolivia, Colombia e incluso en
Argentina?
"Creo que estamos en una época donde tendremos que
acostumbrarnos a la protesta social, a un tipo de democracia distinta, que no
es tan institucional, sino que la gente empoderada por las redes sociales y la
comunicación que tiene cualquier ciudadano, tiene la capacidad de exigir,
demandar, de organizarse rápidamente, de protestar. El problema es que las
respuestas siguen siendo institucionales y a veces se complica, y el contexto
económico de la región tampoco es favorable".
"Todo eso sumado a que las clases medias precarias, que
han conocido las mejoras sociales, que está amenazada en un deterioro en su
posición social, tienen expectativa y todo el mundo anda presionando y buscando
lo suyo nos va a conducir a convivir más abiertamente con la protesta social. Y
creo que el papel del periodismo es contextualizar y no crear pánico con todo
esto".
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EL TIEMPO
Bogotá - Colombia
12 de febrero de 2020
Crónica
Una joya: las cartas que escribió
García Márquez cuando tenía 20 años
Son 4 que el joven periodista le remitió a un amigo
mientras laboraba en El Heraldo de Barranquilla.
Por: Juan Gossaín
Especial para EL TIEMPO
La señora Vivian, que es tan cariñosa, me llama para decirme
que tiene en su poder unos papeles muy importantes que me mandaron de Cali. Son
tan valiosos que ni siquiera se arriesga a decirme por teléfono de qué se trata
ni a mandármelos con algún mensajero.
Como si yo fuera el protagonista de una misteriosa novela de
detectives, me voy calladamente para su casa, caminando por la sombra,
intrigado, cuidando cada paso. Miro a ambos lados de la calle, a ver si hay
algún extraño que me esté siguiendo o un sospechoso parado en una esquina.
Por fin llego. Ahora tengo los papeles entre mis manos. Son
las cartas que el joven Gabriel García Márquez, que entonces tenía un poco más
de 20 años, le escribió a un amigo mientras trabajaba como periodista en el
diario El Heraldo de Barranquilla.
Es mejor que empecemos por el principio, con el cuento
completo, para que podamos entendernos. García Márquez, que se retiró de
estudiar abogacía en la Universidad de Cartagena, a finales de los años
cuarenta fue contratado como reportero y columnista en el periódico El
Universal. Poco después se trasladó a Barranquilla con el mismo trabajo, al que
él llamaba “el oficio más bello del mundo”. Ya estaba iniciándose la década de
los cincuenta.
García Márquez tenía un amigo de la infancia, llamado
Francisco Padilla García, al que sus compañeros de travesuras le decían Chin,
que era un diminutivo de Pachín, que a su vez era un diminutivo de Pacho, que a
su vez era un diminutivo de Francisco. Perdonen ustedes, pero Macondo es
Macondo.
De modo, pues, que la vida los convirtió en amigos
entrañables, aunque Gabito, que nació en Aracataca, en el departamento del
Magdalena, se fue a estudiar en Zipaquirá, después en Bogotá, luego en
Cartagena y ahora estaba trabajando en Barranquilla. Chin, por su lado, nació y
se quedó en Magangué, la próspera ciudad llena de comercio y canoas, a orillas
del río Magdalena, en el departamento de Bolívar.
Las primeras cartas
Son cuatro las cartas de García Márquez que han llegado a
mis manos. Solo una de ellas está escrita en papel de bloc, que antes se
llamaba “papel de cartas”, y las otras tres en papel de teletipo de periódicos,
amarillo y grueso. Todas están impresas con la tipografía inconfundible de las
máquinas de escribir que en aquella época resonaban en las salas de redacción.
La primera está fechada en abril 14, pero no dice el año. Es
allí donde García Márquez habla de su primera obra, La hojarasca, que estaba a
punto de ser publicada. En el tercer párrafo revela el conflicto que se le
presentó con la famosa Editorial Losada de Buenos Aires.
“Te informo que no hay Hojarasca en la Losada”, le cuenta
García Márquez a Chin. “La empresa editorial, con su prestigio y todo, fue
enviada al diablo porque se permitió el abuso de insinuarme algunas
modificaciones. Actualmente me estoy moviendo con el objeto de publicarla por
mi cuenta, lo cual, al tiempo que no le hace perder mercado, constituirá para
mí una entrada superior a la que podría proporcionarme la edición de Losada”.
Confesiones amorosas
Y luego el gran escritor, que apenas estaba dando sus
primeros pasitos, le confía a su amigo los quebrantos personales que está
padeciendo por cuenta del amor.
“Se me ha perdido de vista”, dice, sin mencionar el nombre
de la dama. “La tengo aquí, atravesada como un venablo en la bomba
circulatoria, en una terrible cosa entre tiempo y espacio, viento y marea, que
no sé si sea amor o muerte. De todos modos, es algo tan tenebroso que no habrá
más remedio que disolverlo en una buena pócima matrimonial, con cucharaditas
suministradas tres veces al día, hasta la hora de la muerte, amén”.
Te contaré a fondo todas las pesadillas de que ha estado
circundada esta sangrienta aventura de amor. Recibe el entrañable abrazo de tu
amigo de siempre, GABITO
Y finaliza sus confesiones íntimas con estas palabras:
“Un día de estos que vengas por acá –pues yo, en mi
condición de jefe de información de El Heraldo, en donde estoy a tus órdenes,
no puedo moverme ni un instante– te contaré a fondo todas las pesadillas de que
ha estado circundada esta sangrienta aventura de amor. Recibe el entrañable
abrazo de tu amigo de siempre, GABITO”.
El Cocodrilo Sagrado
Varios parientes de García Márquez coinciden en contarme que
la muchacha a quien se refiere es Mercedes Barcha, que era descendiente de
emigrantes egipcios. Nació y vivió en Magangué, donde su padre, Demetrio
Barcha, tenía una farmacia.
Gabito la conoció cuando él era un niño que acompañaba a su
padre a vender medicinas naturistas de pueblo en pueblo. Años después contaba
que quedó enamorado de Mercedes desde que la vio y le propuso matrimonio cuando
él apenas tenía trece años. Duraron largos años de novios hasta que se casaron,
por fin, en 1958. Seguirían casados, unidos y con dos hijos varones durante 56
años más, hasta el día en que murió él, en el 2014.
Bueno. Lo cierto es que después de aquella carta a Chin que
acabo de mencionar, La hojarasca finalmente se publicó en Colombia en 1955.
Está dedicada a ‘El Cocodrilo Sagrado’. Yo sé que hubo muchos críticos,
periodistas e investigadores tratando de descifrar el misterio sobre esa
persona y su extraño apodo. Era la propia Mercedes, a la que Gabito llamaba
así.
El profeta del Nobel
En la siguiente carta, sin fecha, dirigida a “mi gran Chin”,
García Márquez empieza por confesar que acaba de perder las llaves de su
oficina y del escritorio. “He perdido las llaves de todo”, se lamenta.
Admite que ha recibido ya tres cartas suyas, “y ninguna de
ellas ha sido contestada. La primera, porque me pedías una cosa imposible: que
te enviara versos. El gallinazo lírico que me inspiró aquellos poemas
adolescentes tiene, a estas horas, merecidamente torcido su estúpido cuello de
ganso. Un gallinazo-cuello de ganso, como tú sabes, no sirve sino para poner
serenatas endecasílabas junto a la ventana de los dieciséis años. Pero nada
más”.
Para excusarse por no responderle sus cartas, escribe una
frase que a mí me causó perplejidad y risa al mismo tiempo, porque me confirma
lo que siempre he sospechado: que todo escritor genuino tiene alma de profeta,
aunque sea en broma. Le dice: “Debo decirte que merezco el premio Nobel de la
contestación de cartas”.
Treinta años después, García Márquez merecería el Nobel,
pero no en la categoría de escribir cartas, sino en otra.
Su padre y la
política
Entre sus familiares y allegados fue siempre motivo de
comentarios y preocupaciones, pero en privado y discretamente, la gran
discrepancia ideológica que existió entre Gabito y Eligio Gabriel, su padre.
Tuvieron muchos conflictos y separaciones por esos motivos. Como bien se sabe,
Gabito era de ideas que hoy llamaríamos izquierdistas, amigo personal de Fidel
Castro y defensor de la Revolución cubana. Su padre, en cambio, era un
conservador ardiente que hizo proselitismo y fue funcionario del Estado en
varias regiones de Colombia.
En la misma carta que venimos comentando, le dice a Chin:
“Con mi adversario político y padre mío, además, recibí una carta tuya, la
tercera, si no estoy mal”. En otra de las cartas reconoce que desde hace seis
meses no se dirige la palabra con su padre. “Por razones políticas me trata
como si yo fuera su enemigo y me insulta con frecuencia”.
Y en la correspondencia venidera vuelve de modo constante a
los temas del amor, los quebrantos románticos, los versos que no quiere
escribir y los cuentos que sí está escribiendo.
Cuentos a $ 70
Algunos fragmentos de las cartas a Chin han sido borrados
por el tiempo, hay palabras a medias y párrafos incompletos. Son cartas largas,
minuciosas, ninguna tiene menos de dos páginas, y eso que la letra es
chiquitica. No como los mensajes telegráficos y en abreviatura que hoy se
escriben por el correo electrónico.
Entre las que me mandaron, hay una carta de 1953: “Te digo
con franqueza que no estoy escribiendo versos. Más aún, te agradecería que
destruyeras todos los existentes”. Y, a renglón seguido, le agrega que, “si en
realidad te interesa lo que estoy haciendo, te informo, por si no lo sabes, que
todos los días escribo los editoriales de El Heraldo y una sección que se llama
La Jirafa”.
Pero también estaba dedicado ya a las tareas literarias: “He
publicado una serie de cuentos en el suplemento dominical de El Espectador, que
constituye mi mejor entrada, pues me pagan, por cada uno, una suma que en
literatura colombiana debe considerarse fabulosa: setenta pesos”.
Y le queda un párrafo para hablar también de sus actividades
personales: “Por lo demás, la misma vida de siempre. Un poco de bohemia, un
poco de escapadas a las afueras de la ciudad, un poco de lectura de autores
norteamericanos, que son los únicos que me interesan después de que me
decepcioné de los piedracielistas”.
Epílogo
Y, para terminar este recorrido por las cartas de aquel
muchacho periodista, hay otra, también de 1953, en la que hace a su amigo Chin
confidente de estas revelaciones: “Tengo a punto de ser terminadas dos novelas:
La casa y Nadie vendrá a tu entierro. Es posible que ellas aparezcan antes del
mes de junio. Te reservo tres ejemplares”.
La casa y Nadie vendrá a tu entierro. Es posible que ellas
aparezcan antes del mes de junio. Te reservo tres ejemplares
Asómbrense: La casa, que luego se llamaría La casa de los
Buendía, es el origen de Cien años de soledad, su obra maestra, que solo se
publicaría catorce años después, en 1967, para deleite, admiración y júbilo del
mundo entero.
Por último, quiero dedicar estos renglones finales a darle
públicamente mi agradecimiento eterno y gigantesco al señor César Amador, un
escritor nacido en Corozal, que hoy queda en territorio de Sucre, y que vive en
Cali hace muchos años. No lo conozco en persona, pero fue él quien tuvo la
generosidad inmensa de mandarme las cartas a través de la señora Vivian.
Por allá en Cali fue donde Amador conoció a un médico
llamado Néstor Padilla García, hermano de Chin, y a través de él obtuvo las
cartas que ahora están en mis manos.
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