Confidencial
Managua – Nicaragua
1 de diciembre de 2019
Opinión
Gabo visto de derecho y de revés
En sus memorias aparecen nombres, personajes y
lugares que entran y salen de su largo caminar como escritor.
Por Guillermo
Rothschuh
“Cada lector suyo no solo leía
un libro diferente si no
a un autor distinto. Es más aun si el libro era el mismo
cada uno de nosotros estaría leyendo otra novela”.
Julio Ortega.
I. Gabo, Borges y
Proust
El peruano Julio Ortega convocó a cuarenta y dos escritores
a participar en un Taller de Leer e invitó a los lectores de Gaborio Artes de
releer a Gabriel García Márquez (2003), a recorrer el gabinete de versiones
ofrecidas y sumarse a la memoria colectiva que lo postula. El pretexto para su
iniciativa fue la publicación de Vivir
para contarla (2002), bajo el argumento que en sus libros hemos pulsado
nuestra identidad de lectores. Las memorias de Gabo constituyen para Ortega “un
verdadero taller de lectura: el sánscrito del origen, las cartas y telegramas del
amor, el periodismo de la vida cotidiana recomienza en el cuarto iluminado
donde siempre es lunes”. Es uno de los primeros en dictaminar que Gabo hizo de
su vida una creación de sus novelas. En sus memorias aparecen nombres,
personajes y lugares que entran y salen de su largo caminar como escritor.
Al verme la cara con tantos ensayistas y críticos literarios
de variadas procedencias, primó el desconcierto. Temía que esa marejada de
escritores terminara ahogándome en la diversidad de sus propuestas. La única
posibilidad era hacerme un plan de lectura. Ortega puso ante mis ojos el hilo
que me permitía meterme a la cueva sin temer a extraviarme. En el braceo
desesperado fui descubriendo ciertas constantes, las coincidencias que algunos
autores encontraron entre las memorias de García Márquez y el yo insistente de
Jorge Luis Borges. Otros más acuciosos formularon cierto paralelismo entre Gabo
y Marcel Proust. El hecho que varios escritores hayan coincidido en estas
similitudes enaltece y ubican a Gabo como autor de primerísima importancia,
como en verdad lo juzga la crítica contemporánea.
El narrador español Juan Francisco Ferré, se metió de cabeza
para ofrecernos un ensayo prodigioso: Un
viento utópico- Magias parciales y mitos fundacionales en Cien años de soledad. Para Ferré existe
una innegable dimensión proustiana en la escritura temporal de Cien años de soledad, a la que
convendría aplicar el juicio de Paul de Man sobre el sentido irreparable de la
busca del tiempo perdido: “Proust es aquel escritor que sabe que la hora de la
verdad, igual que la hora de la muerte, nunca llega a tiempo, puesto que lo que
llamamos tiempo es precisamente la incapacidad de la verdad para coincidir
consigo misma”. Su afirmación parte de considerar a Macondo como territorio mítico,
geográficamente aislado y relativamente emancipado de las servidumbres de la
lógica donde el tiempo gira sobre sí mismo en trayectorias irregulares,
desprendido de la realidad circundante.
Sobre un eje similar se desplaza la venezolana Violeta Rojo,
destaca que Vivir para contarla sigue
un esquema proustiano. El olor y los sabores son elementos sustanciales en En busca del tiempo perdido. La cita que
introduce para asentar el paralelismo con las memorias de Gabo es muy conocida:
“Desde que probé la sopa tuve la sensación de que todo un mundo adormecido
despertaba en mi memoria. Sabores que habían sido míos en la niñez y que había
perdido desde que me fui del pueblo reaparecían intactos en cada cucharada y me
apretaban el corazón”. El día que Luisa Santiago llegó a invitar a su hijo para
que le acompañara a vender la casa en Aracataca, fue providencial. “… ese paseo
de solo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y
diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarla”. El sustrato
resulta idéntico en ambos escritores.
La crítica uruguaya Lisa Block de Behar, subraya las
analogías entre Gabo y Borges y sus afinidades puesto que frecuentaron autores
similares: Cervantes, Faulkner, Quevedo, Conan Doyle, James Joyce, Virginia
Woolf, Nathaniel Hawthorne, Herman Melville, etc. Ambos escribieron sus
memorias. Borges concentró su intensa vida literaria en un ensayo escueto,
dictado o en colaboración y García Márquez lo haría “a través de un copioso
libro, de varios cientos de páginas, en donde se confunden en un mismo discurso
el acontecimiento de ser, de hacer y decirlo”. Los dos sobreviven gracias a la
pasión de prolongar sus vidas en historias. Cuentan para vivir una aspiración
común entre quienes ejercen el oficio de cambiar las palabras o de vivir para
contarla, con el ánimo de justificar “otras razones de las que la memoria no
suele acordarse”.
II. Sus novelas
predilectas
Un texto parecido al de Ortega fue incubado por su
coterráneo José Miguel Oviedo, con una diferencia sustantiva, todos los ensayos
(ocho en total) están concentrados en la trayectoria literaria y política de
Mario Vargas Llosa. La obra publicada por Taurus en 2007 —Dossier Vargas Llosa—
incluye un trabajo sobre su condición de erotómano (Historia de un libertino), otro a su afición por el teatro (Vargas
Llosa, actor) y en otro analiza su participación como crítico político (Vargas Llosa, testigo del mundo). Oviedo
no requirió de auxilio para ofrecernos una visión exultante de un novelista que
alza vuelo con La ciudad y los perros
(1962), y en cuyo discurrir ha convalidado sus grandes dotes creativos. Como acostumbra,
conmemoró los cincuenta años de Conversación
en la catedral (1989), con una obra con idéntico acento. Hombres (sic) recios (2019), narra la
caída de Árbenz y el ascenso de los dictadores en Guatemala.
El libro de Ortega ofrece versiones y visiones encontradas,
afirmaciones, negaciones y sobresaltos acerca de las valoraciones de las obras
del portento. La mayoría de sus críticos expresó el impacto que marcaron sus
libros en su devenir como escritores. Otros construyeron su relato contando el
entusiasmo provocado por la primera lectura de Cien años de soledad. Dasso Zaldívar —su biógrafo— expresa que lo
que le cautivó fue lo mismo que exaltaron desde un principio la mayoría de sus
lectores. Cien años de soledad ofrece
“la captación y comunicación de la más profunda realidad colombiana y
latinoamericana”. Muchos los ensayistas divergen a la hora de escoger su obra
predilecta de Gabo. Algo legítimo. Todos somos esclavos de nuestras
predilecciones. Depende como hemos forjado nuestros gustos y fuimos
depurándolos.
El costarricense Carlos Cortés considera Crónica de una muerte anunciada como su
mejor libro. Todos los años lo lee. Después de haber concluido su lectura
—durante dos horas corrosivas— resurgió de la vigilia para preguntarse: ¿Quién
fue? ¿Quién le robó la virginidad a Ángela Vicario y a mi generación la
inocencia literaria? El español Germán Sierra afirma que El otoño del patriarca posee tres condiciones que lo vuelven más
trascendente que El recurso del método
y Yo, el supremo. Primero, es una
novela panamericana, no remite a una nación o personaje; segundo, la aplicación
de recursos audiovisuales la conecta con los lectores y escritores más jóvenes;
y, en tercer lugar, su aproximación a una teoría de la autoridad extremadamente
moderna: “el poder del tirano moderno solo existe a causa de y durante su
extinción”. Son seres antediluvianos.
Existe un denominador común entre quienes se metieron a
enjuiciar Vivir para contarla. El español Fernando R. Lafuente, considera
que las memorias de un escritor son sus obras. “Las biografías pueden ser
fascinantes, pero sin el misterio de la creación literaria, se convierten en
mera agenda”. Coincide con Zaldívar, las memorias son un género de ficción.
Lafuente recuerda lo que Gabo dijo en 1998, al dar a conocer el primer
capítulo; sus memorias iban a ser “su gran libro de ficción, van a ser al fin
la novela que siempre quise escribir y que he estado buscando toda la vida”.
Dentro de este mismo territorio se desplaza el argentino Tomás Eloy Martínez.
Las memorias “exhalan una alegría que se ha vuelto la sustancia misma del
lenguaje de Gabo”. “Lo mejor que puede decirse de Vivir para contarla es que, de todos los libros de García Márquez,
es el que más se le parece”.
Sobre la misma ruta transita Violeta Rojo; al interrogarse
acerca de la diferencia entre cualquier libro de memorias y Vivir para contarla, concluye que las
reglas del juego están claras desde el principio: es un libro ficcional bajo la
apariencia de ser autobiográfico. Aunque el autor tiene un nombre, vive su vida
y la comparte con su familia, “todas sus peripecias han sido recordadas y
vistas a través de ese filtro difuminador de contornos, suavizador de aristas,
curador de dolores, idealizador de sentimientos que son el tiempo y la
nostalgia”. El hispanista Alberto Moreiras, además de insistir en la influencia
de Faulkner en Gabo, replica que “Vivir
para contarla es ficción de la
ficción”. Asegura que lo que el novelista “cuenta en la autobiografía es lo no
biográfico”. Al escribir sus memorias, Gabo se esmera en hacer creernos que sus
personajes son de carne y hueso, ¡qué no los inventó!
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EL TIEMPO
Bogotá
- Colombia
18
de diciembre 2019
Noticia
Colombia ya bautizó a
una estrella y a un exoplaneta
Los
nombres, escogidos para la iniciativa NameExoWorlds,
rinden
homenaje a Gabriel García Márquez.
Foto:
Unión Astronómica Internacional
Por:
Redacción Ciencia
Como parte de una de las actividades con motivo de los cien
años de la Unión Astronómica Internacional (UAI), esta organización dio a
conocer, este martes, el listado con los nombres ganadores de su iniciativa
NameExoWorlds, que buscaba que cada país bautizara a un sistema planetario
conformado por una estrella y un exoplaneta orbitando en torno a ella.
En el caso de Colombia, la propuesta ganadora hace un
homenaje al escritor y ganador del premio Nobel de literatura Gabriel García
Márquez; así, el nombre seleccionado para la estrella es el de ‘Macondo’, en
referencia al pueblo en el que transcurre la historia de 'Cien años de
Soledad'; y el del planeta es el de Melquíades, en alusión a uno de los
protagonistas de la obra.
Estos nombres fueron propuestos por estudiantes del club de
astronomía del Colegio Abraham Maslow, en Bogotá.
Ellos estuvieron liderados por la profesora Karina
Sepúlveda, y su propuesta tuvo que competir contra otras 214 que hicieron otras
personas y organizaciones en todo el país.
"Inicialmente, se exploraron cosmogonías, personajes de
la mitología colombiana y surgieron algunas propuestas inspiradas en culturas
indígenas. Ya que nos encontrábamos en el año de la lectura en el Colegio, un
grupo de estudiantes estaba muy motivado leyendo en ese momento 'Cien Años de
Soledad'. Al comprender el vínculo existente entre la estrella y el planeta, lo
asociaron a Macondo y Melquíades", explicó Nohora Janneth Guerra,
directora del colegio.
."Macondo como el pueblo alrededor del cual gira toda la
historia, y Melquíades como el alquimista que orbita permanentemente a Macondo
y trae los inventos y descubrimientos del mundo exterior. Además, la
constelación Antlia o bomba neumática, en la cual se encuentran la estrella y
el exoplaneta, lleva el nombre de un invento, lo cual favorecía aún más la
asociación con Melquíades. Este vínculo nos pareció genial y por este motivo
nos lanzamos con esta propuesta al concurso", agregó la educadora.
De acuerdo con la UAI, que dio la noticia durante una rueda
de prensa celebrada en París (Francia), los nombres seleccionados sirven para
designar a una estrella tipo enana naranja, identificada como HD93083 y ubicada
en la constelación de la Bomba Neumática,
o Antlia, 94.26 años luz de distancia.
HD 93083b (el planeta) le da una vuelta a su estrella a cada
144 días terrestres. Fue descubierto a través del método de velocidad radial
que consiste en observar el cambio en el espectro de luz de una estrella
producido por el jalón gravitacional de un posible planeta que la orbite.
El cosmólogo Camilo Delgado, quien hizo parte del comité
evaluador de la iniciativa para Colombia, explicó que al recibir las propuestas
se dividieron entre los miembros del comité nacional para que cada uno revisara
alrededor de 10 propuestas y les diera una calificación basada en los criterios
de puntuación previamente establecidos.
"Las propuestas que estuvieron sobre 80% en una escala
de 0 a 100 fueron sometidas a votación interna por parte de los miembros del
comité hasta seleccionar las tres mejores propuestas, que fueron puestas a
votación general por parte de toda la ciudadanía durante un mes hasta llegar al
nombre ganador", indicó Delgado.
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Lima
- Perú
1
de diciembre de 2019
Última foto. En 1974, Vargas
Llosa y García Márquez se despiden en Barcelona. Luego, vino el derechazo del
peruano.
Sociedad
García Márquez y Vargas Llosa:
El último instante de una amistad
y, luego, el puñetazo
XAVI
AYÉN. El periodista de Barcelona, en la reedición de Aquellos años del boom,
confirma que el alejamiento de los dos escritores lo desencadenó aquel
incidente ocurrido el 12 de febrero de 1976 en México. Pero todo habría sido un
malentendido.
Por
Juan Carlos Soto
Cuando al premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa le
preguntan por qué golpeó a su colega y también nobel Gabriel García Márquez,
responde: “Que lo investiguen mis biógrafos”.
El periodista catalán Xavi Ayén publicó Aquellos años del
boom. La segunda edición del libro dedica un capítulo detallado al puñetazo más
famoso de la literatura universal.
Ayén aclara que su libro no es una colección de chismes,
tampoco un tratado de literatura, pero era inevitable no abordar el asunto. La
edición publicada en Perú por Debate añade hechos omitidos en la primera
versión del libro, que solo podían contarse tras la muerte de ciertos
personajes; por ejemplo, Carmen Balcells, la famosa agente literaria que lanzó
al estrellato a Mario y Gabo. Se trata de una investigación sobre el boom de la
literatura latinoamericana, que hizo mundialmente conocidos a narradores de
esta parte del continente.
Ayén admite que el libro le trajo algunos problemas.
Balcells le dijo que 12 páginas no podían publicarse, sino perdería la amistad
de los Vargas Llosa. No le hizo caso y, desde entonces, no ha tenido contacto
con el nobel peruano ni su familia. Directamente de ellos, no conoce una
supuesta molestia.
Lo narrado se remonta a 1974. Vargas Llosa abandona España
para volver al Perú con su familia. En ese viaje, en barco, conoce a Susana, se
enamora y deja a su familia por ella. No obstante, fue una relación muy breve
que desembocaría en la riña con García Márquez.
Ayén aclara que este suceso es menor y no empaña la
trayectoria del escritor peruano, muy íntegro y coherente con sus principios.
“En el mundo latinoamericano, tratamos a los escritores como dioses y yo he
querido tratarlos como humanos explicando luces y sombras”, justifica durante
la entrevista que concedió a este medio en el Hay Festival de Arequipa.
García Márquez y Vargas Llosa eran muy amigos, el último
instante de esa amistad ocurrió en el puerto de Barcelona en 1974, cuando el
peruano se embarca rumbo a Lima. La fotografía la tomó Carmen Balcells y
aparece como una de las novedades de Aquellos años del boom.
Cuando Patricia retorna a Barcelona —tras la separación con
Mario—, sale a cenar con Carmen Balcells, los García Márquez y Jorge Edwards.
Toman unas copas y, en una conversación, Gabo bromea con Patricia diciéndole
que, para que vuelva con Mario, “deberíamos liarnos”. Bromean con la idea, pero
delante de testigos. Según Carmen Balcells, cuando Patricia le cuenta a Mario,
exagera para justamente provocar una reacción y esta es la que todos conocemos.
(…) Hay un peruano, Francisco Igartua, que luego del puñetazo acompañó a Mario
al hotel y ahí Patricia le arroja una lámpara y le dice: “Estúpido, ahora sí
que van a creer todos que era verdad”. Esa frase creo que es la prueba
definitiva de que no era verdad. De eso podemos deducir que si no hubiera
existido el puñetazo, habrían continuado siendo amigos, porque nunca pasó nada.
(…) Yo les pregunté a los dos por la reconciliación y, al final, me dio la
impresión de que eran las esposas de ambos las que no querían.
¿Qué
le dijo García Márquez sobre el suceso?
Le quitaba importancia, le sorprendió mucho el puñetazo y lo
vio como una reacción desmesurada, pero su versión de los hechos era que no
pasó nada.
¿Cuándo
usted entrevistó a Gabo ya estaba perdiendo la memoria?
Lo entrevisté en diciembre del 2005. Luego, lo vi el 2007 en
Barcelona, ahí ya no reconocía a nadie. El 2005, yo no noté estar delante de un
enfermo, sino de una persona adulta, pero el 2007 sí claramente era Mercedes
quien tenía que hacerle recordar. Se acercaba alguien a saludarlo y, cuando se
iba, Gabo decía: ¿Este quién es? Entonces, Mercedes Barcha (su esposa) le daba
un resumen de la persona. En 2005, sí tuve una entrevista de tres horas que él
no me dejó grabar, no le gustaba. En su escuela de Cartagena, tienen esa norma
de que las entrevistas no se graban. Ahí me anunció que ya no escribiría más.
Me dijo que le diagnosticaron la enfermedad (alzhéimer).
Usted
también menciona que, cuando le preguntaban sobre Vargas Llosa, él decía:
¿Quién es ese señor?
No, era como decir que no era importante. En 2005 sabía perfectamente
quien era. Le dije que había muchos intentos para que se volvieran abrazar.
Y
tampoco creo que recordaba lo que había escrito…
Eso yo no lo vi, pero sí hubo gente que me dijo que le
ponían Cien años de soledad y él empezaba a leerlo en voz alta y decía: “Caray,
¿eso lo he escrito yo? ¡Qué bueno!".
La
tesis es que el boom se rompe por el puñetazo…
En una entrevista que di, titularon: “El boom se rompe por
el puñetazo”. Más bien, lo correcto era: “El boom se rompe por el puñetazo y
otros motivos”. A finales de los años 60, los principales escritores (del boom)
vivían cerca, hacían cosas juntos. Después se dispersan, cada uno se va a un
país distinto y eso los distancia. Luego, hay autores del boom coronados con el
éxito. García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar se hacen ricos con sus libros.
Sin embargo, hay otros que ganan poco, que no pueden pagar ni el alquiler, como
José Donoso, quien se marcha de Barcelona y se muda a un pueblecito. Se crean
celos, los ambientes que frecuentan son distintos, unos siguen el ámbito
bohemio y a otros les descuelgan el teléfono jefes de Estado. Otra razón
importante es la política, lo de Cuba.
¿Los
escritores se aprovecharon de la revolución de Cuba?
Es mutuo. (...) En realidad le decimos boom, pero es un big
bang. Crean el mundo de ahora. Antes cada autor publicaba libros en su país y
lo leían los lectores de ese país. Mucho antes del Internet, ellos crean un
mercado global de la literatura en español; cuando los autores publican una
novela, sale en todos los países y eso antes de ellos no pasaba. Es la primera
generación de escritores que se profesionalizan, que viven de sus novelas.
Cuando se hablaba de los mejores escritores vivos, se pensaba en Europa o en
Norteamérica, con el boom se pensó en Latinoamérica. Fue como ganar un mundial
de fútbol en literatura. Eran los Dan Brown de la época, vendieron mucho.
Además, los académicos los reconocían. Fue una inyección de autoestima brutal
para América Latina, con problemas económicos y de dictaduras.
¿Se
habla también de que los escritores del boom eran machistas?
No podemos ver a ese grupo con los ojos de hoy. Es raro que
ahora las esposas de los escritores sean sus secretarias o amas de casa. El
mundo funciona de modo distinto. Hubo grandes escritoras en esa época: la
brasileña Nélida Piñón, la peruana Alba Lucía Ángel, la argentina Luisa
Valenzuela, etc., pero no las incluyeron. La mujer del boom es Carmen Barcells,
ella les hacía de todo; ella quiso que solo se dedicaran a escribir y les
organizaba sus viajes, hoteles... compraba el papel, la cinta para la máquina
de escribir, etc.
Y
hoy ese tipo de literatura en España como envejece...
Hay un debate muy interesante; por ejemplo, con Rayuela han
salido muchos críticos a decir que no aguanta el paso de los años, otros dicen
que sí. No obstante, hay un debate, están cuestionando algunas obras de
referentes clásicos y, sin embargo, nadie cuestiona todavía las grandes obras
de García Márquez o Vargas Llosa.
¿En
su libro, habla del veto a La ciudad y los perros en España?
Eso lo investigué, fui a los archivos de la censura. Hay un
libro muy bueno de Carlos Aguirre.
¿En
la versión de Armas Marcelo, Juan Goytisolo hizo un informe desfavorable de la
novela?
Eso mi libro lo desmiente. Hablé con Goytisolo, me explica
que su mujer Antonia leyó el manuscrito de La ciudad y los perros, entonces se
llama Los impostores. Le dijo: “Luis, lee esto, que aquí tienes una gran
novela”. Entonces, Goytisolo lo lee y hace un informe muy favorable sin firmar,
lo redacta y termina en manos de Carlos Barral. Este último, con el informe,
sin haber leído el libro, se comunica con Vargas Llosa y le dice: “Leída su
novela es fantástica, quiero que se presente al Premio Biblioteca Breve,
espéreme, que voy a ir a verlo a París”. Luego, Barral, en sus memorias,
coquetamente dice que esta novela había sido descartada por un informe.
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EL TIEMPO
Bogotá
– Colombia
10
de noviembre de 2019
Lecturas
Dominicales
El debut literario de
Mateo García Elizondo
El
escritor mexicano, nieto de García Márquez
y
Salvador Elizondo, lanza 'Una cita con la Lady'.
Mateo
Garcia
La
primera novela de Mateo García está editada por Anagrama
y
llegó esta semana a las librerías del país. Foto:
Jaime Navarro
Por
Redacción LECTURAS
En esta novela el protagonista llega a un pueblo para
encontrarse con la muerte. Ha dejado atrás todo lo que era, todas sus señales
de identidad. En sus bolsillos lleva solamente un kit de droga con la que
espera hacer más rápido su viaje al otro lado. Pero antes de que eso suceda –o
durante, o después; los lectores estamos todo el tiempo divagando con el
personaje entre el sueño y la vigilia, entre la vida y la muerte– muchas cosas
le van a pasar. Una cita con la Lady es la primera novela de Mateo García
Elizondo, mexicano de 32 años, guionista de cine, autor de cómics, periodista y
también nieto de Gabriel García Márquez (aunque él quisiera que ese fuera un
dato aislado, que los lectores se acercaran a su novela sin tener en cuenta sus
lazos familiares). Pero es difícil obviarlo, y él lo sabe. Mateo es hijo de
Gonzalo García Barcha y de Pía Elizondo. Su abuelo materno fue el escritor
mexicano Salvador Elizondo, así que la herencia le viene bien fuerte por ambos
caminos. Pasó su adolescencia en Francia, donde terminó el colegio, y luego
viajó a Londres a estudiar Letras Inglesas y Escritura Creativa. Su obsesión
desde niño ha sido contar historias. Empezó por el periodismo, llegó al cine,
también al cómic. Pero todo este tiempo estuvo a la espera de lo que más
quería: escribir una novela.
¿Cómo
nació la idea de Una cita con la Lady?
Llevaba cierto tiempo formándose en mi cabeza. Quería hablar
de un pueblo fantasma y sabía que alguien iba a llegar a ese lugar, pero
todavía no sabía quién ni cómo. Y un día, saliendo de cine, se me ocurrió la
historia de golpe. La entrada y algunos puntos de la trama aparecieron muy
claros. De ahí fue fluyendo todo. La escribí el año pasado.
La
editorial la presenta como una obra influenciada por Juan Rulfo. ¿Cómo se siente
con eso?
Lo entiendo. Cuando la estaba escribiendo no pensé en esa
relación, pero en algún momento me di cuenta de que la novela tiene mucho que
agradecerle a Rulfo. Y a muchos más, como Burroughs, Camus o Welsh. Incluso,
cuando yo platicaba la historia con otros escritores y con directores amigos,
todos me decían ‘ay, estás escribiendo Trainspotting en Comala’. Creo que va
más allá de eso. Pero no me molesta la manera en que la están presentando:
sencillamente como la historia de un drogadicto que va a un pueblo a morir.
Para mí es importante que no revelen detalles de la trama.
El
personaje llega al pueblo y allá todos comienzan a llamarlo ‘El Muertito’...
Ese personaje se me apareció muy claramente. Desde el
momento en que se me ocurrió el concepto de lo que iba a hacer, tuve una
relación muy orgánica con él. Lo escuchaba hablar, entendía cómo se sentía, qué
quería. Por lo general, para escribir guiones, soy de los que planean muy bien
todos sus plot points y saben a dónde
van a llegar, cuándo, en qué página. Para esta novela solo tuve una vaga idea
de cuatro momentos repartidos en la historia y sabía que tenía que llegar a
ellos, pero sin planear nada. Me fue llevando la voz del personaje, y quisiera
que les sucediera lo mismo a los lectores.
¿Siente
que la novela tiene que ver con su trabajo en cine o en periodismo?
Mi interés siempre ha sido contar historias. Pasé por el
periodista freelance durante un
tiempo, luego el cine me fue atrapando. En especial escribo guiones de ciencia
ficción, de terror, que es lo que más me gusta. Y en ese sentido la novela sí
tiene alguna relación, de alguna manera es una historia medio terrorífica.
¿Quiénes
fueron los primeros lectores de la novela?
Cuando tuve una versión más o menos lista se la mostré a mi
papá, Gonzalo, a mi primo Jonás –con el que escribí el guion del largometraje
Desierto, y que ha sido mi rebote de historias–. Se la mandé, o más bien la
interceptaron, mi mamá y mi ex, mi chica del momento, pero no la pudieron leer.
El hecho de que mi mamá no pudiera leerla era un punto de orgullo para mí, de
cierta manera. Un amigo escritor dice que por más malo que sea lo que escribes
siempre lo va a leer tu mamá. Yo podía decir que esta novela ni mi mamá… pero
hace poco la leyó. Así que ya no.
Usted
ha dicho que prefiere que no le pregunten mucho por su familia…
Supongo que yo, como cualquier escritor primerizo, quisiera
que la gente leyera la novela y la juzgara, buena o mala, por lo que es y por
lo que está leyendo, por lo que tienen en las manos. Qué padre es tomar el
libro de un escritor que uno no conoce, leer la historia y que te guste, sin
saber más. Lo que me molesta un poco de todo esto… y no es que me moleste,
digo, es mi familia, no lo voy a ir negando, pero lo que no me gusta es que,
por ejemplo, las promociones de los libros vayan alrededor de ese eje porque me
falsea mi apreciación de qué tanto les gustó o no les gustó la novela a los
lectores. Muchos pueden llegar a ella con expectativas, quizás injustas o
innecesarias, que la pueden afectar, a veces positivamente y otras veces no de
esa forma. Quisiera que la gente pudiera leer y juzgar mi primera novela por lo
que es, sin que en ese juicio entren las consideraciones de que soy nieto de
tal o de tal otro. Creo que son novelas muy diferentes, escritores muy
diferentes.
Pero
además usted tiene universos literarios que le vienen por ambos lados de la
familia…
Sí, así es. Me parece que lo que termina afectando de todo
esto es crecer en una familia que se lee, se platica, se cuentan historias. Y
en la que no es descabellado considerar el dedicarse a contar historias, como
oficio de vida, que creo que es algo con lo que la mayoría de los escritores sí
luchan, que las familias te digan: estás loco. Supongo que mi familia lo pensó
cuando les dije que quería ser escritor, pero era algo que estaba como
concebido. A mí los libros siempre me han encantado.
¿A
qué edad llegaron esas lecturas que fueron centrales para su novela, como las
novelas de Rulfo o Camus?
A muchas edades. Pedro Páramo lo había leído en la
secundaria. Me pareció una lectura complicada y pesada. Soy gran seguidor de
Rulfo, pero más de El llano en llamas. A
Camus lo leí hace unos diez años, tampoco lo tengo muy fresco. Muchas cosas que
he leído hace tiempo florecieron en esta novela.
¿Y
cuándo tuvo claro que iba a dedicarse a contar historias?
Híjole, desde muy chiquito. De niño lo hacía muy
informalmente, pero ya en la adolescencia tenía claro que esto era lo que
quería. No lo hacía con mucha disciplina ni con mucha habilidad, pero sabía que
me interesaba. Todavía no definía si iba a ser periodista o novelista. En ese
momento ni siquiera había considerado ser guionista, eso vino más tarde. Aunque
me han interesado muchas otras cosas, el eje han sido los libros. Hoy estoy
dedicado a la literatura, que es lo que siempre había querido hacer. Tengo
novelas encajonadas que no salieron. Esta es la primera que cuajó.
¿Esas
novelas que tiene guardadas iban por un camino similar a Una
cita con la Lady?
Son diferentes. Aunque, bueno, sí hay temas que se repiten.
Pueblos mágicos, fantasmas, enfermedad mental, drogas. Temas como Dios, el
diablo, la muerte. Pero esas novelas están encajonadas porque son proyectos
fallidos y no creo que vayan a salir a luz.
¿Por
qué le interesan esos temas?
Híjole… es complejo. Siempre me ha interesado escribir cosas
que exploran estados de conciencia alterados. Sueños, viajes, drogas, locura.
En el caso de esta novela, me interesaba particularmente la heroína porque es
una droga que permite el acceso a estados alterados de conciencia que no son
solo el sueño y la vigilia, o el viaje de drogas, sino que es una puerta a otro
estado de conciencia más vasto y misterioso, que es la muerte. La heroína es
una droga de fin de vida –los opiáceos, en general–, se la dan a la gente cuando
ya no hay mucho más que hacer, solo quitar dolor. Y si decides empezar a
tomártela en la mitad de la vida y no la dejas pronto, probablemente el final
de tu vida llegue más rápido. Eso era lo que me parecía interesante de esta
droga y del estado de conciencia que produce. Esa cosa onírica, de ya no tener
contacto real con la existencia. La novela habla mucho de la heroína, pero en
realidad es un pretexto para hablar de otras cosas. Lo mismo pasa con la
muerte: puede que la historia esté centrada en la muerte, pero es una excusa
para pensar en la vida.
El
personaje cita 'El libro tibetano de los muertos'. ¿Qué tanto importó la lectura de ese libro
para la novela?
Ese libro lo he leído en varios momentos de mi vida y, al
igual que mi personaje, no he entendido gran cosa. Me parece que fue importante
su lectura. A pesar de toda la referencia cristiana que tiene la novela, al fin
y al cabo yo creo que es una novela muy budista. A lo largo de la historia
trato de dejar abiertos varios niveles de interpretación de lo que pasa con el
personaje. Y son válidos todos. Dependen del lector y de lo que cada uno crea.
La
muerte es vista también desde una óptica muy mexicana, con esa relación tan
especial que tienen ustedes con ella.
Sí, una visión como más ligera. Para escribir este libro
siempre tuve en mente imágenes de calaquitas, muy mexicanas. El personaje
principal siempre me daba la impresión de que era una calaquita, aunque en
otros momentos parecía un espectro. El lenguaje que uso también es muy mexicano.
Traté de mantenerlo porque así fue como llegó la historia. Me gustó que en la
editorial me dejaron guardar mis mexicanismos. Era algo honesto. Así
prácticamente hablo yo.
Y
uno se encuentra con humor en la novela.
Qué bueno. Porque cuando estaba terminando de escribirla me
preocupaba que la gente dijera, oye, esto es una pesadilla desde la página uno
hasta la última. Y lo es, de cierta manera. Pero precisamente por lo que te
decía de la relación que tenía con el personaje, un tipo como cínico, con
cierto desapego, vi que también podía ser divertido. Tener que estar lidiando
con todo un pueblo que no te quiere también daba lugar a situaciones que me
parecían divertidas. Espero que los demás lo vean así.
Zapotal,
donde sucede todo, es un pueblo que puede estar en cualquiera de estos países
latinoamericanos…
Sí. El pueblo es ficticio, pero está basado en toda una
serie de lugares en los que he pasado un tiempo, en México, en Centroamérica,
en Suramérica. He estado en muchos pueblos como Zapotal, pero para la novela no
quería centrarme en uno solo, sino hacer que fuera un poco sintético de cómo
funcionan las cosas allí.
¿Colombia
tiene alguna relación en sus historias?
Sí y no. Mi familia paterna es colombiana y siempre ha
habido una cosmovisión colombiana ahí. He estado en Colombia muchas veces, en
lugares muy interesantes que sin duda también han inspirado cosas. Pero, para
serte sincero, he vivido la mayor parte de mi vida en México, he viajado mucho
más por México, entonces creo que hay una relación inevitable con este país
porque es lo que traigo en la cabeza.
Pero al fin y al cabo somos una cultura. Entre México y la Patagonia somos muy
parecidos.
¿Ha
pensado que la historia de la novela llegue al cine?
Me la puedo imaginar en cine, pero como me la imagino me
parece aburrida. Puedo estar equivocado, y algún muy buen guionista me lo puede
demostrar y me encantaría. Yo no lo haría. Siento que gran parte de la historia
la lleva la voz del personaje y en una película es muy molesto tener un
personaje que te habla y te hace comentarios. No estoy en contra de que llegue
algún cineasta me diga “oye, yo quiero
hacerlo y te muestro el guion y te dejo opinar”. Y es lo único que yo haría:
opinar. Pero la verdad, no veo bien cómo le haría.
Al
final, ¿qué sensación le dejó Una cita con la Lady?
Disfruté muchísimo escribirla. Me sucedió algo que casi
nunca me pasa, y es que me gustaba lo que estaba haciendo. Generalmente cuando
escribo estoy luchando para que me guste así sea un poquito más de lo que me
está disgustando. Este oficio requiere terquedad, constancia, resistencia a la
frustración, porque las cosas no salen siempre como uno quiere, y si no estás
echándole muchas ganas pues no te puedes quejar de que no te vaya bien. Pero
con esta novela disfruté. Y uno se vuelve un poco adicto a esa sensación. Ya
quisiera estar escribiendo de nuevo, encontrar algo que me prenda mucho, que
pueda entender, que sepa por dónde agarrar. En esta novela todo confluyó.
** ** **
El Espectador
Bogotá
– Colombia
16
de septiembre de 2019
Actualidad
Pescaditos de oro inspirados en Macondo
Son
hechos totalmente a mano por artesanos ubicados en regiones afectadas por el
conflicto, como un aporte a la paz desde el emprendimiento rural.
Por
María Alejandra Castaño
Tal vez nunca serán suficientes los halagos, referencias e
inspiraciones de Cien años de soledad,
la novela de Gabriel García Márquez, ganador del Premio Nobel de Literatura en
1982 y considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y
universal, y una de las más traducidas (49 idiomas) y leídas en español. Sin
embargo, muchos también coinciden en que en Colombia no se le ha dado la
importancia suficiente, y, en cambio, otros países aprovechan su valor. En
Japón, por ejemplo, han entendido el poder del valor simbólico que a través de
la literatura se les incorpora a los productos y se vende una bebida inspirada
en Cien años de soledad que tiene un precio de US$129,99.
En España algunas calles tienen el nombre de esta obra y de
sus protagonistas, en China una pintora, inspirada en Macondo, vende sus obras
y las expone en importantes museos del mundo; mientras que la BBC Culture,
inspirada en escritores de todo el mundo, eligió a Cien años de soledad como
una de las “diez mejores historias que dieron forma al mundo”.
Por lo tanto, los caldenses Wílmar y Carlos Alberto Duque,
expertos trabajadores del turismo literario y cultural en Colombia, a través de
su proyecto Paz Apporte, crearon Artesanos de Macondo, donde están haciendo
pescaditos de oro inspirados en Cien años de soledad con el apoyo de artesanos
jóvenes, de regiones afectadas por el conflicto, especialmente de Barbacoas,
Nariño, en el Pacífico colombiano.
“A través de nuestros productos y servicios generamos
vínculos emocionales derivados del valor simbólico literario; de esta forma
brindamos lecturas de las diversas regiones de Colombia, ya que por medio de
sus expresiones materiales e inmateriales cuentan historias”, asegura Wílmar.
El valor material de los pescaditos está representado en
elementos de gran identidad de Colombia, como son el oro de El Dorado, las
esmeraldas, las mariposas amarillas y el realismo mágico, todo esto fusionado
con fina técnica filigrana, pero lo más especial es su valor simbólico, centro
de las industrias creativas y culturales, porque a través de estas piezas
artesanales Macondo logra su transformación, prosperidad y paz.
Los pescaditos de oro son hechos totalmente a mano por
artesanos jóvenes ubicados en regiones afectadas por el conflicto, como un
aporte a la paz desde el emprendimiento rural.
Además, han diversificado la oferta con otras joyas en filigrana,
como mariposas amarillas y llaves, así como con otras prácticas artesanales de
diferentes regiones del país. Artesanos y artesanías derivadas del realismo
mágico de Macondo, descritas y puestas en valor por Cien años de soledad.
“El lienzo de modelo de negocios Canvas, que da base al
valor simbólico del proyecto, está construido también de forma simbólica con
frases textuales de la obra; son nueve en total. Si me preguntaran cuál de
todas es la más representativa, diría: ‘Consiguió imponer en Macondo el
ambiente de paz rural con que soñaba el coronel Aureliano Buendía para morirse
de viejo fabricando pescaditos de oro’”, añade Wílmar.
¿Qué
buscan?
Hacer artesanías totalmente a mano y contribuir con la paz
rural de Colombia.
“Consiguió
imponer en Macondo el ambiente de Paz Rural con que soñaba el coronel Aureliano
Buendía para morirse de viejo fabricando pescaditos de oro”.
¿A
quiénes están dirigidos?
A todos los que valoran el arte y la literatura, y cómo a
través de estos se puede construir país.
“Los
examinó uno por uno y entonces se humanizó por completo. Quisiera llevarme uno,
si usted me lo permite —dijo—. En un tiempo fueron clave de subversión, pero
ahora son toda una reliquia”
.¿Cuál
es la relación con los clientes?
Todos los que quieran aportar a la paz desde el
emprendimiento rural y la literatura.
“No
me hables de política —le decía el coronel Aureliano Buendía—. Nuestro asunto
es vender pescaditos de oro”.
¿A
través de cuáles canales?
A través de piezas artesanales hechas a mano para lograr
prosperidad y paz.
“Macondo
estaba transformado, la aldea de otro tiempo se convirtió muy pronto en un
pueblo activo, con tiendas y talleres de artesanía”.
Fuentes
de ingreso
Todo está en el valor de una pieza que representa elementos
de gran identidad, como el oro de El Dorado, las verdes esmeraldas, las
mariposas amarillas y el realismo mágico
.“Seguía
fabricando dos pescaditos de oro al día hasta completar veinticinco”.
¿Cuáles
son los recursos claves?
El talento y los recursos naturales de Colombia permiten
crear piezas únicas.
“Le
hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculas
esmeraldas en los ojos, laminar agallas y montar timones, que no le quedaba un
solo vacío para llenarlo con la desilusión de la guerra”.
¿Cuáles
son los socios claves?
Artesanos ubicados en regiones afectadas por el conflicto
que quieran aportar al país en la construcción de la paz y el sentido de
pertenencia.
“Todos
eran artesanos hábiles, hombres de su casa, gente de paz”.
¿Cuáles
son las actividades claves?
A través de la técnica de la filigrana, construir piezas
únicas.
“Sus
únicos instantes felices, desde la tarde remota en que su padre lo llevó a
conocer el hielo, habían transcurrido en el taller de platería donde se le iba
el tiempo armando pescaditos de oro”.
¿Cuál
es la estructura de costos?
Uno de los principales objetivos, además de dar valor a la
obra a través de sus simbolismos, es ofrecerles un trabajo digno y bien
remunerado a los artesanos.
“Declinó la pensión vitalicia
que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos
de oro que fabricaba en su taller de Macondo”.
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