29 de diciembre de 2019

MEMORABILIA GGM 902




Confidencial
Managua – Nicaragua
1 de diciembre de 2019

Opinión

Gabo visto de derecho y de revés
En sus memorias aparecen nombres, personajes y
lugares que entran y salen de su largo caminar como escritor.

Por Guillermo Rothschuh
 “Cada lector suyo no solo leía un libro diferente si no
a un autor distinto. Es más aun si el libro era el mismo
cada uno de nosotros estaría leyendo otra novela”.
Julio Ortega.

I. Gabo, Borges y Proust

El peruano Julio Ortega convocó a cuarenta y dos escritores a participar en un Taller de Leer e invitó a los lectores de Gaborio Artes de releer a Gabriel García Márquez (2003), a recorrer el gabinete de versiones ofrecidas y sumarse a la memoria colectiva que lo postula. El pretexto para su iniciativa fue la publicación de Vivir para contarla (2002), bajo el argumento que en sus libros hemos pulsado nuestra identidad de lectores. Las memorias de Gabo constituyen para Ortega “un verdadero taller de lectura: el sánscrito del origen, las cartas y telegramas del amor, el periodismo de la vida cotidiana recomienza en el cuarto iluminado donde siempre es lunes”. Es uno de los primeros en dictaminar que Gabo hizo de su vida una creación de sus novelas. En sus memorias aparecen nombres, personajes y lugares que entran y salen de su largo caminar como escritor.

Al verme la cara con tantos ensayistas y críticos literarios de variadas procedencias, primó el desconcierto. Temía que esa marejada de escritores terminara ahogándome en la diversidad de sus propuestas. La única posibilidad era hacerme un plan de lectura. Ortega puso ante mis ojos el hilo que me permitía meterme a la cueva sin temer a extraviarme. En el braceo desesperado fui descubriendo ciertas constantes, las coincidencias que algunos autores encontraron entre las memorias de García Márquez y el yo insistente de Jorge Luis Borges. Otros más acuciosos formularon cierto paralelismo entre Gabo y Marcel Proust. El hecho que varios escritores hayan coincidido en estas similitudes enaltece y ubican a Gabo como autor de primerísima importancia, como en verdad lo juzga la crítica contemporánea.

El narrador español Juan Francisco Ferré, se metió de cabeza para ofrecernos un ensayo prodigioso: Un viento utópico- Magias parciales y mitos fundacionales en Cien años de soledad. Para Ferré existe una innegable dimensión proustiana en la escritura temporal de Cien años de soledad, a la que convendría aplicar el juicio de Paul de Man sobre el sentido irreparable de la busca del tiempo perdido: “Proust es aquel escritor que sabe que la hora de la verdad, igual que la hora de la muerte, nunca llega a tiempo, puesto que lo que llamamos tiempo es precisamente la incapacidad de la verdad para coincidir consigo misma”. Su afirmación parte de considerar a Macondo como territorio mítico, geográficamente aislado y relativamente emancipado de las servidumbres de la lógica donde el tiempo gira sobre sí mismo en trayectorias irregulares, desprendido de la realidad circundante.

Sobre un eje similar se desplaza la venezolana Violeta Rojo, destaca que Vivir para contarla sigue un esquema proustiano. El olor y los sabores son elementos sustanciales en En busca del tiempo perdido. La cita que introduce para asentar el paralelismo con las memorias de Gabo es muy conocida: “Desde que probé la sopa tuve la sensación de que todo un mundo adormecido despertaba en mi memoria. Sabores que habían sido míos en la niñez y que había perdido desde que me fui del pueblo reaparecían intactos en cada cucharada y me apretaban el corazón”. El día que Luisa Santiago llegó a invitar a su hijo para que le acompañara a vender la casa en Aracataca, fue providencial. “… ese paseo de solo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarla”. El sustrato resulta idéntico en ambos escritores.

La crítica uruguaya Lisa Block de Behar, subraya las analogías entre Gabo y Borges y sus afinidades puesto que frecuentaron autores similares: Cervantes, Faulkner, Quevedo, Conan Doyle, James Joyce, Virginia Woolf, Nathaniel Hawthorne, Herman Melville, etc. Ambos escribieron sus memorias. Borges concentró su intensa vida literaria en un ensayo escueto, dictado o en colaboración y García Márquez lo haría “a través de un copioso libro, de varios cientos de páginas, en donde se confunden en un mismo discurso el acontecimiento de ser, de hacer y decirlo”. Los dos sobreviven gracias a la pasión de prolongar sus vidas en historias. Cuentan para vivir una aspiración común entre quienes ejercen el oficio de cambiar las palabras o de vivir para contarla, con el ánimo de justificar “otras razones de las que la memoria no suele acordarse”.

II. Sus novelas predilectas

Un texto parecido al de Ortega fue incubado por su coterráneo José Miguel Oviedo, con una diferencia sustantiva, todos los ensayos (ocho en total) están concentrados en la trayectoria literaria y política de Mario Vargas Llosa. La obra publicada por Taurus en 2007 —Dossier Vargas Llosa— incluye un trabajo sobre su condición de erotómano (Historia de un libertino), otro a su afición por el teatro (Vargas Llosa, actor) y en otro analiza su participación como crítico político (Vargas Llosa, testigo del mundo). Oviedo no requirió de auxilio para ofrecernos una visión exultante de un novelista que alza vuelo con La ciudad y los perros (1962), y en cuyo discurrir ha convalidado sus grandes dotes creativos. Como acostumbra, conmemoró los cincuenta años de Conversación en la catedral (1989), con una obra con idéntico acento. Hombres (sic) recios (2019), narra la caída de Árbenz y el ascenso de los dictadores en Guatemala.

El libro de Ortega ofrece versiones y visiones encontradas, afirmaciones, negaciones y sobresaltos acerca de las valoraciones de las obras del portento. La mayoría de sus críticos expresó el impacto que marcaron sus libros en su devenir como escritores. Otros construyeron su relato contando el entusiasmo provocado por la primera lectura de Cien años de soledad. Dasso Zaldívar —su biógrafo— expresa que lo que le cautivó fue lo mismo que exaltaron desde un principio la mayoría de sus lectores. Cien años de soledad ofrece “la captación y comunicación de la más profunda realidad colombiana y latinoamericana”. Muchos los ensayistas divergen a la hora de escoger su obra predilecta de Gabo. Algo legítimo. Todos somos esclavos de nuestras predilecciones. Depende como hemos forjado nuestros gustos y fuimos depurándolos.

El costarricense Carlos Cortés considera Crónica de una muerte anunciada como su mejor libro. Todos los años lo lee. Después de haber concluido su lectura —durante dos horas corrosivas— resurgió de la vigilia para preguntarse: ¿Quién fue? ¿Quién le robó la virginidad a Ángela Vicario y a mi generación la inocencia literaria? El español Germán Sierra afirma que El otoño del patriarca posee tres condiciones que lo vuelven más trascendente que El recurso del método y Yo, el supremo. Primero, es una novela panamericana, no remite a una nación o personaje; segundo, la aplicación de recursos audiovisuales la conecta con los lectores y escritores más jóvenes; y, en tercer lugar, su aproximación a una teoría de la autoridad extremadamente moderna: “el poder del tirano moderno solo existe a causa de y durante su extinción”. Son seres antediluvianos.

Existe un denominador común entre quienes se metieron a enjuiciar Vivir para contarla.  El español Fernando R. Lafuente, considera que las memorias de un escritor son sus obras. “Las biografías pueden ser fascinantes, pero sin el misterio de la creación literaria, se convierten en mera agenda”. Coincide con Zaldívar, las memorias son un género de ficción. Lafuente recuerda lo que Gabo dijo en 1998, al dar a conocer el primer capítulo; sus memorias iban a ser “su gran libro de ficción, van a ser al fin la novela que siempre quise escribir y que he estado buscando toda la vida”. Dentro de este mismo territorio se desplaza el argentino Tomás Eloy Martínez. Las memorias “exhalan una alegría que se ha vuelto la sustancia misma del lenguaje de Gabo”. “Lo mejor que puede decirse de Vivir para contarla es que, de todos los libros de García Márquez, es el que más se le parece”.

Sobre la misma ruta transita Violeta Rojo; al interrogarse acerca de la diferencia entre cualquier libro de memorias y Vivir para contarla, concluye que las reglas del juego están claras desde el principio: es un libro ficcional bajo la apariencia de ser autobiográfico. Aunque el autor tiene un nombre, vive su vida y la comparte con su familia, “todas sus peripecias han sido recordadas y vistas a través de ese filtro difuminador de contornos, suavizador de aristas, curador de dolores, idealizador de sentimientos que son el tiempo y la nostalgia”. El hispanista Alberto Moreiras, además de insistir en la influencia de Faulkner en Gabo, replica que “Vivir para contarla es ficción de la ficción”. Asegura que lo que el novelista “cuenta en la autobiografía es lo no biográfico”. Al escribir sus memorias, Gabo se esmera en hacer creernos que sus personajes son de carne y hueso, ¡qué no los inventó!

** ** **

EL TIEMPO
Bogotá - Colombia
18 de diciembre 2019

Noticia
Colombia ya bautizó a
una estrella y a un exoplaneta
Los nombres, escogidos para la iniciativa NameExoWorlds,
rinden homenaje a Gabriel García Márquez.


Foto: Unión Astronómica Internacional

Por: Redacción Ciencia

Como parte de una de las actividades con motivo de los cien años de la Unión Astronómica Internacional (UAI), esta organización dio a conocer, este martes, el listado con los nombres ganadores de su iniciativa NameExoWorlds, que buscaba que cada país bautizara a un sistema planetario conformado por una estrella y un exoplaneta orbitando en torno a ella.

En el caso de Colombia, la propuesta ganadora hace un homenaje al escritor y ganador del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez; así, el nombre seleccionado para la estrella es el de ‘Macondo’, en referencia al pueblo en el que transcurre la historia de 'Cien años de Soledad'; y el del planeta es el de Melquíades, en alusión a uno de los protagonistas de la obra.

Estos nombres fueron propuestos por estudiantes del club de astronomía del Colegio Abraham Maslow, en Bogotá.

Ellos estuvieron liderados por la profesora Karina Sepúlveda, y su propuesta tuvo que competir contra otras 214 que hicieron otras personas y organizaciones en todo el país.

"Inicialmente, se exploraron cosmogonías, personajes de la mitología colombiana y surgieron algunas propuestas inspiradas en culturas indígenas. Ya que nos encontrábamos en el año de la lectura en el Colegio, un grupo de estudiantes estaba muy motivado leyendo en ese momento 'Cien Años de Soledad'. Al comprender el vínculo existente entre la estrella y el planeta, lo asociaron a Macondo y Melquíades", explicó Nohora Janneth Guerra, directora del colegio.

."Macondo como el pueblo alrededor del cual gira toda la historia, y Melquíades como el alquimista que orbita permanentemente a Macondo y trae los inventos y descubrimientos del mundo exterior. Además, la constelación Antlia o bomba neumática, en la cual se encuentran la estrella y el exoplaneta, lleva el nombre de un invento, lo cual favorecía aún más la asociación con Melquíades. Este vínculo nos pareció genial y por este motivo nos lanzamos con esta propuesta al concurso", agregó la educadora.

De acuerdo con la UAI, que dio la noticia durante una rueda de prensa celebrada en París (Francia), los nombres seleccionados sirven para designar a una estrella tipo enana naranja, identificada como HD93083 y ubicada en la constelación de la Bomba Neumática,  o Antlia, 94.26 años luz de distancia.

HD 93083b (el planeta) le da una vuelta a su estrella a cada 144 días terrestres. Fue descubierto a través del método de velocidad radial que consiste en observar el cambio en el espectro de luz de una estrella producido por el jalón gravitacional de un posible planeta que la orbite.

El cosmólogo Camilo Delgado, quien hizo parte del comité evaluador de la iniciativa para Colombia, explicó que al recibir las propuestas se dividieron entre los miembros del comité nacional para que cada uno revisara alrededor de 10 propuestas y les diera una calificación basada en los criterios de puntuación previamente establecidos.

"Las propuestas que estuvieron sobre 80% en una escala de 0 a 100 fueron sometidas a votación interna por parte de los miembros del comité hasta seleccionar las tres mejores propuestas, que fueron puestas a votación general por parte de toda la ciudadanía durante un mes hasta llegar al nombre ganador", indicó Delgado.

** ** **
 La República
Lima - Perú
1 de diciembre de 2019

Última foto. En 1974, Vargas Llosa y García Márquez se despiden en Barcelona. Luego, vino el derechazo del peruano.

Sociedad
García Márquez y Vargas Llosa:
El último instante de una amistad
y, luego, el puñetazo
XAVI AYÉN. El periodista de Barcelona, en la reedición de Aquellos años del boom, confirma que el alejamiento de los dos escritores lo desencadenó aquel incidente ocurrido el 12 de febrero de 1976 en México. Pero todo habría sido un malentendido.

Por Juan Carlos Soto

Cuando al premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa le preguntan por qué golpeó a su colega y también nobel Gabriel García Márquez, responde: “Que lo investiguen mis biógrafos”.

El periodista catalán Xavi Ayén publicó Aquellos años del boom. La segunda edición del libro dedica un capítulo detallado al puñetazo más famoso de la literatura universal.

Ayén aclara que su libro no es una colección de chismes, tampoco un tratado de literatura, pero era inevitable no abordar el asunto. La edición publicada en Perú por Debate añade hechos omitidos en la primera versión del libro, que solo podían contarse tras la muerte de ciertos personajes; por ejemplo, Carmen Balcells, la famosa agente literaria que lanzó al estrellato a Mario y Gabo. Se trata de una investigación sobre el boom de la literatura latinoamericana, que hizo mundialmente conocidos a narradores de esta parte del continente.

Ayén admite que el libro le trajo algunos problemas. Balcells le dijo que 12 páginas no podían publicarse, sino perdería la amistad de los Vargas Llosa. No le hizo caso y, desde entonces, no ha tenido contacto con el nobel peruano ni su familia. Directamente de ellos, no conoce una supuesta molestia.

Lo narrado se remonta a 1974. Vargas Llosa abandona España para volver al Perú con su familia. En ese viaje, en barco, conoce a Susana, se enamora y deja a su familia por ella. No obstante, fue una relación muy breve que desembocaría en la riña con García Márquez.

Ayén aclara que este suceso es menor y no empaña la trayectoria del escritor peruano, muy íntegro y coherente con sus principios. “En el mundo latinoamericano, tratamos a los escritores como dioses y yo he querido tratarlos como humanos explicando luces y sombras”, justifica durante la entrevista que concedió a este medio en el Hay Festival de Arequipa.

García Márquez y Vargas Llosa eran muy amigos, el último instante de esa amistad ocurrió en el puerto de Barcelona en 1974, cuando el peruano se embarca rumbo a Lima. La fotografía la tomó Carmen Balcells y aparece como una de las novedades de Aquellos años del boom.

Cuando Patricia retorna a Barcelona —tras la separación con Mario—, sale a cenar con Carmen Balcells, los García Márquez y Jorge Edwards. Toman unas copas y, en una conversación, Gabo bromea con Patricia diciéndole que, para que vuelva con Mario, “deberíamos liarnos”. Bromean con la idea, pero delante de testigos. Según Carmen Balcells, cuando Patricia le cuenta a Mario, exagera para justamente provocar una reacción y esta es la que todos conocemos. (…) Hay un peruano, Francisco Igartua, que luego del puñetazo acompañó a Mario al hotel y ahí Patricia le arroja una lámpara y le dice: “Estúpido, ahora sí que van a creer todos que era verdad”. Esa frase creo que es la prueba definitiva de que no era verdad. De eso podemos deducir que si no hubiera existido el puñetazo, habrían continuado siendo amigos, porque nunca pasó nada. (…) Yo les pregunté a los dos por la reconciliación y, al final, me dio la impresión de que eran las esposas de ambos las que no querían.

¿Qué le dijo García Márquez sobre el suceso?
Le quitaba importancia, le sorprendió mucho el puñetazo y lo vio como una reacción desmesurada, pero su versión de los hechos era que no pasó nada.

¿Cuándo usted entrevistó a Gabo ya estaba perdiendo la memoria?
Lo entrevisté en diciembre del 2005. Luego, lo vi el 2007 en Barcelona, ahí ya no reconocía a nadie. El 2005, yo no noté estar delante de un enfermo, sino de una persona adulta, pero el 2007 sí claramente era Mercedes quien tenía que hacerle recordar. Se acercaba alguien a saludarlo y, cuando se iba, Gabo decía: ¿Este quién es? Entonces, Mercedes Barcha (su esposa) le daba un resumen de la persona. En 2005, sí tuve una entrevista de tres horas que él no me dejó grabar, no le gustaba. En su escuela de Cartagena, tienen esa norma de que las entrevistas no se graban. Ahí me anunció que ya no escribiría más. Me dijo que le diagnosticaron la enfermedad (alzhéimer).

Usted también menciona que, cuando le preguntaban sobre Vargas Llosa, él decía: ¿Quién es ese señor?
No, era como decir que no era importante. En 2005 sabía perfectamente quien era. Le dije que había muchos intentos para que se volvieran abrazar.

Y tampoco creo que recordaba lo que había escrito…
Eso yo no lo vi, pero sí hubo gente que me dijo que le ponían Cien años de soledad y él empezaba a leerlo en voz alta y decía: “Caray, ¿eso lo he escrito yo? ¡Qué bueno!".

La tesis es que el boom se rompe por el puñetazo…
En una entrevista que di, titularon: “El boom se rompe por el puñetazo”. Más bien, lo correcto era: “El boom se rompe por el puñetazo y otros motivos”. A finales de los años 60, los principales escritores (del boom) vivían cerca, hacían cosas juntos. Después se dispersan, cada uno se va a un país distinto y eso los distancia. Luego, hay autores del boom coronados con el éxito. García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar se hacen ricos con sus libros. Sin embargo, hay otros que ganan poco, que no pueden pagar ni el alquiler, como José Donoso, quien se marcha de Barcelona y se muda a un pueblecito. Se crean celos, los ambientes que frecuentan son distintos, unos siguen el ámbito bohemio y a otros les descuelgan el teléfono jefes de Estado. Otra razón importante es la política, lo de Cuba.

¿Los escritores se aprovecharon de la revolución de Cuba?
Es mutuo. (...) En realidad le decimos boom, pero es un big bang. Crean el mundo de ahora. Antes cada autor publicaba libros en su país y lo leían los lectores de ese país. Mucho antes del Internet, ellos crean un mercado global de la literatura en español; cuando los autores publican una novela, sale en todos los países y eso antes de ellos no pasaba. Es la primera generación de escritores que se profesionalizan, que viven de sus novelas. Cuando se hablaba de los mejores escritores vivos, se pensaba en Europa o en Norteamérica, con el boom se pensó en Latinoamérica. Fue como ganar un mundial de fútbol en literatura. Eran los Dan Brown de la época, vendieron mucho. Además, los académicos los reconocían. Fue una inyección de autoestima brutal para América Latina, con problemas económicos y de dictaduras.

¿Se habla también de que los escritores del boom eran machistas?
No podemos ver a ese grupo con los ojos de hoy. Es raro que ahora las esposas de los escritores sean sus secretarias o amas de casa. El mundo funciona de modo distinto. Hubo grandes escritoras en esa época: la brasileña Nélida Piñón, la peruana Alba Lucía Ángel, la argentina Luisa Valenzuela, etc., pero no las incluyeron. La mujer del boom es Carmen Barcells, ella les hacía de todo; ella quiso que solo se dedicaran a escribir y les organizaba sus viajes, hoteles... compraba el papel, la cinta para la máquina de escribir, etc.

Y hoy ese tipo de literatura en España como envejece...
Hay un debate muy interesante; por ejemplo, con Rayuela han salido muchos críticos a decir que no aguanta el paso de los años, otros dicen que sí. No obstante, hay un debate, están cuestionando algunas obras de referentes clásicos y, sin embargo, nadie cuestiona todavía las grandes obras de García Márquez o Vargas Llosa.

¿En su libro, habla del veto a La ciudad y los perros en España?
Eso lo investigué, fui a los archivos de la censura. Hay un libro muy bueno de Carlos Aguirre.

¿En la versión de Armas Marcelo, Juan Goytisolo hizo un informe desfavorable de la novela?
Eso mi libro lo desmiente. Hablé con Goytisolo, me explica que su mujer Antonia leyó el manuscrito de La ciudad y los perros, entonces se llama Los impostores. Le dijo: “Luis, lee esto, que aquí tienes una gran novela”. Entonces, Goytisolo lo lee y hace un informe muy favorable sin firmar, lo redacta y termina en manos de Carlos Barral. Este último, con el informe, sin haber leído el libro, se comunica con Vargas Llosa y le dice: “Leída su novela es fantástica, quiero que se presente al Premio Biblioteca Breve, espéreme, que voy a ir a verlo a París”. Luego, Barral, en sus memorias, coquetamente dice que esta novela había sido descartada por un informe.


** ** **

EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
10 de noviembre de 2019

Lecturas Dominicales

El debut literario de
Mateo García Elizondo
El escritor mexicano, nieto de García Márquez
y Salvador Elizondo, lanza 'Una cita con la Lady'.

Mateo Garcia
La primera novela de Mateo García está editada por Anagrama
y llegó esta semana a las librerías del país. Foto: Jaime Navarro

Por Redacción LECTURAS

En esta novela el protagonista llega a un pueblo para encontrarse con la muerte. Ha dejado atrás todo lo que era, todas sus señales de identidad. En sus bolsillos lleva solamente un kit de droga con la que espera hacer más rápido su viaje al otro lado. Pero antes de que eso suceda –o durante, o después; los lectores estamos todo el tiempo divagando con el personaje entre el sueño y la vigilia, entre la vida y la muerte– muchas cosas le van a pasar. Una cita con la Lady es la primera novela de Mateo García Elizondo, mexicano de 32 años, guionista de cine, autor de cómics, periodista y también nieto de Gabriel García Márquez (aunque él quisiera que ese fuera un dato aislado, que los lectores se acercaran a su novela sin tener en cuenta sus lazos familiares). Pero es difícil obviarlo, y él lo sabe. Mateo es hijo de Gonzalo García Barcha y de Pía Elizondo. Su abuelo materno fue el escritor mexicano Salvador Elizondo, así que la herencia le viene bien fuerte por ambos caminos. Pasó su adolescencia en Francia, donde terminó el colegio, y luego viajó a Londres a estudiar Letras Inglesas y Escritura Creativa. Su obsesión desde niño ha sido contar historias. Empezó por el periodismo, llegó al cine, también al cómic. Pero todo este tiempo estuvo a la espera de lo que más quería: escribir una novela.

¿Cómo nació la idea de Una cita con la Lady?
Llevaba cierto tiempo formándose en mi cabeza. Quería hablar de un pueblo fantasma y sabía que alguien iba a llegar a ese lugar, pero todavía no sabía quién ni cómo. Y un día, saliendo de cine, se me ocurrió la historia de golpe. La entrada y algunos puntos de la trama aparecieron muy claros. De ahí fue fluyendo todo. La escribí el año pasado.

La editorial la presenta como una obra influenciada por Juan Rulfo. ¿Cómo se siente con eso?
Lo entiendo. Cuando la estaba escribiendo no pensé en esa relación, pero en algún momento me di cuenta de que la novela tiene mucho que agradecerle a Rulfo. Y a muchos más, como Burroughs, Camus o Welsh. Incluso, cuando yo platicaba la historia con otros escritores y con directores amigos, todos me decían ‘ay, estás escribiendo Trainspotting en Comala’. Creo que va más allá de eso. Pero no me molesta la manera en que la están presentando: sencillamente como la historia de un drogadicto que va a un pueblo a morir. Para mí es importante que no revelen detalles de la trama.

El personaje llega al pueblo y allá todos comienzan a llamarlo ‘El Muertito’...
Ese personaje se me apareció muy claramente. Desde el momento en que se me ocurrió el concepto de lo que iba a hacer, tuve una relación muy orgánica con él. Lo escuchaba hablar, entendía cómo se sentía, qué quería. Por lo general, para escribir guiones, soy de los que planean muy bien todos sus plot points y saben a dónde van a llegar, cuándo, en qué página. Para esta novela solo tuve una vaga idea de cuatro momentos repartidos en la historia y sabía que tenía que llegar a ellos, pero sin planear nada. Me fue llevando la voz del personaje, y quisiera que les sucediera lo mismo a los lectores.

¿Siente que la novela tiene que ver con su trabajo en cine o en periodismo?
Mi interés siempre ha sido contar historias. Pasé por el periodista freelance durante un tiempo, luego el cine me fue atrapando. En especial escribo guiones de ciencia ficción, de terror, que es lo que más me gusta. Y en ese sentido la novela sí tiene alguna relación, de alguna manera es una historia medio terrorífica.

¿Quiénes fueron los primeros lectores de la novela?
Cuando tuve una versión más o menos lista se la mostré a mi papá, Gonzalo, a mi primo Jonás –con el que escribí el guion del largometraje Desierto, y que ha sido mi rebote de historias–. Se la mandé, o más bien la interceptaron, mi mamá y mi ex, mi chica del momento, pero no la pudieron leer. El hecho de que mi mamá no pudiera leerla era un punto de orgullo para mí, de cierta manera. Un amigo escritor dice que por más malo que sea lo que escribes siempre lo va a leer tu mamá. Yo podía decir que esta novela ni mi mamá… pero hace poco la leyó. Así que ya no.

Usted ha dicho que prefiere que no le pregunten mucho por su familia…
Supongo que yo, como cualquier escritor primerizo, quisiera que la gente leyera la novela y la juzgara, buena o mala, por lo que es y por lo que está leyendo, por lo que tienen en las manos. Qué padre es tomar el libro de un escritor que uno no conoce, leer la historia y que te guste, sin saber más. Lo que me molesta un poco de todo esto… y no es que me moleste, digo, es mi familia, no lo voy a ir negando, pero lo que no me gusta es que, por ejemplo, las promociones de los libros vayan alrededor de ese eje porque me falsea mi apreciación de qué tanto les gustó o no les gustó la novela a los lectores. Muchos pueden llegar a ella con expectativas, quizás injustas o innecesarias, que la pueden afectar, a veces positivamente y otras veces no de esa forma. Quisiera que la gente pudiera leer y juzgar mi primera novela por lo que es, sin que en ese juicio entren las consideraciones de que soy nieto de tal o de tal otro. Creo que son novelas muy diferentes, escritores muy diferentes.

Pero además usted tiene universos literarios que le vienen por ambos lados de la familia…
Sí, así es. Me parece que lo que termina afectando de todo esto es crecer en una familia que se lee, se platica, se cuentan historias. Y en la que no es descabellado considerar el dedicarse a contar historias, como oficio de vida, que creo que es algo con lo que la mayoría de los escritores sí luchan, que las familias te digan: estás loco. Supongo que mi familia lo pensó cuando les dije que quería ser escritor, pero era algo que estaba como concebido. A mí los libros siempre me han encantado.

¿A qué edad llegaron esas lecturas que fueron centrales para su novela, como las novelas de Rulfo o Camus?
A muchas edades. Pedro Páramo lo había leído en la secundaria. Me pareció una lectura complicada y pesada. Soy gran seguidor de Rulfo, pero más de El llano en llamas. A Camus lo leí hace unos diez años, tampoco lo tengo muy fresco. Muchas cosas que he leído hace tiempo florecieron en esta novela.

¿Y cuándo tuvo claro que iba a dedicarse a contar historias?
Híjole, desde muy chiquito. De niño lo hacía muy informalmente, pero ya en la adolescencia tenía claro que esto era lo que quería. No lo hacía con mucha disciplina ni con mucha habilidad, pero sabía que me interesaba. Todavía no definía si iba a ser periodista o novelista. En ese momento ni siquiera había considerado ser guionista, eso vino más tarde. Aunque me han interesado muchas otras cosas, el eje han sido los libros. Hoy estoy dedicado a la literatura, que es lo que siempre había querido hacer. Tengo novelas encajonadas que no salieron. Esta es la primera que cuajó.

¿Esas novelas que tiene guardadas iban por un camino similar a Una cita con la Lady?
Son diferentes. Aunque, bueno, sí hay temas que se repiten. Pueblos mágicos, fantasmas, enfermedad mental, drogas. Temas como Dios, el diablo, la muerte. Pero esas novelas están encajonadas porque son proyectos fallidos y no creo que vayan a salir a luz.

¿Por qué le interesan esos temas?
Híjole… es complejo. Siempre me ha interesado escribir cosas que exploran estados de conciencia alterados. Sueños, viajes, drogas, locura. En el caso de esta novela, me interesaba particularmente la heroína porque es una droga que permite el acceso a estados alterados de conciencia que no son solo el sueño y la vigilia, o el viaje de drogas, sino que es una puerta a otro estado de conciencia más vasto y misterioso, que es la muerte. La heroína es una droga de fin de vida –los opiáceos, en general–, se la dan a la gente cuando ya no hay mucho más que hacer, solo quitar dolor. Y si decides empezar a tomártela en la mitad de la vida y no la dejas pronto, probablemente el final de tu vida llegue más rápido. Eso era lo que me parecía interesante de esta droga y del estado de conciencia que produce. Esa cosa onírica, de ya no tener contacto real con la existencia. La novela habla mucho de la heroína, pero en realidad es un pretexto para hablar de otras cosas. Lo mismo pasa con la muerte: puede que la historia esté centrada en la muerte, pero es una excusa para pensar en la vida.

El personaje cita 'El libro tibetano de los muertos'. ¿Qué tanto importó la lectura de ese libro para la novela?
Ese libro lo he leído en varios momentos de mi vida y, al igual que mi personaje, no he entendido gran cosa. Me parece que fue importante su lectura. A pesar de toda la referencia cristiana que tiene la novela, al fin y al cabo yo creo que es una novela muy budista. A lo largo de la historia trato de dejar abiertos varios niveles de interpretación de lo que pasa con el personaje. Y son válidos todos. Dependen del lector y de lo que cada uno crea.

La muerte es vista también desde una óptica muy mexicana, con esa relación tan especial que tienen ustedes con ella.
Sí, una visión como más ligera. Para escribir este libro siempre tuve en mente imágenes de calaquitas, muy mexicanas. El personaje principal siempre me daba la impresión de que era una calaquita, aunque en otros momentos parecía un espectro. El lenguaje que uso también es muy mexicano. Traté de mantenerlo porque así fue como llegó la historia. Me gustó que en la editorial me dejaron guardar mis mexicanismos. Era algo honesto. Así prácticamente hablo yo.

Y uno se encuentra con humor en la novela.
Qué bueno. Porque cuando estaba terminando de escribirla me preocupaba que la gente dijera, oye, esto es una pesadilla desde la página uno hasta la última. Y lo es, de cierta manera. Pero precisamente por lo que te decía de la relación que tenía con el personaje, un tipo como cínico, con cierto desapego, vi que también podía ser divertido. Tener que estar lidiando con todo un pueblo que no te quiere también daba lugar a situaciones que me parecían divertidas. Espero que los demás lo vean así.

Zapotal, donde sucede todo, es un pueblo que puede estar en cualquiera de estos países latinoamericanos…
Sí. El pueblo es ficticio, pero está basado en toda una serie de lugares en los que he pasado un tiempo, en México, en Centroamérica, en Suramérica. He estado en muchos pueblos como Zapotal, pero para la novela no quería centrarme en uno solo, sino hacer que fuera un poco sintético de cómo funcionan las cosas allí.

¿Colombia tiene alguna relación en sus historias?
Sí y no. Mi familia paterna es colombiana y siempre ha habido una cosmovisión colombiana ahí. He estado en Colombia muchas veces, en lugares muy interesantes que sin duda también han inspirado cosas. Pero, para serte sincero, he vivido la mayor parte de mi vida en México, he viajado mucho más por México, entonces creo que hay una relación inevitable con este país porque  es lo que traigo en la cabeza. Pero al fin y al cabo somos una cultura. Entre México y la Patagonia somos muy parecidos.

¿Ha pensado que la historia de la novela llegue al cine?
Me la puedo imaginar en cine, pero como me la imagino me parece aburrida. Puedo estar equivocado, y algún muy buen guionista me lo puede demostrar y me encantaría. Yo no lo haría. Siento que gran parte de la historia la lleva la voz del personaje y en una película es muy molesto tener un personaje que te habla y te hace comentarios. No estoy en contra de que llegue algún cineasta  me diga “oye, yo quiero hacerlo y te muestro el guion y te dejo opinar”. Y es lo único que yo haría: opinar. Pero la verdad, no veo bien cómo le haría.

Al final, ¿qué sensación le dejó Una cita con la Lady?
Disfruté muchísimo escribirla. Me sucedió algo que casi nunca me pasa, y es que me gustaba lo que estaba haciendo. Generalmente cuando escribo estoy luchando para que me guste así sea un poquito más de lo que me está disgustando. Este oficio requiere terquedad, constancia, resistencia a la frustración, porque las cosas no salen siempre como uno quiere, y si no estás echándole muchas ganas pues no te puedes quejar de que no te vaya bien. Pero con esta novela disfruté. Y uno se vuelve un poco adicto a esa sensación. Ya quisiera estar escribiendo de nuevo, encontrar algo que me prenda mucho, que pueda entender, que sepa por dónde agarrar. En esta novela todo confluyó.


** ** **

El Espectador
Bogotá – Colombia
16 de septiembre de 2019

Actualidad

Pescaditos de oro inspirados en Macondo
Son hechos totalmente a mano por artesanos ubicados en regiones afectadas por el conflicto, como un aporte a la paz desde el emprendimiento rural.

Por María Alejandra Castaño


Tal vez nunca serán suficientes los halagos, referencias e inspiraciones de Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982 y considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal, y una de las más traducidas (49 idiomas) y leídas en español. Sin embargo, muchos también coinciden en que en Colombia no se le ha dado la importancia suficiente, y, en cambio, otros países aprovechan su valor. En Japón, por ejemplo, han entendido el poder del valor simbólico que a través de la literatura se les incorpora a los productos y se vende una bebida inspirada en Cien años de soledad que tiene un precio de US$129,99.

En España algunas calles tienen el nombre de esta obra y de sus protagonistas, en China una pintora, inspirada en Macondo, vende sus obras y las expone en importantes museos del mundo; mientras que la BBC Culture, inspirada en escritores de todo el mundo, eligió a Cien años de soledad como una de las “diez mejores historias que dieron forma al mundo”.

Por lo tanto, los caldenses Wílmar y Carlos Alberto Duque, expertos trabajadores del turismo literario y cultural en Colombia, a través de su proyecto Paz Apporte, crearon Artesanos de Macondo, donde están haciendo pescaditos de oro inspirados en Cien años de soledad con el apoyo de artesanos jóvenes, de regiones afectadas por el conflicto, especialmente de Barbacoas, Nariño, en el Pacífico colombiano.

“A través de nuestros productos y servicios generamos vínculos emocionales derivados del valor simbólico literario; de esta forma brindamos lecturas de las diversas regiones de Colombia, ya que por medio de sus expresiones materiales e inmateriales cuentan historias”, asegura Wílmar.

El valor material de los pescaditos está representado en elementos de gran identidad de Colombia, como son el oro de El Dorado, las esmeraldas, las mariposas amarillas y el realismo mágico, todo esto fusionado con fina técnica filigrana, pero lo más especial es su valor simbólico, centro de las industrias creativas y culturales, porque a través de estas piezas artesanales Macondo logra su transformación, prosperidad y paz.

Los pescaditos de oro son hechos totalmente a mano por artesanos jóvenes ubicados en regiones afectadas por el conflicto, como un aporte a la paz desde el emprendimiento rural.

Además, han diversificado la oferta con otras joyas en filigrana, como mariposas amarillas y llaves, así como con otras prácticas artesanales de diferentes regiones del país. Artesanos y artesanías derivadas del realismo mágico de Macondo, descritas y puestas en valor por Cien años de soledad.

“El lienzo de modelo de negocios Canvas, que da base al valor simbólico del proyecto, está construido también de forma simbólica con frases textuales de la obra; son nueve en total. Si me preguntaran cuál de todas es la más representativa, diría: ‘Consiguió imponer en Macondo el ambiente de paz rural con que soñaba el coronel Aureliano Buendía para morirse de viejo fabricando pescaditos de oro’”, añade Wílmar.

¿Qué buscan?
Hacer artesanías totalmente a mano y contribuir con la paz rural de Colombia.

“Consiguió imponer en Macondo el ambiente de Paz Rural con que soñaba el coronel Aureliano Buendía para morirse de viejo fabricando pescaditos de oro”.

¿A quiénes están dirigidos?
A todos los que valoran el arte y la literatura, y cómo a través de estos se puede construir país.

“Los examinó uno por uno y entonces se humanizó por completo. Quisiera llevarme uno, si usted me lo permite —dijo—. En un tiempo fueron clave de subversión, pero ahora son toda una reliquia”

.¿Cuál es la relación con los clientes?
Todos los que quieran aportar a la paz desde el emprendimiento rural y la literatura.

“No me hables de política —le decía el coronel Aureliano Buendía—. Nuestro asunto es vender pescaditos de oro”.

¿A través de cuáles canales?
A través de piezas artesanales hechas a mano para lograr prosperidad y paz.

“Macondo estaba transformado, la aldea de otro tiempo se convirtió muy pronto en un pueblo activo, con tiendas y talleres de artesanía”.

Fuentes de ingreso

Todo está en el valor de una pieza que representa elementos de gran identidad, como el oro de El Dorado, las verdes esmeraldas, las mariposas amarillas y el realismo mágico

.“Seguía fabricando dos pescaditos de oro al día hasta completar veinticinco”.

¿Cuáles son los recursos claves?
El talento y los recursos naturales de Colombia permiten crear piezas únicas.

“Le hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculas esmeraldas en los ojos, laminar agallas y montar timones, que no le quedaba un solo vacío para llenarlo con la desilusión de la guerra”.

¿Cuáles son los socios claves?
Artesanos ubicados en regiones afectadas por el conflicto que quieran aportar al país en la construcción de la paz y el sentido de pertenencia.

“Todos eran artesanos hábiles, hombres de su casa, gente de paz”.

¿Cuáles son las actividades claves?
A través de la técnica de la filigrana, construir piezas únicas.

“Sus únicos instantes felices, desde la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, habían transcurrido en el taller de platería donde se le iba el tiempo armando pescaditos de oro”.

¿Cuál es la estructura de costos?
Uno de los principales objetivos, además de dar valor a la obra a través de sus simbolismos, es ofrecerles un trabajo digno y bien remunerado a los artesanos.

“Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo”.

** ** **


No hay comentarios: