13 de mayo de 2019

MEMORABILIA GGM 899

MEMORABILIA GGM
Cali – Colombia
11 de mayo de 2019

Publicamos el ensayo a continuación, por gentileza de su autora. N del E.

El recuerdo de
Gabriel García Márquez
a los cinco años de su partida

 “García Márquez nos hizo ciudadanos de Macondo, nos ‘macondizó’,
 nos modificó como lectores y, de la misma manera que amplió,
 con su portentosa imaginación, nuestra percepción de la realidad,
 nos devolvió la capacidad poética e infantil del asombro ante la vida cotidiana”
. Gonzalo Celorio en la edición conmemorativa de Cien años de soledad.

LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE

En abril partió nuestro Nobel hacia otras dimensiones, a la eternidad. Al árbol de Macondo en abril se le caen las hojas, y como “los árboles que mueren de pie”, el escritor colombiano murió y sigue de pie, enhiesto en su inmortalidad, erguido en su legado, sigue como los añosos árboles altivos, legendarios, que profundizan sus raíces, y sus copas quieren alcanzar las nubes.
Continuará en la memoria cada vez más viva en el corazón de los colombianos y los admiradores de su obra en el mundo, su literatura sin fronteras. García Márquez es quizás el autor en lengua castellana más ampliamente leído en todo el mundo y sus obras han sido traducidas a más de cuarenta idiomas.  Su creación literaria se prolongará en el tiempo, y extenderá sus ramas, se eternizará, mientras sigan creciendo los Macondos.
El símbolo en la geografía garciamarqueana
El nombre de Macondo era el de una hacienda próxima a Aracataca, que García Márquez convirtió en uno de los referentes geográficos literarios más inolvidables. Como también lo dice él en sus memorias, el nombre proviene de una hacienda bananera que visitaba con su abuelo “había un árbol de tronco recto y la copa como un inmenso ramillete de flores amarillas”. Así sigue siendo García Márquez. 

¿Qué es Macondo: lugar imaginario, ¿árbol, pescado o tribu africana?
La primera mención al árbol “macondo”, fue hecha por el viajero Alexander von Humboldt, quien vio este árbol en el bosque de macondos de Turbaco (Bolívar, Colombia) en 1801, cuando fue a visitar los volcanes de lodo con Luis de Rieux. Menciona que puede llegar a alcanzar los 35 metros de altura. Los frutos son enormes, con cinco alas, entre rosados y cafés, capaces de volar llevados por el viento.

Palabras parecidas a Macondo existen en varios idiomas africanos, y algunas se referían a árboles. Existen varias localidades y pueblos africanos con el nombre de Macondo. También se dice que es voz de origen chimila”.

Macondo, nos dice la voz de García Márquez en un documental: “no es un lugar geográfico, es un estado de ánimo. Es el estado de ánimo que se vive en el Caribe. Los europeos tienen un problema: un cuadro en el que meten la realidad, y lo que no cabe en ese cuadro, no existe. Nosotros los latinoamericanos no tenemos cuadrito, y vivimos la vida como viene”.

Carlos Monsiváis ícono de la literatura mexicana, define así a Macondo: “La prosa de García Márquez es uno de esos hallazgos enormes para cualquier lector. Una vez que uno penetra en ella, no quiere abandonarla. El verdadero Macondo, para mí, es la prosa de García Márquez”.

En el concepto del escritor mejicano, Carlos Fuentes, nos muestra qué es Macondo.
“Acabo de leer las primeras 75 cuartillas de Cien años de soledad. Son absolutamente magistrales.... Toda la historia, “ficticia” coexiste con la historia “real”, lo soñado con lo documentado, y gracias a las leyendas, las mentiras, las exageraciones, los mitos... Macondo se convierte en un territorio universal.”
No se olvide que Macondo tiene muchos antecedentes literarios. Ahí está Comala, de Juan Rulfo, o Santa María, de Juan Carlos Onetti. “Son universos propios, mundos cerrados y a veces asfixiantes que permite a sus creadores darles a sus historias una dimensión mítica”.
Macondo o columna sagrada

Otro de los significados u orígenes de la palabra Macondo, que adoptó García Márquez como el lugar imaginario de su literatura, y por la valoración que él le da a las culturas indígenas del Caribe, se complementa desde el ángulo de la antropología Cultural, con un mito Cogui relacionado con Macondo, y que a la vez, indirectamente, habla de “la casa en el aire” hecha del árbol del mismo nombre, “Entonces los padres del mundo encontraron un árbol grande y en el cielo, sobre el mar y sobre el agua, hicieron una casa grande de madera y paja, que llamaron Alnágua, como lo refiere uno de los más serios antropólogos, Gerardo Reichel-Dolmatoff. También es un símbolo sagrado para los indígenas de la Sierra Nevada, a donde llegan los mamos para hacer sus rituales y dejar las semillas envueltas en hojas siguiendo la milenaria tradición. Igualmente, está en la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta.

La inspiración y creación de Macondo, surgió cuando el escritor sintió por primera vez la necesidad de dejar constancia poética del mundo de su infancia al frente de las ruinas de aquella casa grande y muy triste, donde había vivido los primeros años de su vida, y cuando sintió una soledad enorme de América Latina y comprendió que había llegado el momento de encerrarse con sus fantasmas y fundar Macondo.

Aunque Macondo no figura en los mapas, lo inventó el nieto de Tranquilina Iguarán, es el pueblo más famoso de América Latina. Su realismo es mágico precisamente, porque es real. “Es muy difícil encontrar en mis novelas algo que no tenga un anclaje en la realidad”. El paralelismo que hay especialmente entre Cien Años de Soledad y la historia del pueblo de Aracataca son evidentes. Macondo surgió porque el escritor nació en ese pueblecito y no en ningún otro según los propios testimonios del novelista, que, de haber crecido en un ámbito diferente, su literatura hubiera sido otra, temática y formalmente hablando.

Y aunque Macondo no es Aracataca en un sentido estricto, “sí fue elaborado a partir de una idealización poética del autor. El pueblo que el autor tenía en mente cuando escribió Cien años de soledad no existe, porque fue una evocación poética. Pero sin duda tiene de Aracataca algunas cosas: el calor, la historia de la explotación del banano, la modorra de las tres de la tarde…”.

Macondo, mucho más que una leyenda

El nombre de Macondo, le llegó desde muy niño; como lo dice el mismo García Márquez en Vivir para contarla: “…El tren pasaba a las once por la finca Macondo, y diez minutos después se detenía en Aracataca. El día que iba con mi madre a vender la casa pasó con una hora y media de retraso…” (pg. 29).

“…El tren hizo una parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a la única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo escuché a nadie ni me pregunté siquiera qué significaba. Lo había usado ya en tres libros como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una enciclopedia casual que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de cocina. Más tarde descubrí en la Enciclopedia Británica que en Tanganyika existe la etnia errante de los makondos y pensé que aquel podría ser el origen de la palabra. Pero nunca lo averigüé ni conocí el árbol, pues muchas veces pregunté por él en la zona bananera y nadie supo decírmelo. Tal vez no existió nunca…” (pg. 163).
Macondo, que aparece por primera vez en el cuento Un día después del sábado publicado en 1954, es el escenario, y al igual que sus habitantes es una entidad viva que nace, crece y muere.

Luego en la primera novela, La hojarasca; es en esta obra que García Márquez crea el ficticio Macondo, como el ámbito imaginario en el que se desarrollará la vida de sus personajes. En la introducción de la novela: “…Después de la guerra, cuando vinimos a Macondo y apreciamos la cantidad de su suelo, sabíamos que la hojarasca había de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu…” (pg. 8).

Aunque el lugar ficticio lo incluye desde sus primeras obras, es en Cien años de soledad donde durante la penosa travesía de la sierra”, funda el mítico Macondo. El Macondo de su realismo mágico, describe la ubicación y el ámbito geográfico de este universo, en realidad lo pinta como él lo concibió; desde el comienzo de la novela empieza a nombrarlo.
Así lo describe:
“…Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. (Pg.7).

“…José Arcadio Buendía que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus trescientos habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto”. (pg. 13).

Es en esta obra, la más conocida, escrita durante su exilio en México, narra en tono épico la historia de Macondo, pueblo que acaba sepultado y destruido por las guerras y el progreso, y la de sus fundadores, la familia Buendía, a lo largo de cien años.

Este es el contexto del lugar mágico, el ámbito fantástico, que creó como escenario de algunas de sus novelas especialmente en Cien años de soledad, aunque su verdadera obra literaria nos conduce al conjunto de sus textos literarios. Si uno de ellos faltara, el mundo macondiano se disminuiría.

Así como los enormes frutos del árbol de Macondo, con cinco alas, capaces de volar llevados por el viento, también los enormes frutos de Gabriel García Márquez, su obra narrativa, con “enormes alas” ha sido capaz de volar hasta los cinco Continentes, y hasta los confines donde se siga escuchando la sonora palabra Macondo.


Gladys González Arévalo
Autora de: La música en Gabriel García Márquez
y Macondo tiene aroma de café.
Abril 17 de 2019.

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Contra Replica
México D.F.
6 de mayo de 2019

Noticia
Subastan foto inédita
de Gabo que iba a ilustrar
Cien años de soledad

Por Martha Rojas


Una serie fotográfica inédita de 12 tomas, en las que aparece Gabriel García Márquez y que incluso tienen anotaciones de su propio puño y letra, será subastada este 9 de mayo en la sede de Morton México junto a otros 112 lotes de imágenes en las que aparecen Frida Kahlo, Diego Rivera, Cantinflas y hasta el Che Guevara.


Las instantáneas iban a ser utilizadas para ilustrar la portada de la primera edición de Cien años de soledad, pero Vicente Rojo, quien estaba a cargo del diseño de portada prefirió no publicarlas y en su lugar dibujó el juego de dados a 12 caras llamado, Macondo, como el pueblo en el que transcurre la historia.

El valor inicial de las tomas oscila entre 110 mil y 150 mil pesos ; fueron tomadas en mayo de 1966 por el fotógrafo colombiano Ricardo Moya, un mes antes de que salieran al mercado los primeros 8 mil volúmenes de la novela en Argentina.

Las instantáneas están impresas por el fotógrafo colombiano, en ellas se ve a Gabriel García Márquez cómo es posible recordarlo, vivaz, con el saco de cuadritos, distintivo de su estilo de vestimenta para las apariciones en público.

Aunque para la portada de la célebre novela, de la que hasta ahora se han impreso más de un millón de ejemplares, tenía contemplada la imagen de Márquez, el primer tiraje de 8 mil se imprimió con la portada de un galeón perdido en la selva, porque la imagen que había diseñado el exiliado español Vicente Rojo no llegó a tiempo a Argentina y una diseñadora improvisó, la primera reimpresión hasta la cuarta salieron publicado con la imagen que Rojo había contemplado originalmente. El ilustrador español, que se exilió en México durante la dictadura franquista, y el colombiano se conocieron en 1960, cuando Gabo, como lo nombran de cariño radicó en México. "No había algo muy pensado o muy decidido, simplemente quería que tuviera ese juego y que vibrara un poco dentro de esas etiquetas y viñetitas que escogí.

"Fueron colores básicos. El azul, el rojo y el negro no son colores elaborados, son los colores que se consiguen con facilidad en una ferretería y eran colores brillantes y a mí me pareció que eso redondeaba la idea de que tuviera un tono natural", aseguró Vicente Rojo en 2014, año en que el escritor sudamericano falleció en la Ciudad de México.
La construcción de este libro, que tiene más de 500 páginas, arrancó en el 2006 y se entregó para su revisión en septiembre del 2014. Cinco años después fue publicado por el Instituto Caro y Cuervo, en abril pasado.


“Nos demoramos años recolectando los refranes. Las novelas debíamos leerlas muchas veces. Por ejemplo, ‘La hojarasca’ la leí unas cinco veces; Cien años de soledad, seis”, dice Viviana Díaz, docente de lingüística y de literatura, quien actualmente trabaja para la Universidad Minuto de Dios, en Medellín.



Nota del editor sobre esta noticia

La verdad es que Vicente Rojo se “durmió” para entregar su trabajo. Fue allí a donde Iris Pagano, diseñadora oficial de Editorial Suramericana, creó la portada de la primera edición con el galeón, que la hizo famosa a nivel mundial. Rojo importunó tanto a Gabo que este accedió a interceder ante la Editorial y esta se vio obligada a modificar la portada del libro que en ese momento “se vendía como salchichas” En ninguna editorial del mundo harían eso con un best seller de esa magnitud. Pero pudo más la presión de Vicente Rojo que de unos años para acá ha tratado de desestimar el trabajo de la diseñadora argentina para que se imponga su portada (que yo considero mala frente a la diseñada por Iris) en un acto inaudito de presión internacional, sobre algo que no se puede cambiar: La portada del galeón es la portada de la Edición Príncipe de Cien años de soledad.





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EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
8 de mayo de 2019

Libros

El diccionario que explica
los dichos y refranes
de la obra de ‘Gabo’
La publicación tiene en cuenta más de 120 expresiones
usadas en 700 contextos diferentes.

Por: Redacción APP 

Foto: Edgard Garrido / Reuters

‘El general en su laberinto’ se publicó en 1989. Algunos críticos la incluyen en el ‘top’ de las mejores obras de Gabo.

Tanto críticos como lectores aficionados de todo el mundo se han deleitado con los libros de Gabriel García Márquez. Su realismo mágico ha sido un hito en la historia de la literatura universal. De hecho, ‘Cien años de soledad’, su obra magna, ha sido traducida a más de 40 idiomas.

Por un momento imagine el reto que puede representar para un extranjero entender muchas de las frases caribeñas que utilizaba el Nobel en su obra, y disfrutar la riqueza lingüística de García Márquez como un colombiano.

Pero actualmente ya existe un libro de tres investigadores colombianos del grupo de ‘Estudios lingüísticos regionales de la Universidad de Antioquia’ que se dieron a la tarea de construir un diccionario con definiciones de expresiones que utilizó ‘Gabo’ en sus nueve novelas: 'Cien años de soledad', 'Crónica de una muerte anunciada', 'Del amor y otros demonios', 'El amor en los tiempos del cólera', 'El coronel no tiene quien le escriba', 'El general en su laberinto', 'El otoño del patriarca', 'La hojarasca' y 'Memoria de mis putas tristes'.

Se trata del libro ‘Dichos, refranes y locuciones en las novelas de Gabriel García Márquez’, publicado el pasado 17 de abril y presentado el 2 de mayo en la Feria del Libro, de Bogotá.

Este repertorio contiene más de 120 expresiones en más de 700 usos diferentes, con sus respectivas definiciones y los fragmentos de la novela donde aparece escrita por el colombiano, según le contó a EL TIEMPO Francisco Zuluaga, profesor de la Universidad de Antioquia y uno de los coautores del diccionario.

La construcción de este libro, que tiene más de 500 páginas, arrancó en el 2006 y se entregó para su revisión en septiembre del 2014. Cinco años después fue publicado por el Instituto Caro y Cuervo, en abril pasado.

“Nos demoramos años recolectando los refranes. Las novelas debíamos leerlas muchas veces. Por ejemplo, ‘La hojarasca’ la leí unas cinco veces; Cien años de soledad, seis”, dice Viviana Díaz, docente de lingüística y de literatura, quien actualmente trabaja para la Universidad Minuto de Dios, en Medellín.

 
Esta es la portada del libro de: 'Dichos, refranes y locuciones en las novelas de Gabriel García Márquez’. Foto: Cortesía: Lirian Astrid Ciro

El diccionario tiene dos partes: una teórica, que explica cómo diferenciar un dicho de un refrán y una locución, y la parte de las definiciones. Por ejemplo, una palabra recurrente en la obra de García Márquez es ‘cojón’, cuyo uso ‘estar hasta los cojones’ se empleó en ‘El otoño del patriarca’ y trae por definición (en el libro): ‘Estar harto de una situación’.

Y luego aparece el fragmento que seleccionaron los investigadores: “Me decía que ni él mismo sabía quién era él, que estaba de mi general hasta los cojones, decía sin amarguras, sin ningún motivo, como hablando solo, flotando en el zumbido continuo de un silencio interior que solo era posible romper a gritos”. (El otoño, 327)

La expresión 'ser carne de cañón' Gabo la alteraba por 'ser carne de convento' para referirse a las indígenas que eran instruidas por religiosos en algunos pueblos del caribe. (Así luce el libro)

Con ese grado de exactitud fue elaborada esta investigación, cuyo rastreo de frases se hizo, en primer lugar, de forma manual, con la pericia de tres lectores ávidos y amantes por la obra del nacido en Aracataca.

Lirian Astrid Ciro, doctora en humanidades y educación, y quien actualmente trabaja para la Universidad del Valle, reconoce que este tipo de trabajos no solo le sirve a extranjeros y traductores de la obra de García, sino también a colombianos que no estén familiarizados con el Caribe o que quieran profundizar en el significado de las expresiones que usó el Nobel para enriquecer su mundo literario.

“Es como si ‘Gabo’ hubiese utilizado todo el poder de los proverbios y toda su sabiduría popular para convertir ideas en verdades absolutas”, dice Viviana Díaz y agrega: “Estamos hablando de un hombre que conocía el español de una forma asombrosa y se merece el título del ‘Cervantes de Colombia’”.


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