Lima – Perú
20 de enero de 2019
Cultural
“Gabo utilizaba su propio
poder”
Jon Lee Anderson. El periodista estadounidense habla
del autor de Cien años de soledad,
Fidel Castro y Hugo Chávez en entrevista difundida por CNN en Español, la misma
que hemos editado. (L. R.)
Redacción
Gabo siempre siguió siendo periodista…
Sí. Cuando yo lo conocí por primera vez, ya
tardío en el año 98, creo que fue en una de mis primeras piezas en New Yorker.
Me acerqué a él y me trató como un amigo de infancia.
¿Qué le dijo cuando usted lo llamó?
Me dijo: ¿Anderson, dónde has estado? Te he
estado buscando por todos lados. Y me habló de mis libros del Che, decía que le
había gustado. Me dijo: ¿Cuándo vienes? Yo estaba en Andalucía, él en
Barcelona. A los dos días estuve con él, me trató como un compinche. Es decir,
nada del nobel, del gran escritor galardonado. Estaba fascinado con el mundo
periodístico, quería saber de cosas que yo había escrito, las historias detrás,
de las aventuras que había hecho. Me preguntó sobre la búsqueda del cuerpo del
Che y estuvo al tanto de esto. También preguntó por mi tiempo en Cuba, no lo
conocía en esa época, no habíamos coincidido. Es decir, no me ayudó en mi
investigación de la vida del guerrillero Guevara. Establecimos una especie de
entendimiento, al principio, luego había el vaivén natural entre un perfilador
y el perfilado. Es bastante incómodo.
Tengo entendido que él quería formar parte de la revisión del perfil.
¿Es cierto?
Exactamente tal cual, no, pero en el sentido que
Gabo era escritor, quería hacerlo él. Estaba muy consciente de lo que sabía yo,
hacía sugerencias, me invitó a Colombia a que conociera a su familia, a Aracataca,
que fuera con su hermano Jaime allí. Conocí hermanos y hermanas, y amigos. Duró
como siete meses esto, en varios lugares. En ese tiempo, él no habló con nadie
más, como periodista entorno a él mismo. Había tertulias en que me dijo esto es
off, esto es para mis memorias, y lo respeté. Hablamos sobre muchas cosas que
no quería entregar al público en ese momento. Sucede que durante el periplo
este de 7 meses, Gabo cayó enfermo, con linfoma, una enfermedad muy seria, como
que casi se muere. Yo estuve al tanto de la enfermedad, y hasta cierto punto
había complicidad. La familia quiso que esa noticia fuera privada,
eventualmente ellos revelaron la noticia. Yo lo puse como muy escueta dentro
del perfil, pero no quería un perfil del Gabo agonizante, sino de su vida.
Había cierta complicidad allí, pero por pudor y respeto a él y la familia, que
me habían dado acceso. Fue muy generoso en ese sentido.
Algo que trae detractores y defensores a Gabo es la pasión por el poder.
¿Qué cree que sentía García Márquez por Fidel Castro, Bill Clinton, Felipe
González?
Justamente mi perfil era un perfil político. Es
decir, también incluía su obra de ficción, su vida como escritor, de
periodista, el oficio que le dio vida como escritor y sustento y siempre admiró
después y que quiso volver a él. Pero una constante en él era el poder
político, sobre todo en manos de un solo hombre, a veces, podía regir el
destino de todo un pueblo. Hay que recordar que él nace en una Colombia
dictatorial, llega a su madurez en momentos de la violencia, a partir de la
cual empieza la guerra civil que ha durado hasta la fecha. Gabo tenía muy
presente la posibilidad de que el poder en manos de alguien egocéntrico,
manipulador, lo vio en Venezuela, o, según él, también alguien iluminado podía
cambiar el destino de los pueblos. Él se quedó en vilo y fascinado tanto con el
poder como con los que lo ejercitaban. En parte, su cercanía con Fidel se debe,
primero, a su filiación política, al periodo en que viven y un poco en la
confianza que establece el líder cubano a partir del golpe de Pinochet. El
período de mayor militancia de Gabo no es en los años 60, en realidad. Cuando
llegó y vio la revolución cubana se quedó en los cimientos de Prensa Latina,
pero se fue y escribió Cien años de soledad. Vuelve en los 70, y Gabo entra en
una fase más militante, periodismo más cruzadista, pro cubano, muy frontal con
regímenes de derecha, incluso con Estados Unidos, por sentir que la Guerra
Fría, que había estado en su punto más álgido, había roto algo en el hemisferio.
De hecho, a partir del golpe de Pinochet empezó la Operación Cóndor en los
regímenes militares del cono Sur, que desencadenó una persecución masiva de
gente de izquierda. Entonces, él pasó todo este periodo, eso creó un poco esa
cercanía que tuvo hasta su muerte con el líder cubano.
Dicen que Fidel Castro no tenía amigos.
Es cierto, pero Gabo fue amigo de él. Si tenía
un amigo, era Gabo. Era un amigo, según me decía Gabo, argumentaba que utilizó
esa amistad, entendía muy bien que era objeto de crítica por esa amistad, pero
reservaba su crítica para cuando estaba con Fidel, detrás del telón. Me
argumentaba que utilizaba esa confianza que había establecido con Fidel para
ayudar a mucha gente, y había sacado, según él, a presos políticos. Había
convencido a Fidel que suavizara su tratamiento con cierta gente disidente,
escritores críticos, incluso gente en la cárcel, para que se fueran de la isla.
No me consta lo contrario. Gabo es una persona que cuando me hablaba, me
convencía de eso, yo no tenía cómo entrarle y ver un lado cínico en eso. Creo
que no hubo nada cínico, es más gente de la administración de Clinton, de su
alrededor de él, me lo decían también, hasta cierto punto testificaron por
Gabo. Es más, constataron que él sirvió de intermediario entre Fidel y Clinton
en un esfuerzo de distensión, que finalmente se truncó. Gabo utilizó su propio
poder, de celebridad, de nobel, muy amado en América Latina, de interlocutor
con muchos líderes, su atracción para muchos líderes, para interceder en
conflictos, desde los 70 hasta los últimos días de su vida. Él buscaba
utilizarse a sí mismo como un embajador de buenos oficios, entre las guerrillas
y el poder, para apaciguar las embestidas bélicas.
Debe haber sido emocionante que Clinton se supiera el inicio de Cien años de soledad de memoria…
Sí. La verdad es que amaba a Clinton. Yo estuve
en su cumpleaños de 80, ya estaba en el escenario, en Cartagena, con los reyes
de España, todos los expresidentes de Colombia estaban allí. Pero Clinton era
esperado, pero estaba llegando tarde, cuando entró, Gabo subió las manos así
(las alza) y era la cara del deleite. Clinton era como Elvis Presley, todo el
mundo se reía cuando lo veían. Gabo era un entregado total.
¿A Gabo le gustaba estar entre periodistas?
Sí, muchos de sus amigos eran periodistas. Tal
es así que fundó la FPNI, la Fundación de Nuevo Periodismo, basada en
Cartagena, con lo cual está vinculado desde esa época. Él daba muchos de los
primeros talleres, invitó a Kapuscinski, lo dieron juntos. Estaba fascinado con
los jóvenes, con la posibilidad de entregar de vuelta un oficio que él entendía
que era precioso, exquisito, muy importante, muy valioso. O sea, un elemento
clave para la construcción de cualquier democracia, pero sin embargo en América
Latina muy vilipendiado, mal pagado y peligroso.
Usted llegó a ser muy cercano con Chávez, ¿cómo se consigue eso?
También fue por el Che (risas).
¿En qué año conoce al presidente Chávez?
Yo lo vi en el año 99, cuando llegó a Cuba e
hizo su famoso partido de béisbol con Fidel y firmaron el acuerdo de
combustible para profesores.
La primera impresión que le causó, ¿cuál fue?
No tan buena. Me parecía a mí un poco bocón,
populista, un poco demagogo, simpático, pero un poco liso. Lo vi hablar en el
aula magna de la universidad de La Habana frente a Fidel, pero el comentario
del día fue que nadie había visto a Fidel mirando con tanta alegría a alguien.
Primero, porque era la segunda vez que veían que Fidel se sentara ante otro que
habla. La primera fue con el papa Juan Pablo, sincronizaron. Luego, Chávez era
como el hijo que no había tenido, “dónde estuviste, chico, todos estos años”,
era algo así. En el 2001, durante tres meses recorrí Venezuela, en varias
ocasiones estuve con él, tanto en su casa como en el interior. Y lo llegué a
conocer más o menos. Él era muy fácil en caer en gracia, muy carismático. Era
cafetero incontrolable además de fumador. Me pidió que no lo dijera. Fumaba en
privado y tomaba exprés como nadie. Yo era muy cafetero también. Así que los
dos, me acuerdo, bajo un árbol, en el patio de su casa, una casona, tomábamos
café como locos esa primera noche, durante tres horas. Luego un edecán que me
llevó por la ciudad un día, me confió que a Chávez trataban de bajarle el café.
Consumía 28 tazas de café al día. Tenía un estuche, un maletín grande que
siempre llevaba detrás de él, que si fuera Trump, uno creería que era el código
nuclear, pero estaba lleno con dos tarros de café. Ellos le bajaban, pues
cuando les pedía, lo ignoraban. Llegaron a bajarlo a 18 tazas (...).
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