EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
4 de agosto de 2018
Cultura
Un tesoro
bibliográfico de Gabo
se queda en
Colombia
La Biblioteca
Luis Ángel Arango acoge la colección de ediciones
en todos los
idiomas del autor.
Alberto Abello Vives, director de la
BLAA, recorre la colección que recibió de Gabo y Mercedes Barcha. Foto: Claudia
Rubio/EL TIEMPO
Por:
Carlos Restrepo
@Restrebooks
En
mayo del año pasado, Alberto Abello Vives, el director de la Biblioteca Luis
Ángel Arango (BLAA), recibió desde México una llamada sorpresiva que lo llenó
de alegría.
Era
Mercedes Barcha de García, la viuda de nuestro nobel de literatura, para
anunciarle que ella y su familia habían tomado la decisión de donarle a la BLAA
la colección privada de libros traducidos de Gabo a otros idiomas, de su
biblioteca privada.
“Ella
misma indagó en distintas partes de Colombia dónde se encontraban las mejores
condiciones técnicas para la conservación de una colección privada que tenían
ella y su esposo en la calle Fuego de Ciudad de México. Y luego de analizarlo
tomó la decisión de ofrecérsela a la BLAA”, dice Abello.
EL
TIEMPO tuvo acceso a las bodegas de la biblioteca capitalina, donde ya se
encuentran los más de 3.000 volúmenes, que corresponden a 1.104 ediciones de
las obras de Gabo traducidas a más de 50 idiomas. “La gran mayoría son primeras
ediciones”, acota.
En
enero pasado se iniciaron los procesos técnicos para el traslado e importación
de los libros, que finalmente llegaron a la BLAA en abril.
Uno
de los detalles que más sorprendió a Abello y su equipo de la Luis Ángel Arango
fue el cuidado con que venían empacados los volúmenes, cubiertos con papeles
especiales y embalados en cajas particulares.
Edición de 'Doce
cuentos peregrinos' en japonés.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO
“Creo
que muy pocas donaciones o archivos llegan a una biblioteca organizados de esta
manera. Cada libro venía envuelto con una ficha que decía qué obra era, en qué
idioma y cuál era su año de edición. Cada caja traía un listado detallado de la
obra que contenía. Lo que quiero señalar es que el trabajo que hizo Mercedes
con sus colaboradores en México fue maravilloso”, comenta el director de la
BLAA.
Recuerda
que la primera caja que abrieron fue la de 'El coronel no tiene quien le
escriba, que venía en más de 30 idiomas, meticulosamente organizados.
Ahora,
los libros se encuentran en proceso de catalogación interna para pasar luego a
lugares especializados, donde podrán ser consultados por los investigadores,
pues, por su valor patrimonial e histórico, ingresan a aquellas colecciones de
libros raros y curiosos de la BLAA.
Abello
comenta que uno de los primeros sentimientos que atravesaron su corazón cuando
comenzó a abrir las cajas fue el de orgullo y admiración.
“El
listado de 42 países nos hace imaginar esa proeza de un colombiano entrando a
los millones de hogares de ese número de países. Es que no es una obra de arte
que tú ves temporalmente en un museo sino que en 42 países, millones de
personas han leído 'La hojarasca', 'Cien años de soledad', 'El coronel…' y eso
también une al mundo”, comenta el directivo.
Abello explica
el portal especial que creó la Luis Ángel Arango para que todos los colombianos
puedan mirar esta colección.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO
A un clic de distancia
De
manera paralela, uno de los objetivos de la BLAA desde que esta joya de
colección bibliográfica llegó a sus bodegas fue mirar de qué manera esto podía
ser un regalo al que pudieran acceder todos los colombianos.
Por
eso, el equipo de desarrollo virtual de la BLAA comenzó a trabajar en un portal
dedicado a esta colección, que les permite a los lectores mirar en un gran mapa
del mundo de dónde viene cada libro publicado, con información de contexto. Por
ejemplo, si el usuario busca Corea, podrá darse cuenta de que llegaron once
obras de Gabo publicadas en ese país.
El
portal, que ya se encuentra al aire, permite navegar sobre el mapa o por obras
escogidas. Al ver el mapa, llama la atención la fuerte presencia de la obra de
García Márquez en toda Europa, donde su influencia como intelectual fue muy
reconocida.
Así
mismo, Abello anota que está prevista en el futuro una posible exposición para
que la gente pueda ver las obras de manera física.
“Esta
colección no solamente permite ver las traducciones del castellano a las otras
lenguas del mundo sino que nos permite ver otras cosas. Las cajas de los
libros, las tipografías, los diseños, las ilustraciones y cómo ellos se
imaginan la obra de García Márquez”, explica Abello.
Es
decir que este material se convierte en una valiosa fuente de consulta para
investigadores de muchas disciplinas no solo literarias sino del diseño o de
otras lenguas.
El
director de la BLAA pone ejemplos tan sutiles como la elegancia y sencillez de
algunas carátulas en Oriente de la obra del autor de 'Crónica de una muerte
anunciada', que reflejan también la cultura de esos países. “Entonces, esto es
absolutamente emocionante”, anota mientras se le ilumina la cara con una
sonrisa.
Se
trata, por primera vez, de la posibilidad de entrar a uno de los espacios más
personales e íntimos que fue cuidado con celo en su residencia por el propio
Gabo y su señora, la querida ‘cocodrilo sagrado’, como él la llamaba cariñosamente.
“Es acceder al mundo de su obra que él había guardado como registro de su producción
intelectual y mundial”, anota Abello.
Tesoro informativo
Además,
se trata de un regalo muy importante que Mercedes Barcha y sus hijos se
reservaron para el país, si se tiene en cuenta que todo el archivo personal de
García Márquez se fue para el Harry Ransom Center, de la Universidad de Texas
(Estados Unidos).
“Gabo
es un patrimonio latinoamericano, y los mexicanos se lo disputan a la par con
los colombianos. Y Mercedes, creo yo, tenía claro que quería que acá también
quedara algo importante de Gabo”, anota el director de la BLAA.
De
esta manera, esta colección se convierte en un nuevo referente mundial de
obligatoria visita para los investigadores. Y, de paso, se une a la máquina de
escribir de Gabo, al diploma y a la medalla del Premio Nobel de Literatura, que
su familia le donó a la Biblioteca Nacional de Colombia, junto con obras que
enriquecieron su fondo sobre el autor, de más de 1.200 libros y archivos
audiovisuales. Así como la Gaboteca virtual.
La primera
edición de 'Cien años de soledad', la segunda y una curiosa edición en cuero
vacuno con letras repujadas.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO
El
director de la BLAA destaca el valor de esta donación para futuras
investigaciones sobre el nobel literario, para artículos especializados, para
hacer exposiciones, y “para construir anécdotas alrededor de los imaginarios
que el mundo construyó sobre el autor, sobre Macondo y sobre el país”.
Por
su parte, Diana Restrepo, directora técnica de la BLAA, destaca otro punto
interesante de lo que se recibió, que permite dimensionar el mérito de la
información que contiene. Por ejemplo, muchos de estos libros fueron publicados
en países que hoy ya no existen.
"El listado
de 42 países nos hace imaginar esa proeza de un colombiano entrando a los
millones de hogares de ese número de países", anota el director de la
BLAA.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO
“Hay
muchas ediciones de los años 70 y 80 que corresponden a la antigua Unión
Soviética o a Yugoslavia. Entonces, una edición venía referenciada con el
idioma yugoslavo, que es el serbo-croata. Varios de estos libros los estamos
referenciando con sus ciudades de publicación. O también hemos encontrado
ediciones en tártaro, que no es fácil ubicar”, explica la investigadora, al
frente de la catalogación.
Vale
la pena recordar que el tártaro es un idioma muy puntual de pequeñas zonas del
mundo.
También
hay ediciones numeradas o especiales que se les hicieron en algunos países a
las obras.
Pero
las sorpresas siguen apareciendo.
Abello
comenta que al abrir los libros se han encontrado anotaciones manuscritas de
algunos de los editores que publicaron la obra en determinado país, cartas
dirigidas al autor, tarjetas personales y hasta rizos de cabello.
“En
una de las ediciones de Oriente encontramos una tarjeta del editor que le
decía: ‘Don Gabriel: acá le dejo la primera edición del Colonel”, anota con
humor el director de la BLAA.
Hay
también una curiosa edición de 'Cien años de soledad' cuya portada es en cuero
vacuno con letras repujadas e incluye una emotiva carta en papel de seda de su
editor.
Y
algunas traducciones al árabe dejan ver palabras que no tienen traducción al
castellano.
Hace
pocos días, cuando Abello viajó hasta México, en compañía de Ángela María
Pérez, subgerente cultural del Banco de la República, para expresarle su
agradecimiento, Mercedes los esperaba con otro regalo. Un grupo de doce nuevos
libros que ella acababa de recibir de las primeras ediciones legales al
mandarín de Gabo, porque las que circularon durante muchos años fueron las no
autorizadas.
Este
es sin duda el mejor regalo que la Luis Ángel Arango recibe este año, con
motivo de la celebración de sus 60 años de existencia.
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Entretantomagazine.com
España
16 de julo de 2018
Fuego, 144
Fuego, 144,
Ciudad de México
Foto: Consuelo De Arco
Por
Antonio Costa Gómez
Allí
vivió Gabo durante treinta años mientras no estaba dando vueltas por el mundo
entero. En ese México del que quedó fascinado desde que Álvaro Mutis le hizo
leer “Pedro Páramo” y le presentó a Juan Rulfo, el escritor callado que habla
del fuego de la memoria. Y luego su gran libro empezará por convertirlo todo en
memoria y refracción en el tiempo desde esa primera frase que es casi tan
famosa como la del Quijote. Iba con su familia hacia Acapulco y de pronto en el
coche le vino la historia entera a la cabeza y tuvo que regresar y se pasó tres
meses escribiendo en su habitación mientras su mujer vendía hasta los
electrodomésticos para que pudieran comer.
La
casa está detrás del Estadio Olímpico Universitario que decoró con relieves
Diego Rivera. Muy cerca de la Universidad Nacional de México, cuya biblioteca
parece una caja gigantesca cubierta de cosmogonías rojas. En el barrio del
Pedregal, bajando por la infinita avenida Insurgentes, al sur de la ciudad
inmensa. Fue una de las primeras cosas que quisimos ver en Ciudad de México, a
pesar de que no se podía ir en transporte público. Tuvimos que ir en un taxi,
pero valía la pena. No era una atracción turística, nadie iba allí, pero para
nosotros era apasionante, y nos gustan las cosas que no son turísticas.
La
casa es modesta, de una sola planta, no como los palacios de los poderosos,
aunque Gabo llegó a alcanzar un poder considerable, desde que pasaba hambre en
Barranquilla. Hay una buganvilla desbordada como el estilo de “Cien años de
soledad” que cubre los ventanales enrejados del suelo. Encima cuelga un farol
enorme para dar iluminación de novela a la casa. Más arriba hay una especie de
pequeña grúa para izar paquetes como la de las ciudades bálticas que no sé qué
sugerencias novelescas ponía allí. Encima del garaje unos jarrones enormes
sugieren borracheras de literatura o abundancias tropicales o generosidades. La
hiedra se come todo el muro lateral lleno de hojas. Macetas desbordantes se
disparan en el suelo. O sea, es una casa sencilla pero apasionante y llena de
reminiscencias.
Consuelo
llama al timbre, insiste en que salga alguien como siempre, no se resigna a no
entrar. Contesta una empleada que dice que está sola, que no está autorizada a
abrir la puerta. Consuelo estaba dispuesta a conversar con la viuda de Gabo, a
contarle un montón de anécdotas macondianas, a decirle que estuvimos hablando
con la familia en Cartagena de Indias. Cuando planeaban matar a Gabo él se
refugió en México y aquí urdió su literatura espléndida y mágica. Y encima en
Colombia le echan en cara que se fuera. E incluso querían que arreglara las
miserias de su pueblo natal, como si era fuera la labor de los escritores.
Estamos
allí, estamos emocionados, estamos en la casa del autor de Cien años de soledad. Muchas veces yo planeé entrevistar a Gabo en
México, teníamos contactos familiares para conseguirlo, teníamos promesas de
revistas. Aunque él estaba ya harto de esas cosas, ni siquiera le hacía mucho
caso a su biógrafo Gerald Martin. Pero se ha muerto y ahora hemos llegado tarde,
como me ocurre con tantas cosas, y esta visita es una nostalgia, y tiene tanto
de emoción como de lamento. Pero siempre la nostalgia en realidad es una
pasión.
Un
árbol gigantesco extiende sus brazos a la izquierda, como para abrazar con sus
ramas la casa o entrar en conversación febril con ella. Y más jarrones se
esconden en lo alto del muro, jarrones de color cárdeno, de color de carne o de
tierra, hechos de carne del tiempo como sus novelas. Gabo, a diferencia de su
coronel, sí que consiguió que le escribieran, que le escucharan en todas
partes. Y en la casa se nota la pasión de él y la reserva de su mujer ,
Mercedes Barcha que parece mirar por los visillos tras las ventanas con rejas.
Su mujer fue un personaje novelesco, más misterioso y fascinante que los
personajes de Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera o los
atrapados por el destino en Crónica de
una muerte anunciada. Ella sola es una novela que apenas se ha escrito.
Y
después nos vamos un momento a la universidad, en la Biblioteca Universitaria
se despliega todo el dramatismo cósmico de las culturas mexicanas. No hay lugar
para el vacío en ese tumulto de figuras que claman desde la enorme caja. Unos
ojos sin rostro parecen mirarnos sin límites desde lo alto de la pared, y en
ese potente bunker con pequeñas aberturas parece atrincherarse la Cultura, como
diciendo: no acabarán con nosotros. Con razón la Unesco lo declaró Patrimonio
de la Humanidad.
Vagamos
un poco entre los árboles y hay unas enormes piedras con ojos tiradas por el
suelo. Como diciendo que la cultura de verdad está conectada con el cosmos,
como insinuando que la creación está engarzada con la naturaleza y crece como
los árboles. Al atardecer parece un misterio la infinidad de piedras tiradas y
silenciosas en mitad de los árboles, como palabras contundentes depositadas en
el suelo, como avisos del universo caídos sobre la universidad de México. Como
para subrayar la conexión inveterada de México con los dioses trágicos que
inspiraban a los vivos y los muertos. Y miramos la biblioteca detrás de los
árboles dibujada delante del firmamento para indicar el impulso del hombre
debajo de las estrellas. Y el dinamismo infinito de México. Ese dinamismo que
atrajo e inspiró a Gabo, que al final fue tan mexicano como colombiano. Porque
ya Juan Rulfo lo había convencido de que allí incluso los muertos están vivos,
incluso la memoria late tanto como la experiencia.
Foto: Consuelo De Arco
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