7 de agosto de 2018

MEMORABILIA GGM 889

EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
4 de agosto de 2018

Cultura
Un tesoro bibliográfico de Gabo
se queda en Colombia
La Biblioteca Luis Ángel Arango acoge la colección de ediciones
en todos los idiomas del autor.

Alberto Abello Vives, director de la BLAA, recorre la colección que recibió de Gabo y Mercedes Barcha. Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO

Por: Carlos Restrepo 
@Restrebooks

En mayo del año pasado, Alberto Abello Vives, el director de la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), recibió desde México una llamada sorpresiva que lo llenó de alegría.
Era Mercedes Barcha de García, la viuda de nuestro nobel de literatura, para anunciarle que ella y su familia habían tomado la decisión de donarle a la BLAA la colección privada de libros traducidos de Gabo a otros idiomas, de su biblioteca privada.

“Ella misma indagó en distintas partes de Colombia dónde se encontraban las mejores condiciones técnicas para la conservación de una colección privada que tenían ella y su esposo en la calle Fuego de Ciudad de México. Y luego de analizarlo tomó la decisión de ofrecérsela a la BLAA”, dice Abello.


EL TIEMPO tuvo acceso a las bodegas de la biblioteca capitalina, donde ya se encuentran los más de 3.000 volúmenes, que corresponden a 1.104 ediciones de las obras de Gabo traducidas a más de 50 idiomas. “La gran mayoría son primeras ediciones”, acota.

En enero pasado se iniciaron los procesos técnicos para el traslado e importación de los libros, que finalmente llegaron a la BLAA en abril.

Uno de los detalles que más sorprendió a Abello y su equipo de la Luis Ángel Arango fue el cuidado con que venían empacados los volúmenes, cubiertos con papeles especiales y embalados en cajas particulares.

Edición de 'Doce cuentos peregrinos' en japonés.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO

“Creo que muy pocas donaciones o archivos llegan a una biblioteca organizados de esta manera. Cada libro venía envuelto con una ficha que decía qué obra era, en qué idioma y cuál era su año de edición. Cada caja traía un listado detallado de la obra que contenía. Lo que quiero señalar es que el trabajo que hizo Mercedes con sus colaboradores en México fue maravilloso”, comenta el director de la BLAA.

Recuerda que la primera caja que abrieron fue la de 'El coronel no tiene quien le escriba, que venía en más de 30 idiomas, meticulosamente organizados.

Ahora, los libros se encuentran en proceso de catalogación interna para pasar luego a lugares especializados, donde podrán ser consultados por los investigadores, pues, por su valor patrimonial e histórico, ingresan a aquellas colecciones de libros raros y curiosos de la BLAA.

Abello comenta que uno de los primeros sentimientos que atravesaron su corazón cuando comenzó a abrir las cajas fue el de orgullo y admiración.

“El listado de 42 países nos hace imaginar esa proeza de un colombiano entrando a los millones de hogares de ese número de países. Es que no es una obra de arte que tú ves temporalmente en un museo sino que en 42 países, millones de personas han leído 'La hojarasca', 'Cien años de soledad', 'El coronel…' y eso también une al mundo”, comenta el directivo.

Abello explica el portal especial que creó la Luis Ángel Arango para que todos los colombianos puedan mirar esta colección.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO

A un clic de distancia

De manera paralela, uno de los objetivos de la BLAA desde que esta joya de colección bibliográfica llegó a sus bodegas fue mirar de qué manera esto podía ser un regalo al que pudieran acceder todos los colombianos.

Por eso, el equipo de desarrollo virtual de la BLAA comenzó a trabajar en un portal dedicado a esta colección, que les permite a los lectores mirar en un gran mapa del mundo de dónde viene cada libro publicado, con información de contexto. Por ejemplo, si el usuario busca Corea, podrá darse cuenta de que llegaron once obras de Gabo publicadas en ese país.

El portal, que ya se encuentra al aire, permite navegar sobre el mapa o por obras escogidas. Al ver el mapa, llama la atención la fuerte presencia de la obra de García Márquez en toda Europa, donde su influencia como intelectual fue muy reconocida.
Así mismo, Abello anota que está prevista en el futuro una posible exposición para que la gente pueda ver las obras de manera física.

“Esta colección no solamente permite ver las traducciones del castellano a las otras lenguas del mundo sino que nos permite ver otras cosas. Las cajas de los libros, las tipografías, los diseños, las ilustraciones y cómo ellos se imaginan la obra de García Márquez”, explica Abello.

Es decir que este material se convierte en una valiosa fuente de consulta para investigadores de muchas disciplinas no solo literarias sino del diseño o de otras lenguas.

El director de la BLAA pone ejemplos tan sutiles como la elegancia y sencillez de algunas carátulas en Oriente de la obra del autor de 'Crónica de una muerte anunciada', que reflejan también la cultura de esos países. “Entonces, esto es absolutamente emocionante”, anota mientras se le ilumina la cara con una sonrisa.

Se trata, por primera vez, de la posibilidad de entrar a uno de los espacios más personales e íntimos que fue cuidado con celo en su residencia por el propio Gabo y su señora, la querida ‘cocodrilo sagrado’, como él la llamaba cariñosamente. “Es acceder al mundo de su obra que él había guardado como registro de su producción intelectual y mundial”, anota Abello.

Tesoro informativo

Además, se trata de un regalo muy importante que Mercedes Barcha y sus hijos se reservaron para el país, si se tiene en cuenta que todo el archivo personal de García Márquez se fue para el Harry Ransom Center, de la Universidad de Texas (Estados Unidos).


“Gabo es un patrimonio latinoamericano, y los mexicanos se lo disputan a la par con los colombianos. Y Mercedes, creo yo, tenía claro que quería que acá también quedara algo importante de Gabo”, anota el director de la BLAA.


De esta manera, esta colección se convierte en un nuevo referente mundial de obligatoria visita para los investigadores. Y, de paso, se une a la máquina de escribir de Gabo, al diploma y a la medalla del Premio Nobel de Literatura, que su familia le donó a la Biblioteca Nacional de Colombia, junto con obras que enriquecieron su fondo sobre el autor, de más de 1.200 libros y archivos audiovisuales. Así como la Gaboteca virtual.

La primera edición de 'Cien años de soledad', la segunda y una curiosa edición en cuero vacuno con letras repujadas.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO

El director de la BLAA destaca el valor de esta donación para futuras investigaciones sobre el nobel literario, para artículos especializados, para hacer exposiciones, y “para construir anécdotas alrededor de los imaginarios que el mundo construyó sobre el autor, sobre Macondo y sobre el país”.

Por su parte, Diana Restrepo, directora técnica de la BLAA, destaca otro punto interesante de lo que se recibió, que permite dimensionar el mérito de la información que contiene. Por ejemplo, muchos de estos libros fueron publicados en países que hoy ya no existen.

"El listado de 42 países nos hace imaginar esa proeza de un colombiano entrando a los millones de hogares de ese número de países", anota el director de la BLAA.
Foto: Claudia Rubio/EL TIEMPO

“Hay muchas ediciones de los años 70 y 80 que corresponden a la antigua Unión Soviética o a Yugoslavia. Entonces, una edición venía referenciada con el idioma yugoslavo, que es el serbo-croata. Varios de estos libros los estamos referenciando con sus ciudades de publicación. O también hemos encontrado ediciones en tártaro, que no es fácil ubicar”, explica la investigadora, al frente de la catalogación.

Vale la pena recordar que el tártaro es un idioma muy puntual de pequeñas zonas del mundo.

También hay ediciones numeradas o especiales que se les hicieron en algunos países a las obras.

Pero las sorpresas siguen apareciendo.

Abello comenta que al abrir los libros se han encontrado anotaciones manuscritas de algunos de los editores que publicaron la obra en determinado país, cartas dirigidas al autor, tarjetas personales y hasta rizos de cabello.

“En una de las ediciones de Oriente encontramos una tarjeta del editor que le decía: ‘Don Gabriel: acá le dejo la primera edición del Colonel”, anota con humor el director de la BLAA.

Hay también una curiosa edición de 'Cien años de soledad' cuya portada es en cuero vacuno con letras repujadas e incluye una emotiva carta en papel de seda de su editor.

Y algunas traducciones al árabe dejan ver palabras que no tienen traducción al castellano.

Hace pocos días, cuando Abello viajó hasta México, en compañía de Ángela María Pérez, subgerente cultural del Banco de la República, para expresarle su agradecimiento, Mercedes los esperaba con otro regalo. Un grupo de doce nuevos libros que ella acababa de recibir de las primeras ediciones legales al mandarín de Gabo, porque las que circularon durante muchos años fueron las no autorizadas.

Este es sin duda el mejor regalo que la Luis Ángel Arango recibe este año, con motivo de la celebración de sus 60 años de existencia.


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Entretantomagazine.com
España
16 de julo de 2018

Fuego, 144

Fuego, 144, Ciudad de México
Foto: Consuelo De Arco

Por Antonio Costa Gómez

Allí vivió Gabo durante treinta años mientras no estaba dando vueltas por el mundo entero. En ese México del que quedó fascinado desde que Álvaro Mutis le hizo leer “Pedro Páramo” y le presentó a Juan Rulfo, el escritor callado que habla del fuego de la memoria. Y luego su gran libro empezará por convertirlo todo en memoria y refracción en el tiempo desde esa primera frase que es casi tan famosa como la del Quijote. Iba con su familia hacia Acapulco y de pronto en el coche le vino la historia entera a la cabeza y tuvo que regresar y se pasó tres meses escribiendo en su habitación mientras su mujer vendía hasta los electrodomésticos para que pudieran comer.

La casa está detrás del Estadio Olímpico Universitario que decoró con relieves Diego Rivera. Muy cerca de la Universidad Nacional de México, cuya biblioteca parece una caja gigantesca cubierta de cosmogonías rojas. En el barrio del Pedregal, bajando por la infinita avenida Insurgentes, al sur de la ciudad inmensa. Fue una de las primeras cosas que quisimos ver en Ciudad de México, a pesar de que no se podía ir en transporte público. Tuvimos que ir en un taxi, pero valía la pena. No era una atracción turística, nadie iba allí, pero para nosotros era apasionante, y nos gustan las cosas que no son turísticas.

La casa es modesta, de una sola planta, no como los palacios de los poderosos, aunque Gabo llegó a alcanzar un poder considerable, desde que pasaba hambre en Barranquilla. Hay una buganvilla desbordada como el estilo de “Cien años de soledad” que cubre los ventanales enrejados del suelo. Encima cuelga un farol enorme para dar iluminación de novela a la casa. Más arriba hay una especie de pequeña grúa para izar paquetes como la de las ciudades bálticas que no sé qué sugerencias novelescas ponía allí. Encima del garaje unos jarrones enormes sugieren borracheras de literatura o abundancias tropicales o generosidades. La hiedra se come todo el muro lateral lleno de hojas. Macetas desbordantes se disparan en el suelo. O sea, es una casa sencilla pero apasionante y llena de reminiscencias.

Consuelo llama al timbre, insiste en que salga alguien como siempre, no se resigna a no entrar. Contesta una empleada que dice que está sola, que no está autorizada a abrir la puerta. Consuelo estaba dispuesta a conversar con la viuda de Gabo, a contarle un montón de anécdotas macondianas, a decirle que estuvimos hablando con la familia en Cartagena de Indias. Cuando planeaban matar a Gabo él se refugió en México y aquí urdió su literatura espléndida y mágica. Y encima en Colombia le echan en cara que se fuera. E incluso querían que arreglara las miserias de su pueblo natal, como si era fuera la labor de los escritores.

Estamos allí, estamos emocionados, estamos en la casa del autor de Cien años de soledad. Muchas veces yo planeé entrevistar a Gabo en México, teníamos contactos familiares para conseguirlo, teníamos promesas de revistas. Aunque él estaba ya harto de esas cosas, ni siquiera le hacía mucho caso a su biógrafo Gerald Martin. Pero se ha muerto y ahora hemos llegado tarde, como me ocurre con tantas cosas, y esta visita es una nostalgia, y tiene tanto de emoción como de lamento. Pero siempre la nostalgia en realidad es una pasión.

Un árbol gigantesco extiende sus brazos a la izquierda, como para abrazar con sus ramas la casa o entrar en conversación febril con ella. Y más jarrones se esconden en lo alto del muro, jarrones de color cárdeno, de color de carne o de tierra, hechos de carne del tiempo como sus novelas. Gabo, a diferencia de su coronel, sí que consiguió que le escribieran, que le escucharan en todas partes. Y en la casa se nota la pasión de él y la reserva de su mujer , Mercedes Barcha que parece mirar por los visillos tras las ventanas con rejas. Su mujer fue un personaje novelesco, más misterioso y fascinante que los personajes de Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera o los atrapados por el destino en Crónica de una muerte anunciada. Ella sola es una novela que apenas se ha escrito.

Y después nos vamos un momento a la universidad, en la Biblioteca Universitaria se despliega todo el dramatismo cósmico de las culturas mexicanas. No hay lugar para el vacío en ese tumulto de figuras que claman desde la enorme caja. Unos ojos sin rostro parecen mirarnos sin límites desde lo alto de la pared, y en ese potente bunker con pequeñas aberturas parece atrincherarse la Cultura, como diciendo: no acabarán con nosotros. Con razón la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad.

Vagamos un poco entre los árboles y hay unas enormes piedras con ojos tiradas por el suelo. Como diciendo que la cultura de verdad está conectada con el cosmos, como insinuando que la creación está engarzada con la naturaleza y crece como los árboles. Al atardecer parece un misterio la infinidad de piedras tiradas y silenciosas en mitad de los árboles, como palabras contundentes depositadas en el suelo, como avisos del universo caídos sobre la universidad de México. Como para subrayar la conexión inveterada de México con los dioses trágicos que inspiraban a los vivos y los muertos. Y miramos la biblioteca detrás de los árboles dibujada delante del firmamento para indicar el impulso del hombre debajo de las estrellas. Y el dinamismo infinito de México. Ese dinamismo que atrajo e inspiró a Gabo, que al final fue tan mexicano como colombiano. Porque ya Juan Rulfo lo había convencido de que allí incluso los muertos están vivos, incluso la memoria late tanto como la experiencia.

 
Foto: Consuelo De Arco

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