HUB LITERARIO
Blog de
Lucia Benavides
Barcelona
– España
Junio de
2018
Viviendo con el fantasma
de Gabriel García Márquez
Cuando descubres que Gabo una vez habitó tu apartamento
en Barcelona
Por Lucia Benavides*
No fue hasta un año después de mudarme a mi
apartamento en Barcelona cuando supe que Gabriel García Márquez también vivió
aquí.
Era principios de marzo, en lo que habría sido
su 91 cumpleaños. Un amigo periodista estaba investigando una pieza sobre los
años que García Márquez pasó en Barcelona cuando se encontró con un viejo
artículo de 2014 que mencionaba las dos casas donde vivió durante su tiempo
aquí. Mi teléfono sonó con las noticias.
Lo primero que sentí fue la presencia de Gabo.
Por supuesto, lo estaba buscando; como escritora que constantemente narra su
propia vida, en busca de historias intangibles detrás de lo que está
físicamente a mi alrededor, quería pensar que el lugar estaba obsesionado por
el fantasma de Gabo. En términos de películas de terror menos, quería creer que
mi habitación estaba conmovida por algún tipo de magia que se filtraría en mi
propia escritura. Quería dejar que me inspirara, usarlo como una excusa para
canalizar las musas que ya había sentido a lo largo de mi vida, en los otros
lugares menos encantados que había vivido.
Pero luego Gabo cruzó la línea.
Algunos días después de enterarse de la
noticia, me levanté en medio de la noche y pensé que era el sonido de la puerta
de mi habitación al abrirse. Cuando abrí los ojos, la puerta estaba cerrada.
Debe haber sido muy temprano en la mañana; todavía estaba oscuro afuera, pero
la pesadez en mi pecho me hizo pensar que había estado durmiendo durante muchas
horas. Luego oí, fuera de mi habitación, el cierre de otra puerta -una oficina
que usa mi compañero de cuarto- y pasos.
A la mañana siguiente, ambos compañeros de
habitación juraron que habían dormido toda la noche.
Si los pasos habían sido reales o simplemente
un sesgo de confirmación, una cosa estaba clara: Gabo estaba aquí para
quedarse.
Gabriel García Márquez se trasladó a Barcelona
en 1967 con su esposa Mercedes y dos hijos pequeños, Rodrigo y Gonzalo. Pasaría
siete años en la capital catalana. Fue donde escribió El otoño del patriarca,
una novela sobre la vida de un dictador arquetípico del Caribe; o como el mismo
Gabo lo describió, un "poema sobre la soledad del poder". Algunos
meses antes de su mudanza, Cien años de soledad había sido publicado en América
del Sur con gran aclamación, y ganó rápidamente el estatus de celebridad allí.
Una vez en España, donde el libro aún no se había publicado, ese éxito le
permitió, por primera vez en su carrera, centrarse exclusivamente en ser un
escritor a tiempo completo.
Cincuenta años más tarde, en 2017, me mudé a
Barcelona, no con un compañero y niños, sino por mi cuenta. No publiqué la
novela latinoamericana más aclamada por la crítica o introduje un nuevo tipo de
género literario en la corriente principal, pero llegué con un propósito
similar: ser un periodista de tiempo completo.
Y por un golpe de suerte de escritor, o tal
vez alguna guía más alta del universo, aterricé en el mismo lugar exacto donde
Gabo pasó el primer año en Barcelona en la Avenida de la República Argentina,
hasta la unidad.
Lo primero que me llevó al departamento había
sido el nombre de la calle. Soy originario de Argentina, y cuando vi el anuncio
en la versión en español de Craigslist, pensé: es una señal. Fue el primer
lugar que miré, después de escuchar varias veces que tomaría semanas encontrar
una habitación decente a un precio decente, e inmediatamente supe que era el
indicado. La habitación que iba a alquilar estaba llena de luz natural, más
grande que mi habitación anterior en los Estados Unidos, y tenía una gran
ventana que daba a la avenida principal. El lugar aún no estaba completamente
amueblado, pero no me costó imaginar un escritorio debajo de esa ventana, donde
pasaba horas leyendo, soñando y escribiendo.
En ese momento, no tenía idea de que otro
escritor había tenido una vez la misma visión. Xavi Ayén, periodista del diario
catalán La Vanguardia, habló con Gabo en 2005 para investigar su libro Aquellos
años del Boom , que narra la historia de los escritores latinoamericanos en
Barcelona durante los años sesenta y setenta. Confirmó, para sorpresa de los
míos o de cualquiera que haya leído su obra, que García Márquez creía en los
espíritus y lo sobrenatural, y en el poder de los hogares y sus historias. Ayén
también me dijo que es muy probable que Gabo comenzara a escribir El otoño del patriarca en la misma
habitación desde la cual estoy escribiendo esta historia.
"Estoy seguro de que él creería que algo
de su presencia y de lo que escribió allí se quedó atrás en el espíritu del
departamento", dijo Ayén. "No hay duda al respecto."
Galardonado con el Premio Nobel de Literatura
en 1982, Gabriel García Márquez es mejor conocido como el padre del realismo
mágico y el más famoso por Cien años de soledad y amor en el tiempo del cólera.
Pero él era más que solo un novelista. Era un "izquierdista
comprometido" políticamente activo que se rodeó de revolucionarios como
Fidel Castro y camaradas antifascistas en España. También fue periodista y
continuó escribiendo artículos incluso después de lograr el éxito como escritor
de ficción.
Cubrió la revolución cubana en la década de
1950. Escribió sobre un naufragio naval colombiano que expuso un escándalo
militar y causó un alboroto nacional. Y tal vez lo más familiar para mí, un fan
obsesivo de los Beatles, publicó un obituario de John Lennon después de su
asesinato en 1980. En él, dijo que Lucy
in the Sky with Diamonds, por la que me nombraron, fue una de las más
hermosas canciones.
Antes de morir, García Márquez fundó una
organización sin fines de lucro que invierte y apoya a periodistas
hispanohablantes. (Otra coincidencia: busqué la Nueva Fundación de Periodismo
Gabriel García Márquez, y la página principal del sitio web mostraba una foto
de tres periodistas que incluía a un ex profesor mío). Cuando le pregunté a
Ayén si a Gabo le hubiera gustado que viviera un periodista su antiguo hogar,
él respondió con una expresión claramente española, " Hombre, sí”. Por
supuesto.
García Márquez fue el primero de una serie de
escritores latinoamericanos en llegar a Barcelona a fines de la década de 1960,
un momento de la historia literaria conocido hoy como el boom latinoamericano.
La mayoría de estos escritores -incluidos Mario Vargas Llosa, José Donoso y
Julio Cortázar- fueron traídos a Barcelona por Carmen Balcells, una agente
literaria catalana a quien se le atribuye el cambio de cara de la publicación
en el mundo de habla hispana. (Cortázar realmente vivió en París, pero visitó
Barcelona a menudo.) Una vez en España, el mercado para el trabajo de los
autores se expandió; de repente tuvieron acceso a toda Europa, y no solo a los
países de habla hispana.
Leticia Escario y su esposo Luis Feduchi se
encontraron en medio de esta tormenta literaria. La pareja española, ella
psicóloga y él psiquiatra, conocieron a Gabo y Mercedes en una cena organizada
por un amigo en común durante sus primeros meses en Barcelona. Al instante
dieron en el blanco, y la amistad demostró ser importante en la vida de Gabo;
las parejas se mantuvieron en contacto a lo largo de las décadas y con
frecuencia se visitaban entre sí.
"Fue una alegría escucharlo contar
historias", dijo Escario cuando la conocí para tomar un café en una
lluviosa mañana de primavera. "Hablando y escribiendo, él era
encantador".
Una de las primeras cosas que le pregunté,
mientras seguía pellizcándome a mí mismo que la mujer que tenía delante era una
de las mejores amigas de Gabo, era si alguna vez había visitado su-ahora
mi-apartamento en Avinguda Argentina. Escario dijo que no; aún no se conocían
bien durante su tiempo allí, y ella no cree que Gabo y Mercedes tuvieran mucha
gente durante ese primer año. Pero recuerda haberlos dejado frente al
departamento la noche que se conocieron.
Incluso el biógrafo de García Márquez, Gerald
Martin, sabe poco de su tiempo en Avinguda (Avenida) Argentina. Después de
varios intercambios de correos electrónicos y una larga conversación por Skype,
Martin -quien solo había visto mi departamento desde la calle- visitó el lugar,
con la esperanza de también "sentir a Gabo", durante un viaje de
trabajo a Barcelona.
Mientras tomaba el té en la misma sala de
estar donde alguna vez se sentó Gabo, posiblemente también tomando té con su
familia, Martin me contó sobre los años que pasó con García Márquez mientras
escribía su biografía, Gabriel García Márquez: Una vida. Se reunió con Gabo en
todo el mundo: en Colombia, en México y una vez en Cuba, donde también se
encontró con Fidel Castro.
"Fue increíblemente intuitivo", dijo
Martin. "Realmente podía leer a la gente". Y era supersticioso:
García Márquez una vez decidió no comprar una casa simplemente porque afirmaba
que estaba embrujada. Me pregunté, entonces, si él se abstendría de atormentar el
mío.
Las noticias sobre García Márquez
originalmente me metieron en un frenesí de investigación: ¿Cómo era su vida en
mi departamento? ¿Qué pensó, escribió y soñó mientras estuvo aquí? ¿Vio el
mismo árbol afuera de la ventana de mi habitación perder sus hojas en otoño,
solo para verlas crecer nuevamente en la primavera?
Sin embargo, más allá de conocer a Leticia
Escario y Gerald Martin, mi interrogatorio sobre su vida en mi departamento no
me llevó demasiado.
Sé que vivió aquí desde noviembre de 1967
hasta febrero de 1969, un poco más de un año. Sé que el lugar era demasiado
pequeño para que él y Mercedes tuvieran compañía. Ninguna de las personas con
las que hablé recordó haber visitado el departamento, ninguno de mis vecinos
actuales fue hace unos 50 años, y no hay fotos, que yo sepa, de su tiempo aquí.
Los propietarios de los diversos cafés de mi
barrio, lugares llenos de ancianos que leen periódicos en rincones oscuros y
gente que se pone al día con las cervezas, me miraban con la mirada perdida
cuando les pregunté si sabían si Gabo alguna vez visitaba su conjunto.
"¿Sabías que vivía justo en la
calle?", Le pregunté, señalando por la ventana.
Se encogieron de hombros y fruncieron el ceño,
diciendo que nunca habían escuchado tal cosa. Y además, agregarían, el bar más
antiguo de la calle ha existido por solo 33 años. El único café que podría
haber dado lugar a alguna revelación es un elemento básico del vecindario que
cerró en octubre pasado después de más de 80 años. Incluso entonces, el padre
del dueño había fallecido; su hijo apenas recordaba los años en que García
Márquez vivía a solo dos edificios de distancia.
Pero aunque mi barrio parece haberlo borrado
de su memoria colectiva, dejando solo un débil fantasma para los que vienen a
buscarlo, en el vecino barrio de Sarrià, las historias sobre él todavía
circulan por el aire.
Gabo se trasladó a Sarrià en 1969 con su
familia y pasó el resto de su tiempo en Barcelona hasta su partida a la ciudad
de México en 1974. Sarrià es un barrio exclusivo y de pueblo que todavía
conserva la sensación de ser un pueblo independiente: fue anexado por Barcelona
en 1921, con sus calles estrechas y ventosas, cafés al aire libre y antiguas
plazas de piedra. Estar allí me sentí como transportado a otro tiempo, a otro mundo.
Cada vez que bajé del autobús, me encontré inmerso en los años pico de Gabo en
Barcelona.
Luis Miguel Palomares, el agente literario del
hijo de Carmen Balcells, creció visitando el apartamento de Gabo en Sarrià casi
a diario con su madre.
"Recuerdo cada rincón de esa casa, puedo
contarte todos los detalles", dijo desde su oficina en el centro de
Barcelona. Después de la muerte de su madre en 2015, Palomares se hizo cargo de
la Agencia Literaria Carmen Balcells, que sigue representando a escritores como
Vargas Llosa e Isabel Allende. "Íbamos a la casa de los Gabos, y jugaba
con Rodrigo y Gonzalo".
A lo largo de nuestra conversación, Palomares
a menudo se refería a García Márquez como "tío Gabo". Hablaba de él
con ternura, diciendo que era muy generoso y afectuoso; Palomares heredó muchas
cosas de Gabo, incluida su primera cámara y su primer automóvil. Dijo que
creció rodeado no solo por García Márquez, sino por todo el grupo de autores
que pasarían horas hablando de política e ideales.
"Madre de Dios, qué privilegio",
dijo Palomares. "Al solo escuchar esas conversaciones hubiera sido
suficiente. Incluso antes de cumplir los 16 años, de tantas conversaciones, ya
tenía muchos títulos”.
Hoy, el edificio de apartamentos de Gabo en
Sarrià se parece mucho a lo que era entonces. Es una estructura pequeña de
cinco pisos con un patio delantero en la esquina de dos tranquilas calles
peatonales. Quería hablar con su residente actual, a quien había escuchado que
era un oceanógrafo, alguien que pasa más tiempo bajo el agua que en tierra,
como un personaje inventado en una novela de García Márquez. Tenía curiosidad:
¿también se sentía inspirado por su espacio? ¿Oyó o vio algo sobrenatural? ¿Se
preguntó si acaso no fue una coincidencia que terminara donde vivió García
Márquez?
Me quedé fuera del edificio, no estoy seguro
de qué número de apartamento zumbar, cuando una mujer mayor con un bastón
comenzó a caminar por la rampa. Le pregunté cuánto tiempo había vivido allí, y
ella respondió: "Tengo 81 años, y he vivido demasiado tiempo para
recordar". No estaba muy seguro de si ella quería decir en este mundo o en
este apartamento. Muy pronto, otro vecino se unió a la conversación, ninguno de
ellos sabía dónde había vivido exactamente García Márquez, pero los dos habían
escuchado historias de él "viniendo por estas partes".
Nunca tuve la oportunidad de hablar con el
residente actual, pero a unas pocas cuadras del apartamento, encontré el puesto
de periódicos donde Gabo con frecuencia compraba papel para su máquina de
escribir. El nuevo dueño de la tienda me dijo que Gabo ayudó a los propietarios
anteriores a instalar la tienda cuando se mudó por primera vez al vecindario.
El lugar es pequeño, atestado de libros y diarios. En el muro de la derecha
cuelga un enorme retrato en blanco y negro de García Márquez, como si fuera el
rey del país o algún tipo de líder religioso.
Hay una parte de la ciudad de la cual García
Márquez parece haberse desvanecido por completo. Caminando por Las Ramblas
ahora, es difícil imaginar a Gabo allí. La calle peatonal turística en el
corazón de Barcelona era su parte favorita de la ciudad, una calle que una vez
estuvo llena de puestos de libros y mercados al aire libre que venden aves y
mascotas pequeñas. Pero 50 años más tarde, es un lugar incómodamente lleno de
autofotos, grupos de turistas que recorren toda la calle y personas en segways que pasan velozmente.
En teoría, el lugar debería tener algún tipo
de magia: además de los paseos de García Márquez, Las Ramblas tiene una rica
historia de revoluciones, disturbios y otros escritores, como George Orwell,
que pasan un tiempo significativo allí. Pero a medida que pasaba junto a un
grupo de turistas deteniéndose frente a mí para tomar fotos de Las Ramblas,
comencé a cuestionar mi antiguo romanticismo. Quizás los lugares no tienen nada
que ver con las personas que los habitaron, que pasaron un tiempo dentro de
ellos, que caminaron por sus tierras.
Desde que descubrí que Gabo alguna vez vivió
donde vivo hoy, cada hombre de mediana edad con bigote que paso por las calles
de Barcelona es, por una fracción de segundo, él. Sin embargo, antes de
enterarme de la historia de mi departamento, nunca lo habría visto dos veces.
Lo mismo ocurre con las historias que mis dos
compañeros de cuarto y yo ahora les contamos sobre nuestro departamento.
Después de esa primera noche, cuando Gabo intentó abrir la puerta de mi
habitación, el ascensor de nuestro edificio dejó de funcionar, pero solo en
nuestro piso. Nuestro vecino anciano se quedó atrapado dentro por varios
minutos hasta que los bomberos llegaron y la ayudaron a salir. El equipo de
mantenimiento del edificio vino a repararlo varias veces, pero el ascensor se
quedó atorado. De nuevo, solo en el cuarto piso. (Innecesario decir, todavía
tomo las escaleras, por las dudas.) Otra noche, después de que finalmente se
arregló el ascensor, mi compañera de cuarto nos despertó gritando de terrores
nocturnos.
Si todo esto hubiera sucedido hace meses, no
habría juntado las historias, tratando desesperadamente de tejer una narración
coherente. Es, con toda probabilidad, parte de mi tendencia a ver la vida como
si alguien estuviera escribiendo estos eventos desde otro plano. Para encontrar
temas y motivos y prefiguración. Para insertar el fantasma de un escritor en mi
departamento.
La energía de Gabo puede estar allí, de una
manera inexplicable que los físicos aún no han descubierto (estoy contando los
segundos hasta que mi hermano físico me envíe un mensaje, argumentando en
contra de esto). O puede no serlo Puedo elegir creerlo, o no puedo. Entonces,
¿cuál es la diferencia?
Nada cambia, al final; mi habitación sigue
siendo una plaza blanca de cuatro paredes con una bandera argentina y una
ventana que da a una calle del mismo nombre. Lo único que cambia es mi
perspectiva. Mientras sienta a Gabo allí, él está allí, al menos a través de
mis ojos y mi experiencia. Me gustan las historias, después de todo. ¿Y cuál es
la mejor historia que el fantasma de García Márquez en mi habitación?
*Lucía Benavides es una periodista actualmente con
base en Barcelona, España. Originaria de Argentina, sus intereses giran
principalmente en torno a los problemas y la identidad de las mujeres. Antes de
España, trabajó como reportera / productora en la estación de NPR en Austin,
Texas.
Ha pubicado en NPR, Teen Vogue y Al Jazeera English,
entre otros medios.
** ** **
Blogs de COPE
Madrid –
España
8 de
junio de 2018
Literatura
Memoria de mis putas tristes
Por
Andrea Carrasco
Y yo qué voy a contar de uno de los más
grandes escritores de la literatura latinoamericana, ganador del Nobel, y
exponente del realismo mágico. Pues de él poco, pero sí de ‘Memoria de mis
putas tristes‘. No es la obra más conocida de Gabriel García Márquez pero
tampoco es una desconocida.
Entre otras cosas, iba a decir (y voy a
decir), juega a su favor que sea un texto de poco más de 100 páginas, pero lo
que realmente lo empuja es que sea un libro de 100 páginas que resume la
esencia pura de los últimos anhelos de un nonagenario que, visto lo visto, hoy
día pueden no distar mucho de la realidad. Esta historia podría haberse
alargado hasta las 300 páginas entrando en más detalles, pero no hacen falta
más pistas para entender o disfrutar con lo que nos cuenta nuestro querido
Gabo.
He de reconocer que siempre he sido muy de
leer esos libros que todos conocen pero que no muchos leen. Este, por ejemplo.
Como podría ser Niebla de Unamuno, La Busca de Pío Baroja (que me cautivó desde
que descubrí El árbol de la Ciencia) o Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán
(y es que empiezo y no paro). Aunque es cierto que esa forma de escribir no era
tan directa y nuda como puede ser ahora (odio generalizar, pero suele ser así)
y si realmente quieres conectar con Márquez en ‘Memoria de mis putas tristes’,
aunque apenas esperan por delante 100 páginas, hay que tomarse un tiempo para
analizar lo que estás leyendo.
Hablar de estas obras me retrotrae a los años
de colegio y los comentarios de texto. Cómo cada uno interpretábamos lo que le
leíamos. Y, muchos años después, ahí va el mío. ‘Memoria de mis putas tristes’
es una impresionante reflexión sobre la vejez que muestra los vicios más
ocultos y repugnantes y los secretos más oscuros que uno guarda, pero que
analiza con total naturalidad. La historia de un hombre que, sino me equivoco,
no tiene más nombre que “sabio”, “maestro” o “profesor Mustio Collado”; como le
llamaban sus alumnos cuando se dedicaba a la docencia.
Todo empieza con el noventa cumpleaños de Don
Mustio Collado que, se quiere dar un homenaje pasando la noche con una joven
inmaculada. Sí, si tomas este texto como algo real suena repugnante. Pero
acabas entendiendo que nos habla de la soledad fruto de la vejez de un hombre
que no se ha enamorado nunca y que quiere seguir sintiendo.
“Era la misma que andaba por mi casa: las
mismas manos que me reconocían al tacto en la oscuridad, los mismo pies de
pasos tenues que se confundían con los del gato, el mismo olor del sudor de mis
sábanas, el dedo del dedal (…) La casa renacía de sus cenizas y yo navegaba en
el amor de Delgadina con una intensidad y una dicha que nunca conocí en mi vida
anterior”
Cuando se llega a la ancianidad se es
consciente de ciertos detalles que el resto no perciben. Uno es consciente de
los pensamientos de quienes le rodean sobre su aspecto ajado y sus actos
incomprensibles. Algo inaceptable a esa edad, porque la profesión va por dentro
pero no acompaña la fachada. Una etapa vital en la que sobra tiempo para
descubrir cosas de uno mismo en las que, probablemente, no habrías reparado con
veinte años menos.
“Descubrí que no soy disciplinado por virtud,
sino como reacción contra mi negligencia, que parezco generoso por encubrir mi
mezquindad, que me paso de prudente por malpensado, que soy conciliador para no
sucumbir a mis cóleras reprimidas, que sólo soy puntual para que no se sepa
cuán poco me importa el tiempo ajeno”
‘Memoria de mis putas tristes’ está salpicada
de bellísimas descripciones que despiertan sentimientos; no necesariamente
buenos, cosa buena. Son los últimos deseos de un hombre que los convierte en
obsesión para agarrarse a una última esperanza de no morir solo. Y son tan
pocas páginas cargadas de sentimiento que no quiero desvelar nada de la
historia.
** ** **
EL PAÍS
Madrid –
España
5 de
junio de 2018
Cultura
Los secretos de las cajas 26
de Bioy Casares y Ocampo
Pruebas de galera de Borges, primeras ediciones
corregidas y una carta de Gabriel García Márquez son algunas de las joyas
donadas a la Biblioteca Nacional de Argentina
Por Redacción
En 1999, la biblioteca de los escritores
argentinos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo quedó huérfana. Al morir Bioy
Casares, cinco años después que su mujer, el librero Alberto Casares dividió
los 17.000 volúmenes en diez lotes. Uno por heredero. Incluyó 33 cajas en cada
lote y las más valiosas eran las número 26, guardianas de las joyas de la
colección. Pero nunca llegaron a repartirse. En 2017, la biblioteca íntegra fue
adquirida por patrocinadores por 400.000 dólares y donada a la Biblioteca
Nacional de Argentina. Después de meses de restauración y estudio, los secretos
de las diez cajas 26 fueron desvelados hoy: está la prueba de galeras del
cuento El jardín de senderos que se bifurcan, de Jorge Luis Borges; primeras
ediciones corregidas a mano que dieron pie a nuevas reediciones, una carta de
Gabriel García Márquez dirigida a Bioy Casares y una respuesta manuscrita de
Silvina Ocampo a Alejandra Pizarnik, entre otras maravillas.
Borges fue durante años el invitado más asiduo
a la vivienda del matrimonio. El genial lector y cuentista llevaba libros para
comentar con su amigo Bioy Casares y los dejaba allí, lo que explica todo el
material borgeano presente en la colección. "Los libros muestran los
vínculos entre Bioy Casares y Borges y son un testimonio más para conocer sus
procesos de escritura", declaró el director de la sala del Tesoro, Juan
Pablo Canala, en la presentación. Entre los ejemplares seleccionados figuran
dos ediciones, una en inglés y otra en alemán, de Las mil y una noches, uno de
los libros favoritos del autor de El Aleph. Borges leyó las dos versiones y las
confrontó -llenándolas de notas con su minúscula caligrafía- para preparar el
ensayo Los traductores de las mil y una noches.
Los investigadores Laura Rosato y Germán
Álvarez rastrean desde hace años los vínculos literarios borgeanos para reconstruir
su universo creativo y se nutrirán de los hallazgos localizados entre los
17.000 volúmenes. "Borges imaginó en el cuento de El Congreso un grupo de
gente que hace una enciclopedia del universo. Fallan. Esta va a ser una
enciclopedia de la obra de Borges y no va a fallar", dijo el director de
la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, ante la titánica tarea que tienen por
delante.
Las cajas 26 muestran también las amistades
literarias que la pareja tejió a lo largo de sus vidas. En una carta fechada en
México, en junio de 1991, el premio Nobel Gabriel García Márquez se dirige a su
"querido Adolfo". "Mi asombro por tu resistencia descomunal ante
los embates de once discursos", comienza la misiva, en la que habla de una
"cena inolvidable" junto a su mujer, Mercedes Barcha. "Mercedes
-que amaneció queriéndote más que a mí- no me perdona mi heterodoxia", le
dice a Bioy Casares.
En un ejemplar dedicado de La soledad de
América Latina, el colombiano escribe: "Para Adolfo Bioy Casares, con el
terror compartido por los discursos (dichos y oídos); y la admiración y la
amistad". El libro de García Márquez es su escrito de aceptación del Nobel
de Literatura en 1982 y debía conocer muy bien el rechazo del autor de La
invención de Morel a dar entrevistas y su temor a hablar en público.
"Cuando le concedieron el Cervantes, pasó meses preparando ese texto
aterrado porque pensaba que todo eran lugares comunes", recuerda Manguel.
Correspondencia
con Pizarnik
Es posible leer también una carta de Silvina
Ocampo a la poeta argentina Alejandra Pizarnik como respuesta al libro en
francés La mort, de George Bataille, que le había prestado. "Querida
Alejandra: escatológica. Qué horrible libro. Me da miedo tenerlo en mi cuarto
porque nunca como dulce de leche", le dice la menor de las hermanas Ocampo
a Pizarnik. Admite que "es bueno conocer cosas repugnantes" y le
asegura que se dará cuenta en un poema suyo "muy próximo". "En
los diarios de Pizarnik también se aprecian estos intercambios, le gustaba
provocar", cuenta Rosato.
Ejemplar de La mort, de George Bataille, con
anotaciones de Pizarnik y una carta de Ocampo.
De la biblioteca nacerán decenas de
investigaciones que arrojarán luz sobre la biografía de estos dos grandes
escritores y de otros cercanos, asegura Álvarez. Entre los libros infantiles
que Ocampo conservó estaba Gollywogg, de Florence Kate Upton, publicado en 1895
y considerado hoy un ejemplo de racismo. El título, que da nombre también al
protagonista, se ha convertido en un insulto para referirse a personas de origen
africano, pero los estudiosos creen que ayuda a entender la formación literaria
de esa generación de las élites porteñas.
Los investigadores se han asomado a las 345
cajas que quedan por abrir. En ellas hay, por ejemplo, las guías Michelín que
consultaban Bioy Casares y Ocampo en sus paseos por Europa y las revistas
francesas que la poeta traía de vuelta a casa, que servirán para reconstruir
esos viajes. También una colección completa de la revista Sur. Álvarez está
convencido de que aguardan ocultas grandes sorpresas: "Hemos visto el 1%,
el tesoro dentro del tesoro. Creemos que puede haber cartas, manuscritos,
correcciones... Son 17.000 volumenes de expectativas".
Autógrafo de García Márquez a Bioy Casares. Foto Ruben
Digilio.CLARIN.
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EL ESPECTADOR
Bogotá -
Colombia
5 de
junio de 2018
Cultura
“El Presidente
ha desaparecido”
(Sello
Editorial Planeta)
Bill Clinton escritor,
según García Márquez
El expresidente de Estados Unidos publicó su primera
novela, pero pocos saben que en su escritura influyó una amistad de 20 años con
el nobel colombiano.
Por
Nelson Fredy Padilla
Gabo y
Clinton en Cartagena, en el homenaje al Nobel de parte de las academias de la
lengua en 2007. / Getty Images.
Esta semana, por el lanzamiento mundial de su
primera novela, El presidente ha desaparecido, y cada vez que puede, Bill
Clinton le da crédito a Gabriel García Márquez como el autor del libro “más
importante” en su vida como lector: Cien
años de soledad. Fue el impacto que le causó el mundo macondiano mientras
estudiaba leyes, y luego conocer al nobel de Literatura colombiano y hacerlo su
amigo, lo que condujo al expresidente estadounidense a los primeros borradores
que ahora lo convierten en novelista junto al famoso escritor James Patterson.
(La presentación del libro).
De esta amistad nos enteramos los periodistas
que trabajábamos en la revista Cambio, en Bogotá, en enero de 1999. García
Márquez, dueño, director y redactor, trabajaba en su investigación sobre el
escándalo sexual entre Clinton y Mónica Lewinski, practicante de la Casa
Blanca, publicada bajo el título El amante inconcluso. Se había conocido con
Clinton en una cena en la casa de verano del escritor estadounidense William
Styron, en Marttha’s Vineyard, en agosto de 1995.
Las ventas de Cien años de soledad estaban disparadas porque Clinton declaró:
“Desde que la leí, hace más de 40 años, siempre me asombraron sus dotes únicas
en cuanto a imaginación, claridad de pensamiento y honestidad emocional… una
obra poética, maravillosa y mística”. García Márquez creyó que se trataba de
una pose de político para ganarse a la comunidad latina en EE. UU. Sin embargo,
la noche en que compartió con el “cabeza de cepillo”, como lo apodó de entrada,
le atribuyó un “poder de seducción” basado en la estatura y “el fulgor de su
inteligencia”. Eso le contó a su hermano Eligio García Márquez, quien fuera
asesor editorial de Cambio: “tú sabes que con cualquier gringo no se puede
hablar en una misma noche de literatura, cine, música y mujeres”.
Hablaron hasta de la Rapsodia para saxofón de
Debussy, pues el presidente interpretaba el instrumento y el escritor lo usó
como fondo de cuentos y novelas. El propio Gabo escribió después que en aquella
velada en casa de Styron, con la diplomacia del escritor mexicano Carlos
Fuentes de por medio, comprobó que la opinión de Clinton sobre el realismo
mágico era genuina, además de su conocimiento de la literatura universal,
empezando por El Quijote –que confesó
no haber leído completo–, deteniéndose en El
conde de Montecristo y terminando a medianoche con Las meditaciones de Marco Aurelio.
La afinidad mayor fue William Faulkner. El
colombiano consideró al autor de Luz de
agosto inspirador de su poética y el norteamericano le respondió recitando
el monólogo de Benji, nuez de la novela El
sonido y la furia. Así, pasar a hablar del narcotráfico en Colombia y EE.
UU. resultó tan natural que Clinton admitió que las mafias norteamericanas son
las más poderosas. De brindis en brindis desembocaron en el tema de Cuba y
García Márquez le dijo: “Si Fidel y usted pudieran sentarse a discutir cara a
cara no quedaría ningún problema pendiente”.
Los dos valoraron sus puntos de vista “como si
fueran oro en polvo” y eso los llevó a reencontrarse varias veces, por ejemplo
en la Oficina Oval de la Casa Blanca, a finales de 1997, en presencia de Samuel
Berger, jefe del Consejo Nacional de Seguridad. Para que ese encuentro se
produjera, Clinton ordenó otorgarle a su amigo el visado de entrada al país, que
le había sido negado años antes por su cercanía con el régimen de Fidel Castro.
Enterado de la conexión, quien le sacó provecho político un año después fue el
presidente cubano, quien a través de García Márquez envió una carta a Clinton
pidiéndole flexibilizar el bloqueo económico a la isla. (Lea "El
Mensajero").
Uno de los intermediarios de la amistad fue
Thomas McLarty, asesor y mejor amigo de Clinton, a quien García Márquez conoció
en Washington a través del expresidente colombiano y secretario de la Organización
de Estados Americanos César Gaviria. Más allá de la política, entre García
Márquez y Clinton se mantuvo una relación sincera a través de la literatura.
Según Eligio García –fallecido autor de una gran investigación sobre Cien años de soledad titulada Tras las claves de Melquíades–, el
político le preguntaba por lecturas detectivescas y el escritor le respondía
recomendándole la prolífica obra del belga Georges Simenon, y aprovechaba para
reclamarle que los estadounidenses “perdieron el sentido del misterio”
instaurado por Edgar Allan Poe.
Intercambiaban libros, más porque la hija de
Clinton, Chelsea, también se obsesionó con la obra del colombiano y él se
encargó de regalarle las ediciones en inglés y autografiadas por él. Clinton
asistió al homenaje que las academias de la lengua española le rindieron al
nobel en Cartagena en 2007. La última vez que se vieron fue el 17 de mayo de
2013, en la casa de García Márquez en Cartagena. Él, disminuido por el
alzhéimer, y su esposa, Mercedes Barcha, recibieron a Clinton, que a su salida
dijo: “Ya no luce joven como antes, pero sus ojos brillan”. El 17 de abril de
2014, día de la muerte del autor, se comunicó con la familia y luego publicó:
“Tuve el honor de ser su amigo y de conocer su gran corazón y mente brillante
durante más de 20 años”.
Imposible no recordar esto cuando el sello
editorial Planeta publica en Colombia El
presidente ha desaparecido, novela escrita por Clinton, de 71 años de edad,
junto con la pluma de James Patterson, también de 71, un Simenon estadounidense
que ha vendido más de 350 millones de libros en todo el mundo con sagas en las
que el personaje más conocido es el agente del FBI Alex Cross. Tiene el récord
Guinness por ser el autor que más obras ha mantenido en el número uno de la lista
del New York Times.
Por la formación literaria que tiene, hay que
creer en Clinton como coautor del thriller, aunque fue presentado el lunes
pasado con un punto de vista trillado en la literatura y el cine: “La
presidencia de los EE. UU. pende de un hilo. El presidente, Jonathan Duncan,
está a punto de ser destituido y es presa fácil de los tiburones de Washington
cuando, acorralado por la prensa, cuestionado por la opinión pública y sus
propios colaboradores, se enfrenta al mayor ataque que EE. UU. haya sufrido
nunca. Sin nadie en quien confiar, el presidente Duncan deberá desaparecer para
actuar en la sombra, aun a riesgo de que le consideren sospechoso y traidor.
Tres días de infarto en los que el hombre más buscado del planeta se verá inmerso
en un juego de estrategia política sin precedentes para poner a salvo el futuro
de la nación”.
Sin importar su calidad narrativa, será un
best seller con versión de serie de televisión producida por Showtime y tal vez
de cine. Clinton, que fue presidente estadounidense durante dos mandatos
consecutivos desde 1993 hasta 2001, había escrito otros libros, incluido el
autobiográfico My life y el de
pensamiento político Entre la esperanza y
la historia, pero hasta ahora no se había atrevido con la ficción. Ahora
hizo realidad el sueño que le insinuó a García Márquez, su inspiración.
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Infobae
Buenos Aires / Argentina
11 de junio de 2018
Noticia
Las alusiones a García Márquez
en Los Simpsons que nadie vio
© THX Medios S.A. Gabriel García Márquez, nobel de
literatura colombiano.
Redaccion
El Springfield de Los Simpsons bien podría ser
un Macondo posmoderno, y las odiseas diarias de Homero podrían compararse
-guardando las proporciones- con las del patriarca José Arcadio Buendía en Cien
años de soledad. O eso piensa el Centro Gabo, que analizó algunos de los
episodios de la famosa serie animada estadounidense para encontrar las
alusiones que han aparecido sobre Gabriel García Márquez, el nobel de
literatura colombiano.
La referencia más explícita la hace Homero en
el décimo episodio de la octava temporada, llamado The Springfield Files, y en
su versión en español, Los expedientes secretos de Springfield en
Latinoamérica. Bebiendo cerveza en la taberna de Moe, como de costumbre, el
cabeza de familia habla con los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully,
quienes le preguntan sobre su encuentro con un extraterrestre, a lo que él les
responde: "Todo comenzó en el club de caballeros donde charlábamos sobre
García Márquez jugando al dominó".
Anteriormente, en el segundo episodio de la
sexta temporada hacen alusión a uno de sus libros más famosos, El amor en los
tiempos del cólera, estrenado en 1994, nueve años después de la publicación de
la novela. Sucede cuando Marge lee una novela romántica titulada 'Love in the
time of scurvy' (El amor en los tiempos del escorbuto) en la que aparecen
barcos y piratas. Al igual que la de García Márquez, donde el amor contrariado
de una pareja tiene varias escenas en embarcaciones del mar Caribe colombiano.
Y la última alusión que resalta el Centro Gabo
ocurre en el octavo episodio de la novena temporada, en el que Lisa encuentra
un supuesto fósil de un ángel en una excavación arqueológica realizada en
terrenos donde se construye un gran centro comercial. El hallazgo causa
conmoción en Springfield y Homero termina cobrando 50 centavos por verlo en su
garaje.
"Estos acontecimientos son similares a
los ocurridos en el cuento de García Márquez Un señor muy viejo con unas alas
enormes, publicado en 1970 en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, donde un
ángel decrépito cae en el patio de una casa y cientos de personas en la región
pagan 5 centavos para verlo", describe el centro.
Estas no serían las únicas alusiones
culturales que los guionistas de Los Simpsons hacen de escritores de la
literatura universal. Ya han hecho referencia a Edgar Allan Poe, Mark Twain y
William Faulkner, cuando Bart se convierte en el cuervo de Poe y Nelson en el
personaje Huckleberry Finn de la novela de Twain.
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