La W.radio.com
Bogotá –
Colombia
27 de
julio de 2017
Entrevista
radial
Julio habla con Vargas Llosa:
'García Márquez no era
un hombre de ideas,
era un artista'
Se sugiere al lector escuchar
la entrevista hasta el final que incluye comentario de Alberto Casas
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ALTERNATIVA
Bogotá – Colombia
23 de febrero de 1976
Comentario editorial
Gabo
y Vargas Llosa
El trasfondo político
Detrás del folclórico
incidente faldero-publicitario-pugilístico protagonizado por Vargas Llosa y García
Márquez en México, existe un transfondo político que explica las verdaderas
razones del enfrentamiento entre los dos escritores.
El comienzo del distanciamiento
fue el caso del poeta cubano Heberto Padilla, cuando el nombre de García
Márquez fue utilizado sin su autorización en un telegrama de protesta a Fidel
Castro. A Barranquilla llegó desde París una solicitud para que Gabo firmara el
telegrama de condena. Este se negó a hacerlo mientras no tuviera más información.
A pesar de esto, Vargas Llosa y los demás intelectuales firmantes utilizaron su
nombre.'
El segundo “round” político
contra Vargas Llosa giró en torno al premio literario Rómulo Gallegos. Mientras
García Márquez entregó públicamente el dinero de este premio al MAS (Movimiento
al Socialismo) venezolano, Vargas Llosa se negó a dar el suyo a una organización
de izquierda y lo deió para su cuenta bancaria.
El proceso peruano fue la
gota que lleno el vaso. Vargas Llosa censuró abiertamente el traspaso de la gran
prensa de ese país a las comunidades populares. García Márquez aplaudió el
hecho como una conquista revolucionaria y criticó la actitud del novelista peruano.
Finalmente, la negativa de
Vargas Llosa a colaborar con la resistencia del pueblo chileno, frente a la
activa labor desplegada por García Márquez contra la junta de Pinochet, ha sido
el más reciente contraste entre las actitudes de los dos escritores.
Este es el trasfondo político
del resentimiento de Vargas Llosa con el novelista colombiano, que se busca
disimular con la violencia personal, acompañada de boom publicitario y reclamos
de faldas. Pero las verdades políticas no se disfrazan con puñetazos.
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Confidencial
Managua – Nicaragua
23 de julio de 2017
Opinión
¡Historia alucinante!
Crónica
de una muerte anunciada, obra mayor de Gabriel García Márquez,
pasó en incubadora por veintisiete años.
Gabo y Juan Manuel Santos, presidente de
Colombia
Existen tres libros de García
Márquez —pese a su tamaño— que constituyen una trilogía inevitable en su
universo narrativo: Relato de un náufrago
(1970), Crónica de una muerte
anunciada (1981) y Del amor y otros
demonios (1994), cuya génesis proviene del periodismo. El mago de Aracataca
transformó estas historias en un dechado de escritura.
El primero lo lanzó al
estrellato desde la sala de redacción de El Espectador de Bogotá y el último
nació después de recibir el Nobel. No son noveletas, como gustaba llamar el
poeta José Coronel Urtecho, a estas producciones que no alcanzaban el número de
páginas —según su entender— que les acreditara como tales. Relato de un náufrago, destella fulgores, después se convertirían
en su marca de fábrica. Aparecen las mismas líneas de identidad que lo hermanan
con Isabel viendo llover en Macondo
(1955), escrito ese mismo año. Desata las primeras señales de un estilo
inconfundible. Las dos revelan el esplendor de su pluma. Textos tallados por un
orfebre consagrado. Son hijos de su ingenio.
Crónica de una muerte anunciada, obra mayor en sus andares de escritor, pasó en
incubadora por veintisiete años. En la poética de Rosa Montero, equivaldría al
embarazo de una elefanta. Fue hasta entonces que se produjo el parto. Esperó el
tiempo necesario. La idea o argumento, anduvo rondándole el cerebro. Para la
novelista española, entre más tiempo, mejor para parir una novela. El
compromiso adquirido con Luisa Santiaga —su madre— lo inhibió por años.
Cuando apareció la narración,
embrujó al mismísimo Ángel Rama. En el prólogo que escribió para una de sus
ediciones —La caza literaria es una altanera fatalidad— se atreve a insinuar
que fue García Márquez, quien arrebató la virginidad a Ángela Vicario. El
montevideano subraya la sintonía del título con su contenido. Crónica en
sentido estricto. Como la definen los textos. Se apegó al acontecimiento
ocurrido en Sucre, el 22 de enero de 1951. García Márquez, hasta entonces
disparó el obús. De lo contrario le hubiese estallado la cabeza. Escribir o
morir.
La aparición de Crónica… generó enormes expectativas. La
sociedad colombiana esperó con ansias la publicación. García Márquez tenía
embobado a los lectores. El tiraje fue espectacular: un millón de ejemplares.
Viendo hacia sus mayores, el portento fijó su mirada en Sófocles. Se inspira en
Edipo Rey, celebérrima tragedia griega.
Todos sabían que Santiago
Nasar era buscado por los gemelos Vicario —Pedro y Pablo— con la intención
confesa de lavar la honra de su hermana. En esa suma de casualidades que
constituye la vida, nadie fue capaz de evitar el crimen. Todo conspiró en su
contra. Lo deslumbrante de Crónica… viene a ser su apego estricto a los hechos.
Rama afirma: El cotejo de
este suceso trivial y, por qué no decirlo, trágico-cómico, con la mera línea de
acciones de la novela de G. G. M., demuestra que la realidad ni siquiera sabe
imitar al arte, disolviendo toda pretensión de que estuviéramos ante un ejemplo
latinoamericano de non fiction novel
como las de Truman Capote, Norman Mailer o Doctorow. Eso y más. Traspasa
límites.
La relectura Del amor y otros demonios, me retropulsó
al encuentro de estas joyas literarias. Aunque déjenme decirles, prosa, estilo
y forma en Del amor y otros demonios,
la sitúan en un escalón más alto que las dos obras citadas. La pergeñó en
lenguaje preciosista. Salió en búsqueda de la palabra exacta, muestra garra y
grandeza en García Márquez. Instala la historia en el siglo VIII, época del
tráfico de esclavos en Cartagena de Indias.
Alumbrada con lenguaje
soberbio. Igual hizo con la utilización de la jerga canónica. Una historia
salpicada de abusos. El asesinato cometido por las autoridades católicas,
exigía un lenguaje afín. El contrapunto a la fe ciega, esquizofrénica y obtusa,
la ofrece el licenciado Abrenuncio de Sa Pereira Cao.
Médico de oficio, dueño de
una biblioteca infectada de libros prohibidos por el Santo Oficio. Agnóstico
obstinado, Abrenuncio descree de la existencia divina, con la misma intensidad
que asume sus creencias, el obispo de la diócesis, Toribio de Cáceres y
Virtudes. Un religioso inflexible.
Con Cayetano, Abrenuncio
comparte su amor desenfrenado por los libros. Los hermana su amor por la
lectura. En la primera visita furtiva de Cayetano, al médico ateo, se sorprende
al comprobar el tamaño de su biblioteca, tan grande como la que tiene bajo su
responsabilidad. Se asombra al ver que posee toda la obra de Petrarca. ¡Santo
cielo! exclama. Con doscientos libros más, añade Abrenuncio. Se entienden.
Descubre en sus anaqueles,
infinidad de libros prohibidos. Está frente a un hombre que ha leído tanto como
él. Le dejó curiosear. Embelesarse. Sentirse a sus anchas. Puso ante sus ojos,
el libro cuyo final no pudo leer. (El obispo —su mentor en Salamanca— se lo
quitó por prohibido.)
Una antigua edición sevillana
de Los cuatro libros del Amadís de
Gaula. ¿Sabe que este es un libro prohibido? Como las mejores novelas de estos
siglos, responde Abrenuncio. Lo da prestado a Cayetano. ¿Cómo privarse de su
mayor pasión? Decidió leerlo pese a estar en el índex. Un cura sabio, abierto a
los desafíos religiosos.
Las gramáticas de lectura son
abiertas, cada lector puede hacer la suya. Solo bastan gusto y sensibilidad.
Con la salvedad que la interpretación no puede ser disparatada. Ese
despropósito creo comete Frann Páez, en su Análisis de Cayetano Delaura en el amor
y otros demonios (noviembre, 2010). García Márquez se refirió a las
interpretaciones sobre algunas de sus obras.
Cuenta con humor, que su hijo
Gonzalo, al contestar un cuestionario de literatura elaborado en Londres, para
un examen de admisión, al preguntársele cuál era el símbolo del gallo en El
coronel no tiene quien le escriba, con intención de tomarles el pelo,
respondió: Es el gallo de los huevos de oro. El mejor calificado fue un joven
que contestó, cómo lo había enseñado su maestro: El gallo del coronel era el
símbolo de la fuerza popular reprimida. García Márquez tenía pensado como
final, que el coronel le torciera el pescuezo e hiciera con él una sopa de
letras. Crítica abierta contra los malos maestros de literatura. Poseen una
rigidez que asfixia.
El problema de Páez en su
análisis Del amor y otros demonios,
fue perderse en la claridad del día. Acude al análisis trascendente. Esto
supone —según su juicio— tener vastos conocimientos del autor romántico y estos
no se hallan, en el desarrollo de esta historia.
Juzga que el amor entre
Cayetano Delaura y Sierva María de Todos los Ángeles, no es más que un amor
cortés. Una lectura fallida. Al escoger al poeta Garcilaso de la Vega, por
demás pariente de Cayetano, García Márquez lo hace con intención aviesa. El
mismo título ofrece pistas.
El amor tienta al cura. No es
más que el mismísimo demonio. Después de haber conocido a Sierva María,
Cayetano quedó en estado de gracia. Para conjurar su crisis existencial: Pasó
noches de delirio y días en vela escribiendo versos desaforados que eran su
único sedante para las ansias del cuerpo. El deslumbramiento de Cayetano es
carnal. El demonio del amor empezó a poseerle y comerle el alma. No pudo
librarse de sus redes. Sus rogativas fueron vanas, había conquistado su
corazón.
Cuando Sierva María posó ante
el retratista del virrey, con su bella dignidad de negra, al verla, Cayetano
cayó en éxtasis. Sentado en la sombra y viéndola a ella sin ser visto, le sobró
tiempo para borrar cualquier duda del corazón.
Para librarse del demonio,
recurre al suplicio: … se desnudó el torso, sacó de la gaveta del mesón de
trabajo la disciplina de hierro que nunca se había atrevido a tocar, y empezó a
flagelarse con un odio insaciable que no había de darle tregua hasta extirpar en
sus entrañas hasta el último vestigio de Sierva María. Ese día, el obispo lo
encontró revolcándose en un lodazal de sangre y de lágrimas. Es el demonio
padre mío, le dijo Delaura. El más terrible de todos.
Garcilaso sirve de sedante.
No solo a él. Cayetano recitaba sus versos a Sierva María. Ella los aprendió de
memoria. En sus momentos de infortunio —lo asedian siempre— recurre al gran
poeta. Le declara su amor y se redime ante ella. El desasosiego y la angustia
se apoderan de Cayetano. Se inmola y sucumbe víctima de prejuicios religiosos.
La pareja muere de la misma
forma: exorcizados, según la iglesia, por estar poseídos por el demonio. Sierva
María, es sacrificada por la insidia católica, incapaz de contemporizar con la
cultura y prácticas religiosas de los negros. Solo otro sacerdote —además de
Cayetano— fue capaz de comprenderla: Santo Tomás de Aquino de Narváez, antiguo
fiscal del Santo Oficio en Sevilla, su verdadero arcángel. Mostró la falsedad
de las actas incriminatorias.
Capaz de salvarla de la
intolerancia, murió. Se desconocen las causas. Una cadena de sucesos conspira
contra Sierva María. El desarrollo de la trama en Del amor y otros demonios, viene a ser un tanto parecida a la
tragedia que arrolla a Santiago Nasar. Cuando todo indicaba preservarle de la
muerte, nuevos hechos la precipitan al vacío.
La historia nació el 26 de
octubre de 1949. La abuela había contado a García Márquez, de una niña a quien
le crecía el cabello. Cuando acudió al convento Santa Clara, se encontró una
tumba, con una joven en situación similar. Originó esta historia.
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