El Correo de Andalucia
Sevilla – España
28 de febrero de 2017
Literatura
Cincuenta años de Macondo
La novela ‘Cien años de soledad’, del
Nobel García Márquez, emblema del boom latinoamericano y del realismo mágico,
cumple medio siglo en perfecto estado de salud
Por Álvaro Romero
Afortunadamente, las
profecías de los pergaminos de Melquíades erraron en lo principal, pues aunque
fuera cierto que «las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una
segunda oportunidad sobre la tierra», Macondo no se convirtió en «un pavoroso
remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico»,
tal y como recogía el final de la propia novela que catapultó al estrellato a
su autor, sino que, por el contrario, precisamente a partir de aquellas
palabras se fraguó su eternidad. Macondo podía haber sido cien años antes «una
aldea de veinte casas de barro y cañabrava», al menos cuando Gabriel García
Márquez decidió empezar por el principio y establecer la fundación de un pueblo
en el que él no solo iba a basar toda su literatura a partir de aquel boom de
los 60 del que él mismo era artífice fundamental, sino en el que estaba basado
todo lo que había escrito desde que su pura condición de periodista de planta
en El Espectador de Bogotá se le había ido dilatando por el realismo mágico de
su propia vida cotidiana.
Macondo, uno de los nombres propios más
importantes de la literatura universal y clave en la obra de García Márquez. / Foto: El
Correo
A la altura de 1967, cuando
la editorial Sudamericana de Buenos Aires (Argentina) se arroja a la aventura
de publicarle al colombiano aquella novela en la que cabía todo el universo
garciamarquiano –una tirada de solo 8.000 ejemplares–, Macondo ya se había
consolidado en el imaginario de su ficción desde sus primeros escritos. Todo el
argumento de La hojarasca (1955), su primera novela, ocurría en Macondo, el
mismo pueblo sobre el que Isabel había hablado tanto sola mientras veía
llover... Cerca de allí, un coronel como Aureliano Buendía –o como Gerineldo
Márquez, su propio abuelo– había protagonizado la novela más perfecta para su
autor a pesar de la aparente sencillez del desasosiego de un veterano de guerra
en la espera interminable de su pensión, mientras lo mantenía un gallo de
pelea. En Macondo o por sus alrededores, entre la ciénaga grande y Riohacha, es
decir, entre la ficción y la realidad, habían sido alumbrados los relatos de
Los funerales de la Mamá Grande (1962) e incluso, una década después, se
confirman por allí los sucesos de La increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y de su abuela desalmada (1972), el largo cuento que Cien años de
soledad había resumido antes en una sola página y que contaba la gira de pueblo
en pueblo de una abuela que prostituía a su nieta para pagarle la casa
incendiada por un descuido.
Pero Macondo no se funda,
sobre el papel, hasta que José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán –los patriarcas
de la saga de siete generaciones que cuenta Cien años de soledad– no se ven en
la necesidad de huir, selva adentro, para poner tierra de por medio con un
pueblo en el que la pareja había sido ridiculizada por no consolidar el
matrimonio por miedo a engendrar crías con colita de cerdo. Es el primero de
los Buendía el que sueña con el nombre, aunque el propio autor aclararía muchos
años después –incluso en su autobiografía, Vivir para contarla (2002)– su
fascinación por la palabra, tras un viaje que hizo con su madre a su pueblo
natal, Aracataca: «El tren se detuvo en una estación que no tenía ciudad, y un
rato más tarde pasó la única plantación de banano a lo largo de la ruta que
tenía su nombre escrito en la puerta: Macondo. Esta palabra ha atraído mi
atención desde los primeros viajes que había hecho con mi abuelo», dijo Gabo.
La figura del tren la pinta él de amarillo para ficcionalizar una locomotora
que «tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo», hasta
cargar con más de tres mil muertos, que es el resultado mítico de la llamada
matanza del banano, ocurrida el año que él mismo nació, y con la que concluye
ese lastimoso capítulo del imperialismo yanqui en forma de compañía bananera
que desangra la comarca de Macondo, pues Macondo es Aracataca, y Colombia, y
toda Latinoamérica. La alegoría ya funcionaba.
Con un pueblo en sus manos,
todo lo demás cabía en él: las historias familiares que había oído contar desde
niño, hijo de un telegrafista como el Florentino Ariza de El amor en los
tiempos del cólera (1985) y de la hija de un coronel como Aureliano Buendía,
que termina conviviendo –en la ficción de una casa enorme como la de sus
abuelos maternos– con Rebeca, la niña que comía tierra y que es un trasunto de
su propia hermana Margot. Pero también la historia de todo un continente
asolado por la desmemoria, que es como la peste del insomnio que afecta a todos
los habitantes de Macondo; la insolidaridad que desemboca en la soledad de
hasta los líderes, como el coronel Aureliano Buendía encerrado en su taller de
incontables pescaditos de oro o su padre centenario, amarrado a la sombra de un
castaño, o su madre con más de cien años olvidada por el interior de los
armarios, o incluso el declive último de otros mandamases en la intimidad
definitiva de sus perdiciones, como Gabo habría de literaturizar en El otoño
del patriarca (1975) –su novela más compleja– o El general en su laberinto
(1989), un relato maravilloso de los últimos días de Simón Bolívar por el río
Magdalena para terminar muriendo solo y pobre tras haber sido el gran
libertador de medio continente.
En el Macondo de Cien años de
soledad también se desdibujan las diferencias entre liberales y conservadores,
otra obsesión expuesta en toda la literatura de García Márquez, porque en el
corazón de la historia de esa saga familiar no solo crepitan los levantamientos
armados y las guerras civiles que pierde el coronel Aureliano Buendía, sino su
propio casamiento con la hija menor de don Apolinar Moscote, el gobernador que
planta un letrero gubernamental y una hamaca para lanzar decretos en un pueblo
que se había construido sin gobierno, hasta que José Arcadio Buendía le para
los pies y los ánimos. Macondo es, en fin, una alegoría de un mundo que nace y
declina hasta que es sustituido por otro, algo así como el acierto cervantino
con El Quijote. No en vano ambas novelas están hoy consideradas como las cimas
de la literatura en castellano de todos los tiempos, como reconoció la propia
Real Academia Española al lanzar en 2007 una edición popular conmemorativa de
Cien años de soledad con motivo de su 40º aniversario.
Realismo mágico
El novelista cubano Alejo
Carpentier había acuñado el término de «real maravilloso» para referirse a esa
tendencia de la novela hispanoamericana, repentina en el siglo XX –porque hasta
entonces los escritores del otro lado del Atlántico no habían escrito novelas,
sino leyendas, crónicas o poemas más o menos míticos–, a mezclar lo cotidiano
con lo milagroso, y luego fue la crítica más o menos académica la que patentó
lo de «realismo mágico», pero García Márquez, a quien la narración le salía a
borbotones con la misma magia que a sus abuelos y quien había interiorizado el
mito bíblico y las estructuras novelescas de maestros occidentales como
Faulkner, no tuvo más que ponerse a convertir en literatura propia lo que había
oído de toda la vida, aprovechando además el relato mítico del pueblo y no la
versión tan oficial como falsa de los poderosos. Por eso habría de sostener:
«No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad». Tal vez la
realidad notariada por el pueblo mismo, que no impide que la bella Remedios
ascienda a los cielos como la Virgen María o que un hilo de sangre recorra todo
el pueblo y llegue a la cocina para anunciarle a Úrsula que su hijo José
Arcadio ha muerto, como el propio Santiago Nasar, que también cae derrumbado en
la cocina de su propia madre con las vísceras en las manos al terminar aquella
Crónica de una muerte anunciada (1981) que también había ocurrido, en efecto,
en la realidad.
Y a pesar de todo, hoy da la
sensación de que el realismo mágico es cosa del best seller García Márquez,
como si no existiera con él una profusa generación de literatos de todo un
continente que ha contribuido al mismo hallazgo conceptual, desde Miguel Ángel
Asturias a Julio Cortázar, pasando por Ernesto Sábato, Carlos Fuentes, Jorge
Luis Borges, Mario Vargas Llosa o el tal vez patriarca de toda la novela
latinoamericana: Juan Rulfo, que con su solo libro Pedro Páramo (1955) no solo
cambió el devenir de las letras hispanas para siempre sino que influyó en Gabo
hasta el punto de que este confesó que cuando llevaba cien páginas de Cien años
de soledad, su amigo Álvaro Mutis le regaló un ejemplar de Rulfo y entonces él
tiró todo lo que llevaba escrito y empezó de nuevo. También aquellas páginas
inservibles habría de leerlas, en privilegiado anticipo manuscrito, el crítico
mexicano Enmanuel Carballo, que fue quien leía todas las páginas que Gabo le
iba pasando antes de Cien años de soledad tuviera siquiera posibilidades de ser
publicada en el otro extremo del continente. Carballo, que tenía la misma edad
de Gabo, murió solo tres después que él, el 20 de abril de 2014, pero fue el
primero que intuyó que la novela, y Macondo, iban a convertirse en un clásico
universal. El propio autor tuvo que recapitular su importancia, después de
recibir el Nobel de Literatura en 1982, al declarar: «Macondo no es tanto un
lugar como un estado de ánimo».
Desde entonces, en muchas
latitudes del mundo, Macondo es un territorio incluso más tangible que muchas
realidades, como pasó con la Mancha de Alonso Quijano. En 2006, el alcalde de
Aracataca realizó una consulta popular para cambiarle el nombre al pueblo natal
de Gabo por Macondo, pero sus paisanos comprendieron que Macondo era mucho más
que un pueblo y la cosa no salió. Mucho más cerca, en la ciudad de Cáceres, una
reciente urbanización se llama Residencial Macondo, y sus calles se llaman como
los personajes del libro: Remedios la Bella, Pilar Ternera o Padre Nicanor.
A Macondo lo impulsan hoy los
centenares de millones de ejemplares vendidos de una novela traducida a 40
idiomas. Gestos como que Barack Obama le regalara a su hija un kindle con Cien
años de soledad en digital por haber sido una de las novelas que más impactó al
exmandatario estadounidense o que la Fundación para el Nuevo Periodismo
Iberoamericano –fundada por el propio Gabo– organizara a comienzos de este año
una lectura colectiva de tres días, y en varios idiomas, en Cartagena de Indias
no hacen sino confirmar que Macondo es ya más real que nunca.
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EL HERALDO
Barranquilla – Colombia
5 de marzo de 2017
Cuando Gabo fue llevado a la pantalla
Gabo sostiene la claqueta del filme dramático cubano
‘Cartas del parque’, estrenado en 1988.
Por Laura Pulido
@laupulido29
El niño al que su abuelo
llevaba al cine de don Antonio Daconte, en Aracataca, Magdalena, creció para
casarse también con el séptimo arte, al que contribuyó como guionista, director
y escritor.
Dámaso había estado en la
plaza con sus amigos. Absortos en su conversación sobre el campeonato de
béisbol, entraron a cine sin habérselo propuesto. Allí, un joven de 38 años,
cejas gruesas y verruga en el lado derecho de la cara, cobraba las entradas
para una película de Cantinflas.
Era 1965 y Gabriel García
Marquez ya no era el niño al que su abuelo alentaba para que expusiera ante su
familia el filme que acababan de ver en el Olympia, el pequeño teatro de don
Antonio Daconte, en Aracataca, Magdalena. Entonces, incursionaba como actor en
la adaptación de su cuento En este pueblo no hay ladrones, que hace parte de la
colección Los funerales de la mamá grande.
Los escritores Juan Rulfo y
Carlos Monsiváis y el director de cine Luis Buñuel también aparecieron en la
proyección del infierno que sufre un pequeño pueblo por la misteriosa pérdida de unas bolas de
billar, robadas por el personaje de ficción Dámaso.
La vida del hombre que
afirmó: “Después de escribir, lo mío es el cine” llega por primera vez a la
televisión en formato no documental, a cargo del cineasta colombiano Sergio
Cabrera, el productor de contenidos Hugo León Ferrer y las productoras
independientes Cristina Villar Rosa y Catalina Figueroa García-Herrero. El
proyecto, que se prevé para mediados de abril, es el resultado de una investigación
que ha reunido a estudiosos y amigos personales del Premio Nobel de Literatura.
Escena de la adaptación de 1999 de ‘El
coronel no tiene quien le escriba’,
bajo la dirección de Arturo Ripstein.
Plinio Apuleyo es uno de
ellos, al que en su libro El olor de la guayaba, el cataquero le dijo: “En mi
caso, el cine ha sido una ventaja y una limitación. Me enseñó, sí, a ver en
imágenes. Pero al mismo tiempo compruebo ahora que en todos mis libros
anteriores a Cien años de soledad hay un inmoderado afán de visualización de
los personajes y las escenas, y hasta una obsesión por indicar puntos de vista
y encuadres”.
En 1954, dos años después de
su paso por EL HERALDO, del que se despidió con su columna “La casa de los
Buendía”, el exponente del realismo mágico ya había dado sus primeros pasos en
la realización audivisual, con el cortometraje La langosta azul, un filme
surrealista en el que también participaron en la dirección Álvaro Cepeda
Samudio —que según relata en Vivir para contarla, le enseñaba de cine lo que
había estudiado en Nueva York, en las peores cantinas— Enrique Grau Araújo y
Luis Vicens.
Ese interés que había
despertado en Gabo cuando veía el cine argentino de la época de Carlos Gardel y
de Libertad Lamarque lo llevó, un año después, a estudiar la carrera de cine en
el Centro Experimental de Cine de Roma (Cinecittà).
La imaginación de García
Márquez viajó hasta el México de los 60, donde el escritor realizó la
adaptación de la novela corta de Juan Rulfo El gallo de oro (1964), junto con
Carlos Fuentes y Roberto Gavaldón, y el argumento en el que se basó la película
de comedia y de crimen Tiempo de morir (1966).
Asimismo fue guionista de
Juego peligroso (1966), Patsy, mi amor (1968), Presagio (1974), La viuda de
Montiel (1979), María de mi corazón (1979), El año de la peste (1979) y
Eréndira (1983).
En 1977, la productora R.T.I.
transmite el aire denso de La mala hora, un dramatizado controvertido y
censurado por su contenido, y dirigido por Bernardo Romero Pereiro.
La película ‘Eréndira’ (1983),
adaptación de la novela ‘La increíble y triste historia de la cándida Eréndira
y de su abuela desalmada’.
Llegan a la pantalla grande
en 1988 Un señor muy viejo con unas alas enormes (basado en un cuento), Milagro
en Roma, Fábula de la bella palomera y Cartas del parque, en los que el hijo
del telegrafista en Aracataca participa como guionista. Un año antes, el
director de cine italiano Francesco Rosi
llevó Crónica de una muerte anunciada a la gran pantalla bajo el nombre Cronaca
di una morte annunciata (su traducción al italiano).
En octubre de 1990, Gabo
coincidió con el cineasta Akira Kurosawa, quien mostró su interés de llevar a
las salas de cine El otoño del patriarca, repensado en un Japón medieval. Sin
embargo, el proyecto se canceló por no contar con fondos.
Ochos años después, en 1996,
se estrena Edipo alcalde, el drama de un joven promotor de paz, que es nombrado
alcalde de un pueblo sumido en la miseria y en la violencia. Dirigida por Jorge
Alí Triana, su adaptación fue hecha por el escritor que se encontró con Woody
Allen en una noche de julio de 1991, según relató en una ocasión su hermano Eligio
García Márquez.
En 1999, se graba la que se
considera una de las adaptaciones mejor logradas de las novelas de Gabo, El
coronel no tiene quien lo escriba, bajo la dirección del mexicano Arturo
Ripstein.
Sobre esta novela, dijo el
también periodista García Márquez a Apuleyo: (...) “es una novela cuyo estilo
parece el de un guion cinematográfico. Los movimientos de los personajes son
como seguidos por una cámara. Y cuando vuelvo a leer el libro, veo la cámara.
Hoy creo que las soluciones literarias son diferentes a las soluciones
cinematográficas”.
Las adaptaciones más
recientes son El amor en los tiempos del cólera, rodado en 2006 en Cartagena;
Del amor y otros demonios, en 2010, y Memoria de mis putas tristes, estrenada
en 2012.
La trama de ‘El amor en los tiempos del
cólera’ llegó a la gran pantalla en 2006.
Gabo, quien afirmó en una
ocasión que el cine y él eran como “un matrimonio mal llevado; no puedo vivir
con él ni sin él”, escribió Cien años de soledad de tal forma que esta no se
pudiera adaptar al formato del séptimo arte.
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Cuba Si.co
La Habana – Cuba
10 de marzo de 2017
El Gabo que le presentó Fidel a Chávez
Por Jorge Legañoa Alonso/ACN
El líder de la Revolución
cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, tuvo deferencias especiales con su
amigo Hugo Chávez.
Cuenta el mandatario
venezolano que gracias a Fidel conoció al Premio Nobel de Literatura, Gabriel
García Márquez y desde entonces la amistad de dos, se extendió.
Comandantes regala hoy las
remembranzas del líder bolivariano sobre Gabo y Fidel y el amor compartido por
la literatura.
Todos compartían un
"mal": leer vorazmente y cargar en cada día de trabajo o viaje,
decenas de libros.
El Gabo
Por Hugo Chávez Frías
Estuve esta madrugada hasta
tarde con Gabriel García Márquez. Me ha regalado este libro, "Vivir para
contarla", tremendo regalo. Aquí recoge toda una vida, desde su niñez.
Dice que cuando era niño ya era contador de cuentos, inventaba cosas y se ganó
la fama en su familia de ser adivino. Es el realismo mágico en su máxima
expresión.
No hay nada como la lectura
para meterse en el mundo de lo real y también de lo mágico, de lo maravilloso y
sobre todo novelas como ésta, de un hombre que ya es leyenda, premio Nobel de
Literatura y para orgullo nuestro, latinoamericano, colombiano y, además, gran
bolivariano.
Qué gran novela, "El
general en su laberinto". Él dice que su abuelo era coronel y de allí a lo
mejor esa novela, "El coronel no tiene quien le escriba". "Por
aquí anda Bolívar", le dijo un día el abuelo al niño García Márquez,
cuando pegaba el retrato del Libertador. "Este es el hombre más grande que
ha nacido en la historia".
Entonces el niño se quedó
pensativo y le preguntó, recordando algo que le había dicho la abuela:
"¿Simón Bolívar es más grande que Jesucristo?" El niño preguntón puso
en dificultades al abuelo, que respondió: "Una cosa no tiene nada que ver
con la otra".
Y el niño quedó con aquello
de que esos dos hombres eran los más grandes de la historia.
Nunca olvidaré cuando le
conocí en La Habana con Fidel, en enero de 1999. Él tenía que ir a Barranquilla
y me dijo: "Bueno, deme la cola, pues, me voy mañana".
Estábamos allí un grupo y
"El Gabo" quería conversar conmigo, hacerme algunas preguntas. Pero
como siempre, Fidel no nos dio tiempo.
Creo que fue el mismo Fidel
quien propuso: "Váyanse en el avión conversando". Y así lo hicimos,
nos vinimos de La Habana a Caracas, unas tres horas conversando. Recuerdo que
en algún momento quería tomarse algún licor y le dijimos: "No, en este
avión no se bebe licor.
Entonces una exclamación muy
espontánea, muy latina. "Yo me he montado en no sé cuántos aviones
presidenciales y esto lo voy a escribir: "Primer avión presidencial donde
no hay un whisky". Y lo escribió. "No, aquí lo que hay es jugo de guayaba".
Nos tomamos como cinco jugos de guayaba entre La Habana y Caracas.
Desde aquí mi recuerdo, la
admiración de este pueblo a Gabriel García Márquez, sus "Cien Años de
Soledad", su Laberinto, su General y su Coronel, su Macondo y sus
mariposas amarillas y ahora "Vivir para contarla", maravillosa
novela, maravilloso ser humano el Gabo, que Dios lo cuide para siempre.
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Las 2 orillas
Bogota - Colombia
6 de marzo de 2017
Lista la serie sobre la vida
de Gabriel García Márquez
La primera serie de ficción
sobre la vida del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez tendrá 3
temporadas, estaría escrita por Plinio Apuleyo Mendoza y la dirigiría Sergio
Cabrera.
La serie está en proceso de
diseño y la producción tendrá 3 temporadas, cada una de 13 capítulos de 45
minutos. En Colombia fue ofrecida a RTI quien dio un paso al costado debido a
los altos costos de producción.
Estaría lista para finales
del 2018. Netflix y HBO se pelean por producir el proyecto.
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EL UNIVERSAL
Cartagena de Indias
6 de marzo de 2017
El Gabo mágico que hoy
cumpliría noventa años
Por John Saldarriaga
COLPRENSA
F idel Castro contó en un
artículo publicado en varias partes, como en Granma, que él era uno de los
lectores de los manuscritos de Gabriel García Márquez. Una vez, leyendo los
folios preliminares de Del amor y otros demonios, el Comandante encontró que
“un hombre se paseaba en su caballo de once meses”, de modo que le sugirió al
autor:
“Mira, Gabo, añádele dos o
tres años más a ese caballo, porque uno de once meses es un potrico”.
Y sigue evocando el cubano
que después, al leer la novela impresa, halló a “Abrenuncio Sa Pereira Cao, a
quien Gabo reconoce como el médico más notable y controvertido de la ciudad de
Cartagena de Indias, en los tiempos de la narración (...)”. Allí, “el hombre
llora sentado en una piedra del camino junto a su caballo que en octubre cumple
cien años y en una bajada se le reventó el corazón”.
Hoy, cuando el escritor
cataquero cumpliría 90 años, este comentario del líder de la Revolución Cubana
lo muestra en su dimensión de narrador del Realismo Mágico.
Este movimiento, surgido en
América a mediados del siglo pasado y que cultivaron varios escritores del
llamado Boom de la literatura latinoamericana, se caracterizó por incluir
elementos fantásticos en los relatos, para enfatizar en lo extraordinario que
hay en la realidad.
GGM
Y ese detalle señalado en esa
novela, el caballo de cien años, revela que, en algunos casos, esos elementos
fantásticos, si bien son ficticios, por supuesto, nacen, más bien de la
exageración de la verdad. De la hipérbole.
Partiendo de la verdad, los
excéntricos torneos de comedores que se dan en muchas partes, en Cien años de
soledad hay un episodio fabuloso.
Aureliano Segundo fue el
comedor invicto, hasta el sábado de infortunio en que apareció Camila
Sagastume, una hembra totémica conocida en el país entero con el buen nombre de
La Elefanta. El duelo se prolongó hasta el amanecer del martes. En las primeras
horas, habiendo despachado una ternera con yuca, ñame y plátanos asados, y
además una caja y media de champaña, Aureliano Segundo tenía la seguridad de la
victoria.
Pero no. Imagínense: ella
comió más.
La tercera resignación
«Había sentido ese ruido “las
otras veces”, con la misma insistencia. Lo había sentido, por ejemplo, el día
en que murió por primera vez. Cuando —ante la vista de un cadáver— se dio
cuenta de que era su propio cadáver. Lo miró y se palpó. Se sintió intangible,
inespacial, inexistente».
Estas son algunas líneas de
La tercera resignación, el primer cuento que publicó, en el semanario Página
Octava de El Espectador, en octubre de 1947. Después fue incluido en el volumen
Ojos de perro azul.
En ese relato, el personaje
narrador está muerto. Pero sigue creciendo. Parece darse cuenta de algunas
cosas que pasan; ser consciente.
Sobre el origen de este
cuento, Jaime García Márquez, hermano de Gabo, cuenta que él y las
circunstancias que rodearon su nacimiento, lo motivaron: “nací sietemesino en
una época que no había incubadora. El médico llegó a decir que estaba muerto,
aunque tuviera algunas actividades vitales. Mi mamá tomó una caja de cartón,
tal vez de zapatos, grande para que pudiera seguir creciendo. La llenó de
algodón de ceibo y me metió en ella. Así fabricó una incubadora artesanal.
Después, para que no muriera moro, o sea, sin bautizar, encargó a Gabito que
fuera mi padrino. Para colmo, yo no sabía mamar. Ella debía ordeñarse, verter
la leche en un pocillo y dármela con un algodoncito o con un gotero. Esto le
inspiró a él La tercera resignación”.
Esos tres ejemplos
anteriores, el del caballo, el de La Elefanta y el del niño muerto vivo, pueden
ser exageraciones. Sin embargo, no siempre los elementos fantásticos de sus
relatos llegan por el aprovechamiento de esa figura literaria, la hipérbole.
Otros pueden llegar como una
metáfora, esa figura de pensamiento que permite expresar un concepto con otra
cosa. Símbolos de algo. Como cuando, en Cien años de soledad, Remedios, la
bella, subió al cielo en cuerpo y alma.
Amaranta sintió un temblor
misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana
para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse.
Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la
naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz,
viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el
deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con
ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del
aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para
siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros
de la memoria.
Esa novela está plagada de
situaciones mágicas. Nadie olvidaría la escena de los dieciséis hijos del
coronel Aureliano Buendía al llegar a febrero, todavía con la cruz de ceniza
del año anterior.
Y mucho menos, el epígrafe
cuyas claves reveló, no sin esfuerzo, el gitano Melquiades y que parece
contener la suerte de los Buendía: “El primero de la estirpe está amarrado en
un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”.
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EL PAIS
Cali – Colombia
6 de marzo de 2017
Literatura
Nueve mujeres inolvidables
del universo de Gabo
Gabriel García Márquez, mejor conocido
en el mundo de las letras como 'Gabo', festeja su nuevo año de vida desde
México. El autor de 'Cien años de soledad' es una insignia para el mundo
literario. Elpaís.com.co le rinde un homenaje.
Por: Elpais.com.co
Con motivo de los 90 años que
cumpliría el escritor Gabriel García Márquez, destacamos a nueve de los
personajes femeninos de su universo literario.
1. Úrsula Iguarán
Está en casi todo Cien Años
de Soledad: funda Macondo al lado de su marido José Arcadio y es enterrada por
la sexta generación de Buendías. Partió del mundo de los vivos un Jueves Santo.
Antes soportó las locuras de su esposo José Arcadio y de sus hijos. “Activa,
menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún
momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el
amanecer hasta muy entrada la noche”.
2. Cándida Eréndira
Eréndira era lánguida y de
huesos tiernos y demasiado mansa para sus 14 años. Era la sobreviviente junto a
la abuela de una familia de contrabandistas. El día en que empezó su desgracia
la abuela vio que Eréndira se volvió a dormir caminando. La forma de sobrevivir
que encontró su abuela desalmada en medio de las penurias del desierto fue
venderla a los hombres. Eréndira nunca conoció el amor.
3. Sierva María
Se parecía más al padre que a
la madre. Con el cuerpo escuálido, la piel lívida, los ojos de un azul
taciturno, la cabellera extremadamente larga de color cobre radiante, con
gracia para andar, bailar y cantar la música de los esclavos. En el aspecto
físico poseía una timidez irredimible.
Y había adquirido otros
rasgos que aprendió de los esclavos: era mentirosa y se desplazaba de forma tan
sigilosa que parecía invisible y a veces no la sentían cuando entraba en un
lugar.
Nunca cortaron su cabello
esperando su matrimonio y así murió.
4. Ángela Vicario
Mujer de Bayardo San Román en
‘Crónica de una muerte anunciada’ fue devuelta en su noche de bodas al no ser
virgen, de lo cual culpa a Santiago Nasar.
“Tenía un aire desamparado y
una pobreza de espíritu que le auguraban un porvenir incierto”, escribió Gabo.
Veinte años después de “era tan madura e ingeniosa, que costaba trabajo creer
que fuera la misma.
Al cabo de pocos minutos ya
no me pareció tan envejecida como a primera vista, sino casi tan joven como en
el recuerdo, y no tenía nada en común con la que habían obligado a casarse”.
5. Amaranta
Hija de José Arcadio Buendía
y Úrsula Iguarán en ‘Cien años de soledad’. Aunque pelea con Rebeca por el amor
de Pietro Crespi, cuando Rebeca y José Arcadio se casan, ella rechaza a
cualquier hombre que se le acerque, incluso al mismo Pietro, quien se suicida por
su causa.
Aunque pareciera una mujer de
fuerte carácter, en realidad tiene miedo de enfrentar su propio corazón. Ella
ve en sus sobrinos a esos hijos que nunca tuvo. Por esta razón se preocupa por
ellos. Pero también los mira con ojos de mujer.
6. Nena Daconte
La protagonista de ‘El rastro
de tu sangre en la nieve’, escrito originalmente en 1978, es el duodécimo del
compendio de doce cuentos escritos y redactados por García Márquez a lo largo
de dieciocho años, que conforman el libro ‘Doce cuentos peregrinos’.
Es un personaje que vive en
los años 60. Es una chica fuerte, que habla tres idiomas y que en realidad es
quien manda en la relación. Curiosamente, esa pareciera a la vez su única
debilidad, pues después de casada, al pincharse con una rosa, muere desangrada.
7. Remedios La Bella
De ‘Cien años de soledad’ se
dice que tiene poderes de muerte ya que cuatro hombres mueren en el intentoo de
hacerla suya. García Márquez la describe como un “ser que no es de este mundo”.
Remedios es una mujer bellísima y extraña, elemental y pura, que vive como
ajena a la vida ordinaria. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se
complacían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con
tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por
conseguirlo.
8. Delgadina
Es la niña de los ojos del
personaje principal de ‘Memorias de mis putas tristes’. Muy callada,
responsable con su familia, después de recibir una recompensa al perder la
virginidad. Trabaja pegando botones en una fábrica. “El año de mis noventa años
quise regalarme una noche de amor con una adolescente virgen... Esa noche
descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin
las urgencias del deseo o los obstáculos del pudor”, escribió García Márquez.
9. Fermina Daza
Hizo padecer al buen
Florentino Ariza en ‘El amor en tiempos del cólera’, con quien prometió casarse
tras cruzar unas pocas palabras y a quien dejó cuando se dio cuenta que su amor
era solo una fantasía.
A comparación con el idealismo
poético de Florentino y la ingenuidad del doctor Urbino, Fermina tiene un
entendimiento más sofisticado y pragmático del amor.
El amor de Fermina no encaja
con el patrón de los romances de cuento. Para el caso, tampoco el de ninguna
otra persona, pero ella es la única que está dispuesta a admitirlo. La actriz
italiana Giovanna Mezzogiorno la interpretó en la película del director Mike
Newell en 2007.
** ** **
Universo Abierto
Blog de la biblioteca de
Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca
Salamanca – España
Marzo de 2017
La Fundación Gabriel García Márquez
regala un libro en el
90 cumpleaños del autor
Yo no tengo nada que enseñar, pero tomé
conciencia de que no quería llevarme conmigo la experiencia de casi toda una
vida. Pensé que la única manera de contarla era al estilo de los antiguos
maestros del Renacimiento, de persona en persona. Pero como esto era una
exageración, decidí reunirlos de diez en diez.
Gabriel García Márquez, 1995.
La portada del libro virtual.
En el día en que Gabriel
García Márquez cumpliría 90 años de vida, la Fundación Gabriel García Márquez
para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI- regala a todos sus seguidores la
versión digital del libro Y pensar que todo estaba en nuestra imaginación: dos
décadas de la FNPI.
Un regalo para que leas y
celebres los 90 años de Gabo. 6 de marzo de 2017. Actividades de la FNPI,
Comunidad FNPI.
Y pensar que todo estaba en
nuestra imaginación
Descargar aquí
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