MEMORABILIA GGM 643
EL
HERALDO
Barranquilla – Colombia
Diciembre 30 de 2012
Publicamos
el análisis siguiente sobre los
dos
autores colombianos
con
nuestros agradecimientos a su autor
por
entregarnos el texto publicado en El Heraldo.
De Vargas Vila a
García Márquez
Por Jaime de La Hoz Simanca
Las biografías y las memorias literarias están de moda. El buen lector
recurre a ellas los fines de año con inusitada alegría, pero consciente de que
busca los recuerdos dispersos en el trayecto de 365 días que obligan a
reflexionar sobre diversos instantes, entre ellos la muerte, tema recurrente en
tales obras.
Si García Márquez afirmó que Cien
años de soledad no era más que un vallenato de 350 páginas, habría que
decir que Vivir para contarla –sus
relampagueantes recuerdos– no es más que una guaracha de 579.
Y que Tagebuch, el misterioso
libro de memorias de José María Vargas Vila, es una sinfonía inconclusa cuyos
acordes principales permanecen guardados celosamente en una caja fuerte del
Ministerio de Cultura de Cuba. Pero ambas con una carga de ficción que de tanto
ser inverosímiles se convierten, a veces, en una confusa realidad.
Sobre las biografías, la más reciente es Una vida, de Gerald Martin, quien hurga en lo más profundo del ojo
de García Márquez. Aún en este 2012, que se diluye vertiginosamente, se sigue
escribiendo del libro escrito por el biógrafo inglés, tal como lo hizo en días
pasados el escritor Ramón Illán Bacca. Respecto a las memorias, está la del
mismo autor de Cien años de soledad,
publicada en 2002.
En retrospectiva, el único libro de memorias de gran impacto en la
última década es, a mi juicio, el del cubano Reinaldo Arenas, titulado Antes que anochezca, publicado en 1992,
en medio de un dramatismo de lágrimas, mientras el sida arrastraba al autor
hacia la tumba.
Muchos prefieren las memorias más que las biografías. Escritores
colombianos, los de mayor fama universal gracias a su obra literaria,
escribieron sus memorias, es decir, su mundo intangible, a partir de un
universo mágico elaborado con una prosa desmesurada que ubican los recuerdos
más allá de la realidad objetiva.
Uno, Gabriel García Márquez, quien a partir de Cien años de soledad, publicada en 1967, empieza a flotar en la
zona sagrada de la gloria que le permite, 37 años después, inventar otro mundo
de ficción, organizado con rigor en el texto citado.
Otro, José María Vargas Vila, reputado y olvidado autor de Aura o las violetas, Flor de fango, Ibis
y 80 obras más escritas en medio de un atrabiliario y desquiciado lenguaje y
cuyas memorias –Tagebuch, según quiso
llamarla su autor– deambulan aún en las fronteras de la ficción, pues se
encuentran bajo custodia del gobierno cubano.
De tales memorias conocemos solo fragmentos recogidos por la crítica
literaria Consuelo Triviño y publicadas bajo el nombre de Diario secreto, luego de innumerables peripecias de suspenso
propias de una urdimbre tejida al mejor estilo de Alfred Hitchcock.
Afirma García Márquez en la página 11 de sus memorias: “Hasta la
adolescencia, la memoria tiene más interés en el futuro que en el pasado, así
que mis recuerdos del pueblo no estaban todavía idealizados por la nostalgia.
Lo recordaba cómo era: un lugar bueno para vivir, donde se conocía todo el
mundo, a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho
de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.
He aquí parte de lo que el escritor Mario Vargas Llosa llama ceremonia
parecida al striptease, tal “como la muchacha que, bajo impúdicos reflectores,
se libera de sus ropas y muestra, uno a uno, sus encantos secretos”.
En el caso de García Márquez, empieza a revelar su intimidad, que no es
otra cosa que su planeta de hechiceros de magia blanca, su territorio de
ilusiones, es decir, su mundo de ficción. En efecto, la frase mencionada
constituye parte de los primeros párrafos de Cien años de soledad, donde su entorno real vendría a ser la
fantasía de su Macondo universal.
Vargas Vila afirma en su Tagebuch:
“Ahora que siento la necesidad de nuevos vuelos, pienso más que nunca en las
ríspidas montañas, en las praderas silenciosas a cuyas faldas y en cuyo seno está
enclavada la ciudad donde nací... Ciudad silvestre, de cielos límpidos, de
campanas graves, sin grandes ríos que reflejen su tristeza, sin grandes bosques
que conmuevan su pensativa quietud”.
Es, sin duda, la misma ciudad de Flavio Durán, el personaje de su
novela El alma de los lirios, quien
desea a toda costa afirmar el principio del placer por encima de la realidad
que lo oprime.
En ambos casos, ¿dónde está la línea fronteriza que divide la realidad
y la ficción? Y aún más: ¿cómo señalar la una o la otra en dos fabuladores que,
convertidos en mitos, reciben la llovizna de anécdotas legendarias que también
podrían entrar en el terreno de la ficción?
Respecto a García Márquez, hoy se afirma que su férrea defensa del
régimen de Fidel Castro obedece a un chantaje del gobierno cubano que se
expresa en la conservación de un video donde aparecería el autor de El otoño del patriarca fornicando
placenteramente con mancebos de la Isla.
Y en cuanto a Vargas Vila, aún se escucha en voz baja aquella vieja
historieta de que en su juventud se disfrazó en una fiesta con la intención de
enamorar a su propia madre para demostrar que no había mujer honrada. O que,
agonizante en su lecho de muerte, flanqueado a su izquierda por un médico y a
su derecha por un abogado, exclamó: “Muero como Cristo, entre dos ladrones”.
Entendámoslo de una vez: la realidad del escritor es ella y otra, a la
vez. Como el Doppelgänger del que hablara Borges para explicar el fenómeno del
desdoblamiento muy visible en la literatura alemana y más visible aún en El retrato de Dorian Gray, de Oscar
Wilde, o en el Doctor Jeckill y Mr. Hyde,
de Robert Louis Stevenson.
El escritor auténtico pierde la memoria real para adquirir, paso a
paso, la memoria fantástica. Y a partir de esa adquisición va diluyendo
gradualmente su objetividad hasta quedar expuesto, apenas, el esqueleto de una
vida que, al final, envuelve con los retazos novelados de una obra de ficción
en la que él es solo un personaje que deambula en medio de sus recuerdos
perdidos.
Yo no llegaría a afirmar –como lo hiciera un malqueriente de Gabo– que Vivir para contarla sea una fantasía
edificada con las sobras de Cien años de
soledad. Pero sí están compiladas en ella, como en una especie de
duermevela, las remembranzas de La mala
hora, Los funerales de la mamá grande, El coronel no tiene quien le escriba, El
otoño del patriarca, El amor en los tiempos del cólera, Del amor y otros
demonios, Doce cuentos peregrinos y Crónica
de una muerte anunciada.
En la página 257 de Vivir para
contarla señala García Márquez: “El final fue tenebroso. Alguien había
descubierto que el cristal del ataúd parecía empañado cuando estaba expuesto en
la biblioteca del liceo. Álvaro Ruiz Torres lo abrió a solicitud de la familia
y comprobó que en efecto estaba húmedo por dentro. Buscando a tientas la causa
del vapor en un cajón hermético hizo una ligera presión con la punta de los
dedos en el pecho, y el cadáver emitió un lamento desgarrador”.
En las memorias de García Márquez hay intromisión de los sueños en la
realidad que, en ese estilo y con el cálculo de una dudosa veracidad, el
escritor incorpora en su texto con la convicción de que nosotros, humildes
mortales, lo acompañamos en esa verdad con la misma devoción con la que
acompañamos las aventuras y desventuras del coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad.
Escribe Vargas Vila en Tagebuch:
“Yo no sé pensar sino en imágenes, en mí todas las cosas cantan un cántico
interior. Si me hubiera dado expresar todas las armonías íntimas que sinfonizan
en mí, ningún poeta de mi tiempo ni de todos los tiempos me habría superado en
la musicalidad de la dicción ni en el fulgor de las imágenes. Desgraciadamente
el lenguaje es siempre inferior a nuestras canciones y más sirve para
desvirtuar nuestros pensamientos que para expresarlos”.
De nuestro premio Nobel es posible encontrar su obra toda y devorar
parte de ella en estos días que anuncian un nuevo comienzo de año.
Anecdotario
Vargas Vila y García Márquez son, tal vez, los escritores
hispanoamericanos que más anécdotas suman en sus vidas. Bien merecen un
recuerdo algunas referencias que constituyen apenas la punta del iceberg de un
universo cargado de frases, apuntes y afirmaciones ingeniosas que han alcanzado
para que se escriban libros de abultados volúmenes.
Del autor de Aura o las violetas
se cuenta su disputa con el columnista Abel Casabianca, director de El Nuevo
Tiempo, de Bogotá, hijo del general Manuel Casabianca, una de las glorias en la
famosa batalla de Garrapata. Al ser inquirido por los sistemáticos ataques de
Abel, el escritor contestó: “Conocí a su padre y fue una gloria en Garrapata,
pero su hijo es la garrapata de la gloria”.
De la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou expresó: “Es muy ignorante, y
en eso reside el encanto de sus versos”. Algo similar en el ingenio dijo de la
poeta chilena Gabriela Mistral: “Es un caso patológico. Para estudiarla hay que
recurrir a los libros de medicina”.
Al prosista Hugo Wast le indagaron alguna vez acerca de la novelística
de Vargas Vila y contestó: “Yo no sé quién es ese señor, no he leído sus
novelas. Pregúnteselo a mi cocinera”. Al ser inquirido el novelista colombiano
por la respuesta de Wast, respondió: “Siempre he dudado del talento de los
escritores argentinos. Ahora lo confirmo, pues por lo visto tienen mejor gusto
las cocineras”.
Al llegar a Uruguay, en su periplo por América del Sur, a principios
del siglo XX, le comentaron a Vargas Vila de la existencia de La Liga de Señoras
de Montevideo, grupo que, en nombre de la moral, había adelantado una cruzada
contra la lectura de sus obras. El escritor contestó así: “Hace ya muchos años
que no me preocupan las ligas de las señoras”.
En Argentina, al conocer de la censura a un reportaje que le hiciera el
poeta Rafael Maya, publicado en el periódico La Nación, de Buenos Aires,
expresó: “No era, como se suponía, un gran diario, sino un diario grande”.
De García Márquez podría decirse que es el rey literario de las
anécdotas. Por ahí andan desperdigadas miles de ellas; y otras, pasan de boca
en boca por tertuliaderos y conversaciones entre críticos literarios y
aprendices de escritor. El Nobel Vargas Llosa en su monumental biografía, Historia de un deicidio, comienza por
definir a Gabo de la siguiente manera:
“Entre todos los rasgos de su personalidad hay uno, sobre todo, que me
fascina: el carácter obsesivamente anecdótico con que esta personalidad se
manifiesta. Todo en él se traduce en historias, en episodios que recuerda e inventa
con una facilidad impresionante. Opiniones políticas o literarias, juicios
sobre personas, cosas o países, proyectos y ambiciones: todo se hace anécdota,
se expresa a través de anécdotas. Al contacto con esta personalidad, la vida se
transforma en una cascada de anécdotas”.
Enseguida, el autor de La ciudad
y los perros refiere varias anécdotas surgidas poco después del éxito
descomunal de Cien años de soledad,
lo cual provocó un incesante acoso a su vida, sobre todo, de parte de los
editores. Gabo lo refiere así: “…Aquí llegó uno a pedirle a mi mujer mis cartas
personales, y una muchacha se apareció con la buena idea de que yo le
respondiera 250 preguntas, para publicar un libro llamado 250 preguntas a
García Márquez. Me la llevé al café de aquí abajo, le expliqué que si yo
respondía 250 preguntas el libro era mío, y que, sin embargo, el editor era el
que se cargaba con la plata”.
Al ser interrogado en Venezuela sobre si Rómulo Gallegos era un gran
novelista, respondió: “En Canaima hay una descripción de un gallo que está muy
bien”.
En su libro El oro y la oscuridad,
el cronista Alberto Salcedo Ramos refiere la siguiente anécdota: En cierta
ocasión, el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez fue recibido en
una reunión de intelectuales en Madrid con la siguiente exclamación: “¡acaba de
llegar el hombre más importante de Colombia!” Entonces García Márquez, moviendo
la cabeza en forma teatral, como buscando a alguien en el recinto, respondió:
“¿dónde está Pambelé?”
2 comentarios:
Interesante y ameno texto. Gracias y felicitaciones.Sobre V V , sugerimos ver y navegar: “La semilla de la ira”. de Consuelo Triviño Anzola: http://ntc-eventos.blogspot.com/2008_09_26_archive.html . Y Consuelo Triviño en la 18 Feria del Libro Pacífico, Cali, Septiembre 21, 2012: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_09_21_archive.html .
De: NTC
Fecha: 31 de diciembre de 2012 08:49
Asunto: GRAcias. Felicitaciones. ¿¿¿ ... hoy se afirma??? Re: MEMORABILIA GGM 643
Para: Fernando Jaramillo
Gracias, Amigo F de HF.
Qué buen y agradable texto. Gracias y felicitaciones.
Entre los chismes y anédotas nos quedó resonando este:
"Respecto a García Márquez, hoy se afirma que su férrea defensa del régimen de Fidel Castro obedece a un chantaje del gobierno cubano que se expresa en la conservación de un video donde aparecería el autor de El otoño del patriarca fornicando placenteramente con mancebos de la Isla."
Y tu qué sabes de este video. ¿Está o estará en Youtube? De donde sacó Jaime de La Hoz Simanca tal información.
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