MEMORABILIA GGM 637
America Economia
Santiago de Chile
Noviembre de 2012
La
fiesta del Nobel:
hace 30
años García Márquez
vivía
su gran noche
Lea acá un extracto de un texto de Hernando
Vergara Amaya, quien estuvo en la celebración del premio, originalmente
publicado el pasado domingo por el diario El Espectador, de Colombia.
A la entrega del galardón asistieron algunas
de las figuras más importantes de la cultura colombiana (Fotografías: Agencia
EFE).
Cuando Hernando Vergara tenía 26 años ganó una especie de concurso que le
resultaría vital: su diseño fue elegido como la portada de Crónica de una muerte anunciada, uno de los libros de Gabriel
García Márquez.
Hoy hace 30 años García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura en
Estocolmo, Suecia. Vergara fue una de las personas que acompañó al escritor en
la capital sueca. El texto que sigue es un fragmento del recuento que el pintor
hace de la fiesta que siguió a la entrega del galardón, un acontecimiento al
que asistieron algunas de las figuras más importantes de la cultura colombiana.
Las fotos, tomadas por el mismo Vergara con una cámara prestada, eran
hasta hoy material inédito porque, de acuerdo con el pintor, “hacían parte de
un recuerdo muy íntimo y por eso era mejor dejarlas sin publicar”. Tanto las
imágenes, como el texto forman parte del libro Historia sin tiempo, publicado por la Corporación Escuela de Artes
y Letras.
El día 11,
García Márquez ofreció una fiesta para sus amigos en el salón principal del
Grand Hôtel. Rico en historia y tradición, con sus 130 largos años, este hotel
de Estocolmo ocupa una posición privilegiada en el paseo marítimo de la ciudad,
un clásico atemporal que ha desempeñado un papel fundamental en la formación de
la ciudad, la urbe cosmopolita que es hoy día.
GARCÍA Márquez. Foto
de EFE
Es uno de
los hoteles de lujo de los países escandinavos y testigo de algunos de los
mayores logros en el mundo, que hasta la fecha sigue haciendo sentir su
presencia más allá de sus costas. Desde 1901, los ganadores del Premio Nobel y
sus familias han sido huéspedes del Grand Hôtel y la lista de la realeza, jefes
de Estado y los artistas que se han quedado allí es impresionante.
En aquel
instante, éramos los huéspedes de lujo de ese majestuoso lugar que ahora es fundamental
en mis relatos. La sensación era mágica: sentir el frío, ver a la gente
disfrutando esa noche en las calles, la llegada de la nieve, todo era algo que
nunca habíamos vivido, envolvente, añadido a la magnitud del evento. El Nobel
Gabriel García Márquez vestía un característico saco a cuadros, pantalón negro
y liso, con una tira lateral de raso (galones) del mismo color y más brillante,
camisa blanca de cuello subido..., además de sus inconfundibles botas negras.
Regresaba de la cena privada con los reyes de Suecia y acompañado del Premio
Nobel de Física de ese año, el estadounidense Kenneth Geddes Wilson. Todo fue
un acontecimiento inolvidable, compartido con otros invitados especiales.
Yo había
dejado en el hotel mi equipo fotográfico por el peso exagerado. Sólo pensaba en
ir de fiesta, privilegiado como me sentía de estar ahí, disfrutando y
compartiendo aquella noche con el Nobel y sus amigos. De pronto surgió algo no
previsto en esa inmensa oscuridad. A lo lejos, en el fondo del salón, vi a un
hombre con su cámara fotográfica. Me le acerqué y le dije que la necesitaba,
que me la vendiera, me la prestara o alquilara. Sin decir nada, el hombre me la
entregó. Era una cámara sencilla de tomar instantáneas, la última moda en el
mercado, lanzada ese año. Sus características eran muy particulares: sólo tenía
el botón de disparar, el tamaño de cada fotograma era de 10,5 x 8 mm y el grano
de la película era su rasgo principal. Por esa razón, no podían mediar más de
dos metros entre Gabo y yo, situación que me dio la posibilidad de tomar 90
buenas fotografías. Nunca más volví a ver a aquel hombre que, sin pensarlo dos
veces, dejó su cámara en mis manos.
En cada
movimiento arrancaba pedazos de la vida, avanzando por el tiempo, recordando a
Macondo en esas imágenes cuadro a cuadro. No sé si flotaban mariposas amarillas
o quizás eran las letras que se escapaban de las páginas de los libros de Gabo,
y recordé las primeras líneas de Cien
años de soledad: yo también quería conocer el hielo. A pesar de estar a
cinco grados bajo cero, el calor del Caribe transpiraba el sentimiento del
tambor, al golpe del recuerdo, pasando por la vida como si fueran las palabras
del creador de Macondo. No es querer saber sino simplemente soñar, y mediante
las imágenes se van descubriendo historias. Una referencia central en la vida
del hombre es el tiempo, y el sentimiento como seres humanos frente a
experiencias como aquella, donde resultaba posible expresar libremente lo
vivido. El punto focal de atención era la luz que irradiaba la presencia de
García Márquez en la inmensidad del salón, con su camisa exageradamente blanca,
que iluminaba. Todo estaba inundado por el resplandor de la noche, además de la
alegría mientras bailaba con su esposa Mercedes y Totó la Momposina: era una
realidad mágica que llenaba el recinto con un aura de encanto y fascinación. Lo
que allí sucedía me recordaba al padre Nicanor, pues esa noche parecía que
quienes levitaban eran estos personajes que no estaban precisamente bajo la
magia del chocolate, pero sí bajo el efecto de la gran euforia que dominaba el
ambiente.
Al ver las
fotografías se hicieron más grandes los recuerdos. Cada una tiene su propia
historia, y encontrar los personajes diluidos en el espacio es traer a la
memoria ese momento tan especial y asombroso. Tratando de identificar sus
señales particulares, espero algún día saber quiénes son algunas personas que
quedaron registradas en aquella iconografía. Todo esto me hizo recordar mi
primer encuentro con García Márquez, viendo los dibujos para la
GGM en las calles de Barcelona
. Foto de EFE
portada de Crónica de una muerte anunciada. En ese
momento, mientras él me hablaba, mi imaginación volaba, en una sensación
extraña, como si estuviera viendo en una pantalla lo que él me decía. Ahora
también se hacía presente esa experiencia: los personajes quieren salir de las
fotos y transportarse al mundo mágico de la realidad, haciendo un
reconocimiento a la vida y a ese entrañable mapa de nuestra propia identidad, como
si hubiéramos recortado un trozo de la tierra colombiana a manera de tapete
para tener un suelo propio en el salón principal del Grand Hôtel. Era estar en
Macondo. Observar a Gabo significaba verlo a él, pero asimismo tener la
posibilidad de disfrutar y admirar su obra, la connotación que ésta tiene, el
reconocimiento universal, además de sentir su calidad humana, celebrando
espontáneamente como lo hizo con sus amigos”.
** ** **
KIEN&KE
Bogotá – Colombia
12 de diciembre de 2012
La vida y obra de
Gabo en cómic
“Agradezco
a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que
me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de
lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio
de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras
tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere
con este honor”
La Soledad de América Latina
Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982
La Soledad de América Latina
Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982
Hace treinta años Gabriel
García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura, hoy su vida y obra se
convierte en un comic al estilo de Rey Naranjo Editores, en un homenaje al
colombiano más universal. Las ilustraciones del caribe colombiano son la puerta
de entrada para que los más chicos conozcan su
obra literaria. Esta es la primera vez que la vida del Nobel es llevada a
este formato.
El equipo de trabajo liderado por
John Naranjo y Carolina Rey, cuenta con guionistas e ilustradores que se dieron
a la tarea de investigar las novelas, videos y testimonios de Gabriel García
Márquez para contar su vida a través de secuencias narradas
cinematográficamente.
Portada del libro Memorias de una vida mágica.
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