MEMORABILIA GGM 638
ELESPECTADOR.COM
Bogotá - Colombia
16 de Diciembre de 2012
Un libro secreto en Navidad
Por: Héctor Abad Faciolince
Como esos jóvenes (que) se besan con furor delante de los matrimonios de
casados cansados (eso en mi tierra se llama “contar menuda delante de los
pobres”), les voy a hablar de un libro que no todos podrán degustar en estas
Navidades: Gabo periodista, una
antología de sus mejores textos de prensa.
Portada
El libro, en tapa dura, hojas cosidas de sedoso papel sueco, fotos
inéditas del álbum de Mercedes Barcha, y comentarios sesudos, acaba de salir,
pero en Colombia, por ahora, solo lo recibirán los consentidos de Carlos Julio
Ardila, quien ha costeado la primera edición privada para apoyar el trabajo de
la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Fue a Jaime Abello, precisamente
—que con tanto acierto dirige lo que García Márquez imaginó y fundó—, a quien
se le ocurrió hacer este libro. Y él le encomendó la tarea al periodista
puertorriqueño Héctor Feliciano, quien a su vez puso a 20 colegas suyos a
escoger y comentar los textos periodísticos de Gabo. El libro es formidable y
aquí empiezo a contar la menuda delante de ustedes, con perdón:
Entre los periodistas y escritores que escogen y comentan los textos
están Jon Lee Anderson, Alma Guillermoprieto, Juan Cruz, Enrique Santos
Calderón, Juan Villoro, Sergio Ramírez, Jean-François Fogel, Antonio Muñoz
Molina, y no les digo más. Lo interesante es que un grupo de buenos lectores
escogen los artículos, las crónicas, las entrevistas y reportajes de García
Márquez, y luego explican en qué sentido cada una de las piezas seleccionadas
son una lección de gran periodismo, una muestra de buena literatura, e incluso
una anticipación premonitoria de cuentos y novelas. En este sentido es
fascinante, por ejemplo, lo que hace Fogel al comentar una nota aparecida en El
Espectador a finales de septiembre de 1982, apenas dos semanas antes de que se
le concediera el Nobel: “El avión de la bella durmiente”. No creo que todos
hayan advertido —como Fogel nos lo enseña— que en esa nota de prensa estaba la
semilla de Memoria de mis putas tristes,
sin excluir al viejo de 90 años que mira cómo duerme una muchacha.
Juan Cruz rescata un cuento de terror, nacido como anécdota de la vida
real, que llegaría a ser una película. Muñoz Molina nos cuenta con qué fervor
compraba los miércoles El País para leer la columna de Gabo, y cómo se resistió
a escribir sus novelas a la manera de Cien años de soledad, pero en cambio
quiso siempre que sus notas de prensa tuvieran la gracia impredecible del
García Márquez articulista semanal. Una gracia que no se amedrenta siquiera
ante la muerte, como se ve en la nota que María Jimena Duzán escoge para
celebrar a Guillermo Cano, “el ejemplar más retraído de una tercera generación
de periodistas congénitos” (¡y qué no habría dicho de los genes de olfato
periodístico y discreto retraimiento de la cuarta!).
Con su raro don para disparar aforismos, Juan Villoro nos explica la
virtud de su colega García Márquez, capaz de voltear la realidad patasarriba,
con el solo fin de volvérnosla más tolerable: “El disparate es un sistema de
primeros auxilios para soportar el peso de la sensatez”, nos dice. Sergio
Ramírez —que justamente escoge una crónica nicaragüense, de cuando los
sandinistas se toman el poder— también le da una vuelta de tuerca a las
técnicas de Gabo: en este caso no es que el cronista exagere, sino que la
realidad en sí misma era ya una exageración.
No les puedo contar el libro entero. Les he mostrado algunas de sus
moneditas de plata, para que los privilegiados que reciban el libro de regalo
no lo dejen sin tocar en la mesa impoluta de la sala, como si fuera un adorno. Y
para que los verdaderos lectores hagan ganas y esperen la edición comercial.
Dichosos los invitados a este banquete. Vayan a leerlo en las bibliotecas o
espérenlo hasta el próximo diciembre. No importa esperar: las buenas nuevas
serán siempre nuevas, porque lo mejor de estas notas de prensa de García
Márquez es que dan la impresión de no haber envejecido.
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