10 de diciembre de 2012

MEMORABILIA GGM 636

Para celebrar los treinta años del

Premio Nobel de Literatura a GGM,
publicamos la siguiente crónica
por cortesía de su autora,
a quien enviamos nuestros agradecimientos.

El Universal
Cartagena de Indias – Colombia
Diciembre 8 de 2012

Aquel invierno en Estocolmo

Por Gloria Triana
Antropóloga- Documentalista

Todo empezó el jueves 21 de Octubre a las 6 de la mañana cuando las emisoras anunciaron que Gabriel García Márquez había ganado el Premio Nobel de literatura. Fue precisamente el escritor y periodista tolimense Germán Santamaría quien enviado por El Tiempo a México le haría la primera entrevista. En esta entrevista Gabo dijo tal vez sin pensar que se cumpliría su deseo: no quiero estar solo en Estocolmo, me gustaría celebrar mi premio con cumbias y vallenatos.

En ese momento yo trabajaba en Colcultura dirigiendo una sección que se llamaba Festivales y Folclor que como su nombre lo indica era la encargada de atender en todo el país lo relacionado con lo que ahora se llama el patrimonio inmaterial. Al leer esta noticia fui de inmediato a la oficina de Aura Lucía Mera Directora de la época, para proponerle que organizáramos la presencia de la música para cumplir con los deseos del Nobel. Aura Lucía hizo un almuerzo en su casa para discutir el asunto y allí decidimos que Gabo nos pertenecía a todos y que deberíamos llevar también joropos y currulaos, pasillos, bambucos y torbellinos y Aura Lucía me encomendó seleccionar lo mejor de cada una de estas expresiones. Al día siguiente apareció una noticia en la prensa: la “Cacica” Consuelo Araujo anunciaba que había seleccionado a los hermanos Zuleta para ir a Estocolmo, de inmediato la llamé para proponerle que se uniera a la delegación que estábamos preparando.

Viajé por el país para visitar los grupos que por mi trabajo ya conocía de antemano. Examiné con cuidado sus montajes y repertorios y cuando tenía todo escogido presenté la propuesta para tener la aprobación. No me acuerdo como se filtró la noticia de lo que estábamos haciendo. Entonces empezaron las presiones de otros grupos que prefiero no mencionar, que también querían asistir a este acontecimiento único para el país, pero ya la selección estaba hecha y la Directora me pidió ir a la prensa a comunicarla. Lo primero que hice fue ir donde Enrique Santos Calderón para que me ayudara a divulgarla. Cuando estaba en su oficina entró una llamada de México y era Gabo, Enrique le contó lo que teníamos preparado y él no hizo ninguna objeción.

Cuando se hace pública la noticia empieza una polémica en los medios, nos acusaron de tropicalistas, tercermundistas, subdesarrollados, íbamos a hacer el oso más grande de la historia del país, íbamos en una palabra a empañar el Nobel.

La organización no fue fácil, era Noviembre y ya no había presupuesto en Colcultura y menos podía haber un rubro previsto para celebración de un Premio Nobel, la mayoría de artistas seleccionados no tenían pasaporte, ni ropa de invierno y algunos de los hombres no tenían libreta militar razón por la cual no podían sacar el pasaporte, todos esos trámites me tocó hacerlos mientras la Directora conseguía los recursos.

Por fin se conformó una delegación de 60 personas: los hermanos Zuleta y el Maestro Escalona, Carlos Franco y su Conjunto folklórico de Barranquilla, Totó la Momposina y sus tambores, representaban el Caribe, la Negra grande de Colombia, el Pacífico, y las danzas del Ingrumá de Riosucio dirigidas por Julián Bueno la zona Andina y el Maestro Quinitiva la música llanera.

Cuando todo estaba listo nuestro Embajador en Suecia, dijo que él no era empresario de farándula, que eso no se usaba en el Nobel y que él iba hacer una fiesta donde solo cabían los diplomáticos y los amigos del Gabo. Al reflexionar sobre la época yo creo que el Embajador tenía razón, eso nunca había pasado en la entrega del Nobel y todavía teníamos una Constitución del siglo XIX que no reconocía el carácter multiétnico y pluricultural de la nación.

Todo pareció derrumbarse en ese momento, pero la tranquilidad llegó cuando la Academia Nobel contestó que esta delegación podía presentarse en el Banquete Nobel y en el Museo Etnográfico de Estocolmo. En ese momento pensamos que el viaje valía la pena. Los suecos le daban a nuestras expresiones culturales populares un estatus que el país y los medios le negaban.

Como muchos columnistas estaban en contra, el Presidente Betancur pidió que se le presentara el montaje que se había hecho en un concierto en el Teatro Colón y después de verlo aprobó el viaje. Le pidió al Embajador alquilar el salón más exclusivo de Estocolmo para realizar fiesta para el Nobel, donde todo el mundo incluidos los artistas pudieran celebrar.

Llegó el día de la partida, en un chárter de Avianca que hizo escala en la isla de Guadalupe, Madrid, Paris y llegó a Estocolmo al amanecer. Nos embarcamos todos: los músicos, los danzantes, las cantadoras, la Directora de Colcultura, Jaime Arias el Ministro de Educación, los amigos de Gabo.

Después de haber pasado por la Aduana sueca, tambores, máscaras, pencas de congos, banderas del paloteo, bandolas, arpas, gaitas, flautas de millo, acordeones, pañolones, espermas para la cumbia y cuanta parafernalia era necesaria para nuestro trabajo ante la mirada atónita de los Suecos, el primer impacto, fue llegar al barco que serviría de residencia durante nuestra estancia en el frío invierno nórdico.
Integrantes de la delegación colombiana a Estocolmo. 
Diciembre de 1982.
Fotos de Hernando Guerrero en el libro Aracataca – Estocolmo. Colcultura.

El día anterior al banquete se palpaba por los pasillos del Grand Hotel un clima tenso y extraño de conversaciones en voz baja y miradas inquisidoras, especialmente entre los periodistas e invitados especiales colombianos. Todos temían que pasara lo que algunos columnistas habían pronosticado antes del viaje. Esa preocupación se la habían transmitido al Nobel, quién no se atrevía a expresarla abiertamente.

Consuelo Araujo la “Cacica” había decidido acompañarnos en el barco porque como periodista estaba escribiendo un diario que nunca publicó pero cuyos manuscritos yo conservo. Como había notado ese ambiente de tensión en el Grand Hotel decidió ir a visitar a Gabo a su habitación.

“De verdá, de verdá, comadre dígame como vé usted lo de la muestra folclórica”, le dijo Gabo a Consuelo cuando ella lo visitó.

Y aquí escribe Consuelo, en su diario “hay que hacer un paréntesis para decir que algo descubrí no sé cuando y que confirmé en ese momento en la suite de Gabo. Y ello es que él estaba preocupado. No lo dijo ni lo admitió siquiera cuando yo lo frenteé y sin rodeos le comenté: estás cagado del miedo porque en el fondo tú también estás pensando en ese maldito oso. Puedes jurar que no pero yo sé que sí. El se rió y Mercedes me dio una mirada que no necesitaba más explicación. Pero –seguí diciendo– ese es otro motivo más que tendremos porque ahora –y apenas llegue al barco se lo digo a Gloria Triana–además de todo el mundo que anda nervioso y expectante creyendo que no hay razones para creer en el buen papel que vamos a hacer ¿tenemos que convencerte a ti también?”

Y continúa Consuelo diciendo: “No era ningún secreto para quienes como Rafael Escalona, Nereo López o yo que sin ser exactamente cantantes ni músicos ni bailarines estábamos metidos hasta el alma dentro del grupo humano sobre el que iban a estar y estuvieron todas las miradas y sobre el que se echó, desde el primer momento la responsabilidad de parir ese tan sonado oso, o no parirlo, que si en Estocolmo nuestro folklor y nuestras manifestaciones culturales y artísticas triunfaban –como en efecto triunfaron rotundamente– el triunfo iba a ser, sin duda, un triunfo exclusivo de Colombia. Y punto. Pero si en cambio había el más mínimo traspiés en la ejecución, por ejemplo, de cualquiera de las danzas y bailes, había un solo compás trascordado en cualquiera de los merengues o paseos de Escalona o en los joropos llaneros, la culpa, la responsabilidad indiscutible iba a ser nada más que de esa loca de Gloria Triana y toda esa gente bruta, corroncha y gritona que ella trajo para acá.”

Después de tantas tensiones y expectativas negativas, llegó la noche gloriosa del Banquete Nobel en el Palacio del Ayuntamiento. Detrás de una columna vestida con mi traje de cumbiambera porque no tenía invitación y de otra manera no hubiera podido entrar al Palacio, yo observé las caras sorprendidas de los colombianos y deslumbradas de los invitados de todo el mundo cuando la magia de Macondo descendía por las escaleras del palacio al son de los tambores.

Prefiero citar la narración que Consuelo Araujo hizo de esa noche en su estilo caribeño, poético y contundente para que Uds. no piensen que estoy auto elogiando mi trabajo:

“Ya se ha dicho casi todo sobre esa noche maravillosa cuando sesenta corronchos convertidos por arte de nuestra fuerza interior en las estrellas de ese momento descendimos –ahí sí– con paso de triunfadores por las antiguas escaleras de mármol hacia el salón central....Comenzaron a sonar en ese ámbito de deslumbrante elegancia donde ya se habían escuchado las trompetas anunciando la llegada de los reyes, el golpe seco, ronco y profundo de los tambores marcando los compases de la cumbia y al conjuro de ese ritmo fueron descendiendo “como auténticas princesas” que habían dormido bajo otras formas y en sitios insospechados y remotos y ahora se despertaban y cobraban vida y movimiento al son de nuestra música, las hermosas muchachas de Palenque que Carlos Franco tiene en sus danzas del Atlántico llevando en sus manos las banderas de Colombia y Suecia. Ahí seguían detrás de ellas toda la gracia y la dulzura de la gente de las montañas andinas que Julián Bueno ha reunido tras un trabajo paciente y valioso de enamorado de las cosas de su tierra; ahí iban siguiéndolos la fuerza y el embrujo de la Costa Pacífica en la majestad y belleza de Leonor González Mina y su hijo Candelo; el calor y el color del Caribe con Totó y su legendario y casi mítico Batata y Julito Rentería y Huitoto y Marco Vinicio y el gaitero que parecía una vara de junco moreno espigado y casi etéreo flotando sobre el mármol.....Se preguntarán ustedes qué diablos hacía yo metida dentro del conjunto desfilando y, más aún, actuando al lado de la voz de Poncho Zuleta y de los otros tres muchachos. Yo también me lo pregunto todavía. Pero no vacilé ni un momento en decidirme a colocarme mi hermosa manta Guajira, mi pañoleta de flores en la cabeza, mis collares tayronas y mi rosa amarilla sobre la oreja....cuando las notas de Emilianito y la voz prodigiosa de Poncho comenzaron a cantar: “Está lloviendo en la nevada/ arriba e´ Valledupar/ apuesto a que el río Cesar/ crece por la madrugada/,cuando en un rapto de emoción Poncho me pasó el micrófono para que le ayudara en el coro ese que dice.: Y si el río se lleva el puente/ busco otro modo de verte/ yo ví, detrás de mis propias lágrimas, a Tachia Quintana –una vasca amiga de los García Barcha– doblada literalmente doblada sobre si misma a ras con la mesa y con la cara entre sus dos manos presa de un llanto compulsivo que le sacudía todo el cuerpo. Después ella misma me dijo que cuando sonó el primer acorde y logró identificar el vallenato, casi grita porque estaba precisamente pensando en ese paseo que García Márquez le enseñó, de tanto oírselo cantar, hace más de 50 años en París cuando ninguno de los dos tenían calefacción ni mucha comida. Fue algo apoteósico, delirante, mágico. Los aplausos que retumbaban en el salón hicieron que Emilano Zuleta y Pedro García y Pablo López acometieran los compases de la “Patillalera” que fue recibida con otra ovación y con Gabo echado hacia bien atrás en su silla para poder mirar desde su sitio real hacia el escenario donde estábamos los descendientes de Francisco el Hombre rindiéndole a él y por encima de todos a él, el tributo de nuestra admiración y solidaridad.”

Por estar mirando hacia abajo donde estaban los invitados, Consuelo no se percató que a mi también se me aguaron los ojos cuando Totó La Momposina cantó la cumbia soledad que mucha gente pensó que había sido compuesta para la ocasión que dice en uno de versos:

Viejo pueblo Aracataca
Pedacito de Colombia
Tierra donde yo nací
Entre rumores de cumbia
A quererte yo aprendí
Y el coro responde:
Soledad, soledad,
Vive tu vida
Vive Cien de Soledad

Una cumbia que habla de su lugar de nacimiento, de su libro más conocido, del tema de su bello y emotivo discurso. Y es aquí donde la Reina Silvia de ancestro brasilero empieza a hacer las palmas y la siguen los dos mil quinientos invitados al banquete.

Cuando estábamos preparándonos para regresar al barco con la satisfacción de haber triunfado, alguien llegó a decirnos que estábamos invitados por los Reyes a cenar en el Palacio como en cualquier cuento de hadas, posiblemente con el mismo menú del banquete oficial, pues no era fácil preparar de un momento a otro una cena para 60 personas.

Al día siguiente la sorprendida fui yo al ver el orgullo patrio reflejado en las caras de satisfacción de quienes horas antes presagiaban un sonado oso, cuando leyeron en el Dagens Nyheter el más prestigioso, conservador y monárquico periódico de Estocolmo el titular que aún conservo en la memoria: Los amigos de García Márquez nos enseñaron cómo se celebra un Nobel. “Las cosas nunca serán como antes en el Salón azul del Ayuntamiento. Los sesenta músicos y bailarines de su país natal, hicieron que toda ese sociedad pomposa: rey y reina, doctos o incultos siguieran el ritmo de los tambores con las manos”.

Como los periodistas colombianos habían viajado a cubrir el oso, ninguno se presentó en el barco a entrevistar a los artistas, a lo mejor tampoco hubieran podido pues toda la prensa internacional estaba allí, era la primera vez que esto sucedía en la celebración del premio Nobel que en esa fecha cumplía 81 años de creado, la primera y la última pues ninguno de los premiados en estos 30 años ha recibido un homenaje semejante. La prensa del mundo aprobó lo que la nuestra había rechazado con vergüenza. Los suecos tenían razón “Nunca las cosas serían como antes en la Salón Azul del Palacio.”

Quiero terminar citando a William Ospina en un artículo sobre GGM publicado recientemente en el Espectador titulado Tejedor de milagros:

“El país en que vivimos hoy con todo lo que tiene de fascinante y de creador no es ya el país enlutado de Miguel Antonio Caro. Ni el de los políticos y los gramáticos: es el país diverso sorprendente y mágico de Gabriel García Márquez. Muchas cosas que hoy son Colombia solo llegaron a la literatura a través de sus obras: el pensamiento mágico indígena, la sensualidad del mundo caribeño, esa certeza de que los poderes centrales de este mundo no saben nada de la vida.” Fue precisamente ese país diverso sorprendente y mágico lo que llevamos para acompañarlo en aquel invierno en Estocolmo.

 

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