MEMORABILIA GGM 617
El Universal.com.co
Cartagena
de Indias - Colombia
21 de
octubre de 2012
El otro García Márquez
Por Juan
Carlos Guardela V. –
Especial para El Universal
El último viernes de julio de 2004 en el hotel
Las Américas de Cartagena García Márquez cerró un encuentro de cincuenta
periodistas de lejanas provincias de Colombia que luchan por la libertad de
prensa.
Luego de un largo aplauso se acomodó en su
silla, cuadró sus gafas, arregló con timidez unas cuartillas y con los ojos
casi empuñados se acercó al micrófono.
Su voz tenía los rasgos del Caribe, pero sin
dejos pedestres y sin golpear palabras.
Era la misma voz del discurso en el Premio
Nobel; una voz cercana, familiar, que metió a todos en el hechizo, porque —no
había duda— se encontraban frente a García Márquez.
Los asistentes se quedaron pegados a los
atractivos de ese fraseo buscando en García Márquez al mismo Gabo.
Un fraseo en el que uno puede encontrar el
cruce de mitos, sugerencias e ironías con la insólita eficacia del idioma.
García Márquez cerró su intervención con la
frase que su madre Luisa Santiaga Márquez decía cada vez que se refería a los
que ejercen el oficio más bello y peligroso del mundo: “Pobres muchachos,
tienen alma de toreros, pero a diferencia de éstos no solamente les pagan
salarios de hambre sino que los matan por sapos”. Enseguida se desató un
aplauso.
Jaime García Márquez, hermano del Nobel.
MARUJA PARRA – EL UNIVERSAL
Un grupo se le acercó a estrechar su mano, a
tocarlo, pero sobre todo a oírle.
Quien hablaba era Jaime García Márquez, el
octavo de los hijos del telegrafista de Aracataca, un hombre que durante su vida ha sido ingeniero contratista y hoy
es el más cercano hermano del Nobel colombiano.
En este hombre, por azar genético, todos
escuchan la voz de Gabo, y de paso ven su encarnación.
Su cabello plateado, su estatura, el
movimiento de sus ojos cuando busca una palabra, su sonrisa, pero más que nada
su voz, tienen un inquietante parecido con los del célebre escritor a pesar de
la diferencia de edad.
Jaime arquea las cejas y aprieta las
arruguitas de los ojos, como lo hace Gabo en muchas de fotografías.
Jaime tiene una recia constitución y mide más
de 1,68, una sonrisa constante que da la impresión de que lo hubieras conocido
hace mucho.
Hay en él la vieja veta de la mirada trágica y
festiva al tiempo que tienen los hombres del Caribe, y todas sus
gesticulaciones están diciéndote que “no sabes de lo que te pierdes, si no
hablas conmigo”.
Algunos de los que lo rodean lo defienden
aduciendo que no tiene la más mínima culpa, porque no se trata de algo
deliberado ni de arrogancia, parapetos que nunca ha tenido este García Márquez.
“Lo que pasa”, dice, “es que siempre que
alguien me conoce el tema a tratar será Gabito, y lo verá en mí. Al principio
me dio algún trabajo, pero ya me acostumbré y lo entiendo. Creo que lo más
interesante es que la gente me da el amor que no puede darle a él”.
***
Jaime García Márquez hoy es el subdirector de
la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por su hermano Gabo a
mediados de los noventa y que dirige el prestigioso abogado y periodista Jaime
Abello Banfi.
En esta empresa Jaime García Márquez ha
añadido todo el amor que le tiene a sus motoniveladoras y buldózeres.
En su diminuta oficina, enclavada en el centro
amurallado de Cartagena —a pocos metros de donde operó durante décadas El
Universal, diario en que el escritor hizo sus primeras notas— Jaime habla
haciendo grandes círculos con las manos y trazando en una libreta mapas
mentales, dibujos intrincados, mapas arduos y mandalas. Mientras lo hace cierra
de nuevo los ojos, casi empuñándolos.
A diferencia de muchos ejecutivos sabe decir
con exactitud lo que le pasa por la cabeza en su momento. Confiesa que le
aterran las entrevistas. Considera —como su hermano— que hablar con un
periodista es la cosa más peligrosa del mundo. Pero cuando suelta esta
admonición se siente también algo de elogio. De las mil y una maneras insistió
en que no se usara grabadora, porque a él le interesaba más el diálogo.
“Hablo más que Gabito y de manera
atropellada”, dijo mientras imprimía algo de ternura al diminutivo y al tiempo
escribía en su libreta mirando una y otra vez un grueso reloj azul de plástico
con letras gigantes.
Aparte del terror a los aviones (innato a
todos los García Márquez y ya distintivo en el Premio Nobel) Jaime tiene un
miedo visceral a hablar en público. “Siempre que hablo en público lo hago
queriendo salir del embrollo, con los ojos apretados y a la de Dios”.
A pesar de que es un formidable conversador
teme ser fuente formal de declaraciones y más cuando casi todo el mundo ve en
él a Gabo.
En una de las paredes de la oficina hay un
grupo pequeño de fotografías. En una de ellas está Jaime, su esposa Margarita y
Gabo; allí parece que quien hablara fuera el escritor. En otra en cambio está
Jaime, Gabriel García Márquez y Eligio, el menor de todos, este último
periodista y escritor fallecido en el 2001; en esta fotografía en cambio Gabo
está en silencio mientras que a los otros se les ve que hablan hasta por los codos.
Lo que ocurre es que para Jaime hablar es uno
de los modos del ser y es una de las mayores herencias de la familia. Eso se
palpa cuando en situaciones específicas los García Márquez sueltan lapidarias
frases que quedan inscritas en la memoria de muchos.
Un ejemplo de ello son las frases de los
padres cuando Gabriel García Márquez recibió el Nobel. El periodista Juan
Gossaín entrevistó a su madre por radio y ella respondió: “Bueno, entonces que
me arreglen el teléfono que ya lleva 3 meses descompuesto”. Por su parte el
padre contestó: “Siento lo que siente un niño cuando le dan un confite”. Jaime
en cambio, tratando de continuar con la usanza de este tipo de respuestas, le
dijo años más tarde a la periodista Silvia Galvis: “Más que un hermano Nobel me
hubiera gustado que fuera banquero”. Lo hizo para referirse a las necesidades
por las que pasa un ingeniero civil con la financiación de sus obras.
Eso le costó a Jaime. Un día estuvo junto con
Gabo de visita en La Habana. Fidel Castro se enteró, así que los visitó y, en
el momento de la presentación, el Comandante le imprecó a Jaime: “¿Tú eres
Jaime? ¡Oye, a ningún hermano se le hace eso! ¡Cómo es que prefieres que
hubiera sido banquero antes que ganarse el premio Nobel! ¡Tú estás en nada!”.
Tratando de arreglar las cosas Jaime no encontró argumento para explicarle a
Fidel Castro. Gabo entonces le dijo que no perdiera el tiempo ya que él mismo
había intentado mil y una maneras para explicarle a Fidel el contexto y sobre
todo el porqué de la expresión. “Pero no lo entenderá, el Comandante no lo
entenderá, Jaime”.
–Creo –dijo Jaime– que fue un reproche amoroso
pero a este hombre, que tiene la cabeza ocupada en cosas tan importantes, se le
pudo ver que estaba a la caza del momento para reclamarme.
En la libreta Jaime ahora traza un mapa que
intenta ser un árbol genealógico tan sinuoso como el de los Buendía. Dice que
todos los García Márquez tienen una fuerte herencia verbal que en Gabo alcanza
su cúspide.
** ** **
El Universal
Cartagena
de Indias - Colombia
Domingo
21 de octubre de 2012
El día que conocí a
Gabo en La Habana
Por
Eduardo Márceles Daconte
Vivir
para contarla, la biografía novelada de Gabriel García
Márquez (2002), reconstruye los años iniciales de su formación como escritor, y
comienza con una frase que es clave para el desarrollo del relato: “Mi madre me
pidió que la acompañara a vender la casa”. Se trata de la vieja casona que
tenían en su pueblo natal de Aracataca luego que la familia se mudara a Sucre,
municipio del departamento de Bolívar en aquella época. A partir de este
recuerdo, Gabo nos conduce de la mano a través del periplo de su vida, sus
aventuras, desventuras, sus amores, inquietudes e influencias.
Sus primeros recuerdos pasan ante sus ojos a
través de la ventana del tren que toman en Ciénaga después de pasar la noche en
una lancha que había partido de Barranquilla. La historia, llena de reflexiones
y anécdotas, está contada en 580 páginas, y termina cuando el joven periodista
de 30 años pasa en un taxi camino al aeropuerto y en la puerta de la casa
observa a Mercedes Barcha, su futura esposa, pero es ése un momento de
incertidumbre cuyo desenlace sólo se nos revelará en el próximo volumen. En
éste nos deja con el interrogante, aunque ya conocido, de las novelas por
entrega puesto que cuando regresa a su hotel en Ginebra, encuentra la respuesta
a sus inquietudes amorosas.
Gabriel García Márquez y
Eduardo Márceles Daconte.
Por ser ambos del mismo pueblo y compartido
experiencias y recuerdos en numerosas ocasiones, he tenido el privilegio de
haber escuchado de sus labios algunas de las anécdotas que cuenta en su libro.
De hecho, en la página 26 comenta que “cuando Papalelo (su abuelo) me llevaba
al flamante cine Olympia de don Antonio Daconte yo notaba que las estaciones de
las películas de vaqueros se parecían a las de nuestro tren”. La cita me
emocionó pues se trata de mi abuelo materno, un inmigrante italiano llegado de
Scalea (Calabria) a este pueblo remoto y caluroso sobre las estribaciones de la
Sierra Nevada de Santa Marta donde fundó el primer cine que tuvo la comarca,
así como una tienda y ferretería donde también se vendían desde machetes y
azadones hasta todo tipo de víveres, condimentos y perfumería.
El día que conocí en persona a Gabito en La
Habana, durante un encuentro de escritores y artistas en 1981, me contó el
origen de su personaje Pietro Crespi en su famosa novela. “Fíjate, me dijo,
cuando yo estaba escribiendo Cien años de
soledad el primer nombre que se me ocurrió para el personaje italiano fue
Daconte, pero después me puse a recapacitar porque el personaje se me fue
volviendo marica, entonces lo cambié por Crespi que fue en verdad un italiano
afinador de pianos que mi mamá conoció en Barranquilla, porque yo me puse a
pensar ¡qué iría a decir tu tío Galileo cuando leyera el nombre de su papá en
estas circunstancias!”.
Su memoria de elefante le permitió recordar
con exactitud las características de mi familia; me habló de la tienda del
abuelo Antonio en las Cuatro Esquinas (el centro comercial de Aracataca) y
rememoró su amistad con mis tías y tíos con quienes jugaba en su niñez. Le
recordé que el nombre estaba, además, en su cuento El rastro de tu sangre en la
nieve cuya protagonista se llama Nena Daconte y estalló en sonora carcajada
“¡ahora me vas a demandar por 20 millones de pesos!”. En una ocasión que le
visité en Cartagena cuando le conté que mi tío Galileo había muerto por esos
días pude observar su pesadumbre. Años más tarde leí en El amor en los tiempos del cólera que uno de los personajes, un
cochero en Cartagena, se llama Galileo Daconte como un homenaje póstumo a su
buen amigo de infancia.
Sería arriesgado presumir que hoy por hoy se
puede decir algo nuevo sobre la obra de este asombroso escritor colombiano
quien no sólo cuenta en su bibliografía con numerosos libros de narrativa y
crónica, sino que la compilación de sus escritos periodísticos Entre cachacos
se suma a sus volúmenes Textos costeños y De América y Europa, recopilados por
el investigador francés Jacques Gilard. La lista de estudios críticos e
interpretativos dedicados a este escritor es interminable, como son también las
tesis de grado elaboradas por universitarios de Estados Unidos, Europa y
América Latina que analizan los aspectos más insospechados de su producción
literaria.
En cuanto a su obra se refiere, es innegable
que la importancia de la obra de García Márquez radica de manera fundamental en
su audaz combinación de elementos humanos que aluden a nuestra realidad
latinoamericana en matices poéticos que, no obstante ser Colombia un país de
solemnes pronunciamientos literarios, no escatiman el humor. En mi opinión, el
legendario mamagallismo de Gabo se proyecta sin ambages en casi todo su
recorrido narrativo. El mamagallismo es esa típica actitud costeña de
desmitificar conceptos trascendentales o de resaltar los perfiles jocosos de
circunstancias comunes.
Quién puede permanecer indiferente ante las
ocurrencias de José Arcadio Buendía en Cien
años de soledad cuando experimenta, por ejemplo, con los inventos que trae
a Macondo el gitano Melquíades. Recordemos que después de utilizar algunos
instrumentos de navegación y antiguos mapas portugueses reúne a su familia y
“con augusta solemnidad, temblando de fiebre y devastado por la prolongada vigilia”
les revela a la hora del almuerzo su pasmoso descubrimiento: “La tierra es
redonda como una naranja”.
Una actitud sin duda heredada de su mamá Luisa
Santiaga Márquez. Cuando le otorgaron el premio Nobel, Juan Gossaín la buscó
para interrogarla: “Y ahora que su hijo ha recibido esta consagración, ¿usted
qué pide?” Y ella respondió sin inmutarse: “¡Que me arreglen el teléfono!”. Le
preguntaron a qué atribuía la genialidad literaria de su hijo, y ella sin
pensarlo dos veces exclamó: “¡A la Emulsión de Scott!”. En tanto que contestó
al corresponsal de un importante diario capitalino que le preguntó “¿Doña
Luisa, de qué se siente usted más orgullosa en este momento?” y ella contestó:
“De mi hija que es monja”.
Tanto la ficción como el periodismo de Gabo
son populares (es el autor hispanoamericano que más libros vende en el mundo)
en la medida que eluden el retoricismo florido y hueco de tantos narradores que
en nada contribuyen al desarrollo de una literatura que estimula y entretiene.
No hay una palabra gratuita en sus trabajos, sus descripciones son precisas y
sus diálogos sencillos, con la ventaja de estar inmersos en una prosa lúcida
que conduce de la mano al lector a través de una trama tensa sin recurrir a los
artificios que suelen debilitar los esfuerzos de escritores menos avezados.
En esto es necesario reconocer el saludable
influjo del estilo sintético y contundente de Ernest Hemingway que suplantó el
esquema faulkneriano evidente en sus primeros escritos como La Hojarasca. Él mismo, en aquella
conversación sostenida en La Habana, me confesó que estaba releyendo algunas
obras de William Faulkner con ocasión de un encargo del New York Times y había
desistido después de un tiempo al comprobar que era verdad aquella observación
que una vez le hizo a uno de sus contertulios del bar La Cueva de Barranquilla:
“Maestro, ¿y si de pronto nos encontramos con que Faulkner es solo un
retórico?”
Se podría pensar que esta es una exageración
de Gabo (ya conocemos su inclinación por la hipérbole) ya que sin vacilaciones
su trabajo le debe tanto a Faulkner como al filósofo italiano Gianbatista Vico,
al vallenato, a las historias de su abuelo el coronel Márquez; a la escritora
Virginia Woolf, a Kafka o las teorías del surrealismo filtradas a través de la
atmósfera onírica de Borges, todo eso sintetizado de manera magistral por el
admirable genio creativo de Gabo.
Tampoco podemos olvidar la influencia que el
ambiente social e histórico, como también el entorno geográfico, han ejercido
sobre su obra. Cuando Gabo irrumpe en el paisaje literario de Colombia, el
cuento se caracterizaba esencialmente por su alusión directa a la violencia
rural sin mayores elaboraciones poéticas. García Márquez se propone desde el
principio hacer una trasposición metafórica que, sin dejar de aludir a nuestra
realidad, se convierte en una alegoría de profundas significaciones sociales.
Tal es el caso de su novela La mala hora,
de sus cuentos La noche de los
alcaravanes, La siesta del martes
o La viuda de Montiel donde, a partir
de una anécdota local, él escritor recrea la violencia, una circunstancia
histórica que azota al país hasta nuestros días (consecuencia de protuberantes
injusticias sociales y económicas), en mágicos efluvios narrativos que seducen
desde la primera línea.
Señalemos así mismo que si bien el trabajo
literario de Gabo evita la connotación política directa, buena parte de su obra
periodística y su vida pública denotan una acendrada militancia a favor de los
desprotegidos. En este sentido el premio Nobel fue no solo un galardón a su
talento literario, sino también un reconocimiento a su cruzada por la paz y a
su incansable lucha por la justicia social en estos países asolados por
mezquinos intereses que sojuzgan la voluntad popular, aunque su inquebrantable
amistad con el presidente cubano Fidel Castro es siempre cuestionada por el
exilio más recalcitrante.
La obra literaria de Gabo ha ejercido en
Colombia y el resto de América Latina, y aun en China (según testimonio del
escritor chino Mo Yan, Premio Nobel 2012), un saludable estímulo para la
literatura nacional que sin duda se consolidará aún más con el esperado segundo
volumen de sus memorias. Presenciamos un auge sin precedentes en la producción
literaria y artística del país, y ya empezamos a distinguir las voces que tanto
en poesía como en narrativa, ensayo o teatro, proponen rumbos innovadores,
despojados ya después de superar el hipnótico influjo garciamarqueano de las
cargas que le impedían despegar hacia el afianzamiento de propuestas originales
enraizadas en nuestra cultura y en nuestra historia.
** ** **
Gracias a Orlando Cadavid
El Periódico,
Bogotá - Colombia
22 de
octubre de 2012
En diciembre aparecerá libro
sobre El Gabo Bachiller
Por
Tomás Nieto,
tomasnietoelcampanario@gmail.com
El escritor y periodista Gustavo Castro
Caycedo confirmó para la primera semana de diciembre la presentación de su
libro Cuatro años de soledad, que
recoge las vivencias de Gabriel García Márquez cuando cursó la secundaria en el
Liceo Nacional de Zipaquirá, Cundinamarca.
La divulgación de la obra coincidirá con los
30 años de la entrega del Premio Nobel, en Estocolmo, al prestigioso fabulador
macondiano.
Castro anticipó el índice general de su libro,
fruto de una dilatada y minuciosa investigación en su natal tierra zipaquireña:
García Márquez, de la soledad al Nobel. Solo viven ocho de sus compañeros de
grado. Un García Márquez elemental y muy romántico. Lo quisieron por lo que era
y no por su fama, porque no la tenía. Del Gabo bailarín al joven sacudido por
las tragedias. Errores e imprecisiones del biógrafo de Gabo, Gerald Martín.
Siguiéndole la pista a Gabo, desde siempre
Otros
segmentos del Gabito adolescente
Como el Coronel: no tuve quien le escribiera.
Poemas enviados a Carmen Balcells, con explicación de su origen. Mi último
mensaje a Carmen Balcells. Zipaquirá y el Liceo, algo del honor por el Nóbel. Cien Años de Soledad y cuatro de Gabo en
Zipaquirá. Un García Márquez, “elemental y humano”, y coincidencias curiosas.
Gabo “tragado” de “La sardina” Berenice Martínez. Gabo no volvió a ser el
mismo. “Soy la voz de otros tiempos”. La última llamada a Berenice. Gabriel se
volvió marxista en esa ciudad de rebeldes. Los excelentes profesores comunistas
del Liceo. Cuello del Rio, un profesor de izquierda que influyó mucho en Gabo.
Los 81 testimonios que revivieron esta historia.
Los protagonistas de este libro que aún viven.
Por qué, Gabo: Cuatro años de soledad.
Carlos Martin,
rector del Liceo Nacional
de Varones de Zipaquirá
en la época de GGM estudiante en ese plantel.
Complementando
el menú
Castro Caycedo adiciona el menú: El escritor
de los “mil” nombres. ¿Por qué recuerda tan poco sus años de colegio? Gabo
nació físicamente en Aracataca, pero literariamente en Zipaquirá. La vida de
Gabo, antes de que llegara a Zipaquirá. El “trasplante” de Gabo de Aracataca a
Zipaquirá. Soledad, terror y tragedias de Gabo en Zipaquirá. El drama de su
propia novela en”La Ciudad de la sal”, donde se consolidó el “realismo mágico”,
Otros dramas que marcaron a Gabo en Zipaquirá. Los primeros cinco discursos de
García Márquez. El trágico final del rector Alejandro Ramos y de dos profesores
del Liceo. Su primer discurso fue en el entierro de Ramos. Las muertes de “El
Chisgo” y “Míster Perry”. “Riveritos”, el portero del Liceo, “un grandísimo
alcahuete”. El Repique de “Las Marías”. García Márquez no tenía textos de
estudio. Gabo, del rio Magdalena a Zipaquirá, 407 años después de Jiménez de
Quesada. Víctimas de garrapatas, murciélagos y cocodrilos.
Protagonistas de la “novela” de Gabo en Zipa.
El pueblo de la sal y el Liceo eran un gran Centro Literario. La historia del
Liceo. Cómo era un día normal para Gabo y los internos. Dormitorios que se
parecían a los de una clínica. El discurso de Gabo en el acto de graduación de
1944. García Márquez casi no tomaba apuntes en clase. ¿Se robaron los mosaicos de
grado de Gabo?
Gabo: Cuatro años de soledad
INDICE GENERAL
García
Márquez, de la soledad al Nóbel
Solo viven
ocho de sus compañeros de grado
Un García
Márquez elemental y mUy romántico
Lo
quisieron por lo que era y no por su fama, porque no la tenía
Del Gabo
bailarín al joven sacudido por las
tragedias
Errores e
imprecisiones del biógrafo de Gabo, Gerald Martín
Siguiéndole
la pista a Gabo, desde siempre
Como el
Coronel: no tuve quien me escribiera
Poemas
enviados a Carmen Balcells, con explicación de su origen
Mi último
mensaje a Carmen Balcells
Zipaquirá y
el Liceo, algo del honor por el Nóbel
Siguiéndole
la pista a Gabo, desde siempre
“Cien Años
de Soledad” y cuatro de Gabo en Zipa
Un García
Márquez, “elemental y humano”, y coincidencias curiosas
Gabo
“Tragado” de “La Sardina” Berenice Martínez
Gabo no
volvió a ser el mismo”
“Soy la voz
de otros tiempos”
La última
llamada a Berenice
Gabriel se
volvió marxista en esa ciudad de rebeldes
Los
excelentes profesores comunistas del Liceo
Cuello del
Rio, un profesor de izquierda que influyó mucho en Gabo
81
testimonios que revivieron esta historia
Los
protagonistas de este libro que aún viven
Por qué,
Gabo: Cuatro años de soledad
El escritor
de los “mil” nombres
¿Por qué
recuerda tan poco sus años de colegio?
Gabo nació
físicamente en Aracataca, pero literariamente en Zipaquirá
Manuel
“Fantasmagoría” Del Rio
La vida de
Gabo, antes de que llegara a Zipaquirá
El
“trasplante” de Gabo de Aracataca a Zipaquirá
Su buena
estrella abrió a Gabo su camino al Nóbel
Un
“inmortal” caminando por las calles zipaquireñas
Frente a la
oficina de Sara y al lado de la casa de Berenice
Soledad,
terror y tragedias de Gabo en Zipaquirá
El drama de
su propia novela en”La Ciudad de la sal”
En
Zipaquirá fue donde se consolidó el “realismo mágico”
La primera
noche de miedo y soledad de Gabo en el Liceo
La muerte
de Lolita Porras, derrumbó a Gabo
Lolita, una
pianista que vivía entre flores y frutas
El libro de
contabilidad que registró el drama
Otros
dramas que marcaron a Gabo en Zipaquirá
Los
primeros cinco discursos de García Márquez
El trágico
final del rector Ramos y de dos profesores del Liceo
Su primer
discurso fue en el entierro de Alejandro Ramos
Las muertes
de “El Chisgo” y “Míster Perry”
“Riveritos”,
el portero del Liceo, “un grandísimo alcahuete”
El Repique
de “Las Marías”
Gabriel
García Márquez no tenía textos de estudio
Gabo del
rio Magdalena a Zipaquirá, 407 años después de Jiménez de Quesada
Víctimas de
garrapatas, murciélagos y cocodrilos...
"Gracias
os doy Señor de los imperios" Gracias os doy Señor de los imperios
Protagonistas
de la “novela” de Gabo en Zipa
Zipaquirá y
el Liceo eran un gran Centro Literario
La historia
del Liceo
Cómo era un
día normal para Gabo y los internos
Dormitorios
que se parecían a los de una clínica
La
inspiración romántica de Gabo en Zipaquirá
Unos poemas
que siempre guardaron Alvaro Ruiz y otros…
La
acudiente Sara Lora y Minina, la niña de los ojos azules
Un noviazgo
en 1949 por telégrafo, como hoy por Internet o Celular
Un poema
que refleja melancolía, tristeza y soledad
Alvaro
Ruiz, el mayor del curso, era como un padre con Gabo
Alvaro fue
el mejor amigo de García Márquez
¿Por qué no
nos volvemos famosos, como Cervantes?
“García
Márquez no respondió, tal vez no debió recibió mi carta”.
Carlos
Julio Calderón Hermida “fabricó” al escritor
Cuando
Calderón descubrió en Gabo a un fantástico escritor
El primer
texto Lírico de Gabriel García Márquez
Y el ejemplar de “La Hojarasca”, se le perdió a
Calderón
“La Manca”
González, Daniel Arango, y los intelectuales
“De nuevo
me habló de su amigo costeño”
Entrevista
a Cecilia González Pizano en 1941
Con una
sola mano: bordaba, pintaba y tocaba piano; y declamaba
Carlos
Martín, profesores y compañeros de Gabo
Martín, un
rector “fuera de serie”
El
Piedracelismo y los piedracelistas
Gabo en
calzoncuillos, allanaron el Liceo y destituyeron a Martín
“Gabito
estuvo muy indignado durante muchos días”
Gabo y el
Liceo según Hernando Forero Caballero
“Testigos
silenciosos de nuestros primeros suspiros amorosos”
El rector
Héctor Espitia “llegó como si fuera un sargento”
El discurso
de Gabo en el acto de graduación de 1944
Garavito,
“por pobre, tenía que copiar los libros en hojas a máquina”
García
Márquez casi no tomaba apuntes en clase
¿Se robaron
los mosaicos de grado de Gabo?
“Sueños y recuerdos”, de Gustavo Pedraza
Gabo con
“apartamento de soltero” en Zipaquirá
Héctor
Figueroa Hernández: “El Infierno es la vejez”
Joaquín
Giraldo Santa, último profesor de Gabo vivo, murió en 2011
Y Gabriel
dijo: “Ave César, los que vamos a morir te saludamos”
Alvaro
Gaitán Nieto, el Médico, profesor de Fisiologia
La estación
del tren, doña Enriqueta y otros personajes
Un pariente
de Shakira; López - Guerra y “El Chino” Cuellar
Gabo y el
eje: Roma-Berlín-Tokio-Fusa-Zipaquirá
Cuando Colombia
le declaró la Guerra a Alemania
El discurso
de García Márquez cuando finalizó la II Guerra Mundial
Fines de
semana con música clásica, pasillos y porros
Guillermo
Quevedo Z, el gran maestro y Gabo
Las
conferencias magistrales de Andrés Pardo Tovar
La misa y
los conciertos del domingo
Los bailes
de los domingos con “La Hora Costeña”
Otras
amigas de Gabo en Zipaquirá
28 mujeres
estudiaron en el Liceo, al tiempo con Gabo
Un paseo a
Pacho con robo de frutas y baño en el río
La primera
vez que Gabo estuvo con un Presidente
García
Márquez casi no puede graduarse
“Animal que
camina porque ve las gallinas”
García
Márquez, del Liceo a la Universidad Nacional
Malas
calificaciones, fruto de su desinterés universitario
Mi noche
amarga cuando sacaron a Gabo de la TV
Irremediablemente
ligado a García Márquez
Gabo y
Escalona: historias liceístas casi paralelas
Escalona en
Santa Marta y Gabo en Zipaquirá
Gabriel y
Rafael, “los dos eran buenas muelas”
La Guerra
de los Mil Días se definió en Zipaquirá
Coronel zipaquireño
compañero de combate del abuelo de Gabo
El coronel
Márquez y un profesor de Gabito en la misma Guerra
El capitán
no tiene quien le pague: 46 años tras 2280 pesos
Zipaquirá
ciudad de rebeldes desde la época muiska
En
Zipaquirá fue dado el primer grito de Independencia
Nariño,
Pedro Fermín de Vargas, Biviana Talero y Bárbara Forero
Zipaquirá
“le declaró la guerra”dos veces a Bogotá
La historia
zipaquireña que nadie le contó a Gabo
El hombre
más antiguo de Colombia muy cerca a Gabito
Zipaquirá,
centro político del Virreinato y Capital del Gobierno
Zipaquirá
de nuevo Capital del Gobiero, y del departamento
Bibliografía
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