EL PAIS
Cali –
Colombia
19 de
agosto de 2012
Revista GACETA
Nunca será demasiado
leer y releer a García Márquez
Por
Catalina Villa
Editora
de GACETA
Hace cuatro semanas, estando en su casa de
Bogotá, Conrado Zuluaga recibió una llamada de larga distancia; lo buscaban de
The New York Times. El periodista al otro lado de la línea quería conocer su
opinión sobre las recientes declaraciones hechas en Cartagena por Jaime García
Márquez con relación a su hermano, el Premio Nobel de Literatura, en las que
afirmaba que "Lo que él tiene son conflictos de la memoria" Se
refería a la enfermedad del escritor que durante los últimos dos años se ha mantenido
en reserva y sobre la que se rumora sería una demencia senil.
Ante la sorpresa de su interlocutor, Conrado
Zuluaga le contestó con un escueto "Yo no puedo opinar de eso
absolutamente nada”; seguido de un argumento breve y conciso: "Primero,
porque no soy tan cercano a García Márquez; segundo, no lo he visto en los
últimos cinco años; y tercero, yo no soy médico. Así que imposible, no puedo
opinar nada al respecto"
Conrado
Zuluaga ejerció el oficio de editor
muchos años, primero en Alfaguara y luego
en Panamericana. Fotos Jorge Orozco.
Es probable que el periodista haya quedado
desconcertado. ¿Acaso no es este el señor que más sabe de Gabriel García Márquez
en el mundo? Pero, ay, cada vez que Conrado Zuluaga oye esa frasecita, cada vez
que le endilgan el título de gabólogo;
siente un escozor en el cuerpo, pues dice -no sabemos si con falsa modestia o
no- que eso no es cierto, que él NO (así, con mayúsculas) es el que más sabe de
García Márquez.
Pero los periodistas lo siguen llamando. Lo
siguen llamando los académicos de las universidades alrededor del mundo y los
directores de centros culturales y los embajadores; lo llaman de las bibliotecas;
lo llaman de Tokio, de Moscú y de Calcuta, Lo llaman porque quieren oír lo que
tiene que decir sobre la obra de Gabriel García Márquez, la misma que empezó a
leer en 1972 en sus clases de literatura en la Uníversídad de Los Andes; la que
releyó para dictar cátedra a extranjeros en la misma Universidad y para hacer
tertulias con las señoras encopetadas de Bogotá. La misma que ahora, jubilado
de su oficio de editor, sigue leyendo.
¿De
dónde nace su pasión por la obra de García Márquez?¿Cuál fue la primera novela
del Nobel que leyó?
No recuerdo cuál fue la primera que leí. Debió
haber sido El coronel o La mala hora: por allá en el 68 cuando
estudiaba en el colegio de sacerdotes benedictinos en Medellín. Y no lo
recuerdo porque en esa época yo estaba enbo1atado en otras cosas, devorándome
los tres tomos de Aguilar que conformaban las obras completas de Dostoievsky.
De milagro pasé sexto de bachillerato porque sabía más de Dostoievsky que de
geografía y química.
Esa
historia, la un adolescente leyendo a Dostoivenky, contada hoy, suena a rareza
¿De dónde su gusto por la lectura?
Mi abuelo, que vivía en un pueblito del
nororiente antioqueño, todas las noches tapaba las rendijas de las ventanas y
de las puertas para que desde afuera no se viera que había luz Para que desde
afuera no se viera que había luz allí. Era entonces cuando le leía a mi abuela
los libros prohibidos de Victor Hugo. Le leia a escondidas, ¡a principios del
siglo XX! Mi mamá heredó ese gusto. Y yo también. De niño era un lector furibundo
de El Cid Campeador. Leia a Walter Scott, a Salgari, y todas las novelas de
vaqueros de la época.
¿Y
cuando descubre a García Márquez?
Aparece cuando siendo aun estudiante de
Filosofia y Letras de la Universidad de los Andes, me ofrecen que sea profesor
de la Facultad. Creo que debió haber sido en el 72 o 73, y me piden que prepare
un curso sobre Cien años de soledad
para extranjeros que llegan a estudiar a Bogotá. La tarea parecía fácil pero
cuando entré en materia me percaté de un problema grande ¿Cómo le iba a explicar
a un gringo que son los plantaciones bananeras? ¿Cómo le explico a un joven
recién desempacado de los lagos de Michigan, que fueron las guerras civiles?
Fue entonces cuando me dediqué a releer la obra. Pero además, a estudiar mucha
historia de Colombia. Allí nació mi pasión por esta obra fascinante.
Y con ella
el rumor de que usted era el que más sabía de García Márquez
La gente
empezó a decirlo. Y otros lo empezaron a dar por sentado, pero no creo que sea
cierto.
¿Le molesta que se lo digan?
No es que
me moleste. Es que no creo que sea cierto. Sí sé mucho de su obra, pero no creo
que sea el que más sabe. Lo que sí odio es esa palabra de gabólogo: empezando porque yo jamás he llamado Gabo a García
Márquez. Así es como le dicen sus amigos y su familia. Pero no yo.
¿Cómo es que después de tantos años
leyéndolo, se demora tanto en conocerlo?
Sí, fue
muy tarde. Veinte años después de estar leyéndolo y estudiándolo. Es que
siempre la gente intentaba armarme encuentros con él, pero a mí la idea me
parecía de un lagarto tenaz. De solo imaginarme la presentación "Mira
Gabo, este es el muchachito que estudia tu obra" me arrepentía, así que nunca
acepté nada de eso. En realidad, yo lo que quería era encontrármelo de sopetón.
Y así fue…
Sí. Fue en
la inauguración de un seminario en la fundación Santillana en 1990. Yo era el
Director Editorial de Alfaguara y estaba acompañando a Belisario Betancur,
presidente de la Fundación. Cuando el acto se terminó, yo salí del recinto
porque ese día se inauguraba la Feria del Libro. Justo cuando yo salía, él
entraba. Iba con Ricardo Camacho, de Caracol. Y Ricardo, sorprendido de que no
nos saludábamos, preguntó: "¿Ustedes no se conocen?" Yo le respondí
que no. Entonces, muy generoso, García Márquez me estiró la mano y dijo:
"Eso es muy fácil" Cuando yo se la estreché le dije, mucho gusto,
Conrado Zuluaga, y él me contestó casi en con un grito "¡Coño, llevo 20
años leyéndote!" A lo que yo le respondí "No, soy yo el que lleva
veinte años leyéndolo a usted".
Esta es su copia de Cien años de soledad, subrayada
con notas y resaltados. García
Márquez se la firmó
aunque la quería para él.
Bueno, ahora ya son 40 años de leerla Quién
mejor que usted para decir cuál es el gran aporte que hace Gabriel García
Márquez a la literatura...
Mire, el
escritor español Javier Marias decía hace unos años que toda la literatura
posterior a Cervantes era una literatura anticervantina: solemne, encopetada,
seria, acartonada, aburrida. García Márquez rompe con todo eso. Porque sus
libros pueden ser muchas cosas, menos aburridos, acartonados y serios. Eso lo
explicó el mismo García Márquez alguna vez, cuando dijo que él había intentado
hacer realismo porque estaba de moda. Pero luego descubrió que del realismo
también hacen parte los sueños de la gente, las frustraciones de la gente, los
mitos de la gente, las pesadillas de la gente, es decir, todas esas cosas que
habían sido eliminadas de la literatura. Ese es su primer gran aporte, haber
escrito las cosas que verdaderamente importan, las del corazón, como lo dijo
Faulkner,
Y el
segundo y grandísimo aporte es, sin duda, la riqueza de su idioma. García Márquez
usa, por ejemplo, más de 40 términos para hablar de las telas que usan los
personajes: batista, seda, tul, olán, etamína; es como si él mismo hubiera sido
un sirio libanés dueño de un almacén de telas. Él no llama dos veces un collar
de cuentas, collar de cuentas. La segunda vez le pone otro nombre, y otro, y
así, hasta que termina inventando palabras, como "taciturnado"
Conrado Zuluaga
Esa es una licencia que muy pocos se pueden dar...
Cierto. Yo
me burlo mucho de los periodistas españoles que dicen: "los pesqueros españoles
salieron a mariscar'; como si la palabra marisco pudiera convertirse en verbo.
Yo creo que García Márquez solo se dio cuenta de que podía hacerlo casi al
final de Cien años: cuando ya ha
pasado el gran escollo, el del diluvio, después de la perorata de Fernanda Del
Caspio, Allí sabe que la novela ya no se le va a escapar de las manos y a
partir de entonces la vuelve una fiesta.
Usted ya mencionó a Faulkner. ¿Qué hay,
entonces, del método faulkneriano, tan mitificado en los años del Boom?
Cien años de soledad aparece en 1967; en el 68 le
dan el premio Rómulo Gallegos a Vargas Llosa. Ellos no se conocen, pero Vargas
Llosa le escribe a García Márquez y le díce "creo que esta es la ocasión
de conocernos, veámonos en Caracas. Empiezan pues una gira loca por América
latina, que termina cuatro meses después en Lima. Sentados, conversando, de
pronto ambos coinciden en decir que estaban buscando un método para contar su
realidad, y que sabían que no era ni el método español ni el francés, Fue
entonces cuando dijeron que habían descubierto el método faulkneriano,
A partir
de esa reunión, todo el mundo empezó a hablar de ese método. A darlo por
sentado. Pero nadie sabía cuál era ese método. Faulkner lo explicaría:
"descubrí que mi porción de suelo natal, más pequeña que un sello de
correo, era digno que se escribiera sobre ella, y yo podría transformar lo real
en apócrifo, utilizando todo el talento que Dios me dio y nunca viviría lo
suficiente para agotarla" Y eso es lo que hizo García Márquez con Macondo.
Cuando se celebraron los 85 años de García
Márquez, algunas editoriales de medíos culturales criticaban la mezquindad que
reinaba en el ambiente hacia nuestro Nobel ¿Usted cree que García Márquez sigue
siendo tan leído, tan admirado, tan apreciado como hace 20años?
Mire,
nunca me ha sucedido, en ningún lugar del mundo, que vaya a una librería a
pedir un libro de García Márquez y no lo haya. En Japón, en Portugal, en India
en todo el mundo a García Márquez lo siguen leyendo. En Calcuta, por ejemplo,
estuve ante un auditorio de 600 personas en donde la mayoría hablaba español,
Cuando les preguntaba por qué habían aprendido el idioma, casi todas
contestaban:"para leer Cíen años de
soledad.
Así que yo
creo que si hay alguna mezquindad, es más bien de aquellos que pretenden ser
escritores y salen con esta perla: "yo no leo a García Márquez porque el
realismo ya está superado, Que no me frieguen, eso es como no leer a Cervantes,
porque Cervantes hace siglos quedó superado.
Un gesto
que sí me parece mezquíno.es que a la fecha no huyamos sido capaces de editar,
y menos de lujo, su obra completa, toda su obra. Se consiguen los libros, sí,
pero sueltos. Eso, creo, es mezquino. Porque si hay algo que debernos insistir
ahora es en eso: seguir leyendo a García Márquez. Porque, después de El Quijote, Cien años de soledad es la
novela más importante que se haya escrito en lengua hispana.
Finalmente, Conrado, ¿cuándo fue la última
vez que se vio, con el Nobel?
Fue en el
2007, en Cartagena, Él estaba en un hotel rodeado de amigos y fotógrafos, periodistas, lagartos, en fin. Y se armó una
fila para saludarlo, Yo me encontré a Rosa Montero la periodista española, y
esperamos para hablarle.
Cuando me
tocó el turno, me dijo “¿Y tú quién eres?” Entonces le contesté, Conrado Zuluaga.
A lo que él me contestó, casi con un
grito, Coño, tienes pelo!" Pues claro. si en veinte alias nos habíamos
visto solo cuatro veces, cómo se iba a acordar de mi cara.
Así que él
les pidió a los que estaban en la mesa, que lo excusaran, “Me tengo que confesar
con este Señor” dijo. Y nos sentamos en una esquina, lejos del público. Fue
entonces cuando me dijo, con una risa enorme, "todos están muertos de
ganas de saber de qué estamos hablando"
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