MEMORABILIA GGM 565
En el momento en que se otorgó
el Premio Nobel a GGM,
el Premio Nobel a GGM,
Aura Lucia Mera se desempeñaba
como directora de Colcultura.
como directora de Colcultura.
Desde allí promovió la publicación
del libro “Aracataca – Estocolmo”
del libro “Aracataca – Estocolmo”
que mecnciona esta columna.
(N del E)
ELESPECTADOR.COM
Bogotá – Colombia
13 de Marzo de 2012
De Aracataca a Estocolmo
Por: Aura Lucía Mera
El viernes pasado me emocionó el homenaje que le hizo la W a Gabriel García Márquez.
La memoria me fue llevando a Estocolmo. Todos reunidos en el
Gran Hotel, Gonzalo Mallarino, Álvaro Mutis y Carmen, Alfonso Fuenmayor, Álvaro
Castaño y Gloria, Tita Cepeda, Plinio Mendoza, Escalona, Eligio García y Miryam
Katarain, la cacica Consuelo Araújo, el maestro Angulo. Ese diciembre del
Nobel, cuando llegamos en patota con los grupos de danzas de Ingruma, los
Congos de Barranquilla, la
Negra Grande, Totó la Momposina, Nereo López.
Unos días gélidos en los que un sol pálido iluminaba el frío
durante unas cuatro horas y todo lo demás era noche. Unos días ardorosos porque
el trópico, la cumbia, el mapalé, los acordeones acompañaban a Gabo y a
Mercedes. Recuerdo a Gabo en su “pijama térmica” antes de ponerse el
liquiliqui, posando para una foto histórica con Álvaro Castaño.
Álvaro Castaño y GGM
Recuerdo a Gonzalo Mallarino en la víspera del banquete
real, en la que nos jugábamos el pellejo porque romperíamos todo el protocolo y
lo mejor de nuestro folclor descendería por las escaleras imponentes del
palacio para hacer sus presentaciones ante los mil invitados del rey.
Recuerdo a Álvaro Mutis con sus carcajadas que llenaban los
espacios.
Recuerdo al integrante de los vallenatos que lloraba de
desesperación porque “su órgano” se le había encogido y su mujer al regreso lo
iba a matar. Hubo que convencerlo de que cuando volviera al calor de Valledupar
todo volvería a sus justas proporciones. Recuerdo al maestro Escalona tomándose
un vaso gigante de un ají fuertísimo creyendo que era salpicón. Recuerdo, en el
banquete real, nuestra mesa, la colombiana, a todos los señores de frac
impecable y las consortes con sus mejores galas. Todos sentados en la primera
mesa, con los ojos arrasados de lágrimas por la emoción al escuchar a Totó. Al
pillarnos a la reina llevando el ritmo con las manos y a todos los invitados
acompañándola, como si una descarga eléctrica hubiera dado vida al enorme
recinto.
Portada del libro Aracataca Estocolmo
Recuerdo el escenario: a la izquierda todos los galardonados
vestidos de pingüinos menos Gabo, con su liquiliqui blanco. A la derecha, toda
la realeza, vestida de pingüino menos la reina, vestida de blanco. Brillaban
cada uno con luz propia. Recuerdo que el periódico más importante de Estocolmo
al día siguiente tituló en primera página: “Colombia nos ha enseñado cómo se
recibe un Nobel”. Recuerdo la noche de las velitas, el ritual sagrado con que
Estocolmo celebra el término de la noche más larga y el comienzo de la llegada
de la luz. En fin, recuerdo a Gabo, con sus manos juntas, de pie en el escenario después de recibir el galardón, con esa
mirada dulce y cargada de emoción. La misma mirada y las mismas manos de una de
las fotos que vimos en su ochenta y cinco aniversario.
Queda el libro De Aracataca a Estocolmo. El único testimonio
de ese viaje alucinante, escrito por sus amigos del alma. Me dicen que
Colcultura, ahora ministerio, nunca guardó ese archivo. El libro se agotó hace
muchos años. Ojalá Mariana Garcés lo pudiera recuperar. Un incunable. Lo demás
se va evaporando en la memoria. Lo escrito siempre vivirá. Gracias de nuevo a la W.
** ** **
LA PATRIA
Manizales – Colombia
11 de marzo de 2012
LOCOS POR
GARCÍA MÁRQUEZ
GARCÍA MÁRQUEZ
O
NAPOLEÓN
Por Eduardo García
Aguilar
Aparte sus biógrafos, Dasso Saldívar y Gerald Martin, que
muy cuerdos pasaron décadas estudiando su vida y viajaron por el mundo tras sus
huellas, hay miles de personas que en las últimas décadas enloquecieron por el
éxito y la fama mundial de García Márquez, quien acaba de cumplir 85 años en
México.
Sabemos muy bien que el éxito y la fama, o eso que llaman
gloria, concepto muy romántico, atraen la desesperada admiración de quienes no
son nada, o son poco, o tal vez mucho, tal y como ocurrió con Napoleón y
Bolívar, que en el fondo fue un loco que imitaba al primero.
La psiquiatría al parecer nació para tratar de curar a
centenares de personas que en su momento se creyeron Napoleón y poblaron los
manicomios de Europa en esa fría primera mitad del siglo XIX. Fue tal el
fenómeno, que varias herederas del Emperador no solo fueron grandes discípulas
de Sigmund Freud, sino que hoy, por estas fechas, a comienzos de siglo XXI,
siguen estudiando, como la señora Murat, el terrible fenómeno de quienes en su
época enloquecieron por la gloria del personaje que llegó a lo más alto para
caer luego de manera estrepitosa al precipicio del fracaso agónico en la isla
de Santa Helena.
En los manicomios actuales hay gente que se cree Michael
Jackson y durante casi dos siglos la figura de Napoleón fue la preferida de la
demencia. Seres que deambulaban en los corredores de los hospicios con la mano
puesta en el corazón y un sombrero triangular imaginario en la cabeza,
inspiraron a miles de terapeutas en la ardua tarea de desentrañar sus
frustraciones concretadas en la inmensa fama de sus modelos y la terrible
insignificancia de sus vidas.
Ahora, a lo largo del continente, hemos vuelto a
experimentar el extraño fenómeno, cuando hay personas que han dedicado sus
vidas a rescatar sus huellas más mínimas, o a imitarlo escribiendo novelas
similares de pueblos imaginarios con alquimistas y gitanos, o que han viajado
de un lado a otro del continente para tratar de observarlo desde lejos y
aplaudirlo como a una deidad milagrosa, versión literaria de vírgenes y santos
de nuestra larga tradición.
Sabemos que la fama y la gloria surgen de la concreción de
extrañas coincidencias históricas, cuando un personaje necesario se cuela en
las carencias de un país, continente o raza, sea dios, iluminado, poeta,
novelista, demiurgo, redentor, político, cabecilla o mandatario. San Pablo, San
Francisco, Voltaire, Víctor Hugo, Lord Byron, Withman, Mandela, Soljenitzin,
son algunos de ellos.
Estamos hablando de la necesidad del padre y tal vez en la
locura de tantos admiradores ciegos que dedican sus vidas a los exitosos
Napoleón o García Márquez, hay una profunda lucha por el hallazgo del
progenitor ausente y en esto los psiquiatras o los psicoanalistas podrían con
mayor lucidez esclarecer los arcanos de la demencia. También los países
necesitan padres de la patria como Víctor Hugo y Tolstoi y en especial los más
trágicos. Ahora que los editores entronizan cada semana en serie y con total
seguridad al nuevo sucesor de García Márquez en la propaganda de sus novedades
o que los megalómanos se autodenominan amigos y sucesores y los burócratas
hacen cola en la calle Fuego para pasar a fotografiarse al lado del que, según
algunas versiones, ya sabe menos de quien fue y será, es necesario entender que
su figura surgió como afirmación continental a través de un Che Guevara
literario que no murió acribillado en el intento. Concreción literaria y
geopolítica.
Hijo del pueblo periférico cuando las letras pertenecían a
las oligarquías, bigotudo como árabe sefardita, periodista costeño en tierra de
cachacos, con camisas de flores y liqui liqui, malhablado y generoso, aunque
mejor escritor que nadie, el novelista fue la personificación popular en los
años 60 y 70 de una tierra de dictadores, ladrones y asesinos.
A su lado hubo otros grandes escritores como José Lezama
Lima, Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Juan Rulfo,
Arturo Uslar Pietri, Augusto Roa Bastos, Guimarees Rosa, Jorge Amado, Jorge
Luis Borges y Julio Cortázar, pero fue él quien a los 39 años ganó la lotería
de representar el continente de las Banana Republic, que poco a poco pasaron de
moda.
Dinero, gloria, fama, el cuerno maravilloso de la abundancia
de los maravedíes, presidentes inclinados, dictadores anonadados, malos
cineastas arrodillados, millonarios seducidos, huérfanos, mancos, tuertos,
leprosos se apresuraron a aplaudirlo y sonreírle en las escalinatas de la
lagartería nacional; sicarios y víctimas, godos y liberales, gente bien y
zarrapastrosos, todos unidos en la admiración patriótica de quien no fracasó y
a quien hubiésemos ignorado en el fracaso, como se hizo con Héctor Rojas
Herazo, Manuel Zapata Olivella, Pedro Gómez Valderrama, Manuel Mejía Vallejo y
Germán Espinosa.
Todos los colombianos lo queremos y lo amamos y mucho más
ahora que lo sabemos frágil en su ancianidad como una parábola de nuestra
propia derrota. La prueba de que todo triunfo y toda gloria es fugaz e inútil y
que el trono es una posición transitoria en la danza inevitable de nuestras
ausencias, téngase o no patria, continente, partido o fortuna en las espaldas
como fárrago absurdo.
Pero al menos los locos de García Márquez seguirán poblando
manicomios y oficinas, arrodillados como los personajes de Jorge Zalamea en
Benarés, sin saber lo que fue el fenómeno ni lo que será, así como los
admiradores de Rimbaud y Kafka nunca supieron que sus ídolos murieron inéditos
y anónimos, como Proust, quien pagó la edición de sus primeros volúmenes
interminables y pasó a la gloria sin ser invitado, pero al menos cantando para
nada y para nadie como dicen los poetas portugueses hijos de Pessoa.
** ** **
A propósito del interrogante que lanzó la revista SEMANA,
sobre cual deberían ser los apellidos de los García Márquez,
publicamos este pronunciamiento de Jaime
en septiembre del año pasado.
(N del E.)
eltiempo.com
Bogotá - Colombia
17 de septiembre de 2011
La saga de García Márquez
en el pueblo sucreño de Sincé
Juan Carlos Díaz M.
Corresponsal de EL TIEMPO Sincé (Sucre).
El director de la
Casa de la
Cultura de Sincé, Felipe Angulo, sueña con que la denominada
'Ruta Garciamarquiana', que ya transitó por Cartagena y Aracataca, tenga una
parada en esta población de tantos vínculos con el laureado novelista Gabriel
García Márquez.
"Sólo con el hecho de que el primer apellido se lo dio
una persona nacida en Sincé hace a este pueblo merecedor de un reconocimiento
de esa magnitud", dice el gestor cultural.
Esta lucha, que incluye a la Alcaldía, tiene que ver
con lo que representó Sincé para el Nobel, además de la relación con los
familiares cercanos, y los nueve meses que vivió en y estudió en su suelo, en
1939, antes de que su familia se trasladara hasta Sucre (Sucre).
Aunque la relación del autor de Cien años de soledad con
Sincé ha sido tratada de manera muy parca por los biógrafos del escritor,
contrario a la que tuvo con la familia materna, los Márquez Iguarán de La Guajira, los habitantes de
este municipio piensan que se ha demeritado un poco la influencia que tuvo
Gabo, directa o indirectamente, en el pueblo.
"En Sincé, los García Márquez tienen una cantidad de
primos, tíos y demás familiares, que no tienen en ningún otro pueblo",
dice el crítico literario Miguel Iriarte, también nacido aquí.
Una de las personas que más ha estudiado el ancestro
sinceano de Gabo es el historiador Evaristo Acosta, quien afirma que de darse
la parada de la 'Ruta Garciamarquiana' él ayudaría, de gratis, con los datos
históricos.
De los Garrido a los García Los sinceanos, en su afán por
reivindicar la importancia del pueblo en la vida del Nobel han bautizado al
pueblo como el de la 'tierra abuela de García Márquez', pensando, claro está,
en el paso de la
Ruta Garciamarquiana.
Para Acosta, la ruta debe incluir la casa donde nació el
papá de García Márquez (Gabriel Eligio, en la placita de la Cruz del barrio Guinea), el
colegio del profesor Luis Carlos Meza (donde estudió unos meses), la casona
grande de la esquina de la plaza donde Gabriel Eligio puso su botica y el
cementerio donde están los restos de parientes de Gabo.
"Mi hermano y yo fuimos matriculados en la escuela del
maestro Luis Gabriel Meza, donde nos sentimos más libres y mejor integrados a
la comunidad. Tomamos en alquiler una casa enorme en la mejor esquina de la
población, con dos pisos y un balcón corrido sobre la plaza, por cuyos
dormitorios desolados cantaba toda la noche el fantasma invisible de un
alcaraván", relata el escritor en sus memorias. El verdadero apellido del
escritor es otra de las claves que se encuentran en Sincé. Es de naturaleza
ilegítima que le acompaña hasta en sus novelas e hizo que predominara el de su
abuela paterna.
Jaime García Márquez, el hermano de Gabo, confesó a EL
TIEMPO que en honor a la verdad y si estuviéramos en estos tiempos, ellos se
apellidarían Garrido Márquez, pues el tronco de la familia fue Leandro Garrido,
un aventurero momposino que llegó a Sincé, y allí concibió a Gabriel Martínez
(que también tomó el apellido de su madre), padre de Gabriel Eligio, con Argemira
García Paternina, 'La niña Gime'.
GGM y su hermano Jaime
Es decir: que ni García ni Martínez, el Nobel debió llamarse
Gabriel Garrido Márquez, pero al final, como en todas sus novelas, el
matriarcado se sigue imponiendo, en esta oportunidad a favor de su abuela
Argemira.
De ella, dice el amigo de infancia de García Márquez, Emiro
Severiche Pérez, el escritor tienen muchos rasgos en su forma de ser. Fue madre
de varios hijos con, por lo menos, tres hombres diferentes, y, cierto día que
Gabriel Eligio llegó a visitarla y la
recriminó por haberla encontrado de nuevo embarazada, ella
le contestó con una típica garciamarquiana: "Y tú cómo crees que te
fabriqué", le ripostó 'La niña Gime'.
Y, aunque García Márquez más nunca volvió a Sincé, sus
habitantes, entre los que se encuentran decenas de primos, aspiran a que Jaime
García Márquez, quien ha llegado dos veces aquí, mueva sus influencias para que
el pueblo donde nació el apellido paterno del escritor sea tenido en cuenta.
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PRODAVINCI
Bogotá – Colombia
6 de marzo de
2012
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