MEMORABILIA GGM 563
El Espectador
Bogotá - Colombia
11 de marzo de 2012
Tejedor de milagros
Por: William Ospina
Cuatro grandes novelistas de nuestra historia le mostraron
al mundo que Colombia es más que la estrechez del centralismo bogotano.
Jorge Isaacs, que le dio existencia literaria a una
naturaleza riquísima, a la intensidad de unos destinos y a una fracción de la
historia en el Valle del Cauca, en la vecindad del océano Pacífico. José
Eustasio Rivera, que les dio voz a las llanuras del Orinoco, al infierno de las
caucherías y al paraíso agobiante de la selva amazónica. Tomás Carrasquilla,
que nos dejó una galería de seres humanos singulares en el habla y en las
costumbres, sobre el fondo tormentoso de una de las regiones más complejas de
nuestra cultura. Y Gabriel García Márquez.
Gabo fue más allá de todos: descifró como nadie su país y le
dio un lugar en el mundo, reinventó los símbolos del continente, cambió la idea
que tenemos de nosotros mismos y de la literatura. Los latinoamericanos eran
leídos en una única región; a partir de García Márquez empezaron a influir
sobre las literaturas del planeta. Existe una tradición regional de la que
García Márquez es heredero: no habría sido posible sin Martín Fierro y sin las crónicas de Indias, sin Rubén Darío y sin
Alfonso Reyes, sin Juan Rulfo y sin Jorge Luis Borges, como tampoco habría sido
posible sin la Biblia y Las mil y una noches, sin el Quijote o sin Kipling, sin Faulkner o
sin Ernest Hemingway, sin Virginia Woolf o sin Franz Kafka. Pero lo suyo no es
simple literatura, es magia pura.
En otros autores se siente el trabajo: en Cien años de soledad o en
El otoño del patriarca la lengua castellana es un surtidor de energía
vital, de densidad humana, de fantasía y de gracia transmitidas con una nitidez
asombrosa, con una riqueza expresiva excepcional, con eso que Novalis llamaba
el poder órfico del lenguaje.
Su fama planetaria es significativa: el mundo ha percibido
en su obra algo más que elocuencia, destreza y profundidad; un poder
bienhechor, un travieso don musical, una diablura contagiosa y feliz. Y esos
dones mágicos terminaron abarcando también al creador. Hasta su sobrio biógrafo
inglés, que se proponía hacer una investigación severa y rigurosa, rehuir a las
tentaciones pintorescas de la leyenda y al embrujo tropical, terminó
sucumbiendo y declarando que había encontrado en su personaje ciertamente algo
mágico. García Márquez tenía la rara virtud de estar presente siempre donde
ocurrían los hechos, era el periodista convertido en testigo privilegiado de la
historia y aureolado por la suerte.
Gabo es uno de los pocos escritores a quienes el Premio
Nobel les llegó cuando ya eran una celebridad planetaria, y podría decirse que
ese premio abrumador no le dio nada que antes no tuviera: ni la riqueza, ni la
fama, ni la grandeza literaria. Tomó lo que puso en sus manos la vida y lo
convirtió en mitología. Con el destino de su abuelo hizo la saga del veterano
de todas las guerras, utilizado por el poder y abandonado para siempre. Con la
memoria de sus padres, la historia de un amor que resiste al desdén, a las
trampas de la vida y a la usura del tiempo. Con el mosaico de los tiranos del
continente hizo un monstruo de soledad y de capricho, el retrato del más
oprobioso despotismo labrado con la más delirante libertad del lenguaje. Con el
laberinto de nuestras sangres tejió la fábula intrincada y fantástica de las
estirpes de América Latina.
Todos conocemos su timidez, pero el destino se complace en
esas paradojas: convertir a aquel que siempre quiso ser invisible, aquel a quien
más le habría gustado pasar inadvertido, en uno de los hombres más visibles del
continente. Si ese ha sido su castigo, lo sabe sobrellevar con paciencia y con
gracia.
Sé de mucha gente que le ha dedicado buena parte de su vida:
no quiero olvidar aquí los nombres de Dasso Saldívar, el único colombiano que
ha pagado su deuda literaria con él; Gerald Martin, a quien volvieron
colombiano los muchos años que dedicó a seguir sus rastros, y Pedro Villalba,
quien dejó que la música de Cien años de
soledad se convirtiera en el ritmo de su pulso y en el oficio de sus años.
Tardaremos mucho en saber todo lo que García Márquez nos ha
dado. El hecho de que todavía esté, por fortuna, entre nosotros, hace menos
perceptible su dimensión mitológica. Otras generaciones nacerán y descubrirán
otras cosas en su obra, pero no alcanzarán a percibir los cambios que él obró
sobre la realidad. El país en que vivimos hoy, con todo lo que tiene de
fascinante y de creador, no es ya el país enlutado de Miguel Antonio Caro, ni
el de los políticos y los gramáticos: es el país diverso, sorprendente y mágico
de Gabriel García Márquez. Muchas cosas que son Colombia sólo llegaron a la
literatura a través de sus obras: el pensamiento mágico indígena, la
sensualidad del mundo caribeño, esa certeza de que los poderes centrales de
este mundo no saben nada de la vida.
Muchos grandes personajes han sido sus amigos: eso no es
admirable. Lo admirable es que Gabo sea uno de los poquísimos escritores a los
que casi cualquier lector siente como su amigo personal. Serán muy pocos los
desdichados que se priven del placer opulento de querer a este inagotable
tejedor de milagros.
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APP
Rionegro – Patagones –
Argentina
10 de marzo de 2012
Sobre las
portadas de
Cien años de soledad
Por
Jorge Castañeda
Estaba previsto que el pintor Vicente Rojo, coeditor y amigo del escritor colombiano, sería el encargado de diseñarla por especial solicitud de éste.
Relata Dasso Saldívar que: “Cuando se sumergió en la novela buscando los motivos de la portada, se quedó anonadado: no podía escoger personajes porque eran muchos, ni podía guiarse por los temas porque se perdía. Entonces, recordaría Vicente Rojo, “escogí lo popular, los elementos que están en la imaginería popular: no son elementos precisos de la novela, pues no estaba ilustrando sobre determinada cosa”. Sobre un fondo blanco, el pintor fue colocando en un panel reticular azul motivos folclóricos en negro y en rojo naranja: corazones sangrantes, cupidos activos, diablitos saltarines, lunas menguantes, angelitos atónitos, estrellitas mustias, soles sonrientes, pescaditos voladores, gorritos frigios, campanitas y arabescos y símbolos de la muerte. No sólo había captado el fondo y el mensaje popular de la novela, sino que, sin proponérselo, se había acercado al diseño original del antiguo juego del macondo, que fue tan popular en la zona bananera durante las primeras décadas del siglo”.
Se cuenta que para que su trabajo quedara mejor a Vicente Rojo se le ocurrió “poner la letra E de la palabra soledad al revés, dándole un juego de equívoco popular. Nunca podía haberse imaginado el pintor mexicano que esta travesura de su duende personal daría pie a las teorías más disímiles de la crítica internacional y hasta algunas anécdotas realmente jocosas, como la de aquel librero de Guayaquil que no tardó en comunicarle a la Editorial Sudamericana que, por favor, no le enviaran más ejemplares defectuosos, ya que él, para no disgustar a sus clientes, había tenido que borrar y dibujar a mano la letra que estaba al revés en el título de la novela”.
Al no llegar a tiempo Sudamericana tuvo que improvisar una portada espuria en la cual un diseñador anónimo dibujó el famoso barco encallado en plena selva, en un fondo azul grisáceo, con tres hermosas flores anaranjadas abriéndose al pie del fantástico galeón macondiano.
Es sabido que un ejemplar con dicha portada hoy vale miles de dólares y es muy difícil de conseguir.
¿A los ochenta y cinco años de su edad, se pondrá García Márquez nuevamente su famoso libro como sombrero? (APP)
Anotación del Editor:
A proposito del lanzamiento de Cien años de soledad como libro
electrónico.
Esta es la portada de la primera edición de Cien años de soledad. Fue creada por
Iris Pagano, integrante del Departamento de diseño de Editorial Suramericana en
Buenos Aires, según cuenta Eligio García en Tras
las claves de Melquíades, pagina 22.
No hay tal “autor desconocido”
Esta es la portada que diseñó Vicente Rojo y
a quien se pretende dar la gloria del diseño de la portada de Cien años de soledad. La Real
Academia Española, en la edición del libro para el homenaje a
GGM en sus 80 años, lo introduce como el gran diseñador mexicano educado en Barcelona.
Rojo, gran amigo de GGM había recibido el encargo de diseñar ña portada de la
primera edición. Pero algo pasó y Rojo no llegó con la carátula. Entonces le
ganó Iris Pagano su puesto en la historia de la literatura.
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MEMORABILIA GGM
Cali - Colombia
11 de marzo de
2012
Para el homenaje de
FNPI a GGM por su cumpleaños 85
La máquina que no escribió
Por Jaime García
Márquez
El 6 de marzo de 1948, alrededor de las 5 de la tarde, se
encontraban juntos Gabito, su hermano Luis Enrique, el músico de la familia, y
José Palencia. Los tres alegres compadres como los llamaba Luisa Santiaga,
madre de los dos primeros.
Estaban en la pensión de estudiantes[1] donde residían
tomándose unos “gordolobos”[2], cuando de repente
llego un emisario procedente de Sucre, población enclavada en la región de “La Mojana” , una de las mas
ricas y bellas de Colombia, en donde vivían sus respectivas familias.
El mensajero levaba una encomienda para Gabito. Era una
máquina de escribir, regalo de su cumpleaños número 21, que era la edad donde
se alcanzaba el derecho al voto.
Por supuesto, todos coincidieron en la brillante idea de
llevarla a la casa de empeño, que estaba a la vuelta de la esquina, para así
poder seguir la rumba. El encargado del negocio, revisando la pieza de empeño,
observó un papel aun enganchado al rodillo, con una nota muy corta de Gabriel
Eligio, padre de Gabito, y preguntó: “¿Quién es Gabito?” y seguido de yo, leyó
el mensaje: “Gabito: Feliz cumpleaños. Te suelto la perra.”
Un mes más tarde, el 9 de abril, día del “bogotazo” cuando
los estudiantes de la pensión salieron a la calle, Bogotá era un caos. Los tres
alegres compadres, al pasar por la esquina, notaron que la vitrina del Monte de
Piedad estaba rota y vacía y por supuesto, la maquina de escribir ya no
estaba. A partir de ese instante, con el
asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, todo en Colombia cambió y tal
como en la caja de Pandora, solo nos quedó una cosa: la Esperanza. Gabo:
Feliz cumpleaños. Gracias a ti, en Colombia todavía tenemos viva la Esperanza.
[1] La pensión era en la Calle Florian, hoy Carrera 8 de
Bogotá, en el centro de la ciudad. Al llegar a la esquina de la Avenida Jiménez de Quesada con
Carrera 8, la segunda edificación en dirección norte, allí era la pensión. Su
colindancia con la
Gobernación de Cundinamarca fue causa de que también fuera
destruida por las llamas en los disturbios del 9 de abril de 1948, cuando la
turba prendió fuego al edificio de la gobernación.
[2] Existe una ginebra que
dice en su etiqueta: “Gordons of London”. La etiqueta está ilustrada con un
grueso jabalí que muestra los colmillos. Allí hay un paso muy corto para que el
imaginario popular caribe haya inventado el término “gordolobo” para una mezcla
de ginebra de contrabando con jugo de limón.
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LA TERCERA
Santiago de Chile
11 de marzo de 2012
Mariscos y champaña:
la fiesta con que García Márquez
celebró sus 85 años
El domingo pasado
un grupo de amigos festejó
en México al autor de Cien años de soledad.
por Javier García
García Márquez
celebró sus 85 años con amigos en casa de Jose Luis Cortés
Ocurrió hace
una semana, en el barrio San Angel, al sur de la capital de México. Era la Fiesta de los Piscis, como
llamaron a la celebración que se extendió toda la tarde del domingo 4 de marzo.
Seis amigos
nacidos bajo el signo Piscis. Uno de ellos, el escritor Gabriel García Márquez,
quien dos días después, el martes 6, cumpliría 85 años. El día de su natalicio
lo pasaría en familia, pero acá lo acompañaban numerosos amigos.
Otro de los
festejados ese domingo era el anfitrión, el arquitecto José Luis Cortés, quien
puso su residencia, ubicada en uno de los barrios más tradicionales y bellos
del D.F., a pasos de las casas de Carlos Fuentes y de donde vivía Octavio Paz,
así como muchos intelectuales y artistas.
A la casa de
Cortés llegaron cerca de 30 personas. "Organizamos la fiesta, más o menos,
con un mes de anticipación", cuenta desde México a La Tercera el anfitrión y
amigo del autor de Cien años de soledad.
Cortés
relata que para organizar el festejo fue clave Mercedes Barcha, esposa y mano
derecha de "Gabo", como llaman los amigos al premio Nobel de
Literatura 1982. Ese día hicieron un brindis especial por el galardón: este año
se cumplen 30 desde que el autor colombiano recibiera, en Suecia, el premio
vestido de blanco, sin esmoquin.
"Al que
celebramos el domingo fue a Gabo, el resto sólo fuimos comparsa", dice
Cortés, quien puso especial dedicación en el menú. "Trajimos toda la
comida del estado de Sinaloa. Pescados, mariscos, pulpo, camarones. Fue una
gran sinfonía", recuerda entre risas. Naturalmente, la elección de los
platos no fue casual. "A Gabo le fascinan los mariscos", dice. Y para
beber, cuenta, "al Gabo le encantan las burbujas, así que había muchas
botellas", dice por los litros de champaña que animaron la fiesta.
Entre los
invitados estaban el escritor colombiano Alvaro Mutis, el filósofo español
Ramón Xirau, la autora mexicana Ana Terán y la escultora María Lagunes.
Compartieron mesa con García Márquez el embajador de España en México, Manuel
Alabart; la pintora Carmen Parra y el narrador cubano Manuel Pereira Quintero.
Otros amigos que asistieron fueron Bruno Newman y Patricia Agraz, quienes
cedieron a La Tercera
las fotografías que ilustran esta página.
Hora de celebrar
Los
camarones y el pescado dieron paso luego a un pastel que parecía salido de Cien años de soledad: una torta de
chocolate adornada con mariposas amarillas. Había entrado la tarde y las copas
se volvieron a llenar de burbujas. Era la hora de que los Piscis apagaran las
velas.
Al centro de
la mesa, Gabriel García Márquez. El creador de Macondo, nacido en Aracataca,
Colombia, en 1927, sonreía al lado de Ana Terán y Carmen Mutis, también de
cumpleaños. A unos metros, Mercedes Barcha, a quienes los amigos llaman la
"Gaba".
"Fue
mágico el momento", dice el anfitrión, José Luis Cortés, quien le dio el
pase a la cantante peruana Tania Libertad. Correspondía cantar Las mañanitas,
tema que se interpreta para los cumpleaños en México, entre otras
celebraciones. García Márquez apagaría las velas en primer lugar.
Los
asistentes rodearon al escritor. El cumpleañero más famoso de la literatura
hispanoamericana apagó las velas y levantó su copa en señal de brindis.
Aplausos y felicitaciones. "Fue una tarde maravillosa. Gabo estaba
realmente lúcido ese día", dice el anfitrión, sobre el autor de Los funerales de la Mamá Grande y El coronel no tiene quién le escriba.
Han pasado
10 años desde que García Márquez publicó sus memorias Vivir para contarla, donde relata su vida hasta los años 50. Carmen
Balcells, su agente, duda que haya más: "Creo que no volverá a escribir
nunca más", dijo en Chile hace dos años. José Luis Cortés, en cambio,
tiene otra versión. "Gabo quiere hacer un libro para contar cómo fue el
proceso de escritura de Cien años de
soledad".
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