MEMORABILIA GGM 562
EL PAIS
Cali – Colombia
6 de marzo de 2012
El poeta de la casa
Por Julio Cesar
Londoño
Está cumpliendo 85 años Gabo, como le decimos los
confianzudos, sobre todo los que nunca lo hemos visto, los que no sabemos si
aún es un señor de carne y hueso o si ya es un mito; si fue una voz
personalísima de la literatura o una suerte de médium por cuya boca habló una
vez y para siempre el espíritu del Caribe. O si será apenas una pálida sombra
que se apaga en los blancos salones de una casa de un exclusivo barrio de
ciudad de México.
Quizá él mismo no lo sepa. Quizá su viejo cerebro dude y
vacile por cansancio; y porque la función central de ese órgano feo y sutil es
dudar. A ratos vacila, a ratos erige el más alto poema de la materia, la
conciencia, y torna a dudar. “Todos desconfiamos de nuestro oficio”, dijo Borges.
De nuestro oficio y de todo, por supuesto: de la amada como Otelo y del
universo como Berkeley y de la lisura del piso, como los viejos.
Quizá esta tarde el viejo escritor tenga la dicha de
descubrir en su biblioteca un libro llamado Cien
años de soledad, y exclame, sin recordar que ya alguien lo dijo, ¡caramba,
son las mil y una noches latinoamericanas!
Quizá le parezca normal que Úrsula Iguarán encuentre por
medios puramente lógicos el anillo que había perdido Fernanda del Carpio en el
cuarto de las bacenillas. En cambio, lo enternecerán hasta el llanto los
esfuerzos que ella hace para que sus hijos no se enteren de que hace muchos
años perdió la vista.
Aunque nos deja una obra generosa, hay que lamentar que no
haya escrito el segundo tomo de sus memorias, donde nos iba a contar sus
encuentros con algunos de los protagonistas centrales de la segunda mitad del
Siglo XX. El periodismo literario perdió así la que iba a ser su obra cumbre,
muy superior, estoy seguro, a los notables trabajos de Gay de Galese y mejor
incluso que A sangre fría, esa novela
cuya importancia histórica es superior a su calidad literaria (está escrita en
una prosa reseca; tanto, que no parece salida de la mano de un estilista tan
aplicado como Truman Capote).
Los críticos han anotado con prolijidad las bondades de su
estilo, el vigor de su prosa y el tino de sus adjetivos (“El viejo exdictador
dejó una propina estítica sobre la mesa y salió”). Los gramáticos han advertido
que después de 1948 no hay en su obra un solo adverbio terminado en mente (“es
la paranoia del estilo”, explicó él mismo en una página de Vivir para contarla). Los exégetas aseguran que El Otoño del patriarca es un heredero de
La señora Dolloway de Virginia Woolf,
y que… tal vez todo está dicho ya. Sólo resta agradecer esa obra cuyo sabor
fundamental es la felicidad, esa mirada que supo encontrar significado en los
hechos más simples y cotidianos, que nos enseñó que nuestros geranios no eran
menos bellos que las rosas de Babilonia, que nuestros pájaros no eran menos
líricos que los ruiseñores de Hungría y que “la poesía es la energía secreta
que cuece los garbanzos en la cocina”.
Chesterton dice que hay escritores capaces de encontrar tema
y belleza en la mitología o en los grandes sucesos de la historia. Pero hay otros
tan extraordinarios, asegura, ¡que son capaces de encontrar poesía hasta en su
propia familia! Gabo pertenece, qué duda cabe, a este exótico grupo.
** ** **
EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
10 de marzo de 2012
En los 85 años de García Márquez,
Gossaín rescata historias inéditas
Por: JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO
¿Cuánta plata tiene 'Gabo'? Juan Gossaín reconstruye la curiosa
relación
del Nobel con el dinero.
Hace veinte años, la pregunta que más le hacían a un
colombiano, cuando se encontraba con sus amigos en cualquier parte del mundo,
era esta: "¿Cómo es Gabriel García Márquez?". Los tiempos han
cambiado. La tabla de valores también. Ahora lo detienen a uno en las esquinas
para preguntarle: "¿Cuánta plata tiene García Márquez?".
La gente suele pensar que el dinero es una manera de medir
el éxito de un hombre. Habría que preguntárselo a Dostoievski, que murió en la
miseria. Lo cierto es que, cada vez que alguien me habla de ese tema, debo
reconocer que no tengo la menor idea. Ni me importa. Esos vericuetos no son de
mi incumbencia.
Como si fuera poco, he tenido la fundada sospecha de que
García Márquez sabe escribir pero no sabe sumar. Jamás le he visto un billete
en la mano. Ni una billetera. Su mujer es la que ha manejado siempre los
asuntos financieros de la casa.
-Desde el primer día -me confesó una vez el novelista-
comprendí que Mercedes es mujer y árabe: son los únicos seres humanos que saben
para qué es la plata.
Cuando se encerró a escribir Cien años de soledad, ella le hizo una advertencia terminante:
-Tú no estás aquí para preocuparte por plata. Tú dedícate a
escribir, que del resto me encargo yo.
Mucho tiempo después, su marido reconocería que nunca supo
cómo hizo ella para mantener la casa en pie mientras él pasaba seis meses sin
empleo, encerrado, peleando a trompadas con las palabras.
La libreta de ahorros
Tras los interminables años de penurias, en los cuales
siguió sembrando letras a pesar de las emboscadas que el hambre le tendía a
cada paso, por fin llegó el día de recoger la cosecha.
Al comenzar la década del 70 sus obras se agotaban en los
arrozales chinos o en las librerías de Nueva York. Lo primero que hizo fue
abrir una cuenta corriente, a nombre de Mercedes, en un banco de Los Ángeles.
Dio la orden de que solamente le consignaran en ella las cifras redondas, ya
que los centavos los trasladaba a una cuenta secreta que abrió en México, a su
propio nombre. Puso a Mercedes como beneficiaria.
Escondió la libreta de ahorros debajo del colchón, para que
ella no descubriera que tenía una plata de consumo personal, que se gastaba a
escondidas, tomando una botella de vino con los amigos.
Hasta el día en que abrió el periódico de la mañana. Allí
estaba, en primera página, la noticia terrible: el banco mexicano se había
quebrado.
Entonces empezaron las angustias del arrepentido. No podía
dormir. Sudaba frío. Le remordía la conciencia. Sentía que los dioses lo habían
castigado por engañar a su esposa. Hasta que no aguantó más y se dispuso a
revelarle la verdad completa. Cerró el periódico, la llamó a la cocina y la
hizo entrar al dormitorio.
-Tengo que hablar contigo -le dijo, al borde del llanto,
mientras se sentaban en la misma cama donde había escondido la libreta.
Balbuceando, enredado en sus propias palabras, trató de
contarle una historia coherente. Le pidió perdón en todos los idiomas. Hasta
que Mercedes le interrumpió el parloteo.
-Para ahí -le dijo-. Para. Si me estás hablando de una
libreta de ahorros que estaba debajo del colchón, yo la saqué el mes pasado y
retiré toda la plata.
Su marido sintió que el alma le volvía al cuerpo. Se puso de
rodillas y le prometió que nunca más le ocultaría un centavo.
Un cuento de hadas
A pesar de los ríos de tinta que han corrido esta semana, al
celebrarse los 85 años de su nacimiento, hasta el día de hoy nadie ha relatado
lo que ocurrió con el episodio de la maleta llena de plata. Corría el año de
1965. En esa época el futuro ganador del Nobel se rebuscaba la vida trabajando
en una agencia de publicidad. Vivía en Ciudad de México con Mercedes y sus
hijos, Gonzalo y Rodrigo, que eran unos niños.
Se acercaban las fiestas navideñas y la familia estaba sin
un centavo. Casi tan pobres como en los tiempos en que el escritor cantaba
vallenatos a grito pelado en los trenes de París, para que los pasajeros le
regalaran unas monedas compasivas, mientras terminaba de escribir una novela
titulada Este pueblo de mierda.
Se la mandó a su amigo Guillermo Angulo, que estaba en
Bogotá, para que la presentara a competir en el concurso Esso de Novela.
Los jueces la escogieron ganadora, pero el padre Félix
Restrepo, académico de la
Lengua que presidía el jurado, dijo que se negaba
rotundamente a premiar un libro con semejante título. Llamaron a Angulo, que se
dedicó a buscarlo de urgencia, hasta que lo localizó en un hotelito francés de
mala muerte y le contó el problema en que estaban metidos.
Gabo le contestó que le pusieran el nombre que más les
gustara.
-Yo lo único que quiero son los dolaritos del premio -le
dijo-. Los necesito tanto...
Fue el mismo Angulo quien le puso La mala hora. Siempre he
creído que el título es lo mejor de esa novela.
Epílogo con maleta
Pasaron como quince años desde entonces. Volvamos a aquella
Navidad de 1965 en México.
-Este año no habrá regalos -les anunció el padre, con el
corazón en la mano.
Gonzalo, que esperaba una bicicleta de aguinaldo, y algo de
ropa, se puso a llorar.
-Pero un día de estos -prosiguió Gabo- llegará a casa un
señor con una maleta llena de plata que nos sacará de problemas. No lo olviden.
-Tú pareces escritor, papá -lo regañó Rodrigo-. Las bolsas
de plata solo existen en los cuentos de hadas.
-Así es -respondió él-. Nuestra vida será un cuento de
hadas.
Dos años después, en marzo del 67, se publicó Cien años de soledad, con su estruendo
de terremoto en el mundo entero. El 23 de diciembre estaban en Barcelona y Gabo
recibió una llamada telefónica del banco donde había abierto una cuenta.
-Le está llegando dinero de todas partes -le dijo el
gerente-. Sus derechos de autor.
Sin pensarlo mucho, y sin preguntar siquiera cuánto era el
saldo, le pidió un favor.
-Convierta todo eso en pesetas, haga comprar de cuenta mía
una maleta grande, meta en ella todo el dinero y mañana por la noche la manda a
mi casa.
El banquero se quedó en silencio. "Estos escritores son
muy extraños", debió pensar. "Y sudamericanos, además".
Al día siguiente, mientras la familia se hallaba reunida
para la cena navideña, un mensajero del banco, disfrazado de Papá Noel, llamó a
la puerta. Lo hicieron pasar. Puso la maleta en una silla.
-Ábrala -le pidió Gabo.
Mercedes ocupaba la cabecera. Los niños miraban la escena
con curiosidad, pero sin entender qué era lo que pasaba. Los fajos de billetes
formaban unos montoncitos atados con cintas de caucho. Gabo despidió al
mensajero con una propina. Entonces puso una cara de solemnidad, fingió que era
un mago que hacía un truco, y exclamó:
-Yo se los dije: un día de estos llegará a la casa una
maleta llena de plata.
Rodrigo recordó de inmediato la historia que había ocurrido
dos años atrás, en aquella Navidad de pobres, y se levantó de su silla.
Dando un rodeo por la mesa, fue adonde estaba su padre y le
dio un beso en la frente.
-Papá -le dijo-, tú eres nuestro cuento de hadas.
** ** **
La W Radio
Bogotá – Colombia
Marzo 9 de 2012
La W celebra el cumpleaños de Gabo
A propósito de la celebración del cumpleaños número 85 de
Gabriel García Márquez el pasado 6 de marzo, La W entrevistó a personajes nacionales e
internacionales para hacerle un homenaje a su labor en el mundo de las letras.
“Gabo es súper musical, canta muy bien, es experto en hacer
segundas voces (…) Un día Gabo me ve a mí con un libro de periodismo debajo del
brazo, me mira despectivo y me dice: «¿Tú quieres aprender periodismo? Entonces
oye a Rubén Blades». Él sostenía que las mejores clases de periodismo eran las
crónicas cantadas de Rubén Blades sobre la realidad”, dijo Roberto Pombo,
director del diario El Tiempo, que también contó que García Márquez grabó la introducción
del disco ‘Querido Pablo’, de Pablo Milanés.
Por su parte, el expresidente del Gobierno español, Felipe
González, habló de las ‘conspiraciones’ con Gabo, con las que él pretendía
buscar la paz. “La magia de Gabo García Márquez es que en todos los periodos
gubernamentales, en él renacía que esta vez sí, esta vez sí… y mantenía el
respeto, el cariño y admiración absolutamente de todas las partes. Por difícil
que fuera el conflicto, Gabo siempre parecía un factor de paz, alguien que
flotaba por encima del enfrentamiento, que siempre ha estado dispuesto a dar
una mano, que los obstáculos siempre le parecían menores en relación con el
objetivo de conseguir la paz”.
“Gabo me explicó hora y media sobre la importancia de lo que
él llamaba la ‘carpintería’ en la literatura, el arte de escribir. Eso me
cambió la forma de leer a Gabo. A partir de ese momento le di mucha más
importancia a los adjetivos, a las palabras y esa felicidad que uno siente a
leer sus libros se acrecentó porque veía esa precisión en el lenguaje y eso lo
que realmente lo hace un gran escritor”, relató el presidente Juan Manuel
Santos en la W Radio.
Entre tanto, Mercedes Mercedes Barcha, esposa de Gabriel
García Márquez, se refirió a las celebraciones que le han hecho al Nobel por su
cumpleaños: “La semana ha sido agotadora, hemos declarado el mes de marzo
jubileo total (…) Me he divertido oyendo todos estos testimonios porque yo he
estado presente en estas cosas, oyendo todas estas cosas".
El escritor Carlos Fuentes habló de su relación con Gabo.
“Fue una amistad a primera vista y así ha durado a lo largo de 50 años (...)
Hablamos poco de literatura, pero hablamos mucho de cine”. Fuentes relató que
durante un viaje que tuvieron él le confesó que estaba preparando una historia,
que era la que después lo haría merecedor del Nobel de Literatura. “He tenido
la idea de una gran novela. Se llama Cien Años de Soledad, trata de las
vicisitudes de una familia colombiana a lo largo de 100 años”, le dijo Márquez
a él, y después se dirigió a su esposa Mercedes: “Llena el refrigerador. De
aquí no salimos hasta terminar la novela”. El escritor mexicano señaló:
"La literatura es el arte de todo lo que no puede decirse de otra
manera".
Por su parte, Gloria Triana relató cómo fue el protocolo
para la entrega del premio Nobel. Ella se encargó de organizar la lista de las
personas que acompañaron a Gabo a la entrega del reconocimiento, tras
escucharle que dijo: “Yo no quiero estar solo en Estocolmo, quiero recibir mi
premio con cumbias y vallenatos”. Triana recordó que así fue como se conformó
una delegación de 62 personas de la más alta calidad en las expresiones más
emblemáticas del país para que estuvieran a su lado en esa ocasión.
El director de la
HJCK, Álvaro Castaño, habló de la admiración que generaba
Gabo en Gonzalo Mallarino Botero, quien compartía clases con él. Según Castaño,
Mallarino le decía todos los días “No te imaginas el costeñito que está sentado
junto a mí en la clase. No te imaginas la inteligencia, la gracia, la
imaginación de ese tipo”, refiriéndose a García Márquez.
Felipe Ossa, gerente general de la Librería Nacional,
se refirió a la llegada del libro cumbre de García Márquez a la librería. “Ha
sido un privilegio maravilloso haber asistido a la aparición de Cien Años de Soledad, fue un
acontecimiento extraordinario. Ni siquiera alcanzamos a sacarlo de las cajas y
ya lo estábamos vendiendo. Esa misma tarde se vendieron todos los ejemplares
que había (…) En el Congreso de la
Lengua, cuando se lanzó la edición conmemorativa, se
vendieron 750 ejemplares en una sola hora”.
** ** **
Para oir entrevista a Carmen Balcells en Caracol Radio vaya
a este enlace:
** ** **
No hay comentarios:
Publicar un comentario