10 de marzo de 2012

MEMORABILIA GGM 562

EL PAIS
Cali – Colombia
6 de marzo de 2012

El poeta de la casa

Por Julio Cesar Londoño

Está cumpliendo 85 años Gabo, como le decimos los confianzudos, sobre todo los que nunca lo hemos visto, los que no sabemos si aún es un señor de carne y hueso o si ya es un mito; si fue una voz personalísima de la literatura o una suerte de médium por cuya boca habló una vez y para siempre el espíritu del Caribe. O si será apenas una pálida sombra que se apaga en los blancos salones de una casa de un exclusivo barrio de ciudad de México.

Quizá él mismo no lo sepa. Quizá su viejo cerebro dude y vacile por cansancio; y porque la función central de ese órgano feo y sutil es dudar. A ratos vacila, a ratos erige el más alto poema de la materia, la conciencia, y torna a dudar. “Todos desconfiamos de nuestro oficio”, dijo Borges. De nuestro oficio y de todo, por supuesto: de la amada como Otelo y del universo como Berkeley y de la lisura del piso, como los viejos.

Quizá esta tarde el viejo escritor tenga la dicha de descubrir en su biblioteca un libro llamado Cien años de soledad, y exclame, sin recordar que ya alguien lo dijo, ¡caramba, son las mil y una noches latinoamericanas!

Quizá le parezca normal que Úrsula Iguarán encuentre por medios puramente lógicos el anillo que había perdido Fernanda del Carpio en el cuarto de las bacenillas. En cambio, lo enternecerán hasta el llanto los esfuerzos que ella hace para que sus hijos no se enteren de que hace muchos años perdió la vista.

Aunque nos deja una obra generosa, hay que lamentar que no haya escrito el segundo tomo de sus memorias, donde nos iba a contar sus encuentros con algunos de los protagonistas centrales de la segunda mitad del Siglo XX. El periodismo literario perdió así la que iba a ser su obra cumbre, muy superior, estoy seguro, a los notables trabajos de Gay de Galese y mejor incluso que A sangre fría, esa novela cuya importancia histórica es superior a su calidad literaria (está escrita en una prosa reseca; tanto, que no parece salida de la mano de un estilista tan aplicado como Truman Capote).

Los críticos han anotado con prolijidad las bondades de su estilo, el vigor de su prosa y el tino de sus adjetivos (“El viejo exdictador dejó una propina estítica sobre la mesa y salió”). Los gramáticos han advertido que después de 1948 no hay en su obra un solo adverbio terminado en mente (“es la paranoia del estilo”, explicó él mismo en una página de Vivir para contarla). Los exégetas aseguran que El Otoño del patriarca es un heredero de La señora Dolloway de Virginia Woolf, y que… tal vez todo está dicho ya. Sólo resta agradecer esa obra cuyo sabor fundamental es la felicidad, esa mirada que supo encontrar significado en los hechos más simples y cotidianos, que nos enseñó que nuestros geranios no eran menos bellos que las rosas de Babilonia, que nuestros pájaros no eran menos líricos que los ruiseñores de Hungría y que “la poesía es la energía secreta que cuece los garbanzos en la cocina”.

Chesterton dice que hay escritores capaces de encontrar tema y belleza en la mitología o en los grandes sucesos de la historia. Pero hay otros tan extraordinarios, asegura, ¡que son capaces de encontrar poesía hasta en su propia familia! Gabo pertenece, qué duda cabe, a este exótico grupo.

** ** **

EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
10 de marzo de 2012

En los 85 años de García Márquez,
Gossaín rescata historias inéditas

Por: JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO


¿Cuánta plata tiene 'Gabo'? Juan Gossaín reconstruye la curiosa relación
del Nobel con el dinero.

Hace veinte años, la pregunta que más le hacían a un colombiano, cuando se encontraba con sus amigos en cualquier parte del mundo, era esta: "¿Cómo es Gabriel García Márquez?". Los tiempos han cambiado. La tabla de valores también. Ahora lo detienen a uno en las esquinas para preguntarle: "¿Cuánta plata tiene García Márquez?".

La gente suele pensar que el dinero es una manera de medir el éxito de un hombre. Habría que preguntárselo a Dostoievski, que murió en la miseria. Lo cierto es que, cada vez que alguien me habla de ese tema, debo reconocer que no tengo la menor idea. Ni me importa. Esos vericuetos no son de mi incumbencia.

Como si fuera poco, he tenido la fundada sospecha de que García Márquez sabe escribir pero no sabe sumar. Jamás le he visto un billete en la mano. Ni una billetera. Su mujer es la que ha manejado siempre los asuntos financieros de la casa.

-Desde el primer día -me confesó una vez el novelista- comprendí que Mercedes es mujer y árabe: son los únicos seres humanos que saben para qué es la plata.

Cuando se encerró a escribir Cien años de soledad, ella le hizo una advertencia terminante:

-Tú no estás aquí para preocuparte por plata. Tú dedícate a escribir, que del resto me encargo yo.

Mucho tiempo después, su marido reconocería que nunca supo cómo hizo ella para mantener la casa en pie mientras él pasaba seis meses sin empleo, encerrado, peleando a trompadas con las palabras.

La libreta de ahorros

Tras los interminables años de penurias, en los cuales siguió sembrando letras a pesar de las emboscadas que el hambre le tendía a cada paso, por fin llegó el día de recoger la cosecha.

Al comenzar la década del 70 sus obras se agotaban en los arrozales chinos o en las librerías de Nueva York. Lo primero que hizo fue abrir una cuenta corriente, a nombre de Mercedes, en un banco de Los Ángeles. Dio la orden de que solamente le consignaran en ella las cifras redondas, ya que los centavos los trasladaba a una cuenta secreta que abrió en México, a su propio nombre. Puso a Mercedes como beneficiaria.

Escondió la libreta de ahorros debajo del colchón, para que ella no descubriera que tenía una plata de consumo personal, que se gastaba a escondidas, tomando una botella de vino con los amigos.

Hasta el día en que abrió el periódico de la mañana. Allí estaba, en primera página, la noticia terrible: el banco mexicano se había quebrado.

Entonces empezaron las angustias del arrepentido. No podía dormir. Sudaba frío. Le remordía la conciencia. Sentía que los dioses lo habían castigado por engañar a su esposa. Hasta que no aguantó más y se dispuso a revelarle la verdad completa. Cerró el periódico, la llamó a la cocina y la hizo entrar al dormitorio.

-Tengo que hablar contigo -le dijo, al borde del llanto, mientras se sentaban en la misma cama donde había escondido la libreta.

Balbuceando, enredado en sus propias palabras, trató de contarle una historia coherente. Le pidió perdón en todos los idiomas. Hasta que Mercedes le interrumpió el parloteo.

-Para ahí -le dijo-. Para. Si me estás hablando de una libreta de ahorros que estaba debajo del colchón, yo la saqué el mes pasado y retiré toda la plata.

Su marido sintió que el alma le volvía al cuerpo. Se puso de rodillas y le prometió que nunca más le ocultaría un centavo.

Un cuento de hadas

A pesar de los ríos de tinta que han corrido esta semana, al celebrarse los 85 años de su nacimiento, hasta el día de hoy nadie ha relatado lo que ocurrió con el episodio de la maleta llena de plata. Corría el año de 1965. En esa época el futuro ganador del Nobel se rebuscaba la vida trabajando en una agencia de publicidad. Vivía en Ciudad de México con Mercedes y sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, que eran unos niños.

Se acercaban las fiestas navideñas y la familia estaba sin un centavo. Casi tan pobres como en los tiempos en que el escritor cantaba vallenatos a grito pelado en los trenes de París, para que los pasajeros le regalaran unas monedas compasivas, mientras terminaba de escribir una novela titulada Este pueblo de mierda.
Se la mandó a su amigo Guillermo Angulo, que estaba en Bogotá, para que la presentara a competir en el concurso Esso de Novela.

Los jueces la escogieron ganadora, pero el padre Félix Restrepo, académico de la Lengua que presidía el jurado, dijo que se negaba rotundamente a premiar un libro con semejante título. Llamaron a Angulo, que se dedicó a buscarlo de urgencia, hasta que lo localizó en un hotelito francés de mala muerte y le contó el problema en que estaban metidos.

Gabo le contestó que le pusieran el nombre que más les gustara.

-Yo lo único que quiero son los dolaritos del premio -le dijo-. Los necesito tanto...

Fue el mismo Angulo quien le puso La mala hora. Siempre he creído que el título es lo mejor de esa novela.

Epílogo con maleta

Pasaron como quince años desde entonces. Volvamos a aquella Navidad de 1965 en México.

-Este año no habrá regalos -les anunció el padre, con el corazón en la mano.

Gonzalo, que esperaba una bicicleta de aguinaldo, y algo de ropa, se puso a llorar.

-Pero un día de estos -prosiguió Gabo- llegará a casa un señor con una maleta llena de plata que nos sacará de problemas. No lo olviden.

-Tú pareces escritor, papá -lo regañó Rodrigo-. Las bolsas de plata solo existen en los cuentos de hadas.

-Así es -respondió él-. Nuestra vida será un cuento de hadas.

Dos años después, en marzo del 67, se publicó Cien años de soledad, con su estruendo de terremoto en el mundo entero. El 23 de diciembre estaban en Barcelona y Gabo recibió una llamada telefónica del banco donde había abierto una cuenta.

-Le está llegando dinero de todas partes -le dijo el gerente-. Sus derechos de autor.

Sin pensarlo mucho, y sin preguntar siquiera cuánto era el saldo, le pidió un favor.

-Convierta todo eso en pesetas, haga comprar de cuenta mía una maleta grande, meta en ella todo el dinero y mañana por la noche la manda a mi casa.

El banquero se quedó en silencio. "Estos escritores son muy extraños", debió pensar. "Y sudamericanos, además".

Al día siguiente, mientras la familia se hallaba reunida para la cena navideña, un mensajero del banco, disfrazado de Papá Noel, llamó a la puerta. Lo hicieron pasar. Puso la maleta en una silla.

-Ábrala -le pidió Gabo.

Mercedes ocupaba la cabecera. Los niños miraban la escena con curiosidad, pero sin entender qué era lo que pasaba. Los fajos de billetes formaban unos montoncitos atados con cintas de caucho. Gabo despidió al mensajero con una propina. Entonces puso una cara de solemnidad, fingió que era un mago que hacía un truco, y exclamó:

-Yo se los dije: un día de estos llegará a la casa una maleta llena de plata.

Rodrigo recordó de inmediato la historia que había ocurrido dos años atrás, en aquella Navidad de pobres, y se levantó de su silla.
Dando un rodeo por la mesa, fue adonde estaba su padre y le dio un beso en la frente.

-Papá -le dijo-, tú eres nuestro cuento de hadas.

** ** **

La W Radio
Bogotá – Colombia
Marzo 9 de 2012

La W celebra el cumpleaños de Gabo

A propósito de la celebración del cumpleaños número 85 de Gabriel García Márquez el pasado 6 de marzo, La W entrevistó a personajes nacionales e internacionales para hacerle un homenaje a su labor en el mundo de las letras.

“Gabo es súper musical, canta muy bien, es experto en hacer segundas voces (…) Un día Gabo me ve a mí con un libro de periodismo debajo del brazo, me mira despectivo y me dice: «¿Tú quieres aprender periodismo? Entonces oye a Rubén Blades». Él sostenía que las mejores clases de periodismo eran las crónicas cantadas de Rubén Blades sobre la realidad”, dijo Roberto Pombo, director del diario El Tiempo, que también contó que García Márquez grabó la introducción del disco ‘Querido Pablo’, de Pablo Milanés.

Por su parte, el expresidente del Gobierno español, Felipe González, habló de las ‘conspiraciones’ con Gabo, con las que él pretendía buscar la paz. “La magia de Gabo García Márquez es que en todos los periodos gubernamentales, en él renacía que esta vez sí, esta vez sí… y mantenía el respeto, el cariño y admiración absolutamente de todas las partes. Por difícil que fuera el conflicto, Gabo siempre parecía un factor de paz, alguien que flotaba por encima del enfrentamiento, que siempre ha estado dispuesto a dar una mano, que los obstáculos siempre le parecían menores en relación con el objetivo de conseguir la paz”.

“Gabo me explicó hora y media sobre la importancia de lo que él llamaba la ‘carpintería’ en la literatura, el arte de escribir. Eso me cambió la forma de leer a Gabo. A partir de ese momento le di mucha más importancia a los adjetivos, a las palabras y esa felicidad que uno siente a leer sus libros se acrecentó porque veía esa precisión en el lenguaje y eso lo que realmente lo hace un gran escritor”, relató el presidente Juan Manuel Santos en la W Radio.

Entre tanto, Mercedes Mercedes Barcha, esposa de Gabriel García Márquez, se refirió a las celebraciones que le han hecho al Nobel por su cumpleaños: “La semana ha sido agotadora, hemos declarado el mes de marzo jubileo total (…) Me he divertido oyendo todos estos testimonios porque yo he estado presente en estas cosas, oyendo todas estas cosas".

El escritor Carlos Fuentes habló de su relación con Gabo. “Fue una amistad a primera vista y así ha durado a lo largo de 50 años (...) Hablamos poco de literatura, pero hablamos mucho de cine”. Fuentes relató que durante un viaje que tuvieron él le confesó que estaba preparando una historia, que era la que después lo haría merecedor del Nobel de Literatura. “He tenido la idea de una gran novela. Se llama Cien Años de Soledad, trata de las vicisitudes de una familia colombiana a lo largo de 100 años”, le dijo Márquez a él, y después se dirigió a su esposa Mercedes: “Llena el refrigerador. De aquí no salimos hasta terminar la novela”. El escritor mexicano señaló: "La literatura es el arte de todo lo que no puede decirse de otra manera".

Por su parte, Gloria Triana relató cómo fue el protocolo para la entrega del premio Nobel. Ella se encargó de organizar la lista de las personas que acompañaron a Gabo a la entrega del reconocimiento, tras escucharle que dijo: “Yo no quiero estar solo en Estocolmo, quiero recibir mi premio con cumbias y vallenatos”. Triana recordó que así fue como se conformó una delegación de 62 personas de la más alta calidad en las expresiones más emblemáticas del país para que estuvieran a su lado en esa ocasión.

El director de la HJCK, Álvaro Castaño, habló de la admiración que generaba Gabo en Gonzalo Mallarino Botero, quien compartía clases con él. Según Castaño, Mallarino le decía todos los días “No te imaginas el costeñito que está sentado junto a mí en la clase. No te imaginas la inteligencia, la gracia, la imaginación de ese tipo”, refiriéndose a García Márquez.

Felipe Ossa, gerente general de la Librería Nacional, se refirió a la llegada del libro cumbre de García Márquez a la librería. “Ha sido un privilegio maravilloso haber asistido a la aparición de Cien Años de Soledad, fue un acontecimiento extraordinario. Ni siquiera alcanzamos a sacarlo de las cajas y ya lo estábamos vendiendo. Esa misma tarde se vendieron todos los ejemplares que había (…) En el Congreso de la Lengua, cuando se lanzó la edición conmemorativa, se vendieron 750 ejemplares en una sola hora”.

** ** **

Para oir entrevista a Carmen Balcells en Caracol Radio vaya a este enlace:

** ** **

No hay comentarios: