9 de marzo de 2012


MEMORABILIA GGM 561

Reforma
México D.F.
6 de marzo de 2012 

Locura por Gabo

Por Silvia Isabel Gámez

Gabriel García Márquez cumple hoy 85 años. La gloria literaria le pertenece desde hace décadas, y la magia de sus letras continúa obrando prodigios. Pocos autores generan tal grado de fervor. Si no lo cree, lea estas tres historias.


'Gaboloco en acción'

Unos lo llaman Gaboloco, para otros es "la memoria de Gabito". "Me precio de ser la persona que más información tiene de primera mano de Gabo en el mundo", asegura el colombiano Fernando Jaramillo.

Lleva reunidos más de 4 mil artículos periodísticos sobre la vida y obra de Gabriel García Márquez. Ha impreso 21 libros con materiales diversos del Nobel. Y en su blog www.memorabiliaggm.blogspot.com se pueden consultar más de 550 entradas con información sobre el escritor. En total, más de 50 años dedicados a su estudio.

Jaramillo destaca de la personalidad de Gabo su generosidad "sin límites" y su gusto por la broma. Un ejemplo es cuando en 1972 aseguró que había donado el monto del Premio Rómulo Gallegos al partido venezolano Movimiento al Socialismo. Se armó el escándalo, pero el cheque nunca lo endosó. "Nos mamó gallo a todos".

Su esposa Mercedes, dice, es quien maneja "con mano de hierro" su fortuna. "Si no ya la habría dilapidado, por generoso y por bohemio. Él nunca tiene plata en el bolsillo. Nada".

Los malquerientes de Gabo en Colombia son la gente de derecha, que no perdona su cercanía con Fidel Castro, quien durante años apoyó a las FARC. Pero el Nobel nunca ha dejado de ser un hombre de izquierda. "Aunque su hermano Jaime dice: 'No quisiera morirme sin saber a qué partido político pertenece Gabito'".

García Márquez pasa sus días en México, "blindado" por su familia y amigos. En los últimos años se ha afirmado que padece pérdida de memoria, demencia senil e incluso alzheimer, lo que en 2009 negó Mercedes.

"Gabo tiene un problema de demencia senil", afirma Jaramillo. "Según cuentan sus allegados en Colombia, se le olvidan las cosas más inmediatas". Pero su estado de salud es bueno. "No se le nota nada lo disminuido que dice él que está".

Un "pajarito" confiable le contó a Jaramillo que el Nobel guarda para publicar después de su muerte el segundo volumen de sus memorias, y una novela de amor, En agosto nos vemos.

Este colombiano de 72 años no duda de las razones del fervor que despierta García Márquez. "Es el mejor escritor que hay en el mundo en cualquier lengua. Y eso crea una pasión".

La argentina que logró conocer al Nobel

Todo empezó el día en que la argentina Ingrid Briggiler pensó que no tenía por qué ser tan difícil conocer a Gabriel García Márquez. "Me lo puse como meta y dije: lo voy a cumplir". Ahorró un año y en diciembre de 2010 se lanzó en su busca con 3 mil dólares en el bolsillo.
Ingrid Briggiler y GGM

Primero visitó Venezuela, y de ahí partió a Colombia. Pasó el fin de año como mesera en Donde Olano, el restaurante favorito de Gabo en Cartagena, con la esperanza de que fuera a pasar las fiestas. "Hubiese sido una buena oportunidad". Como no llegó, tomó un velero a Panamá. Dormía en cubierta y trabajaba, así se ahorró 200 dólares. Casi todos los días alimentaba su blog: 90diasxelcaribe.com.ar.

De Panamá partió a Costa Rica y luego a Nicaragua, donde el 10 de febrero, al bajar del autobús en Managua, le vaciaron en plena calle la mochila y gran parte de la valija.

Ingrid decidió dar marcha atrás. Estaba sola y triste, no quería seguir. Pero el "gaboloco" Fernando Jaramillo la rescató. "Me dice no te vuelvas, llama a este número". Era la casa de García Márquez. "Cuando hablé con Mercedes rompí a llorar. Le conté mi historia, le pregunté si había una mínima posibilidad de conocer a Gabito". La esposa del Nobel se conmovió, le dio consejos, le dijo que sí, que continuara.

Su buena estrella regresó: su amigo Víctor Esparza le compró el boleto a México, y la familia Haro Martínez, doña Jose y don Saúl, le dio cobijo. Se sintió lista, ahora sí, para cumplir su sueño.

El día 67 de su viaje, un mediodía del 17 de febrero de 2011, Ingrid estaba frente a la casa del Nobel. Llegó con tres docenas de rosas amarillas y el retrato que su padre había pintado para Gabo; también llevaba unas galletas para Mercedes.

"Cuando Gabo apareció por la puerta me largué a llorar, lo abracé, lo besé". En esas dos horas, fue Ingrid quien más habló. "No podían creer todo lo que había hecho para llegar. '¿Es verdad que te viniste de Argentina sólo para verme?', me preguntó Gabito. 'No me digas que sí porque me la creo'".

Se tomaron fotos y el Nobel le firmó libros para su familia. A ella le regalaron su novela preferida, El amor en los tiempos del cólera, y una dedicatoria para conservar toda la vida: "El amor en los tiempos de Ingrid con todo el cariño del que inventó este libro para siempre. Gabriel".

De cómo un Buendía arraigó en Aracataca

A Tim Buendía le gusta caminar ligero por las calles de Aracataca. Se amarra un largo sarong a la cintura y protegido del sol con un sombrero se funde en el paisaje macondiano. Como el Melquiades de Cien años de soledad, tiene algo de gitano y de profeta: ha visualizado al pueblo natal de Gabriel García Márquez como un centro cultural y turístico.

En Aracataca no se han muerto los mitos. Este neerlandés errante, nacido hace 29 años en los Países Bajos como Tim aan't Goor, dice que sólo entendió la literatura del Nobel, su magia, cuando pisó sus calles y conoció a personajes como el maraquero José Villadiego, que baila su alegría en cualquier esquina; a Lucho, el pintor de Macondo, y al músico Antonio Jaramillo, quien con sus 39 hijos es considerado el hombre más fuerte del pueblo.

Gabo le dio fama mundial a Aracataca, pero sus habitantes no lo han leído; por eso no entienden qué puede buscar ahí un turista, explica Tim. "Piensan que no hay nada que ver. Yo intento desafiar su sentido de la realidad para inspirarlos y que participen en el desarrollo cultural del pueblo".

Hace poco convenció a la alcaldía de construir la Tumba de Melquiades en el Barrio El Carmen, y ahora quiere proponer un concurso donde 20 pintores plasmen sobre paredes blancas el realismo mágico de Aracataca.

Ese mismo desconocimiento del Nobel, dice, causó que en 2006 los cataqueros se abstuvieran de votar para agregar el nombre de Macondo al pueblo. "Hasta que no sepan qué es, no lo van a aprobar".

Tim llegó en 2008 con ganas de quedarse. Había recorrido medio mundo desde los 18 años convencido de que los libros y los viajes son la mejor manera de conocer una cultura. En Australia cosechó uvas, en Tailandia dio clases de inglés y en Colombia vendía sus poemas en los pueblos de la costa. Su apellido impronunciable lo convirtió en nuevo miembro de la saga de los Buendía.

Hace 15 meses abrió The Gipsy Residence, el único hostal del pueblo de 40 mil habitantes. Las fotografías antiguas de Aracataca comparten el espacio con pinturas del Nobel y con sus libros, pues sólo ahí se venden. Para los turistas -el 75 por ciento son extranjeros- ha diseñado un tour en bicicleta por el río, la estación de ferrocarril, la casa museo de Gabo...

Los cataqueros son cálidos, alegres y platicadores. "Los visitantes se van inspirados", afirma. "Yo me voy a quedar aquí años y años. Soy feliz. A veces me siento como un turista eterno".

Reforma
México D.F.
6 de marzo de 2012


De magia, adjetivos y poesía

Por Silvia Isabel Gámez.

Colegas y amigos ofrecen un retrato del Nobel colombiano.

Mágico y realista, poderoso y amoroso
Gerald Martin
Biógrafo del Nobel, autor de "Gabriel García Márquez. Una vida"

"Es realista cuando escribe El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, Los funerales de la Mamá Grande o Noticia de un secuestro. Es mágico cuando escribe Cien años de soledad, El otoño del patriarca o La cándida Eréndira. Pero sus libros realistas también son diáfanos y radiantes --mágicos--, y sus libros mágicos y míticos, al igual que El Quijote, son de un realismo psicológico y social dramático e innegable. Por otra parte, es difícil pensar en algún otro escritor desde Shakespeare que se haya concentrado con tanta tenacidad e inspiración en dos temas fundamentales que unen lo público y lo privado en mil formas diferentes: el poder y el amor. El que ahora visita Colombia puede presenciar el fenómeno mágico en que las palabras que Gabo escribe vuelven al pueblo de donde brotaron, repitiéndose diariamente en la boca de sus compatriotas y en los encabezados de los periódicos. Gabriel García Márquez ha tenido el raro privilegio, pienso yo, de ser a la vez, por lo menos en parte, el Cervantes y el Shakespeare de su nación, y de todo un continente. Vendrá un día, no al cabo de muchos años, en que para exaltar a un escritor se dirá que es 'el García Márquez' de su país".

La maestría del adjetivo
Leonardo Padura
Escritor cubano, autor de "Lo real maravilloso: creación y realidad"

"Gabriel García Márquez ha asegurado su espacio en la eternidad literaria gracias a su capacidad de fabulación, a la reinvención de la historia latinoamericana desde perspectivas míticas, a la inversión de la realidad (para que veamos otros de sus lados) con la apropiación de la fantasía y la imaginería popular a través del llamado 'realismo mágico'. Pero quizás el legado más permanente de este escritor está en su utilización del recurso literario por excelencia: la palabra. La literatura de García Márquez produce no sólo el gozo de la significación, sino también el de la sonoridad. Y la música, en lengua española, es una cualidad que encara, fundamentalmente, ese sintagma tan benéfico como emponzoñado que es el adjetivo. Nadie, como él, ha dominado el adjetivo, utilizándolo a su antojo para desconcertar y descubrir más que para connotar, para poner notas musicales más que para calificar, para hacernos ver las cualidades inimaginables de los seres, las cosas, las ideas, gracias al más inquietante y revelador de los adjetivos. Después del paso avasallante de García Márquez por el arte de narrar en lengua española, ya los adjetivos no son lo mismo".

El ritmo de la poesía
Julio Ortega
Crítico literario peruano. Catedrático en la Universidad de Brown

"He compartido con Gabo algunas pausas del comité de la Cátedra Julio Cortázar, en la Universidad de Guadalajara. Con suerte, alguna vez me he quedado solo con él y hemos podido hablar solamente de literatura. De esas charlas recuerdo especialmente una en que nos detuvimos en la calidad del lenguaje narrativo. Estaba yo especulando sobre el lenguaje que cumple muy bien su función informativa, pero que no soporta una segunda lectura porque ha perdido la tensión del suspenso y ya sabemos las resoluciones. Gabo lo dijo con más precisión y no sin ironía: ese es el lenguaje, dijo, del periódico de ayer. Y añadió: la diferencia está en la poesía. Me sorprendió que apareciera la idea de la poesía en una conversación sobre la calidad de la prosa, pero Gabo no solamente ha sido siempre un gran conocedor de la poesía (sabe poemas de Rubén Darío de memoria), sino que su lenguaje sin ser 'poético' o 'lírico', tiene la textura y sobre todo el ritmo de la poesía, es resonancia, en efecto, durable, que crece en la relectura. En su prosa, esa cualidad es patente en la certeza de las palabras, el ritmo de la frase, y el carácter de sentencia feliz que tienen muchas veces sus resoluciones. Eso que llaman 'la carpintería' de un gran escritor, que es el taller de su propia obra, se descubre en Gabo como una sabiduría del lenguaje fecundo, un arte de la composición orgánica, y un manejo preciso de la caracterización. Nos sentimos acogidos por estas novelas hechas para ser recorridas con gusto y familiaridad. Como si el escritor hubiese construido una casa de la lectura para darnos lugar en ella. Conocer a Gabo, compartirlo entre amigos y, algunas veces, charlar con él a solas, es una de las mayores alegrías que le debo a la literatura".

Tallarse a sí mismo
Harold Alvarado Tenorio
Poeta y ensayista colombiano. Director de la revista Arquitrave

"A estas alturas del partido, cumplidos los 85 años, es arduo, si no imposible, dar un par de opiniones sobre la vida y la obra de un coloso como Gabriel García Márquez, con el siglo 20 como telón de fondo.

Luego de publicadas las memorias del escritor y la biografía de Gerald Martin, qué duda cabe que García Márquez no fue producto de una sociedad como la colombiana violenta de su siglo, sino de sí mismo, demostrando que es cierto y posible, si uno quiere, tallarse a sí mismo. Tanto como para que en ese esfuerzo y luego de ganada la partida, la gloria le aniquile y le deje con vida.

De ahí que García Márquez sea uno de los miembros más insignes de la generación de Mito, al lado de Rogelio Salmona, Camilo Torres Restrepo, Jorge Gaitán Durán, Olga Chams Eljach o Jorge Child, una generación, la más notable del siglo 20, que algunos llaman Decapitada. Una legión de sabios, artistas y héroes que nunca llegaron al poder.

Creo que su obra es uno de los momentos más felices de la existencia de nuestra lengua. Junto a Borges y Guimaraes Rosa, ha deparado cientos de horas de felicidad. La prosa de García Márquez ha sido uno de los lenitivos de mi existencia, y a pesar de no comprender ciertas de sus posturas políticas y sociales, entre ellas su amistad con Fidel Castro, confieso que cada vez que deseo levantarme del suelo de la existencia, vuelvo a sus cuentos y a sus crónicas, llenas de lucidez y belleza.

Como colombiano debo decir también que la patria ha sido injusta con García Márquez. Todavía en Cartagena de Indias, como signo del desprecio de los poderosos hacia el genio de Aracataca, en su más amplia plaza está la horrenda estatua a Pedro de Heredia, un conquistador español cuyos crímenes resuenan entre las murallas. A nadie, a ningún gobernante, ni academia alguna, se le ha ocurrido reemplazarla con una que celebre a Aureliano Buendía, viva metáfora de nuestra historia".

** ** **
MEMORABILIA GGM
Cali – Colombia
5 de marzo de 2012

Con nuestros agradecimientos al autor

En sus 85 años

Recuerdos de un desperdicio

 Jaime Lopera


–"Ya lo sabes, Delgadina, la fama es una señora muy gorda
 que no duerme con uno, pero cuando uno despierta
está siempre mirándonos frente a la cama".
  —Memorias de mis putas tristes


Con motivo de la foto publicada en El Espectador (junio 12, 2009), en la cual aparezco con García Márquez paseando por la carrera séptima de Bogotá, se me solicitó una breve evocación de ese episodio cuando la fortuna me puso en el camino del premio Nobel como su empleado en una agencia de noticias. Ahora que la repaso, es como si hubiese despilfarrado una etapa de mi vida.



Gabo era subdirector de Prensa Latina, una delegación periodística cubana que se estableció en Bogotá para contrarrestar las inexactas informaciones que daban las agencias norteamericanas sobre el desarrollo de la revolución cubana.  Plinio Apuleyo Mendoza era el director; Consuelo, una hermana suya, la secretaria; y con Iván Ocampo de la Pava y Eduardo Barcha, hermano de Mercedes, la esposa de Gabo, oficiábamos como los “infladores de cables” y mensajeros de la agencia.

El oficio de inflador de cables consistía en hacer legibles los garabatos que le llegaban por los audífonos a un operador, quien escribía a toda velocidad en una Rémington vieja; enseguida, nuestra labor era fechar y titular decentemente y luego llevar esos mismos textos a los grandes diarios de la capital.  Años después observé que Mustio Collado, el anciano personaje de Memoria de mis putas tristes, ejercía este mismo oficio de inflador de cables tal vez como una reminiscencia del paso de Gabo por aquella agencia cubana.

Aquel operador de radio trabajaba larguísimas jornadas sentado frente a un radiorreceptor donde recibía, desde La Habana, las noticias de ese país que no aparecían en los despachos de las tradicionales agencias internacionales de noticias. Hacíamos una simbiosis perfecta: nuestro especialista, el señor Norsa, era un experto en escribir su jeringonza del Morse a toda velocidad y nosotros, expertos en adivinarle los grafismos que él nos pasaba. 

Hecho este primer ejercicio de inflación del cable, que implicaba redactar coherentemente, añadir conjunciones, utilizar las proposiciones y hacer el lead de la misma noticia, nosotros mismos nos encargábamos de llevar las copias en un paquete de noticias a los principales diarios de la capital.  La siempre admirable capacidad de trabajo de Plinio (que a menudo le dejaba poco espacio a la iniciativa periodística de Gabo, de tal modo que éste siempre tenía tiempo para dedicarse a sus espléndidas narraciones) se reflejaba en los reclamos que solíamos recibir del director cuando hacíamos mal el oficio.
En algún momento de esta breve historia en PRELA, Gabo me hizo sentir su amistad cuando escribió, al dorso de esa fotografía callejera tomada al frente del edificio de Avianca, en octubre de 1960: “este soy yo con el cuate Lopera, quien no quiere aprender a escribir cuentos”. En esa foto, publicada primero en la revista Pluma que hacíamos con Alfonso Hanssen y Jorge Valencia Jaramillo, y luego en la revista Cambio, sobresale mi corbatín provinciano al lado del escritor que habla y gesticula mientras camina, con su eterno saco a rayas tropicales. La dichosa fotografía en blanco y negro, cuya copia le hice llegar a Gabo a México con José Font Castro, es la misma que recientemente se ha publicado en el diario de la capital. 

Cuando escribía, Gabo estaba siempre absorto en su oficio. Solía encerrarse en su oficina mientras los operadores de radio reproducían los despachos y los llamados “copywriters” hacíamos nuestro oficio bajo los titulares sugeridos por el jefe máximo de la agencia. En algún momento de la mañana, ambos se reunían largo rato a platicar, a fraguar los envíos al exterior y revisar los cablegramas ya impresos en los periódicos locales. En otras ocasiones Plinio se ocupaba de atender por las tardes sus funciones como eficiente coordinador de las juventudes del MRL, en tanto que Gabo regresaba a su oficio discreto e imaginativo.

Allí, cerca de Prensa Latina, existía el famoso café Excelsior, donde se reunía la plana mayor del MRL, los redactores y políticos del semanario La Calle, y los poetas y escritores de la revista Mito. No obstante, Gabo prefería el café Los Cardenales, en la misma calle 18 con séptima, cuyo propietario era un simpático ansermeño que contrataba a unas bellísimas meseras de su tierra y nos dejaba escuchar tangos y música de carrilera. Allá en el fondo del café, solíamos ver siempre a un riosuceño, Jorge Trejos, quien decía enamorar a las meseras, con una paciencia inagotable y sin esperar nada a cambio.

A veces, cuando la tertulia se volvía alcohólica después del almuerzo, algunos regresábamos después del trabajo y nos quedábamos hasta muy entrada la noche, oyendo recitar a Carlos Lemos Simmonds (cuando aún tenia el carné del PC), escuchando las disertaciones de Ramiro Montoya, Estanislao Zuleta y Mario Arrubla; o consintiendo el malhumor de Ugo Barti, fundador de la primera revista de cine, Guiones, que no dejaba de contradecir con Hector Valencia y el director Carlos Álvarez Núñez. Ya Gabo hacía rato que se había retirado del café, retornaba a la oficina de PRELA y se encerraba el resto de la tarde a escribir y escribir como un bendito.

Trabajaba con mucha disciplina e infatigablemente en su oficina de la calle 18 de Bogotá. Cierta vez, de manera inexplicable pero generosa, Gabo me dio a leer el borrador de esa novela ganadora del Premio Esso de Literatura y que había titulado Este Pueblo de Mierda. Por este titulo se derivaron otros problemas: la Academia Colombiana de la Lengua le pidió al escritor que cambiara el título y dos palabras del texto (“preservativo” y “masturbar”): “cambio una, escoja”, le dijo Gabo al padre Félix Restrepo, director de la Academia.

Pero la Esso, dueña de los derechos, ya había enviado el manuscrito para su impresión en España, con la desventura de que allí los puristas del lenguaje cambiaron las expresiones coloquiales de la obra y, como dijo el mismo García Márquez, prácticamente le doblaron el libro al español. Ramón Gómez Piquer, director de la Asociación Española de Impresores, ofreció repetir la edición ajustándose al texto original y pidió que le devolvieran los tres mil ejemplares que se habían impreso. Con el escándalo que ocasionó el reclamo del autor, la edición ya estaba agotada y no hubo ejemplares para devolver. Dos años después, en 1962, Gabo publicó La mala hora en Ediciones Era de México, donde ya vivía, restituyendo el lenguaje original del libro, y con una introducción en donde se advierte al lector que por causa de los problemas que tuvo la edición española, “esta es, pues, la primera edición de La mala hora”. 

Cuando recibí de sus manos el manuscrito de aquella novela para darle una hojeada, me sentí un poco abrumado. En mis desvelos, mientras pasaba páginas y páginas, traté de copiar varias veces su estilo con el objeto de familiarizarme con el texto antes de exponerle después unos comentarios que por lo menos fueran juiciosos. Estoy seguro que deseaba responder a su confianza. Entonces recurrí veladamente a una amiga pereirana, Danner Bernal de Monzien —cuyo marido, un alemán tierno y grande, le había estimulado aficiones literarias—, para que hiciera mi oficio de “crítico” de tal modo que yo pudiese responder con suficiencia a las preguntas del autor. 

Una semana después, cuando le regresé el manuscrito y estaba preparado para darle un largo discurso con las observaciones de Danner en torno a la novela, Gabo estaba tan embebido en alguna lectura que solo levantó la cabeza para decirme gracias y volvió a lo suyo. Desde entonces siento que desperdicie su amistad y llevo en mi conciencia ese momento de silencio, cuyo exorcismo se recupera con esta nota. De cualquier modo no he dejado de sentirme siempre ufano por una oportunidad inigualable que hoy cobra una importancia extraordinaria, como la foto, dentro de los sucesos de mi vida. 


** ** **

Prodavinci
Bogotá – Colombia
5 de Marzo, 2012

Sobre Gabriel García Márquez,
por Patricio Pron

Quizás lo que distinga a un escritor realmente grande de uno mediano o pequeño no sea más que la imposibilidad de leer sus textos pasando por alto lo que sabemos de él; cuando ese escritor es Gabriel García Márquez, la dificultad es enorme. A la figura del premio Nobel colombiano se adhieren algunas imágenes surgidas de sus libros y otras que le son extrañas pero que lo persiguen insistentemente a raíz de sus posiciones públicas y su compromiso político. Más interesante que ellas es el hecho singular de que su obra haya sido, de algún modo, “secuestrada” por un cierto tipo de literatura comercial que se ha valido de una entonación y de unos procedimientos y recursos que le son propios para producir textos inferiores a los del colombiano y en las antípodas de su visión de la literatura y de la vida: una buena cantidad de estudiantes alemanes de filología (por ejemplo) solía afirmar al comienzo del curso que de los así llamados “escritores del Boom” sólo conocía a Gabriel García Márquez y a Isabel Allende y que prefería a esta última por ser más simple.

Ningún lector está obligado a conocer las periodizaciones de la historia de la literatura; leída como si fuese epigonal de textos posteriores, la obra de García Márquez es insatisfactoria y redundante, una versión poco atractiva de ese tipo de textos comerciales al que las editoriales parecen deber un par de éxitos de ventas y los lectores una cierta cantidad de decepciones. Naturalmente, nada puede impedir que los escritores latinoamericanos vuelvan a inventarse pueblos imaginarios donde la gente vuela (por lo mismo, nada hará que ciertas editoriales europeas dejen de creer que ese tipo de literatura es representativo de lo que se produce actualmente en ese territorio y dejen de otorgarle premios y de publicarla), pero pienso que es importante discutir el secuestro de la obra de García Márquez por parte de esa literatura comercial si lo que queremos es comprender su valor e importancia.

Un verano, a los diez años de edad, descubrí esa obra entre los libros de mis padres y quedé fascinado: no sabía nada de su autor, no conocía los textos epigonales que esa obra había producido (como un viejo árbol perdido en un bosque de vástagos suyos) pero pensé que yo quería ser como ese autor y provocar en los lectores la impresión que sus libros producían en mí. La recuperación de esa fascinación inicial parece imprescindible para que recordemos (ya que a muchos parece habérsele olvidado) cuán importante es esa obra y cuán afortunados somos de poder leerla.

***

Publicado en Prodavinci bajo licencia de Creative Commons

** ** **


Mexico D.F.?
6 de marzo de 2012 


FICG: Tras polémica,

Se estrena

Memoria de mis putas tristes,

historia del escritor

Gabriel García Márquez

 

Por Liliana Gallardo 

Emilio Echevarría en Memoria de mis putas tristes
Luego de la polémica que provocó por ser acusada de promover la  pederastia y la trata de personas, la película Memoria de mis putas tristes que está basada en el libro del escritor colombiano Gabriel García Márquez tendrá su estreno en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
Dirigida por el cineasta danés Henning  Carlsen, esta cinta fue filmada con mucha discreción en el estado de Campeche, México, aunque en un principio se había iniciado en Puebla, en una provincia cercana a la capital mexicana, sin embargo tras el escándalo en el  que se vio envuelta tuvo que cambiar de locaciones.
Memoria de mis putas tristes se proyectará  dentro del programa que ofrece el  Festival de Cine de Guadalajara que inició este fin de semana y que concluye el próximo 10 de marzo, aunque cabe señalar que dicha exhibición se realizará sin propaganda  que la anteceda.

Escena de Memoria de mis putas tristes

Según la productora de esta cinta, Raquel Guajardo, el literato García Márquez y su esposa, Mercedes Barcha, han manifestado su aprobación al filme del cual se declaran “complacidos”.
“A los dos les gustó mucho la película, se les hizo bastante fina, elegante”, aseguró Guajardo.
Por su parte el director afirmó que García Márquez no estuvo durante el desarrollo del proyecto y que todos los trámites y consultas se vieron con su agente Carmen Balcells.

Vease el avance de la película en:


** ** **

El Pais
Madrid – España
7 de marzo de 2012 

Espectáculos
Presentan adaptación 
de García Márquez

La protagonista de la película es Geraldine Chaplin

La película "Memoria de mis putas tristes``, del director danés Henning Carlsen, basada en la novela homónima de Gabriel García Márquez, se presentó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, precisamente el día del cumpleaños del escritor colombiano.

La película cuenta con la actuación de la francesa Geraldine Chaplin, Emilio Echevarría y Dominika Paleta. Los actores mexicanos acudieron a Guadalajara junto con los productores de la película para presentarla en el cumpleaños 85 de García Márquez.

"Trabajar con Geraldine Chaplin es una cuestión que sí me dejaba sobrecogido", dijo Echavarría sobre la experiencia de compartir escenas con la célebre hija de Charles Chaplin. "Había algo en los ojos de Geraldine, como de profunda tristeza, que me recordaba algunas imágenes de su padre". El actor dijo que empezó a leer la novela de García Márquez cuando supo que interpretaría el papel de El sabio, pero que la dejó a la mitad por petición de Carlsen, quien prefirió que leyera el guión, adaptado por el francés Jean-Claude Carrière, creador de los guiones de films como Cyrano de Bergerac y La noche y el momento.

Por su parte, Paleta afirmó que confía en que la película tenga una buena recepción. "Estoy segura que va a tener un público distinto, un público de festivales" dijo. "Hacer una película con este hombre, con Henning Carlsen, es un privilegio", agregó. "Mi personaje tiene labio leporino, entonces traté de hablar con unos pañuelos adentro" de la boca, dijo. La adaptación a la novela de García Márquez ha causado polémica desde su filmación, pues algunas de sus escenas eróticas son poco convencionales, entre ellas la de un hombre de 90 años con una joven virgen y la de un adolescente que pierde su virginidad con una mujer. En su presentación Echevarría defendió la película de las críticas.

** ** **
Hoy en La Voz de Rusia
Moscú - Rusia
8 de marzo de 2012

Las memorias de
Gabriel García Márquez en Rusia

Víctor Cheburashkin 

Por primera vez en Rusia se publican las memorias del Premio nobel de Literatura Gabriel García Márquez. La obra autobiográfica “Vivir para contarlo” que en 2002 en el mundo hispanohablante fue un bestseller, la tradujo al ruso el conocido escritor y periodista ruso Serguei Márkov, que se entrevistó en muchas ocasiones con el famoso escritor. En entrevista a nuestra radio contó sobre el volumen de quinientos páginas, en el que Márquez describe su vida desde la infancia hasta su partida a parís, cuando el autor de las memorias tenía cerca de veintiocho años.

–Este libro nos descubre a un Márquez nuevo, desconocido. Sobre el existe una copiosa bibliografía, una de las más abundantes entre los escritores vivos… En este libro por primera vez describió su vida. Es el primero de los tres volúmenes que había pensado a escribir. Son las memorias más verídicas, ya que en torno a la biografía de Márquez hay muchas invenciones, incluidas las hechas por el mismo. Así, todas as entrevistas del escritor no se parecen una a otra, de manera que dan la impresión de que se trate de diversas personas. Tiene dos fechas de nacimiento: el año 27 y el 28. Como, a propósito, su amigo íntimo Fidel Castro, quien dijo una vez a Márquez: “Cada una persona que se respeta a sí misma debe tener dos fechas de nacimiento”.

Serguei Márkov platicó varias veces con Gabriel García Márquez. Comparte sus impresiones sobre el gran escritor con nuestra emisora:

–Me entrevisté hace tiempo con él, treinta años atrás, en La Casa de las Américas. Mi entrevista fue corta, duro unos 10-15 minutos. En lo fundamental habló de la belleza de las cubanas: mulatas y negras…. Cuando traté de encauzar la conversación hacia la literatura, me dio varias palmadas en el hombro, se rió y comenzó gastar chistes que no entendía bien porque su español colombiano es muy rápido. Pero pude hablar con él después, cuando me encontré con él, pasados cuatro años, en el Festival de Cine de La habana. Me causó la impresión de una persona nada sencilla, con dos o incluso tres niveles de visión de la realidad, con absoluto sentido del humor, que sabe predisponer a uno en su favor, muy atrayente, pero que sabe poner una barrera si una persona no le es interesante. Su mirada de inmediato se apaga, pasa el hilo de la conversación a otro tema y el interlocutor entiende al punto que nada tiene que hacer aquí. Afortunadamente no he experimentado tal cosa, pero otros me decían que él puede ser muy mordaz. Sabe entablar amistades, no en vano entre sus amigos figuran casi todas las grandes personas del siglo XX, comenzando por Fidel Castro, primeros ministros, reyes las personas más ricas del mundo, como Bill Gates.

Durante la conversación Serguei Márkov contó un caso interesante. Hace algunos años, el mega-estrella de la TV de EEUU Oprah Winfrey mostró el libro “Cien años de soledad” en su rúbrica “Oprah book” y dijo que lo había leído toda la noche, llorando y riéndose. En una noche este libro del lugar 172 en la lista de ventas subió al primero. Según el periodista, esto quiere decir que Márquez es un escritor joven y enérgico, a pesar de que acaba de cumplir 85 años.

–Releyendo a Márquez, comprendo cuán enérgica, joven y vivificante su literatura. Esto es especialmente perceptible en el contexto del cansancio que se siente incluso en grandes escritores. Si bien…ahora no hay escritores tan grandes como Márquez.

Según el periodista, en Rusia e libro disfrutará de un gran éxito. Esto se debe no solo al cariño que profesamos los rusos al gran escritor durante decenios, sino también a la popularidad del género de memorias que va en aumento en los últimos años.

–Hoy muchas personas han perdido puntos de referencia. Esto se explica por una avalancha de información, por la aparición de multitud de redes sociales… Las personas no entienden a dónde nadar. Las grandes figuras que han hecho mucho en esta vida son una suerte de faros y la gente, lógicamente, aspiran a orientarse a ellas, a leer sus obras y sus biografías.

Según Serguei Márkov, Márquez es justamente tal “faro”. Felicitamos un vez más de todo corazón a Gabriel García Márquez con motivo de su aniversario y esperamos ver en un futuro próximo los dos volúmenes restantes de su “Vivir para contarlo”. ¡Enhorabuena!

** ** **

ELESPECTADOR.COM
Bogotá – Colombia
9 de marzo de 2012


Gabo, el maestro
Por: Patricia Lara Salive


Por estos días de su cumpleaños número 85,
 quienes tuvimos la fortuna de tenerlo como maestro
en esos años inolvidables en que se autonombró
 editor de la revista Cambio 16 Colombia,
lo recordamos una y otra vez.

Gabo volvió a la revista su coequipera en la puesta en marcha de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Cambio16 ponía a su disposición el canje de pauta por habitaciones que tenía con el hotel Las Américas, y ahí se alojaban los grandes maestros que, en Cartagena, dictaban los talleres. Como contraprestación, teníamos dos cupos permanentes en ellos. Por eso, los periodistas de la revista tuvieron la mejor formación y, a muchos, Gabriel García Márquez en persona les dictó talleres y, desde cualquier lugar del mundo, les editó textos, les guió investigaciones y hasta les jaló las orejas. Recuerdo sus interminables llamadas telefónicas, esas en las que nos revelaba chivas, discutíamos las portadas, acordábamos los temas e, incluso, me leía parrafadas de su nueva literatura, por aquella época una trilogía de amor, algunos de cuyos apartes reconocí en Memoria de mis putas tristes.

Casi toda la redacción tuvo contacto con él. Para escribir estas líneas les pregunté sus recuerdos a Andrés Grillo, hoy editor en Soho, Nelson Fredy Padilla, editor dominical de El Espectador, y Armando Neira, editor en Semana.

Andrés recuerda que Gabo le enseñó que la crónica y el reportaje son los únicos géneros escritos capaces de competir con la radio y la TV, porque los avances técnicos dejan de lado la esencia del periodismo, esa curiosidad insaciable, ese preguntar y preguntar gracias al cual se descubre el fondo de la realidad. “Gabo sostenía —dice Andrés— que la escritura tiene que ser una forma de hipnosis: cada línea debe tener un suspenso que impida que el lector se escape. Insistía en que el párrafo inicial de un artículo compite con el croissant del desayuno: si no se logra que el lector prefiera seguir leyendo a comerse el croissant crujiente, fracasó el artículo”.

Y Nelson Fredy me responde: “Recuerdo que lo conocí primero por teléfono, gracias a que tú me lo pasaste para hacer una crónica del primer gringo extraditado a Colombia. Me la corrigió vía fax. Y cuando compró la revista Cambio sabía los nombres de todos. En pleno coctel de lanzamiento, él necesitaba un datero para hacer un perfil de Hugo Chávez y nos escapamos por la parte de atrás. Trabajó hasta las 5 a.m. y tuve que hacer un par de llamadas a Caracas a las 3 a.m. para precisar el color de un uniforme, la fecha de una ceremonia y el clima de ese día. Nos enseñaba con la dulzura del abuelo que aconseja al nieto”.

Y Armando recuerda un particular consejo de redacción celebrado en la playa del hotel Las Américas, en el que Gabo destapó una botella de un whisky centenario regalado por algún poderoso, y luego de corregir y rayar la revista, se negó, con razón, a regalarme una grabación, para utilizarla como gancho de venta de suscripciones, en la que él cantaba vallenatos, Julio Cortázar tangos y Carlos Fuentes rancheras, “ese es un secreto muy bien guardado”, dijo. Después, ya con algunas copas, relata Armando, “nos contó que él no hubiera querido ser narrador sino poeta, y nos recitó de memoria innumerables poemas de Borges”.

Y yo recuerdo no sólo sus anécdotas sobre las fuentes de algunos de sus personajes y de sus historias, sino algo mucho más importante: su sentido de la amistad...

¡Feliz cumpleaños, querido Gabito!

** ** **
lanacion.com
Buenos Aires - Argentina
9 de marzo de 2012


Los 85 años de García Márquez

El editor que vio la magia de Gabo

Francisco Porrúa recordó cuando, en 1967, decidió publicar en la Editorial Sudamericana Cien años de soledad

Por Patricio Bernabe
LA NACION

A sus 89 años, su voz suena aún clara, entusiasta. Y más aún cuando, del otro lado de la línea telefónica, recuerda cómo, hace casi cinco décadas, fue por su intervención que el mundo conoció, desde la Argentina, la obra máxima de uno de los mayores escritores en lengua castellana y futuro Nobel: Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
Paco Porrúa

Aunque minimiza el hecho y diga que cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo, en definitiva fue él, Francisco "Paco" Porrúa, y no otro. Por eso su nombre ya ha quedado asociado en forma indeleble con el gran libro del autor colombiano, que esta semana cumplió 85 años. Y con la Argentina, porque pese a haber nacido en La Coruña, por sus lazos con el país se considera un argentino más y a él se debe también la publicación de obras de Julio Cortázar.

Pese a que mucho se dijo de que la novela había sido rechazada por dos editoriales, en Vivir para contarla García Márquez menciona un rechazo, pero de La hojarasca. Porrúa ya había fundado la editorial Minotauro, dedicada a la ciencia ficción, cuando en 1967, como director literario de la Editorial Sudamericana, se produjo aquel encuentro entre obra y editor, instante que describe de manera natural, muy alejada del mundo mágico que creó García Márquez.

- ¿Qué recuerda de aquel momento?
-Primero, que el nombre de García Márquez me lo acercó el crítico Luis Haars. De esa manera conocí sus libros La hojarasca, Los funerales de la Mamá Grande y El coronel no tiene quien le escriba . Especialmente este último me pareció un muy buen libro. Lo llamé a García Márquez para ver si los podíamos publicar nosotros en Sudamericana, pero no pudimos porque ya los tenía una editorial mexicana. Entonces me dijo que me enviaría lo siguiente que estaba haciendo. Era Cien años de soledad.

-¿Qué impresión le causó?
-Bueno, por supuesto yo esperaba un buen libro, me bastaron unos poco párrafos para darme cuenta que era lo mejor que había escrito. No hace falta decir nada más del talento literario ni de la inteligencia de García Márquez. Además, yo ya estaba muy bien predispuesto por mis lecturas anteriores. Creo que si me hubiera entregado incluso algo de menor nivel que El coronel ... lo hubiera publicado igual.

-¿Cómo se hizo la entrega?
-El manuscrito me lo entregaron en mano en Buenos Aires en dos partes: una me la dio el director de cine mexicano Arturo Ripstein, que había filmado una película con guión de García Márquez y había llegado a la Argentina en un viaje familiar, y la otra me la dio Alvaro Mutis, que trabajaba en Buenos Aires en algo referido a la televisión.[i]

-¿Esperaba la repercusión que tuvo?
-Sí, un poco sí, porque en realidad él ya era famoso, le habían hecho reportajes y notas en diarios y revistas, cuando iba por la calle había gente que lo paraba para saludarlo. Buenos Aires era la ciudad ideal para publicar el libro, se vivía una atmósfera única, que no tenía equivalente en ningún lugar de España o América latina. Y se palpaba que un gran libro estaba por llegar. Se trata de una novela muy latinoamericana, pero por sobre todo diría muy caribeña.

-¿Se volvió a encontrar con él en los años siguientes?
- Sí, lo vi a Gabo muchas veces. En Barcelona, en México. Cuando viene acá a España se queda un día o dos. Pero hace cinco o seis años que no lo veo.

-¿Qué significó Cien años de soledad en su carrera de editor?
-Bueno? yo no tengo el orgullo del editor. Creo en el fondo que el editor es una persona casual, si no lo hubiera publicado yo lo hubiera hecho otro. En sí mismo el editor no tiene autoridad, su verdadera autoridad es su catálogo. Si es bueno, el editor es bueno, si su catálogo es malo, el editor es malo. Yo aparte me dedicaba a la tarea de editor en Minotauro y a traducir obras del inglés y el francés. Recuerdo el trabajo que me costó traducir Crónicas marcianas, de Bradbury. Lo hice cuatro veces, para tratar de ser completamente fiel al original. Recién en la última quedé conforme.

-¿Y qué pasó después?
-Estuve en Sudamericana desde 1958, y como director literario desde 1962. Me vine a España en 1977, pero no viví mi tarea con la misma felicidad que en Buenos Aires. Allí tenía muchos amigos escritores, periodistas, editores, de todo un poco. Cuando volví acá fue diferente, viví una suerte de aislamiento, de exilio. Trabajé en Minotauro, pero luego la vendí a Editorial Planeta. Hace diez años que ya no trabajo.

-¿Cree que en los últimos años ha aparecido alguien como García Márquez?
-Y... es complicado afirmar algo así. Comparar siempre es dudoso en literatura. No se puede decir que una obra es mejor que otra. Eso está bien para los deportes y las competencias, pero en literatura no funciona. Por otra parte, si decimos que no hay nadie comparable a García Márquez, también podríamos decir que no hay nadie comparado a Cortázar, a Borges, a Rulfo, a Onetti. Todos fueron escritores de una envergadura similar a García Márquez. Al menos para mí. Lo mismo se puede decir si tomamos escritores argentinos como Piglia o Juan José Saer. Yo no puedo decir que una obra es comparable con otra, son independientes. Cuando leemos un libro con entusiasmo, ese libro es incomparable.
[...]



[i] Esta afirmación de Porrúa va en contravia de lo que GGM siempre ha manifestado. Según el discurso del homenaje por sus 80 años, empeñó la estufa y el televisor para poder enviar el manuscrito a la editorial en Buenos Aires.

No hay comentarios: