23 de julio de 2014

MEMORABILIA GGM 772



Tabasco hoy
Villahermosa – Tabasco - México
21 de julio de 2014

Jorge Oseguera Moguel
Cuidador de corazones
Registró los últimos latidos de Gabriel García Márquez:
“Se fue bien, piano, como yo le desearía hasta a mi peor enemigo”.

Por Antonio Bertrá
Agencia Reforma

Fue cardiólogo del también Nobel Octavio Paz y de Carlos Monsiváis: “Estas gentes de altos vuelos tienen algo en común: son muy desapegadas de su corazón, no atienden tanto las cuestiones físicas”.

Jorge Oseguera Moguel alivia corazones, los acompaña y, cuando llega el momento, se despide de ellos; también los colecciona y los pinta con pixel art: “No es el centro del cuerpo ni es el alma; como símbolo, es un asidero existencial que nos ayuda a entender las incógnitas humanas”.

Jefe desde 1995 del Departamento de Cardiología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, Oseguera trató poco a Paz y a Monsiváis, pero fue durante cuatro años médico de Gabo.

En los días previos a su fallecimiento, la prensa lo esperaba diariamente a las puertas de la casa del escritor para interrogarlo. Las declaraciones del especialista eran parcas; trataba de ser respetuoso con la intimidad de su paciente y mantener un bajo perfil. Hacía mancuerna con el geriatra Eduardo García Mayo.

 Atendió a Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Carlos Monsiváis. El cardiólogo Jorge Oseguera Moguel es, además, pintor y coleccionista de corazones. Foto Reforma


 “Tuvo una neumonía, una infección urinaria como la puede tener cualquier ser humano, y la gente, sobre todo los medios, estaban más preocupados de qué se podía morir; nada más les faltó preguntarnos cuál era el germen específico que tenía”, comenta meses después de la partida del autor.

“Alguien nos advirtió al doctor David Kershenobich (director de Nutrición) y a mí que quien estaba internado era una persona patrimonio de la humanidad; eso uno lo tiene que entender y saber manejar, porque antes que patrimonio de la humanidad, antes que escritor, es un ser humano”.

-¿Hay corazones más valiosos que otros?
-No. A veces los médicos podemos caer en algo que está muy bien descrito: el síndrome del recomendado, y hacemos cosas que se salen del procedimiento, como pedir estudios que no tocan.

Entiendo, pero no termino de aceptar, que dos personas que padecen la misma enfermedad no puedan ir al mismo hospital, ser atendidos por el mismo médico y tomar los mismos medicamentos.

-Pero tenía claro que García Márquez era especial.
-Sí, pero te puedo decir que también fui cardiólogo de cabecera de Salvador Zubirán, mi jefe mayor, el dueño de la mística del instituto, mi ídolo. Y es más difícil ser médico de un médico que de un Nobel.

-¿Trata a todos por igual sin importar si es el gobernador o un obrero?
-O el jornalero, como el muchacho de 22 años de Uruapan que revisé hoy en la mañana y que cuando le dices: “tienes cáncer” no entiende, no por negación, sino porque nomás no hay con qué (se toca la cabeza).

Eso es algo interesante de Nutrición: Que puedes ver a Gregorio, luego al gobernador y después a una artista, pero afortunadamente no me han tocado artistas.

-¿Cómo se despidió del corazón de García Márquez?
-Admiré mucho a don Gabriel y tuve la fortuna de conocerlo cuando su problema de memoria no era muy marcado, así es que hubo una relación aunque no puedo decir que yo era su amigo. Me despedí primero de su memoria, en algún momento en esos cuatro años de tratarlo.

-¿Padecía Alzheimer?
-No. Fue teniendo problemas de memoria como frecuentemente ocurre con personas de esa edad (87 años), con unas más que con otras.

-¿Fue demencia senil?
-Sí, pero te puedo decir como lo he dicho antes: don Gabriel se murió de viejo.

-¿De verdad?
-Sí. No tengo ni derecho ni autorización de decir muchas cosas, pero cuando llegamos al homenaje (el 21 de abril en el Palacio de Bellas Artes) había una frase suya que decía: “La vida no es lo que uno vivió sino cómo lo recuerda”. Reflexionando en ello escribí una frase, y la compartí con la familia: “Cuando la memoria se va antes que la vida, se lleva la esencia de ésta, la vida, y entonces los sentidos cambian su sentido y uno se pregunta: ‘¿Cuál es el sentido?’”. Eso le pasó a don Gabriel, se le fue la vida antes de que su corazón dejara de latir.

-Se especuló que el cáncer que padeció había regresado.
-Tenía el antecedente del linfoma y si me preguntas si existía el riesgo de que recurriera, la respuesta es sí; si me preguntas: ¿recurrió?, no sé. Cuando la memoria se va antes que la vida se lleva la esencia...

-¿Don Gabriel supo lo que le pasaba?
-Supo que estaba en el hospital y que tenía un problema pulmonar; se sabía y se sentía enfermo. Cuando yo decido internarlo, doña Mercedes (Barcha, su esposa) se acababa de ir a Estados Unidos a arreglar un asunto, así es que hubo que convencerlo de ir al hospital. Cuando hubo una mejora transitoria, dijo: “¡A mi casa!”. Que quede claro: Tenía un trastorno de memoria significativo, pero no era de esos casos que pierden la conexión con la vida; reconocía a su cuidadora y a doña Mercedes. Una vez, en las últimas semanas que fui a revisarlo, me preguntó: “¿Tú quién eres?”, y yo pensé “chin” y me quedé callado. “Te engañé”, me dijo y descansé.

-¿Cómo llegó a sus manos?
-Hace cuatro años entró a Nutrición por una cosa sencilla y aprovechó para hacerse un chequeo. Tenía arritmia y por eso lo empecé a tratar.
Lo visitaba en su casa dos o tres veces por año. Don Gabriel era una persona sana. Tenía el antecedente del linfoma y si me preguntas si existía el riesgo de que recurriera, la respuesta es sí; si me preguntas: ¿recurrió?, no sé. El problema de las infecciones en los adultos mayores es que descontrolan todo: una arritmia controlada se altera, y si empieza a fallar el corazón fallan también los pulmones y el riñón se afecta. El paciente entra en una espiral de la que no puede salir.

-¿Qué aprendió de ese corazón tan querido por el mundo?
-Conocí una sensibilidad muy grande. Era una persona que usaba mucho la palabra justicia. Recordar significa volver a pasar por el corazón y yo voy a recordar mucho su buen humor y su agilidad mental, era una persona muy chispa.

-Ya que practica el pixel art, ¿cómo pintaría su corazón?
-Lo tengo fotografiado porque le hice un ecocardiograma, pero no sé si lo pintaré o, más bien, no sé cómo lo pintaría.

Un infarto definitorio

Apasionado de la cardiología, al doctor Oseguera le gusta definirse también como cordiólogo: un estudioso del corazón como símbolo y metáfora, que empezó a coleccionar imágenes de este músculo que encontraba en diversos impresos para algún día hacer un collage.

Los recortes aún esperan en una carpeta porque el especialista descubrió la pintura digital o pixel art en 2005, después de bosquejar unos años atrás el logotipo para el primer curso de Cardiología y Medicina Interna: Visión Dual, que finalmente ejecutó una artista y sigue siendo el distintivo del encuentro anual.

-Poco después se requirió otra ilustración; yo bosquejé una mujer saliendo de una rosa con motivos de corazones y le pedí a una sobrina que la pintara. Como pasaba el tiempo y no lo hacía, se me ocurrió escanearla y trabajarla con un programita llamado Paint, a base de ensayo y error. Luego descubrí el Photoshop y me dije: “¡De aquí soy!” -narra el especialista que en 2011 recopiló sus creaciones gráficas, llamadas Art d’Cor, en Metáforas y metamorfosis del corazón (Pinacoteca 2000).

Aceleradores del pulso

El 3 febrero de 1960 nació en Mérida, Yucatán, el mayor de los hijos del ingeniero geólogo Jorge Oseguera Shmuecle y Fina Moguel Sauri. -Me siento yucateco aunque no lo parezca; es que no dormí en hamaca, por eso no soy cabezón -aclara el cardiólogo.

A los seis meses de nacido, la familia se trasladó a Tampico, Tamaulipas, por motivos profesionales de su padre, que trabajaba para Pemex, y por el mismo motivo se instaló en la Ciudad de México cuando Jorge tenía seis años.

-Tuve la suerte de que en las vacaciones íbamos a Mérida y pasábamos un mes y medio en la casa de playa de mis abuelos maternos -dice.

-Mi recuerdo de Tampico es muy vago: la playa llena de chapopote, el patio de atrás de la casa que era un monte, las ranas y ya.

Los viajes están entre las cosas que le aceleran el pulso a Oseguera, al igual que la comida mexicana, que aprecia desde los tacos de suadero de pura maciza sin grasa, “para cardiólogo”. Frecuenta los buenos vinos y no renuncia a su dosis de tabaco.

-¿Qué sería de la vida sin incongruencias? -le revira a sus críticos.

Una de esas pasiones, un viaje familiar programado en los días de Semana Santa, le impidió al especialista estar al pie de la cama de García Márquez cuando falleció, el jueves 17 de abril, y firmar su acta de defunción.

-Decidí ir al viaje y la familia de don Gabriel lo aceptó; desafortunadamente coincidieron los eventos y el día previo a su deceso sabíamos que era cuestión de horas -revela.

Había todo un equipo de médicos y enfermeras organizado para el cuidado del Nobel en su casa, así es que su cardiólogo tenía “ojos por todos lados” y tuvo acceso a un trazo de electrocardiograma con los últimos 15 minutos de vida del escritor.

-Voy a exagerar un poco, pero puedo decir que vi el último latido de su corazón.

A botepronto

Con ocho exposiciones de su Art d’Cor en el DF, Cancún, Saltillo, Puebla y Veracruz, Jorge Oseguera es, al mismo tiempo, miembro de diez agrupaciones médicas como la Sociedad Mexicana de Cardiología y la European Society of Cardiology.

-¿Qué es lo más conmovedor que le ha susurrado un corazón enfermo?
-Justicia. El corazón enfermo o la enfermedad en este país como en muchos otros está relacionado con falta de justicia, por no hablar de pobreza e ignorancia.

-Esa máquina que lo sedujo, ¿fue creada por un dios o es producto del azar?
-Soy católico aunque no ejerzo, y sí pienso que hay un ente superior que lo creó. Para responder de una manera romántica: El origen del corazón es más antiguo que el hombre.

-¿Cómo debe ser el amor en los tiempos de la hipertensión?
-Piano, porque si eres hipertenso y te apasionas mucho se te descontrola la presión.

-¿Que le acelera el pulso?
La satisfacción del deber cumplido, las mujeres, me gustan todas.

-¿Que le encoje el corazón?
-La injusticia, el dolor de la enfermedad, de la muerte que llega cuando no toca porque se pudo haber prevenido, y los desamores que A botepronto todos hemos tenido.

-¿Cien años de qué le gustaría vivir?
-Más bien diría que, si volviera a nacer, haría lo mismo, pero al revés: primero sería pintor y después me convertiría en médico; primero sería cordiólogo y luego cardiólogo.



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EL UNIVERSAL
Cartagena – Colombia
20 de Julio de 2014

Los Funerales de la Mamá Negra

Por Álvaro Restrepo

 
Carmelina García (1941-2014). // Cortesía

Hace 20 años, cuando decidimos instalarnos con mi compañero Leopoldo en Cartagena, conocimos - gracias a mi ex cuñado Güido Cozzarelli - a uno de los seres más extraordinarios y luminosos que se haya cruzado jamás en nuestro camino. Recién llegados a la ciudad estábamos buscando una persona que nos ayudara con las labores domésticas.

Güido nos recomendó a Doña Carmelina quien había trabajado varios años en su taller de mecánica desempeñando oficios varios. Esta mujer ‘tolueña’, que en ese entonces rondaba los cincuenta años, nos impresionó desde el primer momento por su fuerza, inteligencia y por su - más que altivez - dignidad. Carmocha, como la llamábamos a veces, había enviudado hacia unos años: su marido albañil había caído de un andamio en uno de esos frecuentes y absurdos accidentes laborales que ocurren en Cartagena.

Con el premio de una pequeña lotería, compró su casa propia y sacó adelante a su familia - como tantas mujeres cabeza de hogar en este país - con enorme esfuerzo, sacrificio y capacidad de trabajo.

Al poco tiempo de llegar a nuestra casa nos dimos cuenta de algo de lo que nadie se había percatado, porque ella lo disimulaba muy bien: Carmelina no sabía leer ni escribir.

Cuando se lo comentamos a Güido y a mi hermana, nos dijeron que eso era imposible ya que ella, dentro su múltiples obligaciones en el taller, debía hacer consignaciones bancarias, trámites  notariales, cobros, etc... Carmelina era una gran dama y siempre se las arregló para hacer bien su trabajo: su firma era impecable y tenía un talento enorme para las matemáticas: sumaba y restaba con gran habilidad.

Leopoldo decidió entonces asumir la tarea de revelarle el mundo de la lectura y la escritura. Durante casi dos años, con paciencia franciscana, lo encontraba al medio día en la cocina, conduciéndole la mano a Carmocha, tratando de convencerla de que aunque se decía el ‘bú’, se escribía el bus y que aunque todos decían “puedta” se escribía puerta... Conmovedor era llegar unos años después a la casa y encontrarla, con sus anteojos y el cabello ya entrecano, leyendo sola en voz alta la página de sucesos de El Universal y escribiendo en su cuaderno, con su caligrafía recién nacida, las cuentas del mercado.

Carmelina tenía enormes dotes de narradora oral y actriz. Cuando nos refería sus historias de niña trabajadora en Tolú, miraba siempre hacia el vacío y con una gracia incomparable que le invadía todo el cuerpo, recreaba personajes y situaciones que nos hacían desternillar de la risa.

A veces cometía errores en el lenguaje - que más bien eran involuntarios hallazgos poéticos - y que nosotros nos negábamos a corregir: “Don Leopoldo, le acaba de llegar un paquete por ‘Semientrega’...”; “déjeme por favor su número ‘cedular’...”. Sin lugar a dudas, el mejor de todos y el más bello: “Don Álvaro, ayúdeme a conseguirle un cupo a mi sobrino en El Colegio del Cuerpo: es que él también es un niño ‘descalzos recursos’...”.

Pero quizás la anécdota más célebre y que Carmelina refería también con mucha gracia, tiene que ver otro García: hacía pocas semanas Gabriel García Márquez había publicado su ‘Noticia de un Secuestro’.

Por un error, Gabo cambió los apellidos del gobernador de Caldas, Fortunato Gaviria, secuestrado y asesinado en Manizales. Su hermana María del Pilar, gran amiga nuestra, me pidió que le mandáramos un fax con las correcciones y aclarándole las circunstancias escabrosas de esa muerte.

A las pocas horas, con su proverbial y obsesivo rigor de escritor y periodista, Gabo llamó desde México a nuestra casa.

Contestó Carmelina y se produjo el siguiente diálogo ...:

-“Don Álvaro salió”, dijo doña Carmen.

-“Dígale por favor que lo llamó Gabriel García Márquez.

-“Con mucho gusto...yo le digo.”

El ego de Gabo debió sentirse un poco machucado ante la parca reacción de Carmelina y le preguntó...

- “Y yo ¿con quién hablo?

- “Con Carmelina García a sus órdenes...”

- “Doña Carmelina...¿pero usted sí sabe con quién habla?”

- “Claro...¡con el autor de Siete años de Soledad!”

Me imagino la cara de Gabo...:

- “Ay! Doña Carmelina García”, le dijo, “¡usted no sabe el peso que me ha quitado de encima!”

Hace casi tres años Carmelina sufrió un accidente cerebro vascular que la redujo injustamente a un atado de piel y huesos en una cama de hospital. El ensañamiento médico y ‘la voluntad divina’ no la dejaban partir.

Hoy celebramos, no sólo que nuestra Carmen haya por fin descansado, sino sobretodo su vida y su persona maravillosas que nos inspiraron a todos y por las que le agradeceremos siempre.

-“¡Ay, cuerpo viejo....resiste!”, exclamaba Carmen a veces mientras hacía sus oficios...

Sí, descansa cuerpo viejo, porque con creces te ganaste el descanso, el cariño y la admiración de cuantos iluminaste con tu gracia.

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* “Me voy para donde mis hijos blancos”, nos cuentan que decía Carmelina cuando salía de su casa hacia la nuestra... Este texto fue leído el día de los funerales de nuestra Mamá Negra....


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SEMANA
Bogotá - Colombia
8 de mayo de 2014

Publicado originalmente alrededor de 1967

“Yo soy el Vargas Vila
de mi generación”:
 García Márquez

Por Flor Romero de Nohra

 
PERSONAJE Escribía cuentos infantiles que luego les leía a sus hijos para "matar" el estilo de Cien años de soledad. Flor Romero de Nohra y Gabriel García Márquez. Foto: Cortesía.


Escribe cuentos infantiles que luego lee a sus hijos Rodrigo (9 años) y Gonzalo (5), para "matar" el estilo de Cien años de soledad y crear algo diferente.

"Escribo todos los días de nueve de la mañana a tres de la tarde como un empleado de banco".
Le tiene pánico al avión y fuma desesperadamente. 
Es un lector incansable y amigo de la buena mesa.
"Tengo que seguir inflando el globo hasta que estalle o hasta que yo reviente".
 "Yo soy el Vargas Vila de mi generación". 
¿Cómo? "Sí, porque fíjate, Vargas Vila fue el escritor que más libros 
vendió en su tiempo y además, vivió en Barcelona varios años".

Gabriel García Márquez sonríe ampliamente debajo de esos bigotes estilo mexicano que cada vez son más largos y se le despelucan más. Está instalado nuevamente en Barcelona, después de regresar (por barco naturalmente, porque le tiene pánico al avión) de dos meses de vacaciones por Italia y Francia, con su esposa, Mercedes, y sus dos niños, Rodrigo (8) y Gonzalo (6) que ya han iniciado el año escolar, en un colegio de educación inglesa.

Fueron unas vacaciones relativas, pues estuvo corrigiendo la traducción al francés de Cien años de soledad y trabajando con la directora venezolana Margot Benacerraf en un guion para un largometraje en colores que se filmará en la Guajira. "Es un argumento de esos locos -dice Mercedes- con una gorda gorda, como personaje central".

"Espero terminar mi nueva novela en unos dos o tres años, para después sí irme a vivir ya del todo a Barranquilla y dedicarme a la pachanga. Ya estoy cansado de viajar. La cuestión es que no me dejan salir de Cien años de soledad porque no acabo de corregir la traducción francesa, cuando ya tengo que meterme a revisar la traducción inglesa". Además, pareja a la aceptación del libro (En España lleva varias semanas entre los diez libros más vendidos) viene el asedio publicitario. A todos los periodistas que lo visitan los atiende "porque yo soy periodista y me parece desleal decirles que no", pero la situación cambia cuando es, por ejemplo, un joven director de cine que dice: "Esta es la ocasión de mi vida, si me permite hacer una película sobre usted". Porque Gabriel García Márquez no quiere ni que hagan películas de su vida, ni de sus obras.

El mismo día en que Cien años de soledad ganó el premio de la Crítica en Italia, recibió una llamada del productor Francesco Rossi, pidiendo los derechos para hacer una película. "Sería una película muy larga y muy complicada. No es cierto, pues, que mi última novela va a ser filmada a corto plazo, como publicaron en Colombia. No sé de dónde sacaron esa noticia. Como no son ciertas tantas otras tonterías que publican sobre mí".

Gabriel termina el steak gótico, en el restaurante del barrio gótico de Barcelona. Enciende un cigarrillo negro y habla de su nueva novela: "Ya tengo casi todo estructurado. Lo más fácil es sentarme a escribir. Será una novela larga, como de mil páginas, con muchos personajes: chinos, holandeses, hindúes, ya me salgo de Macondo y me instalo en todo el Caribe". Le cuento que en Colombia están tan mareados con Cien años de soledad, que ya las reinas de belleza resuelven ser Pilar
Ternera, la prostituta vieja de su novela, las cartas políticas se escriben desde Macando, y todo así por el estilo.

Él comenta que en Venezuela más de 30 pintores participaron en la exposición de cuadros con temática de Cien años de soledad, y que la muestra fue con decoración de hojas e implemento costeños: "Aquí en España, el torero Paco Camino declaró que la novela que más le había gustado era la mía, y la cantante Massiel dijo que la novela que más le encantaba era "Mil años de soledad". Mercedes ha terminado la perdiz al vino, y ríe de buena gana. Ella es la que más lee los comentarios y colecciona los recortes de prensa que llegan de todas partes, a través de la agente literaria de Gabriel, la catalana Carmen Balcells, que se da golpes contra las paredes cuando él resuelve decir categóricamente "no quiero una película sobre Cien años de soledad, por lo que dijo Heminguay: "Cuando uno ve una película hecha con sus libros, es como ver a alguien haciendo caca sobre la tumba de su mamá".

Es un lector incansable, y tanto para leer como para escribir, se enfunda en un overol de camionero. Sabe que tiene un gran compromiso con los lectores, y por eso está haciendo despacio su nueva novela "Cien años de soledad" le abrió todas las puertas, y le ha dado experiencia para lidiar a los editores. "En un almuerzo reciente que le dio mi agente al editor norteamericano Cass Canfield, de Harper & Row, aumente cinco kilos de felicidad diciéndoles a todos los editores: "Lo tendré en cuenta a usted en mis planes futuros".

Es consciente de la inmensa alegría que da tener a los editores corriendo detrás del escritor, cuando lo usual es que los novelistas anden rogándoles a ellos que les publiquen. "Lo importante es escribir, seguir escribiendo, no importa lo que pase, hasta que un día se da una novela y ya se venden entonces todas las anteriores. Yo duré quince años escribiendo hasta que reventó. ¿Cuánto tiempo estuve con los originales de La hojarasca entre el bolsillo hasta que aquel editor colombiano, Lisman Banm, se decidió a publicarla?”.

Ahora Suramericana de Buenos Aires ha editado todos los anteriores libros de Gabriel García Márquez y están vendiéndose muy bien.

"No se debe firmar el contrato que le presentan a uno los editores, sino el que uno les presenta a él", es su recomendación experimentada para los jóvenes escritores.

Está enterado de toda la actualidad colombiana y sabe a veces más cosas que quienes vivimos del todo aquí: "Siempre que llegan recortes, yo leo por el respaldo las noticias que aparecen". De Venezuela, en donde hay grandes simpatías por él, desde el tiempo en que residió en Caracas también le llegan noticias. Y esta vez son de Adriano González León, el ganador del último premio Biblioteca Breve de Seix Barral, con País portátil, quien le comenta la actualidad, junto con su esposa, 'Mary', una argentina suave, pálida y sonriente.

Los percebes, esos mariscos increíbles, entre animales, vegetales y minerales con pezuña prehistórica, peludos y deliciosos, han invadido la mesa, "por recomendación de Mercedes: "Aquí en Barcelona, los mariscos son riquísimos. Ahora vendrá la temporada de las angulas; son de maravilla". Gabriel reconoce que es un "gourmet" de marca mayor y cuenta que hace escándalo cuando el plato no está bueno o cuando anuncian algo que no tienen. Esto claro, en el restaurante Amaya no sucede porque todo es ele primera, la atención y el cocinero, que es amigo de Gabriel.

Sobre los porcebes, las gambas y las cigarras desfilan los golpes de estado últimos de Suramérica y las situaciones calientes que viven algunos países. Le cuento que Esmeralda Arboleda se va a casar con el embajador de México en la ONU y Gabriel da también noticias: "Esmeralda estuvo hace poco visitando Barcelona, por cierto que perdió un anillo con una esmeralda que dizque valía como cinco mil dólares y era un recuerdo sentimental. Pusimos hasta aviso en el periódico, pero fue imposible recuperarlo. Se le perdió en el barrio gótico".

"Vamos a caminar por las Ramblas porque si dices que viniste a Barcelona y no conocisteis las ramblas, no te van a creer".

Hay parada forzosa frente a cada puesto de libros y revistas para ver qué hay de nuevo. (Se respira un clima de seguridad completa). Hasta en el barrio chino, en donde se cruzan las gordas, las flacas, las rubias, los marineros cantando, los jovencitos tímidos.

Gabo prepara su próxima novela El otoño del patriarca. "Es el monólogo de un dictador que está a punto de ser juzgado por un tribunal popular. Un hombre que ha gobernado su país durante 120 años". Hace ya tiempo tenía la novela casi terminada, pero rompió las 230 páginas. Durante años he venido reuniendo anécdotas e historias de dictadores. Ahora debo olvidarlas todas antes de empezar a escribir. Será difícil crear el prototipo de este personaje mitológico v patológico de la historia latinoamericana", G.G.M. expresa su preocupación.

"Es difícil inventar algo monstruoso o fantástico que sea, que no haya sido ya hecho por algún dictador hispanoamericano: Rafael Leónidas Trujillo, Tiburcio..".

Carias, Henri Chistophe o Alexandre Petion; Manuel Estrada Cabrera. Juan Vicente Gómez, Belzú o Mengarejo... "Y sobre la acogida de sus futuras obras después del éxito de Cien años de soledad predice: "Tengo que seguir inflando el globo hasta que estalle. O hasta que yo reviente".

Gabriel García Márquez se siente ubicado en Barcelona y hasta allá van los periodistas de Madrid a buscarlo para entrevistarlo, a enterarse de que le tiene pánico al avión, que no dicta una conferencia ni de peligro, que fuma como una chimenea y que está loco por volverse a Colombia, porque ya está harto de viajar.

Vease homenaje de SEMANA a GGM en

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