12 de abril de 2015

MEMORABILIA GGM 806


EL PAIS
Cali – Colombia
Abril 12 de 2015

"No somos la iglesia de Gabo":
Jaime Abello, director de la Fnpi

Por Paola Andrea Gómez y Diego Martínez Lloreda

Desafiante. Esa fue la actitud que al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, le hizo interesarse en Jaime Abello Banfi. Ocurrió en 1983, en una reunión donde se decidía si el Municipio debía tomar la administración del Teatro de Barranquilla, entonces en manos del Banco de la República. Gabo era defensor de la idea de entregarlo y Jaime, representante del comité intergremial del Atlántico, de no recibirlo, por todos los problemas que entonces tenía su ciudad.

De esa confrontación de ideas, que esa noche terminó en una charla cálida, en la casa de la ‘Tita’, la viuda de Álvaro Cepeda Zamudio, surgieron una serie de encuentros que 12 años después se cristalizaron en uno de los mayores anhelos de García Márquez: constituir una escuela de periodismo, inspirada también en aquella que fundó para el cine en San Antonio de los Baños, en Cuba.

El 18 de marzo de 1995, con un seminario de libertad de expresión y protección al trabajo periodístico en Colombia, comenzó el periplo académico de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi, que desde entonces dirige Jaime, uno de los ‘Gabólogos’ más reconocidos del mundo, por la amistad que durante años de trabajo los unió.

En vísperas de cumplirse un año de la partida del Nobel, el 17 de abril, Jaime evoca su legado, habla sobre los retos de la fundación y responde a las críticas sobre el cuestionado apoyo de  Gabo a Aracataca, entre otros, en esta entrevista que le concedió a El País.
Un año después de su muerte ¿cuál cree que es el legado más grande que nos deja García Márquez?

 
Jaime Abello, director de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi.
Foto: Cortesía Fundación Nuevo Periodismo / Especial para El País

Claramente su obra literaria, que es el gran motor de esa fama y reconocimiento universal. Pero cuando uno entra un poco más allá empieza a darse cuenta de las dimensiones de García Márquez en su amor y dedicación al periodismo. Y con su decisión de crear una institución que se dedicara a la formación de periodistas.

En lo ideológico, el haber decidido no anteponer su tendencia, sus ideas, al relacionarse con personas de cualquier posición ideológica. Fue capaz de ser amigo de Fidel Castro y de Bill Clinton a la vez. De reconciliarse con Turbay Ayala, en cuyo gobierno le tocó salir del país. Era una persona tolerante, que se dedicó  también al tema de los Derechos Humanos.

Y en lo humano, ese sentido del humor, esa mamadera de gallo pero con seriedad, que refleja que fue un hombre que se la gozó pero que trabajó duro. Esa es la lección que nos deja: que fue un hombre que basó sus historias en nuestra cultura.

Usted estaba en México, por casualidad, cuando murió Gabo. ¿Cómo fue esa última vez que lo vio?
Yo había estado unos meses atrás almorzando con Gabo, Mercedes, su hijo Gonzalo y su nieto Mateo. Regresé en abril de 2014 con intención de saludarlo y me tocó  despedirlo. Ese día, 17 de abril, entró una llamada para anunciarme que Mercedes me estaba buscando, porque Gabo había muerto. Cuando llegué a su casa, estaban  subiéndolo al vehículo de la funeraria. Me tocó ver sus restos, fugazmente.

Pero en ese último almuerzo que tuvieron, a finales de 2013, ¿cómo lo encontró? 
Ya todos sabemos que al final Gabo tenía una disminución de facultades, que no tenía la misma memoria de antes, aunque jamás perdió la consciencia. Tenía un problema de audición,  debía usar audífono y eso lo ensimismaba. Pero  mantenía la ternura, la mamadera de gallo, la capacidad de contar cuentos. Lo último que recuerdo es esa mirada cristalina, la sonrisa y la mano sobre Mercedes,  diciéndole ‘Mechas’. Se nos fue despidiendo poco a poco, se fue apagando. Se fue yendo con elegancia y eso nos hizo más llevadera su desaparición.

Los méritos de Gabo no se discuten, su valor como periodista y escritor. Sin embargo hay voces que dicen que Gabo no le dejó nada a su pueblo, que no fue generoso con Colombia…
Tengo absoluta claridad de que Gabo le dio lo más importante a una comunidad: sentido de orgullo y pertenencia. Un gran potencial  que ojalá sea bien manejado, porque el significado que tiene Aracataca a nivel mundial es muy importante y está llamada a ser un destino turístico cultural.
Es injusto que no se les reclame a otros autores que resuelvan problemas de acueducto y alcantarillado. Le echan la culpa a Gabo y  es responsabilidad  de la colectividad exigir sus derechos como contribuyentes y en segundo  lugar, es culpa de los políticos, de sus líderes.

También se le critica el haberse alejado de su país, de su gente.
Eso no es cierto. Siempre tuvo una casa en Colombia. Nunca se sintió exiliado. Él tuvo que salir por una situación de emergencia, porque tenía información de que le iban a complicar la vida. Pero volvió un año después y con proyectos importantes, con la intención de hacer un periódico, hizo una fundación importante, le dejó al país una literatura con la qué sentirse representado. Fue un hombre viajero e internacional, pero su trabajo, sus preocupaciones ciudadanas y políticas estaban con Colombia. Jamás cambió de pasaporte, ni siquiera de acento. Tuvo siempre casa en Bogotá, Cartagena, México, Barcelona, La Habana, Los Ángeles donde rompió otro mito sobre su lejanía al gobierno de Estados Unidos por estar cerca de Cuba. Sobre García Márquez había muchos mitos. Y es mucho más rica la realidad que nos deja.

Otro hecho que ha causado controversia es la decisión de la familia de venderle a la Universidad de Texas algunos documentos de la vida de Gabo, porque se  esperaba que los donara a su nación...
La gente no esperaba nada. El debate surge después de que las decisiones se toman. Este es un patrimonio documental al que el mundo entero le interesa. Hay muchos autores  que a sus herederos les han entregado sus archivos y los han vendido. La Universidad de Texas va a digitalizar el material, lo va a poner al servicio de los investigadores y lo acercará a Colombia. A la Feria del libro de Bogotá vendrán dos especialistas de la universidad para hablar de los planes que tienen. Francamente creo que es una falsa discusión, porque el investigador de Colombia que tiene interés va a poder usas esos archivos, más allá del fetichismo de tenerlos aquí o allá.

Uno de los propósitos de la Fundación Nuevo Periodismo, en sus 20 años, es impulsar el centro internacional de estudios de García Márquez. ¿Cómo va ese proyecto?
Se promulgó una ley en diciembre, que contempla una serie de proyectos, actividades y políticas públicas para reconocer y preservar la memoria de García Márquez. En esa ley se promueve que en Cartagena exista un centro para su legado, que convoque el apoyo público y privado, con los ministerios de Cultura y de las TIC y con el acompañamiento de la fundación.
Este centro debe tener, por lo menos, una exposición interactiva dedicada a la vida y obra de Gabo. En segundo lugar, la escuela taller de periodismo y tercero, un centro cultural para desarrollar los temas que le interesaron a García Márquez. Además de un proyecto de memoria, de recopilación de documentos e imágenes del Nobel.

¿Usted cree que Colombia entendió lo que significó Gabo para la literatura universal?
Yo sí creo. La prueba está en la manera en que distintas instituciones lo han acogido, los eventos que se han hecho. Tuve la oportunidad de ver el especial de El País sobre la muerte de Gabo y quedé impresionado con la calidad, el amor y los datos interesantes reseñados. Nos estamos ocupando de que Gabo no se olvide y se convierta en un pretexto de cosas buenas. La Feria del libro de Bogotá tiene este año como país invitado a Macondo, campañas de lectura, salen nuevas ediciones de la obra de García Márquez y vendrán más cosas.

Frente a voces como la de María Fernanda Cabal y el controvertido trino donde aparecía una foto de Gabo y Fidel Castro con la leyenda “pronto estarán juntos en el infierno”, ¿qué impresión tiene usted?
Yo creo que tienen derecho a expresar lo que quieran, pero la verdad no incide en nada ni lo que dicen María Fernanda Cabal, ni Fernando Vallejo. García Márquez en vida nunca les respondió a sus detractores. Tampoco a nosotros nos corresponde responderles.  A María Fernanda le  sirvió el trino para posicionarse,  porque nadie la conocía hasta que empezó a hablar mal de Gabo. Entonces a ella le ha ido bien con eso, pero no tiene mucha importancia.

Tras la muerte de Gabo han surgido un montón de expertos, de amigos íntimos y uno se pregunta, ¿en realidad eran tantas las personas cercanas al Nobel?
Es una mezcla de todo. Sí fue una persona que impresionó mucho a quienes lo conocieron. Para mucha gente, un solo encuentro con Gabo fue una experiencia. García Márquez era una persona que encantaba. De alguna manera todos tenemos derecho a hablar de él, porque somos sus lectores y por eso hay muchas voces. Pero claro, también hay voces que inventan  cosas, que me dan risa. Hay una especie de mitificación de personajes que se hace con cariño y a veces de mala fe.

Por la Fundación Nuevo Periodismo han pasado más de 35.000 estudiantes y se han realizado más de 700 talleres. ¿Cómo han logrado mantenerse vigentes y con financiación en tiempos de crisis?
Con la capacidad de generar alianzas. Aliados magníficos, como la organización Ardila Lulle, Cementos Cemex, la Alcaldía de Medellín, Sura, Bancolombia, los medios de comunicación. Construimos un nodo de alianzas que nos financian y respetan nuestra independencia. También, con los maestros que nos dan su visión y con unos equipos que nos han permitido estar sintonizados con decenas de periodistas en el continente. La idea es que los jóvenes encuentren un estímulo para dar un salto cualitativo en su carrera y que los veteranos se fortalezcan, para que después de los talleres salgan  recargados al combate.

Hay quienes piensan que los periodistas de la Fundación son como una especie de intelectuales y que siempre están los mismos, mientras que muchos periodistas de a pie difícilmente pueden clasificar a un taller.
Tenemos que cuidar que no sea así. No niego que es posible que haya habido gente muy talentosa que haya repetido, pero no es el interés de la Fundación crear grupos ni élites. Vamos a hacer esfuerzos para que no sea así, porque sí he oído esa crítica. Se han destacado algunos por su talento, pero no es nuestro interés que esa percepción trascienda, porque nuestra política es otra: vocación, talento.

A pesar de todos los reconocimientos que hay para la Fundación, algunas voces señalan que es como funciona como una logia de culto a Gabo. Y ay de quien ose decir algo en contra...
Nooo. Queremos mucho a Gabo pero él mismo no hubiera querido que alrededor suyo se construyera una iglesia o un fanatismo. No somos esa iglesia. Somos su Fundación, pero no su Iglesia.

Las casas de Gabo, todas idénticas

Así recuerda Jaime Abello los lugares donde residía el Premio Nobel de Literatura.

“Las casas de Gabo eran todas iguales. Caribes, con el sofá grande blanco. Conocí el apartamento de Barcelona, de Los Ángeles, la casa en La Habana, que era prestada, las de México, Cartagena y Bogotá guardaban todas los mismos elementos de decoración. En Barranquilla, en marzo del 98, lo acompañó a comprar los muebles la arquitecta Katia González, en el Prado. Y entonces eligió una casa con balcón muy grande y compraron el sofá blanco. Luego puso la misma foto de las otras, en que aparece recibiendo el Nobel, la música que prefería y el computador Macintosh.

Pareciera que además de necesitar comodidad, buscaba dónde sentirse siempre en casa, dónde envolverse. Nada pretencioso, simple pero delicioso. Son casas bonitas y muy caribes, muy de lo que se refleja en sus obras tan colombianas”.

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EL PAIS
Cali – Colombia
12 de abril de 2015

El reto de traducir a 'Gabo'
 Esloveno, húngaro, vietamita y esperanto son algunos de los más de 40 idiomas a los que se ha traducido la obra literaria de Gabriel García Márquez. Al conmemorarse un año de su muerte, recordamos la historia de aciertos y disparates cometidos al convertir la lengua ‘macondiana’ en universal.

Por Juan Fernando Merino 

 

Cuando a finales de 1968 Gabriel García Márquez decidió –en vista del éxito enorme que estaba teniendo la versión original de ‘Cien años de soledad’– que había llegado el momento de traducir la novela al inglés, pidió consejo a su amigo Julio Cortázar, quien había viajado mucho más que él, hablaba varios idiomas e incluso empezaba a hacer sus primeras traducciones literarias del francés y el inglés al castellano.

 “¡Rabassa!”, le contestó el autor argentino sin dudarlo. “Es el único que puede hacer una traducción de la novela como  se merece”.

Cortázar tenía razones de peso para saberlo. Gregory Rabassa, un profesor universitario y un lector inveterado, nacido en Yonkers, de padre cubano y madre neoyorquina, había hecho una traducción al inglés tan soberbia de la descomunal y cifrada ‘Rayuela’, que fue considerada superior a la traducción al francés–a pesar de que estaba escrita en un castellano con numerosas estructuras gramaticales francesas– y  el año de su aparición ganó en Estados
Unidos el Premio Nacional del Libro en la categoría de Traducción.

Gabo le hizo caso a su amigo, pero para su desaliento se encontró con una cordial negativa de Rabassa: no tenía el tiempo; estaba traduciendo nada menos que la ‘Trilogía de la república de la banana’, del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias.

 “Espéralo lo que haga falta”, le aconsejó de nuevo Cortázar a García Márquez cuando este le contó de su fallido intento con Rabassa. “Pero espéralo”.

 Fue así como comenzó su andadura una de las traducciones más célebres de toda la historia de la literatura latinoamericana.  Y es que además de su encomiable lealtad al texto original, que no fidelidad exacta, y de su gran valor literario y artístico (hasta el punto de que el propio Gabo  afirmó en persas oportunidades que prefería esta versión a su original), esta traducción al inglés de ‘Cien años de soledad’ fue tan bien recibida por la crítica especializada, empezando por las reseñas elogiosas de The New York Times y de la revista The New Yorker,  y más adelante por los lectores anglosajones, que ello supondría una formidable plataforma de difusión  para la novela y ayudaría a proclamar a los cuatro vientos y hasta los últimos rincones del orbe que había nacido una obra maestra de la literatura universal.

El propio Rabassa tenía claro que  aquella traducción sería un enorme reto y toda una aventura. Para empezar, aunque por regla general no leía una novela antes de traducirla con el fin de permitir que la emoción del descubrimiento inspirara su labor, con ‘Cien años de soledad’ hizo una excepción.

“Ya había leído el libro”, cuenta Rabassa, “y me di cuenta de que si me hubiera atenido a mis métodos usuales de trabajo, el resultado habría sido un poco diferente. No sé si mejor o peor. Me pregunto si la traducción saldría beneficiada si la hiciera hoy, después de haber trajinado tanto con la novela en mis cursos y de haber leído lo que otros dijeron. Lo que trato de decir, por supuesto, es que cada vez que leemos un libro este se transforma”.

Pero aun cuando la traducción de Rabassa fue excepcional, no todas las traducciones de las  otras novelas del Nobel colombiano han corrido con la misma suerte. Son célebres varias de las equivocaciones cometidas al pasar del castellano  a la lengua de Shakespeare expresiones coloquiales, modismos o palabras que probablemente solo existen en  tierras del realismo mágico.

El gabólogo Conrado Zuluaga, quien ha navegado durante décadas por decenas de páginas del premio Nobel, se convirtió además en un cazador de gazapos macondianos. En la investigación realizada conjuntamente con Margert S. de Oliveira, descubrió disparates como estos: En ‘El otoño del patriarca’ el traductor convirtió la burundanga en una fruta, cuando en realidad es un alcaloide; un zambapalo –es decir una riña o una gresca- en una danza; y la marimonda –un tipo jocoso, mamador de gallo- oigan esto, en un homosexual.  Esto en su versión en inglés.

Peores ‘embarradas’ se encuentran en las versiones alemana y francesa de la  misma novela. Allí, el traductor tuvo la ligereza de convertir un ‘macaco’ (un mico, claro) en una ‘papagayo’; y de referirse a la ‘pava’, es decir a la mala suerte, como la hembra del pavo. Y la lista sigue.

Volviendo a ‘Cien años de soledad’, aunque la novela ya había sido traducida al francés y al italiano  en 1968, a partir de la aparición de ‘One Hundred Years of Solitude’ en 1970 y su consiguiente resonancia internacional, muy pronto se empezaron a multiplicar sus traducciones  a los idiomas considerados más importantes literariamente. Fue así como entre 1970 y 1973 aparecieron versiones en alemán, checo, danés, esloveno, húngaro, sueco, noruego, serbocroata, danés, portugués y japonés, entre otras. 

Pasados unos años aparecerían también versiones al vietnamita, el bengalí, el ucranio, al javanés y un largo etcétera, hasta completar 38 traducciones a otros tantos idiomas. En 1992 llegaría al esperanto de la mano del periodista y filólogo español Fernando de Diego bajo el título ‘Cent jaroj da soleco’.

Y supuestamente, como una especie de vuelta al origen, se está realizando una traducción al idioma wayuunaiki, coordinada  por el gestor cultural y compositor de música vallenata Félix Carrillo…  Supuestamente, porque después de un lanzamiento con mucho bombo, gaita y acordeón en el que se anunció que se había conseguido que el propio García Márquez escribiera el prólogo y que a mediados de 2011 estaría lista la traducción, a cargo de un grupo de hablantes nativos integrantes de la comunidad wayú tanto colombianos como venezolanos, cuatro años después, el proyecto está suspendido, Carrillo no volvió a hablar de los recursos para pagar a los traductores, y aumentan las dudas de que el prólogo verdaderamente haya sido escrito por el Nobel.

Igualmente complicadas han resultado las traducciones al chino y al ruso, aunque por razones muy diferentes.  En el primer caso, después de una decena de ediciones pirateadas, que infringían todos los derechos de autor, finalmente en mayo de 2011, y tras arduas negociaciones con Carmen Balcells, la agente de García Márquez, se publicó una nueva traducción al chino de ‘Cien años de soledad’, con una primera impresión de 300.000 ejemplares. Como dato curioso, su traductor Fan Ye –quien se convertiría en una celebridad en su país– tardó exactamente un año en traducir el libro, y al publicarse su extensión fue de 360 páginas, un número mágico entre ciertas culturas ancestrales chinas.

En el caso de la versión rusa, la traducción de Valeri Stolbov fue sometida a la censura del régimen soviético y varios episodios  supuestamente eróticos fueron omitidos. Cuando en 1979, un periodista confrontó al traductor a propósito de las partes censuradas, este se defendió diciendo: “Sí, es cierto, no podemos dejar de lado en la obra de García Márquez el elemento erótico, algo profundamente humano. Pero quiero dejar en claro que no tuvimos un espíritu de censurar; si así hubiera sido, no habríamos publicado el libro, para empezar. Uno debe tener en consideración que la novela tuvo el tiraje más grande que se haya visto en la historia. En el solo mundo socialista tres millones y medio de copias representa algo del todo inconcebible’”.

García Márquez y sus traductores.

La relación del  Nobel colombiano con sus traductores siempre fue de enorme respeto y de escasa cercanía personal o epistolar. Según le contó al periodista Darío Arizmendi durante una muy extensa entrevista radial realizada a lo largo de dos días, el 30 y 31 de mayo de 1991, en un principio, cuando empezó a ser traducido a otros idiomas, estaba siempre muy pendiente a las traducciones que aparecían, revisaba las de los idiomas que le resultaban accesibles, como el francés, el italiano y el inglés, estaba atento a las preguntas de los traductores y hasta les sugería matices. Luego con el tiempo y la multiplicación de las traducciones,  empezó a perder ese interés y dejaba simplemente que “los libros anden de su cuenta”. Eso sí, siempre siguió respondiendo sus dudas principales, una actividad de la cual sacó una conclusión muy particular:

 “Prácticamente todos los traductores de los idiomas  digamos occidentales siempre me mandan, inmediatamente que leen el libro, una lista de dudas que les aclaro. Y lo curioso es que generalmente esa lista de dudas siempre es la misma en los distintos idiomas. Las 17 primeras son siempre las mismas. Algunas no son dudas del significado de la palabra sino el matiz con que la he usado, porque son palabras que tienen distintas acepciones o que le he dado un uso metafórico”.

Con los idiomas de los cuales no tenía la más mínima noción, García Márquez no tenía más remedio que confiar en sus traductores y esperar que las versiones que llegaban a manos de un vietnamita, un bengalí o un ucraniano fuesen lo más fieles posibles al original, o al menos que las pérdidas no fueran excesivas. “¿Cómo sé yo cómo serán mis libros en árabe o en chino?”, comentaba en aquella misma entrevista. “Sobre todo que los chinos, según tengo entendido, no traducen línea por línea, es decir, no se hacen traducciones literales sino que ellos cogen el libro y lo reelaboran dentro de una estructura que es el modo de contar chino, que es completamente distinto de las estructuras de mis libros… De manera que me pregunto, ¿qué puede quedar de allí?”

Solo después de un providencial encuentro en París con un escritor japonés, García Márquez quedaría mucho más tranquilo de la posibilidad de verter acertadamente sus obras a lenguas para él completamente ignotas.  Y es que aquel escritor, que había leído ‘Cien años de soledad’ en japonés, en una traducción hecha conjuntamente a partir de las versiones en inglés y francés, le habló de la novela durante dos horas largas con tal propiedad, con tanto detalle  e introspección y con tanto entusiasmo, que Gabo quedó convencido de la enorme capacidad de su traductor o traductora al japonés. “Entonces ya me despreocupé de eso y me alegró mucho y estoy absolutamente seguro de que lo que mis lectores leen en los otros idiomas, es el libro que yo escribí”.

Su enorme respeto y admiración por el oficio de la traducción  quedó plasmado con letras indelebles (al menos para los practicantes de ese oficio) en un artículo titulado: ‘Los pobres traductores buenos’, publicado en julio de 1982 en el diario madrileño El País. “Alguien ha dicho que traducir es la mejor manera de leer. Pienso también que es la más difícil, la más ingrata y la peor pagada”, empezaba diciendo el texto, para luego pasar a ensalzar a los grandes traductores de todos los tiempos y de todas las lenguas, cuyos aportes personales a cada obra traducida raramente son puestos de manifiesto, mientras que se tiende a magnificar los desaciertos o despistes.

 Al final del artículo confesaba, además, que desde hacía mucho tiempo estaba traduciendo muy lentamente, gota a gota, los Cantos del poeta italiano Giaccomo Leopardi, pero que lo hacía a escondidas y con pleno conocimiento de que “no será ese el camino que nos lleve a la gloria ni a Leopardi ni a mí. Lo hago sólo como uno de esos pasatiempos de baños que los padres jesuitas llamaban placeres solitarios. Pero la sola tentativa me ha bastado para darme cuenta de qué difícil es, y qué abnegado, tratar de disputarles la sopa a los traductores profesionales”.

Juan Fernando Merino
es escritor y traductor caleño,
es autor de la novela ‘El intendente de Aldaz’.
Miembro del Comité Editorial de GACETA.

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A las 8 de la noche de hoy se transmitirá este especial. (N del E.)

LA REPUBLICA
Bogotá – Colombia
11 de abril de 2015

Especial de 
Gabriel García Márquez
en Discovery Channel

COLPRENSA_

A un año del fallecimiento del escritor más reconocido de Colombia, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, Gabriel García Márquez, Discovery le rinde un homenaje con el especial: ‘Gabriel García Márquez (1927-2014)’, que se estrenará el 12 de abril a las 8:00 p.m.

El especial de una hora, dirigido por el británico Justin Webster y narrado por el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez, recorre los sucesos más importantes de la vida de Gabo, resaltando su inclinación constante por la escritura, pasando por su oficio como periodista de dos importantes diarios de Colombia, hasta alcanzar el Premio Nobel que lo puso en la cima del mundo literario en 1982.

“Con este especial Discovery quiere rendir homenaje a una de las figuras más importantes de la cultura latinoamericana. Tener testimonios de personas de la talla del expresidente de los E.E.U.U. Bill Clinton, y poder conversar con los hermanos de Gabo sobre él, hacen que este programa se convierta en un documento que refleja su visión mágica del mundo, que ha impactado y seducido a millones de lectores”, afirmó Michella Giorelli, VP de producción y desarrollo de Discovery Networks Latin America.

También algunas locaciones significativas que marcaron la vida de Gabo en países como Colombia, Francia, México, Cuba y España, permitieron que el equipo de producción retratara de la manera más fiel los pasos más importantes en la vida de ‘Gabo’. El viaje de Juan Gabriel Vásquez a través de la historia del escritor, permitirá a la audiencia entender por qué el nobel colombiano marcó un hito en el mundo de la literatura mundial.

‘Gabo’ es producido por JW Productions, Ronachan Films, y Horne Productions en coproducción con Discovery Latin America y Caracol Televisión.

Algunos personajes que hacen parte del especial de ‘Gabo’

Entrevistas inéditas a familiares, amigos y allegados hacen parte de la reconstrucción de la historia relatada de Gabo. Personajes como Bill Clinton, Gerald Martin, biógrafo principal del escritor; Jaime García Márquez, hermano de García Márquez; Plinio Apuleyo Mendoza, escritor y mejor amigo; César Gaviria, expresidente de Colombia; Isidro Álvarez Jaraba, quien se refiere a La Mojana y Sucre en la vida del escritor, y el periodista Gustavo Tatis Guerra hacen parte del especial.

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