EL PAIS
Cali –
Colombia
Abril 12
de 2015
"No
somos la iglesia de Gabo":
Jaime
Abello, director de la Fnpi
Por
Paola Andrea Gómez y Diego Martínez Lloreda
Desafiante. Esa fue la actitud que al Premio
Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, le hizo interesarse en Jaime
Abello Banfi. Ocurrió en 1983, en una reunión donde se decidía si el Municipio
debía tomar la administración del Teatro de Barranquilla, entonces en manos del
Banco de la República. Gabo era defensor de la idea de entregarlo y Jaime,
representante del comité intergremial del Atlántico, de no recibirlo, por todos
los problemas que entonces tenía su ciudad.
De esa confrontación de ideas, que esa noche
terminó en una charla cálida, en la casa de la ‘Tita’, la viuda de Álvaro
Cepeda Zamudio, surgieron una serie de encuentros que 12 años después se
cristalizaron en uno de los mayores anhelos de García Márquez: constituir una
escuela de periodismo, inspirada también en aquella que fundó para el cine en
San Antonio de los Baños, en Cuba.
El 18 de marzo de 1995, con un seminario de
libertad de expresión y protección al trabajo periodístico en Colombia, comenzó
el periplo académico de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano,
Fnpi, que desde entonces dirige Jaime, uno de los ‘Gabólogos’ más reconocidos
del mundo, por la amistad que durante años de trabajo los unió.
En vísperas de cumplirse un año de la partida
del Nobel, el 17 de abril, Jaime evoca su legado, habla sobre los retos de la
fundación y responde a las críticas sobre el cuestionado apoyo de Gabo a Aracataca, entre otros, en esta
entrevista que le concedió a El País.
Un año después de su muerte ¿cuál cree que es
el legado más grande que nos deja García Márquez?
Jaime Abello, director de
la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi.
Foto: Cortesía
Fundación Nuevo Periodismo / Especial para El País
Claramente su obra literaria, que es el gran
motor de esa fama y reconocimiento universal. Pero cuando uno entra un poco más
allá empieza a darse cuenta de las dimensiones de García Márquez en su amor y
dedicación al periodismo. Y con su decisión de crear una institución que se
dedicara a la formación de periodistas.
En lo ideológico, el haber decidido no
anteponer su tendencia, sus ideas, al relacionarse con personas de cualquier
posición ideológica. Fue capaz de ser amigo de Fidel Castro y de Bill Clinton a
la vez. De reconciliarse con Turbay Ayala, en cuyo gobierno le tocó salir del
país. Era una persona tolerante, que se dedicó
también al tema de los Derechos Humanos.
Y en lo humano, ese sentido del humor, esa
mamadera de gallo pero con seriedad, que refleja que fue un hombre que se la
gozó pero que trabajó duro. Esa es la lección que nos deja: que fue un hombre
que basó sus historias en nuestra cultura.
Usted
estaba en México, por casualidad, cuando murió Gabo. ¿Cómo fue esa última vez
que lo vio?
Yo había estado unos meses atrás almorzando
con Gabo, Mercedes, su hijo Gonzalo y su nieto Mateo. Regresé en abril de 2014
con intención de saludarlo y me tocó
despedirlo. Ese día, 17 de abril, entró una llamada para anunciarme que
Mercedes me estaba buscando, porque Gabo había muerto. Cuando llegué a su casa,
estaban subiéndolo al vehículo de la
funeraria. Me tocó ver sus restos, fugazmente.
Pero en
ese último almuerzo que tuvieron, a finales de 2013, ¿cómo lo encontró?
Ya todos sabemos que al final Gabo tenía una
disminución de facultades, que no tenía la misma memoria de antes, aunque jamás
perdió la consciencia. Tenía un problema de audición, debía usar audífono y eso lo ensimismaba.
Pero mantenía la ternura, la mamadera de
gallo, la capacidad de contar cuentos. Lo último que recuerdo es esa mirada
cristalina, la sonrisa y la mano sobre Mercedes, diciéndole ‘Mechas’. Se nos fue despidiendo
poco a poco, se fue apagando. Se fue yendo con elegancia y eso nos hizo más
llevadera su desaparición.
Los
méritos de Gabo no se discuten, su valor como periodista y escritor. Sin
embargo hay voces que dicen que Gabo no le dejó nada a su pueblo, que no fue
generoso con Colombia…
Tengo absoluta claridad de que Gabo le dio lo
más importante a una comunidad: sentido de orgullo y pertenencia. Un gran
potencial que ojalá sea bien manejado,
porque el significado que tiene Aracataca a nivel mundial es muy importante y
está llamada a ser un destino turístico cultural.
Es injusto que no se les reclame a otros
autores que resuelvan problemas de acueducto y alcantarillado. Le echan la
culpa a Gabo y es responsabilidad de la colectividad exigir sus derechos como
contribuyentes y en segundo lugar, es
culpa de los políticos, de sus líderes.
También
se le critica el haberse alejado de su país, de su gente.
Eso no es cierto. Siempre tuvo una casa en
Colombia. Nunca se sintió exiliado. Él tuvo que salir por una situación de
emergencia, porque tenía información de que le iban a complicar la vida. Pero
volvió un año después y con proyectos importantes, con la intención de hacer un
periódico, hizo una fundación importante, le dejó al país una literatura con la
qué sentirse representado. Fue un hombre viajero e internacional, pero su
trabajo, sus preocupaciones ciudadanas y políticas estaban con Colombia. Jamás
cambió de pasaporte, ni siquiera de acento. Tuvo siempre casa en Bogotá,
Cartagena, México, Barcelona, La Habana, Los Ángeles donde rompió otro mito
sobre su lejanía al gobierno de Estados Unidos por estar cerca de Cuba. Sobre
García Márquez había muchos mitos. Y es mucho más rica la realidad que nos
deja.
Otro
hecho que ha causado controversia es la decisión de la familia de venderle a la
Universidad de Texas algunos documentos de la vida de Gabo, porque se esperaba que los donara a su nación...
La gente no esperaba nada. El debate surge
después de que las decisiones se toman. Este es un patrimonio documental al que
el mundo entero le interesa. Hay muchos autores
que a sus herederos les han entregado sus archivos y los han vendido. La
Universidad de Texas va a digitalizar el material, lo va a poner al servicio de
los investigadores y lo acercará a Colombia. A la Feria del libro de Bogotá
vendrán dos especialistas de la universidad para hablar de los planes que
tienen. Francamente creo que es una falsa discusión, porque el investigador de
Colombia que tiene interés va a poder usas esos archivos, más allá del
fetichismo de tenerlos aquí o allá.
Uno de
los propósitos de la Fundación Nuevo Periodismo, en sus 20 años, es impulsar el
centro internacional de estudios de García Márquez. ¿Cómo va ese proyecto?
Se promulgó una ley en diciembre, que
contempla una serie de proyectos, actividades y políticas públicas para
reconocer y preservar la memoria de García Márquez. En esa ley se promueve que
en Cartagena exista un centro para su legado, que convoque el apoyo público y
privado, con los ministerios de Cultura y de las TIC y con el acompañamiento de
la fundación.
Este centro debe tener, por lo menos, una
exposición interactiva dedicada a la vida y obra de Gabo. En segundo lugar, la
escuela taller de periodismo y tercero, un centro cultural para desarrollar los
temas que le interesaron a García Márquez. Además de un proyecto de memoria, de
recopilación de documentos e imágenes del Nobel.
¿Usted
cree que Colombia entendió lo que significó Gabo para la literatura universal?
Yo sí creo. La prueba está en la manera en que
distintas instituciones lo han acogido, los eventos que se han hecho. Tuve la
oportunidad de ver el especial de El País sobre la muerte de Gabo y quedé
impresionado con la calidad, el amor y los datos interesantes reseñados. Nos
estamos ocupando de que Gabo no se olvide y se convierta en un pretexto de
cosas buenas. La Feria del libro de Bogotá tiene este año como país invitado a
Macondo, campañas de lectura, salen nuevas ediciones de la obra de García
Márquez y vendrán más cosas.
Frente a
voces como la de María Fernanda Cabal y el controvertido trino donde aparecía
una foto de Gabo y Fidel Castro con la leyenda “pronto estarán juntos en el
infierno”, ¿qué impresión tiene usted?
Yo creo que tienen derecho a expresar lo que
quieran, pero la verdad no incide en nada ni lo que dicen María Fernanda Cabal,
ni Fernando Vallejo. García Márquez en vida nunca les respondió a sus
detractores. Tampoco a nosotros nos corresponde responderles. A María Fernanda le sirvió el trino para posicionarse, porque nadie la conocía hasta que empezó a
hablar mal de Gabo. Entonces a ella le ha ido bien con eso, pero no tiene mucha
importancia.
Tras la
muerte de Gabo han surgido un montón de expertos, de amigos íntimos y uno se
pregunta, ¿en realidad eran tantas las personas cercanas al Nobel?
Es una mezcla de todo. Sí fue una persona que
impresionó mucho a quienes lo conocieron. Para mucha gente, un solo encuentro
con Gabo fue una experiencia. García Márquez era una persona que encantaba. De
alguna manera todos tenemos derecho a hablar de él, porque somos sus lectores y
por eso hay muchas voces. Pero claro, también hay voces que inventan cosas, que me dan risa. Hay una especie de
mitificación de personajes que se hace con cariño y a veces de mala fe.
Por la
Fundación Nuevo Periodismo han pasado más de 35.000 estudiantes y se han
realizado más de 700 talleres. ¿Cómo han logrado mantenerse vigentes y con
financiación en tiempos de crisis?
Con la capacidad de generar alianzas. Aliados
magníficos, como la organización Ardila Lulle, Cementos Cemex, la Alcaldía de
Medellín, Sura, Bancolombia, los medios de comunicación. Construimos un nodo de
alianzas que nos financian y respetan nuestra independencia. También, con los
maestros que nos dan su visión y con unos equipos que nos han permitido estar
sintonizados con decenas de periodistas en el continente. La idea es que los
jóvenes encuentren un estímulo para dar un salto cualitativo en su carrera y
que los veteranos se fortalezcan, para que después de los talleres salgan recargados al combate.
Hay
quienes piensan que los periodistas de la Fundación son como una especie de
intelectuales y que siempre están los mismos, mientras que muchos periodistas
de a pie difícilmente pueden clasificar a un taller.
Tenemos que cuidar que no sea así. No niego
que es posible que haya habido gente muy talentosa que haya repetido, pero no
es el interés de la Fundación crear grupos ni élites. Vamos a hacer esfuerzos
para que no sea así, porque sí he oído esa crítica. Se han destacado algunos
por su talento, pero no es nuestro interés que esa percepción trascienda,
porque nuestra política es otra: vocación, talento.
A pesar
de todos los reconocimientos que hay para la Fundación, algunas voces señalan
que es como funciona como una logia de culto a Gabo. Y ay de quien ose decir
algo en contra...
Nooo. Queremos mucho a Gabo pero él mismo no
hubiera querido que alrededor suyo se construyera una iglesia o un fanatismo.
No somos esa iglesia. Somos su Fundación, pero no su Iglesia.
Las
casas de Gabo, todas idénticas
Así recuerda Jaime
Abello los lugares donde residía el Premio Nobel de Literatura.
“Las casas de Gabo
eran todas iguales. Caribes, con el sofá grande blanco. Conocí el apartamento
de Barcelona, de Los Ángeles, la casa en La Habana, que era prestada, las de
México, Cartagena y Bogotá guardaban todas los mismos elementos de decoración.
En Barranquilla, en marzo del 98, lo acompañó a comprar los muebles la
arquitecta Katia González, en el Prado. Y entonces eligió una casa con balcón
muy grande y compraron el sofá blanco. Luego puso la misma foto de las otras,
en que aparece recibiendo el Nobel, la música que prefería y el computador
Macintosh.
Pareciera que
además de necesitar comodidad, buscaba dónde sentirse siempre en casa, dónde
envolverse. Nada pretencioso, simple pero delicioso. Son casas bonitas y muy
caribes, muy de lo que se refleja en sus obras tan colombianas”.
** ** **
EL PAIS
Cali –
Colombia
12 de
abril de 2015
El reto de traducir a 'Gabo'
Esloveno, húngaro, vietamita y esperanto son
algunos de los más de 40 idiomas a los que se ha traducido la obra literaria de
Gabriel García Márquez. Al conmemorarse un año de su muerte, recordamos la
historia de aciertos y disparates cometidos al convertir la lengua ‘macondiana’
en universal.
Por Juan
Fernando Merino
Cuando a finales de 1968 Gabriel García
Márquez decidió –en vista del éxito enorme que estaba teniendo la versión
original de ‘Cien años de soledad’– que había llegado el momento de traducir la
novela al inglés, pidió consejo a su amigo Julio Cortázar, quien había viajado
mucho más que él, hablaba varios idiomas e incluso empezaba a hacer sus
primeras traducciones literarias del francés y el inglés al castellano.
“¡Rabassa!”, le contestó el autor argentino
sin dudarlo. “Es el único que puede hacer una traducción de la novela como se merece”.
Cortázar tenía razones de peso para saberlo.
Gregory Rabassa, un profesor universitario y un lector inveterado, nacido en
Yonkers, de padre cubano y madre neoyorquina, había hecho una traducción al
inglés tan soberbia de la descomunal y cifrada ‘Rayuela’, que fue considerada
superior a la traducción al francés–a pesar de que estaba escrita en un
castellano con numerosas estructuras gramaticales francesas– y el año de su aparición ganó en Estados
Unidos el Premio Nacional del Libro en la categoría de Traducción.
Unidos el Premio Nacional del Libro en la categoría de Traducción.
Gabo le hizo caso a su amigo, pero para su
desaliento se encontró con una cordial negativa de Rabassa: no tenía el tiempo;
estaba traduciendo nada menos que la ‘Trilogía de la república de la banana’,
del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
“Espéralo lo que haga falta”, le aconsejó de
nuevo Cortázar a García Márquez cuando este le contó de su fallido intento con
Rabassa. “Pero espéralo”.
Fue así
como comenzó su andadura una de las traducciones más célebres de toda la
historia de la literatura latinoamericana.
Y es que además de su encomiable lealtad al texto original, que no
fidelidad exacta, y de su gran valor literario y artístico (hasta el punto de
que el propio Gabo afirmó en persas oportunidades
que prefería esta versión a su original), esta traducción al inglés de ‘Cien
años de soledad’ fue tan bien recibida por la crítica especializada, empezando
por las reseñas elogiosas de The New York Times y de la revista The New Yorker, y más adelante por los lectores anglosajones,
que ello supondría una formidable plataforma de difusión para la novela y ayudaría a proclamar a los
cuatro vientos y hasta los últimos rincones del orbe que había nacido una obra
maestra de la literatura universal.
El propio Rabassa tenía claro que aquella traducción sería un enorme reto y
toda una aventura. Para empezar, aunque por regla general no leía una novela
antes de traducirla con el fin de permitir que la emoción del descubrimiento
inspirara su labor, con ‘Cien años de soledad’ hizo una excepción.
“Ya había leído el libro”, cuenta Rabassa, “y
me di cuenta de que si me hubiera atenido a mis métodos usuales de trabajo, el
resultado habría sido un poco diferente. No sé si mejor o peor. Me pregunto si
la traducción saldría beneficiada si la hiciera hoy, después de haber trajinado
tanto con la novela en mis cursos y de haber leído lo que otros dijeron. Lo que
trato de decir, por supuesto, es que cada vez que leemos un libro este se
transforma”.
Pero aun cuando la traducción de Rabassa fue
excepcional, no todas las traducciones de las
otras novelas del Nobel colombiano han corrido con la misma suerte. Son
célebres varias de las equivocaciones cometidas al pasar del castellano a la lengua de Shakespeare expresiones
coloquiales, modismos o palabras que probablemente solo existen en tierras del realismo mágico.
El gabólogo Conrado Zuluaga, quien ha navegado
durante décadas por decenas de páginas del premio Nobel, se convirtió además en
un cazador de gazapos macondianos. En la investigación realizada conjuntamente
con Margert S. de Oliveira, descubrió disparates como estos: En ‘El otoño del
patriarca’ el traductor convirtió la burundanga en una fruta, cuando en
realidad es un alcaloide; un zambapalo –es decir una riña o una gresca- en una
danza; y la marimonda –un tipo jocoso, mamador de gallo- oigan esto, en un
homosexual. Esto en su versión en
inglés.
Peores ‘embarradas’ se encuentran en las
versiones alemana y francesa de la misma
novela. Allí, el traductor tuvo la ligereza de convertir un ‘macaco’ (un mico,
claro) en una ‘papagayo’; y de referirse a la ‘pava’, es decir a la mala
suerte, como la hembra del pavo. Y la lista sigue.
Volviendo a ‘Cien años de soledad’, aunque la
novela ya había sido traducida al francés y al italiano en 1968, a partir de la aparición de ‘One
Hundred Years of Solitude’ en 1970 y su consiguiente resonancia internacional, muy
pronto se empezaron a multiplicar sus traducciones a los idiomas considerados más importantes
literariamente. Fue así como entre 1970 y 1973 aparecieron versiones en alemán,
checo, danés, esloveno, húngaro, sueco, noruego, serbocroata, danés, portugués
y japonés, entre otras.
Pasados unos años aparecerían también
versiones al vietnamita, el bengalí, el ucranio, al javanés y un largo
etcétera, hasta completar 38 traducciones a otros tantos idiomas. En 1992
llegaría al esperanto de la mano del periodista y filólogo español Fernando de
Diego bajo el título ‘Cent jaroj da soleco’.
Y supuestamente, como una especie de vuelta al
origen, se está realizando una traducción al idioma wayuunaiki, coordinada por el gestor cultural y compositor de música
vallenata Félix Carrillo… Supuestamente,
porque después de un lanzamiento con mucho bombo, gaita y acordeón en el que se
anunció que se había conseguido que el propio García Márquez escribiera el
prólogo y que a mediados de 2011 estaría lista la traducción, a cargo de un
grupo de hablantes nativos integrantes de la comunidad wayú tanto colombianos
como venezolanos, cuatro años después, el proyecto está suspendido, Carrillo no
volvió a hablar de los recursos para pagar a los traductores, y aumentan las
dudas de que el prólogo verdaderamente haya sido escrito por el Nobel.
Igualmente complicadas han resultado las
traducciones al chino y al ruso, aunque por razones muy diferentes. En el primer caso, después de una decena de
ediciones pirateadas, que infringían todos los derechos de autor, finalmente en
mayo de 2011, y tras arduas negociaciones con Carmen Balcells, la agente de
García Márquez, se publicó una nueva traducción al chino de ‘Cien años de
soledad’, con una primera impresión de 300.000 ejemplares. Como dato curioso,
su traductor Fan Ye –quien se convertiría en una celebridad en su país– tardó
exactamente un año en traducir el libro, y al publicarse su extensión fue de
360 páginas, un número mágico entre ciertas culturas ancestrales chinas.
En el caso de la versión rusa, la traducción
de Valeri Stolbov fue sometida a la censura del régimen soviético y varios
episodios supuestamente eróticos fueron
omitidos. Cuando en 1979, un periodista confrontó al traductor a propósito de
las partes censuradas, este se defendió diciendo: “Sí, es cierto, no podemos
dejar de lado en la obra de García Márquez el elemento erótico, algo
profundamente humano. Pero quiero dejar en claro que no tuvimos un espíritu de
censurar; si así hubiera sido, no habríamos publicado el libro, para empezar.
Uno debe tener en consideración que la novela tuvo el tiraje más grande que se
haya visto en la historia. En el solo mundo socialista tres millones y medio de
copias representa algo del todo inconcebible’”.
García
Márquez y sus traductores.
La relación del Nobel colombiano con sus traductores siempre
fue de enorme respeto y de escasa cercanía personal o epistolar. Según le contó
al periodista Darío Arizmendi durante una muy extensa entrevista radial realizada
a lo largo de dos días, el 30 y 31 de mayo de 1991, en un principio, cuando
empezó a ser traducido a otros idiomas, estaba siempre muy pendiente a las
traducciones que aparecían, revisaba las de los idiomas que le resultaban
accesibles, como el francés, el italiano y el inglés, estaba atento a las
preguntas de los traductores y hasta les sugería matices. Luego con el tiempo y
la multiplicación de las traducciones,
empezó a perder ese interés y dejaba simplemente que “los libros anden
de su cuenta”. Eso sí, siempre siguió respondiendo sus dudas principales, una
actividad de la cual sacó una conclusión muy particular:
“Prácticamente todos los traductores de los
idiomas digamos occidentales siempre me
mandan, inmediatamente que leen el libro, una lista de dudas que les aclaro. Y
lo curioso es que generalmente esa lista de dudas siempre es la misma en los
distintos idiomas. Las 17 primeras son siempre las mismas. Algunas no son dudas
del significado de la palabra sino el matiz con que la he usado, porque son
palabras que tienen distintas acepciones o que le he dado un uso metafórico”.
Con los idiomas de los cuales no tenía la más
mínima noción, García Márquez no tenía más remedio que confiar en sus
traductores y esperar que las versiones que llegaban a manos de un vietnamita,
un bengalí o un ucraniano fuesen lo más fieles posibles al original, o al menos
que las pérdidas no fueran excesivas. “¿Cómo sé yo cómo serán mis libros en
árabe o en chino?”, comentaba en aquella misma entrevista. “Sobre todo que los
chinos, según tengo entendido, no traducen línea por línea, es decir, no se
hacen traducciones literales sino que ellos cogen el libro y lo reelaboran
dentro de una estructura que es el modo de contar chino, que es completamente
distinto de las estructuras de mis libros… De manera que me pregunto, ¿qué
puede quedar de allí?”
Solo después de un providencial encuentro en
París con un escritor japonés, García Márquez quedaría mucho más tranquilo de
la posibilidad de verter acertadamente sus obras a lenguas para él
completamente ignotas. Y es que aquel
escritor, que había leído ‘Cien años de soledad’ en japonés, en una traducción
hecha conjuntamente a partir de las versiones en inglés y francés, le habló de
la novela durante dos horas largas con tal propiedad, con tanto detalle e introspección y con tanto entusiasmo, que
Gabo quedó convencido de la enorme capacidad de su traductor o traductora al
japonés. “Entonces ya me despreocupé de eso y me alegró mucho y estoy
absolutamente seguro de que lo que mis lectores leen en los otros idiomas, es
el libro que yo escribí”.
Su enorme respeto y admiración por el oficio
de la traducción quedó plasmado con
letras indelebles (al menos para los practicantes de ese oficio) en un artículo
titulado: ‘Los pobres traductores buenos’, publicado en julio de 1982 en el
diario madrileño El País. “Alguien ha dicho que traducir es la mejor manera de
leer. Pienso también que es la más difícil, la más ingrata y la peor pagada”,
empezaba diciendo el texto, para luego pasar a ensalzar a los grandes
traductores de todos los tiempos y de todas las lenguas, cuyos aportes
personales a cada obra traducida raramente son puestos de manifiesto, mientras
que se tiende a magnificar los desaciertos o despistes.
Al
final del artículo confesaba, además, que desde hacía mucho tiempo estaba
traduciendo muy lentamente, gota a gota, los Cantos del poeta italiano Giaccomo
Leopardi, pero que lo hacía a escondidas y con pleno conocimiento de que “no
será ese el camino que nos lleve a la gloria ni a Leopardi ni a mí. Lo hago
sólo como uno de esos pasatiempos de baños que los padres jesuitas llamaban
placeres solitarios. Pero la sola tentativa me ha bastado para darme cuenta de
qué difícil es, y qué abnegado, tratar de disputarles la sopa a los traductores
profesionales”.
Juan Fernando Merino
es escritor y traductor caleño,
es autor de la novela ‘El intendente de Aldaz’.
Miembro del Comité Editorial de GACETA.
** ** **
A las 8 de la noche de hoy se transmitirá este especial.
(N del E.)
LA REPUBLICA
Bogotá –
Colombia
11 de
abril de 2015
Especial de
Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
en Discovery Channel
COLPRENSA_
A un año del fallecimiento del escritor más
reconocido de Colombia, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, Gabriel
García Márquez, Discovery le rinde un homenaje con el especial: ‘Gabriel García
Márquez (1927-2014)’, que se estrenará el 12 de abril a las 8:00 p.m.
El especial de una hora, dirigido por el
británico Justin Webster y narrado por el novelista colombiano Juan Gabriel
Vásquez, recorre los sucesos más importantes de la vida de Gabo, resaltando su
inclinación constante por la escritura, pasando por su oficio como periodista
de dos importantes diarios de Colombia, hasta alcanzar el Premio Nobel que lo
puso en la cima del mundo literario en 1982.
“Con este especial Discovery quiere rendir
homenaje a una de las figuras más importantes de la cultura latinoamericana.
Tener testimonios de personas de la talla del expresidente de los E.E.U.U. Bill
Clinton, y poder conversar con los hermanos de Gabo sobre él, hacen que este
programa se convierta en un documento que refleja su visión mágica del mundo,
que ha impactado y seducido a millones de lectores”, afirmó Michella Giorelli,
VP de producción y desarrollo de Discovery Networks Latin America.
También algunas locaciones significativas que
marcaron la vida de Gabo en países como Colombia, Francia, México, Cuba y España,
permitieron que el equipo de producción retratara de la manera más fiel los
pasos más importantes en la vida de ‘Gabo’. El viaje de Juan Gabriel Vásquez a
través de la historia del escritor, permitirá a la audiencia entender por qué
el nobel colombiano marcó un hito en el mundo de la literatura mundial.
‘Gabo’ es producido por JW Productions,
Ronachan Films, y Horne Productions en coproducción con Discovery Latin America
y Caracol Televisión.
Algunos
personajes que hacen parte del especial de ‘Gabo’
Entrevistas inéditas a familiares, amigos y
allegados hacen parte de la reconstrucción de la historia relatada de Gabo.
Personajes como Bill Clinton, Gerald Martin, biógrafo principal del escritor;
Jaime García Márquez, hermano de García Márquez; Plinio Apuleyo Mendoza,
escritor y mejor amigo; César Gaviria, expresidente de Colombia; Isidro Álvarez
Jaraba, quien se refiere a La Mojana y Sucre en la vida del escritor, y el
periodista Gustavo Tatis Guerra hacen parte del especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario