A continuación, por gentileza de su autor, publicamos crónica
en homenaje al cumpleaños 20 de la Fundación Gabriel García Márquez
para el Nuevo Periodismo Iberoamericano
EL BLOG DE GUSTAVO ARANGO
Oneonta –
U.S.A.
Marzo 15
de 2015
Por las tierras del oficio
más hermoso del mundo
La crónica de cuando empezó la FNPI,
la Fundación de Gabo
Publicado
originalmente en El Universal,
martes 4 de abril de 1995, p.5.
Por
Gustavo Arango
Cada uno de los actos que componen nuestra
vida se llena de sentido con el paso de los años. La evidencia de este hecho se
ve por estos días en la sede de un periódico muy viejo con unas salas enormes
llamado El Universal.
GGM en la FNPI
Después de un largo viaje de décadas, ha
regresado lleno de gloria un hombre que dio sus primeros pasos en este diario,
y la vida del periódico y del viejo reportero han adquirido un sentido
adicional.
Ambos, el hombre y el periódico, han cambiado.
El uno ha dejado su frágil anonimato de aquel tiempo para ser uno de los
escritores más famosos y respetados del planeta, un hombre con un sitio
asegurado en la inmortalidad. El otro, ha cambiado de sede, se ha modernizado y
es una próspera empresa. Ambos se parecen muy poco a lo que eran la primera vez
que se encontraron.
Pero el motivo del reencuentro llena de
significados esa lejana experiencia compartida, cuando ambos sólo eran
proyectos esperanzados.
Una
escuela de periodismo
En 1994, Gabriel García Márquez volvió a
sorprender al mundo al anunciar la creación de una Escuela de Periodismo. En
esa ocasión recordó su trayectoria en el que ha denominado ‘el oficio más
hermoso del mundo’ y recalcó la importancia de ese oficio en su carrera
literaria.
El anuncio de que la Escuela de Periodismo tendría
como sede la ciudad de Cartagena, se sumó a una serie de actividades y
proyectos que Gabriel García Márquez ha adelantado, en los últimos años, con la
ciudad como epicentro.
La construcción de la casa de sus sueños, la
colaboración incondicional con el Festival de Cine y el hecho de que la ciudad
sea escenario, total o parcial, de sus tres últimas novelas, habla de un
verdadero romance, del escritor hoy consagrado, con la ciudad que fue testigo
de sus primeros pasos.
Ahora la Escuela de Periodismo ha comenzado a
trabajar.
Por circunstancias que tal vez nadie consiga
explicar completamente, el primer curso de la Escuela se viene realizando en el
periódico donde Gabriel García Márquez aprendió a hacer periodismo. Un círculo
extraño y enorme de tiempo se ha cerrado en el momento en que ese joven
reportero ha regresado, ahora convertido en el maestro.
En la mañana del primer lunes de abril de
1995, ha llegado un grupo de reporteros jóvenes y tímidos –de diferentes partes
del país– a recibir las enseñanzas que él quiere proporcionarles.
Muchos de ellos han visto por primera vez de
cerca a ese hombre mítico y famoso, han escuchado su voz de hombre satisfecho
con la vida que ha forjado.
Y en el fondo de todo eso, rebosante de
sentido, cargado de profundas resonancias, está un día remoto de hace cuarenta
y siete años, cuando este maestro era un joven tan perdido como ellos que cruzó
lleno de susto y de esperanza la puerta de un periódico, ignorando que el
secreto que buscaba en ese sitio se veía claramente encima de la puerta que
acababa de cruzar.
** ** **
EL ESPECTADOR
Bogotá -
Colombia
22 de
marzo de 2015
“Gabo. La magia de lo real”
Un documental sobre el poder de la imaginación, una
biografía de García Márquez con la tensión narrativa de una investigación,
dirigido por Justin Webster y coproducido por Caracol Televisión.
Por:
Isabel -Cristina Arenas
“Gabo. La magia de lo real” Catorce días después del
que hubiera sido el cumpleaños número ochenta y ocho de
Gabriel
García Márquez se estrenó en Barcelona el
documental acerca de su vida dirigido por el británico Justin Webster: Gabo. La magia de lo real. Una semana
atrás lo había presentado en el Festival de Cine de Cartagena y ahora lo acaba
de estrenar en la ciudad que fue del escritor, en el marco del Festival de
Literatura Kosmópolis 2015 del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
El pasado 16 de marzo Gonzalo García Barcha
recibió, en nombre de su padre, la medalla de oro de la ciudad, entregada por
el Ayuntamiento, por su “contribución a enriquecer el patrimonio literario de
Barcelona y universal”. Ahora, una sala se llenaba otra vez para repasar en el
documental la vida del nobel, con la guía del escritor Juan Gabriel Vásquez.
Justin Webster agradeció a los asistentes y contó que al principio no quería
poner la palabra “magia” en el título porque le parecía un tópico, sin embargo,
una serie de coincidencias hizo que estuviera allí. “Le hice caso al azar
bendito, como decía García Márquez”. Una de ellas es que Vásquez estuviera
visitando Aracataca en los días en que él estaba rodando. Sobre la elección de
este escritor para ser la imagen y voz narrativa del documental, dijo que lo
considera un autor diferente, que se dedica a la ficción y no ficción, y además
de esto los dos son muy amigos.
Justin
Webster
Aparece el río Magdalena y se empieza a
recordar todo lo leído acerca de la vida y obra de García Márquez. Segundos
después, al ver llegar el tren a su pueblo y a los cataqueños corriendo a
recibirlo con emoción, surgen los sentimientos. Toda la sala se acomoda para
compartir noventa minutos con varias de las personas más influyentes en la vida
del escritor. Se oyen algunas risas y se intuyen las lágrimas. La actriz Tachia
Quintana está en primera fila; su testimonio aparece en el documental. Dice que
el ciclo se ha cerrado cuando le preguntan sobre la pérdida de la memoria de
García Márquez. Para alguien que consideraba la muerte como una gran
injusticia, olvidarse de ella fue lo mejor que pudo pasarle.
Dos de sus hermanos, Jaime y Aída, cuentan
fragmentos de la niñez del escritor y hacen énfasis en que fue criado por un
abuelo que siempre hablaba de la muerte y una abuela supersticiosa, lo cual
marcaría toda su obra. Los expresidentes Bill Clinton y César Gaviria hablan
sobre lo que ha significado la literatura y la voz de García Márquez como
hombre político, tanto para ellos en primera persona como para el mundo.
También aparecen Andrés Pastrana en su época de periodista, María Elvira
Samper, María Jimena Duzán, Plinio Apuleyo Mendoza, Enrique Santos, Jon Lee
Anderson, Carmen Balcells y, por supuesto, su biógrafo, Gerald Martin, entre
otros personajes.
Al finalizar la proyección, Webster atendió
preguntas. Comentó que Mario Vargas Llosa no pudo, no quiso, aparecer en el
documental. También dijo que la familia de García Márquez ha preferido
permanecer al margen de la vida pública del escritor y por eso no participaron
en el proyecto.
En un día de vientos huracanados y sombrillas
al revés en la ciudad que sigue siendo de García Márquez, él mismo aparece en
pantalla y responde a la pregunta sobre qué hacer para evitar la muerte:
“Escribir mucho”. Y ahora, releerlo.
** ** **
Sin embargo.mx
México D.F.
Marzo 26
de 2015
Cultura
y Entretenimiento
“Gabo fue un hombre de paz
que murió en paz”:
Darío Arizmendi
Por
Mónica Maristain
Gabriel García Márquez y Darío Arizmendi, una amistad de 30 años.
Foto: Archivo de Darío Arizmendi
Ciudad de México, 26 de marzo (SinEmbargo).-
Como un hombre que siempre hizo lo que quiso y vivió a pleno, como un embajador
de paz que hizo todo lo que tuvo a su alcance para acercar posiciones
encontradas, define el periodista colombiano Darío Arizmendi al fallecido
escritor Gabriel García Márquez (1927-2014).
El libro Gabo no contado (Aguilar) es la suma
de crónicas, recuerdos, notas personales y fotografías jamás publicadas y que
busca construir un retrato íntimo del Nobel que escribió, entre otros, la
novela hoy universal Cien años de soledad.
Arizmendi, nacido en Yarumal, en 1946, fue
amigo del escritor durante 30 años, una relación que hoy le permite entre otras
cosas dar a conocer un profuso archivo gráfico que muestra a “Gabo” distendido
y alegre, amigo de la música caribeña y de las fiestas populares.
En Gabo no contado, García Márquez es
recordado por su eterna gratitud a México, el país donde murió el 17 de abril
de 2014.
“México me toleró varios años como
indocumentado sin ponerme el más mínimo obstáculo, hasta que el presidente
Echeverría se percató del asunto y nos legalizó a Mercedes, a mis hijos y a mí.
En una palabra, México nacionalizó mis vivencias, por eso mis lazos con su
pueblo son indestructibles, son de sangre”, afirmó, según cita de Arizmendi.
Fidel Castro y Mercedes Barcha, “La Gaba”,
personajes fundamentales en la vida del también autor de El amor en los tiempos
del cólera y El coronel no tiene quien le escriba, dan cuenta de anécdotas
imperdibles y que –en el caso del líder cubano- ayudan a descubrir el grado de
influencia que tuvo Gabriel García Márquez en la política latinoamericana de su
época.
La política, la lectura, los vinos tintos… Foto: Archivo de Darío
Arizmendi
En entrevista con SinEmbargo, Arizmendi, un
hombre que ha sido galardonado con más de 30 premios de periodismo y que dirige
desde hace más de dos décadas el programa 6AM Hoy por hoy, de Caracol Radio,
cuenta que ser amigo del célebre escritor de Aracataca no era nada fácil.
“Era un hombre muy tímido, muy cuidadoso y
reservado, pero cuando uno se ganaba su confianza, era facilísimo”, asegura.
–Usted no fue amigo del Nobel, sino del hombre
divertido y parrandero que permitía que sus amigos le dijeran cualquier cosa
–Era un hombre que tenía un gran sentido de la
autocrítica, porque siempre estuvo en busca de la excelencia. A los amigos más
cercanos les pedía opinión, confrontaba. ¿Tú crees que será mejor que haga o
esto aquello?, preguntaba. Claro que a muy poca gente, sobre todo a esa que
tenía el don de la discreción, de la confidencialidad. Aquí no estás como
amigo, estás como periodista, solía aclarar. Era muy selectivo. Con los amigos
era expansivo, simpático y cariñoso. Se preocupaba por la salud de sus seres
queridos, era detallista.
–¿Cómo tenía uno que ser para pasar el filtro
de su esposa, Mercedes Barcha?
–Él confiaba ciegamente en Mercedes, en su intuición. Ella es
guajira y los guajiros tienen un componente muy alto de sangre indígena; en
consecuencia se deja regir por la primera impresión. Si el rostro de una
persona le parecía la de un taimado o falso, si sentía que tenía mala vibra o
no le iba a caer bien a la familia, enseguida lo apartaba. Y Gabo le creía
realmente, sobre todo porque en las escasas oportunidades donde no le hizo caso
terminó por darle la razón. Lo que Mercedes recomendaba él lo hacía sin ningún
desagrado.
Gabo: latinoamericano y caribeño, sonriente,
simpático… Foto: Archivo de Darío Arizmendi
–Su libro demuestra en forma entrañable cómo
García Márquez fue un protagonista de la historia política latinoamericana que
le tocó vivir
–El libro es un homenaje a la amistad y tuvo
siempre la intención de mostrar a Gabo como ser humano, como persona, como
padre, pero nunca tuvo una intención ideológica ni demostrar su liderazgo
político. Pero él era todo un líder, no sólo de Latinoamérica, sino que
también tuvo estrecha relación con gente
como Felipez González…tambié fue amigo de todos los presidentes mexicanos
aunque con más de uno no estuvo de acuerdo. Con Fidel Castro fue más allá de la
amistad. “Es mi hermano”, decía. Gabo además era muy franco, todo lo que decía
era porque lo pensaba realmente. Eso sí, no era imprudente y amaba la
comunicación, era esa su gran pasión. Si viviera tendría una cuenta de Twitter
y escribiría todos los días. Como líder político jugó muchos roles en varios
momentos, siempre como hombre de paz, buscando distender los conflictos y con
mucha discreción. A él no le interesaba que se supiera toda esa labor que hacía
en el terreno de la política.
–Fue el más latinoamericano de todos los
colombianos, ¿verdad?
–Ese punto que tocas es verdaderamente
significativo, puesto que él siempre lo mencionaba. “Soy colombiano, vivo en
México, pero mi corazón está en Latinoamérica toda”, decía. Era realmente un
integracionista, crítico muchas veces hacia los Estados Unidos, contrario al
bloqueo a Cuba.
Con la cantante Totó La Momposina, cuando recibió el Nobel. Foto:
Archivo de Darío Arizmendi
–Destaca en su libro la amistad con Álvaro
Mutis y sobre todo con el ex presidente Belisario Betancur, una relación que
antes no se había contado con tanto detalle…
–Efectivamente, se sabía que había una amistad
a través de un ministro de comunicación que fue a su vez el íntimo amigo de
Betancur y participé directamente de
muchas tertulias, regadas por buenos vinos tintos, que era el trago que
tomábamos en esos almuerzos. García Márquez, el ex presidente, algunas veces
Álvaro Mutis, siempre el ex ministro Bernardo Ramírez y yo. Hablábamos de
política, de literatura, de chismes sociales, quién era el novio de quien y
quién salía con cual. De todo el cotilleo que tiene una sociedad tan
tradicional como la de Bogotá. Esa amistad de Gabo con Belisario fue muy
profunda, había muchos puntos de identidad y se averió bastante a causa de la
toma del Palacio de Justicia del M19, que Gabo por cierto rechazaba, pero que el
gobierno de Betancur y el ejército colombiano reprimieron a sangre y fuego. Eso
los distanció. Con el tiempo volvieron a ser amigos, pero ya no como antes. Fue
un poco como esos jarrones de porcelana que se rompen y aunque los pegues
siempre queda visible la rajadura.
–Queda claro en su libro, además, que Gabriel
García Márquez fue un hombre que odió el conflicto armado, en todos sus
niveles…
–Absolutamente, era un hombre de paz, siempre
fue un mediador, hizo muchas acciones de buena voluntad, fue un amable
componedor. Tenía influencia en Cuba con los hermanos Castro, con el Ejército
de Liberación Nacional, algunos narcotraficantes y paramilitares le tenían
simpatía porque Gabo estaba en contra de la extradición. “La extradición es
como que yo mande a mi hijo a que lo castigue la vecina por algo que hizo mal.
Tienen que pagar en casa”, decía. Gracias a esas posturas, a sus escritos y a
su honestidad, a su deseo de buena voluntad de que haya un acuerdo de paz, lo
que sin duda resultó una de sus grandes decepciones. Casi nunca los intentos
que hizo en pos de acercar a las partes y producir un diálogo entre la
guerrilla y el Gobierno de Colombia –Caracas, Tlaxcala y otros-, pues no
funcionaron. Cuando asumió Juan Manuel Santos y se supo que había acciones exploratorias,
contactos en serio para dialogar, eso lo debe de haber reconfortado mucho. En
la medida, claro, de la comprensión mermada de las cosas que llegó a tener en
los últimos meses de su vida, cuando experimentaba muchos vacíos y grandes
pérdidas de memoria, lo cual es natural teniendo en cuenta su edad avanzada.
Gabo fue un hombre de pueblo, de su gente.
Foto: Archivo de Darío Arizmendi
–En su libro usted habla abiertamente de esa
demencia senil con la que murió Gabriel García Márquez
–Creo que mantener un poco al margen de la
exposición mediática la enfermedad de Gabo fue una decisión muy sabia de
Mercedes y de los hijos. En los últimos meses lo había vuelto atacar la leucemia
superada anteriormente y además comenzó a experimentar esa demencia senil que
le viene por genética familiar. No es que se volviera loco, sino que iba
perdiendo paulatinamente la memoria. Gabo tuvo no obstante una vejez muy digna,
festejaba cada cumpleaños con gran altivez y salía a saludar a la puerta de su
casa con una rosa amarilla en el bolsillo de esas chaquetas a cuadros que tanto
le gustaba usar, simpático, risueño…
–Fue un hombre que se lo bebió todo, se lo
comió todo, amó todo, no parece haber dejado cuentas pendientes…
–Fue un hombre que murió en paz, que no
sufrió. Cuentan las personas que estaban alrededor de su lecho de muerte que él
ya sabía que había llegado el momento final. Además había sido muy explícito su
deseo de no ser mantenido con vida en forma artificial. Gabo vivió con
intensidad desde niño, fueron intensas su juventud, su madurez, su vejez y creo
que no le quedó nada por hacer ni por intentar. Vivió a fondo cada uno de sus
días y las noches de parranda y fiesta. Como dijo Pablo Neruda, se podría
aplicar la frase a Gabo: “Confieso que he vivido
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