30 de noviembre de 2014

MEMORABILIA GGM 794



ARCADIA
Bogotá – Colombia
25 de noviembre de 2014

La negociación del archivo
de Gabriel García Márquez
5 puntos sobre la negociación del archivo personal de GGM.

Cinco problemas esenciales

A propósito de la disputa a raíz de la negociación del archivo personal
de Gabriel García Márquez, Arcadia presenta cinto puntos esenciales
alrededor de esta discusión.

Por: Halim Badawi*

El pasado 23 de abril de 2014, seis días después de la muerte del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, publiqué el artículo “El archivo de Gabriel García Márquez: anotaciones para un proyecto de repatriación”, en el que llamaba la atención sobre el hecho que, más allá de los bustos, homenajes y ceremonias oficiales conmemorativas, había que pensar seriamente en que el gobierno de Colombia comprara, con recursos públicos, el archivo de García Márquez a sus herederos, ante la posible compra por instituciones internacionales. En últimas, ese era el mejor homenaje posible: rescatar y difundir la memoria de Gabo no mediante discursos y burocracia conmemorativa, sino con hechos concretos como la adquisición, repatriación y conservación de su archivo personal en la misma tierra que decretó su expulsión.

Sin embargo, el 24 de noviembre la prensa anunció que el archivo del escritor había sido comprado por la Universidad de Texas, institución que desde hace varios años viene comprando archivos artísticos y literarios latinoamericanos. Un episodio que se suma a la donación de la extraordinaria biblioteca de Julio Mario Santo Domingo Braga a la Universidad de Harvard, gracias a la generosidad de la familia Santo Domingo. Sobre el archivo de Gabo, la Ministra de Cultura afirmó, luego que el escándalo estalló, que a finales de 2013 había enviado una delegada para hablar del archivo con la familia del escritor. En este contexto, valdría la pena preguntarnos, ¿qué errores cometió el Ministerio de Cultura en la negociación? ¿Cuántos archivos ha repatriado Colombia en su historia? ¿Está bien enfocada la política de patrimonio cultural mueble del país?

I.

En términos generales, para la opinión pública es común creer que las personas que tuvieron una posición privilegiada (económica, social o intelectual) deberían, por principio, regalar sus bienes al Estado, es decir, deberían construir (con su propio dinero) vías y acueductos para sus pueblos de origen, como si esto no fuera responsabilidad del Estado. Efectivamente, a la mayoría de intelectuales se les exige “hacer algo” por su país, entendiendo ese “algo” como construir hospitales, colegios y universidades públicas, olvidando que entregar la vida a la cultura y darle brillo al arte, la historia o la literatura, además de buen nombre al país, es hacer mucho más que “algo”.

La creencia popular de que el intelectual debe regalar su patrimonio (como si ser intelectual no implicara, al menos en principio, un acto de renuncia), aplica de forma especial cuando hay patrimonio cultural en juego. A pesar de no existir una Ley de Mecenazgo en Colombia, es común asumir que los intelectuales, al momento de morir, deben olvidarse de su familia y entregar, en su último gran acto público de renuncia, su patrimonio al pueblo, sin ninguna condición, en contraprestación por lo que el país, dicen algunos, “les ha brindado”. Al intelectual se le pide que ingrese, en un gesto heroico, al centro del circo romano y se entregue por completo a las fieras, que terminarán de despedazar hasta el último gramo de su cuerpo.

En esta misma línea, los encargados tradicionales de la cultura (tal vez, con excepción del Banco de la República), han creído que “negociar” un archivo literario o una colección de arte es ir donde el dueño y decirle "oiga, queremos su archivo, ¿me lo regala?", así este “regalo” sea el patrimonio más valioso y la única herencia de su propietario. Lo curioso es que, después de la propuesta, casi siempre hecha de forma arbitraria y ofensiva, el mismo Estado desaparece por completo. Por ejemplo, tengo que recordar cuando, hace unos años, ayudé a ofrecer en donación al Museo Nacional (institución del Ministerio de Cultura) una biblioteca de historia surcolombiana con seis mil libros, la mayoría sin copias en el Museo, una biblioteca dejada por un historiador fallecido. Aunque inicialmente el Museo Nacional mostró interés, después de la atención inicial, el Ministerio desapareció y ni siquiera envió una carta a los donantes para establecer el camino a seguir. Un largo silencio fue más que suficiente para espantar a los herederos.

No es un episodio exento, así ha actuado el Ministerio de Cultura en repetidas ocasiones, y por eso la política colombiana de patrimonio mueble es un asunto complejo, espinoso y que despierta suspicacias en los propietarios de patrimonio artístico, bibliográfico o documental, quienes habitualmente prefieren trabajar con instituciones como el Banco de la República o el Archivo de Bogotá, más eficientes en la gestión, o simplemente vender sus bienes fuera del país, porque las instituciones del Ministerio de Cultura no dan abasto, ni siquiera para velar por el archivo particular del único Nobel que ha tenido Colombia.

Cualquier negociación es un proceso que excede una “conversación” informal (como la que habría tenido la directora de la Biblioteca Nacional con la familia de Gabo), es un proceso largo que implica voluntad política, seguimiento, presupuesto, conocimiento, inventarios actualizados, avalúos individuales, alguien a cargo permanentemente y dinero para comprar la colección en cuestión. Esta lección la ha entendido claramente la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, mientras que, el Ministerio de Cultura, históricamente, se ha hecho el de la vista gorda.

Llevando lo anterior al tema del archivo de Gabo, es necesario recordar que el Ministerio de Cultura afirmó, en un comunicado de prensa del 24 de noviembre de 2014 (escrito luego de un derecho de petición con varias preguntas enviado por mí una hora antes), que a finales de 2013 envió como delegada a Consuelo Gaitán, directora de la Biblioteca Nacional, para “comunicar a la familia García Barcha el interés porque el legado del escritor reposara en Colombia y específicamente en los fondos de la Biblioteca Nacional”.

Ante esta afirmación debemos preguntarle al Ministerio si ¿existe algún acta del Consejo Asesor de Patrimonio del Ministerio de Cultura en donde se autorice el envío de esta delegación y se evidencie el interés y la discusión patrimonial sostenida por la entidad para adquirir el archivo? ¿Bajo qué modalidad propuso el Ministerio de Cultura a la familia García Barcha traer el archivo al país? Es decir, ¿estaban esperando un regalo de la familia? ¿O hubo por parte del Gobierno de Colombia una oferta concreta que pudiera entrar en competencia con la oferta de la Universidad de Texas? Responder esta pregunta es clave, porque permitiría establecer si existió una estrategia real de adquisición por parte del Gobierno Nacional o si todo fueron palabras, sin mayor formalidad, que terminó llevándose el aire.

II.

El Ministerio de Cultura, en el mismo comunicado, “exalta que el archivo literario de la Universidad de Texas es uno de los más importantes del mundo, puede garantizar su conservación, así como el uso para fines públicos y de carácter académico, además valora el prestigio de este centro universitario donde reposan archivos tan importantes como el del escritor argentino Jorge Luis Borges y el irlandés James Joyce”.

Entonces, siguiendo este razonamiento, habría que preguntarle al Ministerio, llevando la noción de patrimonio más allá del patrimonio documental, ¿si está de acuerdo con que museos extranjeros adquieran objetos prehispánicos y coloniales, so pretexto de que van a estar mejor conservados en el Museo de América de Madrid o en el Metropolitan de Nueva York? Así mismo, si se tratara estrictamente de un asunto de “conservación” (sin más consideraciones de índole histórica, patrimonial o simbólica para el país), valdría la pena preguntar si el patrimonio cultural mueble de Colombia no estaría mejor conservado en colecciones privadas del extranjero, es decir, en manos de particulares que compran con su dinero, valoran, prestan, exhiben, cuidan y hasta digitalizan los objetos culturales que Colombia deja escapar por los sumideros?

¿La afirmación realizada por el Ministerio de Cultura no sería, un poco, reconocer el fracaso de la política colombiana de patrimonio cultural mueble y el fracaso de las instituciones nacionales de la cultura a la hora de gestionar y trabajar con colecciones privadas?

III.

La página en Facebook de la Biblioteca Nacional publicó el 24 de noviembre, en horas de la noche, un escueto comunicado de prensa procedente de la familia García Márquez (sin firmas manuscritas, sólo con la impresión “Mercedes, Rodrigo y Gonzalo”) en el que se afirma: “nosotros decidimos que el archivo de los documentos literarios y del correo fuera al Centro Harry Ransom, por ser uno de los lugares que hace este tipo de archivo y preservación de documentos mejor que nadie”. Sin embargo, ningún miembro de la familia dice, en el comunicado, el porqué de esta decisión, y si, de hecho, la venta a Texas se debió a la falta de interés del gobierno de Colombia. En una entrevista anterior, la familia García Barcha afirmó claramente que no recibieron ofertas del Gobierno y que a esto se debió la decisión de vender el archivo a la Universidad de Texas.

IV.

Resulta paradójico que, mientras se entregaba el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, dotado con 100.000 dólares de premio, Colombia concretó la pérdida, casi el mismo día, el archivo particular de Gabriel García Márquez, el legado más importante del escritor, ante la falta de ofertas del Gobierno Nacional, según afirmó la propia familia del escritor. Entonces, ¿qué parece interesarle más al Gobierno? ¿La sonoridad internacional que dan los premios literarios cargados de dinero o la investigación y el desarrollo cultural de Colombia (a partir de las fuentes primarias que dejó su expatriado y perseguido escritor insignia)?

Ningún libro gratuito y ningún premio literario saldará la pérdida del archivo, una pérdida a perpetuidad, que ya tiene visos de convertir al gobierno actual en heredero de la tradición inaugurada por el ex presidente Carlos Holguín, quien, bajo su gobierno, entregó a España el Tesoro Quimbaya, la pérdida patrimonial más grande que recuerde Colombia, que se suma a otros archivos y bibliotecas que ha dejado perder el país bajo el silencio de la Biblioteca Nacional, como la biblioteca particular de Bernardo Mendel, tal vez, la biblioteca privada latinoamericanista más importante del mundo en su época, adquirida por la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana en la década de 1950.

V.

¿Cuántos archivos privados (literarios, científicos o históricos) ha repatriado el Ministerio de Cultura en toda su historia? ¿Cuántos durante los últimos seis años? ¿Qué papel juega la recuperación de los archivos privados de expatriados e intelectuales (especialmente, los de izquierda) en la consolidación del Proceso de Paz, en el establecimiento de procesos de reconocimiento, justicia y reparación de víctimas, y por supuesto, en el postconflicto? A estas alturas, ¿sería posible que el gobierno colombiano iguale la oferta económica de la Universidad de Texas, bloquee la finalización de la negociación y el archivo se quede en la Biblioteca Nacional? Examinar las tendencias históricas en el manejo del patrimonio cultural mueble, permitiría entender claramente por qué el archivo García Márquez no quedó en el país para el disfrute, la investigación y la pacificación de Colombia.

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TELAM
Agencia Nacional de Noticias
Buenos Aires – Argentina.
29 de noviembre de 2014

Estados Unidos
"Cualquiera podrá consultar
el archivo de García Márquez",
afirma el director del centro
Harry Ransom
Mientras que las 40 cajas del archivo de los últimos 50 años de la vida y obra de Gabriel Garcí­a Márquez desembarcan en ese centro de la Universidad de Texas, su director, Stephen Enniss, tranquilizó al mundo y dijo en diálogo con Télam que "cualquiera podrá visitar y consultar las colecciones que preservamos", en vistas a este gran patrimonio que acaban de comprar y que aún no tiene fecha de exhibición.

El lunes último se dio a conocer que la viuda de Gabo, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, habían vendido a la Universidad de Texas el archivo del escritor fallecido el pasado 17 de abril, un tesoro único y universal, por el que, según trascendió horas después, ni el gobierno colombiano, ni el mexicano, insistieron en conservar, lo que suscitó una tibia polémica.

El archivo, que por estas horas está siendo trasladado al Centro Harry Ransom, abarca más de medio siglo de manuscritos originales de diez libros, la mayoría de ellos en español, que van desde “Cien años de soledad” (1967) y “El amor en los tiempos de cólera” (1985) a “Memoria de mis putas tristes” (2004) y más de dos mil cartas de autores como Carlos Fuentes y Graham Greene.

También hay borradores del discurso que dio cuando recibió el Premio Nobel en 1982; más de 40 álbumes de fotografías de nueve décadas de su vida; dos máquinas de escribir Smith Corona y las computadoras en las que escribió algunos de los trabajos literarios más queridos del siglo XX; así como álbumes con recortes de periódicos que recopilan meticulosamente su carrera.

En el archivo García Márquez se destacan también los borradores de su novela inédita, “En agosto nos vemos”; investigaciones para “El general en su laberinto” (1989) y una copia mecanografiada y marcada de la novela “Crónica de una muerte anunciada” (1981); en definitiva, una ventana hacia un laboratorio sin igual que indaga en la gestación y cambios de su obra y en las luchas con el lenguaje y la estructura.

"Es como que te atrapen en ropa interior", dijo García Márquez a la revista Playboy en 1983 sobre la posibilidad de que conozcan las huellas de su 'work in progess', por eso y según consta en la biografía escrita por Gerald Martin, Gabo destruyó las notas y los árboles de la familia de "Cien años de soledad".

"Mi padre era un perfeccionista y un perfeccionista no muestra el trabajo en progreso", agregó Rodrigo Garcí­a Barcha en una entrevista que reprodujo The New York Times, sin embargo, Gabo legó finalmente algo más que su celebrado trabajo para que el mundo pueda seguir espiando.

La obtención de semejante acervo -del que no trascendió nunca la cifra pagada- dirigió la mirada colectiva a la institución estadounidense, que alberga correspondencia de otros pesos pesados de la literatura mundial como George Bernard Shaw, Ernest Hemingway, Samuel Beckett y J.M. Coetzee; así­ como archivos de Jorge Luis Borges, William Faulkner y James Joyce.

Dirigido por Stephen Enniss, especialista en colecciones, archivos y biblioteca de libros raros y responsable de otras adquisiciones como los papeles de Ted Hughes, Seamus Heaney y Salman Rushdie, este centro en Austin es, entonces, la morada final del legado privado de García Márquez, quien durante décadas tuvo prohibida la entrada a Estados Unidos por "actividad subversiva", una situación que concluyó en 1995 cuando el presidente Bill Clinton le concedió el visado.

"La familia -dijo Enniss sobre la polémica en torno al lugar elegido para que se conserve el material- tomó la decisión respecto a donde quedarí­a el archivo y, en nombre del Centro Ransom, nos sentimos honrados de que reconocieran la clase de hogar apropiado que podíamos brindarle. Mis colegas y yo esperamos recibir a investigadores de Colombia, México, distintos lugares de Latinoamérica y, por cierto, del mundo entero", resaltó.

Enniss no se movió ni por un segundo del margen institucional para contestar y con un rotundo "No" sobre la posibilidad de contar cuánto se pagó por este archivo que, en nombre de la familia, lo negoció el implacable Glenn Horowitz, el mismo que vendió por ocho millones de dólares los papeles privados del presidente Franklin Delano Roosevelt, por dos millones y medio los de Norman Mailer y por cinco millones los archivos de Watergate, hace 11 años.

"Los términos de la adquisición del archivo se negociaron entre el Centro y el representante de la familia. Esperábamos lograr el resultado que tenemos y todos trabajamos juntos con ese objetivo en mente", deslizó respetuosamente.

"El Centro Harry Ransom es un archivo cultural que promueve una comprensión y apreciación mayor de la literatura. El trabajo de García Márquez es amado en el mundo entero y anticipamos que habrá un mayor interés en estudiar sus orígenes durante los próximos años. Esta es una de las maneras en las que el Centro cumple con su misión y sirve a la cultura", agregó sobre el interés por el material que ocupa "40 cajas de gran tamaño".

Entre la magnificencia de estos tesoros, Enniss consideró que "es difícil nombrar una sola cosa, teniendo el archivo en sí mismo tantos ítems. Pero diré que los 10 borradores de la última e inédita novela son extraordinarios y serán uno de los principales intereses para investigadores y estudiantes de todo el mundo".

De hecho, aclaró orgulloso, "cualquiera puede visitar el Centro Ransom y hacer búsquedas en las colecciones que albergamos. El año pasado nos visitaron investigadores de 24 paí­ses diferentes", remarcó sobre la universalización del lugar.

Otro de los temas que se encargó de despejar fue el de la fecha para un futura exhibición: "Aún está por determinarse y esperamos que sea pronto, pero es incorrecto que será en otoño de 2015. Organizaremos una gran exhibición del archivo en la galería pública del Centro".

Mientras tanto, confirmó que comenzarán los trabajos de clasificación, en los cuales un grupo de "archivistas catalogará los documentos con los más altos estándares profesionales"; junto a "un equipo de conservadores entrenados para cuidar de este tipo de materiales y algunos con formación para preservar formatos efímeros como grabaciones de audio y contenidos digitales".

"García Márquez -concluyó Enniss- tiene muchos lectores devotos en Estados Unidos, pero ningún país puede aspirar a contenerlo. Es una auténtica figura de importancia global y esperamos servirle a una amplia comunidad internacional, vengan de donde vengan".

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EL ESPECTADOR
Bogotá – Colombia
30 de noviembre de 2014

Columna de opinión

Los huesos de Isaacs
y los papeles de Gabo
Hace más de un siglo —cuenta el historiador Malcolm Deas— una comisión del Gobierno trasladó los restos de Jorge Isaacs de Ibagué, donde yacían huérfanos y sin mármol, a Medellín, donde fueron sepultados con todos los honores, bajo un gran monumento, en el cementerio de San Pedro.

Por Héctor Abad Faciolince

Los detalles del viaje de los huesos, los mechones arrancados de la calavera como reliquia, los discursos ante la urna funeraria, los carros alegóricos... todo parece un cuento surrealista que no les cuento aquí porque el profesor Deas publicará un ensayo con los detalles. Lo que quiero destacar es que Isaacs había nacido en el Cauca, y por eso los antioqueños se vieron casi obligados a disculparse por sepultar a Isaacs donde él quería y no en su tierra natal.

Esta sepultura “en tierra extraña” viene a cuento por la absurda polémica que han armado un puñado de periodistas patrioteros que parecieran no tener otro oficio que montar peloteras incluso por algo que debería considerarse una buena noticia: que buena parte de los papeles, manuscritos, fotos, y correspondencia de García Márquez reposarán en una de las instituciones más respetadas y responsables del planeta como depósito de documentos de grandes escritores del mundo entero, y en especial de América Latina. No existe mejor sitio que el Centro Ransom de la Universidad de Texas (donde hay documentos de Hemingway, Borges, Faulkner y Coetzee) para tener bien guardados, exhibidos y cuidados los papeles de un escritor.

Las críticas han sido de dos tipos: la primera es francamente mamerta, y dice que la familia no debería vender nada de los borradores y manuscritos de Gabo, sino donarlos a su tierra natal. ¿Cómo por qué? ¿Quién ha dicho que los escritores y sus familias tienen que hacer votos de pobreza como si fueran santos o monjes de una secta franciscana? Ya es un milagro que un hombre pueblerino haya podido salir de la pobreza —y hasta llegar a ser rico— sin explotar a nadie y con la sola fuerza de su pluma y su imaginación. Pedirles que regalen sus borradores sería como exigirles a los herederos de Picasso que donen sus bocetos. Si lo quieren hacer, muy bien, pero no veo nada criticable en vender los papeles a una institución seria que, además, los pondrá a disposición del mundo entero digitalizándolos. Estos puritanos de la plata se escandalizan por lo más natural: que uno no está obligado a regalar su trabajo.

El segundo tipo de crítica, provinciana y miope, ha sido que el gobierno colombiano no quiso participar en una supuesta subasta por obtener para-la-patria los papeles de Gabo. Primero que todo, la tal subasta no existió. Como ha declarado Rodrigo García, el hijo de Gabo, gran cineasta que vive en Estados Unidos, la familia escogió el sitio que le pareció mejor. Así la Biblioteca Nacional estuviera dispuesta a acoger estos documentos, a la familia le pareció que Austin era un destino más adecuado. Si extremáramos el patrioterismo barato, habría que exigir que todo fuera a dar a la biblioteca pública de Aracataca.

La bobada localista parece no darse cuenta, primero, que la literatura —y sobre todo la obra de un escritor genial— es universal, y es maravilloso que se valore, aprecie y conserve en cualquier parte del mundo, y más donde haya las mejores condiciones para preservarla. Si queremos que se quede aquí el legado de los escritores, los músicos o los artistas locales, tendríamos que empezar por crear instituciones (públicas y privadas) con la capacidad técnica y financiera para poder adquirir y saber cuidar estos documentos.

Lo único que rescato de este alboroto es que hemos progresado un poco. Hace un siglo las regiones luchaban por los huesos de Isaacs. Al menos ahora no estamos peleando por el fetiche de las cenizas de García Márquez. Ojalá hace un siglo hubiera existido un Centro Ransom, aquí o en cualquier parte del mundo, que hubiera acogido y protegido en una urna, no los huesos, sino los papeles de Isaacs.



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