ARCADIA
Bogotá – Colombia
25 de noviembre de 2014
La negociación del archivo
de Gabriel García Márquez
5
puntos sobre la negociación del archivo personal de GGM.
Cinco problemas esenciales
A propósito de la disputa a raíz
de la negociación del archivo personal
de Gabriel García Márquez,
Arcadia presenta cinto puntos esenciales
alrededor de esta discusión.
Por: Halim Badawi*
El pasado 23 de abril de 2014, seis días después de la muerte del
Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, publiqué el artículo “El
archivo de Gabriel García Márquez: anotaciones para un proyecto de
repatriación”, en el que llamaba la atención sobre el hecho que, más allá de
los bustos, homenajes y ceremonias oficiales conmemorativas, había que pensar
seriamente en que el gobierno de Colombia comprara, con recursos públicos, el
archivo de García Márquez a sus herederos, ante la posible compra por
instituciones internacionales. En últimas, ese era el mejor homenaje posible:
rescatar y difundir la memoria de Gabo no mediante discursos y burocracia
conmemorativa, sino con hechos concretos como la adquisición, repatriación y
conservación de su archivo personal en la misma tierra que decretó su
expulsión.
Sin embargo, el 24 de noviembre la prensa anunció que el archivo del
escritor había sido comprado por la Universidad de Texas, institución que desde
hace varios años viene comprando archivos artísticos y literarios
latinoamericanos. Un episodio que se suma a la donación de la extraordinaria
biblioteca de Julio Mario Santo Domingo Braga a la Universidad de Harvard,
gracias a la generosidad de la familia Santo Domingo. Sobre el archivo de Gabo,
la Ministra de Cultura afirmó, luego que el escándalo estalló, que a finales de
2013 había enviado una delegada para hablar del archivo con la familia del
escritor. En este contexto, valdría la pena preguntarnos, ¿qué errores cometió
el Ministerio de Cultura en la negociación? ¿Cuántos archivos ha repatriado
Colombia en su historia? ¿Está bien enfocada la política de patrimonio cultural
mueble del país?
I.
En términos generales, para la opinión pública es común creer que las
personas que tuvieron una posición privilegiada (económica, social o
intelectual) deberían, por principio, regalar sus bienes al Estado, es decir,
deberían construir (con su propio dinero) vías y acueductos para sus pueblos de
origen, como si esto no fuera responsabilidad del Estado. Efectivamente, a la
mayoría de intelectuales se les exige “hacer algo” por su país, entendiendo ese
“algo” como construir hospitales, colegios y universidades públicas, olvidando
que entregar la vida a la cultura y darle brillo al arte, la historia o la
literatura, además de buen nombre al país, es hacer mucho más que “algo”.
La creencia popular de que el intelectual debe regalar su patrimonio
(como si ser intelectual no implicara, al menos en principio, un acto de
renuncia), aplica de forma especial cuando hay patrimonio cultural en juego. A
pesar de no existir una Ley de Mecenazgo en Colombia, es común asumir que los
intelectuales, al momento de morir, deben olvidarse de su familia y entregar,
en su último gran acto público de renuncia, su patrimonio al pueblo, sin
ninguna condición, en contraprestación por lo que el país, dicen algunos, “les
ha brindado”. Al intelectual se le pide que ingrese, en un gesto heroico, al
centro del circo romano y se entregue por completo a las fieras, que terminarán
de despedazar hasta el último gramo de su cuerpo.
En esta misma línea, los encargados tradicionales de la cultura (tal
vez, con excepción del Banco de la República), han creído que “negociar” un
archivo literario o una colección de arte es ir donde el dueño y decirle
"oiga, queremos su archivo, ¿me lo regala?", así este “regalo” sea el
patrimonio más valioso y la única herencia de su propietario. Lo curioso es
que, después de la propuesta, casi siempre hecha de forma arbitraria y
ofensiva, el mismo Estado desaparece por completo. Por ejemplo, tengo que
recordar cuando, hace unos años, ayudé a ofrecer en donación al Museo Nacional
(institución del Ministerio de Cultura) una biblioteca de historia
surcolombiana con seis mil libros, la mayoría sin copias en el Museo, una
biblioteca dejada por un historiador fallecido. Aunque inicialmente el Museo
Nacional mostró interés, después de la atención inicial, el Ministerio
desapareció y ni siquiera envió una carta a los donantes para establecer el
camino a seguir. Un largo silencio fue más que suficiente para espantar a los
herederos.
No es un episodio exento, así ha actuado el Ministerio de Cultura en
repetidas ocasiones, y por eso la política colombiana de patrimonio mueble es
un asunto complejo, espinoso y que despierta suspicacias en los propietarios de
patrimonio artístico, bibliográfico o documental, quienes habitualmente
prefieren trabajar con instituciones como el Banco de la República o el Archivo
de Bogotá, más eficientes en la gestión, o simplemente vender sus bienes fuera
del país, porque las instituciones del Ministerio de Cultura no dan abasto, ni
siquiera para velar por el archivo particular del único Nobel que ha tenido
Colombia.
Cualquier negociación es un proceso que excede una “conversación”
informal (como la que habría tenido la directora de la Biblioteca Nacional con
la familia de Gabo), es un proceso largo que implica voluntad política,
seguimiento, presupuesto, conocimiento, inventarios actualizados, avalúos
individuales, alguien a cargo permanentemente y dinero para comprar la
colección en cuestión. Esta lección la ha entendido claramente la Biblioteca
Luis Ángel Arango del Banco de la República, mientras que, el Ministerio de
Cultura, históricamente, se ha hecho el de la vista gorda.
Llevando lo anterior al tema del archivo de Gabo, es necesario recordar
que el Ministerio de Cultura afirmó, en un comunicado de prensa del 24 de
noviembre de 2014 (escrito luego de un derecho de petición con varias preguntas
enviado por mí una hora antes), que a finales de 2013 envió como delegada a
Consuelo Gaitán, directora de la Biblioteca Nacional, para “comunicar a la
familia García Barcha el interés porque el legado del escritor reposara en
Colombia y específicamente en los fondos de la Biblioteca Nacional”.
Ante esta afirmación debemos preguntarle al Ministerio si ¿existe algún
acta del Consejo Asesor de Patrimonio del Ministerio de Cultura en donde se
autorice el envío de esta delegación y se evidencie el interés y la discusión
patrimonial sostenida por la entidad para adquirir el archivo? ¿Bajo qué
modalidad propuso el Ministerio de Cultura a la familia García Barcha traer el
archivo al país? Es decir, ¿estaban esperando un regalo de la familia? ¿O hubo
por parte del Gobierno de Colombia una oferta concreta que pudiera entrar en
competencia con la oferta de la Universidad de Texas? Responder esta pregunta
es clave, porque permitiría establecer si existió una estrategia real de
adquisición por parte del Gobierno Nacional o si todo fueron palabras, sin
mayor formalidad, que terminó llevándose el aire.
II.
El Ministerio de Cultura, en el mismo comunicado, “exalta que el
archivo literario de la Universidad de Texas es uno de los más importantes del
mundo, puede garantizar su conservación, así como el uso para fines públicos y
de carácter académico, además valora el prestigio de este centro universitario
donde reposan archivos tan importantes como el del escritor argentino Jorge
Luis Borges y el irlandés James Joyce”.
Entonces, siguiendo este razonamiento, habría que preguntarle al
Ministerio, llevando la noción de patrimonio más allá del patrimonio
documental, ¿si está de acuerdo con que museos extranjeros adquieran objetos
prehispánicos y coloniales, so pretexto de que van a estar mejor conservados en
el Museo de América de Madrid o en el Metropolitan de Nueva York? Así mismo, si
se tratara estrictamente de un asunto de “conservación” (sin más
consideraciones de índole histórica, patrimonial o simbólica para el país),
valdría la pena preguntar si el patrimonio cultural mueble de Colombia no
estaría mejor conservado en colecciones privadas del extranjero, es decir, en
manos de particulares que compran con su dinero, valoran, prestan, exhiben,
cuidan y hasta digitalizan los objetos culturales que Colombia deja escapar por
los sumideros?
¿La afirmación realizada por el Ministerio de Cultura no sería, un
poco, reconocer el fracaso de la política colombiana de patrimonio cultural
mueble y el fracaso de las instituciones nacionales de la cultura a la hora de
gestionar y trabajar con colecciones privadas?
III.
La página en Facebook de la Biblioteca Nacional publicó el 24 de
noviembre, en horas de la noche, un escueto comunicado de prensa procedente de
la familia García Márquez (sin firmas manuscritas, sólo con la impresión
“Mercedes, Rodrigo y Gonzalo”) en el que se afirma: “nosotros decidimos que el
archivo de los documentos literarios y del correo fuera al Centro Harry Ransom,
por ser uno de los lugares que hace este tipo de archivo y preservación de
documentos mejor que nadie”. Sin embargo, ningún miembro de la familia dice, en
el comunicado, el porqué de esta decisión, y si, de hecho, la venta a Texas se
debió a la falta de interés del gobierno de Colombia. En una entrevista
anterior, la familia García Barcha afirmó claramente que no recibieron ofertas
del Gobierno y que a esto se debió la decisión de vender el archivo a la
Universidad de Texas.
IV.
Resulta paradójico que, mientras se entregaba el Premio
Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, dotado con 100.000 dólares
de premio, Colombia concretó la pérdida, casi el mismo día, el archivo
particular de Gabriel García Márquez, el legado más importante del escritor,
ante la falta de ofertas del Gobierno Nacional, según afirmó la propia familia
del escritor. Entonces, ¿qué parece interesarle más al Gobierno? ¿La sonoridad
internacional que dan los premios literarios cargados de dinero o la
investigación y el desarrollo cultural de Colombia (a partir de las fuentes
primarias que dejó su expatriado y perseguido escritor insignia)?
Ningún libro gratuito y ningún premio literario saldará la pérdida del
archivo, una pérdida a perpetuidad, que ya tiene visos de convertir al gobierno
actual en heredero de la tradición inaugurada por el ex presidente Carlos
Holguín, quien, bajo su gobierno, entregó a España el Tesoro Quimbaya, la
pérdida patrimonial más grande que recuerde Colombia, que se suma a otros
archivos y bibliotecas que ha dejado perder el país bajo el silencio de la
Biblioteca Nacional, como la biblioteca particular de Bernardo Mendel, tal vez,
la biblioteca privada latinoamericanista más importante del mundo en su época,
adquirida por la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana en la década de
1950.
V.
¿Cuántos archivos privados (literarios, científicos o históricos) ha
repatriado el Ministerio de Cultura en toda su historia? ¿Cuántos durante los
últimos seis años? ¿Qué papel juega la recuperación de los archivos privados de
expatriados e intelectuales (especialmente, los de izquierda) en la
consolidación del Proceso de Paz, en el establecimiento de procesos de
reconocimiento, justicia y reparación de víctimas, y por supuesto, en el
postconflicto? A estas alturas, ¿sería posible que el gobierno colombiano
iguale la oferta económica de la Universidad de Texas, bloquee la finalización
de la negociación y el archivo se quede en la Biblioteca Nacional? Examinar las
tendencias históricas en el manejo del patrimonio cultural mueble, permitiría
entender claramente por qué el archivo García Márquez no quedó en el país para
el disfrute, la investigación y la pacificación de Colombia.
** ** **
TELAM
Agencia Nacional de Noticias
Buenos Aires – Argentina.
29 de noviembre de 2014
Estados Unidos
"Cualquiera podrá consultar
el archivo de García Márquez",
afirma el director del centro
Harry Ransom
Mientras
que las 40 cajas del archivo de los últimos 50 años de la vida y obra de
Gabriel García Márquez desembarcan en ese centro de la Universidad de Texas,
su director, Stephen Enniss, tranquilizó al mundo y dijo en diálogo con Télam
que "cualquiera podrá visitar y consultar las colecciones que
preservamos", en vistas a este gran patrimonio que acaban de comprar y que
aún no tiene fecha de exhibición.
El lunes último se dio a conocer que la viuda de Gabo, Mercedes Barcha,
y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, habían vendido a la Universidad de Texas el
archivo del escritor fallecido el pasado 17 de abril, un tesoro único y
universal, por el que, según trascendió horas después, ni el gobierno
colombiano, ni el mexicano, insistieron en conservar, lo que suscitó una tibia
polémica.
El archivo, que por estas horas está siendo trasladado al Centro Harry
Ransom, abarca más de medio siglo de manuscritos originales de diez libros, la
mayoría de ellos en español, que van desde “Cien años de soledad” (1967) y “El
amor en los tiempos de cólera” (1985) a “Memoria de mis putas tristes” (2004) y
más de dos mil cartas de autores como Carlos Fuentes y Graham Greene.
También hay borradores del discurso que dio cuando recibió el Premio
Nobel en 1982; más de 40 álbumes de fotografías de nueve décadas de su vida;
dos máquinas de escribir Smith Corona y las computadoras en las que escribió
algunos de los trabajos literarios más queridos del siglo XX; así como álbumes
con recortes de periódicos que recopilan meticulosamente su carrera.
En el archivo García Márquez se destacan también los borradores de su
novela inédita, “En agosto nos vemos”; investigaciones para “El general en su
laberinto” (1989) y una copia mecanografiada y marcada de la novela “Crónica de
una muerte anunciada” (1981); en definitiva, una ventana hacia un laboratorio
sin igual que indaga en la gestación y cambios de su obra y en las luchas con
el lenguaje y la estructura.
"Es como que te atrapen en ropa interior", dijo García
Márquez a la revista Playboy en 1983 sobre la posibilidad de que conozcan las
huellas de su 'work in progess', por eso y según consta en la biografía escrita
por Gerald Martin, Gabo destruyó las notas y los árboles de la familia de
"Cien años de soledad".
"Mi padre era un perfeccionista y un perfeccionista no muestra el
trabajo en progreso", agregó Rodrigo García Barcha en una entrevista que
reprodujo The New York Times, sin embargo, Gabo legó finalmente algo más que su
celebrado trabajo para que el mundo pueda seguir espiando.
La obtención de semejante acervo -del que no trascendió nunca la cifra
pagada- dirigió la mirada colectiva a la institución estadounidense, que
alberga correspondencia de otros pesos pesados de la literatura mundial como
George Bernard Shaw, Ernest Hemingway, Samuel Beckett y J.M. Coetzee; así como
archivos de Jorge Luis Borges, William Faulkner y James Joyce.
Dirigido por Stephen Enniss, especialista en colecciones, archivos y
biblioteca de libros raros y responsable de otras adquisiciones como los
papeles de Ted Hughes, Seamus Heaney y Salman Rushdie, este centro en Austin
es, entonces, la morada final del legado privado de García Márquez, quien
durante décadas tuvo prohibida la entrada a Estados Unidos por "actividad
subversiva", una situación que concluyó en 1995 cuando el presidente Bill
Clinton le concedió el visado.
"La familia -dijo Enniss sobre la polémica en torno al lugar
elegido para que se conserve el material- tomó la decisión respecto a donde
quedaría el archivo y, en nombre del Centro Ransom, nos sentimos honrados de
que reconocieran la clase de hogar apropiado que podíamos brindarle. Mis
colegas y yo esperamos recibir a investigadores de Colombia, México, distintos
lugares de Latinoamérica y, por cierto, del mundo entero", resaltó.
Enniss no se movió ni por un segundo del margen institucional para
contestar y con un rotundo "No" sobre la posibilidad de contar cuánto
se pagó por este archivo que, en nombre de la familia, lo negoció el implacable
Glenn Horowitz, el mismo que vendió por ocho millones de dólares los papeles
privados del presidente Franklin Delano Roosevelt, por dos millones y medio los
de Norman Mailer y por cinco millones los archivos de Watergate, hace 11 años.
"Los términos de la adquisición del archivo se negociaron entre el
Centro y el representante de la familia. Esperábamos lograr el resultado que
tenemos y todos trabajamos juntos con ese objetivo en mente", deslizó
respetuosamente.
"El Centro Harry Ransom es un archivo cultural que promueve una comprensión
y apreciación mayor de la literatura. El trabajo de García Márquez es amado en
el mundo entero y anticipamos que habrá un mayor interés en estudiar sus
orígenes durante los próximos años. Esta es una de las maneras en las que el
Centro cumple con su misión y sirve a la cultura", agregó sobre el interés
por el material que ocupa "40 cajas de gran tamaño".
Entre la magnificencia de estos tesoros, Enniss consideró que "es
difícil nombrar una sola cosa, teniendo el archivo en sí mismo tantos ítems.
Pero diré que los 10 borradores de la última e inédita novela son
extraordinarios y serán uno de los principales intereses para investigadores y
estudiantes de todo el mundo".
De hecho, aclaró orgulloso, "cualquiera puede visitar el Centro
Ransom y hacer búsquedas en las colecciones que albergamos. El año pasado nos
visitaron investigadores de 24 países diferentes", remarcó sobre la
universalización del lugar.
Otro de los temas que se encargó de despejar fue el de la fecha para un
futura exhibición: "Aún está por determinarse y esperamos que sea pronto,
pero es incorrecto que será en otoño de 2015. Organizaremos una gran exhibición
del archivo en la galería pública del Centro".
Mientras tanto, confirmó que comenzarán los trabajos de clasificación,
en los cuales un grupo de "archivistas catalogará los documentos con los
más altos estándares profesionales"; junto a "un equipo de
conservadores entrenados para cuidar de este tipo de materiales y algunos con
formación para preservar formatos efímeros como grabaciones de audio y
contenidos digitales".
"García Márquez -concluyó Enniss- tiene muchos lectores devotos en
Estados Unidos, pero ningún país puede aspirar a contenerlo. Es una auténtica
figura de importancia global y esperamos servirle a una amplia comunidad
internacional, vengan de donde vengan".
** ** **
EL
ESPECTADOR
Bogotá – Colombia
30 de noviembre de 2014
Columna de opinión
Los huesos de Isaacs
y los papeles de Gabo
Hace
más de un siglo —cuenta el historiador Malcolm Deas— una comisión del Gobierno
trasladó los restos de Jorge Isaacs de Ibagué, donde yacían huérfanos y sin
mármol, a Medellín, donde fueron sepultados con todos los honores, bajo un gran
monumento, en el cementerio de San Pedro.
Por Héctor Abad Faciolince
Los detalles del viaje de los huesos, los mechones arrancados de la
calavera como reliquia, los discursos ante la urna funeraria, los carros
alegóricos... todo parece un cuento surrealista que no les cuento aquí porque
el profesor Deas publicará un ensayo con los detalles. Lo que quiero destacar
es que Isaacs había nacido en el Cauca, y por eso los antioqueños se vieron
casi obligados a disculparse por sepultar a Isaacs donde él quería y no en su
tierra natal.
Esta sepultura “en tierra extraña” viene a cuento por la absurda
polémica que han armado un puñado de periodistas patrioteros que parecieran no
tener otro oficio que montar peloteras incluso por algo que debería
considerarse una buena noticia: que buena parte de los papeles, manuscritos,
fotos, y correspondencia de García Márquez reposarán en una de las
instituciones más respetadas y responsables del planeta como depósito de
documentos de grandes escritores del mundo entero, y en especial de América
Latina. No existe mejor sitio que el Centro Ransom de la Universidad de Texas
(donde hay documentos de Hemingway, Borges, Faulkner y Coetzee) para tener bien
guardados, exhibidos y cuidados los papeles de un escritor.
Las críticas han sido de dos tipos: la primera es francamente mamerta,
y dice que la familia no debería vender nada de los borradores y manuscritos de
Gabo, sino donarlos a su tierra natal. ¿Cómo por qué? ¿Quién ha dicho que los
escritores y sus familias tienen que hacer votos de pobreza como si fueran
santos o monjes de una secta franciscana? Ya es un milagro que un hombre
pueblerino haya podido salir de la pobreza —y hasta llegar a ser rico— sin
explotar a nadie y con la sola fuerza de su pluma y su imaginación. Pedirles
que regalen sus borradores sería como exigirles a los herederos de Picasso que
donen sus bocetos. Si lo quieren hacer, muy bien, pero no veo nada criticable
en vender los papeles a una institución seria que, además, los pondrá a
disposición del mundo entero digitalizándolos. Estos puritanos de la plata se
escandalizan por lo más natural: que uno no está obligado a regalar su trabajo.
El segundo tipo de crítica, provinciana y miope, ha sido que el
gobierno colombiano no quiso participar en una supuesta subasta por obtener
para-la-patria los papeles de Gabo. Primero que todo, la tal subasta no
existió. Como ha declarado Rodrigo García, el hijo de Gabo, gran cineasta que
vive en Estados Unidos, la familia escogió el sitio que le pareció mejor. Así
la Biblioteca Nacional estuviera dispuesta a acoger estos documentos, a la
familia le pareció que Austin era un destino más adecuado. Si extremáramos el
patrioterismo barato, habría que exigir que todo fuera a dar a la biblioteca
pública de Aracataca.
La bobada localista parece no darse cuenta, primero, que la literatura
—y sobre todo la obra de un escritor genial— es universal, y es maravilloso que
se valore, aprecie y conserve en cualquier parte del mundo, y más donde haya
las mejores condiciones para preservarla. Si queremos que se quede aquí el
legado de los escritores, los músicos o los artistas locales, tendríamos que
empezar por crear instituciones (públicas y privadas) con la capacidad técnica
y financiera para poder adquirir y saber cuidar estos documentos.
Lo único que rescato de este alboroto es que hemos progresado un poco.
Hace un siglo las regiones luchaban por los huesos de Isaacs. Al menos ahora no
estamos peleando por el fetiche de las cenizas de García Márquez. Ojalá hace un
siglo hubiera existido un Centro Ransom, aquí o en cualquier parte del mundo,
que hubiera acogido y protegido en una urna, no los huesos, sino los papeles de
Isaacs.
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