MEMORABILIA GGM
Cali –
Colombia
31 de
octubre de 2014
Este discurso se publica por la gentileza de
Jaime Lopera que nos lo envió al correo del blog.
Le enviamos nuestros agradecimientos
DISCURSO DE POSESIÓN
DE BENJAMÍN ARDILA DUARTE
EN LA ACADEMIA COLOMBIANA
DE LA LENGUA.
Les pido, amables oyentes, aceptar la intervención de mi
sentimiento para dedicar estas páginas a mis nietos Sofía y David quienes,
nacidos en Alemania, prolongan alegremente nuestro idioma en otro continente.
Recibo con humildad
y con orgullo, dos sentimientos tan diversos, el honor de estar a partir de hoy
en vuestras deliberaciones para trabajar el alma de las palabras, la literatura
que las expresa y los autores príncipes que todo lo ennoblecen. He tomado a Gabriel
García Márquez como mi tema académico porque es el colombiano escogido por las
Musas y por la vida para llevar a todas las bibliotecas del mundo y a todos los
lectores del orbe conocido, en alto y con brillo, el nombre de Colombia.
Pero ¿quién el personaje?
¿Cuál el tema? ¿Es acaso Cervantes que se ha salido de los campos de Montiel o
de su tumba ideal de Pubenza para traernos la magia de su palabra encantada? No.
Es Gabo, el hijo del telegrafista de Aracataca que se armó caballero de la República de las letras y, con su pluma de
oro, con su voz de costeño tímido y de trueno, llevó a Estocolmo la belleza del
Caribe y las metáforas melódicas de todos los poetas de la divina lengua que
hablamos.
Mis zapatos han
viajado mucho, como dice el cantante canadiense. Y donde quiera que llegue me
antecede el embajador plenipotenciario de esta Atenas suramericana –así
definida por Humboldt, Miguel Cané y Menéndez Pelayo sin conocerse entre sí.
Porque eso somos y la juventud, o quienes estamos en el alegre mediodía,
debemos conservar como oro en paño esa calificación, porque así somos leales al
gigante que hoy nos congrega en este templo de piedra de las glorias nacionales
del espíritu.
Antes de que la
república naciera la dulce Francia, la España militar y misionera y los Estados
Unidos enviaron diplomáticos a este suelo: prohibidos Voltaire, Rousseau,
Montesquieu; censurados Jovellanos y Feijoo, aquí vinieron; y traducidos fueron
Jefferson y Washington porque sus libros animaron la tertulia de la
independencia con estos invisibles diplomáticos de la libertad. Ahora nosotros
enviamos por los siete mares los libros de Gabriel García Marquez como
mercancía iluminada, así como llevaron a Europa el oro de Indias, el mensaje de
culturas primitivas y les enseñamos, como el sabio de Macondo, que el mundo es
redondo como una naranja.
Fragmentemos lo
indivisible para ordenar los anaqueles de la obra Inmortal:
·
La ceiba y sus ramajes;
·
Las fuentes de una vida;
·
El delta literario.
·
La casa natalicia.
·
Zipaquirá, Piedra y Cielo.
·
Misión de la universidad.
·
La escuela de periodismo.
·
Pablo Neruda, el padre Félix
Restrepo y Eduardo Zalamea Borda presienten el alumbramiento.
·
Cien Años de Soledad.
·
La consagración de Estocolmo.
·
La dorada madurez.
La Real Academia
Española, nuestra madre intelectual, y la Asociación de Academias de la Lengua Española
editaron Cien Años de Soledad después
de publicar El Quijote en selección
rigurosa y corregida de textos estelares. Tuvieron en cuenta la lectura crítica
del autor y la presentación de algunas prosas que sobre Gabo se escribieron
entonces o en fechas anteriores. Tenían en cuenta en la península que la Lengua es la patria y que nuestro
Nobel es el primer ciudadano colombiano en el mundo literario y, además, que
hablamos y escribimos el mejor castellano de la comunidad de naciones. La
Academia, la de allende y la de aquende el océano, limpia, fija y da esplendor
al idioma y nos da ese lema hermoso y filial que tanto nos obliga. Y, aun
cuando don Andrés Bello redactó la Gramática Castellana para uso de los
americanos, allá la tienen como la mejor, por encima de la de Martínez López y
de la propia edición de los inmortales de Madrid.
Nosotros debemos
ser muy respetuosos de las glorias nacionales que aquí nos reúnen y descartamos
y repudiamos a la Ofelia de Shakespeare que se alegraba dándole patadas a su
propia corona, como lo recordaba Castelar. Gabriel García Márquez enriqueció el
debate probatorio sobre la ortografía en discurso memorable y, en ello como en
todo, siguió tres casos que tienen estatua en este respetado recinto:
a)
Miguel Antonio Caro: del uso en
sus relaciones con el lenguaje;
b)
Marco Fidel Suárez (1.910): el
castellano en mi tierra;
c)
Rufino José Cuervo: el castellano
en América. Al caso de Bello me he referido en mi libro sobre el Jurisperito de
América en los días de alguna celebración gloriosa.
I)
La Ceiba Centenaria, sus ramajes verdes y sus flores amarillas para la
buena suerte
Gabo no es un genio
solitario que nació de un rayo del cielo, se encerró en una biblioteca
abastecida y salió a buscar a Gutenberg para que su imaginación y su cultura se
convirtieran en folios inmortales. No. El, Gabo, es una ceiba centenaria que no
emergió en un pedregal o en un oasis del desierto. Es el fruto sazonado del
Caribe y de una tierra fertilizada con los jugos de antepasados primitivos de
La Guajira y de la Sierra; de unos íberos que tomaron mucho de Grecia (la
sabiduría y la tragedia); se envuelven en la chilaba de la gente mora durante siete
centurias, producen el siglo oro de la riqueza y de la literatura que nuestro
hombre celebrado hoy bien conoce; domina y saca de allí los jugos de la gracia,
la picaresca española y la ironía, la sonoridad de los sonetos y la brujería
que la Inquisición de Cartagena no podía tolerar.
Gabo es la síntesis
de la raza y la cultura que es el mejor producto de exportación de los pueblos
que acendraron su sabiduría en el espesor de los siglos, en el pincel de sus
pintores, en las partituras de sus músicos y en la vigilia de sus escritores. Cuando
leemos las cien mejores poesías de la Lengua Castellana de la Antología de
Menéndez Pelayo, o su trabajo sobre los Cantos de nuestra América, encontramos
las piedras preciosas y las metáforas del idioma que Gabo de allí tomaba, como
aquellos nobles de que hablaba Chocano que lanzaban sus joyas al bronce
destinado para fundir campanas.
II) Las fuentes de una vida.
La tradición
familiar de la estirpe mágica; la comunicación oral con los abuelos; el
castellano hablado y común en las sabanas, en la sierra y en el Caribe, le
dieron a Gabo el tema y el idioma para poner en la cuartilla blanca la leyenda
inmensa que el mundo lee, discute y aprecia como un sumo de variados sabores.
Como Cervantes, como Quevedo y Tomás Carrasquilla encontró en el pueblo raso el
tesoro escondido de la parla ideal, en las gentes modestas lo mejor de sus
leyendas y el arcaico sabor del idioma eterno.
III) El Delta literario.
¡Como era de
parecido a su pueblo y de extraño a su tradición literaria! Su cultura era
variada desde la edad primera. Familia, escuela, aula, meditación poética, son
las piedras iniciales de la construcción después lograda. Piedra y Cielo, con Carlos
Martín a la cabeza (su rector en Zipaquirá) le dieron la sal del bautizo
literario. Todo era poesía y humor. Su discurso, joven capitán de 17 años,
despide la secundaria con los primeros destellos al tiempo que versifica
ingenuamente para las novias provinciales.
Y Bogotá la
letrada. La Universidad Nacional de 1947 y 1948 merece un capítulo separado y
algún día se hará. La economía, la sociología, la filosofía, los chibchas, las
ideas políticas son estudiadas por Gabo entonces y en Cartagena, de piedra
pensativa, –en la universidad amurallada – avanzó en las ciencias sociales y
jurídicas que le dieron el enfoque sobre el estado moderno y la sociedad
contemporánea. El Rey de España, don Juan Carlos de Borbón me ayuda para definirlo:
“Gabriel García Márquez es, en sí mismo,
en su trayectoria creadora, un ejemplo vivo de esa unidad del español en su
diversidad, una de las figuras más insignes de la literatura en español”.
IV) La Casa Natalicia.
Su primera novela
era sobre la casa de sus mayores en Aracataca. Pero no llegó a consolidarla. En
cambio, su gran amigo el Nené Cepeda
sí la hizo. Cuando Gabriel acompaña a su madre a vender el inmueble donde se
abrieron sus ojos a la luz del día, se llena de lágrimas y de melancolía. Y
surgen dos concepciones: La Hojarasca
para describir el pueblo y Cien Años de
Soledad para construir la epopeya.
En ese jardín, en
esos cuartos, en esa joyería, en esos corredores hospitalarios, en esas tablas
como paredes, techos metálicos y recuerdos familiares emerge la obra magistral,
como centro de la visión suprema –hacia atrás y hacia adelante– hacia adentro y
hacia afuera– de la mítica descripción de Macondo.
V) Zipaquirá: Piedra y Cielo.
El bachillerato
clásico de entonces tenía un brillante y espeso barniz letrado. La biblioteca
del claustro es buena para los alumnos puntuales. La Vida Maravillosa de los Libros de Jorge Zalamea es el faro
inicial; cien volúmenes muy buenos de la colección Samper Ortega son devorados;
El Viaje del Parnaso de Cervantes lo
instruye; y La Mejor Lírica del Siglo de
Oro de José Vega y el folleto sobre el mismo tema de Karl Vossler lo
equipa; Platero y Yo de Juan Ramón
Jiménez lo puede recitar sin parpadear; y La
Experiencia Literaria de Alfonso Reyes fortalece sus convicciones
estéticas. Su cerebro está a punto de estallar repleto de luceros y metáforas.
Memoriza todo y lo recita vanidosamente en las veladas familiares. Le oyó a
Andrés Holguín que la única poesía que existe es la que podamos retener en el
sótano de la conciencia literaria.
VI) Misión de la
Universidad.
Ortega y Gasset
pedía –hace ochenta años– que la universidad formara profesionales idóneos,
investigadores actualizados y ciudadanos ejemplares. ¡Así debe ser! El
universitario Gabriel García Márquez en la Facultad de Derecho de Bogotá se
inicia en otras lecturas: Las ciencias sociales que darán soporte al
periodista, al político, al visionario del ideal de la republica perfecta. Aquí
y en Cartagena conoce los autores del derecho penal, del derecho de familia,
del derecho civil, que mucho le sirvieron como guía para el periodismo
investigativo y para entender el árbol genealógico de los Buendía, el
celestinaje delictivo de la abuela desalmada y los entretelones criminales de
la muerte anunciada.
El profesor Antonio
José Cancino Moreno, en investigación profunda, escribió El Derecho Penal en la Obra de García Márquez. La técnica de la
crimino génesis es antigua pero la visión es nueva. El colega académico
nariñense Ignacio Rodríguez Guerrero, hace años, en Tipos Delincuentes del Quijote trabajó el tema y obtuvo premios
españoles. En Francia no solo Voltaire, sino el Decano Payen, Henri-Robert
Ancien Batonier y miembro de la Académie Francaise, encontraron la relación
entre derecho penal y literatura. El profesor Cancino señaló la estructura de
los elementos de las transgresiones penales y de la dosimetría aplicable en
hechos sucedidos en varias de las obras de García Márquez. Delitos como el
aborto, hurto, extorsión y estafa, invasión de tierras o edificios, calumnia e
injuria, homicidio, genocidio, lesiones personales, proxenetismo, incesto,
corrupción, estupro, violencia carnal, violación de los derechos de reunión y
asociación, y muchos otros son estudiados, en las obras de Gabo con precisión
científica por el gran penalista.
VII) La escuela de periodismo.
Gabo Periodista, Antología de Textos Periodísticos de Gabriel
García Márquez, bella edición de Carlos Julio Ardila y Héctor Feliciano,
con selección y comentarios bien logrados, adornan la bibliografía del Nobel
colombiano. El epílogo de Jaime Abello le da adicional fuerza. Varios tramos de
la vida del escritor son reseñados:
- El Universal de Cartagena, mayo 1948,
diciembre 1949;
-
El Heraldo, Barranquilla enero
1950-1952. Entonces dirige Comprimido y redacta Crónica;
-
El Nacional de Barranquilla,
octubre a diciembre 1953, con Álvaro Cepeda Zamudio;
-
El Espectador, Bogotá, enero
1954-julio 1955;
-
Revista Lámpara de Álvaro Mutis y
El Independiente;
-
En Caracas –Élite, Momento,
Venezuela Gráfica- y en Bogotá (Cromos, El Espectador, El Tiempo, Acción
Liberal) septiembre 1956-mayo 1960.
-
Prensa Latina. Bogotá- La
Habana-Estados Unidos. Mayo 1959-junio 1961.
-
Sucesos para Todos y La Familia-
Méjico –octubre 1961-abril 1963.
-
Periodismo militante: 1974-1980.
-
Alternativa: Bogotá febrero
1974-marzo 1980.
-
Celebridad Mundial y Libertad Creativa
1980-2002.
-
El Espectador. Bogotá. El País
Madrid -1980-1984.
-
Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano, 1994 hasta su muerte con talleres dirigidos, como en Méjico,
Italia y Cuba sobre cine.
-
Cambio. Bogotá-1999-2002- con
control total de Gabriel García Márquez.
VIII) Pablo Neruda, el Padre Félix Restrepo y Eduardo
Zalamea Borda presienten el alumbramiento.
En París y en 1967,
poco antes de que saliera la edición Argentina de Cien Años de Soledad, le oímos a Pablo Neruda su versión sobre
Gabo: nada mejor había después de Cervantes. ¡Y lo dijo! Leamos en el volumen
III de las Obras Completas del poeta chileno:
GARCIA MARQUEZ
También
en ese tiempo tuvo
tiempo
de nacer un volcán
que echaba fuego a borbotones
o, más bien dicho, este volcán,
echaba sueños a caer
por las laderas de Colombia
y fueron las mil y una noche
saliendo de su boca mágica,
la erupción magna de mi tiempo:
en sus invenciones de arcilla,
sucios de barro y de lava,
nacieron para no morir
muchos hombres de carne y hueso.
(Arte Contemporáneo 12 de julio de 1969)
El mejicano Carlos
Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa incorporaron sus textos sobre Cien Años de Soledad a la publicación de
la Academia Española. El Glosario lo hicieron la Academia colombiana y la española
para precisar el significado de los términos. Difícilmente se encuentra una
edición tan iluminada de faros orientadores. Vargas Llosa llamó Historia de un Deicidio la profunda
alusión investigativa a la obra del colombiano epónimo.
El padre Félix
Restrepo, lejano a Gabo por su visión del cielo y del mundo, advirtió la
temprana grandeza de nuestro autor sin dejar de señalar los “brochazos obscenos”
del vocabulario macondiano. Y Eduardo Zalamea Borda calificó la dimensión del
escritor de 19 años con la Tercera Resignación, tan próxima a La Metamorfosis de Kafka, cuya estatua
ilumina hoy con escarabajos en el cuerpo, lo más hermoso de las calles de
Praga.
IX) Cien Años de Soledad 1967.
Después del
Quijote, se ha dicho, es lo más representativo y lo más bello de la lengua
castellana: es obra épica como la de Homero, como el canto de Virgilio, como
los tercetos del Dante, como todo lo escrito por Milton, como la leyenda de los
siglos de Víctor Hugo. Por esos centenares de páginas somos conocidos y
respetados en el mundo literario de hoy.
Largamente aquilató
Gabo en notas y recuerdos orales el plan y el contenido para dar a luz el
prodigio. Rompió el calendario de unas vacaciones familiares y, como un monje
benedictino, se encerró con su familia y sus memorias infantiles a recrear el
mundo de Macondo que tenía bien diseñado en el atlas borroso de la infancia.
Todas las privaciones del presupuesto íntimo, las deudas de la canasta
doméstica, el canon del inmueble, todo a la espera mientras el vallenato de
quinientas páginas salía camino del editor argentino y de la gloria universal.
Toda la batalla de
la Cepal de Prébish y de Carlos Lleras Restrepo contra la injusticia en los
términos de intercambio; toda la crítica contra el saqueo colonial del tercer
mundo; toda la acción contra la diplomacia del dólar, está en Cien Años de Soledad cuando un gobierno
satélite, contra la dignidad nacional, se pone al servicio del capital
monopolista extranjero y masacra en las Bananeras a un pueblo con sus mujeres y
sus niños quienes tenían la plegaria en los labios en busca de justicia social,
de cobertura asistencial y de seguridad industrial. Y esa página de Gabriel
García Márquez la ha leído el mundo entero: los mandatarios como Clinton, los
reyes de todas las coronas y la juventud de doscientos pueblos la tienen en su
biblioteca.
X. La Consagración de Estocolmo.
Aquí están varias
de las personas que asistieron al Palacio a oír el veredicto de la Academia
Sueca. Kunsgatan, Wassagatan, Stureplan y Upsala sentían elevada la
temperatura. La oratoria resistía muchos grados bajo cero. Totó la Momposina,
los hermanos Zuleta, Danzas del Quindío (sic) y los Oñate cantaban. En algunas
ventanas de la ciudad helada flotaban pequeñas banderas tricolor de papel y de
sedas, muy sencillas pero los visitantes sabían que esos pendones –¡y en esas
horas!– tenían más oro, y más cielo, y más purpura que todos los mantos
imperiales.
El motivo era la
obra total hasta entonces de Gabo, con énfasis en Cien Años de Soledad que Roberto García Peña había definido como la
gran novela de América, Germán Arciniegas llamó a Macondo la primera ciudad del
continente y Alberto Lleras le dedicó valiosa página literaria.
García Márquez,
desde 1950 cuando Faulkner recibió el premio Nobel, había escrito en El
Heraldo: “Se ve llegar un tardío visitante que nada nuevo agregaría a su largo
y paciente trabajo de escribir. Honra mucho más a quienes hicieron la
designación que al mismo designado. Excepcionalmente se ha concedido el Premio
Nobel de Literatura a un autor de innumerables méritos, dentro de los cuales no
sería el menos importante el de ser el novelista más grande del mundo actual y
uno de los más interesantes de todos los tiempos”. Parecen renglones escritos
sobre sí mismo con lustros de antelación.
Toda la obra
galardonada era y es un pedazo palpitante y pensante de la tierra natal. Es la
biografía de la patria idolatrada. Como El Quijote, la visión provincial se
torna universal. En la pluma dorada del hijo de Aracataca se sienten fundidas
todas las sangres de la raza y de la vida, la tierra, el agua, el fuego y el
aire que el Caribe baña desde el Mississippi hasta el Amazonas.
Los académicos
leyeron en castellano, los hispanistas y en traducciones los demás. Se
sorprenden de que a Gabo la palabra le pertenezca como el mármol a Miguel
Ángel, el color a Rubens, la armonía a Beethoven y la poesía al Dante. Recitando
a sus poetas preferidos –que eran muchos– sus ojos, volterianos de gracia y de
malicia, se rociaban de lágrimas. Estocolmo representa el viraje de un mundo en
la literatura.
XI. La dorada madurez.
Vivir para Contarla en el año
2002 es una larga página autobiográfica que contiene la historia de sus libros
y de su vida. No tiene la vanidad de las Memorias
de Ultratumba de Chateaubriand pero consagra –en primera persona– al
artista de la forma y al mago de las imágenes. Dagmar Ploetz lo tradujo al
alemán y después fue vertido a muchos idiomas. Al hablar de Gabo el escritor
Juan Esteban Constain lo define como el talento colombiano más grande de todos
los tiempos: el que mejor supo descifrar, con sus palabras y sus intuiciones,
el misterio de lo que somos.
La amistad de
compañeros de letras y de farras perduró hasta las orillas de la muerte. La
Cueva era la tertulia de las cosas simples de la vida costeña y el albergue de
discusión de todas las corrientes literarias: era, en Barranquilla, como una
reunión del barrio latino de París, de las universidades alemanas con pipas
humeantes y jarros de cerveza, como la Salamanca de Unamuno. Se intercambiaban
libros, ideas y frases solemnes o vanas. Pero era un coro de humanistas.
Humanistas sí, porque humanidades, desde Cicerón, son las disciplinas que
tienden al desarrollo y perfeccionamiento total del espíritu humano y de todas las
facultades de la mente.
Menéndez Pelayo
hubiera incluido a Gabo al lado de los Heterodoxos Españoles. No fue una pluma
cortesana del poder eventual sino un intelectual comprometido con su pueblo,
con su idioma y con sus ideas. Era un clásico desde la edad primera. Clásico
que es lo que ha podido perdurar, lo que ha triunfado y seguirá por siglos.
Como Cervantes, glorioso en vida lo será más después, y si tuvo sonrisas
amables en la vida también tendrá sonrisas amables en la muerte.
Cuando el brazo se
creía cansado después de recibir los diplomas consagratorios, llegó El Otoño del Patriarca, retórico,
histórico y sonoro. Claude Couffon lo tradujo al francés en ediciones Grasset
en 1976, para escarnio del tirano que tenía entre 107 y 232 años de edad como vencedor
de guerras de chocolate. Ya el mismo traductor había vertido en Ediciones du
Seuil a Cien Años de Soledad, otras obras
largamente meditadas y escritas de una sola sentada. La señora Carmen Balcells
como administradora de las publicaciones de García Márquez y José Vicente
Katarain nos hizo conocer las páginas incontables y pulidas del realismo
mágico.
Y Ediciones
Suramérica de Argentina, en 1967, puso a trinar sus linotipos y su impresora,
desocupó sus bodegas de papel y pidió bobinas prestadas para suministrar Cien Años de Soledad a un público que
hacía largas colas para adquirir el libro de la consagración en tirajes
sucesivos.
¿Y el Cineasta?
El cine y yo somos
como un matrimonio mal llevado, no puedo vivir ni con él ni sin él, le dice
Gabo a la revista de cine cubano. Crítico, guionista, productor, todo lo del
cine le interesó desde su juventud en Italia. En San Antonio de los Baños fundó
una escuela que perdura y en Cannes, como jurado, expresó su admiración por el
neorrealismo italiano. El cine fue su segundo hogar. Sus notas de crítica de
cine en la prensa colombiana fueron guía para aficionados y conocedores. Con
Jorge Alí Triana y Lisandro Duque
trabajó temas estelares y muchas de sus obras llegaron a la pantalla en
distintas épocas.
¿Y el bolivariano glorioso?
Cincuenta años
habló con Álvaro Mutis sobre Bolívar y le arrebató a su amigo la antorcha. Se
documentó con la correspondencia del Libertador y como Caro, “un día se apoderó
de él el anhelo de lo ignoto, y evocó el Genio de la Historia, y en vuelo hacia
los tiempos idos condujo hasta las forjas romanas todo el bronce que había
recogido para fundir en él el alma de una estatua: la de nuestro padre
Bolívar”.
Pero no retrató al
héroe de las llegadas victoriosas frente a las puertas de las ciudades
redimidas y ante el llanto alegre de los esclavos emancipados. Tomó la tarde de
la vida egregia y la melancolía del fundador de cinco naciones: Jesucristo, Don
Quijote y yo hemos sido los grandes majaderos de la humanidad, diría Bolívar en
Santa Marta en 1830. El sentido de la unidad de nuestra américa era de estirpe
bolivariana y de José Martí después. A eso se debe la colaboración de García Márquez
en la devolución del Canal a Panamá, con la ayuda de Alfonso López Michelsen,
Oduber y Carlos Andrés Pérez. A Pablo Neruda le prestó un verso que de memoria
repetía:
Libertador
Un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz, el pan y el trigo de tu sangre nacieron.
De nuestra joven sangre
Venida de tu sangre saldrán paz, pan y trigo
Para el mundo que haremos.
Con William Ospina,
en la prosa brillante, y Liévano Aguirre, en la investigación, García Márquez
forma el tríptico sublime de la verdad bolivariana. Un académico, el coronel
Almario, que bien conoce el tema, dice que la novela de El General en su Laberinto es tan rigurosamente histórica, que solo
le faltan las fechas para ser biografía.
¿Y el amor?
Escribo para que
mis amigos me quieran más, dijo el Nobel. Y cuando el gobierno de Belisario
Betancur le otorgó el honor de una estampilla con su efigie pidió,
volterianamente, que con ese timbre postal solo se enviaran cartas de amor.
Pero es en El Amor en los Tiempos del
Cólera cuando se produce el registro del divino sentimiento. Después de Cien Años de Soledad nadie creyó que el
pulso cansado de la gloria, pudiera expresar el afecto de la pareja a los
niveles de este relato idílico. Pero no hubo baja de decibeles. El ritmo siguió
su ímpetu y comparte con Manzoni – I
Promesi Sposi- el noviazgo admirable de los personajes que los conocedores
identifican como los progenitores del propio escritor colombiano.
¿Y Mercedes?
La Gaba fue su
personaje fundamental. Aun cuando en la novela que se sitúa en el río grande de
la Magdalena cabe comparación con los novios de Manzoni, en este caso es bella
realidad. Sin Mercedes Barcha su obra habría tenido los tropiezos de todo
intelectual desorganizado y ametódico que encontró en ella la estructura de
apoyo para sus trabajos literarios. Napoleón a la proyección de la guerra
antecedía la Intendencia, es decir, el presupuesto, el respaldo de la batería
de vestuario, de cocina, de finanzas militares. Ejemplo de esposa más de medio siglo
y basta recordar la paciencia, los recortes de gastos y la organización
familiar -en la pobreza– para esos 18 meses de gestación de Cien Años de Soledad. Jirafa, egipcia, hada
madrina, tiene Mercedes el nombre hermoso que idearon el hombre y el idioma para
señalar la generosidad y el aporte hacia los demás. La mujer tierna y fuerte –como
las del evangelio– y los hijos exitosos, redondean el entorno del paladín del
castellano.
¿Y la Poesía?
Al recibir el
galardón en Estocolmo García Márquez dijo el 10 de diciembre de 1982: “Quiero
creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía”
y citó los tercetos del Dante y las alturas de Machu Picchu de Neruda, que de
memoria solía recitar. Y aludió a Luis Cardoza y Aragón: “Él ha definido como
la única prueba de la existencia del hombre: La Poesía”.
Después de Felipe
Lleras Camargo, el bohemio chiverudo, Gabo fue un gran recitador de bellos
poemas en salas y tertulias. La antología seleccionada por Carlos López Narváez,
con prólogo y epílogo del padre Félix Restrepo, no tenía secretos para él y le
añadía los autores que le faltaban con fichas escritas y críticas burlonas. Y
el libro de los 1001 sonetos, la antología del soneto más completa que se ha
hecho en el mundo, escrutinio retórico de Héctor F. Miri, lo tenía Gabo en la
biblioteca y en la cabeza como un tesoro, adicionado por los poemas –bellos y
arcaicos– del siglo de oro español.
Idealmente imagino
a Gabo en los cielos, sentado entre Remedios la Bella y el Dios de Colombia,
deseando para su patria la gloria que él le ha dado en el terreno del espíritu.
Creemos que a la lengua castellana el escritor Gabriel García Márquez, a quien
hoy festejamos, pudo decirle como repetía Rilke: “No temáis madre, yo llevo la
bandera”. Gabo descubrió que la América Morena es la juventud del mundo y
nosotros portamos el destino de las mañanas que cantan.
Octubre 2014
** ** **
ElColombiano.com
Medellín,
- Colombia
2 de
octubre de 2014
Del susto de Littín a El hambre
de Caparrós
El cineasta Miguel Littín y el cronista y novelista
Martín Caparrós
son invitados al
Premio Gabo, del que, por cierto, ya revelaron los ganadores.
POR JOHN
SALDARRIAGA
Miguel Litín, el cineasta chileno, le contaba
a ratos a Gabriel García Márquez su aventura clandestina en Chile, durante la
dictadura de Augusto Pinochet. Pero jamás se imaginó que el Premio Nobel fuera
hacer con eso un libro.
Solía visitarlo en su casa, en España, y
mientras el chileno le indagaba cómo había cambiado su vida con el Premio
Nobel, el cataquero preguntaba aspectos de esa visita al país austral,
desafiando las garras de la dictadura, la misma que unos años antes lo había
hecho salir corriendo de allí.
"Creí que, si mucho, haría un artículo.
¡Jamás pensé que hiciera un libro".
¿Que si se emocionó? Bueno, fueron dos
sentimientos juntos: por una parte, claro, la emoción. Por otra, un poco de
susto cuando leyó en primera página: "Yo, Miguel Littín, hijo de Hernán y
Cristina, director de cine y uno de los cinco mil chilenos con prohibición
absoluta de regresar (...)".
""¿Quién estaba hablando ahí?".
Me preguntaba. Es él o soy yo". Alguna opinión aislada con la que Miguel
no estaba de acuerdo. Pero cómo reclamarle por esos detalles leves, si estaba
tan bien escrito, si hablaba con tanto afecto de sus padres, a quienes él
conocía tanto".
Creyó que sería verdad lo que un escritor le
había advertido: "te vas a pasar la vida explicándole a la gente que no
eres un personaje de libro sino una persona, un cineasta". Pero nada pasó.
No le trajo consecuencia alguna.
Un día, Gabo le preguntó cómo le había
parecido el libro. "Está bien —le contestó el chileno—. Pero los ladrillos
de la iglesia de Palmilla no son amarillos; son rojos".
Miguel Littín habla de su origen. Con un
abuelo griego, ascendientes árabes, su familia creció en Palmilla oyendo
historias de esas regiones del mundo, escuchando cuentos en árabe, que no
entendía, pero igual le fascinaban, y comiendo alimentos de esas lejanas
culturas.
Esa mezcla de culturas, le digo, debe haberle
servido para algo. "Sí —responde—, para algo debe haber servido".
Su gusto por el cine, proyectado en una sábana
blanca, en un campo abierto, cuando él tenía ocho años, se fue formando al
mismo tiempo que sus ideas socialistas, que, andando los tiempos, lo llevarían
a trabajar con el gobierno de Allende. De ahí el exilio.
El
hambre
Martín Caparrós también salió corriendo de la
Argentina, perseguido por la dictadura. Pero él, a diferencia de la mayor parte
de los desterrados latinoamericanos, no se fue a México, sino a Francia.
Hijo de dos intelectuales de izquierda, entró
a militar en el peronismo de izquierda, primer grupo que comenzó a perseguir la
dictadura y entendió que debía irse. "Desembarqué por casualidad en
Francia y creí que sabía francés por el que había aprendido en el bachillerato,
pero me di cuenta de que no sabía nada". Allá, siguió estudiando Historia,
en la Sorbona, carrera que había comenzado en su país. Conoció a una chica y,
claro, como suele pasar, las cosas le fueron un poco más fáciles.
¿El hambre? Este libro comenzó hace unos
cuatro años. Durante muchos más años, cuando buscaba historias periodísticas,
encontraba que en muchas de ellas, el telón de fondo. "Me decía: algún día
voy a escribir sobre esto". Y viajó por más de 40 países y encontró
decenas de historias, que alimentó con la otra historia, esa que estudió en
París, y con cifras y otros datos verificables y escribió su gran libro de El
hambre.
PARA
SABER MÁS
GANADORES
DEL PREMIO GABO 2014
Categoría Imagen: Manolo Sarmiento y Lisandra
Rivera, de Ecuador. Por la obra obra: La muerte de Jaime Roldós.
Categoría Cobertura: Equipo de Últimas
Noticias, de Venezuela. Por la obra: Sucesos del 12F.
Categoría Innovación: Equipo de Radio
Ambulante, de Perú, Colombia y Estados Unidos. Por la obra: Radio Ambulante.
Categoría Texto: Eduardo Suárez, de España.
Por la obra: Exxon Valdez: una mancha de 25
años.
Premio: Los ganadores reciben un ejemplar de
la obra "Gabriel", del artista colombiano Antonio Caro, 15.000
dólares y el reconocimiento de los periodístas de Iberoamérica.
TEXTUALMENTE
Mercedes no vino, pero escribió
Mercedes Barcha,
viuda de Gabriel García Márquez escribe desde
México D. F.
"Apreciados amigos, quiero agradecerles
muy especialmente la hospitalidad y apoyo que brindan a nuestro Premio de
Periodismo, y el homenaje que rinden a la memoria de Gabito, con la
participación de tantos amigos y colegas.
No me siento con ánimos de asistir a homenajes
cuando todavía no se han cumplido seis meses de su fallecimiento, pero valoro
todo el cariño, admiración y agradecimiento que los mueve.
Lo más importante, sin embargo, es que la
inspiración de las ideas de mi esposo y el trabajo de su Fundación y los
maestros, unida al entusiasmo y respaldo de todos Ustedes, sirva para que los
periodistas de América Latina reciban un estímulo potente para buscar la
excelencia, la ética y la innovación, y sobre todo la independencia.
Felicito a los ganadores y finalistas, y les
envío a todos los asistentes a los eventos mi saludo, en especial al Alcalde
Gaviria, quien tuvo la gentileza de venir a invitarnos personalmente a mí y a
mis hijos en Ciudad de México. Guardo gratos recuerdos de Medellín y espero
poder acompañarles personalmente en una próxima ocasión.
Cordialmente,
Mercedes Barcha de García Márquez.
(Carta dirigida a Aníbal Gaviria, alcalde;
David Bojanini, presidente de Sura, y Carlos Raúl Reyes, presidente de Bancolombia.)
Ambientación del Premio FNPI, Gabriel García Márquez
** ** **
Lainformacion.com
Madrid -
España
31 de
octubre de 2014
Literatura
Colombiana Paternostro
traza un retrato de Gabo
con las "voces de
alrededor"
A
partir de testimonios y recuerdos de casi 50 personas que conocieron bien a
Gabriel García Márquez, la periodista colombiana Silvana Paternostro elabora en
su última obra un retrato certero del autor de "Cien años de
soledad".
Agencia
EFE
Bogotá, 29 oct.- A partir de testimonios y
recuerdos de casi 50 personas que conocieron bien a Gabriel García Márquez, la
periodista colombiana Silvana Paternostro elabora en su última obra un retrato
certero del autor de "Cien años de soledad".
"Soledad & Compañía: un retrato
compartido de Gabriel García Márquez" (Penguin Random House), que será
presentado hoy en Bogotá, no es una obra oportunista surgida tras la muerte del
Nobel colombiano (1927-2014), sino que tiene el valor de que los testimonios
que aparecen datan en su mayoría de hace 14 años.
Muchos de los personajes incluidos ya han
fallecido, la mayoría antes que el propio García Márquez, por lo que de alguna
manera el libro ha impedido que sus vivencias y recuerdos se pierdan para
siempre, dijo hoy a Efe la escritora y periodista, radicada en Estados Unidos
desde hace años.
Los únicos testimonios que son recientes
corresponden a los días de la muerte del escritor colombiano más universal.
Paternostro relata que "por pura
providencia, como hubiera dicho García Márquez", ella se encontraba en
México DF el 17 de abril pasado, la fecha de la muerte del escritor, así que se
afanó por buscar a personas allegadas a él para incluir sus palabras en el
epílogo del libro.
"Se trata de entretejer voces para armar
una imagen completa de un personaje", dice sobre su nuevo libro, que sigue
a "Mi guerra colombiana: una travesía por el país que dejé" y
"En la tierra de Dios y el hombre: hablan las mujeres de América
Latina".
"Él es el personaje principal, pero está
ausente de la fiesta", señala sobre este libro centrado en "las voces
de alrededor".
La editora Carmen Balcells, el traductor de
"Cien años de soledad" al inglés Gregory Rabassa, Guillermo Ángulo,
que fue el "íntimo amigo" de Gabo, y Jaime Abello, presidente de la
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, son algunos de las voces vivas que
se unen en el libro.
Entre los ya muertos están los españoles María
Luisa Elio y su esposo Jomi García Ascot, que fueron amigos y ayudaron a García
Márquez cuando se radicó en México, donde, según Paternostro, se relacionó
mucho con los exiliados de la guerra civil española.
Otra voz que no se perdió gracias al libro es
la del editor mexicano Manuel Carvallo, que murió precisamente al día siguiente
que el escritor colombiano, y la de William Styron Jr., escritor estadounidense
fallecido en 2006 que hizo de intermediario para que Gabo y Bill Clinton,
entonces presidente de Estados Unidos, cenasen juntos en Martha's Vineyard
(zona de recreo exclusiva en la costa este de EE.UU.).
Después los Styron, el dramaturgo Arthur
Miller y los García Márquez cenaron juntos en una ocasión con Fidel Castro en
La Habana, de acuerdo con alguno de los relatos del libro .
De los testimonios de todos ellos y muchos
más, incluidos los "mamagallistas" de La Cueva, la tertulia en
Barranquilla que frecuentó el autor de "El coronel no tiene quien le
escriba", Paternostro sacó dos ideas comunes acerca de Gabo: su disciplina
y rigor para escribir y la importancia que daba a la amistad.
Los contertulios de Gabo en "La
cueva" tienen gran importancia en el libro de esta barranquillera, que
destaca que "algo le debieron ver" de extraordinario para aceptarlo,
pues por entonces él era y hacía todo lo contrario que ellos, que "eran
ricos, tomaban mucho y eran mujeriegos".
Nereo López, el fotógrafo de la delegación
colombiana que acompañó a García Márquez a recoger el Nobel a Estocolmo en
1982, también aportó sus recuerdos para el libro.
Paternostro fue alumna de García Márquez en un
taller de Fundación Nuevo Periodismo en Cartagena de Indias, en 1995.
"Soledad & Compañía: un retrato
compartido de Gabriel García Márquez" será presentado hoy por el escritor
Héctor Abad Faciolince, autor de "El olvido que seremos", entre otras
obras, y se publicará simultáneamente en toda Latinoamérica y Estados Unidos.
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