13 de junio de 2014

MEMORABILIA GGM 745



LA VANGUARDIA
Barcelona – España
24 de abril de 2014

Cultura

Jaime Abello: 
"Gabriel García Márquez
nunca fue un exiliado"


Por Esther Rebollo

Bogotá, 24 abr (EFE).- Gabriel García Márquez "nunca fue un exiliado, se fue de Colombia porque era un país muy cerrado; él era un hombre que necesitaba crecer, viajar y conocer el mundo", afirmó a Efe el director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Jaime Abello.

Con esta afirmación Abello despejó las dudas sobre la relación que el nobel de literatura tuvo durante toda su vida con su país natal: Colombia, y explicó las razones que le llevaron a construir su hogar en Ciudad de México, tras insistir en que el García Márquez fue, ante todo, "muy coherente" con sus ideas y principios éticos.

Desde que el escritor se instaló en México, viajó todos los años a Colombia, donde pasó temporadas, e incluso colaboró con distintos gobiernos en la difusión de la cultura y la búsqueda de la paz, remarcó Abello.

Pero también reconoció que el creador del "realismo mágico" pasó por momentos difíciles, en concreto en 1981, cuando abandonó su país tras pedir inmunidad diplomática en la Embajada de México debido a las sospechas de que iba a ser detenido.

Eso ocurrió durante el Gobierno de Julio César Turbay (1978-1982), años en que se instaló en Colombia uno de los gobiernos más conservadores de su historia contemporánea, cuando García Márquez ya era "un reconocido escritor y un periodista brillante".

En los años cincuenta, "un poco forzado por las circunstancias políticas (durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla), hace un gran viaje a Europa, va así respondiendo a sus impulsos de conocer el mundo", destacó Abello.

Después vivió "en Caracas, entonces una ciudad moderna; estalla la Revolución Cubana y se va a La Habana, se vincula a Prensa Latina y termina en Nueva York", relató el director de la FNPI.

Su salida de la agencia cubana Prensa Latina se debió, según Abello, "a un conflicto ideológico", ya que el nobel siempre fue un periodista independiente. Aún así Cuba fue una de sus prioridades y su amistad con Fidel Castro es conocida por todos.

"Por esa razón se va a México en 1961, allí estaba su amigo Álvaro Mutis; le va muy bien, trabaja en publicidad, periodismo, escribe guiones de cine, tiene una buena casa, compra un carro, encuentra reconocimiento, respeto, amistades y nace su hijo Gonzalo", remarcó.

Tras otra temporada en Barcelona, García Márquez regresa a Colombia: "Él ha sido muy coherente, pero en 1981 sintió que se le iban a caer encima, le estaban armando una patraña para involucrarlo con la guerrilla y por seguridad pidió amparo al embajador de México y se fue", dijo Abello.

"En México tenía su casa desde los años sesenta. Él no se exilió, simplemente regreso a su casa. Se vio obligado a salir, pero en 1982 regresó, ya con Belisario Betancur en la Presidencia", recordó el director de la FNPI, una etapa en la que García Márquez colaboró con ese gobierno en la promoción del cine.

Precisamente en 1982 recibió el nobel de literatura.

"Es un hombre que decidió tener esas vivencias, pero necesitaba una referencia y finalmente fue México", destacó, al ahondar en su itinerante forma de vida: "tenía casa en Barcelona, Bogotá, Cartagena, Los Ángeles, Cuba, siempre se estuvo moviendo", aseveró.

Y en ese sentido, Abello contó una anécdota: "todas las casas de García Márquez se parecen, en todas hay un gran sofá blanco, una foto de Gabo -como se le conocía al nobel- con su amigo Álvaro Cepeda Zamudio, un computador, un equipo de sonido, buena música clásica. En todos esos arreglos mobiliarios repetidos encontraba el calor del hogar".

"Simplemente se pudo permitir esos lujos", remarcó Abello, al recordar que "en sus primeros 40 años fue un hombre de clase media y llegó a vender el carro para dedicar su tiempo a escribir 'Cien años de soledad'".

Pero sobre todo "nunca dejó de venir a Colombia, todos sus proyectos periodísticos se hicieron en Colombia, toda su preocupación era Colombia, siempre volvía, y en el segundo orden de preocupaciones estaba Cuba".

Por ello, las dos fundaciones de García Márquez, la FNPI y la Escuela de Televisión y Cine de San Antonio de los Baños, están en Colombia y Cuba, respectivamente; y su tercer gran proyecto institucional, la Cátedra Cortázar, la creó en México, el país que le acogió durante buena parte de su vida y donde escribió sus grandes obras literarias.

Colombia, Cuba y México fueron así sus tres patrias, pero la inspiración del más grande escritor colombiano de todos los tiempos siempre le llegó de su tierra natal.

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APORREA
Caracas - Venezuela
2 de mayo de 2014

Bolívar, Vinicio y el Gabo

Por: Carmen Mercedes Romero

Con la reciente desaparición física del Gabo, fueron muchas las llamadas, y correos electrónicos recibidos de amigos, que recordaron la participación de mi esposo Vinicio Romero, como asesor histórico del Nobel García Márquez, en su novela El General en su laberinto.

En mayo del año 88, un miércoles, bien de mañana, sonó el teléfono y sorprendido escuchó: -Vinicio, te habla Simón Alberto Consalvi, García Márquez está en Caracas y quisiera hablar contigo ¿le puedo dar tu número? –Si, como no, fue su respuesta, y volteándose me dijo: dijo que era Consalvi y que García Márquez quiere hablar conmigo, debe ser un bromista.

El teléfono volvió a sonar a los pocos minutos y en esta oportunidad, después de preguntar por Vinicio Romero y de responder como siempre, -a la orden, del otro lado escucho: -Le habla Gabriel García Márquez; me lo han recomendado en París, México y en todas partes, como el historiador que más sabe sobre Simón Bolívar y he venido a Caracas únicamente a reunirme con usted.

Pensando todavía que se trataba de una broma de algún amigo, dijo: -No sé cuando será, ya que mañana tengo una conferencia, el viernes una entrevista en una emisora, el sábado una reunión de trabajo ya pautada con unos amigos y el domingo es el día de la madre; el interlocutor le respondió: -Entonces tendrá que ser hoy. Con esa respuesta Vinicio se dio cuenta que era realmente el premio Nobel de Literatura.

García Márquez traía en sus alforjas, los originales de una novela sobre Simón Bolívar, sin embargo no estaba satisfecho; después de informarle que había escogido un pasaje del Libertador poco conocido y no documentado donde él podía recrear libremente, como era el viaje por el río Magdalena hasta su destino final en Santa Marta le comentó a Vinicio que tenía muchas lagunas e interrogantes y aunque era una novela, no quería ningún anacronismo, y de inmediato lo ametralló a preguntas; algunas se las pudo responder de inmediato, otras, prefirió anotarlas para verificar.

En febrero del 89 regresó Gabo a Caracas y le entregó a Vinicio los originales de su novela “El General en su laberinto”, para que le diera una leída y le hiciera las observaciones de corte histórico que fuesen necesarias; también le solicitó una cronología sucinta de la vida del Libertador. La primera edición de la novela fue de diez millones de ejemplares, incluía la cronología y los agradecimientos a Vinicio.

No voy a contar las múltiples anécdotas, algunas ya conocidas, producto de los quince días que estuvieron ambos trabajando a puerta cerrada, como la del Diván de Constantinopla, o si Bolívar no comió mangos; o el comentario de Bolívar sobre Humboldt, como también el de Juana de Arco, del día en que la asaron los ingleses; quienes quieran conocerlas pueden escribir a mi correo; en esta oportunidad quiero destacar tres vivencias personales que marcaron la relación de Bolívar, Vinicio y el Gabo.

Inicio con la del accidente automovilístico que sufrió en el 88 cuando regresaba a México, y fue ingresado a la Clínica la Floresta. Estando nosotros con él, sonó el teléfono y el Gabo pidió a Vinicio que atendiera; era el Comandante Fidel Castro, quien le dijo: -Salte de esa clínica y vente a Cuba, que la medicina capitalista si no te mata te arruina. De pronto tocaron la puerta de la habitación y entraron con un inmenso ramo de frutas que no cabía por la puerta, y detrás, la Secretaria de Presidencia de la República Blanca Ibañez, haciendo alardes; cuando se fue, hice el comentario en voz alta sobre el poder, a lo que el nobel me dijo: -Carmen, no olvides nunca esto: El Poder es afrodisíaco y se nutre de su propio poder.

En marzo del 89, García Márquez llama a Vinicio para reconocerle, agradecer y preguntar por sus honorarios; a pesar de estar nosotros buscando para completar la opción de compra de nuestra Sinfonía de California sur, respondió que él no había pensado en eso y que fue una gran experiencia el trabajo realizado con un premio nobel tan importante, a lo el Gabo le comentó: -Con eso no vas al mercado.

Ante la insistencia, Vinicio dijo que lo pensaría. Al día siguiente llamó a la casa la editora catalana Carmen Varcell, y atendió nuestra hija Rosalicia, de dieciocho años; muy preocupada le dijo que el Gabo estaba muy molesto porque le había ofrecido dos mil quinientos dólares para el pago del historiador y que considera nuestra hija de cuando debía darle; Rosalicia ingenuamente dijo que le diera el doble; luego llamó el Gabo, atendí yo y me dijo que habló con Carmen Varcell y no estaba conforme, que él quería regalarle a Vinicio algo para no se le olvidara nunca; pensando que apenas nos quedaba una semana para la opción de compra de la casa, respondí: -Regálale la inicial de la casa que estamos comprando; me preguntó que cuánto era: diez mil dólares y contento me dijo: en dos días recibirá el cheque y así fue.

Quise dejar para el final, la que se produjo cuando ya estaba por concluir ese primer encuentro; García Márquez sentía que ya tenía la visión de la verdadera personalidad de nuestro Libertador; el Bolívar que quería para su novela, y es cuando le dice a Vinicio: -Después de conocer a Bolívar a través tuyo, estoy plenamente convencido de que todos los males de Colombia se deben a que Bolívar no fusiló a Santander y te doy permiso para que lo digas.

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EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
20 de abril de 2014 

Un largo adiós

Por  Heriberto Fiorillo

El último jueves murió parte de mí. Fueron más de 40 años leyendo, admirando, siguiendo, a García Márquez, el hermano de mi buen amigo Eligio, quien me lo enseñó a conocer mejor a partir de una caja de cartón llena de libros.

Eligio escribiría después dos volúmenes sobre la literatura de su hermano: La tercera muerte de Santiago Nasar (Crónica de una muerte anunciada) y Tras las claves de Melquíades (Cien años de soledad), esta última publicada en el 2001, tras su temprano deceso, a los 53 años. Por la diferencia de edades, Gabriel sintió que Eligio era para él como un hijo. “El que yo tuve con mi madre”, solía decir.

Ahora el Gabo se nos fue, con todos sus secretos y lealtades apretados al pecho. Digamos adiós al conspirador ilustre, al creador maravilloso que anhelaba de niño ser prestidigitador, al escritor fuera de serie, el más universal de la América Latina, a uno de los hombres que más amaban la vida. “Cambiaría todos los libros por la posibilidad de seguir viviendo –dijo alguna vez–. Mi verdadera vocación no es la de escritor, sino la de estar vivo.”

Morirse era entonces, para él, apagarse de pronto, como se apaga una bombilla. Y aquellos que se morían de infarto fulminante habrían sido siempre, en su opinión, los más felices.

Gabo murió en la cama, como había sido su deseo, y rodeado de sus seres queridos. Lo que le asustaba, dijo, no era morirse ni estar muerto, sino el tránsito entre este mundo y el otro, el estarse muriendo. “Que la idea de la muerte no me distraiga de lo que estoy haciendo, porque lo que va a quedar es lo que uno haga de vivo.” Y él sólo hizo lo que le dio la gana: vivir para contar. Haciéndolo, alcanzó la gloria. Gabo es, como se ha dicho, uno de los pocos seres humanos que conocieron la inmortalidad en vida y será eterno gracias a sus libros. Ya debe de estar viviendo feliz junto al arroyo triste en el fondo de la Gioconda, donde ahogó sus últimos temores. Como escritor, no le quedaría sino reiterar acerca de la muerte una breve lamentación: “Es la experiencia más importante de mi vida sobre la cual no podré escribir una novela”.

A quienes ignoran la rica y extensa obra literaria de García Márquez les sugiero comenzar cuanto antes a enmendar su falta. Lo amarán apenas se sumerjan en sus cuentos y novelas. A mis colegas, los escritores y periodistas del mundo, los abrazo y les digo lo que dijo él mismo del magnífico Tomás Eloy Martínez: “¿Cómo se va a morir, si es el mejor de todos nosotros?”.

En la intimidad he empezado también a releerlo y recordarlo escuchando la música que más le gustaba: el Tercer concierto para piano de Bela Bartok, la elegía vallenata a Jaime Molina, su bolero favorito, Perfidia, una que otra ranchera y casi todas las canciones de Manuel Alejandro...
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La Fundación La Cueva lamenta profundamente el fallecimiento de Gabriel García Márquez, maestro de la literatura universal.

La Cueva simboliza la cofradía de amigos y lugares que animaron a Gabito en los años cincuenta, una época que él mismo dijo recordar como fundamental y deslumbrante desde su perspectiva de creador, porque fueron ellos, los amigos del Grupo de Barranquilla, quienes le señalaron y prestaron los libros de escritores que alimentarían la construcción de su obra maravillosa.

Desde el 2004, los proyectos de La Cueva han impulsado entre los jóvenes la creatividad en general y el cuento en particular, como un tributo permanente a quien nos dejó el más valioso legado literario.

A sus familiares, nuestras más sentidas condolencias. Al mundo, la reiteración de nuestro compromiso de seguir convocando, en su nombre y en el de sus amigos, la imaginación como instrumento de cambio.


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