29 de mayo de 2014

MEMORABILIA GGM 741

Publicamos la siguiente entrada por cortesia de su autora 
a quien damos nuestros agradecimientos. N. del E.

Atlas Caribe
Publicación de  
La Universidad de Caen - Francia
y la Asociación de investigación y estudios del Caribe
(Association de Recherche et d’Études de la Caraïbe)-AREC- con sede en Martinica

Gabriel García Márquez s’est éteint le 17 avril dernier à México. Né en 1927 à Aracataca, cet écrivain colombien a reçu en 1982 le prix Nobel de littérature pour l’ensemble de son oeuvre.
Ce petit fascicule a été réalisé grâce au soutien et au travail de Mme Iliana Restrepo Hernandez , de l’Université Jorge Tadeo Lozano-Seccional del Caribe (Cartagena de Indias).

Hommage à Gabriel García Márquez

Garcia Márquez y Cartagena de Indias

Por Iliana Restrepo Hernández

Tengo ante mis ojos un cuadro con la imagen de un hombre mayor de pelo blanco y ensortijado. Tiene en su rostro un bigote grueso y cano, unos ojos que, enmarcados por unas cejas grisáceas, gruesas y largas reflejan una mirada dulce que parece encontrarse perdida en alguna ensoñación o extraviada contemplando con placidez el mar Caribe.

El personaje se encuentra vestido con una guayabera blanca, de esas que se usan en casi todo el Caribe; está sentado en una posición relajada con las manos entrelazadas en el regazo. Tiene la cabeza ligeramente ladeada hacia su lado izquierdo. Su actitud denota comodidad y aparente confianza en la persona que está pintándolo con colores tenues que combinan diferentes tonos de blanco, crema y miel.

El hombre dibujado es el gran escritor caribeño Gabriel García Márquez y quien lo plasmó en el lienzo es Alfredo Guerrero, artista cartagenero también de talante caribe, quien se ha caracterizado por imprimir a sus pinturas una atmósfera de paz y serenidad que se reflejan ahora en el rostro de Gabo.

De ese “señor con bigote vestido de blanco”1, es de quien quiero hablar; han pasado 87 años desde su nacimiento, 32 de haber recibido el Nobel, poco 1 Con esas palabras se refirió a Gabo su sobrino Gabriel Eligio Torres García, en unas líneas que escribió y leyó sobre él, durante un sentido homenaje que le hizo su familia más cercana en Cartagena, a los pocos días de su muerte. más de un mes desde su muerte y sus lectores, los estudiosos de su obra y también sus críticos, seguimos y seguiremos maravillados rastreando las claves secretas de cómo logra un niño pobre, nacido en un olvidado paraje de la costa Caribe colombiana, encontrar el camino del éxito hasta alcanzar la máxima gloria de las letras universales.
 

Autor: Alfredo Guerrero

Para mí sólo existe una respuesta. Gabo, confiando en su talento, le fue fiel a sus raíces, a su origen humilde, a sus recuerdos y a su realidad. Fue un ser alegre, desparpajado, buen miembro de familia, amigo de sus amigos y amante del ron y la parranda. Sin dejar de ser el hombre caribe que siempre fue, le imprimió rigor y disciplina a su trabajo. Plasmó esa fidelidad y esa disciplina en sus textos, convirtiéndolos a través de su desenvuelta y desmesurada pluma, en un universo propio que trascendió todas las fronteras. Su éxito fue, tal vez sin saberlo, aplicar la máxima de Tolstoi cuando dice “describe tu aldea y serás universal”.

Escribo estas líneas desde Cartagena de Indias, ciudad en la cual vivió el escritor durante un corto año. Cartagena le prestó a Gabo su historia colonial y su magia caribe, para que las plasmara en sus obras, a través de sus personajes, sus parajes o sus situaciones cotidianas. “En todas mis obras se encuentran hilachas de Cartagena” dijo en una entrevista. Esas cotidianidades cartageneras y caribeñas, las convirtió en un hito literario con el llamado “Realismo mágico”, un estilo donde los hechos extraordinarios toman la forma de sucesos habituales y los sucesos habituales se cobijan con la fascinación de las cosas extraordinarias.
Esta ciudad a la que llegó, como se dice coloquialmente, con una mano adelante y otra atrás, por haberlo perdido todo en una revuelta política en la capital del país, fue para él el inicio de una nueva vida que no desaprovechó. Aquí se hizo periodista y de la mano de nuevos amigos y de sus distintos compañeros de trabajo, fue puliendo su pluma con nuevas lecturas y nuevas prácticas. Veamos cómo describe él mismo su llegada a Cartagena:

“Yo llegué a Cartagena exactamente después del nueve de abril de 1948, después del “Bogotazo”. Es la única ciudad del mundo a donde he llegado con lo que tenía puesto, porque justamente yo vine a Cartagena porque estando en Bogotá, en una pensión de estudiantes el nueve de abril, después de la muerte de Gaitán, del Bogotazo, hacia el atardecer llegué a la pensión y me encontré que se había incendiado. Que no me quedaba absolutamente nada sino lo que tenía puesto: la ropa se quemó, la máquina de escribir, uno o dos originales de cuentos que en el recuerdo que tengo era mejor quemarlos. Y entonces se me planteó el tener que empezar. Continuar la carrera de Derecho que estaba haciendo en Bogotá, y la única manera de hacerlo era viniendo a Cartagena, una ciudad de la que no tenía sino referencias históricas.”

Estando en Cartagena tomó la decisión más trascendental de su vida. Fue aquí donde decidió ser escritor en vez de abogado, como quería su padre. Entendió aquí con claridad que un hombre se debe a su vocación y que debe dedicarse a ella con pasión y de manera total. Así lo plasma en un maravilloso texto titulado Por un país al alcance de los niños cuando dice “(…) que la vida sería más larga y feliz si cada quien pudiera trabajar en lo que le gusta, y sólo en eso.” Por todo lo anterior, los cartageneros y cartageneras nos sentimos ligados para siempre al escritor y a su obra de una manera muy sólida. Nos reconocemos en sus historias y vemos plasmados en ellas nuestras vivencias y recuerdos. Si Cartagena fue tan especial e importante para su vida y su obra, también él lo es para nosotros.

Gabo no sólo es un hombre caribe sino también lo consideramos un cartagenero que nos enorgullece y a quien la ciudad y todo el Caribe le deben mucho más de lo que a veces se quiere reconocer. Hoy puede descansar en paz porque su legado no sólo fue prolífico sino que ya sus obras alcanzaron la inmortalidad.

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Gabriel García Márquez 
y el Caribe

Por Iliana Restrepo Hernández

 “Yo nací y crecí en el Caribe. Lo conozco país por país,
isla por isla, y tal vez de allí provenga mi frustración de
que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer
nada que sea más asombroso que la realidad.”
Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez, (Aracataca, Colombia, marzo 6, 1927 - abril 17, 2014) premio Nobel de literatura 1982, es un hombre Caribe. Su talante, su fisonomía, su hablar, su cultura, todo en él denota su ser Caribe. En muchas oportunidades ha repetido hasta el cansancio que ser caribe es algo especial, es algo que nos diferencia del resto de los habitantes del mundo. No importa si se es Colombiano o Venezolano o de otro país continental de la cuenca del Caribe. Quienes hemos nacido en zonas bañadas por el mar Caribe nos diferenciamos además de los habitantes del resto de nuestros países, porque nuestro pasado y nuestra cultura está más ligada a los pueblos del Caribe que vivieron procesos similares a los nuestros. Pueblos que sufrieron pero que, a la vez se beneficiaron con ese mestizaje profundo de varias razas que se amalgamaron, muchas veces a la fuerza, para producir lo que se ha denominado el hombre y la mujer caribe.
El Caribe colombiano, es una prolongación, pero más que una prolongación es una parte integral y vital de lo que se ha denominado el Gran Caribe, del que los oriundos de la costa caribe colombiana nos sentimos parte. Ya lo dijo García Márquez en su texto Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe, “En América Latina y el Caribe, los artistas han tenido que inventar muy poco, y tal vez su problema ha sido el contrario: hacer creíble su realidad.” También ha expresado en ese mismo texto, muy claramente, qué es en realidad el Caribe: “El Caribe, que, en rigor, se extiende (por el norte) hasta el sur de los Estados Unidos, y por el sur hasta el Brasil. No se piense que es un delirio expansionista. No: es que el Caribe no es sólo un área geográfica, como por supuesto lo creen los geógrafos, sino un área cultural muy homogénea.”
Precisamente eso es El Gran Caribe, un área cultural homogénea que nos hermana y que permite que este gran escritor colombiano sea considerado uno de los grandes hombres del Caribe. Porque en su literatura, en su realismo mágico está todo el embrujo Caribe, todo su encanto y sobre todo su desmesura.
Transcribo a continuación las palabras que son el resultado de una entrevista realizada a García Márquez, a propósito del Caribe, por ese gran periodista colombiano fallecido recientemente, Ernesto McCauslad, quien era también un ejemplar de ese hombre Caribe del que estamos hablando.

La Entrevista:
Esta transcripción es visible en la siguiente dirección:

LA COSTA

GGM – Te voy a decir que es lo que más me gusta de la costa. No te lo digo te lo explico: Yo vuelo de París a Cartagena o de Madrid a Cartagena, por ejemplo, o a Barranquilla. Desde el momento que desembarco aquí, yo noto que todo en el cuerpo y en la mente se me reajusta y se identifica perfectamente con toda la realidad ecológica que tengo alrededor. Yo he llegado a la conclusión que uno es de su medio ecológico y que es peligrosísimo y gravísimo salir de él. A mí me sucede, francamente, no sólo en la costa, en el Caribe sino en cualquier lugar del Caribe. A mí me sueltan vendado y yo sé que estoy en el Caribe porque el organismo me está funcionando de una manera que no me funciona en ninguna otra parte; y la mente, todo, es un reajuste que se debe a una identificación total del cuerpo y de la mente con el medio.

EM – Y no pasa lo contrario cuando estás allá… se te producen reacciones orgánicas que…
GGM – Ah sí claro, ¡eso es un desastre! Duermo mal, la memoria me falla, las asociaciones las hago de otra manera, pero siempre ha sido así, lo que pasa es que ahora es cuando he tomado plena conciencia de eso. Cuando yo estaba escribiendo El otoño del patriarca, de pronto tuve un frenazo en algún momento y fue un bloqueo, no sabía cómo seguir; entonces, ingenuamente pensé que era que se me estaban olvidando las cosas, el modo de ser de la gente, el color de la luz… y corté eso y me vine e hice un viaje por todas las islas del Caribe, una tras otra. Fue un viaje de un mes. Un viaje en el cual no hice nada, no vi a nadie, no hice nada especial, sino… me tiraba en la playa, veía la gente, hablaba con la gente, tenía la ventaja en ese momento de que primero, me conocían menos, y después es una zona, donde seguramente, me conocen menos todavía, ahora. Yo iba con Mercedes, y Mercedes me decía, bueno, pero que fue lo que viniste a buscar, no has tomado un apunte, no has dicho nada…
Regresé y me solté hasta el final y me di cuenta de que no era que se me estaba olvidando nada, era que se me había acabado la gasolina de mi cultura básica. Lo único que hice fue vivir ahí. Después releyendo el libro, releyendo los originales yo encontraba que había pequeños detalles: una muchacha que de pronto miró cuando pasó y tenía una pañoleta amarilla y unos ojos azules… pero eso fue una ráfaga así… todas esas cosas me parecía a mí que era lo que necesitaba… no, lo que necesitaba era tener otra vez ese ambiente metido dentro para seguir escribiendo, porque todo lo demás, ya yo lo sabía de antemano. Me faltaba la gasolina para levantar el vuelo. Esa experiencia no la he olvidado. Inclusive podría decirte, mira, no me gusta nada, todo me choca, todo me molesta, pero no puedo estar sino ahí. Eso te tocó como te tocó la mamá.

LA AUSENCIA

GGM - Cualquiera que haya leído cualquiera de mis libros, se da cuenta de que yo no me he ido. O si me he ido, no he logrado cortarme el cordón umbilical. Es que yo no me he ido nunca. Otra cosa es que viva en otra parte. Pero uno se va cuando se desarraiga. Y yo aunque hubiera querido, la verdad es que no he podido. Pero no sólo… no he podido desarraigarme del Caribe. No es… digamos… del país, no; del Caribe mismo no he podido desarraigarme. Lo que pasa es que yo hace tiempo dejé de preocuparme por eso porque… hubo una época en que se consideraba una traición no vivir en Colombia, y yo tenía siempre una respuesta: en cualquier lugar del mundo en el que yo esté, yo estoy escribiendo una novela colombiana. Porque además yo soy tan refractario que tengo la impresión de que todos los viajes y todos los lugares en que he estado, no han influido para cambiarme para nada. Yo soy tan crudo como cuando estaba en Aracataca. Otro problema es un proceso de culturización, que es elemental y que se enriquece, por supuesto con los viajes y con el conocimiento de otros mundos y de otras personas; pero los elementos básicos de las cosas que yo escribo, los tenía a los diez o a los doce años en la costa.
De la influencia del Vallenato, no hay ninguna duda, toda la influencia de la cultura popular Caribe, la tengo yo, desde… desde mis primeros años… yo creo inclusive que es al revés, es la escuela y la universidad las que tienden a tergiversar y a desvalorizar esos… a devaluar esos signos de la cultura popular.

EM – No sientes a veces un impulso de irte para los pueblos, de volver a los pueblos…
GGM – De hecho lo hago, lo que pasa es que ahora hay un inconveniente práctico que es que no puedo ver nada, porque llego e inmediatamente me encierran, me rodean y no me permiten… es decir los pueblos ya no son iguales cuando yo llego, me los cambia la gente, los amigos, y los que están alrededor. ¡Hombre, que más quisiera yo! pero no es posible. Pero eso me sucede hasta con las ciudades, no solo con los pueblos.

LA FAMA

GGM – Tengo la ventaja de que me conocen, pero no me paran bolas. Yo dije en Barranquilla una vez cuando llegué hace unos quince años, dije, lo que pasa es que aquí en la costa no hay prestigio que dure veinticuatro horas. Aquí yo salgo a la calle y oigo: ¡q’iubo Gabo… q’uibo Gabo! Nadie se acerca a molestar para nada. Ni a pedir empleo ni a pedir autógrafos, ni a decir que leyeron o no leyeron el libro… nada. ¿Eso? ¡eso es estupendo! Hay dos lugares que son así estupendos: México, porque es una ciudad tan grande y tan compleja que ya no se sabe si estoy o si no estoy. Entonces, cuando voy a escribir, me voy allá me llevo mis maletas, me encierro allá y escribo tranquilamente… además allá tengo mi biblioteca de trabajo y luego la costa, donde no me ponen ni cinco de bolas. Me saludan, me dicen y tal… pero nadie se detiene a soltarme la filosofía…

LO NARRATIVO

El gran talento del Caribe y creo que es insuperable en el mundo, es narrativo. Cómo te cuentan un cuento, cómo saben contar un cuento. Es que aquí todo te lo vuelven cuento.

EM – Eso tú lo ves a diario con la gente que hablas…
GGM –  Sí… pero además te hacen reflexiones así de filosofía pero derivadas siempre de un acontecimiento que te lo cuentan tal como es. No… es un talento narrativo afortunado además. Cuando uno tiene la suerte de captarlo a tiempo y convertirse en una especie de vocero de eso, o de paradigma, eso es una maravilla. En ninguna otra parte hubiera podido escribir lo que he escrito. Si todo es robado de la vida real.

EM – Entonces no es que haya más historias que en cualquier otra parte… o que nuestras historias sean más o menos fantásticas que en cualquier otra…
GGM –  No. Lo que pasa es que la gente las sabe ver como son y las sabe contar. Yo creo que esto sucede en cualquier parte. Más o menos, pero la gente no te lo sabe narrar y además hay formaciones culturales que están viendo las cosas y no las pueden aceptar y no las repiten porque no pueden creer que eso suceda porque les han enseñado que eso no puede suceder. Y ven una alfombra, una estera que sale volando por ahí y te encuentras aquí con un cartesiano y te dice que no, que quién sabe qué será… porque se sabe que eso no vuela. En cambio aquí te cuentan cómo está volando… te dicen: no… qué… ¿qué pasó? Se fue en una alfombra… pero, ¿cómo se fue en una estera? No, sí se fue volando ok. y ya está… Y tú sabes que es verdad. Tú no lo discutes. Los turistas lo discuten y toman fotografías de la estera volando... nosotros no… la estera está volando…

EL VALLENATO

GGM – Todo género tiene su edad. Es decir, la novela de hoy, no es la misma novela de hace un siglo ni la de hace dos ni la de hace tres. Lo mismo ocurre con el Vallenato, lo mismo ocurre con el Bolero, lo mismo ocurre en todo. Si nos ponemos a hacer historia del Vallenato, su origen es estrictamente narrativo. Era los juglares que iban de pueblo en pueblo, cantando un acontecimiento.
Ahora, eso ha evolucionado. Ha evolucionado por la misma evolución del país. Que ahora sea romántico, que ahora esté pisándoles los terrenos al Bolero, que ha sido el emperador del romanticismo en la música Caribe durante años, a mí me parece que es una consecuencia de los tiempos. De manera que es tan aceptable el vallenato romántico hoy, como era aceptable cuando era narrativo y como será después, no se sabe cómo será… por supuesto hay una gran influencia comercial en el Vallenato actual; y aun en ese vallenato romántico, da la impresión de que puede ser también por una influencia comercial, pero esa es la realidad. Ahora, con el paso de los años ya habrá manera de filtrar todo aquello y saber qué quedó realmente, pero yo creo que el Vallenato de hoy, este Vallenato romántico, este vallenato bastante comercializado, es tan legítimo como el de los juglares.

EM – ¿A ti hay alguno que te guste?
GGM - ¿De estos?

EM – De estos. De los nuevos…
GGM – Sí, no podría citarlos en este momento; porque son tantos además, que ni siquiera ya conozco los nombres de los autores. A mí lo que me preocupa y mi respuesta tiene mucho que ver con esa preocupación es la tendencia que hay hoy de academizar el Vallenato. Hacer la academia del Vallenato. Para decir cuál es legítimo, cuál no es y cuál sí es. Eso es lo que le critico yo a la Academia de la lengua. Que la Academia de la lengua, tiene preso el idioma, es una Academia policía, que agarra las palabras y las pone presas y las que no están ahí adentro esas no se pueden usar; no podemos hacer lo mismo con el Vallenato. El lenguaje, lo hace la vida, lo hace la calle, el Vallenato, lo está haciendo la gente. Por ejemplo, cuando yo conocí el Vallenato era verdaderamente un sacrilegio bailar el Vallenato. La parranda vallenata, tú lo sabes, es en un sitio alrededor de los cantantes. Toman mucho trago, se están días se están años, mientras está el sancocho vuelven hacen el sancocho, pero es para oír, no se baila… ahora, se empezó a bailar, qué vamos a hacer… por lo menos que aprendan a bailarlo bien.

EM – Pero lo bailan sabroso…
GGM – Ahora lo bailan sabroso, además se baila muy sabroso Yo siempre he sufrido por no saber bailar el Vallenato. Ahora, en parranda vallenata, yo no bailo el Vallenato. Ahora, en una fiesta aquí o en una fiesta en Bogotá, con los conjuntos ya electrónicos y todas estas cosas, pues bueno, esa es una evolución del Vallenato que se vuelve vallenato bailable. Lo mismo sucede con el Ballet. Había cosas que no se bailaban y ahora se bailan. Esa es la vida, es que las cosas siguen viviendo. El día en que eso no suceda se murió. Se acabó. Se salió de la vida. Y salirse de la vida, por lo menos hasta cinco minutos, se llamaba la muerte.

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LA JORNADA
México D.F.
18 de abril de 2014, p. 8

Adiós, papá grande
“Soy fundador de La Jornada,
proyecto que nos costó
mucho trabajo”, afirmó

Meses antes de que el diario cumpliera 20 años, dijo que le complacía verlo consolidado
Con Carmen Lira, actual directora general de esta casa editorial, en 1984, la víspera de la aparición del primer número del diario. Foto La Jornada

Por Ángel Vargas

“¿Sabe usted que soy fundador de La Jornada, que fue un proyecto que nos costó mucho trabajo?”, preguntó Gabriel García Márquez a este reportero hace casi diez años.

Apegado a una añeja determinación, el escritor había rechazado momentos antes contestar un par de preguntas acerca de la Casa de Colombia en México, proyecto de esa nación sudamericana de abrir aquí un espacio destinado a la cultura, la educación y la ciencia. Firme, sólo espetó a este redactor una negativa contundente: "No doy entrevistas".

Era el acto protocolario en el que se firmó el acta constitutiva de ese centro –del cual el autor sería el presidente vitalicio–, efectuado en la residencia de la embajada de Colombia, el primero de julio de 2004.

Pocos minutos después de ese inicial rechazo, el Nobel emitió "un pst, pst" y llamó con la mano a quien esto escribe para explicar por qué había decidido desde varios años atrás no conceder entrevistas periodísticas.

"Ya dije todo lo que tenía que decir de viva voz; para eso ahora sigo escribiendo, para decir lo que quiero y lo que tengo que decir", fue su argumento, y de manera inmediata inquirió en un tono amable a su interlocutor en qué medio de comunicación trabajaba.

En cuanto supo que en el periódico La Jornada, dio un sorbo a su whisky, sonrió y fue cuando preguntó si este reportero sabía que él había sido partícipe de la fundación de este diario.

Contó de forma breve que echarlo a andar había sido un proceso difícil, que él le tenía mucho cariño y le daba mucho gusto verlo consolidado.

Llegó un vaso más de whisky y la plática se enfocó a explicar los motivos por los que no contestaba ya preguntas a periodistas. Muy gentil y sonriente, aclaró que con un solo sí o un no que emitiera ante un comunicador estaría obligado moralmente a responder por lo menos otras 100 mil preguntas en lo que le restaba de vida.

"Y a lo único que quiero dedicarme es a escribir", precisó García Márquez y luego tendió la mano con una cordial despedida. Una mujer le había pedido retratarse con ella, como le ocurría siempre a cuanto lugar iba.

Gustoso, el escritor accedió a esa solicitud al tiempo que con picardía dijo a esa mujer: "¡Con mucho gusto, si yo nací para que se tomen fotos conmigo; lo de escribir es un mero pasatiempo!"

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