EL
ESPECTADOR
Bogotá – Colombia
11 de Marzo de 2014
La viuda y los hijos denuncian en El
Espectador.
Cancillería responde extraoficialmente
Un García
Márquez
murió
esperando pensión
Como el
personaje de ‘El coronel no tiene quien le escriba’, Gustavo Adolfo García
Márquez murió el domingo sin que el Gobierno le reconociera el derecho. El
alzhéimer se lleva a otro miembro de la familia del Nobel.
Por: Nelson Fredy Padilla
Hijos del
matrimonio García Márquez: arriba (izq. a der.) Jaime, Alfredo Ricardo
(fallecido), Ligia Esther, Gabriel (el nobel), Gustavo Adolfo, Hernando, Eligio
Gabriel (fallecido) y Luis Enrique. Abajo, Germaine (hija sólo del padre),
Margarita, Luisa Santiaga Márquez (la madre), Rita y Aída Rosa. / Cortesía
Cromos
El 9 de
marzo a las 5:00 de la tarde, en su apartamento en Bogotá, falleció a los 77
años de edad Gustavo Adolfo García Márquez. Noticia de trascendencia no sólo
porque se trata del hermano de Gabriel, el premio nobel de Literatura, sino
porque murió esperando junto a su esposa Lilia Travecedo la pensión que jamás
llegó, como en El coronel no tiene quien
le escriba.
En el
segundo piso de la funeraria Inversiones y Planes de Paz, junto al ataúd del
ingeniero civil, la viuda le contó a El Espectador que la ficción comenzó a
hacerse real mientras Gustavo era cónsul de Colombia en Barquisimeto: “Él se
enfermó cuando estábamos en Venezuela. Entró en una depresión que duró varios
meses. Me puse en contacto con los hermanos y consideraron que lo mejor era que
regresáramos a Colombia. Llegamos a Barranquilla a finales de 2001. Ya venía
con desequilibrio emocional. Lo vio un neurólogo y le diagnosticó alzhéimer”.
Gustavo no
reaccionó a los tratamientos iniciales y empezó a perder facultades motrices.
“En 2003, Gabito vino a Cartagena y se reunió con él. Me dijo: ‘veo tan mal a
Gustavo que lo voy a mandar a Cuba’. Fue la última vez que ellos se vieron.
Allí lo internó en el Ciren (Centro Internacional de Restauración Neurológica
de La Habana). Estuvo casi un mes, me mandaron una historia clínica en la que
concluyeron que era un problema genético de la familia”. Como a los Buendía en Cien años de soledad, a los García
Márquez los persigue “la predestinación al olvido”. Así lo admitió el propio
nobel en la edición dominical de este diario del 1º de agosto de 1982
“En Cuba
advirtieron que necesitaba un tratamiento de mucho tiempo. Pero Gustavo
renunció porque yo no iba a estar con él. A su regreso a Barranquilla la
desmejoría ya fue fulminante. Sabía que estaba perdiendo la memoria, luchaba,
me decía que le anotara en una agendita direcciones, nombres de las personas,
de las comidas, de las frutas, de todas las cosas”.
Ese mismo año, Lilia le dio poder a un abogado en
Barranquilla para reclamar la pensión de invalidez de su esposo, pero empezaron
las negativas del gobierno, en este caso del Ministerio de Relaciones
Exteriores. “Nos cansamos de esperar allá y en 2007 nos vinimos a Bogotá, porque
aquí estaban mis hijos y la posibilidad de que saliera el proceso sería mayor.
Mientras demandábamos, él iba recayendo, hasta que dejó de caminar, luego
perdió la voz. Le gustaba cantar mucho; boleros, tangos, vallenatos; era muy
simpático y amiguero; no exigía nada, sino que le gustaba dar. Su desesperación
era mayor porque casi siempre se levantaba a las 3:00 de la mañana a escribir,
le gustaba salir e interesarse por las necesidades de la gente. Llegó a perder
todas sus capacidades, quedó totalmente postrado”.
Sólo a través de una tutela contra la EPS Sanitas lograron
desde hace cinco años servicio médico en casa y una enfermera 24 horas. La
reclamación pensional se dilató porque él no tenía las semanas requeridas y en
el Ministerio se estableció que le habían liquidado sus derechos con base en un
sistema equivalente a empleados de régimen interno y no a funcionarios en
funciones internacionales, como fue su caso. Además, no han podido reconstruir
su historia laboral porque las empresas donde trabajó Gustavo no han expedido
las certificaciones. Es el caso del desaparecido Instituto de Crédito
Territorial y varias constructoras de la costa Caribe. Lilia dice: “Ahora
estamos esperando esas cartas y el resultado de una nueva tutela”.
Este diario averiguó en la Cancillería y logró una respuesta
extraoficial en la que se informó que Gustavo Adolfo García Márquez laboró en
el Ministerio entre el 25 de abril de 1995 y el 30 de abril de 2001, que esa
entidad no reconoce como tal la pensión sino que hizo los aportes de ley al
Seguro Social.
Confirmaron que a su nombre se interpuso una tutela y a
través de ésta se ordenó al Ministerio darle respuesta a su solicitud de
reliquidación de aportes y se le respondió por medio de su apoderado que debía
adelantar un proceso de conciliación a través de la Procuraduría y éste nunca
fue presentado.
Lilia dice: “Lo único que recibimos del Ministerio fue una
oferta de indemnización, pero yo no la acepté porque no estaba reclamando eso,
sino pensión de invalidez. Esos $16 millones salieron a nombre de Gustavo
estando él totalmente discapacitado. Ya no firmaba, ya no hablaba, ya no tenía
memoria. Me dijeron que tenía que empezar un proceso para declararlo interdicto
y a mí curadora. No fue cosa de semanas ni de meses, sino de tres años. Apenas
salió en 2013, pero no se cobró porque es mejor sacar la pensión con claridad.
Hoy no sé el estado del proceso. Lo único que sé es que en medio de esas
dilaciones, Gustavo se fue secando de tal manera que quedó en sus huesos
forrados en piel, se consumió (en la novela llega un momento en que le dicen al
coronel: ‘Estás en el hueso pelado’). En la última crisis dejó de deglutir,
autorizamos una gastrotomía, pero también le dio neumonía. Antes resistió
demasiado. Llegó 2014 y todavía este lío no ha visto la luz. Sigo esperando que
los derechos de mi esposo sean reconocidos. No queremos seguir en la
injusticia. Es paradójico, si uno se hubiera propuesto recrear El coronel no
tiene quien le escriba, no hubiera salido así”. Macondiano. Gustavo García
Márquez vivió su agonía en la clínica Colombia.
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