MEMORABILIA GGM 612
Bogotá – Colombia
7 de octubre de 2012
José Arcadio Buendía
El
hombre que terminó
amarrado
a un castaño
Por: César Augusto
Arango-Dávila
En este ensayo, que reproducimos parcialmente y hace parte del libro 12 personajes en busca de psiquiatra, el
autor analiza a uno de los personajes centrales de Cien años de soledad..
Entre los personajes de Cien años
de soledad, pocos tan fascinantes para la psiquiatría como José Arcadio
Buendía. Ese “poeta de la ciencia”, como el propio García Márquez bautizó a los
alquimistas en sus reportajes sobre los países de la Cortina de Hierro, no sólo
fue el artífice de la estirpe de los Buendía que da vida al libro, sino el gran
“patriarca juvenil” alrededor del cual se construyó la monumental historia de
Macondo. Eso sí, al precio de su propia locura, que es la que analizaremos a
continuación.
Dotado de un entusiasmo y una imaginación desbordados, José Arcadio
Buendía se echó al hombro la responsabilidad de fundar un pueblo; aunque más
tarde, maravillado por la ciencia que le prodigaba a puchos el gitano Melquíades,
se entregó a empresas imposibles motivado por intuiciones bárbaras que lo
separaron poco a poco de la realidad hasta sumirlo en un mundo propio del que
ya no volvería nunca.
Quizás donde se percibe mejor ese tránsito es en el pasaje en el que
José Arcadio Buendía nota cierto desvarío en el tiempo. Entró al taller de su
hijo Aureliano, le preguntó qué día de la semana era, y éste le respondió que
era martes. Sin embargo, al advertir que el cielo, las paredes y las begonias
eran las mismas de la víspera, insistió en que seguía siendo lunes. Como la
sensación se repitió el miércoles, el jueves y el viernes, el personaje “no
tuvo la menor duda de que seguía siendo lunes”.
Esta es una de las manifestaciones frecuentes de un trastorno mental
que implica la pérdida del contacto con la realidad. La vivencia angustiosa de
extrañeza en la cual se percibe algo intangible, es, casi siempre, una señal de
desrealización, un fenómeno relacionado con la desestructuración del yo que
consiste en una “alteración de la percepción de la experiencia del mundo
exterior del individuo, de forma que aquel se presenta como extraño o irreal”.
La comprensión actual de la enfermedad mental permite inferir que la
desrealización resulta de una perturbación química del cerebro, de tal manera
que la percepción y la vivencia del sí mismo y del entorno se manifiestan como
algo nuevo, como algo diferente, usualmente incomprensible, que obliga al
individuo a examinar los objetos en una búsqueda engañosa de lo novedoso: “Pasó
seis horas examinando las cosas, tratando de encontrar una diferencia con el
aspecto que tuvieron el día anterior, pendiente de descubrir en ellas algún
cambio que revelara el transcurso del tiempo”.
De hecho, en estos padecimientos es posible encontrar una manifestación
clínica denominada signo del espejo, en la cual la persona se ve en la
necesidad de mirar permanentemente su reflejo para no perder la noción de sí
misma.
La desrealización, por constituirse en una vivencia de extrañeza,
genera miedo, un miedo que adquiere gran intensidad hasta convertirse en lo que
se conoce como una ansiedad psicótica o ansiedad flotante. Esta experiencia,
con características de aniquilación, de pérdida de la noción del sí mismo o de
la noción del entorno, puede desencadenar severas alteraciones de la conducta,
como las experimentadas por José Arcadio Buendía: “Entonces agarró la tranca de
una puerta y con la violencia salvaje de su fuerza descomunal destrozó hasta
convertirlos en polvo los aparatos de alquimia, el gabinete de daguerrotipia,
el taller de orfebrería, gritando como un endemoniado en un idioma altisonante
y fluido pero completamente incomprensible. Se disponía a terminar con el resto
de la casa cuando Aureliano pidió ayuda a los vecinos. Se necesitaron diez
hombres para tumbarlo, catorce para amarrarlo, veinte para arrastrarlo hasta el
castaño del patio, donde lo dejaron atado, ladrando en lengua extraña y echando
espumarajos verdes por la boca”.
Un destino inevitable. Antes de expresar estas señales de locura, José
Arcadio era un hombre emprendedor y obstinado. Sin embargo, ese emprendimiento
y esa obstinación tuvieron un origen que explican muy bien sus síntomas.
En su adultez joven, se casó con su prima Úrsula Iguarán. Pero su
matrimonio no fue consumado por más de un año, por el temor a tener hijos con
cola de cerdo. Dentro de los antecedentes familiares había existido un Buendía
casado con una prima, de cuya unión nació un hijo con una cola “cartilaginosa y
en forma de tirabuzón con una escobilla de pelos en la punta”, que “pasó la
vida con pantalones englobados y flojos” y que a la edad de cuarenta y dos años
murió desangrado cuando un carnicero amigo se la cortó de un tajo.
Por esta razón, Úrsula se negó a consumar el matrimonio y usaba un
pantalón de castidad. Los encuentros de la pareja se limitaban a forcejeos, y
la gente comenzó a rumorar que ella seguía siendo virgen porque su esposo era
impotente.
En una riña de gallos, cuando el animal de José Arcadio Buendía le ganó
al de Prudencio Aguilar, este le gritó ante todas las personas de la gallera:
“Te felicito. A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer”.
José Arcadio se sintió profundamente ofendido, lo retó a duelo y varios
minutos después le atravesó el cuello con una lanza. Esta muerte fue interpretada
como un duelo de honor.
Sin embargo, dejó en José Arcadio Buendía y en Úrsula Iguarán un
remordimiento que los obligó a emigrar del pueblo con un grupo de seguidores.
Al no encontrar la ruta del mar, tras haber pasado la noche al lado de un río,
José Arcadio suspendió la travesía influenciado por un sueño.
“Les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en
el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea”. No era otra que
Macondo.
En este relato hay varios aspectos que afectaron de forma importante
las condiciones psicológicas de José Arcadio Buendía:
1. La experiencia de ver vulnerada su sexualidad y la noción de su
masculinidad. Ante la negativa de su esposa, requirió reprimir durante mucho
tiempo su pulsión genital, su necesidad de copulación (...). 2.Si bien el
suceso en el que murió Prudencio Aguilar se definió como un duelo de honor, el
resultado en José Arcadio Buendía fue un sentimiento de culpa desbordado que lo
siguió acompañando el resto de su vida (...). 3. El destierro de su propio
pueblo, con el consiguiente desarraigo de sus orígenes, es la expresión más
clara de la culpa de José Arcadio Buendía (...). 4. Si bien lo ocurrido alteró
la función erótica y copulatoria de la sexualidad, la función reproductora del
sexo también quedó rarificada por el miedo de tener hijos con cola de cerdo,
por el temor de ser partícipe del engendramiento de seres imperfectos que
serían el reflejo del sí mismo, por la presunción de ser autor de la
degeneración de la especie (...).
** ** **
EL
UNIVERSAL
Cartagena de Indias - Colombia
9 de octubre de 2012
Los
personajes de Gabo
tendrían
que ir al psiquiatra
Por Ledis Caro D.
Alex González Grau, psiquiatra, autor del ensayo Los locos de Macondo.
Si los personajes de Cien Años de
Soledad estuvieran viviendo el presente, serían firmes candidatos a un
tratamiento farmacológico con estabilizadores del ánimo, antipsicóticos o
antidepresivos.
Es más, algunos recibirían hasta psicoterapia.
Así lo prescribió el psiquiatra cartagenero Alex González Grau, quien
se atrevió a hacer lo que pocos se hubieran imaginado: diagnosticar las
enfermedades mentales de los personajes de la obra insigne de Gabriel García
Márquez, premio Nobel de Literatura.
El diagnóstico lo hizo después de haberse leído la obra 16 veces, cuya
lectura le dio la adrenalina suficiente para escribir el ensayo Los locos de Macondo, que se puede
comprar a través de la web Amazon.
Para ahondar en más detalles sobre la locura de los Buendía y de todos
los que los rodeaban, esos inmortales salidos de la mente prolífica de García
Márquez, hablamos con González Grau.
¿De qué trata el ensayo “Los locos de
Macondo”?
Trata acerca de las enfermedades mentales presentes en Cien años de soledad.
En esta novela se describen claramente una serie de trastornos
mentales; algunos dentro de la familia Buendía, protagonistas del relato; otros
por fuera de ella.
Aunque los más llamativos son las perturbaciones del estado de ánimo,
las enfermedades descritas son numerosas y variables, e incluyen, además, otras
categorías diagnósticas como trastornos de ansiedad, trastornos psicóticos,
demencias, trastornos de la personalidad y trastornos generalizados del
desarrollo.
La manera como se concluye que un personaje está afectado por una
enfermedad mental varía según cada uno en particular.
Por ejemplo, algunos de estos trastornos se hacen notar a partir de las
narraciones sobre la conducta de los afectados; en otros casos se llega a ellos
mediante la descripción de su forma de ver el mundo; en otros más, se aprecian
claramente los cambios en las emociones y en los estados de ánimo.
Debe aclararse que en la elaboración de este ensayo se ha prescindido
de incluir aquellos casos en los que aunque existen indicios de enfermedad, no
se encuentran pruebas concluyentes de que efectivamente pueda diagnosticarse un
trastorno mental.
¿Por qué le llamó la atención hacer ese
análisis de los personajes de Cien años de Soledad?
Soy admirador de Gabriel García Márquez y lector de sus obras hace más
de treinta años. He leído Cien Años de
Soledad dieciséis veces. La primera vez que leí este libro vi allí
reflejada la realidad de mi entorno, mi familia, mi pueblo.
Luego empecé a disfrutar de diversos aspectos del contenido y de la forma.
Sin embargo, cuando la releí con algo de conocimiento de semiología
psiquiátrica, pude notar que existían una serie de elementos narrativos
altamente sugestivos de alteraciones psiquiátricas.
Durante la lectura de Cien Años
de Soledad se aprecian una serie de comportamientos, emociones, estados de
ánimo y formas de procesar la realidad interna y externa que claramente se
apartan de lo que solemos considerar normal.
Más aún, en buena parte estas situaciones pueden agruparse dentro de
categorías diagnósticas claramente definidas.
¿Qué espera de este análisis?
Con este análisis espero ofrecer un abordaje original a Cien Años de Soledad y un reconocimiento
al autor por sus magistrales descripciones semiológicas.
La originalidad a la que me refiero consiste en ofrecer una
interpretación de las alteraciones mentales de los personales con base en la
discusión de situaciones individuales obtenidas de la narración original
mediante citas textuales.
Esta es una aproximación a las habituales consideraciones psiquiátricas
y psicológicas de la novela.
¿Cuánto tiempo le llevó diagnosticar a los
personajes?
No lo recuerdo con precisión. La idea de hacer estos diagnósticos la
tuve después de la cuarta o quinta lectura de la novela (hace más de veinte
años), pero procrastiné durante largo tiempo. Me decidí a escribir por primera
vez sobre este tema en 2004.
En ese entonces me limité a los trastornos del ánimo presentes en la
familia Buendía. Ese primer ensayo se extravió.
Hace cinco años me dediqué a leer la novela con ojo de editor
psiquiatra y luego reescribí el ensayo sobre los trastornos del ánimo en la
familia Buendía en aproximadamente un mes. La ampliación, incluyendo los demás
personajes en Cien Años de Soledad afectados por enfermedades mentales, hasta llegar
al texto actual, fue hecha hace casi tres años.
Según su punto de vista médico, ¿cuál de los
personajes estaba más loco?
El cuadro más florido de todos es el de José Arcadio Buendía, el
fundador de Macondo; así mismo, es evidente el grado de deterioro que presentó.
Sin embargo, José Arcadio Segundo Buendía padeció un trastorno que por
definición suele ser más grave que el sufrido por su bisabuelo.
Por otra parte, el personaje más desadaptado de toda la historia es
Fernanda del Carpio, la esposa de Aureliano Segundo Buendía; no sólo padeció un
trastorno grave de la personalidad que le impidió por completo el goce de la
vida, sino que, para acabar de complicar las cosas, desarrolló una demencia que
la deterioró por completo.
Finalmente, es paradójico que Úrsula Iguarán, el personaje más adaptado
de la novela, columna vertebral de la familia Buendía, haya conocido un ocaso
similar al de la esposa de su bisnieto.
¿Qué tratamientos ameritarían hoy en día?
La farmacología psiquiátrica ha conocido muchos avances durante sus
sesenta años de existencia real.
Sin embargo, la mayoría de los tratamientos psiquiátricos suelen estar
dirigidos a la mejoría, al control de los síntomas y a la prevención de
recidivas, mas no a la curación definitiva.
Seguramente varios de los serían en la actualidad candidatos a
tratamiento farmacológico con estabilizadores del ánimo, antipsicóticos o
antidepresivos, entre otros, según el caso.
Algunos recibirían psicoterapia. Respecto a la modalidad del ámbito de
tratamiento, las hospitalizaciones estarían indicadas en varias de las
situaciones clínicas descritas en la novela.
¿Cómo le ha ido con la crítica?
Hasta ahora la crítica ha sido bastante favorable. Quizás porque
quienes han leído este ensayo son personas de por sí bastante aficionadas a la
literatura.
Además, es un tema que despierta bastante curiosidad e interés.
Don Gabriel García Márquez expresó su satisfacción por haber motivado
este trabajo.
El profesor Gerald Martin, autor de García Márquez, una vida, consideró
que este tema es "muy importante" y fue quien me sugirió extender el
contenido hasta llegar a convertirlo en libro.
Por otra parte, la primera vez que hablé de este tema en público fue
ante un nutrido y heterogéneo auditorio en el Hospital Benito Menni, en Sant
Boi, Barcelona.
Tuve la gran satisfacción de que no solamente los asistentes expresaron
su interés e inquietud, sino que muchos de ellos volvieron a García Márquez, y
Macondo renació en el Hospital.
El logro se lo debo a amigos como José Miguel Cebamanos y Juan Miguel
Rodríguez, que, generosos en elogios hacia el ensayo, no dudaron en convencer
al resto de los compañeros que había que escuchar la presentación.
Aquí en Cartagena varios colegas han sido muy benevolentes, entre
ellos: Miguel Ghisays, Mario Mendoza, Darío Morón, José Caraballo, Adolfo
Bermúdez y Juan Carlos Lozano. No todos son psiquiatras.
Igual actitud adoptaron mis compañeros de Conversatorio, foro en el que
se discute sobre asuntos del lenguaje.
Seguramente este libro no será del gusto de todo aquel que lo lea, ni
todos estarán de acuerdo con los diagnósticos, sería imposible, pero hasta el
momento ha sido bien recibido por personas con dominio de la medicina y de la
literatura.
¿A quién va dirigido el
ensayo?
Este libro no está dirigido a un público especializado. Se escribió en
un lenguaje práctico y claro, para ser leído por cualquier persona
potencialmente interesada en este tipo de temas, sin necesidad de tener
conocimientos previos sobre psiquiatría o psicología, ni siquiera elementales.
Más aún, al final del libro se añade un glosario al que acudir para
facilitar la lectura. En buen romance, está dirigido a los amantes de la
lectura.
QUIÉN ES EL AUTOR
Alex González Grau, autor del
ensayo Los locos de Macondo:
Trastornos mentales en Cien años de soledad, es médico psiquiatra egresado
de la Universidad de Cartagena, con experiencia de 17 años en la especialidad.
Es miembro de la Academia de Medicina de Cartagena.
Su desarrollo profesional ha girado en torno al ejercicio clínico y
académico de la profesión.
DÓNDE CONSEGUIR A “LOS LOCOS DE MACONDO”
En este correo que hizo llegar a sus contactos, el psiquiatra Alex
González Grau explica dónde se puede conseguir su libro:
“Apreciados amigos, siguiendo con la tendencia delirante les presento
otra obra que he decidido publicar después de mantenerla en un largo e
innecesario período de hibernación. Pueden visitarla en: http://www.amazon.com/dp/B00987SEN6
Espero no importunar con este correo; sucede que últimamente desconfío
de la telepatía como medio de comunicación y divulgación. Abrazos. Álex González.”
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