30 de agosto de 2012

MEMORABILIA GGM 603

ÁmbitoJuridico.com
Bogotá - Colombia
24 de Agosto de 2012

Gabriel García Márquez
contra el olvido

Por Juan Gustavo Cobo Borda        



Juan Gustabo Cobo Borda 

Continúan publicándose muchas interpretaciones de la obra de Gabriel García Márquez. Colegas escritores, destacados profesores universitarios, de aquí y del exterior, analistas de otras áreas del conocimiento, distintas de la literatura, que encuentran útiles sugerencias en su obra. He aquí algunas de las que llaman la atención.

V. S. Pritchett, en El viaje literario (Fondo de Cultura Económica, 2011) reúne cincuenta brillantes ensayos sobre autores estadounidenses, europeos y latinoamericanos. El habitual colaborador del New Statesman y el New Yorker, con la orden del Imperio Británico sobre su pecho, cierra su volumen al hablarnos de Borges y de García Márquez. Repasar La hojarasca y algunos de sus cuentos le da pie para concentrarse en Cien años de soledad.
“La prosa de García Márquez es sencilla, exacta, sutil y chispeante y salta fácilmente hacia lo cómico y lo exuberante, como en Cien años de soledad” (p. 457).
Hacer alusión a Rabelais y mirar El otoño del patriarca donde “García Márquez entreteje magistralmente lo real y lo conjeturado” (p. 462) muestra su agudeza.

Por su parte, Nélida Piñón, la narradora brasileña, en su libro de ensayos Aprendiz de Homero (Alfaguara, 2008), habla de Cervantes, Machado de Assis, “alma enigmática”, y de tres colegas: Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. El ensayo sobre este último se titula Trampa del olvido y comienza, al hablar de los Buendía, de su ingreso en “el escenario demoniaco de la memoria” (p. 281). Luego explica, al hablar de Cien años de soledad:

“Y aunque adoremos nuestra modernidad como si jamás hubiésemos sido arcaicos en el pasado, el libro corresponde a una parábola onírica. Nos induce, en su totalidad, a que hechos y seres, a lo largo del transcurso narrativo, asuman dimensiones por encima de los recursos de lo real”.

Milan Kundera, en Un encuentro (Tusquets, 2009), prolonga, en cierto modo, esa ruptura de barreras al hablarnos de La novela y la procreación, donde esta, en el caso de Cien años de soledad, no tiene su centro en un individuo único, sino en “un desfile de individuos” (p. 54) y “cada uno de ellos lleva en sí su olvido futuro, y todos y cada uno son conscientes de ello; ninguno permanece en la escena de la novela de principio a fin”. El individuo humano, el individualismo europeo, “se fundirá en el hormiguero humano”. Para concluir: “esta novela, que es una apoteosis del arte de la novela, es a la vez un adiós dirigido a la era de la novela”.

El profesor Gene H. Bell Villada, de padre norteamericano y madre china-filipina nacida en Hawái, entrega 514 páginas de su “estudio de interés general” sobre García Márquez. El hombre y su obra (Ediciones B, 2012).

En su trabajo los más de diez millones de ejemplares de Cien años de soledad y sus traducciones a más de treinta idiomas (incluidas las versiones piratas en griego y árabe) pueden ser atribuidos “al estilo de su prosa lucida y accesible, su actitud de asombro sereno, su trepidación narrativa de acción y aventuras, sus irresistibles cuentos de amor, sus exuberantes episodios de sexo subido de tono, sus secuencias humorísticas sobre mitos populares y fantasía, sus insinuaciones muralísticas de la totalidad del pasado fallido de un continente y, por último, pero no menos importante, su irreverente sentido del humor” (p. 29).

En el capítulo 5, Las lecturas, entramos en el taller creativo en el que García Márquez se ha formado: Sófocles, la Biblia, Rabelais, donde señala con acierto cómo su gigantismo e hipérboles desmesuradas se basan en una precisión aritmética que García Márquez astutamente también supo emplear. Al hablar de Gargantúa menciona “pasó once meses en el vientre de su madre, para su alimentación se requerían 17.913 vacas y cuando orinaba en la ciudad de París se ahogaban 260.418 personas, sin incluir mujeres y niños” (p. 148).

Allí entran también Faulkner, Virginia Woolf y Pedro Páramo con sus aportes reconocibles. Pero este hombre de izquierda e “historiador lírico de su región”, quien ha contribuido como nadie a edificar sobre experiencias colectivas latinoamericanas como la violencia política o las dictaduras de cuartel, ha superado “uno de los conflictos más confusos de la historia humana”, como es el caso colombiano, con el poder de su imaginación poética. Conflicto que Bell-Villada compara con “los casos de Líbano durante la década de 1970, Yugoslavia en la década de 1990 e Irak en la década de 2000” (p. 59).

Finalmente, Enrique Krauze en Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate- Random House Mondadori, 2011) dedica unas treinta paginas a García Márquez y a Fidel Castro, “la sombra del patriarca”, donde nuevos datos aportados por la biografía de Gerald Martin llevan a Krauze, con certera perspicacia, a replantear de nuevo las contradictorias relaciones entre poder y literatura y el papel de los creadores ante el despotismo de los tiranos. Su obnubilación edípica ante padres devoradores, que terminan por exigir la umisión sin preguntas. Un tema inquietante no solo en las novelas del Nobel, sino también en su fascinación personal por figuras, además de Castro, como Torrijos o Chávez.

En todo caso, todas estas lecturas comprueban como García Márquez sigue abierto a nuevas preguntas por interlocutores tan válidos como los hasta aquí mencionados. El olvido no será su destino.

No hay comentarios: