MEMORABILIA GGM 589
Publicamos apartes de la entrevista que Edgar Artunduaga
hizo a Plinio Apuleyo Mendoza en la que este último hace revelaciones sobre el
estado de la memoria de GGM, que hasta hoy se habían mantenido entre el circulo
de los allegados al escritor. Por su inmensa trascendencia el comentario ha
causado revuelo en todos los medios periodísticos del mundo.
Al respecto, en sus muchos momentos de lucidez, cuando el
mal recurre hacia las puertas de los recuerdos, GGM ha definido a la amnesia de
la edad adulta como “una mancha de aceite en la memoria que se riega hacia el
pasado”.
KIEN&KE
Bogotá – Colombia
Junio de 2012
¿Se apagó la memoria de Gabo?
El periodista Plinio Apuleyo Mendoza le confesó a
Édgar Artunduaga que el Nobel ya no
reconoce la voz de nadie.
El más grande escritor colombiano, Gabriel García Márquez,
ya no reconoce a sus amigos más cercanos, con los que viajó, creció
literariamente y compartió décadas de vida, incluyendo a Plinio Apuleyo Mendoza.
El escritor de El olor
de la Guayaba,
un libro sobre recuerdos de infancia y juventud, amigos y literatura, con
“Gabo” (1982), expresa mayor preocupación “porque la madre murió de Alzhéimer y
el hermano también”.
Eligio García Márquez, físico, escritor y periodista,
hermano menor del Premio Nobel de Literatura, murió a los 53 años, en el 2001.
“Fue un mazazo para Gabo”, comentó Jaime, otro de los hermanos.
Mendoza admite que no ha podido hablar con García Márquez
desde hace cinco años, pero sí con Rodrigo, su ahijado, quien le ha dicho: “El
tiene que verte porque si no, por la voz no sabe con quién está hablando”.
“La última vez que hablamos, comenta el periodista Mendoza,
se le olvidaban ciertas cosas y me preguntaba “¿cuándo llegaste? ¿Dónde estás
alojado?”, y repetía. En cambio, fuimos a almorzar y a recordar cosas muy
antiguas de hace 30 o 40 años, remotas, y la memoria le funcionaba
perfectamente”.
Carmen Balcells, agente literaria de García Márquez (a sus
81 años dice que le pesan los kilos y la edad solamente la corroe), comentó que
lo vio “un poco pachucho (alicaído) de salud, en la celebración del último
cumpleaños. –Quizá porque nos hacemos mayores, –justificó. Dijo que Gabo se ha
vuelto cascarrabias y tiene una mirada llena de nostalgia.
García Márquez recibió hace algunos años en Estados Unidos
un tratamiento “contra un linfoma”, del cual salió airoso, según dijeron él y
su familia. El escritor comentó en su momento que la circunstancia le sirvió
para volver al periodismo, regresar a su vicio favorito de la música, poner al
día lecturas atrasadas y controlar más su dieta.
Señor Mendoza: ¿Tiene
buena relación con Gabo hoy día?
Sí. El día que cumplió 85 años (6 de marzo anterior) lo
llamé, pero no hablé con él sino con Mercedes. Ella prefiere que no pase al
teléfono porque de pronto no reconoce.
¿Es obligatorio,
entonces, que le vea sus grandes orejas?
Es posible que, como usted dice, si me ve las orejas me
reconozca de inmediato.
¿Entonces es cierto
que ya no reconoce a nadie?
Por la voz ya no reconoce.
¿Y se acuerda quién es
Plinio Apuleyo Mendoza?
Las últimas veces que hablamos repetía… “¿cómo estás, cuándo
vienes, qué estás haciendo?”.
A muchos amigos, con quienes he comentado el asunto, me
dicen que con ellos también se limitaba a iguales interrogantes. Entonces hay
la sospecha de que simplemente tiene unas fórmulas. Si no reconoce no dice “no
sé quién eres tú”, sino que hace unas preguntas genéricas.
Me duele mucho esta situación y me inquieta. Gabo siempre ha
sido un gran amigo.
¿Se pelearon ustedes
con García Márquez por el apoyo de éste a Fidel Castro?
Es un problema que hemos tenido toda la vida con Gabo. Lo
discutimos con humor. Pero no hay que olvidar y eso no lo sabe casi nadie, que
hemos sacado mucha gente de Cuba. ¿Cómo es la cosa? Yo llamo y le digo “Gabo,
ayúdame. Este pobre hombre está preso y condenado a 20 años, ayúdame. Y él me
dice “espera, vamos a hacer una cosa”. Así han salido cientos de personas.
Gabo ha sacado a mucha gente, inclusive casos visibles como
Norberto Fuentes. También pequeños casos. De pronto encuentro un periodista en
Portugal, que me dice “caramba, soy cubano, estoy exiliado acá, mi mamá tiene
80 años y me viene a visitar cada dos años, ya no la dejan salir. La voy a
perder para siempre. Tú, que eres amigo de García Márquez, por qué no me
ayudas”.
Llamo entonces a Gabo y le digo “ayúdame” y me dice “dame la
dirección y el teléfono de ella” y a los ocho días la señora está en Portugal.
García Márquez ha sacado como a dos mil personas. Sin embargo, Gabo se quedó
ahí, cosa que me parece un error.
[...]
—
EL ESPECTADOR Bogotá – Colombia
12 de junio de 2012
BLOGS Cultura
Corazón de Pantaleón
Una periodista de racamandaca
Por: Ricardo Bada*
Aunque parezca paradójico, existe algo que podemos calificar
como la sana malevolencia.
Uno de los mejores ejemplos que recuerdo fue incluido por
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en su antología Cuentos breves y
extraordinarios, y esos dos grandísimos farsantes se lo atribuyeron a un tal
John Wisdom bajo el título De la moderación en los milagros. Dice así: «Parece
que Bertrand Russell recordaba siempre la anécdota de Anatole France en
Lourdes; al ver en la gruta amontonadas muletas y anteojos, France preguntó:
“¿Cómo? ¿y no hay piernas artificiales?”»
Este me parece uno de los mejores ejemplos de aquello que
califico como la sana malevolencia. Piénsenlo bien, y creo que me darán la
razón, aunque –desde luego–para ello deben cohonestar la aparente paradoja. Yo
me la encontré una vez más después de haber leído las memorias de un escritor
colombiano bastante famoso que se llama Gabriel García Márquez (no sé si les
suena el nombre).
GGM y Gilberto Vieira. Bogotá, en 1983.
En el capítulo final, Gabo rememora su visita secreta al
secretario general del Partido Comunista Colombiano, Gilberto Vieira, encontrándose
éste en la clandestinidad durante la dictadura de Rojas Pinilla, y describe
detalladamente cómo llegó hasta su escondrijo: «Era un apartamento con una sala
pequeña atiborrada de libros políticos y literarios, y dos dormitorios en un
sexto piso de escaleras empinadas y sombrías adonde se llegaba sin aliento, no
sólo por la altura sino por la conciencia de estar entrando en uno de los
misterios mejor guardados del país. Vieira vivía con su esposa, Cecilia, y con
una hija recién nacida. Como la esposa no estaba en casa, él mantenía al
alcance de su mano la cuna de la niña, y la mecía muy despacio cuando se
desgañitaba de llanto en las pausas muy largas de la conversación».
Hasta aquí la cita de Vivir para contarla, las memorias de
Gabo, título que tanto recuerda el de la primera gran antología de un poeta
andaluz muy vinculado a Colombia, José María Caballero Bonald, y que se llama
Vivir para contarlo. Pero esa es otra historia, como diría Rudyard Kipling.
Lo cierto es que yo conozco a esa niña que lloraba en el
domicilio clandestino de Gilberto Vieira: naturalmente se trata de su hija
Constanza, con quien he compartido varios años de tareas profesionales en la
redacción latinoamericana de la Radio Deutsche Welle. Y aquí volvemos de nuevo a
lo de la sana malevolencia. Una persona que conoce mucho a Constanza,
comentándome ese pasaje que acabo de citarles, me dijo en un email: «Ella sigue
tal como la describe Gabriel García Márquez en sus memorias, llorando en la
cuna, mientras Gilberto la mecía en un refugio clandestino de los tiempos de la
ilegalidad».
Echando mano de una sana malevolencia, esa persona tal vez
se refería al compromiso decidido que Constanza mantiene con la causa de la
paz, lo cual, en el caso de Colombia, parecería que es como para estar llorando
sin remisión. Por mi parte no vacilé en responderle ipso fuckto (sic) a mi
corresponsal argumentándole que no se había dado cuenta de la verdadera
dimensión de aquello que dice Gabo. Y lo que Gabo dice es, expresis verbis, lo
siguiente: «[Vieira] la mecía muy despacio cuando se desgañitaba de llanto en
las pausas muy largas de la conversación».
¿Se dan cuenta de lo que realmente sucedió en ese encuentro
clandestino de Gilberto Vieira y Gabriel García Márquez? Si ustedes no, yo sí. Al secretario general
del Partido Comunista Colombiano le habían nacido una hija periodista, una
criatura que a sus pocos meses, y aún en la cuna, seguía apasionada la plática
entre nada menos que un futuro Premio Nobel de Literatura y un político por
aquel entonces el más perseguido en toda Colombia (y que era nada menos que su
propio padre).
¿Qué periodista nato y clarividente, y les doy mi palabra de
honor de que Constanza Vieira sí que lo es, no se hubiese echado a llorar al
oír que esos dos interlocutores hacían pausas muy largas en la
conversación? «Ay carajo, sigan
hablando, no se detengan, quiero seguir sabiendo, qué delicia la conversación de ustedes,
este es mi primer reportaje estrella, qué pena que aún no sé escribir, pero no
dejen de hablar, por dios, no me frustren mi primer reportaje», éso es lo que
gritaba Constanza Vieira y lo que Gabriel García Márquez, todavía no ducho en
lenguajes infantiles, tradujo como desgañitarse de llanto.
¡Pobre Constanza, cuantísima incomprensión!
*Ricardo Bada (*Huelva/España, 1939),
escritor y periodista
residente en Alemania desde 1963.
2 comentarios:
Muy buen texto. Gracias.Celebramos que la fotografía de Dn Gabo y Vieira la hayan tomado de:
https://picasaweb.google.com/111515077843964359836/GilbertoVieiraSuVidaSuObraSusAportesLibroCienAnosDeSuNacimientoAbril52011#5577271958143445330 . Lo que si conviene aclarar, como aparece en el pie de foto "nuestra" es que es de 1983! Ver además: http://gilberto-vieira-w.blogspot.com/
Dice NTC... Nos topamos con
Muy buen texto. Gracias.Celebramos que la fotografía de Dn Gabo y Vieira la hayan tomado de:
https://picasaweb.google.com/111515077843964359836/GilbertoVieiraSuVidaSuObraSusAportesLibroCienAnosDeSuNacimientoAbril52011#5577271958143445330 . Lo que si conviene aclarar, como aparece en el pie de foto "nuestra" es que es de 1983! Ver además: http://gilberto-vieira-w.blogspot.com/
Publicar un comentario