28 de noviembre de 2011

MEMORABILIA GGM 537

ELESPECTADOR.COM
Bogotá - Colombia
28 de Noviembre de 2011


Cine en Cuba

Escuela de cine de Cuba
pide auxilio para evitar su colapso

Por: Información de AFP

"Después de 25 años, edificios, equipos,
instalaciones de todo tipo se encuentran
sumamente deterioradas", dicen los directivos.

 Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba
Foto: Internet


La Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba (EICTV) informó que su infraestructura está "a punto de colapsar" y pidió apoyo a la solidaridad mundial para que esa "utopía" pueda "sobrevivir" e incluso "crecer", según un comunicado que divulgó en internet.

"Después de 25 años, la infraestructura de la EICTV se encuentra a punto de colapsar: edificios, equipos, instalaciones de todo tipo se encuentran sumamente deterioradas y la institución corre el peligro de tener que reducir al mínimo su actividad", señaló el texto, publicado en el portal Eictv.org.

Ante esa situación, el centro apeló "a la solidaridad mundial para que 'la utopía del ojo y de la oreja'", como la bautizara el director fundador de la escuela, el cineasta argentino Fernando Birri, "pueda sobrevivir y aún más, crecer en este complejo siglo XXI".

Al ser designado en febrero al frente del centro, el cineasta guatemalteco Rafael Rosal explicó que uno de sus mayores retos sería la gestión de recursos, pues el presupuesto que otorga el Estado de Cuba para el funcionamiento de la institución podría reducirse.

En esa línea, el comunicado destacó que el Estado cubano está reduciendo "los subsidios gubernamentales en amplias esferas de la vida nacional", como parte de las reformas que impulsa el presidente Raúl Castro para hacer eficiente el agotado modelo económico de la isla, de corte soviético.

La escuela "debe prepararse y adecuarse a los cambios, lo que la obliga a la búsqueda de fondos de la cooperación internacional, la generación de recursos económicos propios, la reducción y eficiencia en sus gastos y la creación -meta central de la actual administración- de un Fondo Patrimonial de Amigos de la EICTV, con recursos económicos públicos y privados", añadió.

La EICTV, ubicada en el pueblito de San Antonio de los Baños, fue creada el 15 de diciembre de 1986 como un proyecto de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que preside el Premio Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez.

Desde entonces, ha graduado "más de 750 cineastas de más de 50 países", según el comunicado.

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El Siglo de Torreón
Torreón – Coahuila – México
28 de noviembre de 2011 


El síndrome de Esquilo
 
Por Vicente Alfonso

Completar la colección
Mi libro favorito es Cien años de Soledad. Después de leer esa novela decidí que quería ser escritor. Desde hace muchos años colecciono no sólo todas las ediciones que encuentro, también objetos relacionados con la novela. Forman parte de ese acervo dos ejemplares que me dedicó el maestro García Márquez, grabaciones del autor leyendo capítulos completos, facsimilares de cartas en las que explica cómo escribió el libro y ediciones raras que he conseguido en sitios como Rusia, Francia o Panamá. Hace unas semanas recibí un regalo que en cierto modo completa esa colección. Antes de revelar de qué se trata, les comparto este texto de la pluma de Frino, que fue quien me hizo el presente. En él cuenta cómo consiguió ese rarísimo objeto que hoy descansa en mi librero:

De mi abuelo heredé el gusto por ir a ver las chácharas, los tiliches. Cada domingo pasaba muy temprano por él para ir a pasear por La Alianza donde gente venida de Torreón, Gómez o Lerdo vendía lo inimaginable. ¿Qué buscamos ahora abuelo? Le preguntaba, a lo que él invariablemente respondía: "¿Cómo quieres que sepa? Cuando lo vea lo sabré....". Mientras caminábamos, me contaba de aquellos paraísos que solía visitar él en su juventud, cuando vivía en San Francisco: enormes flea markets donde podían encontrarse piezas incluso de aparatos que aún no habían sido inventados. Yo, que me aburría enormemente durante esas excursiones, poco a poco fui tomándole el gusto a hurgar entre aquellos cerros de vejestorios. Después, cuando el abuelo murió, ir a La Alianza cada domingo fue la mejor forma que mi hermano y yo encontramos de sentir que aún algo de él quedaba con nosotros. Siempre que visito uno de estos sitios, he llevado en la mente las palabras del abuelo "¿Qué busco?" me pregunto, "cuando lo vea, lo sabré" me respondo casi de inmediato.

He visitado algunos mercados de pulgas famosos, como El Rastro en Madrid, el Persa Franklin en Santiago de Chile y La Lagunilla en la Ciudad de México. Sin embargo, cada vez me convenzo de que la voraz dinámica de la producción que mantiene este inocente pasatiempo tiene en el fondo un precio muy alto. Como humanidad, estos cementerios del consumo me recuerdan que no producimos lo que necesitamos, sino lo que más se vende, aunque no sirva para nada.

Un domingo me colgué una vez más el morral de los hallazgos y fui en busca de lo desconocido. Entre tanto plástico, el papel es casi siempre ninguneado, así que los libros representan la posibilidad de aumentar el marcador para los visitantes. Cansado, me dirigí al extremo de la calle, donde, sobre el suelo, un señor exhibía unos quince o veinte tomos atrincherados entre zapatos viejos, ceniceros de moteles en desgracia y jirafas de peluche moribundas. Entonces lo vi: escoltada por una licuadora sin motor y tres barbies semidesnudas, descansaba la mítica primera edición de Cien Años de Soledad. Y digo mítica porque, como el mismo García Márquez lo ha dicho en cientos de ocasiones, ésta fue una edición preparada a las prisas para el lanzamiento del libro. Tan a las prisas fue hecha que el galeón que ilustra la cubierta fue colocado al revés, mirando hacia el lomo y no hacia las solapas. Hoy, los coleccionistas llegan a pagar hasta ocho mil dólares por un ejemplar de ésos. Tomando el libro, traté de adivinar por qué caminos había llegado este ejemplar hasta este sitio desde que fue editado en Buenos Aires hace ya cuarenta y cuatro años. ¿Quién lo trajo a México? ¿Quiénes habían sido sus dueños anteriores? ¿Lo tirarían a la basura? ¿Estaría completo? Lo hojeé y, en efecto, no le faltaba nada: la página legal y el colofón estaban intactos. Por fin había encontrado lo que buscaba...

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