30 de octubre de 2011

MEMORABILIA GGM 530
ELPAÍS.COM
Madrid - España
30 de octubre de 2011 

REPORTAJE: El sueño de dos genios

El cine frustrado de Gabo y Buñuel

García Márquez envió dedicada al director una sinopsis de una comedia titulada 'Es tan fácil que hasta los hombres pueden', pero nunca llegaron a rodarla

JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid -

"Para Don Luis, cordialmente...". Don Luis era Buñuel. El autor de la dedicatoria, Gabriel García Márquez. Dos genios del siglo XX. El objeto en cuestión: una sinopsis de comedia entre alegre, surrealista y ligera titulada Es tan fácil que hasta los hombres pueden. ¿El deseo del autor? Seducir al maestro para que la rodara. ¿El resultado? Papel mojado.
Según Javier Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista Luis Alcoriza fue el lazo de unión entre el cineasta y el escritor.

La copia inédita reposa en el archivo del cineasta, hoy en la Filmoteca La historia, sin pretensiones, estaba dedicada a Janet Riesenfeld.

Pero existió. Y la copia inédita reposa en el archivo del cineasta que ahora custodia la Filmoteca Española. Javier Herrera, bibliotecario y experto en Buñuel, que ya dio cuenta de su existencia en la revista Litoral,
lo ha estudiado ahora a fondo y ha llegado a una clara conclusión. "Es muy probable que intentaran hacer algo juntos", asegura. Una pena que no surgiera.



Luis Buñuel y Gabriel García Márquez – Foto de archivo

Corría el año 1962. Gabriel García Márquez no era todavía Gabriel García Márquez para el mundo. Había publicado un par de novelas, La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, un puñado de cuentos y trabajaba por entonces en La mala hora. Se ganaba las gachas con encargos que iban desde el destajo periodístico a los guiones de cine. Buñuel, en cambio, ya era Buñuel. Desprendía de lejos y de cerca esa estela mítica donde se adivinaba al iconoclasta irredento. Era toda una leyenda a quien veneraban los jóvenes talentos del momento a ambas orillas del Atlántico. Vivía exiliado por entonces en México, el país más surrealista del mundo, según su amigo André Breton, donde le dejaban hacer el cine que le daba la gana.

Ambos compartían vino, dry martinis, comidas, tertulias y amigos como Carlos
Fuentes o Luis Alcoriza. Este último, guionista de Buñuel durante toda la etapa mexicana, fue el nexo cinematográfico. Con él, García Márquez también trabajó a fondo.

La historia era sencilla y sin pretensiones. García Márquez se la había dedicado a Janet Riesenfeld, la esposa de Alcoriza, para quien seguramente había imaginado uno de los tres papeles femeninos protagonistas: tal vez el de Licha, "la más guapa", señala él mismo en la sinopsis.

Empieza así: "Tres chicas guapas, alegres, emprendedoras, que, a pesar de ser primas hermanas no se conocen entre sí ,llegan a la capital desde distintos lugares de provincia, ilusionadas con la noticia de que su tío solterón les ha dejado una herencia...".

Las muchachas han dejado casi todo y se han metido en préstamos pensando que iban a heredar el dorado. Pero caen del burro cuando comprueban su fortuna. Una gasolinera cochambrosa, situada, para colmo, en una calle de escaso tránsito. Según Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista: "El propio título lo indica". El desarrollo también. Porque las chicas sacan el negocio adelante mediante todo tipo de follones, triquiñuelas y hasta escándalos públicos.

Resulta una incógnita irresoluble para el arte universal lo que hubiera salido de aquella combinación. La posteridad y sus admiradores en todo el mundo puede que hoy lamenten que no llegara a concretarse. El cineasta lo guardó en su archivo, todo un síntoma. Pero por aquel entonces andaba metido en El ángel exterminador.

Ahora, en manos de Buñuel, aquella historia disparatada propuesta por el escritor colombiano podía ser oro. Además de El ángel exterminador, don Luis vivía la promoción de otro de sus éxitos internacionales y sus coqueteos con un deseado regreso a España. Respecto a eso, el historiador de cine Román Gubern recuerda todavía cuál fue la reacción de Ricardo Muñoz Suay cuando recibió el guion de aquella película en cuestión, la que le proporcionaría parte de sus sueños: "Es una historia blanca sobre una novicia. Me parece una mierda, pero siendo de Luis, la película estará muy bien". Era Viridiana.

Quien sí lamenta que no cuajara lo de García Márquez es Carlos Fuentes. "En el caso de Buñuel, hacer una lista de lo que no hizo supone sumar más cosas de las que hizo", asegura. "Él fue una gran influencia para nosotros, sobre todo en Gabo y en mí, que íbamos a verlo constantemente".

Sin olvidar a Alcoriza, quien fue el absoluto lazo de unión. Cuando García Márquez recaló en México, el guionista y director español le ayudó mucho. Aterrizó en el país latinoamericano al estallar la guerra. Escapó al sentirse señalado por pertenecer a una familia de cómicos de la legua con fuertes convicciones republicanas. Una vez en México destacó como actor y se hizo famoso al interpretar a Jesucristo -cosa nada habitual en la época, algo cercano al sacrilegio para muchos- en María Magdalena, pecadora de Magdala y Reina de reinas: la virgen María.

Como guionista fue fundamental en la etapa mexicana de Buñuel. Javier Herrera lo resalta: "Era un gran dialoguista, conocedor del habla de los bajos fondos. Algo crucial para Buñuel, porque en México estuvo demasiado encerrado, no se llegó a adaptar y desconocía esos ambientes".

Pero allí estaba Alcoriza para dar voz y habla a las criaturas desheredadas de Los olvidados, a la cegadora neurosis del celoso en Él y a los aterrados burgueses de El ángel exterminador. "Siempre reconoció a un padre en Buñuel, un maestro en la vida y en su trabajo, pero, después, en su cine, llegó a ser mucho más radical en ciertos aspectos que su mentor", apunta Herrera.

Si Buñuel era padre, García Márquez fue hermano. Y siempre tiraba de ambos para que le alumbraran con ideas y sugerencias. Alcoriza debió alentar a fondo la idea de que colaboraran juntos. Otro rastro descubierto por Herrera ha sido la huella que los dos dejaron en otro proyecto fallido: la adaptación de La casa grande, una novela de Álvaro Cepeda Samudio, amigo de García Márquez.

En el cuaderno donde Alcoriza, cuyo archivo también está en la Filmoteca, desarrolla la historia, el cineasta anota: "Hemos pensado que la obra debe pasar por manos de Buñuel, que haga una crítica severa, pero no gratuita, sino sugiriendo soluciones o mejoras. Lo mismo sucede con Gabo, creador de ese mundo. Tiene que leerla y dar opiniones e ideas. Él mismo se ofreció de motu propio. Es más, creo que sería magnífico que en un momento oportuno, cuando las cosas empiecen a caminar solas, vaya a Barcelona 3 o 4 días para hablar largamente con él y mejorar el guion".

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ELHERALDO.COM
Barranquilla - Colombia
30 de octubre de 2011 


Burbujas de cultura

Tita Cepeda
Opinión


Tanta gente ha escrito sobre mi amigo Julio Mario, con tanta precisión que sorprenden. Nadie habla de uno de sus intereses más profundos, y más importantes, por todo lo que surgió de allí. Su amor por la literatura, el cine, el arte en todas sus manifestaciones.

Conocimos a Julio Mario en la casa de Pradomar, de Alejandro Obregón y Sonia Osorio, todos amantes del cine. Álvaro, llevó a Julio Mario y Alejandro al Comité de Arte que había organizado con Manuel de Andreis y Luis Ernesto Arocha, que formaba parte del Centro Artístico liderado por Don Carlos Dieppa. En este momento Álvaro Cepeda funda y organiza el Primer Cine Club de Barranquilla. Publica la revista Cine-Club (1957-58) y convoca a todos los cine-clubistas del país, a reunirse en Barranquilla y formar la primera Federación de Cine-Clubes de Colombia.(1960) En esta reunión se habla por primera vez de una Escuela de Cine, propuesta por Gabriel García Márquez (diseñada y organizada por él).
El interés del grupo hacia las artes plásticas se concreta en la realización de los Salones Nacionales, que luego fueron Internacionales.
El primer Salón Internacional de Pintura, en Colombia, se hizo aquí en Barranquilla, gracias a las actividades del Comité de Arte, respaldado firmemente por Julio Mario Santo Domingo. La ciudad cuenta con una colección de pinturas de gran calidad que guarda el Centro Artístico.

En 1949 cuando Alfonso Fuenmayor recibe sin sorpresa aquellas hojas de papel arrugado escritas en inglés es obvio que ya conoce otros textos de Julio Mario y por eso se compromete.

El profesor Jacques Gilard, Doctor de la Sorbona, y experto en Literatura Latinoamericana, dice en su extenso trabajo sobre el cuento Divertimento que los miembros del Grupo de Barranquilla conocían los textos de Santo Domingo mucho antes de Estampa (1949) y antes de Crónica (1950).

Existe un artículo de Germán Vargas (EL HERALDO 1949) Sobre el cuento Colombiano, se refiere a jóvenes escritores sin libro, pero con cuentos publicados, Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda y Julio Mario Santo Domingo y comenta de Julio Mario: escribe unos cuentos extraños, plenos de sugerencias e indicadores de innegable talento.

El Dr. Juan B. Fernández R. en una entrevista para el semanario Sábado de los Zalamea Borda (1949), dice “Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda y Julio Mario, muestran una nueva técnica, más audaz que sus propias experiencias. Tienen un estilo muy hábil, y ponen en lo que escriben una visible honestidad literaria”.

Dos testimonios valiosos y tempranos sobre los tres escritores, y que permiten concluir que detrás de la anécdota de Fuenmayor existe un trasfondo que es también el ideario del grupo, una serie de convicciones estéticas cuyo común denominador era la ambición de realizar una literatura de proyección universal.
Del cuento, dice Gilard, “Hay una interesante interpretación del trópico, todo ha sido y es en vano, no hay más que la inmovilidad tropical, en un mundo donde los hombres presuntamente civilizados son unos bárbaros. Solo existe un caos donde todos se han quedado, para retomar la afortunada expresión de Cepeda Samudio a la espera. Pese a su originalidad, a su irrealismo, no está lejos de todo lo que surgía e iría surgiendo del Grupo de Barranquilla”.

Por otro lado, Divertimento, tiene una historia azarosa. Se publicó en Crónica en 1950, y esa crónica se perdió. Gilard la encontró en la colección del sabio catalán en Barcelona.

Más o menos en 1955-56, en una de nuestras habituales salidas al cine en el carricoche de Álvaro, Julio Mario me había entregado, una carpeta de textos que guardé durante mucho tiempo. Listos para mudarnos a La Perla se apareció una noche el mismo autor-escritor-cineasta, ya con carro negro y largo.

Conversamos un rato y de repente y como si tal cosa dijo: dame la carpeta que me la llevo a Nueva York.

Fue la última vez que la vi.

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