26 de marzo de 2016

MEMORABILIA GGM 843



EL PAIS
Madrid – España
19 de marzo de 2016

Cincuenta años del 
primer guión de Gabo
El paso de García Márquez como guionista por México
se recuerda por su éxito y su desencanto

Por Andrés Rodriguez

 “Como sea me voy para México”, le dijo el escritor colombiano Gabriel García Márquez a Plinio Apuleyo Mendoza, su amigo íntimo, según cuenta este en el documental Gabo: la creación de Gabriel García Márquez (2015). Y el futuro premio Nobel de Literatura, después de renunciar a su trabajo como corresponsal de Prensa Latina en Nueva York, se fue en bus, en 1961, con su esposa y su primer hijo a México, donde tendría su hogar para el resto de su vida. En el país norteamericano, desde 1963 a 1966, se constituyó como un guionista de éxito. De esta etapa, hace 50 años, se recuerdan tres películas en particular: El gallo de oro (1964); En este pueblo no hay ladrones (1965) y Tiempo de morir (1966), antes del detonante en su carrera literaria que llegó con Cien años de soledad.

De acuerdo con Gerald Martin, el biógrafo del escritor colombiano, Gabo llega a México “harto del periodismo” y un poco “desengañado con la literatura”, dos de sus grandes amores junto al cine. “Era un escritor con una cantidad muy reducida de lectores, y además estaba llegando al gran país hispánico del cine. El cine mexicano era el más importante de todos, más importante que España e incluso Argentina”, agrega.
 
Acapulco, 1965: Gabriel García Marquéz (con gafas, sentado)
y a su derecha el cineasta Luis Buñuel.

Entre 1961 y 1963, intenta entrar al cine, pero sin éxito, recuerda Martin. A través del escritor Álvaro Mutis conoce al director Gustavo Alatriste, que inició su carrera al producir Viridiana (1961), de Luis Buñuel. “Alatriste jugó un poco con él [Gabo], lo utilizó como periodista de revistas no muy elevadas en temas de publicidad y relaciones públicas. Los primeros dos años escribe dos o tres guiones, pero finalmente no logra colocar a ninguna de sus cosas hasta mediados de 1963”, añade Martin.

Quien recuerda a García Márquez con mucho cariño es el actor mexicano Ignacio López Tarso, de 91 años. Trabajó junto al Nobel colombiano en El gallo de oro, un cuento del escritor mexicano Juan Rulfo, que Gabo y el también novelista panameño, nacionalizado mexicano, Carlos Fuentes guionizaron. López encarnaba a Dionisio Pinzón, en esta historia de apasionado amor entre un "gallero" y de la Caponera, cantante de palenques (ferias), mientras vagan entre ferias por el centro del país.

El actor cuenta que al escritor de El coronel no tiene quien le escriba le gustaba involucrarse mucho en la película. El largometraje que dirigió Roberto Gavaldón está considerado entre las 100 mejores cintas de México. López cree que la adaptación de Fuentes y Gabo fue “magnífica”, porque manejaba muy bien el diálogo y las pequeñas intervenciones.

También lo recuerda con humor, ya que junto al equipo de producción recorrieron ferias como la de San Juan Del Río, en el Estado de Querétaro, y la de San Marcos, en Aguas Calientes —ambas en el centro del país—. López dice que Gabo era un “gallero” (le gustaban los gallos de pelea) y que fue muy grato tenerlo cerca de las contiendas de estas aves. Aunque menciona, con mucha nostalgia y humor, que no le gustaba perder; y que se molestaba cuando su gallo era derrotado por el del actor. “Pues sí, a cualquiera le molesta que pierda su gallo”, afirma sin poder contener la risa.

Desencanto y frustración

El escritor italiano Alessandro Rocco, autor de Gabriel García Márquez and the cinema. Life and Works (Tamesis Books), rememora que Gabo llega a México cuando la denominada época de oro de la industria cinematográfica de este país está llegando a su fin, y se encuentra con una “fermentación”, en la que se está intentando renovar la industria a través de películas independientes, con influencias europeas, lejos de lo que son las producciones industriales. A pesar del éxito que obtuvo, tanto Rocco como Martin afirman que la experiencia del escritor colombiano como guionista tuvo desencantos, y fue un tanto “frustrante”, ya que todavía tenía la ilusión de encontrar en la redacción para cine la expresión más adecuada para su mundo fantástico.

En este pueblo no hay ladrones, dirigida por Alberto Isaac, El Güero –cineasta y nadador olímpico mexicano–, es la famosa película en la que sale Buñuel, García Márquez, Rulfo y el escritor mexicano Carlos Monsivais. Para muchos es, quizá, “el mejor de los guiones que hizo Gabo, y en cierto sentido su mejor película”, opina Martin. La historia, un cuento corto del Nobel colombiano, narra la aventura y el "infierno" en que se envuelve un pequeño pueblo al descubrir que han desaparecido misteriosamente las bolas de billar del único centro de diversión del lugar.

Este largometraje tiene mucho aprecio. Son películas “parteaguas” que todavía se las estudia en las escuelas de cine del país, explica Raúl Miranda, subdirector de documentación y catalogación de la Cineteca de México, porque reflexionan sobre el trabajo del guionista y el relato cinematográfico. “Es una película que habla sobre el mutismo y sobre este mundo provinciano tedioso donde no pasa nada. No cae [la película] en el folclorismo del cine mexicano, del personaje del charro cantarín, o entrañable y querido, como Pedro Infante o Jorge Negrete”, precisa.

Por otro lado, Tiempo de morir, la ópera prima de un joven Arturo Ripstein, tuvo buena repercusión entre el público y la crítica, afirma Miranda. El especialista en documentación recuerda que el guion de García Márquez se titulaba originalmente El charro, pero que la productora, Alameda Films –de Alfredo Ripstein, padre de Arturo–, decidió darle una ambientación de wéstern. El género de vaqueros estaba en capa caída en EE UU, dice Miranda, pero fue retomado por la cinematografía mexicana, como muchas otras del mundo. Este chili-western, denominación del viejo oeste mexicano, formaba parte de otro subgénero: el existencialista, por algunas características propias del guion. “Las frases de los personajes suenan un tanto literarias, así lo veía la crítica. Los diálogos tienen mucha fuerza y queda en la memoria [la cinta] por este tipo de detalles. Tenía ribetes intelectuales y elementos de resignificación (sic) del propio género, amplía Miranda.

La penumbra del escritor de cine

El desencanto y frustración de García Márquez la explica mejor Rocco. Cree que durante esos años sufre una condición que es bastante común entre los guionistas en todas las épocas, que es tener control completo de todo el ciclo de producción y realización de una película. Cita como un ejemplo reciente la relación de trabajo en la denominada Trilogía de la muerte (Amores perros; 21 gramos y Babel) que realizaron juntos el guionista Guillermo Arriaga y el director Alejandro González Iñárritu. El escritor italiano afirma que en un punto, Arriaga, sintió que su trabajo solo como escritor era limitado, entonces decidió dirigir su propia película.
Gabriel García Márquez conversa con el cineasta Alberto Isaac, quien en 1965 
realizó la película 'En este pueblo no hay ladrones'. EFE

Gabo, claramente “influenciado en su escritura por el neorrealismo italiano”, nunca pasó a la dirección, explica Rocco, porque creía que era una tarea sumamente complicada. “Siempre se quedó en lo que él llamaba la penumbra del escritor de cine. Admiraba a esos guionistas que sí habían logrado fama y prestigio como autores permaneciendo como guionistas. El ejemplo más deslumbrante para Gabo era Cesare Zavattini, el guionista del neorrealismo y autor, junto a Vittorio Sicca, de una de las películas emblemáticas de este movimiento cinematográfico: El ladrón de bicicletas
.
A propósito del desencanto, cuando se cansa de las dificultades del mundo del cine, García Márquez empieza a escribir la obra que fue el detonante en su carrera literaria, Cien años de soledad, durante un viaje a Acapulco. “Dice que la escribe contra el cine [Cien años de soledad]. Afirma que quiere liberarse de las limitaciones que le impone el mundo cinematográfico y la escritura de guiones y que quiere hacer una novela donde sea más libre de moverse como quiera”, finaliza Rocco. Aún con el mal sabor que le dejó el mundo cinematográfico y la escritura de guiones, nunca deja el cine por completo —como lo evidencia en otros momentos de su vida—, deja de ser una de sus prioridades, pero no uno de sus amores.

**  ** **

El Mundo
Madrid – España
19 de marzo de 2016

Literatura

La simiente de Gabo
En vísperas del segundo aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez, 'El viaje a la semilla' (Ariel), una monumental investigación del crítico colombiano Dasso Saldívar, traza la biografía del Nobel

Por Raúl Conde

Macondo era entonces, en el recuerdo del coronel Aureliano Buendía, la aldea en la que Gabriel García Márquez nació, creció y escribió sus primeras poesías. Un rincón de la costa de Colombia, entre plantaciones de banano y las montañas de Santa Marta, que hoy debe de tener alguna más que las 20 casas de barro que el escritor pintó en Cien años de soledad (1967). La base del atlas narrativo de Gabo radica en la geografía de Macondo. Pero la ciudad fundada por José Arcadio Buendía continúa siendo más un estado de ánimo que un lugar. Un topónimo de resonancias poéticas. El punto de partida de uno de los escritores más importantes de todos los tiempos. 

García Márquez nació en Aracataca, en el departamento colombiano de Magdalena, el 6 de marzo de 1927. Su embrión intelectual, en cambio, puede remontarse al 19 de octubre de 1908. Ese día, su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, mató a un amigo por un asunto de honor en Barrancas. "Este crimen prefigura la suerte personal y literaria de García Márquez", explica a EL MUNDO Dasso Saldívar, periodista y crítico colombiano que acaba de publicar El viaje a la semilla (Ariel), la séptima edición -la tercera revisada- de una biografía de Gabo prolija y exhaustiva, almibarada a tramos por un elogio incandescente.

Saldívar invirtió más de dos décadas en investigar la huella de Gabo antes de ser un icono global. Su trabajo se suma a otros volúmenes de referencia en la materia, como Gabriel García Márquez. Una vida (Debate), la monumental biografía escrita por el profesor británico Gerald Martin. Gabo quedó más contento con el trazo de su paisano: "Si hubiera leído antes El viaje a la semilla no habría escrito mis memorias". Eso dicen que dijo.

El próximo 17 de abril se cumplirá el segundo aniversario de la muerte del autor de El coronel no tiene quien le escriba. Y el pasado 6 de marzo hubiera cumplido 89 años. Estimulado por Valentín Zapatero, el malogrado editor de Trieste, Saldívar tomó la decisión de serpentear la vida de García Márquez tras la concesión del Nobel en 1982. "Su figura era desconocida, incluso para su familia. Y a mí me faltaba la base proteínica. Ignoraba el folclor de su pueblo", confiesa.

El título original de 'Cien años de soledad'

La principal virtud de El viaje a la semilla es la profundización en las raíces personales y familiares de García Márquez, sin las cuales resulta imposible concebir su obra literaria. Saldívar detalla el universo totémico que desembocó en la publicación de Cien años de soledad, originariamente titulada La casa, justamente, por el peso de la casa familiar en el autor colombiano.

La recreación literaria de su infancia en Aracataca encierra los pilares de la creatividad del escritor que alumbró el boom latinoamericano. Sostiene Saldívar: "La casa de Aracataca se convierte en el escenario en el que cimenta la relación con sus abuelos, en una doble dimensión. La terrenal, que le procuró su abuelo. Y la supersticiosa o mística, que le proporcionó su abuela doña Tranquilina Iguarán, que se pasaba el día contando fábulas y leyendas". La estructura espacio-temporal de Cien años de soledad está condicionada por esta bifurcación. Y todo o casi todo en Gabo confluye en una casa convertida en un Aleph borgiano.

Pero la simiente de García Márquez, más allá de la vivienda telúrica de su pueblo, parte de la presencia de la violencia y la muerte. El novelista no sólo convierte el duelo de su abuelo en un hecho novelesco, sino que decide trascenderlo literariamente en Cien años de soledad. «Hizo una trasposición -explica Salvívar- y pone a pelear a sus gallos en la gallera, y lo que ocurre es que José Arcadio Buendía mata con una lanza a Prudencio Aguilar». Y, de la misma forma que el muerto acaba persiguiendo de por vida a Buendía, a Gabo el muerto de su abuelo le acaba persiguiendo desde su niñez.

Gabriel García Márquez, de padre farmacéutico y madre ama de casa, aprendió a escribir a los cinco años. En 1936 se matriculó en el colegio San José de Barranquilla y a los 12 años ya era un jovenzuelo maduro que pergeñaba versos satíricos. Una década después, tras cursar el bachillerato en Zipaquirá, ingresó en la Universidad Nacional de Bogotá para estudiar Derecho. No le interesaban las leyes, pero sí las materias de humanidades que entonces conformaban el programa de esta especialidad. Según Saldívar, "Gabo fue un buen estudiante, pero siempre lo ocultó porque tenía manía a los académicos. Se consideraba un hombre enraizado en lo popular".

En Bogotá, además de estudiar, García Márquez ocupa el tiempo leyendo. Lee desaforadamente. Primero a los poetas del Siglo de Oro, a Cervantes y a los cronistas de Indias. Pero, sobre todo, queda deslumbrado por Rulfo, Borges, Carpentier y Virginia Woolf. "Gabo decía que los autores influyentes son aquellos que te cambian la visión de las cosas, y los que más le cambiaron fueron Sófocles, Kafka y Faulkner", evoca su biógrafo.
 
Sin embargo, el auténtico caldo de cultivo que lanza a García Márquez a la creación literaria reside en el conocido grupo de Barranquilla, una asociación de intelectuales en la que el novelista aprendió a zambullirse en lecturas y enfoques hasta ese momento inimaginables para quien procedía de un pueblín costero. Fue también la época del éxtasis juvenil y las borracheras en el bar La Cueva. El cabeza de este sanedrín era Ramón Vinyes, el sabio catalán, dueño de una librería en la que se vendía lo más granado de la literatura española, italiana, francesa e inglesa. García Márquez forjó en aquel clan amistades profundas. José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas. "Sabios que a Gabo le sirvieron para abrir los ojos y apoyar su talento", matiza Saldívar.

 Sólo la figura de su esposa Mercedes Barcha, a quien conoció en 1943 y con quien tuvo dos hijos (Rodrigo y Gonzalo), supera al grupo de Barranquilla en la vertebración intelectual de Gabo. Una tarea galvanizada en el viaje a Europa que el escritor realiza a mediados de los 50. El contraste formidable entre la América caribeña y la aspereza continental termina de encender su vocación periodística.

 
Gabriel García Márquez, en una imagen tomada en 1962, en México DF. CORBIS

Publicada La hojarasca, el diario El Espectador de Bogotá le envía en 1955 a Ginebra a cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes. Después se escapa a la Europa del Este, y allí se da de bruces con el frío metálico de la utopía socialista: Berlín Oriental, Moscú, Budapest, Praga. Pero también descubre Cinecittà y la bohemia francesa. "En París aprendió que nada mata a un escritor, ni siquiera el hambre". Lo pasó mal. Sobrevivió con colaboraciones y trabajando de freelance, pero durante esta etapa publicó El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962).

El reportaje, una novela de la vida real

Europa le valió a Gabo la forja de su conciencia política -"no fue comunista, fue un socialdemócrata de principios liberales", remacha Saldívar-; además de la expansión de su veta reportera. Fue un hallazgo de largo alcance. El periodismo ocupó 51 años de la vida de Gabo y ocho volúmenes de sus obras completas. La novela es un reportaje de la vida imaginaria y el reportaje, una novela de la vida real. Tal era su máxima. El periodismo es hoy lo que es gracias a García Márquez, entre otros maestros. Es su talento poético el que eleva este género a categoría estética en Relato de un náufrago, Noticia de un secuestro o Crónica de una muerte anunciada".

Pero la consagración al autor de Aracataca le llega en 1967, cuando publica Cien años de soledad. Llevaba casi 20 años rumiando la novela iniciática de su literatura. "El libro aún impacta no solo porque está primorosamente escrito, sino porque refleja la vida de todo el mundo. Una fábula que condensa la realidad cotidiana e histórica. Partiendo de una escena local, García Márquez consiguió trascenderla a una realidad estética universal. Es lo mismo que hizo Cervantes con el Quijote y con una provincia como La Mancha".

La novela es una enorme metáfora de su globalidad creadora: leyendas, tragedias, diluvios, fertilidad, levitaciones. En el argumento subyace, más allá de la fundación de Macondo como superficie literaria perenne de García Márquez, una crónica de la historia colombiana desde los tiempos de la independencia hasta los años 30 del siglo XX. "Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después de El Quijote", sentenció Pablo Neruda.

Saldívar rechaza encasillar la pluma de Gabo. "El realismo mágico es una etiqueta pobre que no encierra la complejidad de una obra como la suya". Ismail Kadaré dijo: "Si el realismo mágico es meter en una novela la tierra y el cielo, la ficción, la realidad, los sueños... ¡Con eso empezó la literatura!". Es cierto. Esa es la materia prima de la que bebió Homero y antes el poema de Gilgamesh. Y esa es la materia prima que García Márquez convirtió en un bestseller de la mano de la editora Carmen Balcells. "Para estar entre españoles, lo mejor es estar entre catalanes", solía decir. Saldívar cree que su éxito mundial de ventas no hubiera sido tan colosal sin la mano de Mamá Grande, pero tampoco sin Paco Porrúa, su editor en América Latina, descubridor de Cortázar, Onetti y Roa Bastos.

La fama marcó un punto de inflexión en la trayectoria de García Márquez. La fama. El boato. La púrpura del ego. Los abrazos con Fidel Castro y Felipe González. Entonces descubrió que la soledad del poder se parece mucho a la soledad de la fama. El viaje a la semilla acaba ahí. Porque, de la misma forma que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra, las estirpes condenadas a la gloria encontraron todas las oportunidades sobre la tierra.


No hay comentarios: