Hemos recibido de Jaime Lopera el ensayo que se publica a
continuación sobre la historia de la agencia de noticias cubana Prensa Latina,
a la cual estuvo estrechamente ligado García Márquez. Enviamos nuestros
agradecimientos al autor.
De Jaime Lopera
Julio 29
de 2014
Gabo y Prensa Latina
–"Ya lo sabes, Delgadina, la fama es una señora muy
gorda que no
duerme con uno, pero cuando uno despierta
está siempre mirándonos frente a la cama".
GGM en Memorias de mis putas tristes.
I
No obstante las abundantes noticias que se
tienen sobre la vida y obra de García Márquez, existen algunos episodios
indeterminados que marcan su tránsito por el periodismo y las letras, y los
cuales hasta ahora pocos se han preocupado por esclarecer. Es el caso de su
trabajo como funcionario en Prensa Latina, Prela, PL, aquella agencia de
noticias que el régimen cubano hubo de crear para neutralizar las tendenciosas
noticias que particularmente se daban a la comunidad internacional por las
agencias estadounidenses. Como empleado de Prensa Latina, filial de Colombia en
los años sesenta, ya he dejado consignadas mis experiencias en otros escritos,
pero considero que es el momento oportuno de hacer un intento de transcribir lo
acontecido por aquella época.
GGM en su oficina de PRELA en Bogotá.
Varias personas reclamaban su paternidad sobre
la creación de la agencia. Si bien el poeta Ángel Augier (Premio Nacional de
Literatura en Cuba en 1991) se ufanaba como fundador de la agencia, lo mismo
cabe decir de Mauricio Vicent quien firmaba como Alfredo Muñoz-Unsain, pero era
más conocido como Chango. Igual puede hablarse de los dos colombianos, García Márquez
y Plinio Mendoza, que entraron en ese nuevo proyecto de la revolución cubana:
GGM, quien trabajaba en Caracas al frente de la revista Momento, editada por
Elvira Mendoza, recibió la invitación de Mendoza para dirigir Prela en Colombia
pues ya éste había recibido la invitación de Masseti para organizarla. Fue así
como los García-Barcha dejaron Venezuela y se instalaron en Bogotá cuando
Mercedes estaba ya en su primer embarazo. En su libro biográfico sobre GGM,
Dasso Saldívar anota que mientras Plinio había llegado antes a Bogotá en el
plan de publicar esporádicamente en las revistas Cromos y La Calle[i], un buen día de
abril, por mediación de Guillermo Angulo, conoció a “un mexicano borracho y
dicharachero” quien se presentó como enviado especial de La Habana por toda
América Latina para montar la nueva agencia noticiosa de la revolución. No
sabemos el nombre de este mexicano, pero Plinio Mendoza le dijo que estaba
disponible y que además tenía un amigo en Caracas con la misma disponibilidad.
“Los dos quedaron entonces contratados verbalmente, Plinio como director y
García Márquez como redactor, pero ambos con el mismo sueldo" para dirigir
la seccional en Bogotá.
Se organizó la oficina en la calle 18 con
carrera séptima en Bogotá, y fui empleado en ella; allí hicimos nuestros
primeros pinitos en el periodismo con Eduardo Barcha, hermano de Mercedes, Ivan
Ocampo de la Pava y Consuelo Mendoza, hermana de Plinio, Soledad y Elvira,
quien hacía las veces de secretaria y administradora de la oficina. Nuestro
trabajo de copywriters, incluida
Consuelo, consistía en traducir los
garabatos Morse de un operador de radio, el señor Norsa, que luego convertíamos
en una noticia o un cable al que le dábamos forma gramatical y de ortografía
con una titulación apropiada antes de mecanografiar suficientes copias para los
clientes de los diarios nacionales que se editaban en Bogotá. A este oficio se
lo denominaba “inflador de cables” y es paradójicamente el mismo oficio de
Mustio Collado, el personaje del libro Memoria
de mis Putas Tristes que GGM escribió muchos años después[ii].
Aquellos cables de la agencia cubana que
“inflábamos” los llamados copywriters,
se vendían a los principales diarios de la capital (que los publicaban con
reservas) pero además servían para que muchos estudiantes de las universidades
Nacional, Libre y Externado, que nos las reclamaban, se fueran enterando de lo
que pasaba en la Isla dada la escasa información que proveían las publicaciones
locales. Las oficinas de Prensa Latina eran amplias y cómodas; la del
subdirector GGM enseguida a la del director Mendoza, y más allá un espacio
amplio para los redactores y el operador de radio. Con frecuencia escuchábamos
teclear en la oficina de la subdirección no solamente los despachos hacia la
sede central en La Habana, sino también muchos de los textos literarios de
Gabo; a veces también se escuchaba la rasgadura de cuartillas y las maldiciones
del escritor mientras lo oíamos afuera protestar por un desliz. Éramos,
recuerda Consuelo Mendoza, como una pequeña familia que a menudo recurría a la
caja menor que ella manejaba y con la cual podíamos atender nuestras necesidades[iii].
Un día que pasaba por su recepción a recibir un amigo quindiano, escuché esta
súplica de GGM: “—Consuelo, me dice la Gaba que se acabó la leche de Rodrigo;
¿me puedes prestar diez pesos de la caja menor mientras nos llega el giro?”. Un
tiempo después, cuando GGM aceptó irse a Nueva York para trabajar en las
oficinas de Prela en esa ciudad, se suspendieron unas tertulias que hacían en
Bogotá los García Barcha y los Mendoza con Jorge Child, su esposa la pintora
cartagenera Cecilia Porras, el cineasta Francisco Norden, el periodista sucreño
Pedro Acosta Borrero y el empresario de proyecciones Ítalo de Ruggiero, entre
otros, pláticas donde se hablaba de política y literatura, además de oír
vallenatos con mucha reiteración[iv].
II
Sin embargo, la vida del verdadero fundador de
la agencia, Jorge Ricardo Masseti Blanco, es un relato diferente de coherencia
política que se conecta, así fuese brevemente, con la vida del Nobel
colombiano. Nacido en Buenos Aires en 1929, conoció muy joven al médico Ernesto
Guevara y de ahí nació una amistad particular que lo llevó a Cuba a trabajar a
su lado; en la práctica, Guevara sabía que un periodista como Masseti era quien
podría llevar adelante su imaginada idea de una agencia de noticias. Y así fue:
Masseti organizó la entidad, montó las delegaciones en cada país de América
Latina y empezó a rodearse de conocidos intelectuales afines a la Revolución:
primero sus compatriotas Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo, y un poco
después, Plinio y García Márquez. También ingresaron a la nómina de
colaboradores de Prela Jean-Paul Sartre, Waldo Frank y C. Wright Mills, entre
otros. Un año después de creada, PL ya tenía sucursales en Washington, Nueva
York, Londres, París, Ginebra, Praga; había firmado convenios con la agencia
soviética Tass, la agencia china Hsin Hua, y las agencias egipcia, indonesia y
japonesa que le daban un contorno mundial. L’Express de París y el New
Statesman de Londres le cedieron a Prela sus derechos latinoamericanos por
ínfimas sumas; The Nation y The New Republic, de los Estados Unidos, los
permitieron en forma gratuita[v].
Santiago Garcia Isler, hijo de Rogelio García
Lupo, realizó un documental llamado A Vuelo de Pajarito como un homenaje a su
padre que, entre muchas vivencias, sufrió cárcel en los 50 por oponerse a la
explotación del petróleo patagónico por parte de los norteamericanos. En 1958
Lupo hizo parte de una comisión parlamentaria que investigó el caso Satanovsky
quien había sido asesinado por no entregar unos papeles a la inteligencia de su
país. Mucho antes, cuando eran jóvenes, Lupo y Rodolfo Walsh habían sido muy
amigos, amistad que se consolidó cuando se encontraron con el proyecto de Jorge
Masseti. A este, quien venía de La Habana después de acompañar la entrada
triunfal de la revolución gracias a su amistad con Guevara, ya le habían encomendado
la tarea de crear la agencia de noticias. Lupo y Walsh se unieron animosamente
a ese proyecto de Masseti en el bar La Paz de Buenos Aires, pero la trayectoria
de Lupo, presentada en el documental de su hijo, es en adelante un mosaico de
actividades periodísticas en varios países que llenaron una etapa importante en
la vida de este compañero del Che.
Fue así como Masseti, por intermedio de
Plinio, se conoció con GGM dándose desde el principio una notable admiración y
amistad profesional mientras se trataron entre 1959 y 1961. Gabo no dejó de
reconocer la calidad de periodista de su nuevo amigo: en una entrevista
realizada en 2008 en Cuba, GGM dijo: “Masseti y yo hicimos un solo frente
periodístico. Andábamos investigando cosas por todos lados”. Y añadía: “Donde
aprendí yo a agarrar la noticia y que no se me escapara fue en Prensa Latina”.
Años más tarde, entrevistado para el documental “La Palabra Empeñada”, una
memoria de Masseti presentado en el Festival de Cine de Mar del Plata por su
hijo Jorge, dijo GGM que “fue (Masseti) el mejor periodista que yo recuerde”[vi].
Rodolfo Walsh, al comentar la autobiografía de
Masseti, Los que luchan y los que lloran,
recuerda así los orígenes de Prensa Latina: "Fue PL quien señaló con meses
de anticipación el lugar exacto en Guatemala –la hacienda de Retalhuleu– donde
la CIA preparaba la invasión a Cuba, y la isla de Swan donde los
norteamericanos habían centralizado la propaganda radial por cuenta de los
exiliados". Además, el periodista de Prela, Angel Boan (quien después
murió en Argelia) fue el único en conseguir un reportaje con el famoso criminal
Caryl Chessman –un caso judicial que había inflamado los sentimientos
antinorteamericanos en muchas partes– doce horas antes de su ejecución en
California, lo cual le dio una buena reputación a la agencia. Posteriormente PL
cubrió con oportunidad hechos tales como los terremotos de Chile, el golpe
militar contra Arturo Frondizi y la revolución de Jesús María Castro León en
Venezuela.
Lectores y amigos han señalado que en esta
misma época de la agencia GGM se hizo amigo de Fidel Castro. La simpatía entre
Fidel y GGM ha sido materia de interés por muchos años, en especial por la
estrecha relación que se le asigna al escritor teniendo a la vista las fotos de
las expediciones de pesca en el Caribe y los muchos encuentros informales de
diferentes tipos que comentaban los despachos internacionales. No obstante, la
primera entrevista de Fidel con GGM tiene dos versiones: en la biografía
autorizada de Gerald Martin se dice que GGM se cruzó con el Comandante cubano
durante el juicio a Sosa Blanco por unos breves minutos en La Habana. En una
entrevista posterior del mismo Gerald Martin a la revista Credencial dice que
ellos ya se habían conocido desde 1975 y que GGM debió esperar cuatro semanas
en un hotel de La Habana para poder entrevistarse varias horas con Fidel. Una
versión diferente señala que, en diciembre de 1960, el líder y el escritor se
encontraron en Camagüey durante una escala técnica de los aviones ocasionada por
el mal tiempo en la isla; ambos charlaron animadamente por un largo rato hasta
que llamaron de nuevo a bordo. Por ese mismo tiempo Gabo era empleado de la
agencia como subdirector de Prela en Colombia. Creo entender que el director,
Masseti, pasó un par de veces por Bogotá pero nunca lo vimos en persona en las
oficinas de la calle 18.
III
Por su parte, la trayectoria de GGM fue otra:
en 1960 Gabo estaba en Bogotá en la subdirección de Prela (mi foto con él está
firmada en octubre de 1960); en enero de 1961 viaja de Bogotá a Nueva York como
asistente en la oficina de Prela en esa ciudad; se retira en junio y de allí
parte hacia México donde trabaja en algunas publicaciones de su amigo Gustavo
Alatriste, episodios que ya han sido narrados con propiedad por otras fuentes.
GGM y el autor de este ensayo.
En
septiembre del mismo año, Alberto Aguirre en Colombia le publica El coronel no tiene quien le escriba, un
cuento formidable que ya había aparecido en Mito y que el antioqueño dijo
habérselo comprado al autor por 350 pesos en un contrato firmado en una
servilleta de papel en la piscina del Hotel El Prado de Barranquilla. Allí, en
México, termina la novela que había empezado en Bogotá –y cuyos originales
conocí inicialmente con el nombre de Este
pueblo de mierda–, con la cual ganaría en Colombia el premio Esso de
Literatura y luego sería publicada primero en España, y en seguida en la
mexicana Editorial Era con el título de La
mala hora[vii] . En 1962 GGM sigue
en México, esperando a su segundo hijo, Gonzalo, quien nace el 16 de abril de
ese año, mientras Prensa Latina permanecía, como hasta hoy, como una agencia
del gobierno cubano.
La vida de Masseti, por el contrario, había
tomado un rumbo diferente en ese periodo. Su amigo Rodolfo Walsh lo relata así:
“En cada país de América, la ruptura diplomática impuesta por Estados Unidos
fue precedida por el cierre de la agencia. Una lucha interna asestó a PL el
golpe definitivo. Afiliados reciamente comunistas montaron en el seno de la
agencia una verdadera conspiración anti-Masseti, disfrazándola de lucha
ideológica. Masseti contemporizó mientras pudo; al fin, les hizo frente. Se
dice que debió intervenir el ejército rebelde para impedir que la diferencia se
resolviera a tiros. No me consta, pero de algún modo encaja con la imagen que
conservo de Masseti”[viii]. Esta
versión al parecer tiene que ver con las discrepancias entre el Ché y Fidel en
torno al papel que debía cumplir la revolución cubana en otros países de
America Latina.
Cerrada la agencia, Masseti regresa su país
por la frontera del norte argentino con Bolivia; entre 1963-64 organiza en la
provincia argentina de Salta una guerrilla guevarista llamada el Ejército
Revolucionario del Pueblo. Era el primer
intento de llevar las condiciones de la revolución cubana a otros países de
America Latina. Al parecer el Che esperaba encontrarse con Masseti en las
selvas bolivianas, en los límites de la provincia de Salta, para iniciar la
expedición libertadora en Argentina. La vocación revolucionaria de ambos debía
juntarlos en aquella zona selvática donde finalmente sería abatido el Che
Guevara por fuerzas de la policía boliviana. Luego de unos enfrentamientos con
tropas argentinas Masseti desaparece misteriosamente en Salta pues su cuerpo
nunca fue encontrado y se supone que cayó por un despeñadero. Se toma como
fecha de su desaparición el 21 de abril de 1964, cuando el periodista argentino
contaba con solo 34 años.
Estos recuerdos, hilados con la ayuda de
Consuelo Mendoza y otras consultas en Internet, acaso puedan ser útiles para
completar las tareas y ambientes de nuestro recién fallecido amigo, GGM, al
mismo tiempo que explican una parte de sus convicciones ideológicas que le
fueron siempre coherentes con su estilo y con su manera de entender y
comprometerse con el mundo contemporáneo.
[i] [i] El semanario “La Calle”, dirigido por Álvaro Uribe Rueda y Ramiro de la
Espriella, fue el vocero principal del Movimiento Revolucionario Liberal, MRL,
grupo que hizo la oposición a la paridad y la alternación del Frente Nacional
con las ideas de López Michelsen, y con esas banderas alcanzaron el Congreso
varios líderes regionales de mucha valía mucho antes que Alfonso López ganara
la Presidencia.
[ii] Gabriel García Márquez, Memoria de
Mis Putas Tristes (Norma Mondadori, Bogotá, 2004, página 12). El nombre del
protagonista fue tomado de un verso del poeta clásico español Rodrigo Caro
(1573-1647): “Estos Fabio, ay dolor, que ves ahora, campos de soledad, mustio
collado, fueron un tiempo Itálica famosa”.
[iv] En su libro Gabo en mi Memoria
(Ediciones B Colombia, Bogotá, 2013) el novelista y periodista cultural José
Luis Díaz Granados, primo hermano de GGM, anota (página 30): “Prensa Latina
quedaba en el centro de Bogotá, en la carrera séptima entre calles 17 y 18, en
un séptimo u octavo piso. Un día, después de las cinco de la tarde, me presenté
allí y Gabito, siempre rodeado de gente, me hizo una seña de que lo esperara.
Cambió algunas palabras con Plinio, el director; dio un par de instrucciones a
Jaime Lopera Gutiérrez, el inflador de cables, y salimos a la calle”.
[v] <http://www.prensa-latina.cu/Dossiers/Dossier50AnosPL/Esbozo.htm> Isidoro Gilbert
[vi] <http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/11/20/estrenan-en-argentina-documental-sobre-Masseti/#.U3t3Xvl5OMM>
[vii] Por
este título se derivaron otros problemas: la Academia Colombiana de la Lengua
le pidió al escritor que lo cambiara y también dos palabras del texto
(“preservativo” y “masturbar”). “Cambio una, escoja”, le dijo Gabo al padre
Félix Restrepo, director de la Academia. Pero la Esso, dueña de los derechos,
ya había enviado el manuscrito para su impresión en España donde le cambiaron
las expresiones coloquiales de la obra y, como dijo el mismo García Márquez,
prácticamente le doblaron el libro al español. Ramón Gómez Piquer, director de
la Asociación Española de Impresores, ofreció repetir la edición ajustándose al
texto original y pidió que le devolvieran los ejemplares que se habían impreso.
Con el escándalo, la edición ya estaba agotada. Dos años después, en 1962, Gabo
publicó La Mala Hora en Ediciones Era de México, donde ya vivía,
restituyendo el lenguaje original del libro, y con una introducción en donde se
advierte al lector que por causa de los problemas que tuvo la edición española,
“esta es, pues, la primera edición de La
Mala Hora”.
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