9 de noviembre de 2012

MEMORABILIA GGM 622
MEMORABILIA GGM
Cali - Colombia
9 de noviembre de 2012

El autor de esta nota es una es una persona
muy allegada a GGM, primordialmente
por el estrecho parentesco que lo une al escritor.
Agradecemos su amabilidad de enviarnos este texto

Querido Fernando:

Como muchas generaciones no han podido superar el mito de que los genios del arte y la literatura son seres infelices, trágicos, que sufren y naufragan a diario para poder escribir un poema perfecto o una novela magistral, presento aquí una semblanza personal de GGM en la personificación de Vivir para contarla para demostrar lo contrario. Debo aclararte que cuando le mostré el texto en La Habana lo leyó con ojos alarmados, como nunca se los había visto. (Pero después, volvió a ser feliz). Abrazos, JOSÉ LUIS


GABO, EL GENIO FELIZ


Por JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS

¿En qué remoto paraíso? ¿En qué dimensión inalcanzable a la razón se origina esa inagotable y magistral imaginería literaria que desde la aparición de Cien años de soledad en 1967, mantiene asombrada a la humanidad en un delirio políglota perpetuo?

La vida y obra de Gabriel García Márquez -quien acaba de cumplir 85 años-, ha sido desde entonces estudiada, analizada y escudriñada hasta las más profundas raíces de su ser, pero nadie hasta ahora ha podido aproximarse más que a verdades parciales, fragmentarias o brumosas acerca del origen de su vocación, el preludio de su pasión y su entrega total al oficio de escribir. Cada biógrafo, por lo regular, consigue elaborar una teoría personal en la que enfoca un aspecto específico y por lo tanto concluye en una evidencia casi siempre caprichosa sobre el fabulista de Macondo.

Por otra parte, la bibliografía garciamarquiana es descomunal. Quienes han intentado ordenarla y compilarla terminan declarándose incompetentes, no sólo por la arrolladora labor que les devoraría las 24 horas de cada día, sino porque a cada instante ese conjunto multiplica sus fichas de manera desmesurada en innumerables puntos del planeta. (Margarita Márquez Caballero y yo lo intentamos en dos ocasiones, y siempre nos desarmó la risa burlona del primo Nobel quien terminaba abriendo los brazos mientras murmuraba: "Esa tarea es imposible").

Las oficinas de Gabo en Bogotá y en Ciudad de México reciben a diario decenas de libros, proyectos, ensayos, tesis de grado, investigaciones, indagaciones y propuestas de toda índole en un flujo incontenible que en momento alguno sufre parálisis, recesos o retrocesos.

Es el interés y la curiosidad permanente hacia un personaje que según encuestas realizadas en Europa en 1999, a críticos y especialistas en literatura, es “el más grande escritor vivo del siglo XX”.

De cómo se originó este fenómeno narrativo y editorial, esta apoteosis sin tregua, inusual en los grandes artistas –salvo quizás en Goethe, Picasso, Chaplin y Neruda–, que muestra al novelista colombiano como un mito viviente, pleno y feliz, tal vez pueda clarificarnos mucho y descubrirnos algún camino, la lectura del primer volumen de sus memorias, Vivir para contarla, el cual se convirtió de inmediato en un frenesí colectivo en las principales ciudades de Hispanoamérica.

Es posible que en esos ocho capítulos que componen el libro de 579 apretadas páginas, el autor haya hecho los guiños necesarios para conocer mejor los ecos atávicos de su universo narrativo. Y de pronto lo hace sin que el lector se percate del todo, porque desde la primera hasta la última página nos sumerge en los vapores de una deliciosa anestesia de la que sólo despertamos cuando cerramos el libro.

Es la cruda confesión de un hombre –desde el noviazgo de sus padres hasta que sale para Europa a los 28 años–, que contra viento y marea quiere ser escritor. Es la única clave y el único hilo conductor existente en el libro: cómo se hizo escritor sin apoyo familiar, sin mayores recursos académicos, sin dinero, bajo firmamentos hostiles, con hambre y privaciones y sobre todo, dominado por una enfermiza e invencible timidez.

Y así, escalando peldaño tras peldaño, entre palabra y frase, entre novelas de azar y cigarrillos interminables, entre putas irredentas y marineros perdidos, desafiando ancestrales terrores, desafectos e incomprensiones, logra colocar una y otra vez un ladrillo sobre otro de letras y párrafos, hasta construir entre 1940 y 1955 unos cuantos versos de circunstancias, una docena de cuentos, un mamotreto inconcluso, varios centenares de artículos y notas de prensa y una novela, La hojarasca, que culmina en medio de enormes dudas y fatigante trabajo, la cual lo coloca contra la pared una vez concluida, sin saber si sigue adelante o si, de una vez por todas, le tuerce el cuello al cisne de sus obsesiones líricas.

Escrito en la insólita y deliciosa prosa a que nos tiene acostumbrados, despertando la risa franca o la nostalgia a cada página, este libro lleno de abuelos y tías, de amigos y condiscípulos, de poetas famosos y mártires colombianos, de novias o de muertos, es un auténtico compendio de parábola vital. El niño triste y famélico, sin suerte y sin nada que lo acerque a la felicidad, se ve vivir años después y se reinventa en forma de tragicomedia. Se ríe de sí mismo y se adivina escribiendo siempre con “un amor constante más allá de la muerte”.

Sabedor, como nadie, que la nostalgia es buena, pero la esperanza es mejor, García Márquez termina este primer volumen de sus memorias con una alegoría de fuerza interior que lo proyecta hacia la alegría de vivir. Y es cuando pasa en un taxi que marcha veloz hacia el aeropuerto de Soledad, en Barranquilla, para tomar el avión que lo llevará por primera vez a Europa: a través del vidrio ve como un relámpago a Mercedes, su novia de siempre, sentada en el portal de su casa, en el trono del amor, bella y silenciosa como una vestal egipcia. Es aquí donde el lector también se queda silencioso y expectante con la seguridad de que el protagonista va a ser redimido por el amor y por la palabra.

Entonces hace suyas las palabras de su entrañable amigo, el Comandante Fidel Castro, cuando al finalizar la lectura de estas memorias escribió: “Gabo esta vez hace una entrega de sí mismo con sinceridad, candor y vehemencia, que le develan como lo que es, un hombre con bondad de niño y talento cósmico, un hombre de mañana, al que agradecemos haber vivido esa vida para contarla”.

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