6 de diciembre de 2011

MEMORABILIA GGM 539
Milenio semanal
México D.F.
4 de diciembre de 2011

Querida Carmen (Balcells)


Por Oscar Guisoni

Documentos del archivo de la legendaria agente literaria que cambió la relación entre autores y editores, muestra la cara íntima de sus escritores más célebres.

 Carmen Balcells

Mario Vargas Llosa se dice “harto de dar clases”; Juan Carlos Onetti está deprimido porque lo ha detenido la dictadura militar uruguaya; Isabel Allende no quiere que por su nueva obra se pague menos que por la anterior para no sentar mal precedente; Gabriel García Márquez, transformado en insólito asesor inmobiliario; Pablo Neruda se enoja con alguno que otro “editor fresco” que intenta abusar;  José Donoso se queja porque está “pobre”. Todos ellos danzan alrededor de la gran dama de la literatura hispanoamericana del siglo XX, la catalana Carmen Balcells, una de las mayores agentes literarias del mundo. Su archivo, compuesto por dos mil cajas de documentos celosamente guardados durante más de medio siglo, ha visto la luz gracias a los tres millones de euros que pagó el Ministerio de Cultura español; todo un gasto en medio de la acuciante crisis económica.

Mientras se espera que el material sea clasificado para ponerlo a disposición de los investigadores, van aquí algunas perlas de la tumultuosa relación económico-afectiva que Balcells mantuvo durante años con sus queridos representados, hechas públicas recientemente por el diario El País, único matutino que hasta el momento ha tenido acceso a la totalidad de los documentos. El revuelo que armó esta publicación hizo que la agente catalana se mostrara molesta con el Ministerio de Cultura por haberle permitido al periódico hurgar entre sus papeles cuando aún no han sido clasificados entre públicos y privados.

La obsesión del Ministerio de Cultura por apropiarse del archivo desde que se supo que estaba en venta tiene sobrados motivos: el mundo literario no es el mismo antes y después de Balcells. No sólo por la magnitud de su olfato al elegir escritores que, en muchos casos, fueron consagrados luego por el público y la crítica —llegó a representar a seis premios Nobel: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Vicente Aleixandre— sino también por el profundo cambio en las reglas de juego que la agente literaria catalana supo introducir en una industria acostumbrada hasta ese entonces a tratar a los escritores como el último orejón del tarro. “Hasta ella, los escritores firmaban contratos vitalicios con las editoriales, percibían liquidaciones agonizantes y a veces, como premio, recibían algunos regalos en especie, por ejemplo, un jersey o un queso Stilton”, recordaba con ironía el español Manuel Vázquez Montalbán, quien gustaba llamarla “la liberadora de autores”. “Creé por primera vez dos elementos nuevos en los contratos”, contó hace unos años: “límites geográficos y de tiempo. Antes, las novelas se vendían a un editor para toda la vida y en todo el mundo. Fue un hallazgo que me dio gran seguridad; hoy es el procedimiento habitual en todo el mundo”.

DAMA DE HIERRO Y MAMÁ GRANDE

Carmen Balcells nació en Santa Fe de Segarra, un pueblo de la provincia de Lérida, el nueve de agosto de 1930. En 1955, en medio de la dura posguerra civil, comenzó a frecuentar en la cosmopolita Barcelona a escritores como Jaime Gil de Biedma, Juan Goytisolo y Carlos Barral, gracias a que un amigo la puso en contacto con el rumano exiliado Vintila Horia, quien tenía una agencia literaria llamada Acer, donde Carmen pudo hacer sus pininos como corresponsal itinerante. Poco tiempo después, en 1956, Horia se fue a París y Balcells se sintió con fuerza como para poner en pie su propia agencia. Para ese entonces ya había percibido la injusticia con que los editoriales trataban a los autores, la condena de los contratos de por vida que impedían a los escritores mejorar su situación económica y la falta de respeto por los derechos de autor que regían en la industria desde el siglo XIX. Su amigo Juan Goytisolo fue su primer cliente importante.

A partir de ese momento su olfato para detectar nuevos valores y su capacidad para acompañar desde la gris Barcelona franquista a ese fenómeno que fue el boom literario latinoamericano fue notable, porque Carmen es algo más que una agente. En poco tiempo su generosidad comenzó a hacerse famosa entre los escritores: La dama de hierro no sólo peleaba como una fiera cada contrato, sino que resolvía a sus queridos clientes problemas de dinero —a algunos les llegó a pagar incluso un sueldo mensual, para que no tuvieran que ocuparse de otra cosa más que de escribir—, les buscaba casa, les resolvía problemas de residencia si se tenían que mudar de país por las complicadas situaciones políticas latinoamericanas de aquella época, les buscaba trabajo si pintaba la ocasión y hasta les arreglaba los entuertos amorosos si se lo pedían.

Aun así, siempre fue reticente “a considerar amigos a gente con la que tengo un compromiso profesional”, como dijo en una de sus raras entrevistas concedidas en 2006 al diario Clarín, de Buenos Aires. En el ambiente literario se la conoce por una de sus frases célebres, tomada de la política exterior estadunidense: “Yo no tengo amigos, tengo intereses”. Cuando en una ocasión García Márquez le preguntó: “¿Me quieres, Carmen?”, ella le respondió: “No te puedo contestar: eres el 36.2 por ciento de nuestros ingresos”. Amada por muchos, odiada y temida a la vez por una industria a la que se jacta de haber domesticado, Balcells es también célebre por sus detalles obsesivos. El periodista Xavi Ayen, uno de los pocos que logró entrevistarla, se quedó asombrado cuando pocos días antes de Navidad su agencia se transformó en poco menos que la sucursal de Papá Noel: ampulosos regalos salían hacia todo el mundo elegidos con meticulosidad por la mamá grande, como la denominó García Márquez en honor a uno de sus célebres personajes. En 2000 anunció su retiro, pero su espíritu inquieto y su gusto por el poder la llevaron a retornar en 2008, luego de que la agencia perdiera algunos clientes importantes. La decisión de vender parte de sus archivos privados volvió a colocarla en el centro del candelero.

EN LA TRASTIENDA

Como no podía ser de otro modo, la meticulosidad de Balcells la llevó a conservar durante su medio siglo de actividad como agente los documentos más variados. Sólo los que le vendió al gobierno español ocupan dos y medio kilómetros de largo si se los pone en fila. Cartas, originales, manuscritos, pasajes de avión, tarjetas de Navidad, de todo hay en esas dos mil cajas. Y en cada trozo de papel está la marca del personalísimo trato que Balcells sostuvo durante todos estas años con sus difíciles clientes. “Acabo de recibir su carta del 5 de agosto, una de las más bellas que me haya escrito jamás una mujer”, le escribe con sorna el uruguayo Onetti luego de recibir su primera liquidación de Salvat. Se habían conocido en el verano en Montevideo. Pero eso “es mentira”, le dice Onetti más tarde en otra carta de alta intensidad: “Usted nunca vio a Onetti sino a un anciano decrépito, semidestruido por los antibióticos y enfundado en una cama que los buenos novelistas calificarían de dudosa limpieza y que yo prefiero llamar mugrienta. Será para otra vez”.

“Ocurre que cada día estoy más harto de dar clases y de vivir como un gitano, y cada día más dispuesto a llegar al asesinato para poder mandar al diablo los trabajos alimenticios y dedicarme sólo a escribir”, confiesa Vargas Llosa desde Costa Rica en marzo de 1969. El futuro premio Nobel es ya toda una celebridad, pero sigue dependiendo de otros trabajos para vivir. En 1970 decide lanzarse al ruedo con la anuencia de la catalana: “A partir de julio dependo sólo de los libros para sobrevivir”, le dice, mientras se queja amargamente porque una azafata inescrupulosa perdió su original de Conversación en la Catedral.

Entre las filias y fobias particulares de sus clientes destaca Isabel Allende, a quien le preocupan mucho sus contratos. “¡Hazte de rogar!”, le escribe la escritora chilena a Balcells. “No me gusta el antecedente de que ofrezcan la mitad de lo que pagaron antes. Tampoco quiero que ellos hagan el libro si no que acepten nuestro proyecto. No seas avara, ¡mándales una copia a COLOR!”. Mientras que al argentino Ernesto Sábato le molesta que “una novela que ha tenido la crítica mundial de Sobre héroes y tumbas” salga “en una editorial de segundo orden, pero qué le puedo hacer, algo verdaderamente demoniaco se ha interpuesto entre la obra y los editores en lengua inglesa”. A desesperado suena, en cambio, el chileno José Donoso: “Estoy muy pobre, más que nunca”, le dice a Balcells en una de sus tantas cartas, y agrega: “Te quiero pedir el favor de que no me cobres de golpe la deuda”, mientras espera concretar un imposible proyecto con el cineasta Luis Buñuel; se queja también de que Seix Barral ha lanzado su nuevo libro junto al de Vargas Llosa: “La estupidez es lanzar a dos latinoamericanos juntos, dándole importancia a uno y ninguneando al otro”.

A García Márquez, sin embargo, prefirió protegerlo del chismerío público. Son pocas las alusiones al Nobel colombiano que se encuentran entre estos documentos: Balcells considera a Gabo algo así como un hijo pródigo: “Cuando tienes un autor como Gabriel García Márquez, puedes montar un partido político, instituir una religión u organizar una revolución. Yo opté por esto último”, explicó en su entrevista a Clarín. “Pero no se crea que fue fácil: me atacaron por todos lados. Me consta que en una reunión en la sede del gremio de editores se dijo textualmente: ‘Hay que acabar con esta señora’”.

El escritor argentino Marcelo Birmajer es quien tal vez mejor ha resumido qué significa Balcells para la gran mayoría de los escritores latinoamericanos. Cuenta Birmajer que en una ocasión fue a Barcelona con la promesa de encontrar a la gran dama de la literatura, encuentro que a cualquier escritor le generaría una fuerte expectativa. Lo estaban esperando en el aeropuerto un puñado de amigos y la camioneta privada de la agencia conducida por el chofer de confianza de Carmen. Apenas subió al vehículo se oyó una voz “profunda, cavernosa” que dijo: “Birmajer, estoy leyendo tus cuentos”; “¿Es Dios?”, preguntó el argentino a uno de sus acompañantes, “No, es Carmen Balcells”, le respondieron, y luego de un rato de silencio agregaron: “Pero a todos los autores les hacemos lo mismo: es una grabación”. Como diría Nabokov, “los detalles, los divinos detalles”.

Original del articulo

3 comentarios:

MEMORABILIA GGM dijo...

En la agencia literaria Carmen Balcells en Barcelona se ve escrito en una de sus paredes: "Quisiera tener una agencia literaria como esta y representar a un escritor como yo. Gabriel García Márquez"

Ezequiel dijo...

Impecable artículo. Es sorprendente lo importante de esta señora para la literatura latinoamericana.
Nada más metitorio que el "olfato" para captar talento en estas tierras.
Admiración de mi parte.

MEMORABILIA GGM dijo...

Dice Ezequiel en macondo.ezequiel@gmail.com
Impecable artículo. Es sorprendente lo importante de esta señora para la literatura latinoamericana.
Nada más metitorio que el "olfato" para captar talento en estas tierras.
Admiración de mi parte.