MEMORABILIA GGM 492
EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
11 de abril de 2011
La historia de la famosa foto de 'Gabo'
y el grupo de Barranquilla
Por: Joaquin Mattos Omar
Especial para El Tiempo
La tomó el barranquillero Gustavo Vásquez hace 43 años y la imagen la ha dado la vuelta al mundo.
La imagen le ha dado la vuelta al mundo sin que aparezca su nombre.
¿Quién no ha visto esta fotografía? Desde hace 43 años largos ha sido reproducida una y otra vez no solo en Colombia, sino también en el exterior. La hemos visto en diarios de poca y de gran circulación, en suplementos literarios y revistas culturales, en libros sobre música vallenata o sobre el Grupo de Barranquilla, en biografías de García Márquez (incluida la última y más completa, la de Gerald Martin).
Pero, cuando el fotógrafo que la tomó oprimió el obturador de su Asahi Pentax para atrapar aquella imagen histórica, en película de 35 mm, sólo pensó que era periodísticamente oportuna, pero, fuera de ello, una foto más. "Una foto incluso familiar, en el sentido literal del término -dice-, pues las personas retratadas allí pertenecían al círculo más estrecho de la familia de mi esposa".
La fotografía (en la que aparecen reunidos un futuro Premio Nobel de Literatura, otro gran y reconocido escritor, el mejor compositor de cantos vallenatos de todos los tiempos y tres figuras decisivas en la imaginería y en el desarrollo de este género musical) fue publicada por primera vez en
Pero, cuando el fotógrafo que la tomó oprimió el obturador de su Asahi Pentax para atrapar aquella imagen histórica, en película de 35 mm, sólo pensó que era periodísticamente oportuna, pero, fuera de ello, una foto más. "Una foto incluso familiar, en el sentido literal del término -dice-, pues las personas retratadas allí pertenecían al círculo más estrecho de la familia de mi esposa".
La fotografía (en la que aparecen reunidos un futuro Premio Nobel de Literatura, otro gran y reconocido escritor, el mejor compositor de cantos vallenatos de todos los tiempos y tres figuras decisivas en la imaginería y en el desarrollo de este género musical) fue publicada por primera vez en
el diario El TIEMPO, en 1967, donde apareció ilustrando una crónica de Daniel Samper Pizano, y fue esa, quizás, la única vez que se le dio el crédito a su autor, porque de ahí en adelante y hasta la fecha, cuando no aparece sin crédito, el único que se reconoce en tantas publicaciones es: "Archivo EL TIEMPO".
Gustavo Vásquez hoy solo toma fotos de sus nietos en los eventos familiares. En la foto famosa, de izquierda a derecha: Clemente Quintero, Alvaro Cepeda, Roberto Pavajeu, GGM, Hernando Molina y Rafael Escalona. Valledupar, Colombia, 1967.
Foto: Carlos Capella
Pues bien, aquí estamos ahora frente al hombre a quien debemos esta clásica foto: se llama Gustavo Vásquez y nació en Barranquilla el 15 de abril de 1936. Fue durante 28 años reportero gráfico de EL TIEMPO en esta ciudad, pero también, como enviado especial, cubrió eventos en muchas otras ciudades del país.
"Recuerdo, entre otros, los Juegos Panamericanos de Cali, la visita de dos papas a Bogotá (Paulo VI y Juan Pablo II), los Juegos Nacionales de 1970, en Ibagué, así como muchas ediciones del Concurso Nacional de Belleza de Cartagena y del Festival de la Leyenda Vallenata". Y añade: "Durante las décadas de 1960 y 1970, también hice fotos como free lance para las revistas Cromos y Vea Deportes".
Su ingreso a la reportería gráfica fue una carambola del destino. Después de graduarse de bachiller comercial en 1953, en su ciudad natal, pasó por dos empresas como auxiliar de contabilidad, antes de recalar, en 1958, ejerciendo el mismo cargo, en Foto Scopell, estudio dedicado a la fotografía industrial y fundado por el cubano Jimmy Scopell (padre del fotógrafo Quique Scopell, miembro del Grupo de Barranquilla), pero que ya por entonces tenía otro propietario, Gabriel Pérez Reina.
En Foto Scopell, que funcionaba en un local contiguo al almacén de confecciones Jacqueline que tenía su madre, Raquel Vengoechea en la calle Jesús, entre las carreras Progreso y Veinte de Julio, laboraba un primo suyo, Hugo Vásquez. En los ratos muertos, Gustavo se convertía en su ayudante cuando este salía a hacer una producción, y le cargaba la cámara o el equipo de luces o el trípode. "Y el que anda con la miel, algo se le pega", nos dice.
Así fue. Una vez, en 1960, su primo se fracturó una pierna y él fue designado para reemplazarlo. Su debut fue literalmente por lo alto: le tocó hacer unas fotos aéreas para la fábrica de textiles Marisol.
Su ingreso a la reportería gráfica fue una carambola del destino. Después de graduarse de bachiller comercial en 1953, en su ciudad natal, pasó por dos empresas como auxiliar de contabilidad, antes de recalar, en 1958, ejerciendo el mismo cargo, en Foto Scopell, estudio dedicado a la fotografía industrial y fundado por el cubano Jimmy Scopell (padre del fotógrafo Quique Scopell, miembro del Grupo de Barranquilla), pero que ya por entonces tenía otro propietario, Gabriel Pérez Reina.
En Foto Scopell, que funcionaba en un local contiguo al almacén de confecciones Jacqueline que tenía su madre, Raquel Vengoechea en la calle Jesús, entre las carreras Progreso y Veinte de Julio, laboraba un primo suyo, Hugo Vásquez. En los ratos muertos, Gustavo se convertía en su ayudante cuando este salía a hacer una producción, y le cargaba la cámara o el equipo de luces o el trípode. "Y el que anda con la miel, algo se le pega", nos dice.
Así fue. Una vez, en 1960, su primo se fracturó una pierna y él fue designado para reemplazarlo. Su debut fue literalmente por lo alto: le tocó hacer unas fotos aéreas para la fábrica de textiles Marisol.
A partir de allí, siguió tomando fotos -pero siempre como emergente- por un año y medio más, hasta que Foto Scopell cerró, en 1961, a raíz de la muerte de su propietario. (Tiempo después, Saúl Gómez compraría la marca y volvería a abrir las puertas de Foto Scopell).
A gran parranda, gran foto
Un día de 1962, estando de visita en el almacén de su mamá, se presentó Joaquín Fernández, el agente de EL TIEMPO en Barranquilla, quien le propuso que se vinculara a ese diario como reportero gráfico. "¿Yo? -le objetó él, asombrado-. Pero, si ni siquiera sé quién es el alcalde ni qué es una noticia". Fernández le explicó que eso era justamente lo que buscaban los directivos del periódico: alguien que no tuviera los "vicios" del oficio y que, por tanto, pudiera ser "moldeado" por ellos. Aceptó. Fue así como el 15 de agosto de 1962 ingresó a EL TIEMPO.
El 16 de enero de 1965 se casó en Barranquilla con Sara Cotes, hija del conocido juglar vallenato Alfonso 'Poncho' Cotes y la mayor de los "tres monitos" de que habla Escalona en su famoso paseo Nostalgia de Poncho (los otros dos son Sofía y Fausto). Ella, que toda la vida fue maestra de profesión, enseñaba entonces en el colegio Santa Cecilia de esta ciudad. Escalona fue el padrino de matrimonio. Tienen dos hijos barranquilleros: Gustavo Adolfo y José Carlos, en la actualidad arquitecto e ingeniero civil, respectivamente, y quienes residen en Valledupar, donde son dueños de una firma de construcción.
Desde su retiro de este diario, en 1990, Gustavo se ha dedicado a menesteres que nada tienen que ver con la luz ni el encuadre. "Ahora, cuando cojo la cámara, sólo lo hago para tomar fotos a mis nietos o en reuniones y celebraciones familiares", dice. Alto y cuadrado, y próximo a cumplir sus 75 años, es un hombre cordial y de maneras tranquilas. Vive entre Barranquilla y Valledupar: 20 días del mes en la primera y los otros 10 en la segunda. En Barranquilla reside con la familia Rodríguez Angulo, a la que conoce desde su infancia. Y en Valledupar se queda con su esposa, Sara, en la casa que esta comparte con su hermana Sofía.
Una mañana de septiembre de 1967 (a cuatro meses de haberse publicado en Buenos Aires Cien años de soledad), recibió una llamada de Bogotá de Enrique Santos Castillo: "Don Gustavito Vásquez se va para Valledupar a cubrir un importante acto político y cultural". Se trataba de un espléndido homenaje, con importantes invitados nacionales, que se le rendiría a Alfonso López Michelsen el sábado 23 de aquel mes, en reconocimiento a su decisivo impulso a la Ley que en junio anterior había creado el nuevo departamento del Cesar: en el marco de ese homenaje se llevaría a cabo un gran certamen de música vallenata, con la participación de decenas de intérpretes de la región.
El epicentro del evento musical (que a partir del año siguiente, 1968, se convertiría en el Festival de la Leyenda Vallenata) fue la casona solariega de Hernando Molina Maestre, situada frente a la plaza Alfonso López Pumarejo, donde residían también su hijo Hernando Molina Céspedes y la joven esposa de este, Consuelo Araujonoguera. Allí mismo se hospedaron los invitados más ilustres del festín. "Esa casa tenía muchos cuartos y una mesa de comedor como para veinte personas -recuerda Vásquez-. Era una especie de hotel de 25 estrellas; a toda hora había whisky y comida para todos". Y subraya que Daniel Samper, quien fue el enviado especial de EL TIEMPO a aquel evento, "comentaba que el Old Parr se servía allí como si fuera guarapo".
Fueron tres días de parranda, celebrados en el inmenso patio de la casona. Estuvieron presentes la flor y nata de la sociedad valduparense y un numeroso público popular. Una mañana tocaban Leandro Díaz, Toño Salas y 'Colacho' Mendoza. La celebración estaba animadísima. La luz era radiante. Gustavo Vásquez vio la oportunidad de hacer una buena foto, o una serie de buenas fotos, y preparó su cámara. De común acuerdo con Daniel Samper, seleccionó a seis personas: Clemente Quintero, político de carrera, ex representante a la Cámara por el Magdalena Grande y ex embajador de Colombia ante la OIT; Roberto Pavajeau, odontólogo de la Universidad de Pennsylvania y personaje de la canción de Escalona El perro de Pavajeau; el anfitrión, Molina Maestre, el famoso doctor Molina de La patillalera (paseo del mismo compositor), abogado de la Universidad Nacional y ex magistrado, que ya no cambiaba su chinchorro ni por la silla del gobernador; Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez y Rafael Escalona, que ya entonces no necesitaban presentación.
No fue fácil reunirlos para que posaran. Samper recuerda que "fue como cuadrar micos con un pito". Pero, por fin, los escurridizos modelos, siguiendo las indicaciones del fotógrafo y del redactor de EL TIEMPO, se dispusieron a la sombra del gran árbol de cañaguate (pedirles "digan whisky" hubiera sido, por cierto, una redundancia). Y Gustavo Vásquez disparó su cámara, una, dos, tal vez tres veces.
La otra foto
De modo que ahí quedaron, ahí están los seis en la fotografía, con sus posiciones y gestos congelados. Pero, en realidad, hay que decir que se trata de dos fotografías. Una es la que penetró por el objetivo de la Pentax de Vásquez y quedó fijada en la película de 35 mm y que fue publicada por EL TIEMPO y luego reproducida incontables veces en muchas partes. La otra es la escena organizada y compuesta para aquella gráfica, la que, en cuanto el fotógrafo terminó su labor, prosiguió su curso en el torrente de aquella parranda y de las que vinieron después.
En la primera foto, nada ha cambiado un ápice: los seis hombres se mantienen intactos en el instante fraccionado de esa mañana maravillosa llena de acordeones, cantos, conversaciones, chistes, brindis, abrazos, amistad y gozo. Pero en la segunda, la imagen, a merced de la marea de la vida y del tiempo, se ha ido despejando dramáticamente: el que luce acaso más alegre, el más desabrochado de todos, el del puro apretado entre los dientes felices, fue el primero en ser borrado: Cepeda Samudio, en 1972, apenas a sus 46 años; luego, desplazándose tres cuerpos hacia la derecha, la nefasta marea borró al doctor Molina, en 1980, a sus 86 años; después, retrocediendo dos cuerpos hacia la izquierda, borró al doctor Pavajeau, en 1982, a sus 93 años; tan solo un año después, continuando su arremetida por la izquierda, borró a Clemente Quintero, en 1983, a su 71 años; y, por último, dando un salto hacia el extremo opuesto, borró a Escalona, a sus casi 82 años, en el 2009.
Así que el único que permanece en esta fotografía, ocupando el centro, y ya sin uno solo de sus cinco amigos a ninguno de sus lados, pero acaso más desdichado que ellos porque le tocó el triste destino de enterrarlos a todos, es García Márquez, quien siempre ha expresado el pavor que le tiene a enterrar a sus amigos.
Ni siquiera le queda el frondoso cañaguate que, justo detrás de él, le servía de respaldo, porque fue talado cuando restauraron y remodelaron la casona por dentro, hace unos 8 años.
elheraldo.co
Barranquilla - Colombia
Abril 13 de 2011
Fiorillo está de gira por Colombia
promoviendo la literatura
de los protagonistas de La Cueva:
Vila, Obregón y Cepeda.
Miden 1,78 mts., están que hablan pero el universo de su recuerdo es en blanco y negro. Gabo, Álvaro Cepeda, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor se reencuentran en fotografías de cuerpo entero sobre madera y alrededor de una fachada gigante de La Cueva, cuando todos lleguen a Bogotá como inspiradora ambientación del programa audiovisual-literario de La Cueva por Colombia y el Premio Nacional de Cuento La Cueva 2011.
El escritor Heriberto Fiorillo, director de la Fundación La Cueva, condujo el martes el montaje ‘Gabo y su Grupo de Barranquilla’, en el Gimnasio Moderno, y mañana lo hará en el Centro de Eventos del
Banco de la República, donde el viernes 15 de abril, el narrador monteriano José Luis Garcés González leerá, analizará y reconstruirá con la audiencia uno de sus cuentos, propiciando con la ayuda de la pintora Luisa Uribe propuestas de ilustración para el mismo cuento por parte del público.
Mientras tanto, los cuentistas Paul Brito, Juan Esteban Constain y Hugo Chaparro Valderrama harán lo mismo con narraciones diferentes en Riohacha (ayer y hoy), y en Santa Marta, el 14 al 15.
En ese mismo ámbito, La Cueva por Colombia presentará en cada ciudad las bases e informará sobre el desarrollo del Premio Nacional de Cuento La Cueva 2011, y la publicación de referente con obras de los ganadores.
1 comentario:
Permíteme hacer un comentario sobre el texto de Joaquín Mattos Omar acerca de la fotografía de Gustavo Vásquez a Gabo, Cepeda y los amigos de Valledupar. Dice Joaquín: "... fue publicada por primera vez en el diario El TIEMPO, en 1967, donde apareció ilustrando una crónica de Daniel Samper Pizano, y fue esa, quizás, la única vez que se le dio el crédito a su autor, porque de ahí en adelante y hasta la fecha, cuando no aparece sin crédito, el único que se reconoce en tantas publicaciones es: "Archivo EL TIEMPO". (El subrayado es mío).
Me da pena con Joaquín, pero en el catálogo de lujo que editamos sobre La Cueva y en La Cueva, crónica del Grupo de Barranquilla, la foto aparece con crédito de Gustavo Vásquez. En el catálogo, incluso, hay una foto del fotógrafo y un texto alusivo a su trabajo. El rigor es un deber irrenunciable del buen periodista y hay que exigirlo como buen lector.
Heriberto Fiorillo
Publicar un comentario