Kienyke
Bogotá – Colombia
10 de enero de 2017
La vida de Jaime Abello Banfi,
la mano derecha de Gabo.
“Puedes usar mi nombre todas las veces
pero no te equivoques”, le dijo García Márquez
Por: Édgar Artunduaga
Jaime Abello
García Márquez le brindó su
amistad, le abrió las puertas de la intimidad familiar, le entregó toda su
confianza y Jaime Abello Banfi cumple –hace más de 20 años– el sueño del Nobel
de trabajar por la excelencia del periodismo y contribuir a los procesos de
democracia.
Me acuerdo que Gabo me dijo:
puedes usar mi nombre todas las veces que quieras, pero no te equivoques, el
día que te equivoques hasta allí llegamos, me dijo claramente. Entonces toda la
vida he sido consciente de la responsabilidad que entraña el poder que me dio
de usar su nombre.
Decidió por siempre no tomar
notas de las conversaciones que tuviera con él. Perdió la oportunidad de
escribir un libro sobre el García Márquez que conoció, pero eso le dio la
libertad de establecer unas relaciones absolutamente confiables.
Pero, ¿quién es Jaime Abello (Jaime José en el acta de bautizo, Jaime Orlando
en el registro civil), cómo llegó a la vida de García Márquez, cómo es su
familia, de dónde viene, qué experiencia y bagaje tenía para que Gabo lo
hiciera socio y líder de sus proyectos y empresas periodísticas? Responder
estos interrogantes es la intención fundamental de esta entrevista.
Origen italiano, familia musical
Provengo de una familia muy
musical. Eso es lo primero que yo tendría que decir, responde Jaime Abello
Banfi cuando le pregunto por su historia de familia.
Mi padre y mi madre se
enamoraron alrededor de la música, y los recuerdo cantando desde mis más remotas
memorias de infancia y de niñez. Mi padre de 85 años (murió recientemente) y mi
madre de 83. Ella estudió licenciatura musical. Su origen es italiano.
Mi abuelo, arquitecto, nacido
en Nicaragua, pero enviado por su padre, mi bisabuelo, a estudiar a Milano. El
inmigrante era mi bisabuelo, pero de una manera un poco sorprendente decidió
que iba a hacer todo el esfuerzo por educar a sus hijos en su lugar de origen.
Entonces mi abuelo Orlando Banfi estudió arquitectura, estuvo en la guerra y
regresó a vivir a América a principios del siglo XX. Ya para ese entonces la
familia de su padre se había trasladado a Colombia.
Mi bisabuelo había trabajado
con la United Fruit Company, y esa fue la razón por la que se vinieron primero
a Santa Marta y luego a Barranquilla.
Mi abuelo era un hombre
culto, arquitecto, lector, pintor. Todavía tenemos en la familia sus cuadros. Y
sus hijas, que fueron dos, mi madre Gina y mi tía Vera, las educaron también
con gran amor a la música y las artes. Por ese lado el arte es muy importante
en mi formación.
Mi abuela, la esposa de
Orlando Banfi, era barranquillera, hija de italianos también. Su padre,
Pellegrino Puccini fue un inmigrante que hizo gran fortuna y de hecho murió
siendo presidente del Banco Dugant. De ese hombre que era tan sereno, tan
elegante, de tan buen gusto, tan lector, yo heredé parte de la biblioteca.
Mi abuela Angelina Puccini
era profundamente conservadora, laureanista, con ciertas ínfulas
aristocráticas.
Cierta vez que me sorprendió
leyendo “El Diablo” de Giovanni Papini se escandalizó al extremo de buscar la
lista de libros prohibidos de la Iglesia Católica, para lo cual mi abuelo tenía
permiso eclesiástico, y decidió quemarlos.
Yo tendría no sé, 11, 12 años,
y recuerdo verlos, una pila de libros quemándose. Debo decir que esa relación
con mi abuela fue muy importante con una persona, como digo, profundamente
conservadora, algo autoritaria, que intervino en nuestra vida familiar, pero
uno de los grandes retos de mi formación psicológica fue aceptarla, entenderla,
comprenderla, y luego desprenderme de esa carga, de esa herencia dual.
Porque era una mujer extraña,
profundamente neurótica y al mismo tiempo tenía unos gestos amorosos y gran
sentido del humor, y una vivacidad, y una inteligencia, que me fascinaban.
Entonces yo diría que la
presencia de mi abuela representaba para mí y posiblemente para mis hermanos al
mismo tiempo amor y sufrimiento, una dualidad. Y tenía evidentemente un
conflicto en relación con su yerno que era mi padre. Entonces son cosas que a
uno lo van marcando porque se empieza a entender la complejidad de la
psicología de las personas.
Yo creo que la primera
escuela de tolerancia es la familia, aceptarnos, aceptarnos en nuestras
diferencias pero tampoco someternos.
De todas maneras eso me dejó
una carga importante que debo decir que resolví con sicoterapia. Soy de las
personas que cree en la sicoterapia, y la sicoterapia es esa capacidad de
hablarse con uno mismo guiado por un experto, en este caso mi sicoterapeuta, y
durante años asistí a una consulta. Tenía que liberarme de los fantasmas, y uno
se relacionaba con las contradicciones de esa herencia de sentimientos que mi
abuela me había dejado.
Hoy en día la valoro lo bueno
que ella me dejó, y creo que parte de mi proceso de formación ha sido
justamente reconciliarme a través de la sicoterapia con los aspectos
contradictorios de la formación familiar.
Las medallas y los diplomas de los abuelos
De mi abuelo Orlando y mi
bisabuelo Pellegrino nos han quedado en el ámbito familiar las medallas y los
diplomas otorgados por el Rey de Italia. Por el lado paterno, mi tatarabuelo
Giuseppe de Andreas que se estableció en Ciénaga a fines del siglo XIX, también
fue caballero de la orden del Rey de Italia. Como mi abuelo Pelegrino que fue
cónsul en Barranquilla, este tatarabuelo por el lado paterno, De Andreas, fue
cónsul en Ciénaga. La diferencia es que el de Ciénaga era masón carbonario como
se decía en esa época en Italia.
Entonces hay diplomas y
medallas, una de ellas, firmada por tres reyes de Italia distintos. Pero en el
caso de mi abuelo, el secretario de la orden que era el canciller o primer
ministro de Italia, quien firma ese diploma es Benito Mussolini. Yo leí libros
sobre lo que representó el fascismo, y la preocupación de Italia por la unidad
nacional y por reencontrarse con su destino como nación.
De hecho tengo ciudadanía
italiana a pesar de que el último italiano de mis ascendientes es del nivel de
los bisabuelos. Sin embargo, se conservó dentro de la familia la afinidad
cultural, el interés por el idioma italiano.
Mi hermano médico, Mauricio,
es un cantante, un tenor, que toca y ha grabado discos. Aunque su dedicación es
la medicina, es un reumatólogo formidable, como tenor lírico se especializó en
las canciones italianas, especialmente esas bellas canciones napolitanas que los
inmigrantes trajeron a América.
En nuestro ámbito, en ciertas
épocas como navidad o encuentros familiares, mi madre se pone al piano y mi
hermano entona canciones napolitanas. Con eso quiero enfatizar que hay una
herencia cultural muy interesante. Yo soy colombiano y es mi primer sentimiento,
pero también en algo soy italiano y europeo.
Por el lado paterno también
tenemos que ver con la United Fruit Company, con la zona bananera, con todo
eso, porque vengo de una familia de comerciantes, y también de políticos, los
Abello.
Por el lado de los Abello
Mi tatarabuelo Abello fue
presidente del Estado Soberano del Magdalena y se distinguió por trabajar por
la educación principalmente. Murió siendo Ministro de Marina, del presidente
Murillo Toro, del gobierno Radical, una familia de liberales, mientras el lado
italiano era un lado un poco más conservador, y mi abuelo Orlando Banfi murió
siendo un hombre de espíritu liberal pero en su juventud había sido secretario
del Facio en Cartagena, cuando era un inmigrante joven, o había regresado joven.
No creo que fuera por
convicciones de derecha, sino simplemente porque en ese momento el fascismo
representaba para Italia una esperanza política de unidad, de recuperar su
papel en el mundo, y tenía toda la metodología del retorno, de lo que había
significado Roma en su momento.
En cambio por el lado
paterno, ya dije que tenía un tatarabuelo de origen italiano masón, y otro
tatarabuelo, en este caso el señor Manuel Abello, liberal radical, mi abuelo
fue un comerciante de mucho éxito que llegó a ser alcalde de Santa Marta, y
formó a mi padre, sobre todo en el interés por el comercio.
Mi padre con quien estuve
conversando largamente en el final de sus días, pidiéndole que me contara
historias, me ha recordado sobre la empresa familiar que se dedicaba a la importación
de toda clase de productos, especialmente materiales de construcción, víveres,
licores, y los distribuía no solo en Barranquilla y en Santa Marta sino
justamente en los pueblos en la zona bananera, de los que luego me vine a
empapar a través de la obra de Gabriel García Márquez.
Y mi padre también fue un
emprendedor. Empezó a estudiar administración de empresas en Estados Unidos
pero el abuelo insistió que entrara sin demora en el negocio familiar. Tuvo la
mala suerte empresarial de invertir mucho especialmente en tratar de establecer
una hacienda bananera en la zona de Urabá en los años 60. Allí se le fue toda
su herencia, toda su fortuna, y de allí le tocó regresar sin un peso a
reconstruir su vida. Ese hombre, en esas condiciones, sin embargo, decidió
apostarle todo a la educación de sus hijos, y con enorme esfuerzo logró
formarnos en Bogotá, en la Universidad Javeriana.
Los hermanos Abello Banfi
Entonces estudié derecho en
la Universidad Javeriana. Mi hermano Mauricio prefirió ser médico, se
especializó en medicina interna y luego en reumatología. Mi hermana Beatriz es
odontóloga, mi hermana Maribel comunicadora social y ha sido actriz, muy
conocida, ahora vive en los Estados Unidos.
El menor, que pocos conocen,
se fue desde muy joven a Centro América donde es un empresario de mucho éxito.
Hugo es ingeniero industrial y presidente de una corporación agrícola
actualmente en Nicaragua.
Es un grupo de hermanos
magnífico, gente muy bien educada, cada uno ha armado su familia, hablan varios
idiomas, son gente que viaja mucho, y cada uno es un profesional destacado.
Provenimos de una burguesía
provinciana comercial, pero realmente somos profesionales de clase media, que
nos hemos formado, y que hemos aprendido a vivir por nuestro trabajo. Y siento
que por esa herencia cultural, por la vida, somos gente abierta al mundo, más
costeños, caribeños, siempre interesados en las artes y la música, mucho por la
lectura.
Yo especialmente me aficioné
a la lectura desde joven y el cine. Estudié en el Colegio Alemán en
Barranquilla, otro factor fundamental en mi formación. Un colegio de unos
alemanes liberales, demócratas, un colegio donde me inculcaron autonomía con
responsabilidad, y donde tuve acceso por ejemplo al cine, al nuevo cine alemán,
y a una magnífica biblioteca.
Choque ideológico en La Javeriana
Cuando me decidí a estudiar
derecho escogí el camino de hacerlo en la Universidad Javeriana. No debo negar
que tuve un cierto inicial choque porque venía de un colegio liberal europeo, y
me encontré con una institución universitaria manejada de manera conservadora
por el padre Giraldo que era el decano de la facultad de Derecho.
Terminé adaptándome y
agradezco la formación recibida en la Javeriana, pero una de las cosas que
descubrí en el camino es que realmente iba a ser difícil para mí dedicarme al
derecho, que me interesaba más lo que tenía el derecho de humanidades, de
política, de ciudadanía, que propiamente la tarea, digamos, de defender
intereses de los clientes en el campo jurídico.
Su paso por los tres poderes del Estado
Aproveché que mi primo Orlando
Abello Martínez Aparicio había sido elegido congresista, Representante a la
Cámara. Entonces en cuarto año de derecho, y quinto, fui miembro de su equipo.
Todas las tardes me iba al Congreso.
Tuve tres experiencias
formativas seguidas, respecto a las tres ramas del poder público. En el
Congreso ayudaba a mi primo a preparar debates, armar proyectos de ley, un
proyecto de reforma constitucional. Conocí la negociación, el lobby
parlamentario.
Se me ocurrió interesante
hacer mi tesis sobre el sistema penitenciario en Colombia, y la función de
disciplinar a la sociedad siguiendo, digamos, la orientación de Foucault. El
Ministro Felio Andrade, casado con una familiar, me nombró en la cárcel La
Picota, en un puesto menor, para que estudiara en directo la situación. Tenía
22 años.
Fue una experiencia formadora
impresionante, para un joven de espíritu un poco contestatario, que había recibido
felicitaciones en la Javeriana en el primer año pero que casi me expulsan en el
segundo porque me volví crítico, rebelde.
Cuando entro a la cárcel lo
que yo veo es la miseria del ejercicio, no solo del abuso, porque la cárcel era
un escenario de abuso. En la cárcel predomina la ley del más fuerte y así es
todavía desgraciadamente.
Entonces siendo una
institución teóricamente orientada al castigo pero también a la rehabilitación,
la cárcel es formadora de dolor, y muchas veces de la continuación del crimen.
No es reparadora, es terrible, y en ese momento lo era mucho más.
En el año 81, al que me
refiero, la cárcel era una cosa horrorosa. Gente en las peores condiciones, con
problemas mentales agudos. Allí se juntaba toda la miseria de todos los
regímenes, no solo el régimen judicial y penitenciario de Colombia con todas
sus incompetencias, sus errores, sus fallas y sus abusos de los Derechos
Humanos sino también la esencia misma del sistema de la incomprensión.
Entendí que en el fondo la
norma y el derecho están construidos sobre un ejercicio brutal del poder que es
el que se da en la cárcel.
Francamente tomé la decisión
de desistir de mi proyecto, me di cuenta que superaba mis capacidades humanas e
intelectuales. Era muy doloroso, pero asimilé esos seis meses de experiencia.
Traté de ayudar a algunas
personas a que se les mejoraran sus condiciones, e hice una de los primeros
acercamientos al periodismo, con mi antiguo compañero de universidad Gerardo
Reyes, que ya estaba en la Unidad Investigativa de El Tiempo.
Hablé con Santiago Diago, el
viceministro y le anuncié mi renuncia y él me ofreció trabajar en su despacho.
Había pasado rápidamente por el legislativo, el judicial y ahora estaba en el
ejecutivo.
Después terminé renunciando
por diferencias fundamentales con el gobierno del presidente Turbay y su
estatuto de seguridad. No era posible continuar.
Yo era más de izquierda. En
ese momento me sentí medio heroico.
De nuevo en Barranquilla.
Comenzó una nueva etapa de mi
vida. Me trasladé a Barranquilla a trabajar en la Cámara de Comercio.
A los pocos meses yo era el
secretario del comité intergremial del Atlántico. Mis interlocutores ya no eran
los ministros ni los congresistas, ni los presos y sus guardias o los
abusadores en la cárcel, sino el sector privado de Barranquilla, y me convertí
en vocero.
Empecé a reencontrarme con
Barranquilla, a reencontrarme por ejemplo con el Carnaval, a reencontrarme con
la idea de estudiar la historia de la ciudad, a generar iniciativas que
contaron con el apoyo del director ejecutivo de la Cámara de Comercio que era
Arturo Saavedra Better.
Ayudamos a crear la
asociación de grupos folclóricos del Atlántico, les hicimos unos estatutos, les
conseguimos plata para que se organizaran. Creamos primero un cine club y luego
la cinemateca que sigue funcionando en Barranquilla, impulsamos la renovación
urbana de la ciudad.
Y estando en esa
efervescencia, me entero que se estaba hablando de establecer un canal regional
de televisión en Antioquia. Y empezamos la promoción de un canal regional
público, de televisión regional en la costa.
Me retiré de la Cámara de
Comercio, quería dedicarme al cine y me vine a Bogotá a manejar la Asociación
de Cinematografistas Colombianos, el gremio de los cinematografistas, una cosa
rarísima.
Con Gabo en Caracas
Estando en eso (año 90) viajé
a Caracas a la firma de los acuerdos de coproducción iberoamericana, y me
reencontré con una persona que había conocido en el 83 en Barranquilla cuando
yo era secretario del comité intergremial, el señor Gabriel García Márquez, que
era el personaje en Caracas de todo este tema del cine, y Gabo se acordaba
perfectamente de mí.
Imagínate, yo lo había
conocido porque Gabo en el 83, fue muy extraño, lo manda el presidente
Betancur, él ya había vuelto a Colombia, había recibido el Nobel, y no sé por
qué le aceptó al presidente Betancur el encargo de ir a Barranquilla a tratar
de convencer a la dirigencia de Barranquilla de que aceptara que el Banco de la
República le devolviera a la ciudad, al municipio, el teatro municipal Amira de
la Rosa que el banco había ayudado a finalizar. Y me acuerdo que Saravia dijo
no, ve tú, yo mejor no voy para no complicar la cosa, ve tú como secretario del
comité intergremial pero eso sí, eso no le sirve a Barranquilla, nosotros
necesitamos que el banco siga manejando eso.
La Fundación de Gabo
García Márquez fue presidente
de la Fundación que hoy lleva su nombre, hasta el final, cuatro o cinco años
antes de su muerte, cuando se hicieron más notorios sus problemas de salud,
pero él y Mercedes –la esposa– autorizaron poner el nombre de Gabo dentro de la
razón social de la Fundación, y autorizaron crear el premio en Medellín en
reemplazo del que tenían.
La Fundación Gabriel García
Márquez es una institución sólida, con una junta directiva internacional que
tiene respeto y reconocimiento, con un presupuesto anual que en los últimos
años ha estado en el orden de los tres millones de dólares, obtenidos con el
desarrollo de proyectos, actividades, donaciones.
Es una máquina institucional
–también– para producir oportunidades, estimular a los periodistas, darle
oportunidad a los jóvenes para que hagan sus talleres de crónica, de reportaje,
que entren en contacto con grandes nombres del periodismo mundial.
El acercamiento a Gabo y sus proyectos
Abello hizo parte de la
comisión de empalme de dos gobiernos: de Barco a Gaviria y de Samper a
Pastrana, en los ministerios de comunicaciones y cultura.
Fue el primer gerente de
Telecaribe, elegido por siete gobernadores, que podían ser relevados por el
Presidente y en efecto fueron 21.
Estando allí –en Telecaribe–
me volví a encontrar con Gabo, lo vi en el Festival Vallenato, lo vi una vez en
el Festival de Cine, y en el 93 él me llama a principios de diciembre y me dice
“oye Jaime”…
Nos habíamos vuelto medio
amigos, había una cordialidad, ya me identificaba plenamente. Me había
comentado que su mamá, Luisa Santiaga, había sido compañera de mi abuela Devora
Sarmiento en el Colegio de la Presentación, en Santa Marta.
Entonces me llama y me dice
“Jaime, voy para Barranquilla, ¿por qué no me invitas a comer?” Yo me puse muy
nervioso, ¿qué querrá Gabo?
Y lo invité a una cena el 28
de diciembre del año 93, el día de los inocentes. Le pregunté si quería invitar
a otras personas y me sugirió a Ernesto McCausland. Terminé invitando también a
una prima mía antropóloga con la que tenía unas conversaciones magníficas,
Margarita Abello, y nos fuimos al club ABC de Barranquilla y Gabo empieza a
echar cuentos de periodismo, y dale con el tema del periodismo, y anécdotas, y
el tema del uso de la grabadora que era el oro digital, y el problema de no sé
qué.
En resumen, luego lo acompaño
y lo llevo al Hotel El Prado y ahí seguimos tomándonos un whisky en el lobby.
Entonces empieza a hablarme de los talleres de periodismo, y yo sin saber para
dónde iba.
Ayúdame a hacer esos talleres
de periodismo, terminó proponiendo García Márquez. Entonces lo tomé en serio, y convoqué unas
reuniones en la gerencia de Telecaribe, empecé a tomar notas.
Pasan dos meses. Me volví a
ver con Gabo en una parranda vallenata, y otros dos meses después en el
Festival de Cine de Cartagena. Después de la cena y la parranda ya yo me sentía
el mejor amigo de Gabo… Le hago una señal de saludo y él me llama con el dedo,
como diciendo ven para acá, como haciendo un ganchito me dijo acércate, me
acerco a él y le dije “ajá Gabito”, y me dice “¿qué has pensado?”, como en un
tono de reclamo.
Me propone hablar mañana y yo
le digo que a los dos días. Regreso corriendo para Barranquilla, hice un
memorando con mis notas… Y tuvimos una cita al día siguiente en el hotel Hilton
de Cartagena, después de que él jugó tenis, porque él jugaba tenis en la mañana.
Le entregó el memorando.
Le propuse la creación de una
fundación de periodismo y a su pregunta sobre los pasos a seguir le dije que
haría un estudio de pre-factibilidad, que resulté encomendando a mi primo Alberto Abello.
–Contrátalo, yo le pago, dijo
Gabo.
Se crea la Fundación de periodismo
Creamos la fundación en junio
del 94. Fue todo un año de planeación, nos reunimos con Gabo muchas veces, y
echaba los cuentos, fue una delicia, la delicia máxima. Y él me pidió que
asumiera la dirección de la fundación. Yo acepté y de hecho presidí la asamblea
de constitución. Soy cofundador. Me nombraron director encargado, porque en ese
momento yo estaba en Telecaribe, esto era una fundación de papel. Gabo puso
seis millones de pesos a nombre suyo, aporte fundacional, un millón a nombre de
Jaime García Márquez, su hermano, que dijo que él quería, y yo puse un millón.
Nos reunimos muchas veces,
nos reunimos con Tomás Eloy Martínez, con Juan Gossaín, con Eligio García
Márquez, con Joaquín Estefanía que venía desde España, director de la escuela
de El País, entre otros personajes. Terminamos arrancando la fundación
formalmente el 18 de marzo de 1995, con un seminario sobre libertad de
expresión.
Gabo entusiasmo en Colombia
Era un momento muy
interesante. Gabo por un lado estaba haciendo la casa en Cartagena y tenía
ganas de hacer proyectos en el país.
Estaba pensando en los temas
de educación, hacía parte de la comisión de sabios de la misión de educación
ciencia y tecnología creada por el gobierno de Gaviria. Y había vuelto al
periodismo, había decidido escribir un libro sobre los secuestros de
periodistas y el ataque al establecimiento, y al periodismo, y al Estado
colombiano emprendido por el narcotráfico, especialmente por Pablo Escobar.
Había empezado a investigar,
a entrevistar a las víctimas y a profundizar en el asunto. Entonces por eso fue
coherente que hayamos arrancado con un tema sobre libertad de expresión.
Hicimos ese primer encuentro
y de ahí un año después Gabo me dio el poder para que firmara en nombre de él y
le dimos inicio a la Fundación para la Libertad de Prensa que existe hoy en
día.
La segunda actividad que
hicimos fue el taller con Alma Guillermoprieto, en el diario El Universal donde
Gabo había comenzado sus tareas de periodismo.
Yo por supuesto me retiré en
esos días de Telecaribe, en momentos en que aprobó una nueva ley de televisión.
Me di cuenta que iban a ser tiempos distintos, venía la televisión privada, se
acababa lo que se llamaba el sistema mixto, un modelo único e interesante. Me
correspondió organizar mi última actividad en Telecaribe, organizar el
lanzamiento de la ley que sacaron el gobierno de Samper y el ministro Armando
Benedetti, la ley de privatización de la televisión en Colombia.
Se empezó a constituir la
Comisión Nacional de Televisión, y dije esto no es conmigo. Yo había sido muy
activo en las televisiones regionales. Siempre creí en la televisión como
servicio público y las cosas iban a ser bien distintas.
Primer alumno de la Fundación Gabo
Yo no era periodista, aunque
era hombre de medios. Había vuelto a la televisión, por mi cercanía con el
cine. Tenía interés especial en los medios audiovisuales.
Pero me convertí en el primer
alumno de la Fundación, y francamente, modestia aparte, me considero hoy en día
un experto en periodismo. Escribo, me gusta y entiendo al periodismo
perfectamente así no haya hecho una carrera periodística convencional. Luchamos
por el periodismo, por sus valores, la ética.
El poder, el amor y la muerte
¿Qué piensa usted del poder?
El poder para que le sirva a
uno en la vida debe ser asumido con mucho cuidado. Me he dado cuenta que el
poder está lleno de riesgos.
Hay que ser muy cuidadoso en
lo público, además de asumir responsabilidades siempre transitorias.
El poder del dinero no lo
conozco porque nunca he tenido mucho dinero.
Hay otro poder que se da en
el escenario de las relaciones interpersonales, la ascendencia que uno adquiere
y que va desde la relación íntima que puede tener uno con otra persona, o la
relación que tiene uno con la empleada del servicio doméstico.
No hay nada peor que abusar
de él, que dejar heridas, que golpear gente, porque todo eso se devuelve. El
poder hay que asumirlo con cuidado. De otra parte, nada peor que el poder que
esclaviza si se toma sólo por el lado de los beneficios. Cuando se pierde el
cargo y el poder llega la nostalgia tremenda. No te olvides que todo es
relativo, transitorio, pasajero.
El poder es distinto al
liderazgo. La gente me respeta, pero mi influencia es eminentemente
argumentativa. En la medida en que yo aporto ideas, las sustento, soy coherente
en mí accionar, mantengo mi capacidad de influencia. Eso no es poder, es más
liderazgo, influencia, que debe ejercerse con racionalidad.
El amor, las relaciones de pareja
¿Cómo le ha ido en el amor, en la vida personal, en la
relación o relaciones de pareja?
Yo tengo una relación de hace
27 años con mi pareja, me siento feliz de compartir mi vida con esa persona.
Ha sido una vida de dos
personas distintas unidas por la ternura, por la afectividad, pero
completamente distintas en intereses, estilos. Para mí la casa se convierte más
en un refugio que el espacio en donde estoy todo el día.
Es un tipo de convivencia diferente
porque tenemos habitaciones separadas. Normalmente yo me voy los viernes y
regreso el lunes. Todos los días hablamos varias veces al día. Es una forma de
convivencia interesante y de unión.
Sobre la muerte
¿Qué piensa sobre la muerte? ¿Hay un más allá?
Ante la inevitabilidad de la
muerte lo importante es poder despedirse de la vida con tranquilidad, poder
sentir que hay amor, poder sentir que aprovechamos el tiempo al máximo, que nos
acompañamos, que nos respetamos, que nos agradecemos los unos a los otros.
Yo creo que la vida es una
oportunidad de goce, de dicha, la que he tenido por ejemplo de interactuar con
gente increíble, empezando por García Márquez, pero toda mi vida me he
relacionado en distintos escenarios con gente interesante, siempre aprendiendo.
La dicha no es algo eventual,
casual, excepcional o residual, es algo sobre lo que uno puede volver si se
propone.
Así como uno asume esa
dimensión interna de la vida, que es la posibilidad de tener paz interior,
dicha, tranquilidad, porque está dentro de nosotros, no es ajena, requiere algo
de preparación, alguna búsqueda, y para eso hay varias maneras. A veces la
religión es un camino, otras veces maestros espirituales, otras veces el
budismo.
En mi caso yo he tenido, debo
agradecer a un maestro que se llama Pren Rahwa con el cual aprendí a esa
introspección que me ha permitido conectarme con mi fuente de dicha interior.
Adquirí una manera distinta acerca del significado de la vida y de la muerte.
En todo caso la vida es un
espacio para realizarme, para disfrutar, y la muerte es un espacio para asumir.
El catolicismo nos promete
una vida después de la muerte, yo espero que sea así, no estoy seguro. En todo
caso culturalmente sigo siendo católico y ojalá que eso se dé, pero en todo
caso creo que el verdadero paraíso es el que podemos encontrar cuando estamos
vivos.
Así que no desperdiciemos la
oportunidad de ser dichosos en la vida, pero no una dicha, digamos, externa. Me
refiero más a esa búsqueda interior, esa paz que está dentro de nosotros
mismos, una oportunidad que no debemos desperdiciar, y ahí es donde está el
paraíso. Y si luego tenemos después de la muerte otro paraíso, magnífico, pero
eso no lo sabemos.
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TELESUR
Caracas – Venezuela
9 de febrero de 2017
Cuba dedicará una escultura
a
Gabriel García Márquez
La 26 Feria Internacional del Libro le
rendirá homenajes a García Márquez por los 90 años de su nacimiento y los 50 de
la publicación de la novela Cien años de soledad.
Por Redacción de Telesur
La 26 Feria Internacional del Libro le rendirá
homenajes a García Márquez por los 90 años de su nacimiento y los 50 de la
publicación de la novela Cien años de soledad. |
Foto: Archivo
El escultor cubano ajustó los
detalles finales para develar en La Habana una escultura del escritor
colombiano Gabriel García Márquez y Premio Nobel de Literatura.
La pieza fue encargada al
artista cubano José Villa Soberón para colocarla en el Museo del Caribe en
Barranquilla, pero el actual embajador de ese país suramericano en La Habana
(Cuba), Gustavo Bell, insistió en instalar una copia en esa ciudad, que fue
visitada muchas veces por el autor.
El jardín del Liceo Artístico
y literario de La Habana, en el Palacio del Marqués de Arcos, dentro del centro
histórico de la ciudad, acogerá la escultura inspirada en el momento en que el
prolífico escritor y periodista acudió a la ceremonia de recibimiento del Nobel
de Literatura, en Estocolmo, Suecia.
Villa Soberón confesó que él
acepta trabajar solo cuando logra escoger una imagen con la cual se puede
conectar y esta lo atrapó. El artista también trabaja en una escultura de la
balairina cubana Alicia Alonso.
Algunos de sus trabajos más
famosos son: su Monumento a John Lennon, en un parque de La Habana; las
esculturas a Ernest Hemingway, emplazada en el restaurante-bar Floridita,
también en La Habana; y la de Benny Moré, en el Paseo del Prado de Cienfuegos,
provincia del centro de Cuba.
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VANGUARDIA
Ciudad de Mexico
6 de febrero de 2017
Buena Vida – Noticia
"Cien años de soledad"
hizo detonar el
"Boom Latinoamericano",
afirma experta
Gabriel García Márquez, autor del libro
/ Foto: Archivo
Por Redaccion de Vanguardia
Sería difícil pensar en un
éxito semejante, si García Márquez se hubiera quedado en París, o en Bogotá; no
hubiera sido lo mismo. En México hubo un boom: experta
La obra “Cien años de
soledad” puso en el candelero, en el mejor sentido, a la literatura
latinoamericana, porque si bien desde Rubén Darío había habido momentos en que
autores eran proyectados, el libro de Gabriel García Márquez (1927-2014) era lo
que necesitaba una corriente de escritores del llamado “Boom latinoamericano’,
para tener una carta de presentación fuerte y romper en los mercados de lengua
hispana.
Así lo consideró Yanna
Hadatty Mora (1969), doctora en Letras Iberoamericanas por la UNAM, quien
señaló que el éxito de esta novela, publicada en 1967, y considerada una obra
maestra de la literatura hispanoamericana y universal, se debe no sólo al tema,
sino a la forma como su autor narró el tema.
En entrevista, recordó que
todo mundo recuerda muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento al
coronel Aureliano Buendía, y esa forma de introducirnos, que es una
anticipación de algo que va ocurrir mucho después, porque luego sabríamos la
historia de José Arcadio, de Úrsula, de cómo llegan a Macondo, y uno se va
quedando como para un poco más y seguir leyendo.
“No sólo es la historia
narrada y la estructura, es dónde cae cada palabra, como suena, es como si
mucho tiempo uno se pudiera deleitar, leer en voz alta, leer un capítulo
completo”, indicó la especialista en narrativa de vanguardia iberoamericana a
propósito de los 50 años de esta publicación.
Según la especialista, en
este trabajo existe una especie de galería infinita donde cada personaje da
para otra novela. “Y otra y otra, y esa multitud y fertilidad que presenta como
el paisaje, el lenguaje, los capítulos, los detalles de las historias, seducen
al lector por esta prosa. Hay un antes y un después de ‘Cien años de soledad’”,
refirió.
En la Biblioteca “Rubén Bonifaz
Nuño” del Instituto de Investigaciones Filológicas, la narradora, ensayista,
investigadora y crítica de literaria ecuatoriana, se dijo sorprendida porque la
obra continúe leyéndose entre generaciones y “hasta en el metro”.
“Veía a gente en el metro con
su ejemplar y leían al más novedoso escritor latinoamericano y eso es algo
difícil de que vuelva a pasar, es decir, no me imagino a (la escritora) Rita
Indiana, leída por todos los que vienen en el metro, es un fenómeno que rebasó
lo imaginable”, expresó la especialista, quien destacó que a cinco décadas de
la publicación García Márquez sea un autor que haya “podido caminar bien entre
las aguas”.
Recordó que la génesis de
esta novela está en 1965, “en este famoso viaje a la altura de Guerrero, donde Gabriel
García Márquez, decide que ya tiene claro lo que desea decir, y expresa a
quienes venían con él: nos regresamos, y hace esta famosa vuelta en U y se
encierra a escribir esta novela, nueve horas diarias, en una máquina de
escribir que no resuelve nada en lo económico y decide que lo principal es
sacar la novela”.
“Fue una publicación que se
escribió en México, Gabriel hacia adaptación de textos, junto a Vicente Leñero
para la Pantalla Grande, en ese tiempo se graba uno de los textos de la
Pantalla, era un cronista y vivía de lo se publicaba en la prensa y se había
insertado en el medio cultural mexicano.
“Pero en ese momento decide tener no obras
menores, sino lanzarse por un volumen enorme, de tal suerte que funciona todo,
esta alianza tan afortunada entre editoriales, público, autor, incluso en una
familia”, consideró.
Hadatty Mora recordó a Gabo,
como un autor que pudo ser citado por políticos, periodistas, jóvenes y gente
de muchas generaciones, “porque 50 años son un tiempo interesante a nivel de
cuánto se establece una novela dentro del buen gusto e historia literaria”.
Dejó claro, además, que de
haberse escrito “Cien años de soledad” en otra parte del mundo, no hubiera tenido
el éxito que tuvo en México.
“Sería difícil pensar en un
éxito semejante, si García Márquez se hubiera quedado en París, o en Bogotá; no
hubiera sido lo mismo. En México hubo un boom”, subrayó la experta, quien
calificó a la publicación como “un universo, no universal en el sentido de
llegar a los públicos, sino que a uno le da la sensación de plenitud como pocos
textos de lectura”.
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EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
7 de febrero de 2017
Medio siglo de 'Cien años de soledad'
Los mundos paralelos de Comala, de
Rulfo, y Macondo, de García Márquez.
Por: Édgar Bastidas Urresty*
Este año, coincidencialmente, se cumple el centenario
del nacimiento de Rulfo y los 50 años de la publicación de Cien años de
soledad. Foto: Archivo particular
Al escritor mexicano Juan
Rulfo se lo considera uno de los pioneros del llamado realismo mágico, esa
forma literaria de colocar lo real al lado de lo fantástico, de fabular la
realidad, lo cotidiano, que había iniciado el novelista guatemalteco Miguel
Ángel Asturias, que alterna con lo real maravilloso de Alejo Carpentier.
Gabriel García Márquez
prosigue esa tendencia en casi todas sus novelas, pero sobre todo en Cien años
de soledad, donde Remedios la bella se eleva al cielo, como si levitara. Este
año, coincidencialmente, se cumple el centenario del nacimiento de Rulfo y los
50 años de la publicación de Cien años de soledad.
Los autores de Pedro Páramo
(1955) y Cien años de soledad (1967) nos dan lugar para hablar del juego
reconocido de influencias, y de conceptos como el realismo, el realismo mágico,
y el por qué de la permanencia de la obra de arte.
El realismo existe como
escuela literaria, y a Balzac se lo considera su figura más representativa.
Creó personajes y tipos humanos dotados de una gran psicología, a diferencia
del naturalismo de Zolá. Su realismo no es una fotografía, copia de la
realidad, sino otra realidad, ficticia. Sus personajes viven una realidad
determinada, reúnen “sensaciones esparcidas” como dice Nathalie Sarraute, y son
modelos y formas literarias. El realismo no se da en el padre Grandet porque es
una forma que encierra la idea de avaricia. Sin desconocer que Balzac muestra
la realidad que lo rodea, “el personaje no se reduce a ella, representa un
modelo, reúne sensaciones esparcidas, vive intensamente, pero es una forma”.
Sarraute, de origen ruso
judío, emigrada a París, hizo parte de la llamada nouveau roman, junto a Alain
Robbe-Grillet, Michel Butor, Claude Simon, premio nobel en 1985, escuela
caracterizada por la técnica experimental, objetual, más allá de la
interpretación psicológica de los personajes. (Además: Colombia y Argentina
celebrarán medio siglo de 'Cien años de soledad')
El realismo mágico
En 1976, Kundera, escritor
checo, en una entrevista concedida a Ugne Karvelis y publicada por Le Monde, de
París, declaró: “Hace 170 años, Novalis soñaba con una novela donde lo real y
lo fantástico se fundieran hasta el punto de perder su identidad. Este es el
viejo deseo de los novelistas, su manera de buscar la cuadratura del círculo, o
el oro de los alquimistas”.
Y de repente, he aquí que un
García Márquez, en Cien años... pinta un cuadro que no es menos un sueño
fantástico. La frontera entre lo posible y lo imposible se esfuma por milagro.
La novela no hace sino comenzar sus ricas posibilidades”.
Agrega que la novela tiene
por terreno específico el misterio de la continuidad y la discontinuidad de la
vida humana, y que el novelista está perpetuamente en la búsqueda del tiempo
perdido de la humanidad. Que, en la vida, el hombre está continuamente separado
de su propio pasado y de aquel de la humanidad, y que la novela permite curar
esa herida.
Marthe Robert, en su libro
Novela de los orígenes y los orígenes d ela novela, le da a la novela autonomía
propia: “La realidad novelesca es ficticia, o más exactamente, es siempre una
realidad de novela, donde los personajes tienen un nacimiento, una muerte,
aventuras de novela”.
La ficción no se da en la
novela histórica, que se ciñe a la realidad histórica, a los hechos tal como
sucedieron, pero la novela tiene la virtud de anticiparse a la historia, a la
ciencia. Se anticipa porque tiene la capacidad de prever lo que ocurrirá.
García Márquez, en su cuento 'Los funerales de la Mamá Grande', se anticipa a
la visita a Colombia del Papa, porque la anuncia en 1962, cuando asiste a los
funerales de la Mamá Grande, visita que cumple Paulo VI en 1968.
La Mamá Grande, que había
sido la soberana absoluta del reino de Macondo, acumula mucho poder y riquezas,
y muere a los 92 años en olor de santidad.
La novela se anticipa a la
ciencia en algunas novelas escritas en el siglo XIX, consideradas de ciencia
ficción, porque predice los viajes espaciales, que se realizan en el siglo XX,
como en algunas de las novelas del escritor francés Julio Verne (1828-1905):
Veinte mil leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra, o De la
Tierra a la Luna.
García Márquez dijo que sus
abuelos, con los que vivió varios años, fueron una fuente de inspiración
literaria. La abuela le contaba historias de fantasmas, premoniciones, y el
abuelo, historias de muertos porque había peleado como coronel en la guerra de
los Mil Días.
García Márquez afirma que las
buenas novelas son “una transposición de la realidad”, con lo que reconoce que
a esta hay que darle un tratamiento ficticio, poético, que es determinante en
la creación literaria. En Latinoamérica, el escritor venezolano Arturo Uslar
Pietri fue el primero en usar la expresión “realismo mágico”, en su ensayo 'El
cuento venezolano', en el cual propone la negación poética de la realidad.
El escritor cubano Alejo
Carpentier, en la introducción de su novela 'El reino de este mundo' (1949),
que trascurre durante la revolución de Haití, habla de lo real maravilloso, que
pude asociarse al realismo mágico. Lo real maravilloso sería la magia que está
más allá de la realidad, que causa una impresión maravillosa, de asombro, como
la lámpara de Aladino, o la levitación.
Asturias es figura muy importante
de esta corriente literaria, con su novela 'El señor Presidente' (1933),
retrato del dictador Manuel Estrada Cabrera, escrita, según la crítica, bajo la
influencia del surrealismo.
Como elementos propios de
este movimiento literario, cabe señalar la presencia de elementos mágicos o
fantásticos en los personajes o en el mundo exterior, y que en algunas
situaciones no tienen explicación. El tiempo cronológico es utilizado en forma
lineal, o es traspuesto al pasado, o es alternativo.
Balzac y Marx
La diferencia entre Balzac y
Marx radica en que La comedia humana permite conocer los valores, la vida de la
sociedad burguesa francesa del siglo XIX. El barón de Nusingen, que representa
esos valores, es un personaje del capitalismo moderno opuesto a la aristocracia,
a pesar de que Balzac era monárquico y antiburgués.
El señor Grandet es una
figura literaria, un modelo, encarna la avaricia, un valor burgués. La visión
de Balzac es una visión totalizadora de la sociedad, es decir que su mirada
abarca la sociedad en todas sus dimensiones.
Carlos Marx, que interpretó
económica y políticamente la sociedad capitalista, no solo era un economista,
sino un filósofo. Solo que como estudiante se alineó en la izquierda hegeliana,
y finalmente le dio la vuelta al concepto hegeliano de la razón, del espíritu
absoluto para reemplazarlo por el hombre histórico, de carne y hueso, que
trabaja y hace la historia. A Marx le inquietaba la obra de arte, y se
preguntaba por qué nos conmueve e influye sobre nosotros, por qué permanece a
pesar de los cambios histórico-sociales. Influye sobre nosotros porque alcanza
lo más humano en el individuo, por medio de la dolorosa experiencia de la
historia, de su ruido, de su furor.
“Mientras la relación sea
inhumana (Guernica es la representación de la violencia, del horror), mientras
la falta sea sancionada y mientras existan las condiciones productivas de la
falta, la tragedia Antígona, de Sófocles, escrita en 442 a. C., afectará al
individuo”.
La obra de arte permanece
porque es universal y es sensible. Es una forma de interpretación, de
representación del mundo, de la vida.
El escritor marroquí Tahar
ben Jellom niega el realismo porque no puede aprehenderse, y para demostrarlo
cita a Rulfo y a Borges.
A Borges, sobre todo, por los
relatos de su libro 'Manual de zoología fantástica', que se convirtió en 'El
libro de los seres imaginarios', inspirado en la mitología, en la Biblia, o en
Lewis Carroll, H. G. Wells, o Franz Kafka.
O por su cuento 'La
biblioteca de Babel', total y universal, que existe desde la eternidad en la
que todos los libros son distintos, escritos en todos los idiomas, y que
contienen todo el saber.
Comala y Macondo
Para Tahar ben Jellom, Pedro
Páramo es un libro “fetiche” por su densidad a pesar de ser tan corto. Recuerda
la influencia que García Márquez reconoce haber recibido de Pedro Páramo y hace
esta afirmación, que pudiera desconcertar: “Pedro Páramo es Cien años de
soledad, pero más conciso, más riguroso”.
Gabriel García Márquez contó
alguna vez en México, donde vivía en una especie de autoexilio, que Álvaro
Mutis, su amigo y confidente, “subió a grandes zancadas los siete pisos de mi
casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me
dijo muerto de risa: ¡lea esa vaina, carajo, para que aprenda!”.
“Era Pedro Páramo. Aquella
noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la
noche tremenda en que leí La metamorfosis, de Kafka, en una lúgubre pensión de
estudio de Bogotá –casi diez años atrás– había leído (tenido) una conmoción
semejante”.
En otra ocasión, el autor de
Cien años de soledad reconocería que sin la lectura de Pedro Páramo no habría
podido escribir Cien años de soledad.
En un artículo que García
Márquez escribió para El País de España, en 1995, dedicado a Álvaro Mutis,
confiesa que “leer a Juan Rulfo me ha enseñado, por una parte, a cambiar mi
manera de escribir y, por otra, a tener siempre bajo el codo una historia
diferente para no contar aquella que estoy en el plan de trabajar”.
Pedro Páramo se inicia con el
relato de Juan Preciado, que va a buscar a Pedro Páramo, su padre, como se lo
ha prometido a su madre en su lecho de muerte, para reclamarle la parte de sus
bienes que le corresponden.
En el camino se encuentra con
Abundio, otro hijo de Pedro Páramo, y luego se entera de que se trata de su
sombra, y de que el pueblo está lleno de fantasmas, de voces, de murmullos.
Cien años de soledad es “la
epopeya de la fundación, de la grandeza y la decadencia del pueblo de Macondo,
y de su más ilustre familia de pioneros, frente a la historia cruel e irrisoria
de una de esas repúblicas latinoamericanas tan increíbles que nos parecen aun
al margen de la historia. Cien años de soledad es este teatro gigante donde los
mitos engendran a los hombres, que a su turno engendran los mitos, como en
Homero, Cervantes o Rabelais”(4).
En Cien años el tiempo “es
circular o medio concéntrico: en torno a los Buendía y a Macondo se desenvuelve
una suerte de nigromántico cosmorama en movimiento, que impide a los muertos
serlo enteramente y los hace girar imprudentemente en el mundo de los vivos,
que da a estos el terrible don de la profecía donde todo es contemporáneo a sí
mismo en el flujo narrativo cronohistórico y legendario, memorioso y
confesional, de la presunta intención”.
Analogías
Stefano Brugnolo y Laura
Luche, en un extenso ensayo titulado ‘Los muertos que no mueren en Pedro Páramo
y en Cien años de soledad’, explican lo que podría configurar la influencia de
Pedro Páramo en Cien años de soledad (1967).
En las dos novelas, los
autores ven la transfiguración de la sombra del padre de Hamlet, asesinado por
Claudio para apoderarse del trono y que clama venganza.
Afirman que son dos novelas
pobladas de muertos-vivos y de vivos-muertos, en las que los personajes viven
en un purgatorio donde expían sus penas, por el fracaso de sus proyectos de
vida, y sobre todo por haber perdido sus tierras a manos de los latifundistas,
luego de la revolución agraria de los años cincuenta, en Pedro Páramo, y como
consecuencia de los estragos que causó la explotación capitalista de las
bananeras, en Cien años de soledad, que forzó el éxodo campesino hacia la ciudad.
La suerte de Comala y de
Macondo, sociedades tradicionales, estaba echada por la irrupción del progreso,
de la modernidad. Juan Preciado llega a Comala, un pueblo de muertos-vivos,
donde se encuentra con almas en pena que le piden que abogue por ellas, donde
se queda, y donde va a morir “ahogado por los murmullos de los muertos”.
La soledad de los personajes
de Comala, sobre todo cuando ha sido abandonada y arrasada, es una constante en
la novela. El tiempo es circular, es decir que se detiene, se repite, y se
vuelve imperecedero.
El machismo mexicano está
representado por Pedro Páramo, un terrateniente que somete, explota a los
trabajadores, viola las mujeres y procrea desmesuradamente, en lo que sigue el
ejemplo del conquistador.
“El pathos que la novela
comunica tiene que ver con estas imágenes, y símbolos religiosos: el pecado, el
perdón, la salvación, el Infierno, el Paraíso, el Purgatorio rulfiano”.
En Cien años de soledad
también hay sombras y fantasmas. José Arcadio Buendía ha asesinado a un amigo,
que puso en duda su honor y huye con su mujer para escapar del fantasma del
muerto, y fundar Macondo.
Prudencio Aguilar y
Melquíades son los primeros, y en cierto modo, José Arcadio Buendía, el
patriarca de la estirpe de los Buendía, que ha llegado a la vejez y sufre “una
lúcida locura”, a la sombra de un castaño.
El coronel liberal Aureliano
Buendía, luego de haber perdido 32 guerras civiles con los conservadores, se
encierra en su laboratorio de orfebrería a fabricar pescaditos de oro, y se convierte
en otra sombra.
José Arcadio Segundo, el
bisnieto, se retira a su habitación “sumergido en un mundo de tinieblas”. Otros
“Buendías pagan penas a la espera de la muerte”, como una forma de expiación.
Cuando la lluvia “anuncia el principio del fin, los habitantes de Macondo
aparecen como fantasmas vivos”.
La soledad acompaña a los
Buendía en su peregrinar, en su penar, “empuja a los muertos a regresar a la
vida”. “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda
oportunidad sobre la tierra”.
La lluvia aparece en las dos
novelas, en Macondo en forma de diluvio y en Pedro Páramo, como elemento
perturbador. El patriarca de los Buendía, como Pedro Páramo, engendra un gran
número de hijos a quienes no conoce o conoce a medias.
El purgatorio de García Márquez, como el de Rulfo,
“está privado de esperanza”.
Aureliano Babilonia y Macondo
son barridos por “un huracán bíblico” por un viento “lleno de voces del pasado,
de suspiros de desengaño”, que recuerda los murmullos y suspiros que matan a
Juan Preciado.
Tahar ben Jelloun, cuando se
le preguntó qué libro le gustaría llevar para leer en una isla desierta,
respondió:
“Tengo una certeza. (Comala)
Es la tierra destruida que escribe en nosotros, es el pueblo desposeído, que se
expresa en nuestras ficciones. Sus ecos, sus personajes favoritos, las risas ya
viejas, las voces gastadas, el calor infernal, los muertos que vuelven a buscar
su cobija, el hijo de Pedro Páramo que se le cruza en el camino y con quien se
sienta a la sombra para contarle historias, las suyas eran llenas de fantasmas,
de cadáveres ambulantes, de gente esculpida por el fuego y de frutos
desconocidos, se convirtieron en su propio pueblo. Las mías querían ser un eco
de esta fantasía de color y demencia”.
Coloca a Comala en una isla
detrás del Árbol de las palabras.
* ÉDGAR BASTIDAS URRESTY
Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia.
Exrector de la Universidad de Nariño.
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