26 de octubre de 2016

MEMORABILIA GGM 857



LA REPUBLICA
Lima – Perú
18 de octubre de 2016

Rubén Blades sobre nobel de Bob Dylan:
 “Gabo lo aprobaría pero debió compartirse
con otro cantante”
El salsero tocará este sábado por última vez en Lima

Rubén Blades – Foto Archivo

Rubén Blades envió un extenso mensaje a través de su cuenta de Facebook para hablar sobre el premio Nobel de Literatura que recibió el cantante Bob Dylan. El cantante panameño argumentó que el premio está bien otorgado y sería aprobado por el célebre Gabriel García Marquez (Gabo), pero debió ser compartido con Chico Buarque, de Brasil.

A través de su cuenta de Facebook, Rubén Blades hizo un extenso análisis del premio Nóbel de Literatura que recibió Bob Dylan este jueves por la mañana. El cantante panameño comenzó su argumento afirmando: “¿Puede la letra de la música popular ser considerada como literatura? El premio de literatura otorgado a Bob Dylan ha provocado todo tipo de reacciones”.

Rubén Blades usó una historia para darle validez a su punto de vista: “Hace décadas conversábamos sobre ese tema Gabriel García Márquez, colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, y este servidor, Rubén Blades, panameño y músico. El estaba completamente de acuerdo con que la música popular era capaz de producir letras y argumentos de alto contenido y nivel literario”.

Blades contó que Gabo se lamentaba de no haber sido él quien escribiera la conocida canción ‘Pedro Navaja’ y dijo que él se hizo un trato con García Márquez para escribir un cuento corto y luego adaptar el cuento en una canción: "Gente despertando bajo dictaduras".

Rubén Blades concluyó que Gabriel García Márquez aprobaría el Nobel de Literatura entregado a Bob Dylan, pero él agregó que hubiera sido más importante que el premio se le otorgara a Dylan y Chico Buarque de Brasil, que también ha escrito canciones llenas de mucha emotividad y contenido además de obras de dramaturgia.

“Evitemos la discusión desde perspectivas elitistas. Dylan merece el premio, por la calidad de su trabajo y por el haber continuamente sostenido esa calidad a través de experimentos y renovaciones. Solo lamento el que la perspectiva de la Academia Sueca no haya sido más amplia”, finalizó Blades.

¿PUEDE LA LETRA DE LA MUSICA POPULAR SER CONSIDERADA COMO LITERATURA?

El premio de literatura otorgado a Bob Dylan ha provocado todo tipo de reacciones. Entre ellas, las quejas de un sector que considera que la letra de la música popular solo debe servir para entretener; que debe ser un vehículo exclusivo para el escape; que es vulgar y por lo tanto no puede ser considerada como de serio nivel intelectual. Me parece que esa perspectiva es sumamente elitista y por lo tanto, sesgada.

Precisamente, hace décadas conversábamos sobre ese tema Gabriel García Márquez, colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, y este servidor, Rubén Blades, panameño y músico.

Él estaba completamente de acuerdo con que la música popular era capaz de producir letras y argumentos de alto contenido y nivel literario. Por eso fue que una vez escribió que lamentaba el no haber sido el escritor de "Pedro Navaja". Acompañando a la posible exageración esta la indiscutible realidad de su respeto y consideración al argumento y a la forma en que presente la narración del episodio.

De aquella conversación propuse varias cosas, para resolver el tema de una vez por todas:

1. Yo escribiría un cuento corto, original y lo editaría para que no excediera los 7 minutos;
2. Lo incluiría en uno de mis discos de "Salsa" pero sin anunciar que era, en efecto, un cuento corto;
3. Cantaría ese cuento corto de manera espontánea e instantánea,, sin arreglo musical previo y sin instrumentos.
4. Solo haría un solo intento en la grabación, para que fuese honesta y el resultado inmediato producto de mi sentimiento puro, (sin ensayo, ni repetición para cubrir errores).

Gabo, sonriendo y con esa chispa de niño travieso en los ojos, solo me dijo: "Dale".
Y así lo hice. Escribí un cuento de unas catorce paginas originalmente. Para el experimento, las reduje a la descripción de una parte de la trama, ocupando dos hojas solamente y surgió un cuento cortocortísimo, que titule GDBD, ("Gente despertando bajo dictaduras").

Ahora, por favor, para efecto de la discusión, les ruego leer detenidamente el cuento.

Luego de la lectura, por favor, escuchen la versión "salsa" que hice de GDBD, incluida en el Album (Buscando America, con Seis del Solar), sello Elektra.

Después de haber leído el cuento y escuchado su grabación, por favor, consulten con sus profesores de Literatura, Español, Academias de la Lengua y semejantes, y/o envíen emails al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa preguntando si GDBD califica o no como un cuento corto.

Si la respuesta es afirmativa, entonces la música popular aporta, y puede contribuir al género de la literatura universal.

Evitemos la discusión desde perspectivas elitistas. Dylan merece el premio, por la calidad de su trabajo y por el haber continuamente sostenido esa calidad a través de experimentos y renovaciones.

Solo lamento el que la perspectiva de la Academia Sueca no haya sido más amplia. Autores como Chico Buarque, del Brasil, merece igualmente esa consideración. No solo es un excelente compositor, ("Construcción") sino que además es dramaturgo y ha publicado novelas muy bien recibidas.

El argumento a favor del aporte del músico popular hubiese sido mas completo de haber sido el premio compartido con Chico y se hubiese reconocido así la contribución literaria musical proveniente de una parte importante de la América no sajona.

Rubén Blades
13 de octubre, 2016

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LA RAZON
Madrid – España
23 de octubre de 2016.

Una termita inspirada en
el Macondo de García Márquez
Es una tercera especie de termita del género Proneotermes,
descubierta cien años después de la segunda

 La nueva especie de termita Proneotermes macondianus. Phys.org

EP

Científicos han descubierto una tercera especie de termita del género Proneotermes, cien años después de la segunda, que habita en los bosques secos en Colombia. Su nombre ‘Proneotermes macondianus’ se inspira en el realismo mágico de la ciudad ficticia de «Macondo» de la novela «Cien años de soledad», obra del premio Nobel Gabriel García Márquez, informa Europa Press.

Los termitólogos Robin Casalla y Judith Korb, de la Universidad de Friburgo y Rudolf H. Scheffrahn, de la Universidad de Florida, describen la nueva especie en la revista ZooKeys a partir de singulares formas y colores, y también características genéticas.

«Macondianus» se refiere a la ciudad ficticia de «Macondo» en la novela ‘Cien años de soledad’ escrito por el Premio Nobel Gabriel García Márquez. Macondo representa un microcosmos olvidado en la historia de Colombia con eventos inimaginables. Según la historia, el mágico reino finalmente fue borrado del mapa por las tormentas gigantescas del Caribe como una forma de castigo divino a la violación de las leyes bíblicas de la genética, el incesto.

«P. macondianus puede haber sido uno de esos personajes que intervienen en la novela durante la destrucción de Macondo, que no ha sido reconocido hasta hoy», comenta el autor principal Robin Casalla.

Los soldados de esta especie tienen una característica, cabezas rectangulares alargadas, de cerca de 5 - 7 mm de largo, que varían en color desde el negro (en la punta) al naranja pardo (en la parte posterior). P. macondianus tiene un apetito voraz por la madera seca, ramas especialmente delgadas de menos de 2 cm de diámetro, y vive en pequeñas colonias de unos 20 individuos. Aunque algunas termitas de madera seca se consideran plagas en algunas zonas urbanas, P. macondianus sólo vive en la naturaleza y prefiere los bosques tropicales secos.

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EL ESPECTADOR
Bogotá – Colombia
18 de octubre de 2016

Cultura

A la venta los primeros audiolibros
de Gabriel García Márquez
La editorial Penguin Random House lanza este 19 de octubre los primeros títulos.

Por: Redacción Cultura

Ahora no sólo se podrán leer los libros de Gabriel García Márquez, también podrán ser escuchados: Penguin Random House Grupo Editorial amplía su catálogo de audiolibros y pondrá al alcance del público tres títulos del Nobel colombiano: Crónica de una muerte anunciada, El coronel no tiene quién le escriba y Doce cuentos peregrinos, los dos primeros narrados por el reconocido actor colombiano Diego Trujillo.

A estos tres títulos que podrán encontrarse a partir de octubre se sumarán otros tres que se podrán encontrar a partir del 15 de diciembre: Del amor y otros demonios, Memoria de mis putas tristes, narrada por el actor colombiano Alfonso Ortiz, y Vivir para contarla.

 Ver detalles en :

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EL ESPECTADOR
Bogotá – Colombia
16 de octubre de 2016

Cultura

Clemente Manuel Zabala:
el maestro de Gabo
Relato sobre la vida y obra de Zabala,
uno de los pioneros del periodismo moderno en Colombia.


Por: Tomás Vásquez Arrieta

 Retrato de Clemente Manuel Zabala, quien fue jefe de redacción de El Universal, en Cartagena. / Cortesía.

Clemente Manuel Zabala Contreras nace en San Jacinto, Bolívar, en 1896 y muere en Cartagena en 1965. Su nombre empieza a divulgarse a raíz de los reconocimientos que le hace García Márquez, primero en Del amor y otros demonios (1994); pero sobre todo es en Vivir para contarla (2002) en donde resalta la importancia del maestro Zabala en su vida cuando hacía sus primeras letras de reportero en el diario El Universal de Cartagena. Además, a esta exaltación han contribuido las investigaciones de los periodistas Jorge García Usta y Gustavo Tatis Guerra. Ahora cabe resaltar que desde hace cuatro años, como un homenaje a ese pionero del periodismo moderno en Colombia, el Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, que se realiza en Medellín, distingue a un editor colombiano ejemplar con un reconocimiento que lleva el nombre de Clemente Manuel Zabala y que este año se le ha otorgado al periodista y editor de El Espectador, Jorge Cardona.

Pero ¿quién es este “misterioso personaje” olvidado por tanto tiempo? Clemente Manuel Zabala trasegó por los caminos de la crítica de arte, música, literatura, cultura, educación y política (para unos, liberal de izquierda, para otros, socialista o comunista). En los años veinte del pasado siglo, sus actividades políticas y literarias estuvieron muy cerca del grupo bogotano Los Nuevos, conformado por jóvenes intelectuales, de los que algunos serían más tarde reconocidas figuras de la política, del derecho y de la cultura del país. En todo ello Zabala mantuvo siempre un bajo perfil, lo que algunos le han criticado de extrema modestia, pero que él mismo aclaró alguna vez cuando dijera que siempre estuvo del lado de las vanguardias, aunque lo bastante al margen para que no se le hubiera confundido con esos pregoneros impacientes y audaces a quienes la popularidad acaba por consagrar. García Márquez ha dicho que tal vez fue este modo de ser “lo que le había impedido tener un papel decisivo en la vida pública del país”. Y agrega: “…jamás conocí alguien de un talante tan apacible y sigiloso, con un temperamento civil como el suyo, porque siempre supo ser lo que quiso: un sabio en la penumbra”. Justo por esa parquedad fue que Héctor Rojas Herazo lo llamó “el hombre lámpara”, es decir, aquel que en una reunión de amigos, aun estando en silenció, alumbra con su sola presencia.

Aunque desempeñó cargos públicos de orden administrativo, nacional y local, el periodismo fue su gran pasión. Para consagrarse a él abandona sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Bogotá –a la que había ingresado en 1917–. Aquí dirige la Revista Jurídica (ganó un concurso de ensayo jurídico y escribió numerosas reseñas). Se vincula de lleno a El Diario Nacional, en donde empieza a perfilar su estilo en notas cortas sobre temas de política, educación, música y pintura (estudió Bellas Artes), eventos culturales y sobre diversos aspectos de la vida cotidiana de la ciudad. Pero es el tema político lo que más resalta en sus columnas, expresado en una punzante crítica a la hegemonía conservadora. Para esta época Zabala también escribe, junto a Luis Vidales y Luis Tejada, en el izquierdista diario El Sol y más tarde en el Semanario Sábado y en la revista Acción Liberal, que dirige Plinio Mendoza Neira. Aunque recién llegado a Bogotá ya se había ensayado escribiendo unas esplendidas “crónicas sencillas” cargadas de nostalgia juvenil, sobre asuntos de su terruño publicadas en Ecos de la Montaña, un semanario de El Carmen de Bolívar.

En cuanto a su estilo, uno de los aspectos que más llaman la atención desde sus primeros escritos es que –zafándose de la rigidez del periodismo de la época, marcado por una árida prosa política– combina de modo magistral elementos del reportaje, comentario, crítica, biografía, análisis y una creativa forma de titular, logrando un estilo periodístico pleno e integral. Todo con un cuidadoso uso del lenguaje, una de sus características, lo que siempre exigió a los periodistas bajo su tutela cuando se desempeñó como jefe de redacción. El producto de todo ello, podría decirse, es una fusión entre periodismo y literatura que desemboca en un periodismo creador contra el rutinario y sumiso que reinaba en el país en las primeras décadas del siglo pasado. Con todos estos elementos, el más cotidiano de los temas cobra interés para el lector, pues la creatividad y el rigor trascienden el dato objetivo y la información. En fin, las columnas de Zabala, por el tratamiento de los temas, son unos verdaderos “microensayos”.

El periodismo de Zabala no solo es un periodismo político; a la vez es un periodismo cultural o, si se quiere, un proyecto cultural. Y quizá sea en el diario La Nación de Barranquilla en donde este proyecto periodístico se configura. Cabe recordar que desde el primer momento este diario se dispuso hacer del periodismo una empresa cultural; y de hecho fue uno de los primeros diarios del país en hacer del periodismo una profesión intelectual liberándolo, en lo posible, de la limitante política partidista al convocar a intelectuales clásicos como filósofos, literatos (Ramón Vinyes, Porfirio Barba Jacob, J.A. Osorio Lizarazo, entre otros), artistas y abogados, a participar en la actividad periodística. Con este propósito crean La Nación Literaria, un suplemento que divulga temas de cultura –el primero de su género en la costa norte del país y en gran parte de Colombia–, dirigido por un hombre de pensamiento y letras como Clemente Manuel Zabala. Allí se dan a conocer los poetas franceses y españoles, entre estos últimos a Federico García Lorca.

De Barranquilla regresa a Bogotá en 1935 y al año siguiente publica una biografía del líder liberal radical Juan de Dios Uribe (El Indio Uribe). Desempeñó algunos cargos públicos, entre otros el de director nacional de Educación Secundaria, desde donde elaboró políticas públicas que buscaban la modernización de la educación. Vale recordar que en el campo educativo había participado, como secretario privado de Benjamín Herrera, en el grupo que fundó la Universidad Libre en 1923, la que defendió de los ataques conservadores. En su último año en la capital, colaboró en la creación y en el Consejo de Redacción de Jornada, el periódico de su amigo Jorge Eliécer Gaitán.

Finalmente, en la última etapa de su vida, Zabala llega a Cartagena para hacerse cargo de la jefatura de redacción del diario liberal El Universal, que empieza a circular en marzo de 1948. En esta ciudad precisamente lo encontró García Márquez cuando tocó la puerta de El Universal en busca de trabajo. “Había oído hablar de él –dice el novelista en Vivir para contarla– no como periodista sino un erudito de todas las músicas y comunista en reposo”. No tuvo que presentarse, pues ya Zabala había leído sus cuentos publicados en El Espectador. Entonces allí empezó una entrañable amistad, todo un magisterio que el mismo premio nobel ha reconocido al decir que quizá le deba más al maestro Zabala que al propio Ramón Vinyes.

Con una amplia experiencia en el campo periodístico y con un vasto y hondo saber literario, Zabala es acogido en Cartagena por sus amigos liberales y por un reducido círculo de intelectuales. Para la mayoría no pasa de ser “un viejo culto y radical” y de poco hablar, de donde se va tejiendo la idea de “la figura misteriosa” que más tarde acabaría haciendo carrera a través de algunos críticos y ciertos biógrafos de García Márquez. Pero para sus más cercanos (Rojas Herazo, Ramiro de la Espriella, Gustavo Ibarra Merlano, Jaime Angulo Bossa, Santiago Colorado) era y fue siempre “el maestro Zabala”. Y lo anterior por dos razones: por la autoridad intelectual y sabiduría que irradiaba y por la pedagogía informal y cotidiana con la que transmitía sus enseñanzas. Justo es aquí cuando aparece el lápiz rojo del que tanto se ha hablado. “La del lápiz rojo –dice Jaime Angulo Bossa– era una letra menudita que Zabala estampaba encima de la palabra a corregir. A Gabito, al principio, en las primeras notas, le corregía mucho, pero ya después ni se las leía”. Y el mismo García Márquez se ha referido en varias ocasiones al famoso lápiz. Pero de todas ellas quizá en la que más recoge un sentido reconocimiento a su maestro es en la que dice: “Todavía me pregunto cómo habría sido mi vida sin el lápiz del maestro Zabala”.


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SEMANA
Bogotá – Colombia
8 de octubre de 2016

Crónica

Santos y Gabo, unidos por el Nobel y la paz

 Juan Manuel Santos y Gabriel García Márquez. © Semana Juan Manuel Santos y Gabriel García Márquez.

Hace poco el periodista Enrique Santos Calderón recordó en la revista SEMANA que Gabriel García Márquez, en sentido figurado, dijo en una entrevista de 2005 con El País de Madrid: “Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací”.

El autor de Cien años de soledad, premio Nobel de literatura en 1982, fue pieza fundamental en los diferentes procesos de paz que se dieron en Colombia en los últimos 35 años. En el único que estuvo ausente, por su enfermedad y posterior muerte (17 de abril de 2014), fue en el proceso emprendido por el gobierno de Juan Manuel Santos.

Siempre fue un intelectual comprometido sin importar que generara polémica por su relación con la izquierda, por sus posiciones antiimperialistas y, especialmente, por su amistad con el líder cubano Fidel Castro: el periodista Plinio Apuleyo Mendoza reseña en su libro La llamay el hielo que “Gabo es amigo del caudillo, no del sistema”.

De hecho, cuando el escritor falleció, María Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático, fijó en su cuenta de twitter una foto de Gabo acompañado del comandante Castro y afirmó: “Pronto estarán juntos en el infierno”.

Tanto García Márquez, como el recién galardonado Juan Manuel Santos, despertaron encuentros y desencuentros por sus posiciones políticas y por su compromiso con la paz.

 © Proporcionado por Semana

Ambos con vidas muy distintas. Aunque, además del Nobel, los une el periodismo. Gabo nació en Aracataca, Magdalena, en el seno de una familia de pueblo, mientras que Santos hace parte de una de las dinastías bogotanas más influyentes en el periodismo y la política nacional. Cuando el actual presidente nació (10 de agosto de 1951), el escritor tenía 24 años y entonces era un joven periodista que escribía reportajes en el diario El Universal, de Cartagena. Ya había estudiado bachillerato en Zipaquirá y había iniciado estudios de derecho en Bogotá, pero las manifestaciones descontroladas del 9 de abril de 1948 lo hicieron salir de la ciudad a buscar su futuro a través de las letras.

Mientras el presidente estudiaba en el colegio San Carlos y se enlistaba como cadete en la Armada Nacional, el novelista vivía un meteórico ascenso en su carrera como periodista y escritor. Había dejado huella en El Espectador y La Hojarasca, su primer libro, había recibido críticas mixtas. Uno de sus reportajes más reconocidos –La historia de un náufrago del A.R.C. Caldas– lo había obligado a salir del país, por presiones del gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla. Se fue a Europa, donde conoció a varios colegas y se dedicó a escribir.

Cien años de soledad, su obra cumbre, salió al mercado en 1967 y le cambió la vida para siempre. Cuando el libro, editado por la Editorial Suramericana de Buenos Aires, se vendía como pan caliente, Santos ya estaba estudiando economía y administración de empresas en la Universidad de Kansas en Estados Unidos. La carrera del escritor, que por ese entonces rondaba los 40 años, despegó definitivamente casi al mismo tiempo que comenzaba la del joven bogotano, que apenas llegaba a los 20.

El ahora presidente consiguió su primer trabajo en 1975 (a los 24 años) como el representante de la Federación Nacional de Cafeteros ante la Organización Internacional del Café en Londres. Allí duro nueve años. Un tiempo que para Gabo fue muy movido. Había publicado dos libros exitosos (El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada) y su obra era leída en todos los países del mundo. Además, había empezado a hacer contactos por la paz con los líderes del M-19, especialmente Jaime Bateman Cayón, pero el intento se frustró por la desaparición del guerrillero en una avioneta que iba a Panamá. Esa cercanía con la insurgencia y su amistad con Fidel Castro le pasaron factura y tuvo que salir nuevamente exiliado del país, en 1981, porque Julio Cesar Turbay había pedido investigarlo en medio del ‘Estatuto de Seguridad’.

Pero un año después la academia sueca le otorgó el premio Nobel de literatura por la calidad y particularidad de su obra. Fue un momento cumbre. Todas las miradas del mundo apuntaron en su dirección y en la de Colombia. Y con el aura de grandeza que le otorgó el galardón, el Nobel de literatura siguió dedicado a organizar encuentros por la paz de Colombia.

Desde entonces, sin dejar de lado la literatura -en 1985 publicó El amor en los tiempos del cólera, una de sus grandes obras -, se convirtió en facilitador y garante de varios acuerdos de paz con distintos grupos armados.

Mientras Santos hacia carrera como subdirector de El Tiempo, el diario de su familia, Gabo ayudaba en procesos de paz con las FARC, el ELN y el M-19. Lo hizo sin protagonismo y aprovechando que casi todos los poderosos de Colombia y de América Latina lo escuchaban.

Según El Espectador, el 2 de diciembre de 1989 le llegó una carta de Carlos Pizarro confirmando las intenciones de paz de ese grupo guerrillero. El escritor se movió y consiguió el apoyo internacional de Felipe González, Carlos Andrés Pérez, Francois Mitterrand y Fidel Castro. Por eso se le señala como pieza clave en el acuerdo entre el presidente Virgilio Barco (1986-1990) y el M-19 que llevó a la desmovilización de ese grupo y a su participación en la política y en la Constitución de 1991, liderado con Antonio Navarro Wolff. Santos, entre tanto, cubría como periodista los debates que originaron la nueva Carta Magna.

Poco después, el ahora Nobel de paz da el gran salto a la vida pública al ser nombrado ministro de Comercio Exterior hasta 1994. Gabo, por entonces, investigaba y escribía sobre un tema álgido para el país: Noticia de un secuestro, el valiente libro que recoge los testimonios de varios secuestrados de Pablo Escobar.

Pero como constructor de paz no todo fue alegría para García Márquez. La intención de diálogo con el ELN en el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) no llegó a buen término. Y también medió, sin éxito, en el fallido proceso de El Caguán del que se dice que ayudó a redactar el discurso del presidente Pastrana en la instalación de esas negociaciones, en el famoso episodio de la silla vacía (7 de enero 1999).

El actual Nobel de paz, un año después, era ministro de Hacienda, una cartera desde la que tomó medidas para aliviar la crisis económica del país.

Cuando se creía que el escritor ya no se lo mediría más a los temas de paz, decidió -pese a su desencanto por el curso que había tomado la guerrilla- servir como mediador entre el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) y el ELN en Cuba. Pero este fue otro acercamiento que se quedó a mitad de camino.

Santos, ya para entonces, era ministro de Defensa y bajo su mando se le dieron golpes trascendentales a las FARC, como el bombardeo al campamento de Raúl Reyes y la Operación Jaque, que liberó a Ingrid Betancourt, tres norteamericanos y 11 miembros de la fuerza pública.

Dos años después de este cinematográfico rescate, Santos es elegido Presidente de la República y no para de golpear a la guerrilla: caen el ‘Mono Jojoy’ y Alfonso Cano, piezas cruciales en el andamiaje del grupo guerrillero.

A esta altura, García Márquez, después de superar un cáncer linfático diagnosticado en 1999, sufre de demencia senil. Aun así se especula que el presidente Juan Manuel Santos le consultó sobre la decisión de comenzar diálogos abiertos con el Secretariado de las FARC en 2012.

El nobel de literatura muere dos años después, justo cuando Santos se bate en una campaña polarizada con Oscar Iván Zuluaga para obtener su reelección. A la distancia, en La Habana, los negociadores se ponían de acuerdo sobre el tema de las drogas ilícitas, el tercer punto de los seis que se debatieron en el acuerdo durante cuatro años.

En ese tiempo, el presidente gastó todo su capital político, se peleó con antiguos aliados y no desfalleció, aunque su popularidad cayó a cifras muy bajas. El acuerdo entre el gobierno y las FARC lo firmaron finalmente el pasado 26 de septiembre en Cartagena, pero actualmente se encuentra en el limbo por el triunfo del No en el plebiscito.

Pero en Noruega reconocieron el esfuerzo. El premio Nobel de paz para Juan Manuel Santos es un espaldarazo para sacar adelante el acuerdo. Una labor en la que Gabo estaría encantado de ayudar, pues el propio presidente admitió el día de la firma que el escritor “fue artífice en la sombra de muchos intentos y procesos de paz, y no alcanzó a estar acá para vivir este momento, en su Cartagena querida, donde reposan sus cenizas”.












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