OJO PÚBLICO
Lima
–Perú
24 de
enero de 2016
Entrevista
de actualidad
Martin: el difícil arte de
escribir la vida de otro
Un encuentro con el biógrafo de Gabriel García Márquez,
que ahora apunta a desentrañar los secretos de Mario Vargas Llosa.
Por
Alonso Rabí
Un biógrafo dedica parte de su vida a tratar
de contar toda o casi toda la vida de otro. Es en esa paradoja aparente que el
biógrafo da forma y sentido a su trabajo. Un trabajo que, hay que decirlo,
exige rigores de hormiga, humores de ratón de biblioteca y paciencia de santo.
Y es que definitivamente no debe ser fácil dar cuenta de una vida ajena, como
si ya la autobiografía no tuviera suficientes problemas con los que lidiar.
Gerald Martin. Foto Ojo Publico
Sobre este y otros asuntos trata este diálogo
con Gerald Martin (Londres, 1944), uno de los latinoamericanistas más
destacados de la actualidad, profesor en varias universidades –entre ellas
Pittsburgh– y autor de varios estudios dedicados a la ficción latinoamericana.
Su celebrada biografía de Gabriel García Márquez fue publicada en su Londres
natal en el 2008 (Gabriel García Márquez: A Life), pero tuvo rápida y amplia
propagada en nuestra lengua. No contento con esto, Martin está trabajando ahora
en una nueva versión de Una vida que, según se sabe, tendrá tres tomos y más de
dos mil quinientas páginas. Pero lo más inquietante es que está por publicar la
biografía del también escritor y premio Nobel Mario Vargas Llosa.
Martin va a historiar, de esta manera, dos
vidas que tienen tanto de antagónico como de comparable. En este momento muchos
lectores recordarán la sólida y entrañable amistad que unió a ambos escritores
en los años dorados del boom latinoamericano. También que se trata de dos
escritores que antepusieron de modo radical su vocación por la escritura a
cualquier otro asunto y que en esa determinación esclavizante pero gozosa
tejieron páginas notables para nuestra tradición. Del mismo modo, no debe olvidarse que la
enemistad se interpuso entre ambos y que de sus causas nos quedaron, sobre
todo, el recuerdo de un soberano puñetazo, un terco misterio, la foto de García
Márquez con un ojo morado y finalmente dos trayectorias vitales que fueron distanciándose
ideológica e inexorablemente.
Vargas Llosa sobrevivió al episodio y al
asedio de los curiosos; García Márquez debe estar contemplando la escena quizá
al lado de Remedios la Bella. Dicho esto, aquí la conversación.
Quisiera comenzar pidiéndole una reflexión
sobre esta afirmación en la que estuve pensando mientras preparaba mis
preguntas: Si bien es cierto que una biografía es una manera de aclarar una
existencia, de limpiarla de mitos y depurar malentendidos, ¿no es también una
forma de alentar o crear una nueva mitología sobre la persona?
–Mi experiencia en la vida y en la literatura
me dice que las mitologías están siempre pululando, están siempre al acecho,
que no hay una manera muy efectiva de evitarlas. Por otra parte, narrar supone,
de alguna manera, crear mitologías. Para llegar de un párrafo a otro en mi
biografía de Gabriel García Márquez he tenido que inventar entre comillas,
implícita o explícitamente, algunas conexiones. A veces hay cosas que ni el
mismo biografiado sabe con precisión o recuerda con claridad, y entonces hay
que inventar, matizando el uso de esta palabra, hay que dar por supuestos
pequeños detalles que sin bien es cierto son imposibles de demostrar
fácticamente, ayudan a completar los vacíos del relato. Esta es quizá la
principal dificultad que tiene que enfrentar un biógrafo y sospecho que algo
similar puede ocurrir con los historiadores que tienen que vérselas con temas o
asuntos que no cuentan con pruebas documentales suficientes.
¿Serían
entonces unas licencias creativas que se toma cada biógrafo sin perjudicar
digamos el fondo de su relato?
–Exactamente. Yo las vería de ese modo. Si no,
no se puede completar una biografía.
¿Qué
tipo de resortes o motivaciones de pusieron en acción para que usted decidiera
emprender la escritura de una biografía de García Márquez, teniendo en cuenta
que ya tenía algunos competidores, como Dasso Saldívar, entre otros? ¿O fue
quizá la materialización de una profunda admiración por García Márquez?
–En ese último punto mi respuesta lo va a
decepcionar. Lo siento mucho, pero esa no fue originalmente mi idea. Yo,
durante toda mi vida, he querido escribir la biografía de Mario Vargas Llosa,
pero por muchas razones y azares llegó primero la oportunidad de escribir ésta
de García Márquez. Todo comenzó cuando publiqué un libro que era una suerte de
introducción a la ficción latinoamericana contemporánea. Mi editor en Londres
quedó impresionado porque el lenguaje de ese libro era bastante amigable y él
pensó que llegar al gran público era una enorme virtud en un académico. Fue él
quien me propuso comenzar la aventura de escribir una biografía de Gabo. Yo, se
lo juro, suelo ser una persona bastante modesta y nunca se me habría ocurrido.
Cuando recibo el encargo, ciertamente, ya García Márquez era Nobel, un clásico
en vida…
Una
celebridad completa…
–Absolutamente, sí. Ahora bien, uno podría
preguntarse por qué acepté el encargo. Bueno, la gran razón puede ser circular,
pero dice mucho: García Márquez es García Márquez (risas). Pero a eso debo
añadir que una de las cosas que más me gusta hacer en esta vida es viajar por
América Latina y por supuesto este encargo presentaba la oportunidad de
realizar varios viajes a distintos lugares, así que eso era muy tentador. Otro
atractivo era llegar a conocer a buena parte de las personas más importantes
del entorno del escritor. Y por último, porque me pareció en ese momento, y me
lo sigue pareciendo ahora, que Cien años
de soledad es la gran novela de América Latina.
¿Y cuál
fue su intención, su objetivo central, al comenzar este trabajo?
–Lo que me ha fascinado siempre, sin ser
pretencioso, es eso que dijo Marcel Schwob sobre Flaubert: que era un gran
escritor, que era un escritor burgués y sin embargo lograba escapar de esa
clasificación porque llegaba a representar el espíritu de todo un pueblo, de
toda una nación. Eso ocurre con García Márquez también. Y a mí me resulta
fascinante la relación entre un escritor y su pueblo, ese vínculo tan sólido y
a veces tan inexplicablemente armonioso o lleno de tensiones que existe entre
una obra y una colectividad. Los otros escritores latinoamericanos que me han
interesado mucho, que son Miguel Ángel Asturias y Mario Vargas Llosa, presentan
también esa relación. Si algo he pretendido, entonces, ha sido ofrecer al
lector la naturaleza de esos vínculos, hacerlos visibles, porque creo que
ayudan mucho a entender la obra.
En los
casos que usted ha mencionado, efectivamente, existe ese vínculo. Asturias con
su recreación del pasado maya y su trazo del presente guatemalteco; Vargas
Llosa con toda la carga política que suponen algunas de sus novelas…
–Sí, y en el caso de Gabo no estoy seguro de
haber logrado la demostración de esos vínculos de forma clara y total. De un
lado está el nexo entre Gabo y Colombia, algo basado en profundas creencias y
convicciones culturales, así como en una vitalidad exuberante. De otro está
también la relación entre Gabo y América Latina, que viene a ser la patria
grande, así que el asunto se va complejizando cada vez más. Yo he llegado a
escribir alrededor de tres mil páginas pero mis editores británicos no se
entusiasmaron tanto, de modo que el texto que circula ahora es un poco la
versión condensada de la investigación original. No es que no quiera defender
esa versión, pero siento que no responde al propósito original que me había
planteado al inicio.
¿Encontró
en el camino de construir la vida de Gabo, datos inesperados, cosas que lo
sorprendieran sobremanera, que nunca hubiera esperado?
–Muchísimas. Yo comencé a escribir el libro y
tenía todavía una visión muy contradictoria de García Márquez…
Perdone
la interrupción, ¿en qué sentido contradictoria?
–Lo admiraba mucho como escritor, eso es
verdad, pero me daba la impresión de que era una persona como todo el mundo me
había estado diciendo: vanidoso, difícil, arisco, algo intratable, arrogante.
¿Y era
de ese modo?
–Todo lo contrario. Ni una sola vez, se lo
aseguro. Seguro que hay Gabos diferentes con personas diferentes, pero en mi
caso no encontré la más mínima dificultad, ni un solo segundo de dificultad,
excepto cuando le dije que no me gustaba tanto El otoño del patriarca (risas),
fue el único episodio incómodo que tuvimos (risas). Puedo decir entonces que el
García Márquez que yo conocí no era el García Márquez de su leyenda. Era una
persona muy sencilla.
En los
últimos tiempos he tenido la suerte de conversar con algunos escritores
colombianos de dos o tres generaciones posteriores a García Márquez y todos
parecían estar de acuerdo en ver, pensar y sentir a Gabo como un clásico. ¿No
es demasiado temprano para eso? ¿Qué piensa?
–Bueno, hay que ver las cosas con calma. Uno
podría no estar de acuerdo con esa etiqueta si a uno el escritor le sigue
pareciendo contemporáneo o relevante.
Claro,
pero imagino que hay una diferencia entre ser un clásico como Homero o Dickens
y otra en serlo con una obra que aún mantiene muchos nexos con la vida
contemporánea del país y el continente.
–Sí, claro. Pero los jóvenes son jóvenes, ¿no?
(risas). La verdad es que mi propio editor me dijo que pensaba que era
necesario publicar pronto mi libro porque García Márquez ya se estaba
convirtiendo en un clásico (risas). Y eso parecía ser malo porque los clásicos
no necesariamente venden mucho, más venden los contemporáneos. Entonces parece
que esta idea no es propiedad exclusiva de los escritores colombianos más
jóvenes. Y ciertamente la obra de García Márquez mantiene vivos esos nexos con
su país. Si uno va a la costa colombiana es fácilmente constatable que ciertos
modos de vida, costumbres y creencias están perfectamente vigentes. Quizá
reconocer a García Márquez como clásico sirva para identificar ahora a una
nueva narrativa que ha logrado distanciarse de él y recorrer caminos formales y
de estilo que son completamente distintos. En ese sentido, creo que están
haciendo con Gabo lo mismo que él hizo con sus antecesores: convertirlos en
clásicos.
Un
aspecto que debe haber sido difícil en esta biografía es el de la amistad entre
Gabo y Fidel Castro. Más allá de cualquier condena ideológica, usted ha tratado
de encontrar una explicación a esta amistad, algo que se ha cuestionado de
muchas maneras, pero nadie, y en eso usted es quizá una enorme excepción, ha
visto en esa relación una compenetración profunda entre dos personas.
–Hay dos temas que parecen interesar mucho
cuando se habla de mi biografía: uno es el puñetazo de Vargas Llosa, un secreto
inexpugnable, y el otro es Fidel Castro. Creo que a nivel personal estas dos
fueron las relaciones más gravitantes de García Márquez. Yo fui muy consciente
de que ese tema era difícil, complejo. Pero al mismo tiempo sabía que era un
asunto que podía dominar la recepción de mi libro, como de hecho ocurrió en
algunos casos. Ahora vivimos en un mundo en el que la palabra comunismo es casi
impronunciable, es una palabra tabú. Cuando yo era joven y estudiaba literatura
latinoamericana, tenías a Neruda, a Vallejo, a Guillén, a Asturias, grandísimos
escritores latinoamericanos que a su modo fueron comunistas. García Márquez
nace a la literatura después de la Segunda Guerra Mundial, nace con la Guerra
Fría, su visión del mundo es la de un mundo políticamente corrupto. También hay
que considerar que, para García Márquez, Fidel Castro era dos cosas más que un
símbolo político: era un ícono de la liberación latinoamericana y era, desde el
comienzo, un mito. Gabo de alguna manera con su intuición vio desde muy
temprano que Castro iba a ser alguien muy importante. Empezó a estudiarlo de
lejos y casi a fines de los 50 intuyó eso. Fidel representaba un deseo para
Gabo, un deseo de cambio y transformación. En mi opinión –y esto no les gusta a
muchos–, Castro es el político latinoamericano más importante después de Simón
Bolívar.
Cuestiones
ideológicas al margen…
–Claro, hablo de la trascendencia, de la
importancia, de la influencia que representó en su tiempo. Luego podemos
discutir o condenar, pero no podemos negar lo otro. García Márquez tiene la
intuición de su propia importancia como escritor y tiene la oportunidad de
trabar amistad con este monstruo político. No me parece que eso sea tan
sorprendente, pero no hay que negar, como muchos hacen ahora, que García
Márquez y Castro durante muchos años compartieron la misma visión del mundo. No
solamente eran amigos porque eran caribeños y más o menos socialistas en un
comienzo, sino también porque deseaban el mismo destino para sus propios países
y el continente. Ahora, desde los años 80, García Márquez, que vivía en dos
mundos, América y Europa, veía que el mundo estaba cambiando.
Ahí es
donde pesa más la idea de la amistad...
–En cierta forma sí, pero no solamente eso.
Hay una lealtad no solamente a Castro sino también a la posibilidad de que la
revolución triunfara. Yo creo que Gabo, en su fuero más íntimo, seguía deseando
que las cosas fueran diferentes y que las cosas no cambiaran para ver un
triunfo socialista. Lamentablemente eso no se produjo y Gabo vio con claridad
lo que acaso Fidel se negó a ver.
Hace
poco en una entrevista usted dijo: “Conozco a García Márquez más que a mí
mismo”. ¿El proyecto completo de la biografía de Gabo se va a publicar
finalmente?
–Tengo fe en que sí. Creo que con un año más
de trabajo todo estará listo. Hay dos o tres editoriales universitarias que
están muy interesadas, pero eso se verá en su momento.
¿Qué
destino tendrán los materiales que empleó en su escritura, es decir, los
documentos, toda la materia prima del proyecto?
–Estuve hace poco en la Universidad de Texas,
en Austin. Allí se ha inaugurado el archivo García Márquez. Quizá ese pueda ser
un buen destino, no estoy seguro ni tengo certezas ahora. Lo que sí sé es que
algún día esas cajas con papeles sobre Gabo no estarán más en mi garaje
(risas).
Y luego
vendrá la biografía de Mario Vargas Llosa. Me dijo hace un momento que ese
proyecto antecedió al de García Márquez.
–Sí, efectivamente. Cuando vine al Perú por
primera vez en 1981 hice una especie de viaje fetichista por todos los lugares
que hasta ese momento constituían la geografía novelesca de Vargas Llosa,
martirizando a mi pobre esposa y mis pobres hijas: Lima, Piura, la selva, en fin.
Pero por diversas razones el proyecto no siguió, hasta que en 2010 Vargas Llosa
gana el Nobel y entonces pienso que tiene sentido que, luego de escribir la
biografía de Gabo, escriba por fin la de Vargas Llosa.
¿Qué
debe esperar el lector de esa biografía?
–Sorpresas, muchas sorpresas. Estoy muy
contento con el proyecto.
¿La idea
de la persona es la misma al comienzo que al término de un proyecto biográfico?
–Al menos con García Márquez, no. En el caso
de Vargas Llosa no sé. No soy amigo íntimo suyo, pero creo que lo conozco hace
cincuenta años de alguna manera. Lo fascinante de escribir una biografía es que
termina pareciéndose a una novela. Cuando uno escribe la versión final, aunque
el personaje es alguien cuya existencia es real, este sufre cambios porque uno
como biógrafo medita y piensa más.
¿Cuál es
para usted la mayor semejanza y la mayor diferencia entre Vargas Llosa y García
Márquez?
–La mayor semejanza es que son los dos
novelistas latinoamericanos más importantes de los últimos cincuenta años. Eso
tienen en común, una grandeza literaria. La diferencia, a riesgo de usar un
término algo anacrónico, es que Vargas Llosa es un escritor esencialmente
realista mientras que García Márquez simboliza de algún modo el realismo mágico
latinoamericano. Políticamente hablando, hubo un tiempo en que ambos tuvieron
mucho en común. Sin embargo, mientras Vargas Llosa hizo el difícil camino desde
la izquierda hacia la derecha, García Márquez se mantuvo más o menos fiel a sus
ideas.
Son
vidas paralelas. Usted va a ser una suerte de Plutarco moderno.
–Bueno, conste que lo dice usted, no yo. Lo
que sí puedo decir es que, mirando las trayectorias de ambos, la tentación de
la comparación y el contraste es inevitable.
Hay otro
tránsito entre ambos, que va de una amistad sólida a una enemistad radical.
–No sé si radical. Hubo una ruptura muy seria,
pero no sé si en Gabo esta ruptura tuvo la misma intensidad. En todo el tiempo
que traté a García Márquez recuerdo que solo se refirió con dureza a Vargas
Llosa en una única oportunidad. Y por ahí alguna que otra ironía, sobre todo
cuando Vargas Llosa intentó la presidencia del Perú. Creo que nunca lo hizo con
mala intención. Al menos eso creo.
Se habla
poco de la biografía como género. Tampoco existe un corpus teórico muy
significativo sobre el género, pero imagino que usted debe ser un lector de
biografías. ¿Quiénes son sus biógrafos favoritos? El mío sería Zweig.
–Zweig, sí, por supuesto. Obviamente siendo
inglés me sigue encantando la biografía de Samuel Johnson que escribió James
Boswell (The Life of Samuel Johnson).
Y ya que tengo también mi parte de irlandés y admirador de Joyce, la biografía
de James Joyce escrita por Richard Ellmann sigue siendo para mí un libro de
cabecera. Dos libros magníficos. Y para volver a lo que dijo usted al comienzo,
solo si uno es biógrafo sabe lo difícil que es escribir la vida de otro.
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LA MAÑANA
Córdoba
– Argentina
27 de
enero de 2016
Noticia
Homenajean la faceta
periodística de García Márquez
El acto fue realizado hoy en Aracataca, localidad natal
del Nobel colombiano.
La faceta periodística de Gabriel García
Márquez fue homenajeada hoy en Aracataca, localidad natal del Nobel colombiano,
por parte del Ministerio de Cultura de Colombia, en el marco del encuentro
literario Hay Festival.
Durante el homenaje, la periodista Margarita
Vidal, el cronista Alberto Salcedo Ramos, la escritora Piedad Bonnett y el
director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo
Iberoamericano (FNPI), Jaime Abello Banfi, participaron en un encuentro en el
que evocaron esa faceta del escritor colombiano, informó la agencia de noticias
EFE.
Los participantes destacaron la innata
curiosidad y el infalible olfato para detectar las mejores historias y los
personajes más sorprendentes que tenía García Márquez.
"Un análisis comprometido con el
periodismo lo llevó a pensar en crear su fundación. En 1994 vimos a un Gabo
regresando al periodismo, pensando en los temas de la educación; un Gabo con
experiencia en impartir talleres de creación de historias y que decide abordar
el tema de "Noticia de un secuestro", para hablar de la libertad de
expresión", señaló Abello Banfi.
Por su parte, Bonnett afirmó que García
Márquez encontró en el periodismo "una salida extraordinaria que le
permitió escribir sobre lo que le gusta mientras que paralelamente salen otras
cosas maravillosas como las que vimos en su obra".
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EL UNIVERSAL
Cartagena
– Colombia
27 de
Enero de 2016
Coloquio para homenajear
la vida de Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez, escritor colombiano
y premio Nobel de Literatura. // AP Eduardo Verdugo
y premio Nobel de Literatura. // AP Eduardo Verdugo
Este jueves 28 de enero a partir de las 9 a.m,
los escritores Piedad Bonett y Ramón Ilán Bacca conversarán con los periodistas
David Lara y Germán Rey, sobre la vida y obra de Gabriel García Márquez.
La conversación, que será moderada por Jaime
Abello Banfi, director general de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
(FNPI), hace parte de la programación de
la Primera Feria Internacional del libro de Cartagena y las Culturas
Caribe, organizada por la Universidad de Cartagena, del 27 al 30 de enero.
La Feria tendrá lugar en la Biblioteca
"José Fernández de Madrid" del Claustro San Agustín, Sede Centro de
la Universidad de Cartagena, y su programación estará dividida en dos franjas:
Niños, Jóvenes, Maestros y Padres de Familia, durante las mañanas. Durante la
tarde se presentará la franja para escritores, estudiantes universitarios, docentes
y académicos denominada Gabriel García Márquez/ Leer el Mar, Escribir el
Caribe.
La entrada al coloquio en el Salón Pierre
Daguet de la Universidad de Bellas Artes será gratuita para todos los
interesados y participantes de la Feria.
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EL TIEMPO
Bogotá –
Colombia
28 de
enero de 2016
Hay Festival rindió homenaje
al Gabo periodista en Aracataca
Piedad Bonnett, Alberto Salcedo y Jaime Abello,
conversaron con Margarita Vidal sobre el Nobel.
Por: Paola Benjumea Brito |
Como abrebocas del Hay Festival de Cartagena
ayer se realizó en Aracataca, Magdalena, el conversatorio ‘Regreso a Macondo:
la curiosidad y el olfato periodístico de Gabo’, en homenaje a la memoria del
Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien el próximo 17 de abril cumple
dos años de fallecido.
La escritora Piedad Bonnett, el cronista
Alberto Salcedo Ramos y el director de la Fundación para el Nuevo Periodismo
Iberoamericano Gabriel García Márquez, Jaime Abello Banfi, conversaron con la
periodista Margarita Vidal, en el auditorio Ramón Vinyez de la Casa Museo
Gabriel García Márquez, sobre la faceta de Gabo como periodista, su dualidad
entre el periodismo y la literatura, la visión política del escritor y las
relaciones con sus amigos.
Jaime Abello aseguró que García Márquez hizo
una carrera completa en el periodismo sobre todo en la primera etapa como
aprendiz en El Universal, de Cartagena, hasta cuando termina como corresponsal
de Prensa Latina, en Nueva York. “El periodismo realmente es la otra manera de
García Márquez de participar en la vida pública, de ejercer ciudadanía, de
hacer política (…) El gran tema del periodismo de García Márquez fue Colombia”,
expresó Abello.
Bonnett habló sobre la pasión de Gabo por la
poesía desde su época de estudiante en Zipaquirá y dijo que es uno de los
grandes poetas que tiene el país,“un poeta en prosa”.
Comentó que Gabo lo que quería ser era
escritor y tuvo el pretexto de abandonar la academia, donde empezó a estudiar
derecho, para dedicarse al periodismo. “Él encuentra el periodismo como una
salida extraordinaria que le permite escribir, que es lo que le gusta, mientras
que se prepara para que esas otras cosas vayan saliendo”, dijo la escritora.
Aseguró que es un gran misterio que Gabo no
haya escrito buenos versos porque su prosa es tremendamente musical y en
algunos momentos de Cien años de soledad se leen endecasílabos. “Él era un
hombre que adoraba la poesía, adoraba las palabras, la música de las palabras,
pero tenía tantas cosas que contar y supo que la poesía ya estaba en el
universo de su prosa”, dijo Bonnett.
Salcedo aseguró que Gabo tenía una gran
intuición literaria y una curiosidad genuina por lo que estaba más allá de sus
narices, por lo que supo moverse entre el periodismo y la literatura.
“Era un animal literario como pocos, que sabía
esconder el oficio. Era un hombre con un gran oído para la musicalidad de las
palabras, pero se habla menos del gran esfuerzo con el que él construyó a ese
enorme narrador que era porque era un tipo que lo había leído todo”, expresó.
Y agregó que no compartía la opinión de
Bonnett sobre que Gabo era un antiacadémico. “Era académico porque le gustaba
enseñar, sino no hubiera creado la FNPI, pero no era el académico acartonado,
sino que enseñaba a través del ejercicio, de la obra misma”, indicó.
Abello, quien fue amigo personal de Gabo, dijo
que el escritor tenía muy clara la diferencia entre la creación literaria y el
trabajo periodístico, por eso lo engañoso del concepto de realismo mágico, que
es un lugar común, porque sugiere que todo es una mezcla.
“García Márquez desde niño sabía que quería
contar historias y ser escritor. Y buscando los caminos de escritor tiene la
fortuna, a partir de la curiosidad, de encontrarse con el periodismo como una
forma de calentar el brazo y ganarse la vida y se entrega completamente al
periodismo”, expresó Abello.
Contó anécdotas sobre cómo Gabo usó la técnica
de la investigación periodística en El general en su laberinto, que solo se
sentó a escribir después de haber investigado cada detalle con académicos,
médicos y astrónomos y que en la preparación de sus memorias Vivir para
contarla mandaba cuestionarios a sus amigos para que lo ayudaran con datos como
cuál era el nombre y la fecha exacta en que entró el primer barco a Bocas de
Ceniza. También entrevistó por separado a sus hermanos sobre los mismos hechos
y luego confrontaba las versiones.
En el conversatorio también hablaron sobre el
Gabo político. Abello dijo que era un hombre de izquierda, pero
fundamentalmente demócrata, y recordó que después de la caída de Salvador
Allende, en Chile, decidió suspender la actividad literaria para dedicarse al
periodismo político. Además, destacó que siempre usó sus relaciones de poder
para impulsar causas como la paz.
Por su parte, Bonnett aseguró que fue político
en el más hondo de los sentidos en su literatura y un visionario porque alcanzó
a vislumbrar el proceso de descomposición que iba a venir.
“Fue un hombre de izquierda al que le pasó lo
del patriarca de su novela. Una vez entra a los territorios del poder
verdadero, pierde un poco el sentido de la realidad política. Era un hombre
emotivo y por eso uno entiende que no haya hecho nunca un pronunciamiento
contra los excesos de Fidel Castro en la Revolución Cubana porque le podían los
afectos”, dijo la escritora y agregó que le censura su amistad con Álvaro
Uribe.
Abello remató el conversatorio haciéndole un
llamado a los cataqueros para que piensen cuál es la mejor manera de sacarle
partido a la gran herencia cultural que les dejó su hijo más ilustre para
convertirla en acciones educativas, desarrollo humano y posibilidades de
turismo, en lo cual la FNPI tiene el interés de contribuir.
“Quiero invitarlos a hacer esa reflexión,
asumiendo todos los debates, incluyendo a los que piensan que Gabo debió
construir acueductos, lo que no hicieron las administraciones públicas (…) Ese
es el camino que tendremos que seguir y no quedarnos en la forma, el cascarón,
las mariposas amarillas”, expresó.
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Comentarios
que amplían las noticias
Gerald Martin es uno de los biógrafos de García
Márquez.
En Cartagena de Indias se celebra en este
momento el Hay Festival. El Hay en un festival dedicado a la literatura y
dentro de las actividades hay algunas que hacen homenaje a GGM entre las cuales
se destaca que llevaron hasta Aracataca, cuna del escritor e inspiradora de
Macondo, un encuentro de escritores que dieron sus opiniones sobre la faceta
periodística de GGM.
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