EL SIGLO DE TORREON
Torreón
– Coahuila - México
9 de
marzo de 2015
Cultura
Asoman a la intimidad de Gabo
José Montelongo habla sobre los detalles del archivo del
Premio Nobel
Aquel día de julio de 2014, cuando José
Montelongo se adentró a las profundidades del archivo personal de Gabriel
García Márquez en el estudio de su casa de Fuego, en Jardines del Pedregal, fue
como entrar al taller del artista y descubrir que el Premio Nobel era un
perfeccionista. "Fue ver su trabajo de deliberación, el proceso de
autoedición, el proceso de investigación. Imagínese, es poder mirar por encima
del hombro del escritor en su taller, y no de cualquier escritor, sino de uno
de los escritores más destacados del siglo XX".
Hoy que Gabriel García Márquez cumpliría 88
años de vida, José Montelongo, especialista en literatura mexicana del Benson
Latin American Collection, de la Universidad de Texas, institución que adquirió
en 2.2 millones de dólares los 2.6 metros cúbicos del archivo personal de Gabo,
relata el día en que junto con Stephen Enniss, director del Harry Ransom
Center, hurgaron en los papeles personales de Gabo, durante varias horas, en la
intimidad de su hogar mexicano.
"Fue un solo día de julio: Ya contábamos
con una descripción muy detallada de documentos, de los contenidos del archivo,
pero nunca es suficiente una pura descripción por más detallada que sea y
siempre falta ver uno con sus propios ojos los documentos, las cartas, las
fotografías", afirma Montelongo, en una entrevista vía telefónica.
El especialista asegura que una de las grandes
sorpresas al revisar el archivo, guiado por la secretaria de Gabriel García
Márquez, fue revisar los 10 tratamientos de la novela inédita "En agosto
nos vemos", que forma parte del archivo, pero que es quizá el único
material que podría estar restringido a los lectores cuando terminen la
clasificación del acervo, que podría ser a finales del año, y lo abran al
público.
El privilegio de José Montelongo fue ver estos
documentos que originalmente no están destinados a los ojos del gran público,
pues "son borradores, son arrepentimientos, son tachones, son las
costuras", afirma. Allí pudo constatar el gran trabajo de deliberación que
había detrás de sus obras.
"Fue como asomarme al reverso de los
cuadros de los grandes pintores, donde a veces tienen ahí sus arrepentimientos,
los cuadros que no se atrevieron a publicar o las primeras versiones de los
cuadros famosos, sus bosquejos, sus bocetos. Cuando se trata de un gran
artista, también sus arrepentimientos, correcciones, tachones, son importantes
porque de eso está hecha la creación artística, de andar y desandar el camino.
Sólo que normalmente nosotros tenemos acceso al producto terminado, a partir de
estos archivos tendremos acceso al procedimiento", señala el estudioso y
dice que este archivo personal se debe a la visión de Mercedes Barcha, viuda de
García Márquez, quien se empeñó en guardar documentos, y gracias también a su
secretaria que iba archivando las impresiones que el autor corregía a mano.
"Gracias a ese cuidado ahora nosotros podremos adentrarmos en la génesis
de estas obras", dice Montelongo.
José Montelongo aún celebra su inmersión en el
archivo de Gabo, todavía con el "ordenado desorden" con el que el
escritor lo mantuvo. El investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos
(LLILAS) dice que aunque el archivo no estaba profesionalmente catalogado, sí
tenía un orden.
"Estaba separado por la correspondencia
que él recibió, la correspondencia que él envió, las fotografías de esta época,
las fotografías de esta otra época. Una gran oficina desordenada, pero donde
usted sabe que en ese bonche de ahí están los originales y las correcciones de
'Vivir para contarla', y en este otro bonche de acá las correcciones a 'Crónica
de una muerte anunciada', y en este otro bonche las correcciones de 'Memoria de
mis putas tristes'. Había un ordenado desorden por el que nos fue guiando la
secretaria de Gabriel García Márquez y en el que afortunadamente pudimos pasar
muchas horas, tomando notas y tratando de hacernos una idea de los contenidos
del archivo", afirma Montelongo.
Se trata de un archivo personal muy deseado
que llegó al Harry Ransom Center el 16 de diciembre de 2014 en unas 40 cajas de
cartón, allí está siendo catalogado y se podrá poner a disposición de los
lectores y estudiosos del escritor fallecido el 17 de abril de 2014. Allí en
ese recinto que hoy posee más de 40 millones de papeles, entre ellos 38 mil
cajas de manuscritos, el archivo personal de Gabo reposará; junto al de otros
grandes escritores, como William Faulkner, Virginia Woolf y Jorge Luis Borges,
que fueron algunos de los autores que lo influenciaron y que ahora convivirán
como "pares literario".
El otro
lado de Gabo
Un Gabriel García Márquez íntimo, hombre
entrañable que pocos conocían, es retratado por el escritor Darío Arizmendi en
su libro "Gabo no contado". La obra, que rinde tributo al destacado
escritor ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, en el 88 aniversario
de su natalicio, se integra por crónicas, notas personales y fotografías jamás
publicadas, que revelan la vida del escritor.
En siete capítulos, el autor recuerda a su
colega, al tiempo que le muestra al lector "una postal del Gabo cercano,
humano, íntimo, sencillo y tímido, de agudo sentido del humor, un hombre de familia,
generoso, papá amoroso y esposo que siempre amó a la Gaba, quien en realidad
fue su epicentro, su polo a tierra, su dueña".
Proceso
El archivo cuenta con las correcciones que
García Márquez hizo de novelas como: Vivir para contarla, Crónica de una muerte
anunciada. Memorias de mis putas tristes.
·
Perfeccionista. Los tachones y costuras de los
textos del archivo de García Márquez develan su marcado perfeccionismo. (Fragmento de La soledad de America Latina.
N del E.)
·
El archivo de Gabo está en el Harry Ransom
Center, junto a los de William Faulkn, Virginia Woolf y Jorge Luis Borges. (Manuscrito de Cien años de soledad, en su
caja. N del E. )
• Remiendos. Correcciones, tachones y arrepentimientos de García Márquez invaden los textos del archivo del autor. Acervo. (Fragmento de El otoño del patriarca.a. N del E.)
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EL PAIS
Cali –
Colombia
12 de
marzo de 2015
Columna de opinión
Gabo: sus 88 años sin él
Por Santiago Gamboa
La semana pasada, el 6 de marzo, se celebró el
primer cumpleaños de García Márquez sin estar él presente. En Ciudad de México
un grupo de personas se reunió en la calle Fuego 144, frente a su casa, y
cantaron a todo pulmón las mañanitas. Es la suerte de los mexicanos: tener un
lugar donde recordarlo y homenajearlo, donde recogerse un momento en silencio,
para pensar en él y en sus libros. Lo que tenemos acá en Colombia, su casa de
Cartagena e incluso un apartamento en Bogotá, en el Parque de las Flores, no
tiene ese halo de casa habitada y vivida por él que sí se respira en la del DF.
La casa de Bogotá, desde que la abandonó a principios de los años ochenta,
cuando se exilió para evitar un peligroso arresto en épocas de Turbay Ayala,
fue después una residencia muy ocasional, casi de paso. Y la de Cartagena es
muy posterior. Nos queda la de Aracataca, claro, pero aún estando en el origen
de su obra el propio García Márquez la fue dejando atrás y, salvo en un par de
ocasiones especiales, todos dicen que no iba nunca. Yo lo comprendo. Debía de
ser difícil enfrentarse con la realidad de su más poderoso fantasma literario.
Tampoco Bolaño quiso nunca regresar a México, a pesar de que fue invitado una y
otra vez. Siempre decía: “El día que vuelva a México ya no tendré de qué
escribir”.
Es raro un mundo sin García Márquez. A pesar
de que fue fundamental para mí y de que me ayudó en muchas ocasiones (por un
empeño suyo fui diplomático) no podría considerarme su amigo del modo en que lo
fueron otros. Pero lo quise mucho y la verdad es que no me acostumbro a su
ausencia. Ya sé que llevaba varios años retirado, pero al estar vivo, aún
sumergido en la desmemoria, seguía diciendo cosas extraordinarias. Se hará
famoso eso que le dijo a Roberto Pombo: “Sé que te quiero mucho, pero no sé por
qué”. O lo que le dijo a Héctor Abad, refiriéndose a su casa cartagenera: “No
sé de quién sea, pero nosotros sembramos árboles y nos quedamos”.
Uno de los momentos que más me intriga de su
vida es su periodo de formación. El enorme carisma que debía tener. Increíble
que siendo tan pobre y de un pueblo insignificante como Aracataca haya seducido
nada menos que a un aristócrata como Álvaro Cepeda Samudio y a un joven rico y
del jet set como Julio Mario Santo Domingo. ¡La crema de la burguesía
barranquillera rendida ante un pobre y descamisado de Aracataca que aún no era
García Márquez! Algo parecido le pasó en México una década más tarde. Al poco
de llegar se hizo amigo íntimo nada menos que de Carlos Fuentes, el novelista
más famoso de México, rico, elegante y guapo, políglota, casado con la actriz
Rita Macedo, cosmopolita, en fin. Yo que he sido inmigrante y que viví las
dificultades de esa situación, he pensado siempre en la irresistible atracción
que debía emanar de García Márquez para que las puertas se le abrieran de ese
modo, teniendo en principio tanto en contra. Esa fuerza estaba en su pluma,
claro. Estas personas tan selectas lo aceptaban y admiraban porque lo habían
leído, y sabían que era sólo cuestión de tiempo antes de que ese joven flaco y
humilde pasara al comando del pelotón. La suya es una historia humana
emocionante y por eso lo sigo extrañando. Ahora todo concluyó y nos queda el
mundo sin él pero con sus libros. Un mundo que, por ellos, es mejor del que él
encontró al llegar.
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EXCELSIOR
México
D.F.
28 de
febrero de 2015
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García Márquez, un hombre
calculador
Darío Arizmendi convivió con el Nobel de Literatura
durante los últimos 30 años de su vida. De esa experiencia lanza su nuevo
libro: ‘Gabo no contado’
Por Luis
Carlos Sánchez
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de febrero.- Calculador y
preocupado al cien por ciento por su imagen, Gabriel García Márquez era
perfeccionista al extremo. Atendía siempre cada detalle de su vestimenta, elegía
con cuidado las maletas que utilizaba para viajar e incluso el tipo de
vehículos que manejaba, sostiene el periodista y politólogo colombiano Darío
Arizmendi, quien tuvo la oportunidad de convivir directamente con el Premio
Nobel de Literatura durante los últimos 30 años de su vida.
Arizmendi conoció a Gabo en 1982, luego de que
recibió una carta desde México en la que el autor de Cien años de soledad lo
invitaba a formar parte de un proyecto para crear un periódico en Colombia.
Desde entonces se convirtió en una de sus asiduas amistades, a la que permitía
que le espetara preguntas, le tomara fotos y diera cuenta de cada uno de sus
pasos en El Mundo, el diario del que Arizmendi era director.
El periodista supo de primera mano que García
Márquez “siempre fue muy cuidadoso con su imagen desde todos los puntos de
vista” y que en esa tarea eternamente estuvo atrás como su aliada, su mujer
Mercedes Barcha, quien no sólo se preocupaba por la imagen de su marido, sino
que incluso influía en las amistades que debía tener, las reuniones a las que
debía asistir y, sobre todo, de la administración “de la plata”.
Gabo, recuerda el periodista en entrevista
desde Colombia, “era un hombre que en primer lugar cuidaba su forma de vestir,
cuidaba el tipo de vehículos que manejaba, cuidaba todo lo que tenía que ver
con las páginas de sus libros, con las computadoras en su última etapa, cuidaba
el tipo de maletines o maletas que usaba para los viajes; era un tipo
perfeccionista le gustaba ser elegante aun yendo casual; tenía un claro
concepto de la elegancia, las plumas que usaba siempre eran fuente de punta
gruesa e igual con sus obras, por eso corregía y corregía sus originales”.
La misma preocupación que el autor tenía por
su imagen personal se extendía a la imagen que proyectaba: “igual le sucedía
con las fotos, con quién aparecía en las fotos, la imagen que él proyectaba,
cuando le hacían entrevistas de televisión y se veía él mismo no le gustaba; él
cuidaba todo, no sólo lo que tenía que ver con su literatura sino absolutamente
todo lo que firmaba, un manifiesto, un documento, porque era un hombre al mismo
tiempo tan sensible, pero muy calculador”.
Parte de las experiencias que Arizmendi
acumuló a lo largo de tres décadas junto al escritor fallecido el 17 de abril
de 2014 han sido reunidas en el libro Gabo no contado, aparecido el año pasado
en Colombia y que ahora se edita en México bajo el sello Aguilar. El periodista
incluye también una serie de imágenes de su carpeta personal, fotografías de
las múltiples reuniones que sostuvo con el escritor en su estudio de la Ciudad
de México, de la celebración posterior a la entrega del Nobel en Suecia o de su
regreso a su pueblo natal: Aracataca, en 1983.
Arizmendi se ganó la confianza del escritor,
incluso fue uno de sus invitados a la ceremonia donde recibió el premio que le
catapultó al reconocimiento mundial. Pero quizás mayormente inspiró confianza
en Mercedes Barcha, quien –afirma– tenía una “influencia total” en Gabo y
decidía su círculo cercano de amistades: “yo diría que hoy la humanidad es
dueña de Gabo, pero en vida de Gabo la dueña siempre fue Mercedes; ella,
Mercedes, ejerció en Gabo una influencia extraordinaria”.
“Gabo se enamoró de ella cuando lo conoció en
la Ciudad de México,(sic) él estaba como reportero y la vio y comenzó a
cortejarla, a enamorarla hasta que lo logró; fue la mujer de su vida, hasta el
punto de que si a ella no le caía bien una persona, no simpatiza o tenía algún
temor, no entraba en su círculo. Ella solía decir: ‘es que yo tengo una
intuición guajira, indígena: yo sé muy bien quién es buena o mala persona, yo
sé quién quiere aprovecharse de Gabo, quién lo quiere manipular’, decía
Mercerdes. ‘Ese tipo no me gusta y no quiero que hables con él, esa reunión me
da mal agüero, esa reunión no te conviene’, y él la obedecía”. (Gabo conoció a Mercedes en Colombia cuando
ella tenía 14 años de edad. N del E.)
Sin
nada de plata
Es bien conocida la estrechez económica que
Gabriel García Márquez pasó durante sus primeros años en México. De su casa de
La Loma 19, en San Ángel Inn, le cuenta el escritor a Arizmendi, todos los días
salía muy temprano para buscar trabajo; en una ocasión, a su regreso, Mercedes
lo recibió con la noticia de que no había podido darle leche a su hijo Rodrigo,
porque “no tuve con qué”. Gabo sentó a su niño y le dijo: “Hijo, mañana habrá
leche, te lo juro. Hoy no hemos podido. No pienses que tienes hambre. Duérmete
tranquilo. Sueña que mañana tomarás mucha leche” (La
casa de calle Loma 144 fue producto del éxito de Cien años de soledad. La
anécdota de la leche es de Barcelona en el apartamento de calle Lugano unos
cinco años antes. N del E.)
El escritor consiguió algún trabajo en Radio
Universidad y al poco tiempo concluyó Cien años de soledad; las cosas
comenzaron a cambiar hasta que llegó el Nobel de Literatura en 1982 y con él
una suma de 200 mil dólares. Gabo ya planeaba por esos días la creación de un
periódico –El Otro había pensado como su nombre– y la suma del premio ofrecía
una oportunidad mayor. Pero ahí estaba Mercedes Barcha: “Ni se te ocurra. Aquí
la plata la manejo yo y no vamos a arriesgar ni un peso”, le dijo.
Aquel periódico, cuenta Arizmendi, acabaría
frustrándose. En gran parte, la llegada del Nobel fue una de las causas, pero
también una carta “sísmica” del argentino Rodolfo Terragno, que advertía al
escritor los riesgos de apostar su capital intelectual y de hombre universal en
la empresa. Gabo vería malograda la posibilidad de formar una redacción que
fuera a la vez escuela para jóvenes periodistas y la semilla de un tabloide
referente en América Latina.
Los otros pendientes que Gabo dejó fueron,
opina el autor, la biografía de Fidel Castro que siempre quiso escribir y una
novela corta de amor, que si bien existió, jamás fue entregada a sus editores.
“Pendiente creo que quedo la biografía de Fidel Castro que alguna vez externó
que la iba a hacer, lo intentó y llegó a la decisión de que la amistad no se lo
permitía, porque quizás hubiera hecho una biografía distorsionada o incompleta
o que no fuera lo suficientemente crítica de su amigo Fidel Castro; yo lo vi
disentir de Fidel y decir opiniones diferentes a las que tenía pero él no se
atrevía decirlo en público porque decía: ‘no quiero que los enemigos de la
revolución cubana aprovechen mis palabras, exploten eso para hacerle daño’”.
De la novela de amor, agrega, “yo la tuve en
mis manos, hubo varias versiones, me acuerdo que tenían pasta negra, pero eran
provisionales. Tuvo muchas dudas la familia también porque ya tenía una edad
avanzada, era una novela de no más de 120, 150 páginas, pero él decía, y mucha
gente que la conocieron le recomendaron que la guardara y que navegara
despacio, que quizás no era para ser su última novela y le recomendaron que no.
Finalmente la familia tomó la determinación de no darla a conocer nunca,
precisamente porque no la consideraron en su momento a la altura o de la
calidad que los lectores pudieron esperar”.
¿La leyó?, se le pregunta. “No la leí, no me
dio tiempo, simplemente me la mostró, la tuvo en mis manos, le dije: ‘¿me la
prestas, la puedo leer?’ Y dijo: ‘de ninguna manera’”. ¿Tenía título?, se le
insiste: “Sí, tenía título, pero en este momento no lo recuerdo, lo escribí por
algún lado, pero no lo tengo a la mano, tenía un título provisional”. (Posible título: “En agosto nos vemos”,
novela de la cual ya fueron publicados dos capítulos en revista Cambio. N del
E.)
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