13 de marzo de 2015

MEMORABILIA GGM 801



EL SIGLO DE TORREON
Torreón – Coahuila - México
9 de marzo de 2015

Cultura

Asoman a la intimidad de Gabo
José Montelongo habla sobre los detalles del archivo del Premio Nobel

Aquel día de julio de 2014, cuando José Montelongo se adentró a las profundidades del archivo personal de Gabriel García Márquez en el estudio de su casa de Fuego, en Jardines del Pedregal, fue como entrar al taller del artista y descubrir que el Premio Nobel era un perfeccionista. "Fue ver su trabajo de deliberación, el proceso de autoedición, el proceso de investigación. Imagínese, es poder mirar por encima del hombro del escritor en su taller, y no de cualquier escritor, sino de uno de los escritores más destacados del siglo XX".

Hoy que Gabriel García Márquez cumpliría 88 años de vida, José Montelongo, especialista en literatura mexicana del Benson Latin American Collection, de la Universidad de Texas, institución que adquirió en 2.2 millones de dólares los 2.6 metros cúbicos del archivo personal de Gabo, relata el día en que junto con Stephen Enniss, director del Harry Ransom Center, hurgaron en los papeles personales de Gabo, durante varias horas, en la intimidad de su hogar mexicano.
"Fue un solo día de julio: Ya contábamos con una descripción muy detallada de documentos, de los contenidos del archivo, pero nunca es suficiente una pura descripción por más detallada que sea y siempre falta ver uno con sus propios ojos los documentos, las cartas, las fotografías", afirma Montelongo, en una entrevista vía telefónica.

El especialista asegura que una de las grandes sorpresas al revisar el archivo, guiado por la secretaria de Gabriel García Márquez, fue revisar los 10 tratamientos de la novela inédita "En agosto nos vemos", que forma parte del archivo, pero que es quizá el único material que podría estar restringido a los lectores cuando terminen la clasificación del acervo, que podría ser a finales del año, y lo abran al público.

El privilegio de José Montelongo fue ver estos documentos que originalmente no están destinados a los ojos del gran público, pues "son borradores, son arrepentimientos, son tachones, son las costuras", afirma. Allí pudo constatar el gran trabajo de deliberación que había detrás de sus obras.

"Fue como asomarme al reverso de los cuadros de los grandes pintores, donde a veces tienen ahí sus arrepentimientos, los cuadros que no se atrevieron a publicar o las primeras versiones de los cuadros famosos, sus bosquejos, sus bocetos. Cuando se trata de un gran artista, también sus arrepentimientos, correcciones, tachones, son importantes porque de eso está hecha la creación artística, de andar y desandar el camino. Sólo que normalmente nosotros tenemos acceso al producto terminado, a partir de estos archivos tendremos acceso al procedimiento", señala el estudioso y dice que este archivo personal se debe a la visión de Mercedes Barcha, viuda de García Márquez, quien se empeñó en guardar documentos, y gracias también a su secretaria que iba archivando las impresiones que el autor corregía a mano. "Gracias a ese cuidado ahora nosotros podremos adentrarmos en la génesis de estas obras", dice Montelongo.

José Montelongo aún celebra su inmersión en el archivo de Gabo, todavía con el "ordenado desorden" con el que el escritor lo mantuvo. El investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (LLILAS) dice que aunque el archivo no estaba profesionalmente catalogado, sí tenía un orden.

"Estaba separado por la correspondencia que él recibió, la correspondencia que él envió, las fotografías de esta época, las fotografías de esta otra época. Una gran oficina desordenada, pero donde usted sabe que en ese bonche de ahí están los originales y las correcciones de 'Vivir para contarla', y en este otro bonche de acá las correcciones a 'Crónica de una muerte anunciada', y en este otro bonche las correcciones de 'Memoria de mis putas tristes'. Había un ordenado desorden por el que nos fue guiando la secretaria de Gabriel García Márquez y en el que afortunadamente pudimos pasar muchas horas, tomando notas y tratando de hacernos una idea de los contenidos del archivo", afirma Montelongo.

Se trata de un archivo personal muy deseado que llegó al Harry Ransom Center el 16 de diciembre de 2014 en unas 40 cajas de cartón, allí está siendo catalogado y se podrá poner a disposición de los lectores y estudiosos del escritor fallecido el 17 de abril de 2014. Allí en ese recinto que hoy posee más de 40 millones de papeles, entre ellos 38 mil cajas de manuscritos, el archivo personal de Gabo reposará; junto al de otros grandes escritores, como William Faulkner, Virginia Woolf y Jorge Luis Borges, que fueron algunos de los autores que lo influenciaron y que ahora convivirán como "pares literario".

El otro lado de Gabo

Un Gabriel García Márquez íntimo, hombre entrañable que pocos conocían, es retratado por el escritor Darío Arizmendi en su libro "Gabo no contado". La obra, que rinde tributo al destacado escritor ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, en el 88 aniversario de su natalicio, se integra por crónicas, notas personales y fotografías jamás publicadas, que revelan la vida del escritor.

En siete capítulos, el autor recuerda a su colega, al tiempo que le muestra al lector "una postal del Gabo cercano, humano, íntimo, sencillo y tímido, de agudo sentido del humor, un hombre de familia, generoso, papá amoroso y esposo que siempre amó a la Gaba, quien en realidad fue su epicentro, su polo a tierra, su dueña".

Proceso

El archivo cuenta con las correcciones que García Márquez hizo de novelas como: Vivir para contarla, Crónica de una muerte anunciada. Memorias de mis putas tristes.


·         Perfeccionista. Los tachones y costuras de los textos del archivo de García Márquez develan su marcado perfeccionismo. (Fragmento de La soledad de America Latina. N del E.)

·         El archivo de Gabo está en el Harry Ransom Center, junto a los de William Faulkn, Virginia Woolf y Jorge Luis Borges. (Manuscrito de Cien años de soledad, en su caja. N del E. )
           

          Remiendos. Correcciones, tachones y arrepentimientos de García Márquez invaden los textos del archivo del autor. Acervo. (Fragmento de El otoño del patriarca.a. N del E.)
 
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EL PAIS
Cali – Colombia
12 de marzo de 2015

Columna de opinión
Gabo: sus 88 años sin él
Por Santiago Gamboa
La semana pasada, el 6 de marzo, se celebró el primer cumpleaños de García Márquez sin estar él presente. En Ciudad de México un grupo de personas se reunió en la calle Fuego 144, frente a su casa, y cantaron a todo pulmón las mañanitas. Es la suerte de los mexicanos: tener un lugar donde recordarlo y homenajearlo, donde recogerse un momento en silencio, para pensar en él y en sus libros. Lo que tenemos acá en Colombia, su casa de Cartagena e incluso un apartamento en Bogotá, en el Parque de las Flores, no tiene ese halo de casa habitada y vivida por él que sí se respira en la del DF. La casa de Bogotá, desde que la abandonó a principios de los años ochenta, cuando se exilió para evitar un peligroso arresto en épocas de Turbay Ayala, fue después una residencia muy ocasional, casi de paso. Y la de Cartagena es muy posterior. Nos queda la de Aracataca, claro, pero aún estando en el origen de su obra el propio García Márquez la fue dejando atrás y, salvo en un par de ocasiones especiales, todos dicen que no iba nunca. Yo lo comprendo. Debía de ser difícil enfrentarse con la realidad de su más poderoso fantasma literario. Tampoco Bolaño quiso nunca regresar a México, a pesar de que fue invitado una y otra vez. Siempre decía: “El día que vuelva a México ya no tendré de qué escribir”.

Es raro un mundo sin García Márquez. A pesar de que fue fundamental para mí y de que me ayudó en muchas ocasiones (por un empeño suyo fui diplomático) no podría considerarme su amigo del modo en que lo fueron otros. Pero lo quise mucho y la verdad es que no me acostumbro a su ausencia. Ya sé que llevaba varios años retirado, pero al estar vivo, aún sumergido en la desmemoria, seguía diciendo cosas extraordinarias. Se hará famoso eso que le dijo a Roberto Pombo: “Sé que te quiero mucho, pero no sé por qué”. O lo que le dijo a Héctor Abad, refiriéndose a su casa cartagenera: “No sé de quién sea, pero nosotros sembramos árboles y nos quedamos”.

Uno de los momentos que más me intriga de su vida es su periodo de formación. El enorme carisma que debía tener. Increíble que siendo tan pobre y de un pueblo insignificante como Aracataca haya seducido nada menos que a un aristócrata como Álvaro Cepeda Samudio y a un joven rico y del jet set como Julio Mario Santo Domingo. ¡La crema de la burguesía barranquillera rendida ante un pobre y descamisado de Aracataca que aún no era García Márquez! Algo parecido le pasó en México una década más tarde. Al poco de llegar se hizo amigo íntimo nada menos que de Carlos Fuentes, el novelista más famoso de México, rico, elegante y guapo, políglota, casado con la actriz Rita Macedo, cosmopolita, en fin. Yo que he sido inmigrante y que viví las dificultades de esa situación, he pensado siempre en la irresistible atracción que debía emanar de García Márquez para que las puertas se le abrieran de ese modo, teniendo en principio tanto en contra. Esa fuerza estaba en su pluma, claro. Estas personas tan selectas lo aceptaban y admiraban porque lo habían leído, y sabían que era sólo cuestión de tiempo antes de que ese joven flaco y humilde pasara al comando del pelotón. La suya es una historia humana emocionante y por eso lo sigo extrañando. Ahora todo concluyó y nos queda el mundo sin él pero con sus libros. Un mundo que, por ellos, es mejor del que él encontró al llegar.

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EXCELSIOR
México D.F.
28 de febrero de 2015

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García Márquez, un hombre calculador
Darío Arizmendi convivió con el Nobel de Literatura durante los últimos 30 años de su vida. De esa experiencia lanza su nuevo libro: ‘Gabo no contado’

Por Luis Carlos Sánchez


CIUDAD DE MÉXICO, 28 de febrero.- Calculador y preocupado al cien por ciento por su imagen, Gabriel García Márquez era perfeccionista al extremo. Atendía siempre cada detalle de su vestimenta, elegía con cuidado las maletas que utilizaba para viajar e incluso el tipo de vehículos que manejaba, sostiene el periodista y politólogo colombiano Darío Arizmendi, quien tuvo la oportunidad de convivir directamente con el Premio Nobel de Literatura durante los últimos 30 años de su vida.

Arizmendi conoció a Gabo en 1982, luego de que recibió una carta desde México en la que el autor de Cien años de soledad lo invitaba a formar parte de un proyecto para crear un periódico en Colombia. Desde entonces se convirtió en una de sus asiduas amistades, a la que permitía que le espetara preguntas, le tomara fotos y diera cuenta de cada uno de sus pasos en El Mundo, el diario del que Arizmendi era director.

El periodista supo de primera mano que García Márquez “siempre fue muy cuidadoso con su imagen desde todos los puntos de vista” y que en esa tarea eternamente estuvo atrás como su aliada, su mujer Mercedes Barcha, quien no sólo se preocupaba por la imagen de su marido, sino que incluso influía en las amistades que debía tener, las reuniones a las que debía asistir y, sobre todo, de la administración “de la plata”.

Gabo, recuerda el periodista en entrevista desde Colombia, “era un hombre que en primer lugar cuidaba su forma de vestir, cuidaba el tipo de vehículos que manejaba, cuidaba todo lo que tenía que ver con las páginas de sus libros, con las computadoras en su última etapa, cuidaba el tipo de maletines o maletas que usaba para los viajes; era un tipo perfeccionista le gustaba ser elegante aun yendo casual; tenía un claro concepto de la elegancia, las plumas que usaba siempre eran fuente de punta gruesa e igual con sus obras, por eso corregía y corregía sus originales”.

La misma preocupación que el autor tenía por su imagen personal se extendía a la imagen que proyectaba: “igual le sucedía con las fotos, con quién aparecía en las fotos, la imagen que él proyectaba, cuando le hacían entrevistas de televisión y se veía él mismo no le gustaba; él cuidaba todo, no sólo lo que tenía que ver con su literatura sino absolutamente todo lo que firmaba, un manifiesto, un documento, porque era un hombre al mismo tiempo tan sensible, pero muy calculador”.

Parte de las experiencias que Arizmendi acumuló a lo largo de tres décadas junto al escritor fallecido el 17 de abril de 2014 han sido reunidas en el libro Gabo no contado, aparecido el año pasado en Colombia y que ahora se edita en México bajo el sello Aguilar. El periodista incluye también una serie de imágenes de su carpeta personal, fotografías de las múltiples reuniones que sostuvo con el escritor en su estudio de la Ciudad de México, de la celebración posterior a la entrega del Nobel en Suecia o de su regreso a su pueblo natal: Aracataca, en 1983.

Arizmendi se ganó la confianza del escritor, incluso fue uno de sus invitados a la ceremonia donde recibió el premio que le catapultó al reconocimiento mundial. Pero quizás mayormente inspiró confianza en Mercedes Barcha, quien –afirma– tenía una “influencia total” en Gabo y decidía su círculo cercano de amistades: “yo diría que hoy la humanidad es dueña de Gabo, pero en vida de Gabo la dueña siempre fue Mercedes; ella, Mercedes, ejerció en Gabo una influencia extraordinaria”.

“Gabo se enamoró de ella cuando lo conoció en la Ciudad de México,(sic) él estaba como reportero y la vio y comenzó a cortejarla, a enamorarla hasta que lo logró; fue la mujer de su vida, hasta el punto de que si a ella no le caía bien una persona, no simpatiza o tenía algún temor, no entraba en su círculo. Ella solía decir: ‘es que yo tengo una intuición guajira, indígena: yo sé muy bien quién es buena o mala persona, yo sé quién quiere aprovecharse de Gabo, quién lo quiere manipular’, decía Mercerdes. ‘Ese tipo no me gusta y no quiero que hables con él, esa reunión me da mal agüero, esa reunión no te conviene’, y él la obedecía”. (Gabo conoció a Mercedes en Colombia cuando ella tenía 14 años de edad. N del E.)

Sin nada de plata

Es bien conocida la estrechez económica que Gabriel García Márquez pasó durante sus primeros años en México. De su casa de La Loma 19, en San Ángel Inn, le cuenta el escritor a Arizmendi, todos los días salía muy temprano para buscar trabajo; en una ocasión, a su regreso, Mercedes lo recibió con la noticia de que no había podido darle leche a su hijo Rodrigo, porque “no tuve con qué”. Gabo sentó a su niño y le dijo: “Hijo, mañana habrá leche, te lo juro. Hoy no hemos podido. No pienses que tienes hambre. Duérmete tranquilo. Sueña que mañana tomarás mucha leche” (La casa de calle Loma 144 fue producto del éxito de Cien años de soledad. La anécdota de la leche es de Barcelona en el apartamento de calle Lugano unos cinco años antes. N del E.)

El escritor consiguió algún trabajo en Radio Universidad y al poco tiempo concluyó Cien años de soledad; las cosas comenzaron a cambiar hasta que llegó el Nobel de Literatura en 1982 y con él una suma de 200 mil dólares. Gabo ya planeaba por esos días la creación de un periódico –El Otro había pensado como su nombre– y la suma del premio ofrecía una oportunidad mayor. Pero ahí estaba Mercedes Barcha: “Ni se te ocurra. Aquí la plata la manejo yo y no vamos a arriesgar ni un peso”, le dijo.

Aquel periódico, cuenta Arizmendi, acabaría frustrándose. En gran parte, la llegada del Nobel fue una de las causas, pero también una carta “sísmica” del argentino Rodolfo Terragno, que advertía al escritor los riesgos de apostar su capital intelectual y de hombre universal en la empresa. Gabo vería malograda la posibilidad de formar una redacción que fuera a la vez escuela para jóvenes periodistas y la semilla de un tabloide referente en América Latina.
Los otros pendientes que Gabo dejó fueron, opina el autor, la biografía de Fidel Castro que siempre quiso escribir y una novela corta de amor, que si bien existió, jamás fue entregada a sus editores. “Pendiente creo que quedo la biografía de Fidel Castro que alguna vez externó que la iba a hacer, lo intentó y llegó a la decisión de que la amistad no se lo permitía, porque quizás hubiera hecho una biografía distorsionada o incompleta o que no fuera lo suficientemente crítica de su amigo Fidel Castro; yo lo vi disentir de Fidel y decir opiniones diferentes a las que tenía pero él no se atrevía decirlo en público porque decía: ‘no quiero que los enemigos de la revolución cubana aprovechen mis palabras, exploten eso para hacerle daño’”.

De la novela de amor, agrega, “yo la tuve en mis manos, hubo varias versiones, me acuerdo que tenían pasta negra, pero eran provisionales. Tuvo muchas dudas la familia también porque ya tenía una edad avanzada, era una novela de no más de 120, 150 páginas, pero él decía, y mucha gente que la conocieron le recomendaron que la guardara y que navegara despacio, que quizás no era para ser su última novela y le recomendaron que no. Finalmente la familia tomó la determinación de no darla a conocer nunca, precisamente porque no la consideraron en su momento a la altura o de la calidad que los lectores pudieron esperar”.

¿La leyó?, se le pregunta. “No la leí, no me dio tiempo, simplemente me la mostró, la tuvo en mis manos, le dije: ‘¿me la prestas, la puedo leer?’ Y dijo: ‘de ninguna manera’”. ¿Tenía título?, se le insiste: “Sí, tenía título, pero en este momento no lo recuerdo, lo escribí por algún lado, pero no lo tengo a la mano, tenía un título provisional”. (Posible título: “En agosto nos vemos”, novela de la cual ya fueron publicados dos capítulos en revista Cambio. N del E.)

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