11 de marzo de 2015

MEMORABILIA GGM 800



EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
5 de marzo de 2015

Tierra de Gabo un recorrido fotográfico
por la obra del nobel
Camilo Rozo y Fernando Quiroz publicaron este libro
con sitios que menciona Gabo en sus novelas.

Por:  CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@cataoquendo



Los pescadores de perlas del Cabo de la Vela y los atarrayeros de Ciénaga son mencionados por Gabo en su libro 'Los funerales de la Mama Grande'.

El fotógrafo Camilo Rozo tenía dos obsesiones: no quería mariposas amarillas, pero sí buscaba fotografiar “las piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos” que inmortalizó García Márquez en uno de los comienzos más memorables de la literatura.
 
Le habían encargado el libro Tierra de Gabo para mostrar los lugares que podrían haber inspirado la obra del nobel Gabriel García Márquez y se había propuesto dos cosas al parecer imposibles: alejarse de la imagen de las mariposas y encontrar algo que quizá solo existió en la mente de Gabo.Los pescadores de perlas del Cabo de la Vela y los atarrayeros de Ciénaga son mencionados por Gabo en su libro 'Los funerales de la Mama Grande'. Foto: Archivo Particular

 “Casi nos desmayamos cuando íbamos en mototaxi a buscarlas en el río, nos metimos por una trocha hasta que encontramos las piedras cerca de Aracataca”, cuenta Rozo, quien trabajó en el libro junto con el escritor Fernando Quiroz, codirector de Deliria, la editorial que publicó el libro con soporte de Colpatria para homenajear a Gabo.

Imágenes como esa, pero también la del gallo de Aureliano Buendía y que hoy puede ser cualquiera de los que camina por las calles de un pueblo del Cesar o del Magdalena; o la de los pescadores y camaroneros de La Tasajera que Gabo menciona en Los funerales de la Mama Grande, aparecen por las 160 páginas del libro.

Sin embargo, no se trata de un recorrido estricto y conceptual de los sitios que recoge su literatura, sino la búsqueda de los detalles que alimentan esos lugares: las tiendas, los billares, los cuchillos de las historias de Gabo o hasta el muro blanco de un cementerio similar a aquel en el que fusilaron al coronel Aureliano.

“Mi preocupación era que este trabajo tuviera rigor periodístico, porque en Colombia se cree que todo lo que no entendemos es macondiano. Teníamos que volverlo realidad”, dice Rozo.

Por eso llama la atención la ausencia de personas en las fotos, excepto algunos casos en los que se pueden ver las manos de hombres de Guacoche (Cesar) jugando dominó como en Cien años de soledad, o unos pescadores de Ciénaga, que recuerdan la descripción de Gabo: “al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna capa vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites”.

“Sí, podía ser riesgoso (la ausencia de personas), pero solo hubo gente en las citas donde los mencionaba, porque quería que estas imágenes fueran atemporales”, agrega el fotógrafo y menciona ejemplos como el del hospital de La Misericordia, que es hoy el Hospital Naval.
 
En otros casos, como el de la calle de las prostitutas que Gabo mencionaba en sus libros y que ya existían de manera parcial, apostaron por ángulos que mantuvieran la atemporalidad.

El recorrido se hizo durante tres semanas por la costa Caribe e incluyó Cartagena, Barranquilla, Ciénaga, Aracataca, Bogotá y Guacoche en César, donde se les apareció una bandada de mariposas amarillas, que aunque Rozo intentó fotografiar, se escaparon velozmente para su tranquilidad.

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LA JORNADA
Querétaro – México
8 de marzo de 2015

Devotos del Deicida. Elogio a Gabriel García Márquez

Presentan libro-homenaje a
García Márquez
en la FIL de Minería
En el prólogo, Sergio Ramírez dice que quizás ningún otro autor contemporáneo ha despertado una conmoción semejante con su muerte como García Márquez.

Por Fabiola Palapa Quijas

México, DF. El periodista José Garza (Monterrey, 1971) en su más reciente libro Devotos del Deicida. Elogio a Gabriel García Márquez, se adentra y analiza con minuciosidad las obras del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura 1982, como un homenaje por ser una de sus figuras tutelares en el periodismo.

El libro editado por la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), con ilustraciones de Alejandro Magallanes, se presentó este viernes en el salón Filomeno Mata de la edición 36 de la Feria Internacional del libro del Palacio de Minería, con los comentarios de Miguel Ángel Quemain y Elizabeth Moreno, directora de publicaciones de la UAS.

El autor regiomontano, que inició su trayectoria como reportero en 1989 en periódicos como El Norte y La Jornada, explicó que su libro es un estudio de la obra periodística de Gabriel García Márquez (1927-2014), de su procedimientos, de destripar ese gran reportaje que es Noticia de un secuestro, para conocer los recursos que Gabo usó en su narrativa de no ficción.

Miguel Ángel Quemain, en su intervención, mencionó algunos aspectos interesantes del libro sobre la observación, la objetividad, la honestidad y la ética en la labor periodística.

Sostuvo que la publicación, que contiene ilustraciones de Alejandro Magallanes, es el libro de un escritor y más que de un periodista, de un fabulador en torno a un fabulador que perdimos hace tiempo, pero que finalmente se convierte en un homenaje y crítica literaria a un monumento de la lengua, cuya obra periodística es sumamente importante.


En el prólogo del libro presentado, Sergio Ramírez expone que quizás ningún otro autor contemporáneo ha despertado una conmoción semejante con su muerte que García Márquez, pero también es cierto que ningún otro autor estuvo tan presente en la vida de los lectores como él.

 

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Posdata PD
Revista virtual
Mexico
13 de noviembre de 2014

Literatura
Prólogo del libro Devotos del deicida

El discípulo frente al maestro

Por Sergio Ramírez

Quizás ningún otro autor contemporáneo ha despertado una conmoción semejante con su muerte que Gabriel García Márquez, pero también es cierto que ningún otro autor estuvo tan presente en la vida de los lectores como él. Hay lo que se llama el mundo literario, que tiene sus fronteras, pero García Márquez desbordó esas fronteras para pasar de novelista de lectores literarios, a novelista de todos, allí donde la literatura deja de ser una ciencia para iniciados y se convierte en un instrumento de comunicación popular.

Ya sabemos que este fenómeno empezó a darse con la publicación de Cien años de soledad, que fue desde el principio un libro que entró por los resquicios de todos los estratos sociales. La literatura terminó despojándose de cualquier ropaje académico, o culto, y fue al encuentro del lenguaje de la gente, que veía en las páginas de aquella novela sus propias palabras sublimadas. Y se convirtió en asunto de iletrados, celebrado por igual tanto en la ciudad literaria como extramuros, tal fue y sigue siendo su poder de atracción y fascinación, la fascinación de que alguien le cuente a uno la saga de su propia historia familiar, y la fábula de su propia vida.

Y a la par de su prodigiosa obra literaria, García Márquez fue creando una obra periodística de piezas innumerables que aún siguen siendo rastreadas en periódicos y revistas, artículos y reportajes en los que llegó a crear un estilo personal que es distinto al de sus novelas y relatos, pero no se separa de él, como dos corrientes paralelas del mismo río caudaloso. García Márquez el periodista no existiría sin García Márquez el fabulador, y sin embargo esa frontera fluida entre ambos está siempre allí, repartiendo las aguas.

Si la literatura de nuestra lengua ya nunca fue más la misma desde García Márquez, tampoco el periodismo fue más el mismo. Le dio al periodismo un aliento transformador tan poderoso como el que dio a la literatura, y sus talleres de periodismo dedicados a los jóvenes fueron a la vez talleres literarios, porque lo esencial en su magisterio fue el arte de escribir, lo mismo un relato de invención que una crónica donde se narran hechos verdaderos, ambos con la misma categoría.

En este libro de José Garza, devoto lector de García Márquez, y afortunado alumno suyo, venimos a comprobar la verdad de estas dos afirmaciones: la literatura corre pareja al periodismo, y viceversa, y ambos se prestan mutuos auxilios, desde luego que provienen del milagro siempre constante de las palabras, sin las que nada existiría. Y se prestan no sólo las tesituras del lenguaje, bajo la sabiduría de la diferenciación de estilos, sino también las técnicas de la escritura que, de uno a otro género, se trasiegan según cada necesidad.

Crónica de una muerte anunciada, que es una novela, comienza como un relato periodístico, la crónica roja que relata un crimen pueblerino, y Relato de un náufrago parecería una novela sino fuera porque el marinero que cae al mar vivió para contarlo, y se convierte en un testigo para desmentir a la ficción.

Ya García Márquez sabía bien de esos mutuos auxilios desde su lectura de El diario del año de la peste de Daniel Defoe, una novela escrita con todo el acucioso rigor documental de una crónica de hechos; y bien sabía también que las historias de Borges están plagadas de referencias bibliográficas y notas de pie de página que no son sino parte de la mentira.

Por el contrario, en Historia (sic) de un secuestro, el libro que José Garza se dedica a examinar con detención en la primera parte de este libro suyo, García Márquez anota con rigor detalles de la realidad, para que no se escape a la percepción del lector que lo que está enfrentando es un relato de hechos reales, y no una historia inventada. En el relato periodístico no se permite mentir, pero tampoco se prohíbe seducir.

Todas estas virtudes las registra muy bien José Garza en esa primera parte de valoraciones críticas, situándose a distancia, como lector bien entendido; y en la segunda parte viene a situarse de cerca, como discípulo, y lo que nos ofrece es su propia crónica de la experiencia de haber sido alumno de uno de los talleres de periodismo de García Márquez, dictado en la ciudad de Monterrey en 1998.

Es el momento en que José Garza, un periodista que a pesar de su juventud ya tiene una rica experiencia en el oficio, empezará a escuchar acerca de las reglas del juego de boca de quien las ha cultivado, las reglas con las que demuestra que el periodismo no es otra cosa sino el mejor oficio del mundo para quien quiera ejercerlo a cabalidad, con pasión y con garra.

Y es aquí donde los dejo con José Garza, para que les cuente su experiencia de alumno de García Márquez. Una experiencia irrepetible. Una experiencia gozosa. Y él no oculta ese gozo, la fruición con que escucha, la dedicación con que anota, el nerviosismo que al principio de las sesiones lo domina. Para ese muchacho que entonces ansía aprenderlo todo del maestro, la oportunidad ha llegado. Disfruta del privilegio de encontrarse con él en esa intimidad de doce estudiantes que han pasado no pocos filtros en el proceso de escogencia, hasta haber sido elegidos para sentarse alrededor de esa mesa.

Lo que nos cuenta acerca del taller quedó entonces en su cuaderno de notas, y en su memoria. Ahora nos toca escucharlo relatarla esta reconstrucción que quiere ser fiel a lo vivido en aquellos días, en prueba del buen periodista y del buen escritor que él es, tal como le enseñó a ser el mejor periodista y el mejor novelista de nuestra lengua.

El mismo que desbordó las fronteras y entró en todas las casas a relatar sus historias verdaderas como si fueran ficticias, y sus historias ficticias como si fueran verdaderas; lo común como si fuera extraordinario, y lo extraordinario como si fuera común.

Masatepe, julio 2014


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 ARCADIA
Bogotá – Colombia
28 de febrero de 2015

Macondo visto por Leo Matiz
El otro gran hijo de Aracataca logra capturar en sus fotografías la esencia del Caribe colombiano en una edición de Semana Libros que estará disponible en la Feria del libro.


Por primera vez, y en un solo volumen, se reúnen las mejores fotografías del Caribe colombiano de Leo Matiz. La selección busca evidenciar la convergencia entre su obra y la de García Márquez. Además de las fotografías, el volumen incluye textos de Gerald Martin, Laura Restrepo, Miguel Ángel Flórez y Ernesto Peñalosa, que estudian los puntos de encuentro entre las obras de estos dos grandes artistas y la influencia de Macondo sobre ellos.

Para Gerard Martin, biógrafo de García Márquez, “es claro que Aracataca fue la inspiración de Macondo, aunque naturalmente hay que recordar siempre que la literatura también tiene su estatuto autónomo o semiautónomo, y Macondo es, a final de cuentas, un lugar de la imaginación. Pero cuando vuelvo a las fotos de Leo Matiz siento una proximidad anímica muy fuerte entre sus imágenes y las palabras de García Márquez. Esa experiencia me lleva a decir que el encuentro instantáneo entre las dos formas artísticas es, precisamente, una revelación. Son dos formas diferentes pero nos revelan un solo mundo: un mundo radiante, que los dos artistas conocen desde la infancia, con una luz interior que ellos logran re-crear. Los grandes artistas siempre descubren y revelan la magia que hay en la realidad”.

Leo Matiz nació en Aracataca el 1 de abril de 1917. Inició su carrera como fotógrafo en 1939, pero fue en 1942, después de ingresar como prisionero a la cárcel de Mazatlán, México, para hacer un reportaje, que ganó fama y reconocimiento. Posteriormente trabajó para revistas como Life y Harper Magazine. Expuso en el MOMA de Nueva York y a finales de 1949 se posicionó entre los 10 mejores fotógrafos del mundo. Falleció el 24 de octubre de 1998.


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