EL TIEMPO
Bogotá –
Colombia
5 de
marzo de 2015
Tierra de Gabo un recorrido fotográfico
por la obra del nobel
Camilo Rozo y Fernando Quiroz publicaron este libro
con sitios que menciona Gabo en sus novelas.
Por: CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@cataoquendo
Los pescadores de perlas del Cabo de la Vela y
los atarrayeros de Ciénaga son mencionados por Gabo en su libro 'Los funerales
de la Mama Grande'.
El fotógrafo Camilo Rozo tenía dos obsesiones:
no quería mariposas amarillas, pero sí buscaba fotografiar “las piedras
pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos” que inmortalizó García
Márquez en uno de los comienzos más memorables de la literatura.
Le habían encargado el libro Tierra de Gabo
para mostrar los lugares que podrían haber inspirado la obra del nobel Gabriel
García Márquez y se había propuesto dos cosas al parecer imposibles: alejarse
de la imagen de las mariposas y encontrar algo que quizá solo existió en la
mente de Gabo.Los pescadores de perlas
del Cabo de la Vela y los atarrayeros de Ciénaga son mencionados por Gabo en su
libro 'Los funerales de la Mama Grande'. Foto: Archivo Particular
“Casi
nos desmayamos cuando íbamos en mototaxi a buscarlas en el río, nos metimos por
una trocha hasta que encontramos las piedras cerca de Aracataca”, cuenta Rozo,
quien trabajó en el libro junto con el escritor Fernando Quiroz, codirector de
Deliria, la editorial que publicó el libro con soporte de Colpatria para
homenajear a Gabo.
Imágenes como esa, pero también la del gallo
de Aureliano Buendía y que hoy puede ser cualquiera de los que camina por las
calles de un pueblo del Cesar o del Magdalena; o la de los pescadores y
camaroneros de La Tasajera que Gabo menciona en Los funerales de la Mama
Grande, aparecen por las 160 páginas del libro.
Sin embargo, no se trata de un recorrido
estricto y conceptual de los sitios que recoge su literatura, sino la búsqueda
de los detalles que alimentan esos lugares: las tiendas, los billares, los
cuchillos de las historias de Gabo o hasta el muro blanco de un cementerio
similar a aquel en el que fusilaron al coronel Aureliano.
“Mi preocupación era que este trabajo tuviera
rigor periodístico, porque en Colombia se cree que todo lo que no entendemos es
macondiano. Teníamos que volverlo realidad”, dice Rozo.
Por eso llama la atención la ausencia de
personas en las fotos, excepto algunos casos en los que se pueden ver las manos
de hombres de Guacoche (Cesar) jugando dominó como en Cien años de soledad, o
unos pescadores de Ciénaga, que recuerdan la descripción de Gabo: “al sur
estaban los pantanos, cubiertos de una eterna capa vegetal, y el vasto universo
de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites”.
“Sí, podía ser riesgoso (la ausencia de
personas), pero solo hubo gente en las citas donde los mencionaba, porque
quería que estas imágenes fueran atemporales”, agrega el fotógrafo y menciona
ejemplos como el del hospital de La Misericordia, que es hoy el Hospital Naval.
En otros casos, como el de la calle de las
prostitutas que Gabo mencionaba en sus libros y que ya existían de manera
parcial, apostaron por ángulos que mantuvieran la atemporalidad.
El recorrido se hizo durante tres semanas por
la costa Caribe e incluyó Cartagena, Barranquilla, Ciénaga, Aracataca, Bogotá y
Guacoche en César, donde se les apareció una bandada de mariposas amarillas,
que aunque Rozo intentó fotografiar, se escaparon velozmente para su
tranquilidad.
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LA JORNADA
Querétaro
– México
8 de
marzo de 2015
Devotos
del Deicida. Elogio a Gabriel García Márquez
Presentan libro-homenaje a
García Márquez
en la FIL de Minería
En el prólogo, Sergio Ramírez dice que quizás ningún otro
autor contemporáneo ha despertado una conmoción semejante con su muerte como
García Márquez.
Por
Fabiola Palapa Quijas
México, DF. El periodista José Garza
(Monterrey, 1971) en su más reciente libro Devotos
del Deicida. Elogio a Gabriel García Márquez, se adentra y analiza con
minuciosidad las obras del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura
1982, como un homenaje por ser una de sus figuras tutelares en el periodismo.
El libro editado por la Universidad Autónoma
de Sinaloa (UAS), con ilustraciones de Alejandro Magallanes, se presentó este
viernes en el salón Filomeno Mata de la edición 36 de la Feria Internacional
del libro del Palacio de Minería, con los comentarios de Miguel Ángel Quemain y
Elizabeth Moreno, directora de publicaciones de la UAS.
El autor regiomontano, que inició su
trayectoria como reportero en 1989 en periódicos como El Norte y La Jornada,
explicó que su libro es un estudio de la obra periodística de Gabriel García
Márquez (1927-2014), de su procedimientos, de destripar ese gran reportaje que
es Noticia de un secuestro, para conocer los recursos que Gabo usó en su
narrativa de no ficción.
Miguel Ángel Quemain, en su intervención,
mencionó algunos aspectos interesantes del libro sobre la observación, la
objetividad, la honestidad y la ética en la labor periodística.
Sostuvo que la publicación, que contiene
ilustraciones de Alejandro Magallanes, es el libro de un escritor y más que de
un periodista, de un fabulador en torno a un fabulador que perdimos hace tiempo,
pero que finalmente se convierte en un homenaje y crítica literaria a un
monumento de la lengua, cuya obra periodística es sumamente importante.
En el prólogo del libro presentado, Sergio
Ramírez expone que quizás ningún otro autor contemporáneo ha despertado una
conmoción semejante con su muerte que García Márquez, pero también es cierto
que ningún otro autor estuvo tan presente en la vida de los lectores como él.
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Posdata PD
Revista
virtual
Mexico
13 de
noviembre de 2014
Literatura
Prólogo del libro Devotos
del deicida
El discípulo frente al maestro
Por
Sergio Ramírez
Quizás ningún otro autor contemporáneo ha
despertado una conmoción semejante con su muerte que Gabriel García Márquez,
pero también es cierto que ningún otro autor estuvo tan presente en la vida de
los lectores como él. Hay lo que se llama el mundo literario, que tiene sus
fronteras, pero García Márquez desbordó esas fronteras para pasar de novelista
de lectores literarios, a novelista de todos, allí donde la literatura deja de
ser una ciencia para iniciados y se convierte en un instrumento de comunicación
popular.
Ya sabemos que este fenómeno empezó a darse
con la publicación de Cien años de soledad, que fue desde el principio un libro
que entró por los resquicios de todos los estratos sociales. La literatura
terminó despojándose de cualquier ropaje académico, o culto, y fue al encuentro
del lenguaje de la gente, que veía en las páginas de aquella novela sus propias
palabras sublimadas. Y se convirtió en asunto de iletrados, celebrado por igual
tanto en la ciudad literaria como extramuros, tal fue y sigue siendo su poder
de atracción y fascinación, la fascinación de que alguien le cuente a uno la
saga de su propia historia familiar, y la fábula de su propia vida.
Y a la par de su prodigiosa obra literaria,
García Márquez fue creando una obra periodística de piezas innumerables que aún
siguen siendo rastreadas en periódicos y revistas, artículos y reportajes en
los que llegó a crear un estilo personal que es distinto al de sus novelas y
relatos, pero no se separa de él, como dos corrientes paralelas del mismo río
caudaloso. García Márquez el periodista no existiría sin García Márquez el
fabulador, y sin embargo esa frontera fluida entre ambos está siempre allí,
repartiendo las aguas.
Si la literatura de nuestra lengua ya nunca
fue más la misma desde García Márquez, tampoco el periodismo fue más el mismo.
Le dio al periodismo un aliento transformador tan poderoso como el que dio a la
literatura, y sus talleres de periodismo dedicados a los jóvenes fueron a la
vez talleres literarios, porque lo esencial en su magisterio fue el arte de
escribir, lo mismo un relato de invención que una crónica donde se narran
hechos verdaderos, ambos con la misma categoría.
En este libro de José Garza, devoto lector de
García Márquez, y afortunado alumno suyo, venimos a comprobar la verdad de
estas dos afirmaciones: la literatura corre pareja al periodismo, y viceversa,
y ambos se prestan mutuos auxilios, desde luego que provienen del milagro siempre
constante de las palabras, sin las que nada existiría. Y se prestan no sólo las
tesituras del lenguaje, bajo la sabiduría de la diferenciación de estilos, sino
también las técnicas de la escritura que, de uno a otro género, se trasiegan
según cada necesidad.
Crónica de una muerte anunciada, que es una
novela, comienza como un relato periodístico, la crónica roja que relata un
crimen pueblerino, y Relato de un náufrago parecería una novela sino fuera
porque el marinero que cae al mar vivió para contarlo, y se convierte en un
testigo para desmentir a la ficción.
Ya García Márquez sabía bien de esos mutuos
auxilios desde su lectura de El diario del año de la peste de Daniel Defoe, una
novela escrita con todo el acucioso rigor documental de una crónica de hechos;
y bien sabía también que las historias de Borges están plagadas de referencias
bibliográficas y notas de pie de página que no son sino parte de la mentira.
Por el contrario, en Historia (sic) de un
secuestro, el libro que José Garza se dedica a examinar con detención en la
primera parte de este libro suyo, García Márquez anota con rigor detalles de la
realidad, para que no se escape a la percepción del lector que lo que está
enfrentando es un relato de hechos reales, y no una historia inventada. En el
relato periodístico no se permite mentir, pero tampoco se prohíbe seducir.
Todas estas virtudes las registra muy bien
José Garza en esa primera parte de valoraciones críticas, situándose a
distancia, como lector bien entendido; y en la segunda parte viene a situarse
de cerca, como discípulo, y lo que nos ofrece es su propia crónica de la
experiencia de haber sido alumno de uno de los talleres de periodismo de García
Márquez, dictado en la ciudad de Monterrey en 1998.
Es el momento en que José Garza, un periodista
que a pesar de su juventud ya tiene una rica experiencia en el oficio, empezará
a escuchar acerca de las reglas del juego de boca de quien las ha cultivado,
las reglas con las que demuestra que el periodismo no es otra cosa sino el
mejor oficio del mundo para quien quiera ejercerlo a cabalidad, con pasión y
con garra.
Y es aquí donde los dejo con José Garza, para
que les cuente su experiencia de alumno de García Márquez. Una experiencia
irrepetible. Una experiencia gozosa. Y él no oculta ese gozo, la fruición con
que escucha, la dedicación con que anota, el nerviosismo que al principio de
las sesiones lo domina. Para ese muchacho que entonces ansía aprenderlo todo
del maestro, la oportunidad ha llegado. Disfruta del privilegio de encontrarse con
él en esa intimidad de doce estudiantes que han pasado no pocos filtros en el
proceso de escogencia, hasta haber sido elegidos para sentarse alrededor de esa
mesa.
Lo que nos cuenta acerca del taller quedó
entonces en su cuaderno de notas, y en su memoria. Ahora nos toca escucharlo
relatarla esta reconstrucción que quiere ser fiel a lo vivido en aquellos días,
en prueba del buen periodista y del buen escritor que él es, tal como le enseñó
a ser el mejor periodista y el mejor novelista de nuestra lengua.
El mismo que desbordó las fronteras y entró en
todas las casas a relatar sus historias verdaderas como si fueran ficticias, y
sus historias ficticias como si fueran verdaderas; lo común como si fuera
extraordinario, y lo extraordinario como si fuera común.
Masatepe,
julio 2014
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ARCADIA
Bogotá –
Colombia
28 de
febrero de 2015
Macondo visto por Leo Matiz
El otro gran hijo de Aracataca logra capturar en sus
fotografías la esencia del Caribe colombiano en una edición de Semana Libros
que estará disponible en la Feria del libro.
Por primera vez, y en un solo volumen, se
reúnen las mejores fotografías del Caribe colombiano de Leo Matiz. La selección
busca evidenciar la convergencia entre su obra y la de García Márquez. Además
de las fotografías, el volumen incluye textos de Gerald Martin, Laura Restrepo,
Miguel Ángel Flórez y Ernesto Peñalosa, que estudian los puntos de encuentro
entre las obras de estos dos grandes artistas y la influencia de Macondo sobre
ellos.
Para Gerard Martin, biógrafo de García
Márquez, “es claro que Aracataca fue la inspiración de Macondo, aunque
naturalmente hay que recordar siempre que la literatura también tiene su
estatuto autónomo o semiautónomo, y Macondo es, a final de cuentas, un lugar de
la imaginación. Pero cuando vuelvo a las fotos de Leo Matiz siento una
proximidad anímica muy fuerte entre sus imágenes y las palabras de García
Márquez. Esa experiencia me lleva a decir que el encuentro instantáneo entre
las dos formas artísticas es, precisamente, una revelación. Son dos formas
diferentes pero nos revelan un solo mundo: un mundo radiante, que los dos
artistas conocen desde la infancia, con una luz interior que ellos logran
re-crear. Los grandes artistas siempre descubren y revelan la magia que hay en
la realidad”.
Leo Matiz nació en Aracataca el 1 de abril de
1917. Inició su carrera como fotógrafo en 1939, pero fue en 1942, después de
ingresar como prisionero a la cárcel de Mazatlán, México, para hacer un
reportaje, que ganó fama y reconocimiento. Posteriormente trabajó para revistas
como Life y Harper Magazine. Expuso en el MOMA de Nueva York y a finales de
1949 se posicionó entre los 10 mejores fotógrafos del mundo. Falleció el 24 de
octubre de 1998.
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