13 de julio de 2014

MEMORABILIA GGM 765



EL NACIONAL
Caracas - Venezuela
28 de Mayo de 2014 •

Para los archivos sobre el Gabo

Por Antonio Pasquali

Visto el esfuerzo de la cultura nacional por ordenar en memoria todo lo conservable de las relaciones del Nobel García Márquez con Venezuela, he estimado pertinente consignar a sus archivos el pequeño pero significativo episodio aquí narrado, con mis sinceras excusas al lector si la específica circunstancia me obliga a escribir en primera persona, algo que francamente aborrezco. Lo hago con dos premisas: admiro incansablemente al escritor desde el día de la llegada del hielo a Macondo, y por su perspicacia en prever desde 1998 el futuro despótico de Chávez, una acertada profecía que lo alejó de una Venezuela por él muy amada.

A comienzo de los 50 del pasado siglo (la UCV estaba cerrada) me ganaba la vida montando en vidrio para fotograbado, todos los sábados, en Grabados Nacionales de Prado de María, una revista deportivo-cinematográfica que dirigía el inolvidable Sergio Antillano. A mi lado, el feliz e indocumentado Gabo hacía otro tanto con Momento, el semanario creado por Plinio Mendoza Neira venido de las peores turbulencias políticas colombianas de aquellos años, a menudo acompañado del joven hijo Plinio Apuleyo Mendoza, algunos años más joven que yo. Durante esa cohabitación sabatina, el Gabo y yo apenas intercambiamos palabra, si acaso tres o cuatro veces, sobre cuestiones relacionadas con técnicas y astucias del común oficio.

Treinta y cinco años después. En un intento por mejorar la eficiencia en el trabajo de campo de la organización, el director general de la Unesco Amadou Matar M’Bow decidió crear en 1986 coordinaciones regionales sobre el terreno, una por continente, y para subrayar la importancia que tendrían nombró a su cabeza a 3 de sus 5 subdirectores generales. Quien escribe, a la sazón subdirector general para las Comunicaciones, fue elegido para América Latina y el Caribe con sede en Caracas, por cuanto el entonces ministro de Educación Luis Carbonell había ofrecido en conferencia general sede y apoyo económico a la iniciativa. Esta sorpresiva novedad fue mal comprendida tanto por funcionarios de gobiernos como por unos cuantos miembros del personal de la organización sobre el terreno.

En diciembre de 1986 la ex colega del Ininco Elizabeth Safar, de regreso del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (presidido por García Márquez), me informó que el escritor había expresado en público juicios negativos y francamente descabellados sobre mis actividades de coordinador regional (“Pretende crear una Unesco latinoamericana…y favorecer la política norteamericana”, cuando ese país ya no era miembro de la organización). El 7 de enero de 1987 dirigí una correspondencia a Gabriel García Márquez manifestándole que los grandes escritores y líderes de opinión como él estaban en la obligación de sopesar mejor sus aseveraciones públicas y evitar juicios temerarios, que recabara más precisas informaciones sobre mi persona, actividades y fidelidad a la organización y que sustanciara sus afirmaciones para eventualmente rectificar en público las anteriores.

En correspondencia desde México fechada abril de 1987, escrita de su puño y letra en tinta muy negra y hermosa letra, el Gabo me contestó así: “Estimado Amigo, es cierto que comenté en público una versión alarmante que circulaba por aquellos días en voz muy allá por los lados de la Unesco. La reacción de Ud. me convence de que se trata de un infundio, y me alegra mucho que así sea, por Ud. y toda la América Latina. Créame que me duele haberle causado este dolor, y quisiera hacer algo para que lo olvide. Le mando, con mis excusas, un abrazo muy sincero, Gabriel”.

Un par de años después tuvimos la oportunidad de encontrarnos cordialmente en Caracas, en casa de Hans Neumann. En tono afable-vanidoso, el Gabo me aseguró que yo era la única persona al mundo que había recibido excusas de su parte.

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EL PAIS
Madrid – España
19 de abril de 2014

El escritor de periódicos
Gabriel García Márquez es el reportaje, la forma suprema 
que tiene el periodista de acercarse a la realidad

Por Miguel Ángel Bastenier*

 García Márquez en la redacción de 'El Espectador' de Bogotá en 1954. / archivo el espectador

Conocí a Gabo a comienzos de 1995. Gabriel García Márquez había creado la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, y el director de EL PAÍS me había dicho que un “señor colombiano” se pondría en contacto conmigo en nombre del Nobel de Aracataca, y que teníamos que ponernos de acuerdo, aunque no estaba del todo claro para qué. El “señor colombiano” era Jaime Abello, entonces un joven plenamente esférico, que me llamó de inmediato. Estaba en Madrid, nos vimos, y el modesto enigma dejó de serlo. Gabo le había dicho que para todo lo relacionado con la enseñanza y práctica del periodismo, la FNPI tenía que hablar prioritariamente con el diario EL PAÍS de Madrid.

Solo con periodistas de a pie haríamos periódicos opacos e insuficientes
Así empezó mi historia de amor con la Fundación. El primer curso que di en Cartagena en la primavera de 1995, fue un modesto taller de tres días de periodismo internacional, con una decena de jóvenes periodistas colombianos, algunos de los cuales se convirtieron en amigos para siempre. Las conversaciones, porque eso fueron más que un curso cerrado, tuvieron lugar en la Casa de España, pues aún no existía la sede de la Fundación en san Juan de Dios, junto a plaza de san Pedro. Pero lo importante para mí fue que Gabo inauguró el evento. Fueron las suyas palabras extremadamente cordiales, que se extendieron a un almuerzo aquel mismo día ante la apacible y rotunda presencia de Abello, director general de la FNPI. Yo estaba fascinado por mi propia suerte; me hallaba entre manteles con el Nobel colombiano de literatura, cuya obra conocía línea a línea.

Era relativamente modesto teniendo en cuenta su encumbramiento
Tras aquel encuentro, para mí fundacional, vi a Gabo un número de veces en almuerzos, cenas, visitas a su casa de Cartagena, su domicilio de la calle del Fuego, México D.F., Monterrey con motivo de la entrega del premio anual de la Fundación, y Madrid, donde tuve el privilegio de asistir a la lectura por el propio Gabo del capítulo de su también primer volumen de memorias. La última vez que lo vi fue en casa de su hermano Jaime, siempre en la bellísima ciudad caribeña, cuando el autor de Cien Años... comenzaba a dejar de ser él mismo. No pretendo ni por asomo haber sido amigo ni íntimo, ni especial en ningún sentido, de García Márquez. Pienso que sentía incluso alguna ambivalencia ante mi persona, causada probablemente por la proverbial brutalidad en el hablar de los españoles, de la que se me considera eximio representante. Me consta que en una ocasión me calificó de “bruto inteligente”, lo que me enorgulleció sobremanera porque ser bruto me encanta y que me encuentre inteligente alguien como Gabo es ya el paraíso. Pero lo que aquí me interesa es subrayar que he tenido la oportunidad de ver, oír, ¿por qué no? juzgar, y formarme una construcción del personaje, dado que si bien García Márquez era relativamente modesto teniendo en cuenta su encumbramiento universal, no dejaba por ello de mostrarse consciente de quién era, de lo que representaba, y de la palinodia a que tenía derecho.

Todo lo que ocurre físicamente se le debe contar al lector como si lo viera
Yo distingo entre periodista tout court y escritor de periódico, que puede ser algo menos pero también algo más. El periodista, animal de redacción, puede prolongarse hasta escritor de periódico, y el escritor de periódico englobar en sí mismo al periodista. El que llega a escritor de periódico habiendo vivido la redacción, puede decir que ha hecho el viaje completo a Itaca o a la última Thule, de ida y vuelta. Este es el caso, en absoluto frecuente, de Gabriel García Márquez.

En estos momentos haría más falta que nunca un Gabo en cada redacción
Sin los escritores de periódico los diarios no existirían. Se me dirá que sin los periodistas de a pie tampoco; pero solo con ellos, con nosotros, haríamos periódicos opacos, dignos, quizá, pero, especialmente en este tiempo tan digital gravemente insuficientes. El escritor de periódico, al que no hay que confundir con el mero colaborador, es el que aporta el valor añadido. Gabo, Gabito, como le he oído siempre referirse a él a su hermano Jaime, cultor aún en vida de su memoria, fue una fuerza de la naturaleza. Uno se imagina a Lope en tesitura parecida, derramando literatura como el volcán lava, y dentro de esa torrencialidad constatar que García Márquez es el reportaje, la forma suprema que tiene el periodista de acercarse a la realidad: el reportaje, sin embargo, en el que las cosas que pasan y la ficción –¿no son acaso lo mismo?– se entreveran hasta formar el tejido mismo de la literatura periodística, del periodismo literario.

En una presentación del Hay festival en Cartagena afirmé que el periodismo literario no existía, pero debería matizar como categoría, contenedor definible, acotado, al que un texto debía ajustarse para ser tenido como tal, pero existir, cuando topamos con él, claro que existe y en García Márquez te das de bruces, te golpea con el puño directamente en el rostro hasta dejarte choqueado. En Relato de un náufrago ¿dónde termina y empieza la ficción?; ¿dónde se subleva la realidad contra la fantasía?; ¿no son acaso una y otra caras de un mismo compacto? Y la literatura periodística ha sido el territorio en el que Gabo ha dejado clavada una estaca que marca el antes y el después. Pero el autor ha sido también y al mismo tiempo un periodista de periódico, el que sabe que las historias han de tener personalización, protagonistas, y visibilización, narrativa visual, porque todo lo que ocurre físicamente se le debe contar al lector para hacer como si lo viera. Gabo veía lo que tenía que contar.

Los escritores de periódicos son los que aportan el valor añadido
La Prensa, y no solo impresa sino también digital, sufre hoy la legítima embestida de las redes sociales; comunicación contra información. Y en tan azarosos momentos haría más falta que nunca un Gabo en cada redacción para que nos recuerde en qué consiste eso del periodismo. Pero escritores de periódico y periodistas no se prodigan. Yo conocí a uno.

*Miguel Ángel Bastenier es periodista y profesor de la
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.

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elmundo.es
Madrid - España
18 de abril de 2014

Muere Gabriel García Márquez
El escritor y Premio Nobel de Literatura durante una visita a Madrid. Foto Carlos Barajas

Por Jacobo G. García - México

Los grandes saben cuando morirse para fastidiar a todo el mundo. Chavela Vargas dijo que lo haría en domingo para molestar y así fue. Gabriel García Márquez se rió de las beatas costumbres con las que creció en Colombia y hasta los pasos más recogidos de Jueves Santo se detuvieron durante un minuto para llorar la muerte del biógrafo de Latinoamérica, el hijo del telegrafista que dio forma de libro al sentir de un continente. Porqué las lágrimas llegaban desde la Patagonia hasta Tijuana y desde San Ángel a Aracataca. García Márquez será incinerado "en privado" y el lunes por la tarde se celebrará un homenaje en el Palacio de Bellas Artes de México DF.

Desde horas antes de que su entorno confirmara la noticia, un halo de muerte sobrevolaba su floreada casa y decenas de periodistas se reunían como zopilotes frente a su puerta. Su mujer, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, esperaban dentro el desenlace hasta que su entorno lo confirmó vía Twitter. "Así es, ha muerto García Márquez", dijo Roberto Perea, funcionario de CONACULTA (Ministerio de Cultura). El presidente colombiano, Juan Manuel Santos aseguró que había muerto el Colombiano más importante de todos los tiempos.

Apenas hace 8 días Gabo había dejado el hospital donde estuvo ingresado durante una semana por una infección pulmonar. Poco después se supo que, en realidad, no era un problema pulmonar sino un agravamiento del cáncer que lo aquejaba y que se había extendido por pulmón, ganglios e hígado y que estaba recibiendo cuidados paliativos en su casa. Tras la última recaída, su familia decidió no castigarlo más con agresivos tratamientos y darle sólo cuidados que le aliviaran los dolores.

El valor de la amistad

"Yo vivo sólo para que me quieran más mis amigos" solía decir y éstos ahora se multiplican. Una de sus mejores amigas, el premio Cervantes Elena Poniatowska, recordó en El Mundo al Gabo dicharachero y bueno con quien compartió muchas horas de charlas y risas. "Nos queremos mucho desde antes de que le dieran el Nobel, porque es una persona muy tierna y sencilla, y cuando nos vemos siempre me pregunta cosas como si debo comprarme otro pantalón, si esta americana combina con esta camisa..." recuerda horas antes de conocerse la noticia.

Una amistad que incluso le costó una exclusiva. Fue aquel día en que Vargas Llosa le dio aquel puñetazo en la cara a Gabo y Elena estaba delante. Pero mientras Ana Cecilia Treviño, la Bambi, editora del diario Excélsior, salió corriendo a enviar el texto, Elenita fue por un bistec crudo para bajarle el hinchazón. Le habían ganado la portada.

Aquí en la Ciudad de México, García Márquez llegó huyendo del dictador colombiano Laureano Gómez y su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla. Durante su exilio en la Ciudad de México empezó a escribir 'Cien Años de Soledad', en un estilo que demuestra la influencia del famoso escritor estadounidense William Faulkner. El escritor colombiano llevó a su esposa a vivir con su familia y en el D.F permaneció 18 meses casi sin salir de la habitación de su apartamento a la que llamaba "la Cueva de la Mafia". Allí permaneció consumiendo seis paquetes diarios de cigarrillos. Las deudas se acumulaban y para resistir económicamente este largo período vendió su automóvil y casi todas sus pertenencias, incluyendo los electrodomésticos y enseres de la casa. Por esta obra percibió un anticipo de apenas 500 dólares y la tirada inicial fue de 8.000 ejemplares.

Para la tumba García Márquez se lleva el misterio sobre la famosa novela inacabada de Gabo, una obra que se debía llamar "En agosto nos vemos". "Se trata de un libro que escribió hace algunos años, poco después de 'Memorias de mis putas tristes', pero que ha corregido casi de forma obsesiva", dijo su editor Cristóbal Pera a EL MUNDO el año pasado. La leyenda cuenta que Gabo había escrito hasta seis finales y que, una vez terminada, la guardó en un cajón para que fuera publicada una vez fallecido. Para su editor, que ha leído varios capítulos, se trata de una "obra maestra" pero la fecha de su publicación "es una decisión personal de Gabo", aclararía entonces.

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla", dijo en una de sus últimas entrevistas.

Hasta la floreada casa del barrio de San Ángel llegaron durante todo el día escritores como Ángeles Mastretta o Héctor Aguilar Camín, quien recordó que la muerte del periodista colombiano no es cualquier cosa: "Es como si se hubiera muerto Dickens o Balzac. Es una cosa muy seria García Márquez".

Su familia informó de que el cuerpo del novelista será incinerado y serán sus cenizas las que estén presentes en el homenaje que se le rendirá el próximo lunes en Bellas Artes, catedral de la cultura mexicana. El homenaje incluiría lecturas, proyecciones de cine, reediciones y conferencias.



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