EL NACIONAL
Caracas - Venezuela
28 de Mayo de 2014 •
Para los archivos sobre el Gabo
Por Antonio Pasquali
Visto el esfuerzo de la cultura nacional por ordenar en
memoria todo lo conservable de las relaciones del Nobel García Márquez con
Venezuela, he estimado pertinente consignar a sus archivos el pequeño pero
significativo episodio aquí narrado, con mis sinceras excusas al lector si la
específica circunstancia me obliga a escribir en primera persona, algo que
francamente aborrezco. Lo hago con dos premisas: admiro incansablemente al
escritor desde el día de la llegada del hielo a Macondo, y por su perspicacia
en prever desde 1998 el futuro despótico de Chávez, una acertada profecía que
lo alejó de una Venezuela por él muy amada.
A comienzo de los 50 del pasado siglo (la UCV estaba
cerrada) me ganaba la vida montando en vidrio para fotograbado, todos los
sábados, en Grabados Nacionales de Prado de María, una revista
deportivo-cinematográfica que dirigía el inolvidable Sergio Antillano. A mi
lado, el feliz e indocumentado Gabo hacía otro tanto con Momento, el semanario
creado por Plinio Mendoza Neira venido de las peores turbulencias políticas
colombianas de aquellos años, a menudo acompañado del joven hijo Plinio Apuleyo
Mendoza, algunos años más joven que yo. Durante esa cohabitación sabatina, el
Gabo y yo apenas intercambiamos palabra, si acaso tres o cuatro veces, sobre
cuestiones relacionadas con técnicas y astucias del común oficio.
Treinta y cinco años después. En un intento por mejorar la
eficiencia en el trabajo de campo de la organización, el director general de la
Unesco Amadou Matar M’Bow decidió crear en 1986 coordinaciones regionales sobre
el terreno, una por continente, y para subrayar la importancia que tendrían
nombró a su cabeza a 3 de sus 5 subdirectores generales. Quien escribe, a la
sazón subdirector general para las Comunicaciones, fue elegido para América
Latina y el Caribe con sede en Caracas, por cuanto el entonces ministro de
Educación Luis Carbonell había ofrecido en conferencia general sede y apoyo
económico a la iniciativa. Esta sorpresiva novedad fue mal comprendida tanto
por funcionarios de gobiernos como por unos cuantos miembros del personal de la
organización sobre el terreno.
En diciembre de 1986 la ex colega del Ininco Elizabeth
Safar, de regreso del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana
(presidido por García Márquez), me informó que el escritor había expresado en
público juicios negativos y francamente descabellados sobre mis actividades de
coordinador regional (“Pretende crear una Unesco latinoamericana…y favorecer la
política norteamericana”, cuando ese país ya no era miembro de la
organización). El 7 de enero de 1987 dirigí una correspondencia a Gabriel
García Márquez manifestándole que los grandes escritores y líderes de opinión
como él estaban en la obligación de sopesar mejor sus aseveraciones públicas y
evitar juicios temerarios, que recabara más precisas informaciones sobre mi
persona, actividades y fidelidad a la organización y que sustanciara sus afirmaciones
para eventualmente rectificar en público las anteriores.
En correspondencia desde México fechada abril de 1987,
escrita de su puño y letra en tinta muy negra y hermosa letra, el Gabo me
contestó así: “Estimado Amigo, es cierto que comenté en público una versión
alarmante que circulaba por aquellos días en voz muy allá por los lados de la
Unesco. La reacción de Ud. me convence de que se trata de un infundio, y me
alegra mucho que así sea, por Ud. y toda la América Latina. Créame que me duele
haberle causado este dolor, y quisiera hacer algo para que lo olvide. Le mando,
con mis excusas, un abrazo muy sincero, Gabriel”.
Un par de años después tuvimos la oportunidad de
encontrarnos cordialmente en Caracas, en casa de Hans Neumann. En tono
afable-vanidoso, el Gabo me aseguró que yo era la única persona al mundo que
había recibido excusas de su parte.
** ** **
EL PAIS
Madrid – España
19 de abril de 2014
El escritor de periódicos
Gabriel García
Márquez es el reportaje, la forma suprema
que tiene el periodista de acercarse
a la realidad
Por Miguel Ángel
Bastenier*
García Márquez en la redacción de 'El Espectador' de Bogotá en 1954. / archivo el
espectador
Conocí a Gabo a comienzos de 1995. Gabriel García Márquez
había creado la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, y el
director de EL PAÍS me había dicho que un “señor colombiano” se pondría en
contacto conmigo en nombre del Nobel de Aracataca, y que teníamos que ponernos
de acuerdo, aunque no estaba del todo claro para qué. El “señor colombiano” era
Jaime Abello, entonces un joven plenamente esférico, que me llamó de inmediato.
Estaba en Madrid, nos vimos, y el modesto enigma dejó de serlo. Gabo le había
dicho que para todo lo relacionado con la enseñanza y práctica del periodismo,
la FNPI tenía que hablar prioritariamente con el diario EL PAÍS de Madrid.
Solo con periodistas
de a pie haríamos periódicos opacos e insuficientes
Así empezó mi historia de amor con la Fundación. El primer
curso que di en Cartagena en la primavera de 1995, fue un modesto taller de
tres días de periodismo internacional, con una decena de jóvenes periodistas
colombianos, algunos de los cuales se convirtieron en amigos para siempre. Las
conversaciones, porque eso fueron más que un curso cerrado, tuvieron lugar en
la Casa de España, pues aún no existía la sede de la Fundación en san Juan de
Dios, junto a plaza de san Pedro. Pero lo importante para mí fue que Gabo
inauguró el evento. Fueron las suyas palabras extremadamente cordiales, que se
extendieron a un almuerzo aquel mismo día ante la apacible y rotunda presencia
de Abello, director general de la FNPI. Yo estaba fascinado por mi propia
suerte; me hallaba entre manteles con el Nobel colombiano de literatura, cuya
obra conocía línea a línea.
Era relativamente
modesto teniendo en cuenta su encumbramiento
Tras aquel encuentro, para mí fundacional, vi a Gabo un
número de veces en almuerzos, cenas, visitas a su casa de Cartagena, su
domicilio de la calle del Fuego, México D.F., Monterrey con motivo de la
entrega del premio anual de la Fundación, y Madrid, donde tuve el privilegio de
asistir a la lectura por el propio Gabo del capítulo de su también primer
volumen de memorias. La última vez que lo vi fue en casa de su hermano Jaime,
siempre en la bellísima ciudad caribeña, cuando el autor de Cien Años...
comenzaba a dejar de ser él mismo. No pretendo ni por asomo haber sido amigo ni
íntimo, ni especial en ningún sentido, de García Márquez. Pienso que sentía
incluso alguna ambivalencia ante mi persona, causada probablemente por la
proverbial brutalidad en el hablar de los españoles, de la que se me considera
eximio representante. Me consta que en una ocasión me calificó de “bruto
inteligente”, lo que me enorgulleció sobremanera porque ser bruto me encanta y
que me encuentre inteligente alguien como Gabo es ya el paraíso. Pero lo que
aquí me interesa es subrayar que he tenido la oportunidad de ver, oír, ¿por qué
no? juzgar, y formarme una construcción del personaje, dado que si bien García
Márquez era relativamente modesto teniendo en cuenta su encumbramiento
universal, no dejaba por ello de mostrarse consciente de quién era, de lo que
representaba, y de la palinodia a que tenía derecho.
Todo lo que ocurre
físicamente se le debe contar al lector como si lo viera
Yo distingo entre periodista tout court y escritor de
periódico, que puede ser algo menos pero también algo más. El periodista,
animal de redacción, puede prolongarse hasta escritor de periódico, y el
escritor de periódico englobar en sí mismo al periodista. El que llega a
escritor de periódico habiendo vivido la redacción, puede decir que ha hecho el
viaje completo a Itaca o a la última Thule, de ida y vuelta. Este es el caso,
en absoluto frecuente, de Gabriel García Márquez.
En estos momentos
haría más falta que nunca un Gabo en cada redacción
Sin los escritores de periódico los diarios no existirían.
Se me dirá que sin los periodistas de a pie tampoco; pero solo con ellos, con
nosotros, haríamos periódicos opacos, dignos, quizá, pero, especialmente en
este tiempo tan digital gravemente insuficientes. El escritor de periódico, al
que no hay que confundir con el mero colaborador, es el que aporta el valor
añadido. Gabo, Gabito, como le he oído siempre referirse a él a su hermano
Jaime, cultor aún en vida de su memoria, fue una fuerza de la naturaleza. Uno
se imagina a Lope en tesitura parecida, derramando literatura como el volcán
lava, y dentro de esa torrencialidad constatar que García Márquez es el
reportaje, la forma suprema que tiene el periodista de acercarse a la realidad:
el reportaje, sin embargo, en el que las cosas que pasan y la ficción –¿no son
acaso lo mismo?– se entreveran hasta formar el tejido mismo de la literatura
periodística, del periodismo literario.
En una presentación del Hay festival en Cartagena afirmé que
el periodismo literario no existía, pero debería matizar como categoría,
contenedor definible, acotado, al que un texto debía ajustarse para ser tenido
como tal, pero existir, cuando topamos con él, claro que existe y en García
Márquez te das de bruces, te golpea con el puño directamente en el rostro hasta
dejarte choqueado. En Relato de un náufrago ¿dónde termina y empieza la
ficción?; ¿dónde se subleva la realidad contra la fantasía?; ¿no son acaso una
y otra caras de un mismo compacto? Y la literatura periodística ha sido el
territorio en el que Gabo ha dejado clavada una estaca que marca el antes y el
después. Pero el autor ha sido también y al mismo tiempo un periodista de
periódico, el que sabe que las historias han de tener personalización,
protagonistas, y visibilización, narrativa visual, porque todo lo que ocurre
físicamente se le debe contar al lector para hacer como si lo viera. Gabo veía
lo que tenía que contar.
Los escritores de
periódicos son los que aportan el valor añadido
La Prensa, y no solo impresa sino también digital, sufre hoy
la legítima embestida de las redes sociales; comunicación contra información. Y
en tan azarosos momentos haría más falta que nunca un Gabo en cada redacción
para que nos recuerde en qué consiste eso del periodismo. Pero escritores de
periódico y periodistas no se prodigan. Yo conocí a uno.
*Miguel Ángel Bastenier
es periodista y profesor de la
Fundación Nuevo
Periodismo Iberoamericano.
** ** **
elmundo.es
Madrid - España
18 de abril de 2014
Muere Gabriel García Márquez
El escritor y Premio Nobel de Literatura durante una visita a Madrid.
Foto Carlos
Barajas
Por Jacobo G. García -
México
Los grandes saben cuando morirse para fastidiar a todo el
mundo. Chavela Vargas dijo que lo haría en domingo para molestar y así fue.
Gabriel García Márquez se rió de las beatas costumbres con las que creció en
Colombia y hasta los pasos más recogidos de Jueves Santo se detuvieron durante
un minuto para llorar la muerte del biógrafo de Latinoamérica, el hijo del
telegrafista que dio forma de libro al sentir de un continente. Porqué las
lágrimas llegaban desde la Patagonia hasta Tijuana y desde San Ángel a Aracataca.
García Márquez será incinerado "en privado" y el lunes por la tarde
se celebrará un homenaje en el Palacio de Bellas Artes de México DF.
Desde horas antes de que su entorno confirmara la noticia,
un halo de muerte sobrevolaba su floreada casa y decenas de periodistas se
reunían como zopilotes frente a su puerta. Su mujer, Mercedes Barcha, y sus
hijos Rodrigo y Gonzalo, esperaban dentro el desenlace hasta que su entorno lo
confirmó vía Twitter. "Así es, ha muerto García Márquez", dijo Roberto
Perea, funcionario de CONACULTA (Ministerio de Cultura). El presidente
colombiano, Juan Manuel Santos aseguró que había muerto el Colombiano más
importante de todos los tiempos.
Apenas hace 8 días Gabo había dejado el hospital donde
estuvo ingresado durante una semana por una infección pulmonar. Poco después se
supo que, en realidad, no era un problema pulmonar sino un agravamiento del
cáncer que lo aquejaba y que se había extendido por pulmón, ganglios e hígado y
que estaba recibiendo cuidados paliativos en su casa. Tras la última recaída,
su familia decidió no castigarlo más con agresivos tratamientos y darle sólo
cuidados que le aliviaran los dolores.
El valor de la
amistad
"Yo vivo sólo para que me quieran más mis amigos"
solía decir y éstos ahora se multiplican. Una de sus mejores amigas, el premio
Cervantes Elena Poniatowska, recordó en El Mundo al Gabo dicharachero y bueno
con quien compartió muchas horas de charlas y risas. "Nos queremos mucho
desde antes de que le dieran el Nobel, porque es una persona muy tierna y
sencilla, y cuando nos vemos siempre me pregunta cosas como si debo comprarme
otro pantalón, si esta americana combina con esta camisa..." recuerda
horas antes de conocerse la noticia.
Una amistad que incluso le costó una exclusiva. Fue aquel
día en que Vargas Llosa le dio aquel puñetazo en la cara a Gabo y Elena estaba
delante. Pero mientras Ana Cecilia Treviño, la Bambi, editora del diario
Excélsior, salió corriendo a enviar el texto, Elenita fue por un bistec crudo
para bajarle el hinchazón. Le habían ganado la portada.
Aquí en la Ciudad de México, García Márquez llegó huyendo
del dictador colombiano Laureano Gómez y su sucesor, el general Gustavo Rojas
Pinilla. Durante su exilio en la Ciudad de México empezó a escribir 'Cien Años
de Soledad', en un estilo que demuestra la influencia del famoso escritor
estadounidense William Faulkner. El escritor colombiano llevó a su esposa a
vivir con su familia y en el D.F permaneció 18 meses casi sin salir de la
habitación de su apartamento a la que llamaba "la Cueva de la Mafia".
Allí permaneció consumiendo seis paquetes diarios de cigarrillos. Las deudas se
acumulaban y para resistir económicamente este largo período vendió su
automóvil y casi todas sus pertenencias, incluyendo los electrodomésticos y
enseres de la casa. Por esta obra percibió un anticipo de apenas 500 dólares y
la tirada inicial fue de 8.000 ejemplares.
Para la tumba García Márquez se lleva el misterio sobre la
famosa novela inacabada de Gabo, una obra que se debía llamar "En agosto
nos vemos". "Se trata de un libro que escribió hace algunos años,
poco después de 'Memorias de mis putas tristes', pero que ha corregido casi de
forma obsesiva", dijo su editor Cristóbal Pera a EL MUNDO el año pasado.
La leyenda cuenta que Gabo había escrito hasta seis finales y que, una vez
terminada, la guardó en un cajón para que fuera publicada una vez fallecido.
Para su editor, que ha leído varios capítulos, se trata de una "obra
maestra" pero la fecha de su publicación "es una decisión personal de
Gabo", aclararía entonces.
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno
recuerda y cómo la recuerda para contarla", dijo en una de sus últimas
entrevistas.
Hasta la floreada casa del barrio de San Ángel llegaron
durante todo el día escritores como Ángeles Mastretta o Héctor Aguilar Camín,
quien recordó que la muerte del periodista colombiano no es cualquier cosa:
"Es como si se hubiera muerto Dickens o Balzac. Es una cosa muy seria
García Márquez".
Su familia informó de que el cuerpo del novelista será
incinerado y serán sus cenizas las que estén presentes en el homenaje que se le
rendirá el próximo lunes en Bellas Artes, catedral de la cultura mexicana. El homenaje
incluiría lecturas, proyecciones de cine, reediciones y conferencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario