EL PAIS
Madrid – España
13 de junio de 2014
Babelia
TRIBUNA
García Márquez en Dublín
La visita del colombiano hizo posible la convergencia
de tres inmortales de la literatura universal
Por Carlos Salinas de Gortari
Resulta paradójico que en Irlanda desconozcan la visita que
Gabriel García Márquez hizo a ese país, siendo uno de los pueblos que más
valora la literatura. Los irlandeses se consideran “salvadores de la
civilización” por las obras clásicas que sus monjes copiaron y conservaron
durante la Edad Media. Y decidieron recurrir a la literatura para “inventar
Irlanda” como una comunidad histórica, y como una cultura de resistencia ante
la imposición durante siglos de Inglaterra, su vecino más que incómodo, imperial.
Tal vez eso contribuye a explicar que Irlanda, siendo un país que no llega a
cinco millones de habitantes, cuenta con cuatro Premios Nobel de Literatura, a
pesar de que quien tal vez más lo merecía, James Joyce, nunca lo recibió.
Precisamente el 16 de junio de 1997, durante la gran fiesta
joyceana de Bloomsday, la que celebra el día durante el cual transcurre el
Ulises, Gabriel García Márquez recorrió Dublín y alrededores en un peregrinaje
secular que le hizo admirar aún más esa gran nación. Y durante ese recorrido,
Gabo vinculó a otros dos grandes de la literatura universal. García Márquez
conservó la experiencia como un momento singular.
Acompañado de su esposa Mercedes, Gabo aceptó la invitación
que le hice para compartir unos días en esa tierra de sorprendente fortaleza
literaria. Yo residía temporalmente en Irlanda por la sugerencia de Ted
Sorensen, asesor del presidente Kennedy, de raíces irlandesas, quien me
aconsejó: “Si quieres escribir un libro, ve a Irlanda”. Con mi esposa Ana Paula
Gerard recibí a los ilustres huéspedes, y con ellos a José Carreño Carlón y su
esposa Luci.
Gabo venía precedido del alboroto que había producido su
propuesta en Zacatecas de “simplificar la gramática y jubilar la ortografía”.
Lo disfrutaba enormemente. Pero ese 16 de junio en Dublín empleó la discreción
para absorber la fortaleza del país. Los García Márquez y los Carreño se
hospedaron en el hotel Shelbourne, frente a Stephen’s Green, el parque
predilecto de Joyce. Al caminar por Grafton Street, dominada por peatones,
decidimos cambiar el curso y tomar la paralela, Dawson, la cual nos llevó a la
librería más importante de la ciudad: Hodges Figgis. Poblada de entusiastas
jóvenes, niños y adultos, la librería sorprendió gratamente a Gabo por la
diversidad de sus títulos distribuidos en varios pisos.
Resultó grato encontrar todo un sitio dedicado a las obras
de García Márquez. Entonces, Gabo revisó varios ejemplares con ojos
concentrados, tanto la traducción de Gregory Rabassa de Cien años de soledad
como la de Edith Grossman de El general y su laberinto. Su expresión fue de
satisfacción a pesar de recordar que “traduttore tradittore”. Todavía conservo
ambos ejemplares. Mientras conversábamos en la cafetería de la librería,
recordamos que en sus más de doscientos años de existencia la librería fue
citada por el propio Joyce en la primera hora del Ulises al escribir: “La
virgen en la ventana de Hodges Figgis”.
La vitalidad de la ciudad se extendía hasta las afueras, en
Bray, donde cenamos en la casa que rentábamos y compartimos recuerdos y tomamos
una foto. Decidimos ir al día siguiente a la torre Martello en Sandycove, una
de las antiguas vigías imperiales y ahora museo, pues ahí precisamente arranca
el Ulises su periplo modernizado de un solo día. La inspiración la tuvo Joyce
en 1904 cuando pernoctó varias noches en esa torre. Ahí compartió Gabo su
admiración por el autor y esa obra. Hizo entonces un apasionado comentario
sobre el final del Ulises, más de veinte páginas convertidas en un párrafo que
no se interrumpe ni por comas ni por puntos. Fue un momento que convirtió en
mágica la realidad que nos rodeaba.
La conversación unió a dos titanes literarios. Surgió la
referencia que de Joyce hizo Hemingway en su obra París era una fiesta. En su
texto, Hemingway señaló que en París Gertrude Stein no volvía a invitar a quien
mencionara dos veces al escritor irlandés. Pero para el Nobel norteamericano,
“Joyce es grande. Y un buen amigo”, según asentó en ese testimonio escrito. Y a
continuación se recordó que Hemingway relata haber encontrado finalmente a
Joyce mientras paseaba solo por el bulevar Saint-Germain; lo invitó a beber una
copa en Les Deux Magots.
A Gabo le brillaron intensamente los ojos al mencionarse
este pasaje en la obra de Hemingway. Yo sabía el motivo de su emoción. Y Gabo
lo recordó. Sólo unos años antes, en París en 1992, Gabo había relatado su
encuentro con Hemingway precisamente en el Barrio Latino. Lo hizo mientras
tomábamos sus ostras preferidas en La Coupole. Esa noche había concluido una
cena a la que me invitó el presidente Mitterrand en el Elíseo, donde tuve el
honor de que me acompañara Carlos Fuentes. Al salir, el ministro de Cultura
Jack Lange amablemente nos convidó a visitar las obras de restauración de las
murallas originales en los cimientos del Louvre. El momento se volvió especial
cuando Gabo se incorporó al recorrido. Después, mientras degustábamos las
ostras, Gabo rememoró que precisamente en el Barrio Latino había tenido su
primer y único encuentro con Hemingway. Y fue mientras ambos caminaban, pero en
sentidos opuestos, cuando el joven y desconocido reportero colombiano vio al
titán en la acera opuesta. A Gabo lo embargó la emoción y sólo alcanzó a
gritarle: “¡Maestro!”. Hemingway le devolvió una cálida sonrisa y siguió su
camino sin imaginar que aquel que le había lanzado tan elogiosa expresión era
su par, pero en ciernes. Ese encuentro ocurrió en 1956, cuando Hemingway
recuperó un baúl que había dejado casi treinta años antes y en el cual estaban
las libretas en las que narraba sus años en París y que se convertiría
precisamente en su libro París era una fiesta, el cual empezó a escribir el año
siguiente en Cuba.
Como si todo estuviera dando vueltas, la conversación
durante la visita de Gabo en Dublín hizo posible la convergencia de tres inmortales
de la literatura universal. Estos recuerdos son permanentes por la calidad
humana, la generosidad y el inmenso talento de un ser humano universal: por eso
si bien Gabriel García Márquez no se va, Gabo siempre nos hará falta.
** ** **
CREDENCIAL
Bogotá – Colombia
Edición Mayo de
2014
ESPECIAL Gabriel
García Márquez:
¿Por qué Fidel Castro?
El inglés que durante
17 años se dedicó a investigar a Gabriel García Márquez para convertirse en su
biógrafo habla sobre una de las amistades más importantes del Nobel, la que
tenía con el expresidente cubano.
Por Ana Catalina
Baldrich
(Fotos: Getty Images. )
Gerald Martín conoció a Gabriel García Márquez el 21 de
diciembre de 1990 y aún hoy recuerda con detalle el día que, por fin, tras
esperar tres semanas en un hotel en Cuba, le avisaron que tendría 10 minutos
para entrevistarse con el Nobel que lo trasnochaba desde que leyó Cien años de
soledad, en el México convulso de 1968.
“Pensé en el mismo segundo de verlo que todo iba a ir bien.
No sé por qué tuvo un impacto tranquilizador, su cara y sobre todo su voz.
Entonces pensé que iba a ser su mejor amigo en todo el planeta. No fue
exactamente así, pero ese fue el comienzo”, relata Martin sobre el día que
marcó el inicio de 17 años de investigación, que incluyeron 400 entrevistas y
miles de lecturas para finalmente publicar Gabriel García Márquez. Una vida, la
que es considerada la biografía más completa del Nobel de literatura.
Así, con la autoridad que le da el ser el que más datos
tiene sobre Gabo, Martin habló sobre la amistad entre el colombiano y quien
fuera hasta 2008 presidente de Cuba.
¿En qué línea
ideológica y política ubicaría a Gabriel García Márquez?
Alguien debería escribir un libro sobre esto. García Márquez
toda la vida fue socialista, sin duda, aunque no sé si en sus últimos 10 años
era o no realmente socialista. Yo sigo pensando que sí. Gabo pasó, creo que una
semana, relacionado con una célula comunista, pero después salió enseguida y
aún así, cuando fue a Europa, le era muy importante ver Europa del Este. En el
año 1955 fue a Polonia y probablemente a Checoslovaquia y volvió en 1957 muy
desengañado, no le gustó lo que vio. Es muy fascinante, y la gente no lo toma
suficientemente en cuenta, porque García Márquez seguía siendo socialista
incluso después de ir a la Unión Soviética y sin embargo criticó lo que vio, es
decir, siempre tenía una perspectiva muy crítica, incluso cuando seguía
aliándose con los países socialistas.
¿En qué momento se
despierta la admiración de Gabriel García Márquez por Fidel Castro?
En la década de los cincuenta, García Márquez era periodista
en Venezuela, y desde el comienzo de la guerrilla de Fidel Castro en Cuba, por
alguna razón, una de esas cosas misteriosas, siempre le atraía la figura de
Fidel. Desde Venezuela, escribió dos artículos muy favorables y entrevistó a la
hermana de Fidel. Para García Márquez, Fidel era una figura, de alguna manera,
un poco como Simón Bolívar.
García Márquez siempre sabía quién iba a tener el poder,
incluso a la distancia. En el 97 yo me reí de su idea de que Juan Manuel Santos
iba a ser presidente de Colombia, sin embargo, años después sucedió tal y como
él había dicho. De esta manera, Gabo veía, y tenía razón, que Fidel Castro iba
a ser una figura muy importante para la historia de América Latina.
Entonces, durante casi 20 años, él estuvo pensando en Fidel,
soñando con Fidel. Y eso a pesar de haber tenido serios disgustos y desacuerdos
con Cuba cuando trabajaba en Prensa Latina a comienzos de la década de los
sesenta.
¿Fue una amistad a
pesar de todas las críticas...?
Y una amistad bastante conocida. Nunca había visto una
palabra de García Márquez en contra de Fidel Castro, incluso cuando se había
desencantado de la revolución, durante los sesenta estuvo muy desencantado, aún
así insistía en que Fidel no estaba equivocado sino los demás. Gabo siempre pensaba
que Fidel era una persona totalmente fuera de serie, un gran héroe
latinoamericano.
¿Alguna vez García
Márquez le dijo esto?
Sí. Y me dijo más, incluso. Me dijo una cosa que pudo haber
chocado a muchos socialistas y amigos de Gabo cuando la escribí en el libro,
porque lo que él me dijo hablando de Fidel, de su admiración, de sus logros y
sus hazañas fue: “Fidel es un rey”. Es lo que me dijo.
Es decir que el poder de Fidel Castro va mucho más allá de
nuestra época histórica, que su carisma, que su poder de embrujador de
serpientes, etcétera, tiene una cosa misteriosa.
Yo estoy hablando de hace 30 años, del Gabo que era amigo en
los años setenta y ochenta, esa es la visión.
¿Sabe usted cómo fue
el día en el que Fidel y Gabo se conocieron?
Se conocieron en el 75, cuando Gabo fue precisamente a Cuba
para ver si lo podía conocer. Tuvo que esperar tres semanas o cuatro en un
hotel en Cuba a que Fidel estuviera listo.
¿Alguna vez alguno de
los dos le contó cómo fue se encuentro?
No. Yo he leído muchas cosas que Gabo dijo y yo también
entrevisté a Fidel un par de veces. Pero sí hablé mucho con quien fue uno de
los revolucionarios originales y que estaba escribiendo un gran libro sobre
Fidel y Gabo, pero murió antes de terminar ese libro, Núñez Jiménez. Con él
hablé sobre cómo eran las interacciones de Fidel y Gabo, probablemente sus
encuentros más importantes fueron privados y secretos.
¿Qué le contó García
Márquez sobre esa amistad?
Me contó que su relación era informal y le creo, porque Gabo
era muy informal y Fidel también. Son hombres de guayabera, ambos son
caribeños. Yo creo que las conversaciones entre ellos eran especialmente
interesantes y trascendentales.
¿Qué decía Fidel sobre
Gabo?
Más o menos decía que Gabo era un mago, pero un mago de la
literatura. Decía que era muy inteligente, que conocía muy bien al pueblo de
América Latina y además me decía que Gabo era un gran socialista, era un hombre
que creía –a diferencia de los liberales que la naturaleza humana es siempre
igual y no cambia– en las mejoras de los hombres y que la sociedad era capaz de
mejorarse incluso, fácilmente perfeccionarse. Esas fueron las cosas que me
dijo.
¿Qué tan a menudo
conversaban estos dos amigos?
Durante alguna época, a finales de los setenta, sobre todo
durante todos los ochenta, mucho. Gabo pasaba tres o cuatro meses al año en La
Habana y veía a Fidel varias veces a la semana. En ese entonces había mucho que
discutir y, además, algo que no hemos dicho es que García Márquez pensaba en la
revolución socialista en el mundo, en que el mundo sería mejor. También pensaba
siempre en las posibilidades de paz en Colombia. Además, no olvides que al
mismo tiempo era amigo de Fidel Castro, de Francois Mitterrand de Francia y de
Felipe González en España, además de varios presidentes de América Latina.
García Márquez tenía amigos muy fuertes y podía interpretar sus posiciones de
una manera muy importante en diferentes circunstancias.
Pero para saber la realidad sobre estas cosas tenemos que
esperar a que los historiadores abran archivos, yo te estoy dando realmente mis
impresiones.
¿Sabe usted si
realmente García Márquez aconsejaba a Fidel?
Gabo viajaba mucho por el mundo “libre”, eventualmente iba a
Estados Unidos, tenía muy buenas relaciones en todas partes y se hizo amigo de
Bill Clinton, como todo el mundo sabe. Podía ayudarle mucho a Fidel en cuanto a
la cuestión de derechos humanos y yo creo que tuvo un impacto en Cuba en esta
cuestión. Creo que, por ejemplo, las negociaciones de Gabo con Fidel respecto a
prisioneros políticos eran muy importantes y que García Márquez sacó a más de
2.000 personas de las cárceles cubanas, esas cosas, estoy seguro, son reales.
Los enemigos de Gabo dicen que no, pero yo con todo lo que he visto estoy
convencido de eso.
¿Sabe si Fidel criticó
alguna vez las obras de su amigo?
Yo solo hablé dos veces con Fidel. No hablamos mucho de
literatura, hablamos más de las relaciones personales, de que Fidel cocinaba en
su casa para Gabo y de cuestiones políticas. A Fidel le gustaba bastante El
general en su laberinto.
¿Nunca se reunió con
los dos?
No, nunca. Esa fue la gran decepción, cuando fui en 1997 iba
a estar con los dos un tiempo, primero en privado y después en la famosa fiesta
que Gabo hacía cuando estaba en Cuba, pero hubo una crisis, ahora no recuerdo
cuál, ya estoy viejo. Entonces no, nunca los vi a los dos juntos y fue la gran
ausencia de mi historia con Gabriel García Márquez.
¿Gabo criticó alguna
decisión de Fidel?
Pensaba que Fidel era terco, pensaba que la línea dura que
mantenía a veces con ciertos temas era demasiado. Nunca me dijo que no estaba
de acuerdo con la ejecución de Arnaldo Ochoa, pero todo me indica que estaba en
contra, que pensó que era un error no solamente moral sino político, pero no me
lo dijo, le pregunté y no me contestó de una manera enérgica, porque obviamente
eso para él era un asunto sumamente importante y grave. Entonces no puedo
afirmarlo de una manera muy tajante. Él no siempre estaba de acuerdo con las
decisiones de Fidel, pero Gabo tenía razón, si él hubiera criticado a Fidel
Castro, sus críticas habrían salido en los titulares de todos los periódicos
del mundo y los enemigos de Cuba lo habrían utilizado. Yo creo que una vez
definida su amistad con Fidel, era imposible que Gabo lo criticara
abiertamente.
¿Qué tanto influyó
esta amistad en la realización de las conversaciones de paz en La Habana?
Creo que es indudable, no lo puedo probar, pero si fuera una
cuestión de apostar, yo, indudablemente, estoy absolutamente seguro de que las
relaciones de Gabo con Fidel tuvieron muchísimo sino, todo que ver con las
negociaciones en estos últimos años, de eso no me cabe la menor duda, es parte
del legado político e histórico de García Márquez.
¿Alguna anécdota que
recuerde de esta amistad?
Hay una famosa que dice que Gabo estaba en Cuba quejándose
de que había langostas y mariscos por todas partes y que Fidel jamás le había
regalado eso. Cuando llegó a casa, después de haber estado en la costa, esta
estaba llena de langostas que caminaban por todas partes. Ambos eran grandes bromistas.
¿Cómo definiría esa
amistad?
Yo diría que fue una relación muy política, diría que fue
una relación en ese sentido cínica, que ambos necesitaban al otro, más de lo
que necesitaban a muchos. Los enemigos de Gabo y Fidel podían decir que Gabo
fue el payaso de Fidel, de alguna manera su lacayo, nunca creí en eso. Estoy
seguro de que la relación era mucho más seria y sincera. Digo que también era
cínica porque les convenía a ambos y le convenía a Cuba, pero también creo que
era una relación sincera, ambos tenían la misma visión del mundo, sabían lo que
era el poder. Era una relación de conveniencia, sincera, de una visión de mundo
compartida y diría que también era una amistad verdadera.
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