11 de septiembre de 2012

MEMORABILIA GGM 605

Bogotá - Colombia
7 de Septiembre del 2012

Casa del Telegrafista,
el olvidado sitio de trabajo
del papá de Gabo

Por: Paola Benjumea Brito
Corresponsal de EL TIEMPO
Santa Marta 


La Casa del Telegrafista es un museo triste que se resiste al olvido. Las letras de metal que identifican este lugar, donde vivió y trabajó entre 1923 y 1926 Gabriel Eligio García Martínez, padre del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, están incompletas y las que faltan fueron dibujadas con pintura negra.

En el interior, las puertas de madera están carcomidas por el comején y la humedad, lo mismo que el cielorraso, por cuyos huecos se filtran la lluvia y los rayos del sol. Las paredes están descascaradas, a las ventanas le faltan varios vidrios y el patio está invadido por la maleza.

"Ninguna entidad pública ni privada se ha interesado por mantener este lugar en mejores condiciones", se queja Darlys Cáceres Herrera, guía turística de 27 años, quien desde hace dos años y medio se encarga de mantener el museo y recibir a los visitantes de la Casa del Telegrafista sin que le paguen sueldo.

Museo La casa del telégrafo
Este museo en Aracataca está abandonado y sin apoyo oficial.  
Foto: Paola Benjumea

La casa tampoco tiene seguridad. Las puertas pueden abrirse fácilmente, tal como quedó demostrado el pasado 15 de agosto, cuando desconocidos ingresaron por la noche y se llevaron las camisetas, llaveros, vasos y manillas que Darlys les vende como recuerdos a los turistas para poder sostenerse. También intentaron robarse unos cuadros pero los dejaron en el patio.

"Si antes no se habían metido a robar es porque creen que acá no hay nada de valor", dice. No obstante, en este lugar se conservan objetos que pertenecieron a los Márquez Iguarán, cuyo valor cultural es incalculable, como la estatua de Santa Lucía, lo único que se salvó del incendio que consumió la casa de los abuelos del Nobel en 1925, una tinaja de barro, un mueble para aguamanil y un chifonier.

Igualmente, una vieja máquina de escribir, un clavijero, los sellos y una sumadora marca Victor, de la época en que Gabriel Eligio estuvo a cargo de la oficina; cuadros y fotografías de Gabo y su familia; y, en la parte trasera, dos proyectores de cine de Antonio Daconte, quien trajo el cine mudo al pueblo y fue personificado como Pietro Crespi en Cien años de soledad.

Esta casa, declarada Monumento Nacional en 1996, también fue testigo de los amores contrariados entre Gabriel Eligio y Luisa Santiaga Márquez, hija consentida del coronel Nicolás Márquez, quien para alejarla del pretendiente la envió a un largo viaje por los pueblos del Caribe, pero no pudo evitar que recibiera los correos frenéticos que éste le enviaba a cada sitio por donde pasaba, con la complicidad de sus colegas, para alimentar el amor a la distancia.

Pese a que el gestor cultural y poeta Rafael Darío Jiménez, representante legal de la Fundación 'El Macondo que soñamos', asumió el cuidado de la casa desde febrero de 2010, nunca ha recibido ayudas para su mantenimiento. La excusa de los alcaldes de turno es que se desconoce a qué entidad pertenece este inmueble y que destinarle recursos a un bien ajeno sería incurrir en prevaricato.

En vista de esto, en abril de 2011, Jiménez organizó una 'radiotón', que contó con músicos y humoristas locales, para acudir a la solidaridad de sus coterráneos y arreglar las puertas, ventanas y el techo del lugar, pero apenas recaudó 327.000 pesos. Ese dinero lo invirtió en la reparación de las puertas de la fachada.

Luego decidió tocar las puertas del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. En noviembre de 2011 le envió una carta al ministro Diego Molano Vega solicitándole que asumiera la recuperación de este Monumento Nacional, pero la respuesta que recibió un mes después no fue la esperada.

En primer lugar, el funcionario que contestó la misiva le aclaró que la Casa del Telegrafista no pertenece al Ministerio ni a Adpostal en liquidación, oficina que funcionó allí por un tiempo, y que tampoco le podían ayudar con aportes económicos a la Fundación para la recuperación de este inmueble por 'razones legales'.

Sin embargo, se comprometió a que el Ministerio estudiaría la posibilidad de aunar esfuerzos que permitan la conservación de este inmueble y le solicitó que la Fundación realice las gestiones para determinar la propiedad del mismo.

"Ya he agotado todas las posibilidades de gestión con los alcaldes y gobernadores anteriores y actuales, con Corpotayrona y, últimamente, con el Ministro de las TIC, pero la respuesta nos dejó fríos", remató Jiménez.

Guía turística vive su propio calvario

Al igual que la Casa del Telegrafista, Darlys Cáceres también vive un drama.
En los casi tres años que lleva trabajando como guía turística en este lugar de Aracataca (Magdalena), luego de capacitarse en el Sena, solo ha recibido seis meses de sueldo.
El año pasado, en una visita del gobernador (e) del Magdalena, general retirado Manuel José Bonet, aprovechó para exponerle su situación y consiguió que le hicieran un contrato de prestación de servicios hasta diciembre.

Con su último salario mandó a pintar la fachada de la Casa del Telegrafista y las letras del nombre que se han caído.

Este año no le renovaron el contrato y sobrevive con las pocas donaciones que dejan los turistas y los recuerdos que les vende, pero eso no le alcanza para mantener a sus tres hijos.
"Es una lucha que tengo día a día", manifestó Darlys Cáceres.

El alcalde de Aracataca, Tuffith Hatum, dijo que no puede asignarle un sueldo porque el Municipio está endeudado y tienen unos límites para contratar por órdenes de prestación de servicio.


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EL TIEMPO
Bogotá – Colombia
22 de abril de 2007

Gabo me debe una entrevista

Por Jorge Gómez Pinilla
jorgegomezpinilla@yahoo.es


Este relato tiene su origen en la sala de redacción de Alternativa en 1977, hace 30 años, por los días de la firma del Tratado para la devolución del Canal de Panamá. Involucra al suscrito, a esa fecha con 20 años, estudiante de comunicación de último semestre de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, quien había sido convocado por Enrique Santos Calderón a través de Rodrigo Beltrán (sí, el mismo), para unirse a la planta de redacción de esa revista, la cual iniciaba su segunda etapa luego de una primera fallida, aplastada por el éxito.

Ejemplar de ALTERNATIVA

El papel de Beltrán fue obra del azar, pues contó que se le metió al director a su despacho y le vendió un ejemplar de Taller, periódico de prácticas académicas dirigido por Jairo Aníbal Niño, quien venía de ganar el Premio Enka de Literatura Infantil con la novela Zoro. Santos posó sus ojos en un reportaje gráfico de la contraportada que yo había escrito, titulado El vía crucis de Barranca, y le dijo a Beltrán que me dijera que me esperaba "mañana".

Unas semanas después, una tarde de agosto vi con mis propios ojos cómo el más grande periodista y escritor colombiano, Gabriel García Márquez, descendía de un vehículo rojo que había puesto a su disposición la embajada de Cuba y avanzaba hacia mí sin contemplaciones, y al momento de juntar su mano con la mía exclamaba: –Qué cantidad de gente joven en esta revista, Enrique– Con el paso de los días pude observar que el maestro –ya lo era, sin duda– se asomaba de cuando en cuando por la redacción de Alternativa, solo o con su esposa Mercedes, y se quedaba conversando o bebiendo ron hasta altas horas de la noche con Enrique Santos, Antonio Caballero, Jorge Restrepo y otros, para no alargar el séquito. Uno de esos días saqué arrestos de donde no tuve y, decidido a no dejar escapar esa primera oportunidad sobre la tierra, le pedí una entrevista para el Taller de la Tadeo.
Gabo (perdonarán la confianza, pero así le decíamos) venía de pasar una experiencia amarga con la revista El Manifiesto, debido a que esta en un arrebato de 'originalidad' le había publicado un extenso reportaje al pie de la letra, sin edición alguna, de modo que parecía que al personaje se le había olvidado expresarse en forma coherente. Pero eso no fue óbice para que me pidiera un cuestionario, el cual, según dijo, habría de contestar cuando el tiempo se lo permitiera.

Juro que vi rodar una lágrima por las mejillas del 'profe' Jairo Aníbal (Niño) cuando le di la noticia de la entrevista con el más grande entre los grandes. En medio de la euforia, los alumnos que integrábamos la Especialidad de Prensa nos comprometimos a traer cierto número de preguntas para el día siguiente. Algunos nos excedimos, de modo que un primer intento rondó las cien, pero luego de un ingente esfuerzo de síntesis quedó reducido a 39, muy inferior a la mitad menos uno, por lo que nos pareció una cantidad adecuada a tan sublime ocasión.

Menos de 48 horas después, el cuestionario llegó a manos del escritor. Todos estábamos a la espera, mientras éste se seguía asomando por la redacción de Alternativa, atento al desarrollo de las conversaciones entre Carter y Torrijos. Pero de aquello, nada. Hasta que en día, vencido ya por la zozobra, de nuevo lo abordé y le pregunté por la entrevista.

Gabriel García Márquez –lo recuerdo como si hubiera sido ayer– se separó entonces de una conversación que sostenía con Caballero, avanzó hacia mí, elevó su mano derecha formando un semicírculo perfecto y en lo que asumí como sagrado ritual la dejó posar sobre mi hombro izquierdo, me miró fijo a los ojos y dijo, con sonoro acento caribe: "El problema, Jorge, es que si le contesto con rigor y disciplina todo el cuestionario, me quedo sin tema para escribir por el resto de mi vida".

Sólo en ese instante comprendí que para un hombre tan famoso y lleno de ocupaciones como él, 39 preguntas eran en efecto un ex abrupto periodístico, cuya inspiración en últimas fue una consigna de Mayo del 68 citada por el propio Jairo Aníbal: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Abrumado por la revelación, creo haber dicho que respondiera las que quisiera, pero en la mirada indulgente del escritor vislumbré que todo estaba ya perdido.

Así fue, porque justo al día siguiente voló a Ciudad de Panamá para acompañar a su amigo el general Omar Torrijos a la firma del Tratado del Canal, y de allí regresó a su casa en Ciudad de México, y no lo volví a ver. Si me lo vuelvo a encontrar –porque en el Congreso de la Lengua de Cartagena estuvo tan asediado que fue imposible– tendré que recordarle a Gabo que aún me debe la entrevista.

2 comentarios:

NTC dijo...

La Casa del Telegrafista ..., padre del Nóbel. Qué inmensas reflexiones motiva este relato. ¿Qué habrá pensado o piensa el hijo, EL NOBEL?

MEMORABILIA GGM dijo...

NTC ha dejado un nuevo comentario:

La Casa del Telegrafista ..., padre del Nóbel. Qué inmensas reflexiones motiva este relato. ¿Qué habrá pensado o piensa el hijo, EL NOBEL?